El castigo: cinco mamadas, siete corridas Parte 2

Como no sorprendería a nadie engullendo la polla lentamente, decidí hacer algo diferente. Me agarré a sus nalgas y me la clavé hasta el fondo de mi garganta en un único movimiento. La polla de Fran era más bien gruesa, por lo que ésta sí me impedía respirar; eso me obligó a tener que sacarla completamente de la garganta al poco rato. Era evidente que no podría hacer el mismo tipo de mamada que acababa de hacer a Juan Luis, pero nada me iba a impedir convertir esa mamada en una experiencia inolvidable.

Manteniendo mis manos en las nalgas de Fran, inicié un vaivén con mi cabeza. Al principio, sin profundizar demasiado, pues se trataba de ir adaptando el ritmo de mi respiración. Me la metía, aguantaba la respiración. La sacaba, cogía aire. Me la metía, aguantaba un poco más. La sacaba, soltaba el aire. Como aún no la engullía, podría haber respirado con normalidad, si hubiera querido, pero ese pequeño entrenamiento enseguida dio sus frutos.

Al cabo de un rato, empecé a metérmela hasta el fondo. Primero, unas pocas veces. Luego, sólo después de coger aire. Finalmente, también después de soltarlo. Cuando la engullía después de soltar aire no podía aguantar mucho, ya que mis pulmones pedían oxígeno, pero después de cogerlo no había problema, por lo que, algunas veces, aguantaba unos segundos con la polla hasta el fondo, e incluso sacaba la lengua para lamer sus testículos.

Durante un rato fui repitiendo lo mismo. Aunque, a medida que me iba adaptando a respirar con pausas, iba incrementando la velocidad. Llegó un momento en que respirar más rápido me hubiera hecho hiperventilar. Me vi forzada a cambiar de estrategia. Mientras llenaba los pulmones chupaba sin metérmela del todo, luego, con los pulmones llenos, la engullía y básicamente iba follándolo con mi garganta hasta que necesitaba respirar.

Cuando mi ritmo ya era completamente estable, Fran me sostuvo la cabeza y empezó a acompañar mis movimientos de cabeza con movimientos de cadera. Me resultaba cómodo, ya que poco a poco podía ir relajando el cuello, a medida que Fran iba tomando el control.

Así estuvimos unos minutos. Fran seguía un ritmo que me permitía respirar cómodamente, alternando intervalos en los que apenas tenía su glande en la boca con otros de penetración profunda. En una de esas ocasiones, cuando le tocaría sacar su polla de mi garganta, Fran me agarró con fuerza y se aseguró de metérmela hasta que mis labios tocasen con su pubis. Inmediatamente empezó a manar el semen de su polla.

Mientras Fran permanecía prácticamente inmóvil (salvo por algunos espasmos ocasionales), yo iba notando como los chorros de semen iban bajando lentamente por mi esófago. He de reconocer que era práctico. No tenía arcadas ni tenía que tragar. El semen entraba en mi organismo en un punto que lo único que requería era dejar que la gravedad hiciera el trabajo. Sólo había un problema: me empezaba a faltar el aire y con semejante polla en la garganta me era imposible respirar.

Intenté hacérselo saber dándole palmadas en las nalgas, pero no se retiró ni un milímetro. Al cabo de unos segundos que se me hicieron eternos, la sacó un poco. Pensé por un momento que me iba a liberar, pero en lugar de eso, la volvió a meter del todo. Repitió el movimiento unas tres o cuatro veces más, mientras acababan de salir las últimas gotas. Luego, se retiró lentamente de mi interior.

Después de tragar para ayudar a que acabara de bajar del todo la corrida pude, por fin, recuperar mi aliento. Ahora sé lo que sintió mi mujer cuando le hice algo parecido no hace tanto tiempo.

—¿Te ha gustado? —preguntó Fran.

Sabía que la respuesta a esta pregunta, más que el propio acto en si mismo, podía afectar a la nota que luego me pondría. Y, además, he de reconocer que aunque fuera algo molesto, realmente me había puesto muy caliente. Mis testículos sufrían las consecuencias, pues mi clítoris insistía en crecer un poco.

