Con mis primas

Cuando tenía diecisiete años recuerdo que llegué a enamorarme de mi prima Lucía, en realidad no era mi prima directa, si no prima de mi padre, pero la llamaba prima. Aquello no fue enamoramiento, más bien era calentura por lo buena que estaba. Era una mujer de treinta y cinco años, de un metro setenta y cuatro centímetros, morena... sus pechos eran más bien pequeños, pero lo que le faltaba allí lo suplía con un hermoso culo y unas caderas anchas. Sus muslos eran para agarrarse a cada uno y hundir la cara para comer su coño... en fin, que el morbo que me producía tenerla cerca siendo soltera y mis hormonas hacían que me insinuara más de lo debido algunas veces.

Durante más de un año mi calentura no bajaba, todo lo contrario. Al ser soltera le pedía si me quería acompañar al cine o a cualquier sitio que se me ocurriera... supongo que debe ser un coñazo que un mierdecilla de dieciocho años te moleste tanto. No hubo manera de convencerla para que me acompañara a nada, cualquier intento de acercamiento era inútil.

Pues una tarde de verano en que estaba yo descansando en mi casa, recibí una llamada de ella para que fuera a su casa a ayudarla a trasladar unas cosas. Mi corazón se aceleró rápidamente y me excité de pensar que la iba a tener aquella tarde para mí. Su casa estaba cerca y no tardé apenas tiempo en llegar cargado de calentura. Fue como un cubo de agua fría ver que no estaba sola, Lucía estaba con sus dos hermanas mayores Maite y Beatriz. Maite tenía cuarenta y dos años y Beatriz cuarenta. Sus cuerpos eran de dos mujeres maduras que habían tenido dos hijos cada una. Lo que si que no cambiaban en las mujeres de esta familia eran sus culos, siempre caderas anchas y hermosos culos. Las tetas cambiaban, mientras Lucía las tenía pequeñas, las de Maite eran algo más grandes y Beatriz era la reina con unas tetas de la talla ciento veinte por lo menos.

Sentía que se estaban aprovechando de mi calentura por Lucía para que moviera e hiciera todo tipo de trabajos. Me tuvieron como una hora sin parar. Cuando decidieron que me habían castigado suficiente empezaron a bromear si me llamaban al día siguiente para más trabajo. Era como si quisieran cansarme para que no persiguiera más a Lucía.

-Ya está bien, anda Jesús date una ducha para que descanses. – dijo Maite.

-Eso que ahora estás todo sudado. – comentó Beatriz.

Me metí en el cuarto de baño y me desnudé. Empecé a ducharme y la puerta se abrió y entró Lucía.

-Perdona, no puedo aguantar más... – Escuché como subía la tapa del inodoro y como sonaba su meado.

Estaba loco por abrir la puerta y verla medio desnuda, pero sería muy embarazoso explicar por lo que lo había hecho. Me la imaginé y cuando la sentí salir empecé a tocarme la polla. Estaba en lo mejor de la paja cuando Maite me decía desde fuera que me diera prisa. Me sentí cohibido y paré de hacerme la paja. Salí de la ducha y no tenía mi ropa donde la había dejado. Busqué una toalla pero no la encontré por ningún lado.

-Lucía... – llamé a mi prima. – Lucía...

-¿Qué te pasa? – respondió desde el otro lado de la puerta.

-No tengo toalla... y mi ropa no está aquí...

-No te preocupes... – y la puerta empezó a abrirse – En este mueble están las toallas. - Lucía entró y acerté a taparme un poco con las manos. – No te tapes... no sería la primera vez que te la viera, de chico te la he visto muchas veces...

Me quité las manos y mi polla que ya estaba algo morcillona al hacerme la paja, empezó a tomar volumen poco a poco al tener a mi querida Lucía tan cerca... y yo desnudo. Ella siguió buscando una toalla por los muebles del cuarto de baño y de vez en cuando se agachaba poniendo su culo en pompa. Más de una vez pensaba en agarrar su culo con las dos manos y frotar mi polla por él.

-Pues no encuentro ning... ¡Dios santo! – dijo al verme que estaba totalmente empalmado por la excitación de mis pensamientos. – Maite, Beatriz venid rápido...

