Y finalmente, el día tan temido llegó. La cena con nuestros amigos. Aunque no habíamos tenido ningún contacto tras la noche del bar, sentía cierta tensión al tener que ver de nuevo a Tommy, porqué no solo lo vería a él, sino también a Liliana, su esposa, lo cuál le agregaría mayor incomodidad al asunto.
Por un momento estuve a punto de decirle a mi marido de no ir, que estaba indispuesta o algo así, pero nunca habíamos fallado, además sabía que si les decíamos que no íbamos, seguramente aplazarían la cena para otro día.
Esta vez la cena era en la casa de Naty y Joaco, en Beccar, en dónde no solo disfrutaríamos de un buen asado, sino también, si el clima acompañaba, de la pileta. Ya Naty nos había avisado: "Traigan malla".
Cargamos en el auto unas cuantas botellas de vino de la Bodega de mi marido, también un postre, alguna guarnición para acompañar y salimos.
Al llegar lo primero que veo es el auto de Tommy, el mismo que había conducido para ir juntos al telo la noche del bar. Bajamos con las cosas y los primeros en recibirnos son justamente ellos, Tommy y su esposa. Nos saludamos afectuosamente, como siempre, aunque al saludarme con él, llego a percibir un roce que me hace estremecer. No dura mucho, porque enseguida él se disculpa y se dirige hacia el interior de la casa.
¿Me sentía culpable? No. Para mí solo había sido un polvo casual, un desliz. Le echaba la culpa al alcohol, aunque lo cierto fuera que de los dos el único borracho era él.
Entramos a la casa, en dónde ya están Moni y Edu, la pareja amiga que completa nuestro grupo amical.
Me pueden decir enferma o como quieran, pero mientras las chicas conversábamos de nuestros temas, y los chicos preparaban el asado hablando de lo suyo, me imaginaba nadando desnuda en la pileta, salir toda mojada, y al subir la escalinata, encontrarme con ellos, Tommy, Joaco y Edu, los tres desnudos, pijas paradas, esperándome para hacerme de todo.
En esa fantasía de segundos, solo somos ellos y yo, no involucro para nada a mis amigas ni a mi marido. Ellos que tengan sus propias fantasias.
En algún momento de la noche empieza a escasear el hielo, Tommy se ofrece para ir a comprar.
-¿Estás en condiciones de manejar, vos?- le espeta su mujer, sacándole la llave del auto, ya que como los demás estaba algo mareado.
-Dejá que yo lo acompaño...- interviene alguien.
¿Quién? Yo... Ni siquiera lo pensé, las palabras salieron solas de mi boca.
-Pero manejás vos...- advierte Liliana.
-Si, tranquila...- le digo agarrando la llave.
Con Tommy vamos hacia el auto, nos subimos y arrancamos hacia la estación de servicio más cercana.
-¡Estás para comerte toda, hoy!- me elogia, y metiendo una mano por entre mis piernas, agrega: -Cuando llegaron y nos saludamos, me tuve que ir porque se me estaba parando la pija...-
-¿Y ahora, la tenés parada?- le pregunto, con una sonrisa maliciosa.
-Fijate...- me desafía.
Con una mano sostengo el volante, mientras que con la otra, se la toco por encima de la bragueta, comprobando que, efectivamente, la tiene de nuevo parada... por mí.
Durante un momento los dos nos tocamos, yo estoy con vestido, así que no me cuesta nada subirme la falda para que pueda acceder libre y cómodamente. Primero me acaricia por sobre la tanga, que ya está húmeda, presionando suavemente, para luego filtrar un par de dedos por debajo del elástico y meterlos en mi conchita, haciéndome pegar un saltito cuando me toca justo ahí.
-¿Qué estamos haciendo, Tommy?- le pregunto, soltando un plácido suspiro.
-Nada que ninguno de los dos no quiera...- responde, incrementando el roce de sus dedos con las partes más sensibles de mi sexo.
Obviamente no puedo conducir en ese estado, aunque es de noche y hay poco tráfico, corremos el riesgo de chocar, así que busco un lugar lo suficientemente desolado como para pasar desapercibidos, y estaciono el auto.
Apago el motor, me suelto el cinturón, y volteando hacia su lado, nos fundimos en un apasionado abrazo, besándonos con unas ganas que desmiente que lo de la otra noche haya sido solo un desliz.
Con una excitación brutal pintada en la cara, Tommy se recuesta contra el respaldo y se desabrocha el pantalón, pelando una erección que parece a punto de hacerle explotar las venas.
Me inclino y le paso la lengua por los costados, por la cabeza, saboreando el juguito que ya le sale por el agujerito de la punta.
Mientras se la chupo, casi recostada en el asiento, las piernas abiertas, él me sigue metiendo los dedos, profundizando cada vez más, incendiando de placer todo mi cuerpo.
