Tabú de Hermanos Cap XI y XII

Capítulo XI


Sergio intentó no perturbar a Leonor después de su orgasmo. Habían caído de lado en la cama; estando ahora totalmente tumbados, él le rodeaba la cintura con una mano mientras acariciaba su cabello con la otra, relajándola.

Estuvo tumbada diez o quince minutos, en algún momento llegó a pensar que podría estar dormida hasta que, finalmente, abrió los ojos poco a poco. Se giró pesadamente sobre sí misma, para quedar cara a cara con su hermano. Le miró con ojos aún vidriosos de placer.

-¿Qué tal? –Preguntó él.-

-Fenomenal... Ha sido lo más fuerte que he sentido jamás masturbándome... –Se lamió los labios y meneó la cabeza.- No sé ni como explicarlo...

-Me alegro. –Sonrió.- La verdad es que esta clase si que ha sido provechosa.

-Todas mis clases son provechosas. –Se hizo la ofendida.- Pero hum... Es que no sé, me sentía estallar, sabía que tu estabas ahí... Pero me daba igual... Era todo tan... Natural...

-¿Y por qué no iba a ser natural?

-No sé. –Musitó ella, pese a que sí sabía un par de motivos por los que lo que hacían no era natural.-

-Esto habrá que repetirlo más veces, ya sabes, tengo que mejora la técnica. –Exhibió su mirada más inocente.- Lo haré de forma totalmente desinteresada, claro, solo por ti.

-¡Pero quieres matarme o qué! –Exclamó ella entre risas. Mientras se revolvía en la cama rozó el sexo de su hermano.- ¡Ey!, vaya, tu amiguito parece que aún quiere guerra, espera, que te devuelvo el favor...

Ella intentó incorporarse para llegar hasta su entrepierna, acunando su miembro aún erecto, tal había sido la excitación provocada por Leo. Sin embargo, los brazos de Sergio la detuvieron.

-No, déjalo... Ya bajará, o me encargaré yo mismo. –Le guiñó un ojo.- Quédate aquí un rato más... Pareces... No sé, ¿Relajada?

-Oh... –Ovacionó, sorprendida.- Primer chico que me dice que no a una paja.

-Ya lo dijiste, soy raro.

-No, no, no. –Ella le besó.- Especial... Eres especial...

Permanecieron juntos toda la tarde; hablando, guardando silencio, mirándose. Eran conscientes de que habían llegado muy lejos, pero ya era tarde para rectificar. Al menos podían seguir limpiando sus mutuas conciencias poniendo y aceptando dinero, era una forma de evadir responsabilidad; un juego, un trato, un negocio. Por nada del mundo admitirían que había algo más de por medio. ¿Verdad?

Como si de una oleada de energía positiva se tratase, todo fue cambiando poco a poco en la casa. Leonor empezó a cosechar buenos resultados en el instituto; de estar prácticamente expulsada por mal comportamiento, pasó a recibir felicitaciones de sus profesores, que veían asombrados como una oveja negra a la que tenían por perdida resucitaba de sus cenizas. En casa, las caras largas desaparecieron. Ya no había quejas por el dinero; Sergio cubría ese aspecto compartiendo sus ahorros con ella a cambio de sus "clases". Además, dado que Leo salía menos, también se redujeron las peleas por extender sus horarios.

Y así, con caricias por un lado y lecciones por el otro, fueron pasando las semanas. Leo y Sergi vivían buenos y entretenidos tiempos.

-Toma, lo que me habías pedido. –Le entregó un fajo de folios recién salidos de la impresora.- Es la primera vez que me pides información para un trabajo del instituto...

-Eh, eh, que lo hubiera sacado yo, pero mi ordenador está estropeado. –Se quejó ella.-

-Las mujeres no sois amigas de las máquinas. –Se burló él.- Salvo del secador...

-¡Serás machista!

-No, no, realista más bien...

-Ya vendrás luego pidiendo que esta torpe y simple mujer te enseñe.

-Pero eso es otro tema. –Intentó cambiar de asunto rápidamente.- Además, era broma y... Eh... Ahora que lo dices... Me preguntaba si... Bueno... Es que...

-Suéltalo ya, no seas relamido. –Puso los ojos en blanco, cansada.- Y date prisita, que tengo que terminar el trabajo...

