Academia Belle Rose: Capítulo 1

Espero que les guste

Academia Belle Rose: Capítulo 1
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Sonia bajó del auto y observó la fachada de la academia Belle Rose. Por lo que leyó en la guía informativa, el edificio era un convento construido durante la edad media rodeado por un muro de granito de más de dos metros de altura; remodelado en varias ocasiones para permitir tener las comodidades del mundo moderno dentro de las instalaciones de piedra. Era una institución reconocida por la élite de la sociedad; si algún rico quería que su hija tuviera un buen matrimonio, era una obligación que la enviara a dicha academia.

Agarró su maleta y caminó hasta el portón, golpeó la aldaba de hierro y esperó a que le abrieran la puerta. Del otro lado apareció una chica de algunos veinte y tantos años, de cuerpo mono y cabello castaño. Iba vestida con un uniforme de criada, cuya falda ondeaba por encima de las rodillas, y llevaba dos coletas que le rozaban los senos. Sus ojos eran grandes y expresivos, de color miel.

—Usted debe de ser la señorita Miller—dijo, enérgica.

—Por favor, llámame Sonia—le interrumpió.

—Por supuesto—dijo—. Mi nombre es Kitty. Sígame, por favor; la rectora le está esperando.

El interior era mucho mejor de lo que creía. La decoración ocultaba la asperidad de las paredes, sin dejar de ser elegante y sencilla; podía sentirse, también, un leve aroma a incienso. Kitty la condujo por un pasillo repleto de pinturas de las que fueron rectoras de Belle Rose. Todas parecían modelos sacadas de las mejores agencias, y cada una usaba un distintivo broche en forma de rosa azul en la camisa. Cuando llegaron al atrio principal, Sonia se sorprendió de no ver a nadie allí.

—Usualmente no es tan tranquilo— dijo Kitty, leyéndole el pensamiento—. Ahora todas están en clase.

—Ya veo—respondió Sonia, por no quedarse callada.

—Es aquí— dijo Kitty, señalándole una puerta de roble—. Me llevaré sus pertenencias. Estarán acomodadas para cuando vaya a su habitación.

Sonia le entregó el equipaje y se despidió de la chica; tocó despacio la puerta y giró el pomo cuando escuchó un “pase” desde el otro lado. El despacho estaba decorado con estilo, algunas pinturas abstractas, un enorme florero con bambúes en una esquina, y el piso cubierto por una alfombra traída desde el medio oriente.

—Es un placer tenerla con nosotros, señorita Miller. Mi nombre es Samanta O'Rourke, directora de Belle Rose. Bienvenida.

—Gracias—se apresuró a decir. La mujer delante de ella debía medir un metro setenta. Tenía puesta una minifalda que permitía ver toda la extensión de sus piernas, llevaba una camisa a cuadros que le apretaba en el área del busto. Su rostro era anguloso y se veía un poco duro a causa de los anteojos, pero no dejaba de ser atractiva. Llevaba un corte moderno, y por alguna extraña razón el pelo estaba teñido de rosa.

—La Academia Belle Rose se toma muy en serio la educación de sus estudiantes. Debe de saber —prosiguió —que sus padres eligieron este lugar porque sabían que se les estaba ofreciendo lo mejor. Nos ocupamos de instruir a las señoritas en todos los aspectos necesarios que conllevan a una vida en sociedad exitosa.

—Confieso apenada que no he revisado el currículo académico de Belle Rose…No quería venir. Digo— agregó al ver la cara de Samanta ceñuda— no es que no quisiera, es que he tenido que viajar desde tan lejos. Supongo que enseñarán lo básico, como etiqueta y protocolo, música, ceremonia del té, ¿pero qué otras asignaturas imparten que hace de esta escuela algo especial?

Samanta la observó con mirada serena y calculadora, luego sonrió y dijo —: La mejor manera de contestar a esa pregunta es dejando que lo vea con sus propios ojos. Acompáñeme, haremos un recorrido.

La siguiente hora transcurrió mientras caminaban de un salón a otro, interrumpiendo las clases para presentar a Sonia y solicitar que les permitieran quedarse un rato. Hasta el momento había visto un grupo de equitación, clases de etiqueta, el salón de música, el de ciencias e historia. También se impartían clases de cocina y se podía elegir entre varios clubes para las horas de la tarde.

Por último, Samanta la condujo a una habitación austera, pequeña, con apenas una mesilla sobre la que reposaban dos copas de agua, y una silla en el centro colocada frente a una cortina de lamé púrpura. Le indicó que se sentara y le ofreció una de las copas.

— ¿Qué le ha parecido la institución hasta ahora, señorita Miller?

—Creo que es adecuada— dijo dubitativa. Bebió un sorbo de agua y admiró el cristal límpido que la contenía. Sonia pensó que podría haber ido a otra parte más cerca de casa donde le enseñaran esas cosas. Samanta se recostó de la pared, junto a la cortina, cruzada de brazos, y se quedó observándola con una sonrisa ensayada en los labios. Sonia se acomodó en el asiento y se cruzó de piernas; de repente había sentido un cosquilleo en el coño. Carraspeó y volvió a removerse en la silla, la sonrisa de Samanta se pronunció.

