el medico laboral

Un día horrible. Húmedo, lluvioso, ideal para quedarse en la cama. Estábamos recién llegados de esa segunda luna de miel en Capilla del Monte y la verdad es que todavía no había retomado el ritmo de la ciudad, por lo que decidí no ir a trabajar. No tenía ganas, para colmo de males estaba depresiva, de ahí mi post anterior. Pero me alegro saber que hay muchos que me entienden y disfrutan leyéndome, esto es para ustedes no para mí. Pero bueno, como les decía recién estaba volviendo de una licencia, así que no podía decir simplemente que no iba porque tenía fiaca o estaba con la depre.
Hacía tiempo que no daba parte de enferma, así que ni bien se fue mi marido llame al trabajo y avise que no iba a ir, que me sentía mal, descompuesta, era mentira, claro, pero ¿por qué no tomarme un día sabático? Me lo merecía.
Me preparé el mate, me puse un rato en la compu, hasta que a eso de las once tocan el timbre. Era el médico laboral, le abrí y esperé a que subiera. Cuándo lo hizo fuimos al dormitorio y me recosté para que pudiera examinarme y comprobar si los síntomas que alegaba eran verdaderos. Por supuesto que no lo eran, por lo que debía fingir como si lo fueran. Tosí, moqueé un poco, hasta puse cara de cordero degollado, pero el médico no me creyó el cuento.
-¿Me vas a justificar el día?- le pregunté intuyendo su respuesta.
Enarcó las cejas e hizo un gesto como de duda.
-Es que no puedo poner ningún diagnóstico- me dijo –Estás en perfecto estado-
No iba a perder el día ni a dejar que en el trabajo me sancionarán por faltar sin justificativo, por lo que decidí recurrir a mis siempre efectivas armas de seducción, las cuáles más de una vez me habían sacado de situaciones tanto o más complicada que esta. Además, pensé, se trataría de una linda experiencia para compartir.
-Quizás tendrías que revisarme un poco más, ¿no te parece?- le sugerí con un tonito incitante a la vez que me levantaba la remera y dejaba al descubierto mis pechos.
El médico se quedo boquiabierto, contemplando fascinado ese despliegue de carne que se extendía delante de sus ojos.
-Si… tal vez me pase algo por alto- coincidió.
Entonces posó sus manos sobre mi cuerpo, primero en el vientre, y desde allí empezó a subir, como auscultándome, despacio, sin apurarse, mirándome a los ojos como para evaluar cada una de mis reacciones. Entonces se detuvo en mis pechos. Viendo que mi reacción era favorable empezó a masajearlos, suavemente, con mucha ternura, arrancándome unos gemiditos que no pude contener. Arqueé la espalda para inflar aún más mis tetas y sentir con mayor nitidez ese tacto delicioso que estaba haciendo estragos en mis emociones. Con los ojos cerrados y entre plácidos suspiros corrí las sabanas y me baje de un solo tirón el short que tenía puesto, sin nada debajo.
-¿Algo más que quiera revisar, doctor?- le pregunte con ese mismo tonito incitante.
Dejo una mano en mis pechos y deslizó la otra hacia mi entrepierna. Un dedo se filtró entre mis labios íntimos, lo humedeció en el caldito de mi lujuria y llevándoselo a la boca se lo chupó disfrutando del sabor de mi sexo.
-Me parece que por acá también estuvo lloviendo- bromeó en obvia alusión a lo empapada que ya estaba.
-Seguramente debe tener algún remedio para mi dolencia, ¿no es así doctor?- le consulté.
-Por supuesto, y uno que te va a calzar a la perfección- me aseguró.
Se levantó, se desabrochó el pantalón y peló una pija no muy grande pero de un grosor bastante considerable. Cuándo la sacó ya la tenía bien parada y goteando. Yo estaba recostada, en mi rol de enferma todavía, así que apoyó una pierna en la cama y enfiló su exaltado chotazo hacia mi boca. Por supuesto que no me opuse a aquella repentina intrusión. Abrí la boca lo más que pude y lo deje entrar, disfrutando de esa carne vigorosa y suculenta que tal como él mismo me lo había asegurado parecía calzarme a la perfección.
Con movimientos suaves y continuos de su pelvis, el médico empezó a cogerme por la boca ahogándome con su portentoso volumen, pero aunque me sofocaba yo seguía saboreando tan deleitable manjar a la vez que con una mano le amasaba las pelotas, con la otra me tocaba la conchita, sintiendo como mi clítoris engordaba y se endurecía cada vez más. Entonces, con la pija ya bien dura y consistente, el médico laboral me la sacó de la boca, buscó en su maletín un preservativo, se lo puso y se acomodó encima de mí. Sin protesto alguno me abrí de piernas y lo ayude a acomodar la punta de su verga entre mis gajos, empujo y de a poco me la fue metiendo. Cuándo alcanzó a metérmela toda, empezó a moverse, dentro y fuera, cogiéndome deliciosamente, fluyendo a través de mi caliente conchita en toda su vigorosa extensión. Enlacé mis piernas alrededor de su cuerpo y empecé a moverme con él.
-¡Así doctor… ahhhhhhhhh… siiiiiiiii… así…….. Que rica medicina me esta dando!- le decía disfrutando cada combazo, dejándome penetrar hasta lo más profundo.
Me derretía del gusto debajo del agitado cuerpo de aquel médico laboral. Entonces, sin sacármela, calzó mis piernas sobre sus hombros e intensificó la fuerza y el vigor de sus embestidas. Yo me babeaba toda de las delicias que sentía, abriéndome toda para él, dejándome arrasar por ese vendaval de sensaciones que me destrozaba literalmente los sentidos.