-Ya hemos "practicado" mucho... –Titubeó, indeciso sobre si compartir con ella el anhelo que poblaba sus sueños o no.- Creo... No sé... Que puede ser el momento de...

Sacó su salvaguarda, su lazo a la realidad. De su cartera de piel emergió un billete que depositó frente a ella en la mesa.

-Quizás podríamos... –No quería decirlo con las palabras exactas, a fin de cuentas y pese a todo lo vivido, no dejaba de ser sumamente introvertido.- Ir un paso más allá...

-Estás... Proponiéndome que tengamos... Relaciones sexuales plenas. –La voz de Leo fluctuó.- ¿Quieres... Follar?

-Hacer el amor... –Matizó él.- Claro, solo si tu quieres y crees que es el momento, porque...

-No. –Le cortó ella tajantemente- Solo se hace el amor con la persona a la que quieres, lo demás es follar.

Hubo un breve silencio, ella parecía ligeramente contrariada. Dedicó toda su atención a las hojas que le acababa de dar, fingiendo haber encontrado algo extremadamente interesante.

-Bien... Bueno... Tampoco deberías dar por sentado muchas cosas, como si yo tuviera mucha experiencia... –Empezó a agitar los folios de un lado a otro, repentinamente frenética.- ¿Crees que me tiro a todo lo que se mueve?

-No, no he querido decir eso. –Intentó calmarla.- Lo único que sé es que no eres virgen... Por eso...

-¿Sabes que no soy virgen? –Le dedicó una mueca sorprendida.- ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién te lo ha dicho?

-Bueno... Eh... Tu tenías 15 o 16, creo... –Hizo un ejercicio mental para recordarlo.- Pasaste la noche en casa de una amiga, o algo así... No me acuerdo... Bueno, cuando volviste... No sé, mamá te recriminó algo, y empezaste a llorar, y hablabais y gritos y... Eh...

-Dios... –Musitó ella, azorada, recordando la escena.-

-¡No estaba cotilleando ni nada! –Era mentira, puesto que había estado escuchando desde la escalera.- Es que gritabais... Te oí decir algo de un chico, o algo así... Y luego mamá te dio una bofetada "A tu edad aún deberían interesarte las muñecas", hablabais a voces y...

Ella carraspeó levemente.

-Y bueno, al final acabasteis llorando las dos, abrazadas. –Suspiró.- Un rato después llegó papá y bueno... Mamá te cubrió.

-Si se llega a enterar, me mata. –Concluyó ella con un hilo de voz.- Es más, dudo que hoy en día lo sepa con seguridad... Se lo imaginará, supongo.

-Yo no se lo he dicho. –Hizo un gesto con las manos, defendiéndose.- Así que si ni tú ni mamá lo habéis hecho... Como no conozca al hijo de perra ese...

-¿Por qué le insultas? –Preguntó ella de repente, tensándose.-

-Bueno... Si estabas llorando sería por algo. –Dedujo sabiamente.- La verdad es que no parecías muy feliz.

Leo entrecerró levemente los ojos. Siempre se preguntaba lo mismo, ¿Hasta qué punto su hermanito era realmente tan inocente y asocial como hacía creer a todo el mundo? Al menos de sentimientos y personas parecía entender, le fastidiaba como a veces la leía como un libro abierto. La hacía sentir vulnerable.

-No, no fue precisamente cosa de risa.

-Puedo...

-¿Quieres saberlo? –Le espetó con furia.- Sí, está bien, a fin de cuentas conoces gran parte de la historia, y esto te enseñará una lección sobre la vida.

Él se sentó en la cama de la chica mientras ella se reclinaba en su silla.

-Había una fiesta... Yo y un par de amigas fuimos, claro que mamá no lo sabía, se pensaba que estaba simplemente durmiendo en la casa de una de ellas, la excusa más vieja del mundo... –Guardó silencio unos segundos, reordenando pensamientos.- Bueno, pues uno de los chicos que había por allí empezó a lanzarme miraditas y sonrisas y... Bueno, yo era joven y estúpida, y él tenía como 17 o 18 años, sí, estaba impresionada de que se fijara en mí, no sé...

-Ya veo. –Asintió, incitándola a seguir.-

-Bebimos un poco... Él se fue poniendo más cariñoso y todo eso... Yo tampoco me quejaba mucho, me parecía divertido... Después me dijo que me llevaría en su moto a la casa de mi amiga, yo la había perdido de vista y teníamos que volver en taxi, así que le dije que sí y...

