Cuando tenía 18 años recién cumplidos vivía en CDMX. Mido como 1.73 soy flaco con piel blanca clara, pelo negro lacio que me cae sobre la frente, y siempre he sido el tipo de chavo que se ve un poco tímido pero con un culito redondo y firme que me hace sentir expuesto cuando uso jeans ajustados. Desde que empecé a explorar mi sexualidad a los 16, he sido pasivo al 100%, fantaseando con ser dominado por hombres mayores, pero todo se quedaba en porno gay en mi celular a medianoche, masturbándome imaginando glory holes y cruising anónimo. Leía posts en Reddit sobre lugares como las Cabinas Santoyo, y cada historia me ponía cachondo, pero también me daba miedo. ¿Y si me dolía? ¿Y si alguien me reconocía? Pero el deseo era más fuerte. El otro día, un viernes por la tarde, decidí que ya era hora. Me preparé en casa: me duché bien, me depilé un poco el culo para que estuviera suave, y me puse lubricante en el ano solo por si acaso, aunque no llevaba condones porque era mi primera vez y estaba en modo impulsivo. Mi polla ya se me ponía semi-dura en el metro camino al centro, pensando en lo que podría pasar.
Llegué a las Cabinas Santoyo alrededor de las 4:30 pm. El lugar está en una calle discreta, con un letrero neón parpadeante que dice "Video Cabinas" y una puerta que parece de antro barato. Afuera había un par de tipos fumando, uno de ellos me miró de arriba abajo y sonrió, lo que me hizo sonrojar. Entré, el aire estaba cargado de un olor a cloro, sudor viejo y algo más primitivo, como semen seco. El tipo en la taquilla, un hombre gordo de unos 50 con bigote, me cobró 50 pesos por una cabina con video porno ilimitado. "Disfruta, chavo", me dijo con una guiñada, y yo solo asentí, con las manos temblando mientras tomaba el ticket.
Me metí al pasillo oscuro, iluminado por luces rojas tenues. Había como 20 cabinas, algunas ocupadas porque se oían gemidos amortiguados de videos o... ¿de gente real? Elegí una del fondo, la número 12, para tener más privacidad. Cerré la puerta con pestillo, me senté en el banquito de madera rayado y sucio, y encendí la pantalla. Elegí un video de un twink pasivo siendo follado por dos maduros en un baño público. Las imágenes me pusieron al borde: el chico gemía mientras una polla gruesa le entraba por el culo, y la otra le llenaba la boca. Me bajé la cremallera de los jeans, saqué mi polla de 15 cm, dura y goteando precum, y empecé a masturbarme despacio, sintiendo el pulso en mis venas.
No pasó ni cinco minutos cuando oí ruidos en la cabina de al lado. Alguien entró, cerró la puerta, y luego un golpecito en la pared que separaba nuestras cabinas. Miré y ahí estaba el glory hole: un agujero circular de unos 10-12 cm de diámetro, con una tapa plástica que se podía quitar. Lo había visto en fotos, pero verlo en persona me hizo tragar saliva. Quité la tapa con dedos temblorosos, y del otro lado, oscuridad al principio, pero luego vi una mano ajustando algo. De repente, una polla se asomó: era de un hombre maduro, calculo unos 40-45 años, moreno, con venas marcadas y una cabeza roja hinchada. Medía como 18 cm, gruesa en la base, con bolas peludas colgando debajo. Olía a hombre puro: sudor fresco, jabón y esa esencia musky de excitación. El tipo la movió un poco, invitándome.
Mi corazón latía como loco. Nunca había tocado una polla ajena, mucho menos chupado una. Me arrodillé en el piso frío y pegajoso, me acerqué y la toqué con la punta de los dedos. Era cálida, suave pero firme, y saltó un poco al contacto. La agarré con la mano, sintiendo su peso, y empecé a pajearla despacio, viendo cómo crecía más. El precum salía de la uretra, brillante y salado. Me lo llevé a la boca primero con un dedo, probando el sabor: amargo-dulce, adictivo. Luego, abrí la boca y la metí. Al principio solo la punta, lamiendo alrededor con la lengua, sintiendo el calor irradiando. El tipo gimió del otro lado, un sonido grave y ronco que me animó. Empecé a chupar más profundo, moviendo la cabeza adelante y atrás, tratando de no atragantarme. Su polla me llenaba la boca, rozando mis mejillas por dentro, y yo salivaba tanto que babas caían por mi barbilla. Usé la mano para pajear la base mientras chupaba la cabeza, girando la lengua en círculos. "Así, putito, chúpala bien", susurró él a través del agujero, y eso me puso más caliente. Aceleré, sintiendo sus bolas contra mi mano, y mi propia polla dura rozando contra mis jeans bajados.