—Me ha encantado, pero un poco más y me desmayo por falta de aire.

—Tendrías que practicar buceo…

—Me toca. —Al parecer Felicia ya estaba impaciente.

—¿Te apetece probar algo nuevo? —le propuse.

—¡Claro! —dijo Felicia con entusiasmo.

—Perfecto.

Dicho esto, me tumbé boca arriba en la cama, con los pies entaconados sobre la almohada, y me deslicé hasta que mi cabeza quedó colgando en el borde opuesto de la cama.

—Fóllame la garganta —me limité a decir.

—Encantada.

Felicia se aproximó a mí. Colocó el cojín que había estado usando yo hasta hacía poco, y se arrodilló. Tenía una vista invertida de su espectacular cuerpo, y de sus tacones, medias y liguero. Pero lo que más me llamaba la atención en ese momento era su polla, que poco a poco se acercaba hacia mí.

—Abre la boca.

No tuvo que pedírmelo dos veces. En cuanto abrí la boca, el glande de Felicia se adentró en ella. Tal cual entró, empezó a abrirse paso poco a poco. No me dio tiempo a saborearlo ni a lamerlo. Sólo quería metérmela más y más. Al poco rato noté como llegaba al final de mi boca.

—Prepárate —dijo.

Me relajé todo lo que pude, esperando que me la clavara de golpe. En vez de eso, fue empujando lentamente pero con firmeza. Avanzaba milímetro a milímetro. Me excitaba muchísimo que me lo hiciera de esa manera. Es como si estuviera desvirgándome la boca con suma delicadeza (aunque era un poco tarde para eso). Finalmente noté como sus testículos se posaban en mi nariz.

—Muy bien, voy a follarte, cariño.

Dicho esto, sacó unos pocos centímetros de mi garganta y me los volvió a meter de golpe. Hizo una pequeña pausa, y repitió el movimiento. Y así otra vez, y otra. Yo disfrutaba de la follada, mientras aguantaba la respiración, ya que en ningún momento la sacaba lo suficiente como para que pudiera coger aire.

Estaba claro, le había pedido que me follara la garganta y lo estaba haciendo a la perfección. ¿Acaso cuando se folla una vagina o un culo se hacen pausas para respirar? Pues, lo mismo.

Además, tenía la sensación de que su polla se iba haciendo incluso más grande en mi interior. O puede que me lo pareciera porque me empezaba a faltar el aire.

Lo que sí que estaba creciendo sin lugar a dudas era mi propio clítoris. Aunque el dispositivo de castidad lo mantenía a ralla pues ejercía una fuerte presión en mis genitales. La situación me sobrepasaba y, a la vez, me excitaba más que nada en la vida.

Mientras Felicia me follaba la cara, Toni se percató de mi intento de erección. Él aún no se había corrido, aunque le faltaba poco, pues su turno era el siguiente, y decidió ir calentando motores. Se acercó al lateral de la cama y empezó a masajear mis testículos. Al poco rato ya estaba lamiéndomelos.

Yo cada vez goteaba más, pero la escasez de aire me empezaba a preocupar. Decidí indicárselo a Felicia, con un par de palmadas en el culo, pero al igual que acababa de pasar con Fran, hizo caso omiso, pues, justo después de mis palmadas, me la clavó hasta el fondo y se empezó a correr.

—¡Oh, Dios! ¡Trágatelo todo!

¿Y qué otra opción tenía? Se estaba corriendo en mi garganta. Mis pulmones reclamaban aire desesperadamente, mientras mi garganta se inundaba de semen. Semejante corrida no era propia de una señorita. De alguna forma, un chorro de semen se abrió paso y salió por mi nariz.

—¿Habéis visto eso? —preguntó Juan Luis.

—Así es como deberíamos follarnos a todas las mujeres. Especialmente a las putitas con polla —respondió Miguel.