-Sí... –Sergio pensó que todo eso parecía salido de una historia típica de adolescentes. Lo que más le sorprendía era como, una tras otra, todas las chicas terminaban cayendo. Lo asoció a la ingenuidad de la juventud; era parte del viaje a la madurez.-

-Me llevó a un parque que estaba no muy lejos, era tardísimo, no había nadie. Me dijo que sería divertido ver si había algún vagabundo para despertarlo de un susto.

-¿Caíste en eso? –Dijo él sin poderse aguantar más.-

-Sí, joder, sí, era imbécil, sí, ya, ¡Si me vuelves a interrumpir te largas!

-Perdón. –Gruñó.-

-Bueno, pues, ahí no había ni vagabundos ni nada... Pero él tampoco los buscaba... Empezó a besarme, y a ponerse muy pulpo y...

-¿Te metió mano?

-¡Qué no me interrumpas!

-Perdón. –No pudo evitar pensar, por enésima vez, en que lo único que hacía con su hermana era disculparse.-

-Me tocó por todas partes, yo le dejé, en cierta forma... Me decía que era la más bonita, que le gustaba mucho... Todas esas gilipolleces. –Explicó con acritud.- Insistió en que lo hiciéramos, yo le dije que no estaba segura... Él insistió, me tocaba, empezó a bajarme las bragas...

Sergio empezaba a notarse irritado sin saber por qué.

-Yo insistía, le decía que no estaba preparada, que si quería se la... Se la chupaba... Pero... –Cada vez le costaba más rememorarlo.- Él de pronto me empujó, diciéndome que no había estado toda la noche con una niña solo para sacarle una mamada... Yo seguí diciéndole que no, pero... Él era fuerte... Finalmente consiguió... Eso... Y bueno, no fue precisamente delicado, yo me quedé congelada, dolía mucho, nunca lo había imaginado tan... Tan así...

La furia en su hermano se iba acrecentando.

-Al menos tuvo la delicadeza de ponerse un condón. –Rió ella, una risa lastimera y cargada de amargura.- Y bueno... Siguió, terminó... Y lo demás fue dejarme sola en el parque, de noche, tuve que llamar a mi amiga y...

Se le escapaban las lágrimas de los ojos pese a que intentara disimularlas.

-Hijo de... –Rugió de pronto Sergio, entre dientes.- Cabrón, hijo de... Perra...

Su hermana abrió los ojos de par en par, era la primera vez que su hermano decía palabras tan fuertes y malsonantes, nunca antes se las había escuchado, desde siempre había sido tan sosegado y correcto que parecía un viejo setenta años, y ahora, estaba fuera de sí, irritadísimo, como si al que hubieran desvirgado con violencia y abandonado en un parque en mitad de la noche fuera a él.

-Como pudiste... Dejar que un tío así... –Apretaba sus puños con todas sus fuerzas, notando sus nudillos blancos.- Hacerte eso... Eso...

-Eh, eh... –Ella se acercó para tranquilizarlo.- Es agua pasada, está todo superado...

-Pero... –Su cara se había puesto roja por la furia.- Ese imbécil... Se merece que se la corten la... ¿Le conozco? ¿Le has vuelto a ver?

-¿Y de qué serviría? –Preguntó ella, esta vez con tono sereno.- ¿Vas a darle una paliza o qué? Te debe sacar dos cabezas o más, además, él es un macarra de esos de...

-¡Tenías que haberlo denunciado! –La cortó de pronto, agarrándola de las muñecas.-

-No.

-¡Te violó! ¡Eso es una violación!

-Probablemente.

-¡¿Probablemente?! –Apretaba con fuerza.-

-Bueno, sí, vale, pero qué fácil es verlo ahora, yo ahí solo estaba asustada, solo quería... Olvidarlo...

-Dime quién es. –Prácticamente se había echado encima de ella, intentando sacarle información.- ¡Tendrías que habérmelo dicho hace años!

-¡Es lo más lógico que podía hacer! –Gritó ella, encarándole.- Decirle a mi hermano pequeño que un macarra acababa de violarme en un parque, claro, mi súper hermano, él, que tanto puede protegerme... ¡Oh! ¡Gran hermano súper protector! ¡Y SUÉLTAME, ME HACES DAÑO!