Las llamó con un grito y las dos entraron como si estuvieran esperando detrás de la puerta. No me dio tiempo a taparme con las manos, así que aguanté de pie, desnudo y con mi polla bien empalmada. No la tengo exageradamente grande, es de tamaño normal, solo destacan dos cosas, una es mi glande, es bastante grande y la forma de mi polla que está totalmente recta, aparentando ser más larga de lo que es. La cosa es que allí estaba yo, desnudo, empalmado y con tres maduras admirando mi polla.

-Lucía, con lo que tiene este chiquillo... yo me lo pensaría. – dijo Maite.

-Pues yo no lo pensaba... – dijo Beatriz.

-Pues yo lo voy a hacer... – dijo Lucía. - ¿Me acompañáis?

-Sí. – contestaron las otras dos a la vez.

Lucía se acercó a mí y me agarró la polla que empezó a latir al sentir como sus dedos la rodeaban y como se desplazaban de arriba abajo. Lancé un suspiro y sentí que me iba a correr. Ella me pasó su brazo izquierdo por mis hombros y pegó su cuerpo a mi costado mientras seguía masturbándome. Las otras dos nos miraban delante de nosotros. No pude decir nada, sentí como un orgasmo hacía que mi leche saliera de mis huevos y recorriera toda mi polla hasta que salieron chorros de leche. Con los ojos cerrados disfrutaba hasta que escuche chillar a Maite y Beatriz. Mi leche fue lanzada con tantas ganas que acerté a darle a Maite en la falda que llevaba.

-Ahora tendré que limpiarla, no voy a llegar a casa con una mancha de semen en la ropa para que mi marido me pregunte que donde me han follado.

-Pues ha durado poco... – dijo Beatriz.

-Claro, el pobre está sobre excitado por las ganas de cogerme que tiene, ¿verdad? – dijo Lucía. Yo no podía hablar de gusto y asentí con la cabeza.

Maite se quitó la falda que llevaba y se quedó en bragas. Pude ver su hermoso culo y su coño tapado por esa tela de encaje blanca, parecía que tenía el coño depilado. Lucía me llevó junto con Beatriz hasta la habitación donde estaba la cama de matrimonio de la madre de ellas. Me tumbaron en medio y las dos se desnudaron. Beatriz comenzó a tocar mi polla que en pocos segundos reaccionó poniéndose dura para ella. Lucía acabó de desnudarse cuando entro Maite por la puerta, se subió en la cama y abrió las piernas encima de mi cara, apartó las bragas y apareció un hermoso coño sin ningún pelo.

-Cómetelo como castigo por haberme manchado. – me dijo abriendo los labios con una mano y mostrándome su húmedo y rosado interior.

Nunca había comido el coño a una mujer y no sabía bien que hacer. Pensé en las películas que había visto e intenté imitar lo que recordaba. Saqué mi lengua y lamía de arriba abajo la raja. Maite gimoteaba y yo sentía como mi lengua se llenaba de los flujos de su coño. Sentí como mi polla era engullida por una boca, no sabía bien quién podía ser pero no importaba pues un poco después sentí como cambiaba la boca que me la mamaba, Lucía y Beatriz se dedicaban a chuparme.

-Busca con la punta de la lengua el bultito de mi clítoris y juega con él. – me ordenó Maite para que cambiara mi forma de comerle el coño.

Comencé a recorrer su raja con mi lengua y ella me indicaba "más arriba" hasta que mi lengua chocó con un bulto que la hizo gruñir al sentir que se lo tocaba. Comencé a juguetear con su clítoris a la vez que sentía como una de las dos mujeres que se dedicaban a mis genitales comenzaba a chupar mis huevos. Maite se retorcía de placer mientras yo le estimulaba el clítoris y mi boca se llenaba con sus flujos, seguí chupando.

Lucía y Beatriz pararon de mamarme y sentí que una de las dos se subía encima de mí, cogían mi polla y al momento sentí que el calor de su coño rodeaba mi polla, estaba entrando por primera vez en el coño de una mujer. Maite empezó a gemir y se corrió encima de mi boca. Se apartó de mí y pude ver que Beatriz botaba encima de mi rabo dándome la espalda. Veía su culo y como lo que más le gustaba era que le entrara mi gordo glande, le gustaba sentir como le abría las paredes de su vagina. Lucía echó a Beatriz hacia delante y le sacó la polla para tragársela y mamarme un poco.