Yo estaba ya al borde del desmayo, y de un orgasmo, cuando Felicia sacó, por fin, su polla de mi garganta. Como pude, tragué rápidamente el semen que aún quedaba en mi garganta, y sorbí el que acababa de salir por mi nariz.

—¡Mirad! La putita es tan adicta al semen que hasta lo esnifa —dijo Miguel entre risas.

—Venga, Toni, deja de lamerle los huevos a la putita y ve a reclamar tu mamada —añadió Fran.

—Por supuesto —dijo él, aunque en realidad ya hacía un rato que había dejado de chupármelos para no perderse la escena.

Toni se acercó y se quedó delante de mí, como esperando instrucciones. Yo intentaba recuperarme. Mientras esperaba, empezó a tocarse y, al final, se decidió a preguntar.

—¿Quieres que yo también lo haga en esta postura?

—Bueno, déjame unos segundos para acabarme de recuperar, pero sí, podrás follarme la boca.

—Genial.

Toni se masturbaba ante mí. Mientras, yo me relajaba, preparándome para la siguiente ración de polla. Daba la impresión de que él era un chico más tranquilo que el resto, incluso algo tímido, por lo que era posible que no fuera tan salvaje en la penetración. Decidí que no necesitaba esperar más.

—Cuando quieras.

Sin decir palabra, Toni acercó su polla hacia mí, y luego esperó a que yo diera el primer paso. Saqué la lengua y, como pude (pues estaba algo lejos todavía), lamí un poco su glande. Fue suficiente.

Inmediatamente una lluvia de semen regó toda mi cara e inundó el cielo de mi boca. Era mi primera corrida facial, y mi propio clítoris dio un respingo, tirando, una vez más, de mis testículos.

—Lo siento, no he podido aguantar más.

—No. Es culpa mía —dije, con su semen todavía en mi cara y boca—. No debería haberte hecho esperar.

—Ni yo debería haberme tocado. No suelo tardar mucho en correrme. Debería haberlo visto venir.

—No te preocupes por mí, de verdad. Además, esta ha sido mi primera corrida facial, y la verdad es que ya tenía ganas de experimentar una.

—¿He sido el primero?

—Sí. —Tragué el semen de la boca, y empecé a recoger con los dedos el que bañaba mi cara.

—Es todo un honor para mí…

—Que sepas… —hice una pausa para chuparme los dedos llenos de semen— que tienes el semen más sabroso de todos los que he probado. Aunque, en realidad, no puedo decir que haya saboreado todas las corridas que he tragado.

—Bueno, deja de hacer la pelota al chico —dijo mi ama, interrumpiéndonos—. Le tenías que hacer una mamada y no se la has hecho. Eso afectará negativamente a tu evaluación. Y ya veremos como compensas al pobre Toni por esto.

—Perdón, Ama.

—Venga Soraya, cuando quieras. Y no te cortes, se merece un castigo por lo que ha pasado.

—Muy bien, será un placer castigarla, Mónica. Pero si eso es lo que quieres, haga lo que haga no podrás intervenir.

—No será un problema.

—Perfecto, necesito ciertas cosas, ahora vuelvo.

Dicho esto, Soraya desapareció de la habitación. En menos de un minuto ya había regresado con su bolso. Sacó un par de esposas y unas cuerdas. Mientras me lo iba colocando todo, nos fue explicando lo que planeaba. En realidad se lo estaba diciendo al resto, pero yo prestaba más atención que cualquiera de ellos.

—¿Habéis visto lo que le excita a la putita que le follen la boca? Parece que el dispositivo de castidad le fuera a arrancar los huevos en cualquier momento por culpa de esta polla que intenta crecer desesperadamente.

Me acababa de poner las esposas con las manos a la espalda y me había indicado que me volviera a tumbar sobre ellas. Para evitar que me clavara las esposas en la espalda me puso un cojín entre éstas y mi espalda. Después de eso, se entretuvo acariciando mis testículos.

—Sospecho —continuó—, que es de esas personas que se excitan con los juegos de asfixia. Me ha dado la impresión que las mamadas que más le han gustado han sido las que la han llevado al límite. A juzgar por cómo goteaba el dispositivo.