Solo se escuchan sus suspiros y el ruido húmedo de la mamada y de la paja que me está haciendo. Le hago garganta profunda, ahogándome con su carne, soltando unos ruiditos guturales cada vez que me raspa la glotis.
Los dos intensificamos nuestros movimientos, yo con la boca, él con los dedos, preparándonos para una explosión mutua, compartida. En el telo acabamos juntos, y ahora, en el auto, volvíamos a transitar el mismo camino.
Prácticamente tiene toda la mano empujando contra mi concha, puedo sentir los fluidos desbordándome, mojándole casi hasta el brazo. Yo también tengo casi toda su pija dentro de la boca, dura, caliente, palpitante, húmeda también, no solo por lo que le hago fluir a pura chupada, sino también por mi propia saliva.
Le ponemos más ganas, más énfasis, más todo... Hasta que... el primer lechazo se me escapa, dándome de lleno en una parte de la cara, desde el mentón hasta la sien, pero el segundo me lo trago todo, y el tercero también, no dejo que se me escape nada, mientras que entre sus dedos trata de contener el aluvión que fluye entre mis piernas.
Los dos estallamos en jadeos y suspiros, y aunque acabo de chuparle la pija y de tragarme su semen, Tommy me besa con entusiasmo, con frenesí, confirmando que lo nuestro ya había dejado de ser algo meramente casual.
Agarro un manojo de pañuelos de papel y me limpio la concha, anegada con el flujo del orgasmo, él hace lo propio con su pija, guardándosela y abrochándose el pantalón.
Ya arreglados, esperamos un rato, para recuperar la compostura, y permitir que las palpitaciones vuelvan a su cauce normal.
Luego nos abrochamos los cinturones y emprendemos el regreso. A mitad de camino, clavo intempestivamente los frenos, exclamando, sobresaltada:
-¡Que boludos, nos olvidamos el hielo!-
Tuvimos que dar la vuelta. Volvimos a la casa cuando el asado ya estaba casi listo. Nadie preguntó nada, daban por descontado que un sábado en la noche, entre fiestas, resultaría difícil conseguir hielo.
La reunión siguió su cauce, cenamos, brindamos, bailamos, nos metimos a la pileta. Cuando nuestras miradas se cruzaban, Tommy me miraba lascivo y se acomodaba disimulado el paquete. Un gesto que era solo para mí, como diciendo que ya me iba a dar verga.
Hasta llego a palmearme un par de veces la cola, en momentos en que no había nadie cerca.
Por lo pronto, ya quedamos en ir a un telo después de año nuevo, ésta vez sin el alcohol como excusa. Después, veremos...
¡¡¡FELIZ 2026 PARA TODOS!!!

Por un momento estuve a punto de decirle a mi marido de no ir, que estaba indispuesta o algo así, pero nunca habíamos fallado, además sabía que si les decíamos que no íbamos, seguramente aplazarían la cena para otro día.
Esta vez la cena era en la casa de Naty y Joaco, en Beccar, en dónde no solo disfrutaríamos de un buen asado, sino también, si el clima acompañaba, de la pileta. Ya Naty nos había avisado: "Traigan malla".
Cargamos en el auto unas cuantas botellas de vino de la Bodega de mi marido, también un postre, alguna guarnición para acompañar y salimos.
Al llegar lo primero que veo es el auto de Tommy, el mismo que había conducido para ir juntos al telo la noche del bar. Bajamos con las cosas y los primeros en recibirnos son justamente ellos, Tommy y su esposa. Nos saludamos afectuosamente, como siempre, aunque al saludarme con él, llego a percibir un roce que me hace estremecer. No dura mucho, porque enseguida él se disculpa y se dirige hacia el interior de la casa.
¿Me sentía culpable? No. Para mí solo había sido un polvo casual, un desliz. Le echaba la culpa al alcohol, aunque lo cierto fuera que de los dos el único borracho era él.
Entramos a la casa, en dónde ya están Moni y Edu, la pareja amiga que completa nuestro grupo amical.
Me pueden decir enferma o como quieran, pero mientras las chicas conversábamos de nuestros temas, y los chicos preparaban el asado hablando de lo suyo, me imaginaba nadando desnuda en la pileta, salir toda mojada, y al subir la escalinata, encontrarme con ellos, Tommy, Joaco y Edu, los tres desnudos, pijas paradas, esperándome para hacerme de todo.
En esa fantasía de segundos, solo somos ellos y yo, no involucro para nada a mis amigas ni a mi marido. Ellos que tengan sus propias fantasias.
En algún momento de la noche empieza a escasear el hielo, Tommy se ofrece para ir a comprar.
-¿Estás en condiciones de manejar, vos?- le espeta su mujer, sacándole la llave del auto, ya que como los demás estaba algo mareado.
-Dejá que yo lo acompaño...- interviene alguien.
¿Quién? Yo... Ni siquiera lo pensé, las palabras salieron solas de mi boca.
-Pero manejás vos...- advierte Liliana.