Él la soltó, pero, en vez de apartarse de ella, se echó encima. La abrazaba, la abrazaba muy fuerte.

-Lo siento... –Se le escaparon un par de suspiros cargados de impotencia.- Debiste pasarlo muy mal...

-Sergi...

-¡Si yo fuera el mayor! –Continuó, encorajinado.- Te hubiera protegido... De ese hijo de perra... Le hubiera dado una paliza que...

-No puedes ser mi guardaespaldas... –Intentó calmarle, quería verle la cara, mirarle, pero él seguía abrazándola con fuerza, quizás para ocultar la tristeza de su rostro.- Nadie podría protegerme en todos los sitios, simplemente pasó... Y... Ya está olvidado...

-¡Pues le habría dado una lección! –Su voz cada vez era más amarga.-

-Eh... –Ella le acarició la espalda, consolándole.- Me encanta que digas esto... Cuando os sale el instinto protector sois de lo más masculinos...

-Es que...

-Aunque si sigues lloriqueando se va a ir la masculinidad adonde yo me sé. –Intentó hacer un chiste para rebajar tensiones, pareció funcionar.- Venga, cálmate.

Permanecieron un rato más abrazados, hasta que él, poco a poco, se fue separando.

-Si algún idiota se pasa contigo. Me lo dices. –Dijo, intentando hacerse el gallito, en pose masculina.- Le daré una paliza.

-Oh, que gentil. –Rió ella.- Pero para eso tendrás que crecer e ir al gimnasio, no eres un tirillas, pero casi.

Él se sorprendió mirándose por primera vez los brazos, buscando músculos. No hizo más que aumentar las carcajadas de su hermana.

-Crece y hazte fuerte. –Continuó ella, atusándole el pelo.- Y así podrás proteger a todas las chicas que quieras.

-Lo haré. –Repuso con orgullo, desafiante.-

-Pues ten cuidado, que habrá algunas a las que no les guste que se las proteja, incluso te tildarán de machista... –Negó con la cabeza, como si el pensar en ese tipo de chicas la agotara.- Tu hazlo, pero sin agobiar.

-Bueno... –Tosió un par de veces y señaló los folios.- Tienes que terminar tu trabajo...

-Sí.

-Mejor me voy a mi cuarto. –Se incorporó con pesadez, molesto consigo mismo por haber perdido el control.-

Cuando su mano se alargaba para recoger el billete que aún permanecía en la cómoda, su hermana le detuvo.

-No, déjalo ahí. –Dijo de pronto, mientras volvía a estar interesadísima en las hojas, ocultando su rostro tras ellas.- Y sobre lo otro... Ya veremos... Lo pensaré.

Ante esas palabras de su hermana, ese "Lo pensaré", la emoción creció en su interior. Cerró con suavidad la puerta, y, con una gran sonrisa, se fue a preocuparse de sus propios asuntos.


Capítulo XII


El verano se les echaba encima de forma inexorable, y los exámenes apretaban de una forma un tanto peculiar. Leonor, irritable y ascética, se encerraba en su cuarto con pestillo, estudiando sin parar. Al menor ruido en la casa; desde un portazo hasta un estornudo, su cólera hacía temblar las paredes. Sergio, más relajado, pasó los suyos sin muchos problemas, puesto que era verdad eso de "Si estudias a lo largo del curso, los finales son fáciles".

Durante esta época sus "juegos" prácticamente quedaron reducidos a la nada. Era más de mutuo acuerdo que otra cosa, sabían que había preferencias; primero estudiar, luego jugar. Esas palabras salidas de boca de su hermana le hicieron sentir un escalofrío, no parecía ella. Verla alabar los estudios era como ver a un pirómano haciendo las pruebas de bombero.

Al final, el cuento tuvo final feliz. Su hermana llegó radiante, con una sonrisa de campeonato.

-¡Una! –Gritaba a pleno pulmón.- Solo me ha quedado una... ¡Una!

La verdad es que pasar de suspender seis en el primer trimestre, a tres en el segundo y una en la evaluación final, era algo sorprendente; una gesta, sin duda. Leonor había conseguido pasar de curso, y el año que viene le esperaba Segundo de Bachillerato y, sobretodo, los temidos exámenes de Selectividad, el acceso a la universidad.