Me estaba atando las piernas a las patas de la cama, ajustando la longitud de forma que mi cabeza siguiera colgando por el otro extremo. Preparada para ser follada.

Cuando terminó, recogió mi líquido preseminal con el dedo y me lo ofreció. Lo chupé con gusto. No me hizo esperar mucho más. Tal cual sacó el dedo, me metió su polla en la boca.

Cuánto deseaba esa polla. Era la primera que me comí, y eso nunca se olvida. De momento aún estaba blanda así que me la metió entera sin la menor dificultad. La mantuvo dentro, esperando.

Imaginé que quería algo de cooperación por mi parte, así que saqué la lengua con la intención de lamerle los testículos. Tonta de mí, no había caído en que, en esa postura, sus testículos reposaban sobre mi nariz, así que lo único que encontró mi lengua fue su triangulito de vello púbico perfectamente recortado.

En cualquier caso, Soraya empezó a sacar y a meter su polla lentamente. Se aseguraba de metérmela hasta el fondo en todas las ocasiones, cosa que, de momento, no suponía el menor problema.

Poco a poco, notaba como ésta empezaba a crecer en el interior de mi boca. Cuando se la chupé en aquella primera ocasión, recuerdo que una vez llegó a su tamaño máximo sólo me cupo media polla, o un poco más. Esta vez sería diferente (quisiera o no, pues era Soraya la que hacía con mi boca lo que le apetecía).

Mientras Soraya me iba follando la boca sin el menor miramiento, noté como su glande ya llegaba al inicio de mi garganta. Me tenía que ir preparando mentalmente para la invasión de mi garganta. En seguida noté como entraba. E inmediatamente volvió a salir. Y luego entró de nuevo, y otra vez fuera. Estuvo así durante un buen rato. La verdad es que era algo incómodo. Como aún no tenía la polla lo suficientemente larga no podía limitarse a follarme la garganta sin sacarla de la misma. Al contrario, cada vez que la sacaba, su glande salía de mi garganta hacia mi boca y, cuando la volvía a meter, éste me invadía de nuevo. La parte más incómoda de una felación con garganta profunda siempre me había parecido, precisamente, el momento en el que el glande entra en la garganta, y, ahora, tenía que sufrir eso continuamente. Intentar respirar en los pocos momentos en que tenía la garganta libre no hacía más que complicar las cosas.

Al cabo de un rato, una de las veces que la sacó, su glande no llegó a salir de mi garganta. Por fin su polla empezaba a tener la longitud adecuada. A partir de entonces, las ocasiones en que sí salía fueron disminuyendo, hasta que llegó el momento en que no salió más. Ahora ya sí se podía decir que me estaba follando la garganta como era debido.

Yo me relajé y me dejé follar (¿qué otra opción tenía?). Durante un rato todo fue bien, a pesar de que se me estaban empezando a dormir los brazos y a la fuerza que mi dispositivo de castidad ejercía sobre mis testículos. El exceso de excitación hacía que el dispositivo pareciera un grifo viejo. Goteaba continuamente.

Pero pasó lo que más temía, me empezó a faltar el aire. Soraya me follaba sin la menor compasión y en lo último que pensaba era en mi respiración.

—¿Seguro que está bien? —preguntó mi ama.

—Supongo. Los chochos no necesitan respirar —se limitó a decir Soraya.

Así me veían todos ahora: como un chocho que follarse. Eso me ponía aún más caliente, y la falta de aire acentuaba la situación. Pero había llegado a un punto en el que ya no podía más. Como no podía mover mis brazos para indicar que me asfixiaba, empecé a sacudirme a ver si así Soraya captaba el mensaje. No funcionó.

—Creo que te intenta decir que pares —insistió Mónica.

Justo en ese momento me empecé a correr. Con un dispositivo de castidad que impedía que mi clítoris alcanzara su tamaño máximo, que tiraba fuertemente de mis testículos y que, además, canalizaba mi semen a través de una sonda. Debía parecer una polla de metal corriéndose. Una polla de metal pequeñita. También con un butt plug invadiéndome el culo. Y con una mujer follándome la boca con su polla. Sin duda, una experiencia inigualable. Pero me faltaba el aire.