—Al fin creo que está lista para presenciar una de las clases especiales de la Academia Belle Rose— dijo y descorrió la cortina. Sonia se quedó estupefacta. Detrás había una habitación no muy diferente a la que ocupaban, se parada por un enorme cristal. Allí dentro había una chica desnuda, de pelo negro abundante y de curvas generosas, suspendida en el aire gracias a una soga gruesa que le tenía amarrada por todas partes. El lazo le recorría los senos y descendía hasta pasar justo en medio de su sexo. Los brazos estaba sujetos a su espalda, al igual que los pies, dando la sensación de ser un animal ofrecido en bandeja de plata.

A su lado estaba Kitty, vestida con unas botas de cuero, una cadena en la cintura desnuda, los pezones adornados con piercings en las aureolas, y con un látigo en la mano. Aún conservaba el peinado de una hora antes. La otra chica tenía marcas de latigazos en los senos y el vientre. La soga en el área de su coño estaba visiblemente húmeda. Kitty usó el látigo para recorrerla despacio, luego se arrodilló debajo de ella e hizo a un lado la cuerda. Cogió el mango y lo introdujo violentamente en su concha. Samanta presionó un botón junto al cristal y pronto la habitación se inundó de los gemidos de la pelinegra que era penetrada salvajemente.

— ¿Te gusta, perra? — dijo Kitty con la voz llena de lujuria. La chica no dejaba de gemir y retorcerse, incapaz de moverse mucho. Kitty se detuvo y le abrió el coño para ver el clítoris hinchado, lo lamió y succionó como si de esos jugos que se desprendían de aquella vagina dependiera su existencia.

Sonia se quedó ensimismada observando, por alguna extraña razón se sentía muy caliente, como si las entrañas le ardieran. No era desconocida al sexo, pero no pensó que ver a una mujer violentando a otra de esa manera pudiera ponerla tan cachonda.

—Recuerde que le he dicho que en la academia nos encargamos de todos los aspectos necesarios para que las estudiantes tengas éxito en su vida en sociedad. Esto es lo que nos hace únicos, este tipo de dedicación a nuestras alumnas no es alcanzado en ningún otro lugar.

Samanta caminó hasta Sonia y se sentó a caballo en su regazo. Hundió los dedos en el cabello pelirrojo de ésta y tentó sus labios con los suyos. Los besó, dedicándole especial atención al labio menor y a la comisura de la boca. Luego se desplazó por la mandíbula, dejando un rastro mojado, hasta llegar al cuello, donde lo lamió y mordisqueó a su antojo. Sonia estaba sumergida en sensaciones de placer y retortijones dolorosos en su coño, como para querer detener a Samanta y las maravillas que estaba haciendo con su lengua.

La directora le sacó la blusa de seda y contempló complacida el sostén de encaje blanco que llevaba puesto. Acarició un seno por encima primero, y luego el otro; cuando comprobó que sus pezones estaban hinchados por encima de la tela, se apresuró a quitarle el sostén y meterse una aureola en la boca. Sonia gimió e instintivamente le sostuvo la cabeza a Samanta, instándole a que profundizara el contacto. Samanta se puso de pie y se desvistió, dejando a la vista dos enormes senos de pezones rosa. Hizo que Sonia se levantara y la despojó de su falda y bragas, observando los rizos pelirrojos de su sexo.

Empezó a besarle la entrepierna, tomándose su tiempo y alternando entre una y otra, volviendo a Sonia loca de expectación. Le indicó que se acostara en el suelo para después adoptar la postura del 69.

—Espero que también cuides un poco de mi coño— le dijo. Sonia asintió y con los dedos separó los labios vaginales. El olor de la concha excitada de Samanta la embriagó. Tentó el clítoris con un dedo y le dio un lengüetazo.

—Ah…sí, así— dijo Samanta.

La directora prosiguió a lamerle el sexo con celeridad, introduciendo la lengua en su agujero a intervalos. Sonia intentaba imitarla en sus movimientos y se aventuro a introducir un dedo en su orificio, Samanta se arqueó y Sonia se animó a introducir otro dedo y luego otro más, antes de empezar a bombear con fuerza. Samanta le envistió con cuatro dedos a la vez, arrancándole un grito; le chupaba el clítoris y le embestía con esos cuatro dedos benditos que se llenaban de los jugos de Sonia. Las dos se comían como perras, dejándose llevar por la lujuria.

Ambas se corrieron con espasmos violentos que les sacudieron de arriba hasta abajo. Samanta se giró y comenzó a trepar a Sonia restregando sus cuerpos, hasta que quedaron cara a cara. Se besaron un par de veces y Samanta dijo—: Espero que Belle Rose llene todas sus expectaciones.

—Tengo la ligera corazonada— dijo Sonia, boqueando— de que me adaptaré a la vida en la academia más rápido de lo que creía.

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