Y así, de tener un pie fuera de la vida escolar, se encontró de nuevo como una estudiante más, de vacaciones, esperando Septiembre para recuperar la asignatura perdida, Economía, y continuar su camino a la universidad, donde, tomando a todos por sorpresa, les dijo que siempre había querido estudiar arquitectura.

El verano cayó sobre sus vidas con un calor sofocante y temperaturas que ni de día ni de noche dejaban de ser infernales, amenazaban con llevarlos al desmayo.

Afortunadamente para Sergio, reanudaron sus "juegos" poco tiempo después de que les dieran las notas, pero, en un hueco de su mente, continuaban las palabras "Lo pensaré", dichas por Leo en alusión a la posibilidad de hacer el amor, asunto que no habían tratado más pero que seguía flotando entre ellos.

La víspera de su cumpleaños, en Julio, su hermana se acercó a él por la espalda, abrazándolo descaradamente. Procurando que sintiera bien sus pechos.

-¡Mamá está en la cocina! –Susurró él, alarmado.-

-Está preparando tortitas. –Canturreó Leo.- Porque alguien cumple años mañana...

-Bah...

-¡Eh! Déjala, si le hace feliz hacerte tortitas, que te las haga. –Rió ella, que aún le apretaba con fuerza.- Y yo sé que regalito te voy a dar...

Tan solo les separaba una puerta de donde su madre, alegremente, preparaba una torre de tortitas con las que agasajar a su bebé del alma, pero eso no impidió a Leonor plantarle un beso con lengua que los dejó jadeantes a los dos.

-No tienes que molestarte. –Farfulló él, modestamente.-

-Ah... Eso lo dices ahora... –Le guiñó el ojo.- Pero seguro que después de "probarlo" no hablas así...

-¿En que has...?

La insinuante mirada de su hermana le dejó de piedra.

-¡No! –Exclamó de repente con incredulidad, en voz demasiado alta, puesto que desde la cocina su madre preguntó si pasaba algo, a lo que tuvieron que decir que nada.- Quieres decir que... Que... Vamos a... ¿De verdad?

-Bueno... –Ella se hizo la remolona.- Quizás... No sé, no te voy a decir cual es tu regalo exactamente, le quitaría la gracia.

Sergio empezó a reírse por lo bajo, con una mueca risueña a más no poder.

-¿De que te ríes? –Preguntó ella, ofendida.-

-Es que... A ver... No digo nada, pero... –Más carcajadas.- No es muy original... "Toma, tu regalo", Dios, si es que parece una película porno mala o un relato erótico poco original...

-Eh, eh, eh... –Ella le miró con los ojos entrecerrados, simulando enfado.- Lo que no iba a admitir es que mi hermano el insociable perdiera la virginidad con menos años que yo.

-¿Entonces es por eso por lo que...?

-¡Ya están las tortitas para mi campeón! –Su madre entró, risueña, con la vaticinada torre de tortitas.- Ah, mírate, ya estás hecho todo un hombre...

Leonor lanzó una mirada perversa a la espalda de su madre, un "Si tu supieras...". Acometieron contra las tortitas con una gula desenfrenada, y su progenitora, contenta como unas castañuelas, no paró de lanzar comentarios sobre lo rápido que pasaba el tiempo.

-"Y más que debería correr." –Pensó Sergio mientras se atragantaba con una tortita al pensar en su regalo.-

En un parpadeo ya era su cumpleaños y abría regalos en el salón. Sergio no era amante de grandes tumultos, tan solo seis o siete amigos le acompañaban, y su hermana, revoloteando por aquí y por allá. Aunque Pepe y Oscar habían insistido en celebrarlo emborrachándose, él consiguió que se contentaran con ir al cine y echar un campeonato de bolos. Fue divertido, pero, como ese no era su deporte, quedó el último, y eso que ellos se dejaban.

-Venga, adiós. –Se despidió de ellos con gesto solemne.- Y solo he perdido para que os confiéis en la próxima...

-Pero si eres más malo que pegar a un padre. –Se rió Pepe, dándole una puñetazo en el hombro.- Venga tío, felicidades, ya nos veremos... Una pena que tengas que irte a casa tan pronto.

-Me tienes que pasar el nuevo disco de...

-Tío... –Juanma le habló en voz baja.- Tenías que haberle pedido a tu hermana que viniera, está buenísima...

-Tenía cosas que hacer, además, no es plan... –Se defendió él.-

-Pero tiiiooo... –Arrastró la palabra hasta el extremo.- ¿Has visto como está? Creo que estoy enamorado...