—Tranquilos, está bien —aseguró Soraya—, lo que le pasa es que se está corriendo.

Me acabé de correr, salieron las últimas gotas, y, finalmente, perdí el conocimiento.

Lo que pasó después lo supe por voz de Mónica una vez acabó todo, pero creo que es mejor relatarlo ahora:

Por lo visto, mientras me corría todos estaban pendientes de como fluía el semen por mi dispositivo. Al poco de que dejara de salir, Soraya la metió hasta el fondo de mi garganta una última vez y anunció que estaba a punto de correrse. Yo acababa de perder el conocimiento, aunque nadie se dio cuenta. Debía tener los ojos cerrados, pero el cuerpo de Soraya delante de mi cara impedía que nadie lo notara. Como además había dejado de moverme justo al final de mi corrida, simplemente pensaron que mis sacudidas previas eran parte del orgasmo.

Poco después de anunciar su corrida, Soraya empezó a eyacular en el fondo de mi garganta. Esperó pacientemente con la polla en mi interior hasta asegurarse de haber vertido hasta la última gota. Luego, poco a poco, fue retirando la polla. Aunque nadie estaba cronometrando el evento, según Mónica, bien podía haber pasado casi un minuto desde la última embestida de Soraya hasta que se dignó a sacarla.

Entonces se dieron cuenta. Me desperté con las bofetadas que me estaba dando Mónica. Soraya me estaba desatando.

—Por fin. Nos tenías muy preocupados.

Estaba algo desorientada, pero entonces noté semen en mi garganta e imaginé lo que había pasado. También noté la humedad en mi entrepierna, con lo que recordé el que hasta ahora ha sido el mejor orgasmo de mi vida. Tragué un par de veces para despejar mi garganta de semen.

—¿Como te encuentras? —quiso saber mi ama.

—Genial.

—¿Genial?

—Sí, acabo de tener un orgasmo alucinante.

—Bueno, queda el tema pendiente de compensar a Toni. Pero creo que es mejor que no hagas más mamadas por hoy.

—¿Podría… —empezó Toni tímidamente— podría follármela? Por el culo, me refiero.

Lo había preguntado mirando a mi ama, pues era ella la dueña de mi culo.

—No. No quiero quitarle el butt plug —Yo le habría dicho que sí—. Tiene que llevarlo 24 seguidas. Lo que sí le voy a quitar un rato es el dispositivo de castidad. Quiero asegurarme de que no se haya manchado de semen por dentro. Y limpiarle bien los testículos.

—Me gustaría hacérselo yo —Toni se había aficionado a mis testículos, al parecer.

—No hay problema.

Mónica fue a buscar las llaves de los candados. En seguida estuvieron mis genitales liberados. No así mi culo, que seguía con el butt plug puesto, aunque no me suponía el menor problema.

Toni se acercó y se puso al trabajo. Primero me limpió con la lengua los testículos. Básicamente, recogió todo el semen que había sobre ellos y se lo tragó gustosamente. Luego estuvo un rato chupándomelos hasta que estuvieron bien brillantes. Cuando se cansó, se dispuso a lamerme el clítoris, que, para entonces, era una polla en toda regla.

En el momento en que se metió mi polla en la boca (sin duda quería más semen), mi ama le llamó la atención.

—Es suficiente. No puedes chupársela. Carla está castigada y no tiene permitido correrse. Bastante mal ha hecho en correrse hace un rato.

—De acuerdo —dijo él.

Dicho esto, mi mujer me secó la saliva de Toni con una toallita y me volvió a colocar el dispositivo de castidad. No me atreví a preguntar hasta cuando me haría llevarlo. Aunque tenía la esperanza de que me lo quitara al mismo tiempo que el butt plug.

—Bueno, Toni —dijo Mónica—, no quisiera que te fueras sin que Carla te haya proporcionado un orgasmo. Aunque entiendo que ya no le queda mucho que ofrecer. ¿Te conformarías con que te masturbara? Si quieres, puede hacértelo con los pies. Me consta que tiene experiencia.