Después de unos minutos de mamada intensa, sacó la polla de golpe. Pensé que se había acabado, pero luego oí: "Date la vuelta, quiero tu culo". Me temblaban las piernas de nervios y excitación. Me paré, me bajé los jeans y los boxers hasta los tobillos, exponiendo mi culo virgen, suave y redondo. Me miré en el reflejo borroso de la pantalla: mi ano rosado, apretado, esperando. Me unté saliva en los dedos y me penetré un poco, lubricándome, sintiendo el calor interno. Luego, me pegué a la pared, arqueando la espalda para que mi agujero quedara alineado con el glory hole. Sentí su dedo primero: áspero, explorando mi entrada, metiéndose un poco y girando. Gemí, empujando hacia atrás. "Estás apretadito, eh", dijo él, y sacó el dedo para reemplazarlo con la punta de su polla.
Presionó, y dolió al inicio. Era grande, estirándome más de lo que imaginaba. "Relájate, cabrón", murmuró, y empujó despacio. Sentí cómo la cabeza entraba, pop, abriéndome. Grité un poco, mordiéndome el labio, pero el dolor se mezcló con placer cuando pasó el anillo. Centímetro a centímetro, me llenaba: su polla caliente, venosa, pulsando dentro de mí. Me sentía invadido, lleno hasta el tope. Cuando estuvo todo adentro, se quedó quieto un segundo, dejando que me acostumbrara, y luego empezó a bombear. Despacio al principio, saliendo casi todo y entrando de nuevo, rozando mis paredes internas. Cada thrust hacía que mi próstata vibrara, enviando olas de placer por mi cuerpo. Gemía como una perra: "Ah, sí, más profundo", susurraba yo, empujando mi culo contra la pared para tomarlo todo.
Aceleró el ritmo, follándome con fuerza. Sus bolas chocaban contra la pared con un slap slap rítmico, y yo sentía su polla hinchándose más. Agarraba mis nalgas desde su lado, apretando la carne a través del agujero, y yo me masturbaba furiosamente, mi polla goteando precum en chorros. El sudor me corría por la espalda, el aire de la cabina estaba caliente y húmedo. "Toma toda mi verga, puto", gruñía él, y yo respondía con gemidos ahogados, sintiendo cómo me abría más con cada embestida. Cambié de posición un poco, poniéndome en cuclillas para que entrara en un ángulo mejor, y oh dios, eso golpeaba directo mi punto G. Mis piernas temblaban, mi ano se contraía alrededor de su polla, ordeñándola.
Duró como 15 minutos de follada intensa. Yo me corrí primero: sin tocarme al final, solo del placer anal. Mi semen salió a chorros, salpicando la pared frente a mí, mi polla botando sola mientras mi cuerpo se convulsionaba. "Me vengo, ahhh", grité bajo. Él no tardó: sentí cómo se tensaba, empujaba profundo una última vez, y luego el calor explosivo de su leche llenándome el culo. Chorros calientes, uno tras otro, inundándome hasta que se escapaba por los bordes, bajando por mis muslos. Sacó la polla con un pop húmedo, y más semen goteó de mi ano dilatado, ahora rojo e hinchado.
Me quedé ahí, jadeando, con el culo adolorido pero en éxtasis. Limpié con kleenex del dispensador en la cabina, sintiendo el semen pegajoso entre mis nalgas. Me subí los pantalones, salí tambaleándome un poco, y nadie me miró raro en la salida. Caminé a casa con el culo sensible, recordando cada detalle, y me masturbé de nuevo esa noche reviviéndolo.
Hola 🌸
Si te gustan mis relatos,
apóyame con lo que puedas 😉
Quiero hacer mi transición
de hombre a mujer,
y los medicamentos son caros.
Gracias por leer, por sentir
y por acompañar este proceso.
Santander
5579 0870 0553 1667
Llegué a las Cabinas Santoyo alrededor de las 4:30 pm. El lugar está en una calle discreta, con un letrero neón parpadeante que dice "Video Cabinas" y una puerta que parece de antro barato. Afuera había un par de tipos fumando, uno de ellos me miró de arriba abajo y sonrió, lo que me hizo sonrojar. Entré, el aire estaba cargado de un olor a cloro, sudor viejo y algo más primitivo, como semen seco. El tipo en la taquilla, un hombre gordo de unos 50 con bigote, me cobró 50 pesos por una cabina con video porno ilimitado. "Disfruta, chavo", me dijo con una guiñada, y yo solo asentí, con las manos temblando mientras tomaba el ticket.
Me metí al pasillo oscuro, iluminado por luces rojas tenues. Había como 20 cabinas, algunas ocupadas porque se oían gemidos amortiguados de videos o... ¿de gente real? Elegí una del fondo, la número 12, para tener más privacidad. Cerré la puerta con pestillo, me senté en el banquito de madera rayado y sucio, y encendí la pantalla. Elegí un video de un twink pasivo siendo follado por dos maduros en un baño público. Las imágenes me pusieron al borde: el chico gemía mientras una polla gruesa le entraba por el culo, y la otra le llenaba la boca. Me bajé la cremallera de los jeans, saqué mi polla de 15 cm, dura y goteando precum, y empecé a masturbarme despacio, sintiendo el pulso en mis venas.