-Pues olvídate de ella... –Carraspeó.- Tiene novio, y... Es grande, y muy celoso.

-Joder... –Suspiró.- Si fuera mi hermana... Me estoy poniendo "contento" solo de pensarlo... Tienes suerte...

-"Si tu supieras..." –Esta vez fue él quien exhibió una sonrisilla orgullosa en la cara.-

-¡Venga, nos vemos!

Llegar a casa, ya entrada la noche, le supuso un puntillo desconocido de incertidumbre por lo que podría pasar. Comentó brevemente con su madre lo que había hecho, esta aprovechó para recordarle otra vez más lo rápido que estaba creciendo. Incluidas unas bochornosas lágrimas mientras susurraba "Mi niño que se hace un hombre". Su madre era tan melodramática... Se duchó y fue a su cuarto a ver la tele. A ver la tele y a esperar.

Esperó bastante tiempo, hasta bien entrada la madrugada. Pero, salvo a sus padres al acostarse, no escuchó ni percibió a nadie. En torno a las dos de la mañana creyó notar una sombra por debajo de su puerta, pero esta desapareció. Confuso, dado que su hermana nunca había roto una promesa en los últimos meses, se durmió.

Al día siguiente se despertó de mal humor. La guinda del pastel fue que, por dormir en mala posición, le dolía el cuello, lo que acrecentaba su estado irritable.

-Buenos días. –Saludó su hermana cuando se cruzaron para desayunar, una terminando y otro intentando empezar.-

-Sí... –Murmuró él ácidamente, más para sí mismo que para ella.-

Se tomó sus tostadas con desanimo. Incluso siendo una de las especialidades de su madre, con el punto exacto de mermelada que le gustaba, le sabían amargas, y él sabía por qué.

El resto del día, sin sobresaltos. Televisión, ordenador, dar una vuelta con sus amigos, corta a causa del calor que amenazaba con derretirlo, y después, más televisión.

-Luego vuelvo, tesoro. –Comentó su madre con aire distraído mientras comprobaba que su maquillaje estuviera perfecto utilizando el espejo de la entrada.-

-Creía que esta semana no trabajabas. –Gruñó, no quería quedarse "solo".-

-Tengo que hacer unas compras, y es que por la mañana hace tanto calor...

-Eso les pasa por hacer el Centro Comercial a techo descubierto, es que no piensan... –Se quejó él, conocedor de la situación.-

-En fin... ¿Quieres que te traiga algo?

-No, gracias, pásatelo bien.

-Aprovecharé luego para que me traiga tu padre, así no tengo que venir cargada en el taxi. Nos vemos esta noche. –Le lanzó un beso maternal desde la entrada.-

Mientras se despedía, pudo notar una sombra espiando en la parte superior de las escaleras. Subió el volumen de la televisión y se hizo el loco, seguía enfadado por el desplante de la noche anterior. ¡No era justo que le dieran plantón de esa manera! Pasados unos minutos de la marcha de su madre, su hermana bajó con aire desinteresado.

-¿Algo interesante? –Preguntó, ocupando el otro sofá.-

-No.

-Que aburrimiento, ¿No?

-Sí.

-¿Y no tienes nada mejor que hacer?

-No.

-¿Es eso lo que tienes pensado hacer todo el verano?

-Sí.

Sus respuestas, automáticas y sin siquiera mirarla, no hicieron flaquear la determinación de su hermana.

-¿Estás molesto por lo de ayer?

-No sé de qué me hablas. –Cambió de canal y subió más el volumen.-

-¡Vale! ¡VALE! –Leo se levantó y apagó la televisión, incapaz de hablar por encima del ensordecedor ruido.- No seas crío, hablemos.

-¿Qué quieres? –Miró al techo, negándole a ella su atención.-

-Mira, me precipité al decirte que ayer era el día... –Hacía muchos aspavientos con las manos.- No estábamos solos, ¿Qué querías que hiciese? ¿Abordarte con papá y mamá en el piso de abajo?

-Ahora tienes pudor... –Rió él, amargado.- Qué fuerte.

-¿Qué quieres decir? –Musitó ella, notando el ácido de las palabras de Sergio.-

-No decías lo mismo cuando me dejadas manosearte como a una cualquiera... Previo pago, eso sí.