—Me encantaría —respondió—. Con los pies mejor. Los tiene muy sexis.

Indiqué a Toni cómo debía colocarse para facilitarme el trabajo: desnudo, en el suelo, de manera que yo pudiera llegar con facilidad a sus genitales estando sentada a los pies de la cama. Quería darle un toque picante al asunto, así que decidí empezar sin quitarme los tacones. Llevaba los mules negros de 14 cm de tacón sobre unas medias blancas casi transparentes.

Con cuidado de no hacerle daño, empecé a acariciar su polla con la suela de mis zapatos. Yo no sentía nada, pero me parecía divertido y excitante. Luego, recorrí con la punta del tacón toda la longitud de su polla. Miré de levantarla (aún no la tenía en erección) usando sólo el tacón. Estuve un tiempo jugando de esta manera, hasta que la tuvo dura como una piedra.

Entonces miré de situar su polla entre mis pies y, asegurándome de no rozarle excesivamente con los zapatos, empecé a masturbarle. Primero lentamente, buscando la mejor forma de hacerlo. Luego fui cogiendo velocidad. Su polla estaba en contacto con mis pies, pero las medias se interponían. Al parecer eso no acababa de convencer a Toni.

—¿Te podrías quitar las medias? Quiero sentir tus pies sobre mi polla.

—Claro.

Mientras me quitaba el zapato y media derechos seguí jugando con su polla con el tacón izquierdo. Luego mientras me quitaba el zapato y media izquierdos me dediqué a masajearle los testículos con el otro pie. Pareció gustarle, ya que salió la primera gota de líquido preseminal. No sabía si quería que me volviese a poner los tacones, ya sin medias, así que decidí disfrutar del tacto de su polla en mis pies descalzos. No se quejó.

Le masturbé con verdadera pasión, rozando ocasionalmente el glande con mis dedos para redistribuir el líquido preseminal que me iba proporcionando, de manera que la experiencia se iba haciendo más y más placentera. Para ambos.

Al cabo de un rato, cuando ya se me estaban empezando a cansar las piernas (al fin y al cabo éste sería el segundo orgasmo de Toni, por lo que estaba tardando un poco), anunció que no tardaría en correrse. En ese momento decidí jugar un poco más con él, así que solté su polla inmediatamente. Poco a poco, fui desplazándome de donde estaba sentada hacia el lado derecho. Mientras lo hacía, iba acariciando con mis pies el cuerpo desnudo de Toni. Su abdomen, sus pectorales, hasta que llegué a su cara. Decidí que me iba a lamer los pies.

Empecé a masajear la cara de Toni usando mis pies, asegurándome de pasar sobre sus labios en múltiples ocasiones. Al final, tal como esperaba, abrió la boca. En ese momento empecé a jugar con los dedos de mis pies. Los pasaba por sus labios, los introducía ligeramente. Toni se fue animando y sacó la lengua. Le dejé hacer. Me empezó a lamer los dedos, a pasar la lengua entre ellos, a chuparlos. Pude comprobar que le encantaba, ya que su polla estaba tan dura como hacía un rato.

—¿Te podrías volver a poner los tacones? —me preguntó al cabo de un rato—. Siempre he tenido esa fantasía y puede que sea mi única oportunidad de cumplirla.

No sabía a que se refería exactamente, pero me daba igual. Me puse las sandalias, ésta vez sin medias, y acerqué mis pies entaconados a su cara. Inmediatamente su expresión cambió, estaba más excitado que en ningún momento anterior. Prácticamente me estaba devorando por los pies. Chupaba mis tacones hasta la base. Me lamía cualquier área de mis pies que no estuviera tapada por los mules. Pasaba la lengua por entre los dedos y la suela, y luego la subía pasando entre dos dedos. Me lamía las uñas. Incluso llegó a lamer la suela del zapato (que por suerte nunca he usado por la calle). Parecía que fuera a seguir toda la vida, así que le ofrecí continuar con la paja.