No pasó ni cinco minutos cuando oí ruidos en la cabina de al lado. Alguien entró, cerró la puerta, y luego un golpecito en la pared que separaba nuestras cabinas. Miré y ahí estaba el glory hole: un agujero circular de unos 10-12 cm de diámetro, con una tapa plástica que se podía quitar. Lo había visto en fotos, pero verlo en persona me hizo tragar saliva. Quité la tapa con dedos temblorosos, y del otro lado, oscuridad al principio, pero luego vi una mano ajustando algo. De repente, una polla se asomó: era de un hombre maduro, calculo unos 40-45 años, moreno, con venas marcadas y una cabeza roja hinchada. Medía como 18 cm, gruesa en la base, con bolas peludas colgando debajo. Olía a hombre puro: sudor fresco, jabón y esa esencia musky de excitación. El tipo la movió un poco, invitándome.
Mi corazón latía como loco. Nunca había tocado una polla ajena, mucho menos chupado una. Me arrodillé en el piso frío y pegajoso, me acerqué y la toqué con la punta de los dedos. Era cálida, suave pero firme, y saltó un poco al contacto. La agarré con la mano, sintiendo su peso, y empecé a pajearla despacio, viendo cómo crecía más. El precum salía de la uretra, brillante y salado. Me lo llevé a la boca primero con un dedo, probando el sabor: amargo-dulce, adictivo. Luego, abrí la boca y la metí. Al principio solo la punta, lamiendo alrededor con la lengua, sintiendo el calor irradiando. El tipo gimió del otro lado, un sonido grave y ronco que me animó. Empecé a chupar más profundo, moviendo la cabeza adelante y atrás, tratando de no atragantarme. Su polla me llenaba la boca, rozando mis mejillas por dentro, y yo salivaba tanto que babas caían por mi barbilla. Usé la mano para pajear la base mientras chupaba la cabeza, girando la lengua en círculos. "Así, putito, chúpala bien", susurró él a través del agujero, y eso me puso más caliente. Aceleré, sintiendo sus bolas contra mi mano, y mi propia polla dura rozando contra mis jeans bajados.
Después de unos minutos de mamada intensa, sacó la polla de golpe. Pensé que se había acabado, pero luego oí: "Date la vuelta, quiero tu culo". Me temblaban las piernas de nervios y excitación. Me paré, me bajé los jeans y los boxers hasta los tobillos, exponiendo mi culo virgen, suave y redondo. Me miré en el reflejo borroso de la pantalla: mi ano rosado, apretado, esperando. Me unté saliva en los dedos y me penetré un poco, lubricándome, sintiendo el calor interno. Luego, me pegué a la pared, arqueando la espalda para que mi agujero quedara alineado con el glory hole. Sentí su dedo primero: áspero, explorando mi entrada, metiéndose un poco y girando. Gemí, empujando hacia atrás. "Estás apretadito, eh", dijo él, y sacó el dedo para reemplazarlo con la punta de su polla.
Presionó, y dolió al inicio. Era grande, estirándome más de lo que imaginaba. "Relájate, cabrón", murmuró, y empujó despacio. Sentí cómo la cabeza entraba, pop, abriéndome. Grité un poco, mordiéndome el labio, pero el dolor se mezcló con placer cuando pasó el anillo. Centímetro a centímetro, me llenaba: su polla caliente, venosa, pulsando dentro de mí. Me sentía invadido, lleno hasta el tope. Cuando estuvo todo adentro, se quedó quieto un segundo, dejando que me acostumbrara, y luego empezó a bombear. Despacio al principio, saliendo casi todo y entrando de nuevo, rozando mis paredes internas. Cada thrust hacía que mi próstata vibrara, enviando olas de placer por mi cuerpo. Gemía como una perra: "Ah, sí, más profundo", susurraba yo, empujando mi culo contra la pared para tomarlo todo.
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Duró como 15 minutos de follada intensa. Yo me corrí primero: sin tocarme al final, solo del placer anal. Mi semen salió a chorros, salpicando la pared frente a mí, mi polla botando sola mientras mi cuerpo se convulsionaba. "Me vengo, ahhh", grité bajo. Él no tardó: sentí cómo se tensaba, empujaba profundo una última vez, y luego el calor explosivo de su leche llenándome el culo. Chorros calientes, uno tras otro, inundándome hasta que se escapaba por los bordes, bajando por mis muslos. Sacó la polla con un pop húmedo, y más semen goteó de mi ano dilatado, ahora rojo e hinchado.
Me quedé ahí, jadeando, con el culo adolorido pero en éxtasis. Limpié con kleenex del dispensador en la cabina, sintiendo el semen pegajoso entre mis nalgas. Me subí los pantalones, salí tambaleándome un poco, y nadie me miró raro en la salida. Caminé a casa con el culo sensible, recordando cada detalle, y me masturbé de nuevo esa noche reviviéndolo.
Hola 🌸
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y por acompañar este proceso.
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