-Si, tranquila...- le digo agarrando la llave.
Con Tommy vamos hacia el auto, nos subimos y arrancamos hacia la estación de servicio más cercana.
-¡Estás para comerte toda, hoy!- me elogia, y metiendo una mano por entre mis piernas, agrega: -Cuando llegaron y nos saludamos, me tuve que ir porque se me estaba parando la pija...-
-¿Y ahora, la tenés parada?- le pregunto, con una sonrisa maliciosa.
-Fijate...- me desafía.
Con una mano sostengo el volante, mientras que con la otra, se la toco por encima de la bragueta, comprobando que, efectivamente, la tiene de nuevo parada... por mí.
Durante un momento los dos nos tocamos, yo estoy con vestido, así que no me cuesta nada subirme la falda para que pueda acceder libre y cómodamente. Primero me acaricia por sobre la tanga, que ya está húmeda, presionando suavemente, para luego filtrar un par de dedos por debajo del elástico y meterlos en mi conchita, haciéndome pegar un saltito cuando me toca justo ahí.
-¿Qué estamos haciendo, Tommy?- le pregunto, soltando un plácido suspiro.
-Nada que ninguno de los dos no quiera...- responde, incrementando el roce de sus dedos con las partes más sensibles de mi sexo.
Obviamente no puedo conducir en ese estado, aunque es de noche y hay poco tráfico, corremos el riesgo de chocar, así que busco un lugar lo suficientemente desolado como para pasar desapercibidos, y estaciono el auto.
Apago el motor, me suelto el cinturón, y volteando hacia su lado, nos fundimos en un apasionado abrazo, besándonos con unas ganas que desmiente que lo de la otra noche haya sido solo un desliz.
Con una excitación brutal pintada en la cara, Tommy se recuesta contra el respaldo y se desabrocha el pantalón, pelando una erección que parece a punto de hacerle explotar las venas.
Me inclino y le paso la lengua por los costados, por la cabeza, saboreando el juguito que ya le sale por el agujerito de la punta.
Mientras se la chupo, casi recostada en el asiento, las piernas abiertas, él me sigue metiendo los dedos, profundizando cada vez más, incendiando de placer todo mi cuerpo.
Solo se escuchan sus suspiros y el ruido húmedo de la mamada y de la paja que me está haciendo. Le hago garganta profunda, ahogándome con su carne, soltando unos ruiditos guturales cada vez que me raspa la glotis.
Los dos intensificamos nuestros movimientos, yo con la boca, él con los dedos, preparándonos para una explosión mutua, compartida. En el telo acabamos juntos, y ahora, en el auto, volvíamos a transitar el mismo camino.
Prácticamente tiene toda la mano empujando contra mi concha, puedo sentir los fluidos desbordándome, mojándole casi hasta el brazo. Yo también tengo casi toda su pija dentro de la boca, dura, caliente, palpitante, húmeda también, no solo por lo que le hago fluir a pura chupada, sino también por mi propia saliva.
Le ponemos más ganas, más énfasis, más todo... Hasta que... el primer lechazo se me escapa, dándome de lleno en una parte de la cara, desde el mentón hasta la sien, pero el segundo me lo trago todo, y el tercero también, no dejo que se me escape nada, mientras que entre sus dedos trata de contener el aluvión que fluye entre mis piernas.
Los dos estallamos en jadeos y suspiros, y aunque acabo de chuparle la pija y de tragarme su semen, Tommy me besa con entusiasmo, con frenesí, confirmando que lo nuestro ya había dejado de ser algo meramente casual.
Agarro un manojo de pañuelos de papel y me limpio la concha, anegada con el flujo del orgasmo, él hace lo propio con su pija, guardándosela y abrochándose el pantalón.
Ya arreglados, esperamos un rato, para recuperar la compostura, y permitir que las palpitaciones vuelvan a su cauce normal.
Luego nos abrochamos los cinturones y emprendemos el regreso. A mitad de camino, clavo intempestivamente los frenos, exclamando, sobresaltada:
-¡Que boludos, nos olvidamos el hielo!-
Tuvimos que dar la vuelta. Volvimos a la casa cuando el asado ya estaba casi listo. Nadie preguntó nada, daban por descontado que un sábado en la noche, entre fiestas, resultaría difícil conseguir hielo.
La reunión siguió su cauce, cenamos, brindamos, bailamos, nos metimos a la pileta. Cuando nuestras miradas se cruzaban, Tommy me miraba lascivo y se acomodaba disimulado el paquete. Un gesto que era solo para mí, como diciendo que ya me iba a dar verga.
Hasta llego a palmearme un par de veces la cola, en momentos en que no había nadie cerca.
Por lo pronto, ya quedamos en ir a un telo después de año nuevo, ésta vez sin el alcohol como excusa. Después, veremos...
¡¡¡FELIZ 2026 PARA TODOS!!!

8 comentarios - La cena...
Excelente