-Con este tratamiento vas a quedar como nueva- me aseguraba sin dejar de cogerme, dándome y dándome sin pausa ni respiro.
Al rato me la saco y cambiamos de posición. Ahora él estaba debajo y yo arriba, bien montada, subiendo y bajando, ensartándome una y otra vez en esa gloriosa poronga que iba en busca de mis profundidades más recónditas. El gusto que sentíamos era mutuo, fundiéndonos ambos en un goce por demás intenso y delicioso. La pija del médico laboral retumbaba en lo más profundo de mi conchita cada vez que se me metía bien adentro, colmándome de esas sensaciones sin las cuáles mi vida no tendría sentido. Soy yo la que controla el ritmo, subiendo y bajando, lento primero, mucho más fuerte después, agitándome, descontrolándome de a ratos, aunque retomando siempre la cadencia apropiada, la que me permite disfrutar de su verga en todo su esplendor. Me llena, me rebalsa, me complace, me hace soñar, me delira, me entusiasma, todo junto, clavándose una y otra vez en mí, me somete a su virilidad sin tregua alguna, tal como me gusta, no me da respiro, yo tampoco se lo pido, no lo necesito, puedo seguir, seguir y seguir, puedo coger durante horas, nunca me canso y siempre quiero más, mi conchita siempre esta abierta y habilitada, como ahora, con este médico laboral que me mueve con una energía impresionante. Desde abajo él mismo me la empala empujando su pelvis hacia arriba, ni siquiera tengo la necesidad de moverme, quedándome ahí quietita puedo disfrutar de cada una de esos vibrantes ensartes, pero igual me muevo, yendo a su encuentro con igual entusiasmo, disfrutando cada golpe, dejándome arrasar por esas fulminantes sensaciones que me aniquilaban sin compasión alguna, que me situaban al borde de una agonía por demás intensa y devastadora. De repente, en medio de tan agitada cabalgata, sentí una poderosa explosión en mi interior, un fuego vivo y refulgente que desde el centro estratégico de mi cuerpo, aquel mismo que en ese momento era vigorosamente atravesado, se expandía hacia todos los rincones de mi anatomía.
¡Que polvo, por Dios! Arqueé mi espalda y exhalé un profuso y exaltado suspiro, mojándome sin control, acabando descontroladamente, estremeciéndome, llorando casi, sintiendo que la cabeza me daba vueltas y que las paredes se me venían encima. Tarde en recuperar el aliento, pero cuándo volví en mí empecé a moverme de nuevo, reiniciando tan apasionada cabalgata. Desde abajo el médico laboral se turnaba entre aferrarme de la cintura y acariciarme los pechos, sin dejar de moverse él también, entrando y saliendo con un ritmo demoledor, haciendo uso y abuso de una energía inclaudicable. Entonces me volteó sobre mi espalda y colocándose sobre mí de nuevo me volvió a bombear con todo, entrando y saliendo en toda su extensión, permitiéndome gozar de ese volumen que sin ser exagerado me complacía en todas las formas imaginables. De a ratos me la sacaba y me la restregaba por sobre los labios, para luego volver a metérmela con más ímpetu todavía, llegándome hasta lo más profundo, haciéndome vibrar con cada embestida, dándome unos golpes por demás certeros y contundentes toda vez que me llegaba hasta lo más hondo.
Un nuevo aluvión de flujo y me puse en cuatro, con la colita bien levantada, abriéndome bien las nalgas, entregándome una vez más, sin restricciones, soltando un excitado suspiro cuándo sentí que me volvía a llenar de carne con toda la fuerza de su contundente virilidad. La verga entraba y salía, una y otra vez, prodigándome emociones a raudales, conmoviéndome hasta lo más íntimo con cada ensarte, llenándome, glorificándome, ensalzándome, proporcionándome un goce absoluto, como el que solo se puede obtener cuándo el amor esta ausente de la ecuación.
Ahí teniéndome en cuatro el médico me agarró de los pelos y tirándome la cabeza para atrás aumentó de repente la vehemencia de sus embestidas, jadeando cada vez más fuerte hasta que se derrumbó sobre mí en medio de violentas convulsiones.
-¡Ahhhhhhhhhh… ahhhhhhhhhh… ahhhhhhhhh…!- bramó roncamente, estallando en un polvo de excelsas proporciones.
-¡Ay doctor… que forma de vacunarme!- exclame en tono de broma, mientras me movía debajo de su cuerpo para sentir aún más nítidamente tan prepotente explosión.
-Con esto vas a estar como nueva- me dijo una vez que recuperó la compostura y volvió en sí.
-Pero supongo que esto vendrá acompañado con algunos días de reposo, ¿no doctor?- le garroneé entonces, sintiendo como su verga ya iba perdiendo consistencia.
-Si por mi fuera te daría lo que queda del año y todo el 2010 también- me aseguró.
Finalmente me justificó dos días más, que era lo máximo que podía otorgar. Yo contenta, aunque igual me hubiera quedado conforme si no me justificaba nada, ya con los polvos que me había regalado me sentía más que compensada.
Cuándo salió de mí, me di la vuelta, le saque el forro y se la limpié con la lengua y los labios, pegándole una lustrada de aquellas, como bien se merecía después de darme tantos días de descanso.
La depresión había quedado atrás, aunque seguía cansada, pero ahora con una buena justificación.