Al salir de su boca las palabras sintió dolor y un agudo remordimiento, ¿Por qué había dicho eso? Era lo último que sentía, es más, en su interior las únicas palabras que había querido decir eran "Estoy dolido porque creo que me he vuelto loco y no soporto un minuto más sin estar más cerca de ti", y sin embargo, el ácido, de nuevo, había sido escupido a la cara de su hermana.

Ni siquiera hizo ademán de moverse o cubrirse cuando ella, en un movimiento frío, llegó a su lado y le abofeteó. Pero él estuvo atento y cogió su mano cuando esta aún reposaba sobre su mejilla. Tiró. Su hermana, desequilibrada, cayó encima de él, que al instante cruzó sus brazos sobre su espalda, abrazándola.

-Perdóname. –Susurró, la bofetada le había quitado de encima todo el mal humor y el dolor de cabeza.-

Ella intentó vagamente zafarse del abrazo, pero estaba bien sujeta, así que se dejó.

-No hay nada que perdonar... –Siseó Leonor.- Es lo que piensas...

-No, no lo es.

-Sí.

-Que no.

-Que sí.

-Que no.

-Niñato.

-Tu más.

Creyó notar una leve sonrisa en la cara de su hermana, que en esos momentos estaba pegada a su pecho.

-Solo quería herirte, perdóname, fue sin querer.

-Pero nada de lo que has dicho es mentira... –La voz de esta llegaba amortiguada.- Solo soy una p...

-Princesa, sí, lo eres. –Interrumpió él, más rápido y con voz más potente.- La Princesa Leonor... Suena aristocrático y todo…

Alzó el rostro de su pecho, no estaba llorando, pero sí se notaba que sus palabras le habían supuesto un golpe bajo, ella, que solo había ido con él para tantear el terreno, incluso a disculparse quizás.

-Eres un imbécil. –Exclamó con una media sonrisa. Afortunadamente, el ácido y el mal rollo que habían recorrido el salón y que podían haber infectado su relación, ya no estaban.-

-No me insultes.

-¿Te vas a chivar a mamá? –Rió ella.-

-No, porque esto es entre tu y yo. –Intentó estirar el cuello para darle un beso, pero ella lo esquivó.-

-Claaaro, ahora si eres cariñoso. Pero has cometido un error, las mujeres no olvidan, tan solo esperan el mejor momento para devolver el golpe.

-Ya me has pegado. –Apuntó con sus ojos hacía su mejilla, aún enrojecida.-

-Eso fue el aperitivo... –Una de las manos de la chica se cerró en un fuerte pellizco sobre el antebrazo de Sergio.- La venganza deja marcas.

Se sostuvieron la mirada durante unos instantes; él reprimiendo el gemido de dolor que tenía en la garganta, negándose a darle ese placer, a fin de cuentas, era un hombre. Pero Leo no tenía ninguna intención de parar antes de obtener ese regalo así que, finalmente, tuvo que ceder.

-¡Ay! –Se liberó de su pellizco.- Vale, vale... Dios, esto deja marca... ¿Sabes?

-¡Qué bien, cicatrices de guerra! –Ella besó su antebrazo donde sus uñas se le habían hundido en la piel.- Ahora podrás alardear con tus amigos.

-Claro, "Mirad chicos, esta es de cuando estuve discutiendo con mi hermana para ver si nos acostábamos o no". –Negó con la cabeza, exasperado.- Buen tema de discusión, eh.

Ella se incorporó, recolocándose la ropa. Tenía un porte solemne y orgulloso.

-Bueno, de eso quería hablarte... –Exclamó ella, sin mirarle.- Había pensado, que ahora que estamos solos y tenemos toda la tarde de por medio...

Ambos tragaron saliva.

-¿Te apetece subir a mi cuarto? –Preguntó ella con un hilo de voz.-

Sergio tuvo un escalofrío de pies a cabeza. Intentó buscar sus ojos, pero ella rehuyó su mirada, repentinamente sofocada. No había forma más sutil de decir lo que había dicho.

-Si quieres subir... –Empezó a ascender.- Te estaré esperando.

Ella se perdió escaleras arriba, y él, pasmado, quedó abajo.
Continuara...

2 comentarios - Tabú de Hermanos Cap XI y XII

dulcepelado
Este relato me tiene a mil espero con ansia cada capitulo. 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🙎‍♂️