—¿Quieres que te masturbe hasta que te corras sobre mis pies y mis tacones?

—Me encantaría.

Retomé mi posición original y me dispuse a continuar. Hubiera jurado que la tenía más grande que cuando se la solté. Con cuidado de no clavarle los tacones en el vientre o en los testículos, tomé su polla entre mis pies entaconados y empecé a masturbarle. No tardó mucho en avisarme de que se iba a correr.

Pensé que lo mejor era ignorar el aviso. Seguir masturbándole tal cual y que su semen decidiera dónde caer. Enseguida empezó a brotar el semen. Salía con más fuerza de la que esperaba para un segundo orgasmo. Muchos chorros cayeron sobre el empeine de mi pie derecho. Otros fueron resbalando por su polla hasta llegar a la zona en contacto con mi pie izquierdo. De estos últimos, algunos se adentraron en mis sandalias, otros siguieron resbalando hasta caer en sus testículos. Pero en ningún momento dejé de masturbarle.

—Ya puedes parar —dijo finalmente.

—De acuerdo.

Sin preocuparme por el hecho de que tenía los pies bañados en semen, me puse de pie, esperando a que mi ama dijera qué quería que hiciera.

—Bueno, pues ya está —dijo—. Espero que os haya gustado la experiencia.

—Mucho.

—Sí.

—Claro.

—Tenemos que repetir.

—Por supuesto.

—Ha sido lo más excitante que me ha pasado en la vida.

—¿Tú también has disfrutado, Carla?

—Como nunca —contesté.

—Me alegro —hizo una pausa—. Pues aquí finaliza tu examen oral. El resto, recordad mandarme la nota que decidáis ponerle por e-mail. Evaluad sólo la mamada que os ha hecho a cada uno, y procurad no dejaros llevar por lo que hayáis visto hacer a los demás. Toni, tú deberías procurar centrarte en la corrida facial que le has hecho, ignora la paja con los pies, por favor.

—Como quieras, aunque que conste que si fuera por esa paja ya tendría mi 10.

—Podéis ir a cambiaros, especialmente tú, Felicia. Dudo que quieras salir a la calle así.

Las chicas salieron de la habitación. Yo me quedé observando como se vestían Miguel, Antonio, Juan Luis y Fran. Cuando acabaron nos dirigimos al recibidor. Al poco rato apareció mi mujer. Se había puesto un camisón, pero aún llevaba los zapatos de ballet. Me supo mal. Ella había permanecido toda la velada con unos taconazos de 18 cm y prácticamente no le habíamos prestado atención.

—Yo debería salir ya —dijo Fran.

El resto decidieron marchar también, así que nos despedimos de ellos con dos besos y vimos como cogían el ascensor. Cuando ya se habían ido, llegaron Soraya y el otro chico (quien hasta hace poco había sido Felicia) al recibidor. Soraya llevaba otra vez el traje de chaqueta y las sandalias de tacón ancho pero alto. El otro chico seguía siendo un completo desconocido, al fin y al cabo, era Felicia y no él quien se había corrido en mi garganta hacía un rato. Ninguno de los dos pensó que fuera necesario presentarnos. A pesar de eso, nos despedimos con dos besos. De Soraya, en cambio, me despedí con un beso con lengua. Finalmente nos quedamos solas Mónica y yo.

—Bueno, Carla, de momento seguirás con el butt plug y el dispositivo de castidad hasta mañana. Cuando hayas llevado 24 horas seguidas el butt plug, y suponiendo que todos te hayan aprobado, te lo quitaré todo.

—Gracias, Ama. Espero no haberlos decepcionado.

—Respecto al problema del calor, a partir de ahora y hasta que llegue el invierno, en vez de las pantymedias te pondrás esto —dijo, mientras me ofrecía una caja.

El contenido me encantó. Había unas medias negras de rejilla y un liguero a juego. A partir de ahora iría a trabajar con más ganas.

—Gracias, Ama, es muy buena conmigo.

—Claro, Carla, no olvides que no sólo soy tu ama. También soy tu mujer, y te quiero.