fuente:neias

10 comentarios - el medico laboral

tu_potro_sex +1
Me dieron ganas de ser medico para vacunarte y darte tres dias seguidos 🤤 🤤 🤤
adonisarg
mmmmhhhhhhh. tengo el ambo listo
gabyzeta
me estoy por engripar...........
LAPILOTEO
si es verdad lo que contas , como te gusta la pija ehhhhhhhhhh !!! excepcional !!!! 😉 😉 😉 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ el medico laboral
maritainfiel +1
Hola, disculpen que pase a molestar, pero el relato es mio, es de cuando tenia el blog, y en esa pagina "PORNEIAS" levantaban mis entradas, por supuesto con mi consentimiento. Pueden chequearlo en: http://www.porneias.com.ar/ultima/
Me hubiera gustado que me acreditaran, pero no importa. Igual estuvo bueno.
Alanq
julietanay dijo:
maritainfiel dijo:Hola, disculpen que pase a molestar, pero el relato es mio, es de cuando tenia el blog, y en esa pagina "PORNEIAS" levantaban mis entradas, por supuesto con mi consentimiento. Pueden chequearlo en: http://www.porneias.com.ar/ultima/
Me hubiera gustado que me acreditaran, pero no importa. Igual estuvo bueno.

marita infiel debes tener razon yo solo lo publique y fijate puse la fuente

jaja miren que coincidencia! y es posta el relato Marita? o ficticio?
gise_pet +1
Muy buen relato... y si es de marita infiel mucho mas todavia, porque es mi idola, cuándo sea grande quiero ser tan puta como ella... jajaja... aunque sea de ella te felicito por haberlo rescatado porque no lo publico en P! así que pulgar en alto y besotes. Los puntos los dejo en algun relato de marita.

puta