Yo estaba en la gloria, siempre me había puesto muy caliente pensando en follar a Lucía, pero aquella tarde me estaban follando a las tres hermanas... Volvió a devolver mi polla al interior del coño de Beatriz y está se la volvió a meter despacio para sentir como mi glande recorría toda su vagina. Empezó a gemir y se corrió acelerando las penetraciones.

Se levantó Beatriz y Maite tomó su sitio. Yo mientras que la mayor de las hermanas se metía mi polla tocaba el culo de mi Lucía, aquel que tantas pajas me había dado lo tenía ahora a mano para tocarlo cuanto quisiera. Sentí como el coño sin pelo de Maite se empezaba a tragar mi polla y lo miré mientras se sentaba sobre mí. Sus labios se abrieron al entrar la gran cabeza de mi polla y un leve ronroneo salía de ella al sentirse llena. Se había desnudado por completo y sus hermosas tetas apuntaban hacia mí. Se echó adelante y me ofreció sus tetas para que las mamara. Las agarré con las manos y comencé comiéndome y chupando sus enormes pezones. Ella gemía y no dejaba de cabalgar sobre mí.

Lucía y Beatriz se pusieron, una a cada lado de nosotros, a cuatro patas y me llamaron para que las penetrara por detrás. Las miré y me excité al verlas con sus hermosos culos preparados para que yo gozara de ellas. Agarré el culo de Maite y aceleré las folladas que le daba hasta conseguir que se corriera. Me costaba la misma vida aguantar sin correrme, pero el haberme corrido una vez ayudaba, aunque no mucho.

Cuando vi que Maite se había corrido la quité de encima de mí y me dirigí al culo de mi Lucía. Por fin iba a follar a mi sueño. Se notaba que era la más joven de las tres y la que no había tenido hijos. Su culo y su cuerpo estaban más cuidado y más bonito. Me coloqué detrás de ella y llevé mi polla a su culo para buscar su entrada. Empuje un poco y ella gritó diciendo "no, por ahí no". Si hubiera sido más brusco le hubiera roto su culo. Alargó su mano y guió mi polla hasta la entrada de su coño. Poco a poco le fui metiendo la cabeza de mi polla y al igual que las hermanas gozaba al sentir como la llenaba por dentro.

La penetré un buen rato hasta que sentí que me iba a correr, entonces le saqué la polla y ella protestó. Me puse detrás de la que estaba a su lado. Ya no me preocupaba de quien era el coño que iba a follar, sólo veía tres hermosos culos con sus respectivos coños y lo único que quería era follarlas hasta correrme. Cogí la polla con una mano y la metí en el coño, Maite gimió al sentirme entrar de una vez y como mis huevos golpearon su culo. Alargué las dos manos y tocaba los culos de las hermanas. Maite se movía para que mi polla la follara.

Abandoné el coño de Maite y penetré también de una sola envestida a Beatriz que gritó al sentirse llena de golpe. Estaba en la gloria y ya me quedaba poco para correrme. La saque de Beatriz sin hacerla gozar demasiado, pero quería que se corriera mi Lucía así que me puse detrás de ella y la volví a penetrar. Aceleré y le indique que en poco me correría. Ella comenzó a correrse y le avisé que iba yo. Se sacó la polla y se giró poniendo su boca abierta delante de mi polla y tocándose el coño.

Maite se sentó junto a Lucía y acercó su cara a la otra para que le cayera algo de semen a ella. Beatriz se puso de rodillas junto a mí y comenzó a lamerme los pezones a la vez que me meneaba la polla para que me corriera encima de sus hermanas. No duré mucho, entre gemidos provocados por la lengua de Beatriz jugando con mis pezones y por sentir como mi polla se vaciaba encima de mis primas. El primer chorro entró directamente en la boca de Lucía y le llegó hasta la garganta, el resto de la corrida la distribuyó Beatriz entre las dos, para acabar por mamármela ella misma para dejarla limpia.

Me desplomé en medio de las tres mujeres y no tenía fuerzas para seguir. En menos de dos horas había tenido dos corridas de la forma más excitante que podía imaginar, con tres maduras con las que nunca pensé que fuera a echar un polvo. Desde aquel día, cuando estamos a solas bromean conmigo, pero nunca más hemos vuelto a follar.

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