—Yo también a usted, Ama.

—Antes de que nos vayamos a dormir —añadió—, hay algo más que quiero que hagas.

—Lo que usted quiera, Ama.

Me hizo seguirla otra vez a la habitación. Una vez allí me obligó a practicar una última felación a los tacones de sus zapatos de ballet. Luego se los quitó y me hizo lamerle los pies, que estaban un poco sudaditos (como a mí me gustaban). Cuando se cansó, me pidió que le hiciera un cunnilingus. Se corrió como nunca, estaba claro que ella también se había excitado mucho aquella noche. Ese día nos dormimos abrazadas.

El día siguiente se me hizo algo largo. Era lunes y tuve que ir a trabajar. Por la noche, tras casi 25 horas seguidas con el butt plug, Mónica me dijo que le acababa de llegar la última nota por e-mail.

—Tienes un ocho y pico de media. Todos te han aprobado. Incluso Toni.

—¿Ah sí?

—Sí, considera que no sería justo suspenderte por culpa de su eyaculación precoz. Y además dice que le gustó correrse en tu cara.

—Todo un detalle por su parte.

—También hay alguien que te ha puesto un 10.

—¿Soraya?

—Pues no. Soraya te ha puesto buena nota, pero ha decidido penalizarte un poco por desmayarte.

—Entiendo… —En realidad no lo entendía.

—Según dice, si ella se hubiera dado cuenta de tu desmayo le habrías cortado el rollo. Y aunque al estar en la postura que estabais ni se fijó, ha preferido penalizarte por ello. También dice que deberías practicar para poder aguantar la respiración más tiempo. Para ella, la mamada de 10 habría sido follarte la garganta desde el primer momento hasta el último, corriéndose dentro, y que al acabar aún pidieras más.

—Vaya, pues sí que es exigente.

—Puede permitírselo. Por lo que me han contado ella es toda una experta en dejarse follar la garganta. Es normal que espere la misma dedicación. Pero ese es un servicio que no necesito que te preste. Me temo que tu clítoris recibirá cada vez menos atenciones. Como bien sabes, muchos hombres tienden a olvidarse de los clítoris de sus parejas, centrándose únicamente en follárselas y exigirles mamadas, o cosas raras como pajas con los pies.

—Sí, yo antes también era un poco así —me había hecho sentir un poco culpable.

—A medida que seas más y más femenina, vas a tener que aprender a disfrutar del sexo sin depender de lo que te cuelga entre las piernas… Dudo que te suponga un gran problema, por lo que he podido ver hoy.

—Realmente he tenido un orgasmo muy intenso, Ama.

—¿Significa eso que estarías dispuesta a dar un paso más en tu proceso de feminización, Carla?

—No tendrá pensado castrarme o algo así —dije con cierta preocupación.

—No, eso nunca. Perdería la gracia. Lo divertido de feminizar a un hombre es que, en el fondo, siga siendo un hombre. Si te cambiaras de sexo, ya no serías un macho feminizado, serías una mujer. Y no es eso lo que quiero.

—Entonces —dije después de pensarlo unos segundos—, supongo que estoy dispuesta a dar otro paso.

Después de la conversación, me quitó el dispositivo de castidad y el butt plug, y me dio permiso para masturbarme. Lo hice, pero no por el método tradicional, en lugar de eso me introduje un vibrador en mi dilatado culo y dejé que fuera mi punto G el que me proporcionara el placer.

Mientras mi clítoris disparaba una corrida copiosa sin que en ningún momento lo hubiera tocado, llegué a la conclusión de que mis genitales masculinos se habían convertido en una simple prueba de mi humillación. Yo era más feliz que nunca.

2 comentarios - El castigo: cinco mamadas, siete corridas Parte 2

somos-maju +1
hermoso, te empezamos a seguir
menxu89
muchas gracias!!!! 😛
thewiliford
como me ponen tus relatos el estilo que tienes es una locura. Con pelos y señales jaajja te ganaste un nuevo seguidor ole y ole 🤘 🙎‍♂️