<Parte 6 espero les guste, se agradecen puntos y comentarios>
Me desperté con el sol ya alto y el olor a café subiendo desde la cocina. Ana estaba en la terraza, en camiseta larga y bragas, fumando un cigarro y mirando el móvil. Bajé en boxers y me senté a su lado.
– Buenos días – dijo dándome un beso –. ¿Bien dormido?
– Sí, pero con la cabeza dando vueltas a lo de ayer – respondí cogiendo su cigarro.
– ¿Lo de la piscina? – preguntó con sonrisa pícara.
– Sí… y lo de Víctor – dije –. Ayer por la tarde, mientras yo corría, Marta le recomendó a Ana un masajista que viene a domicilio. Víctor llegó, montó la camilla en el jardín trasero y le dio un masaje completo. Yo miraba desde la terraza. La dejó casi desnuda, le untó aceite por todo el cuerpo… y Ana gemía como nunca.
– ¿Y te puso celoso? – preguntó Ana rozándome la pierna.
– Mucho… pero también me puso burro – confesé –. No paraba de imaginar que bajaba más los shorts, que le tocaba el culo de verdad.
– Pues me tocó bastante – dijo ella bajando la voz –. Me bajó los shorts hasta casi las nalgas para los lumbares. Y cuando me dio la vuelta… el sujetador se soltó “sin querer” un momento.
– Joder – solté, la polla ya despierta.
– Me gustó que miraras – confesó –. Saber que tú veías cómo me tocaba otro… me puso a mil.
– A mí también – dije –. Me pasé la noche pensando en eso.
Ana se rio, me besó el cuello.
– Eres un vicioso. Pero me encanta.
Estuvimos un rato así, café, cigarro, caricias. De pronto sonó el timbre.
– ¿Quién será? – dijo Ana.
– Voy a ver.
Bajé y abrí. Era Antonio, con una botella de vino en la mano.
– Buenos días, Alfredo. Perdona la hora, pero Marta me dijo que Ana comentó ayer que os gustaba el vino tinto, y tengo uno bueno de la bodega. Para la cena de esta noche.
– Gracias – dije cogiendo la botella –. Pasa si quieres.
Antonio entró, saludó a Ana desde la terraza.
– Buenos días, Ana. ¿Interrumpo el desayuno?
– No, pasa – dijo ella –. Qué detalle el vino.
Antonio se sentó con nosotros, charlando de la cena, de la piscina, de lo bien que se estaba. Pero sus ojos se iban a Ana cada dos por tres, al escote de la camiseta, a las piernas.
Yo notaba el pinchazo, pero también la excitación.
Al rato Antonio se levantó.
– Bueno, os dejo. Esta noche nos vemos. Ana, si necesitas algo… ya sabes dónde estoy.
– Gracias, Antonio – dijo ella sonriendo.
Cuando se fue, Ana me miró.
– Qué majo… y qué mirada te ha echado.
– ¿Celoso? – pregunté.
– Un poco – dijo ella –. Pero me gusta que te pongas.
– A mí también – confesé.
Ana se acercó, se sentó en mi regazo.
– ¿Te gustaría que Antonio me viera como Víctor ayer?
– Me mataría… y me correría – respondí.
– Pues esta noche en la cena le pido que me recomiende un vino… y a ver si se anima a algo más – dijo juguetona.
– ¿Qué más?
– No sé… un brindis privado – dijo riéndose.
Nos besamos, la mano de ella en mi polla, la mía en su coño por debajo de la camiseta.
– Vamos a la cama – propuse –. Necesito follarte pensando en eso.
Subimos. Ana se quitó la camiseta, se tumbó boca arriba. Yo me puse encima, la polla dura rozando su coño.
– Cuéntame lo de Víctor otra vez – pedí mientras la penetraba despacio.
– Me untó aceite por la espalda… bajó los shorts… me masajeó el culo fuerte – gimió ella –. Tú mirabas desde arriba.
– Joder – dije embistiendo más fuerte.
– Cuando me dio la vuelta… el sujetador se soltó. Vio mis tetas un segundo.
– ¿Y qué hiciste? – pregunté a punto.
– Me ruboricé… pero no me cubrí rápido – confesó –. Me gustó que viera.
Eso me remató. La follé fuerte, pensando en Víctor tocándola, en Antonio mirándola.
– Esta noche quiero que Antonio te mire así – dije corriéndome dentro.
Ana se corrió conmigo, gimiendo mi nombre.
Después nos quedamos abrazados.
– ¿De verdad quieres que pase algo con Antonio? – preguntó.
– Quiero que pase lo que pase – respondí –. Pero que lo decidamos juntos.
– Juntos – dijo besándome.
La tarde pasó tranquila, pero con esa tensión. Ana se puso el vestido corto para la cena.
Bajamos. Antonio ya estaba, sonriendo al ver el escote.
La noche prometía. 😏
Me desperté con el sol ya alto y el olor a café subiendo desde la cocina. Ana estaba en la terraza, en camiseta larga y bragas, fumando un cigarro y mirando el móvil. Bajé en boxers y me senté a su lado.
– Buenos días – dijo dándome un beso –. ¿Bien dormido?
– Sí, pero con la cabeza dando vueltas a lo de ayer – respondí cogiendo su cigarro.
– ¿Lo de la piscina? – preguntó con sonrisa pícara.
– Sí… y lo de Víctor – dije –. Ayer por la tarde, mientras yo corría, Marta le recomendó a Ana un masajista que viene a domicilio. Víctor llegó, montó la camilla en el jardín trasero y le dio un masaje completo. Yo miraba desde la terraza. La dejó casi desnuda, le untó aceite por todo el cuerpo… y Ana gemía como nunca.
– ¿Y te puso celoso? – preguntó Ana rozándome la pierna.
– Mucho… pero también me puso burro – confesé –. No paraba de imaginar que bajaba más los shorts, que le tocaba el culo de verdad.
– Pues me tocó bastante – dijo ella bajando la voz –. Me bajó los shorts hasta casi las nalgas para los lumbares. Y cuando me dio la vuelta… el sujetador se soltó “sin querer” un momento.
– Joder – solté, la polla ya despierta.
– Me gustó que miraras – confesó –. Saber que tú veías cómo me tocaba otro… me puso a mil.
– A mí también – dije –. Me pasé la noche pensando en eso.
Ana se rio, me besó el cuello.
– Eres un vicioso. Pero me encanta.
Estuvimos un rato así, café, cigarro, caricias. De pronto sonó el timbre.
– ¿Quién será? – dijo Ana.
– Voy a ver.
Bajé y abrí. Era Antonio, con una botella de vino en la mano.
– Buenos días, Alfredo. Perdona la hora, pero Marta me dijo que Ana comentó ayer que os gustaba el vino tinto, y tengo uno bueno de la bodega. Para la cena de esta noche.
– Gracias – dije cogiendo la botella –. Pasa si quieres.
Antonio entró, saludó a Ana desde la terraza.
– Buenos días, Ana. ¿Interrumpo el desayuno?
– No, pasa – dijo ella –. Qué detalle el vino.
Antonio se sentó con nosotros, charlando de la cena, de la piscina, de lo bien que se estaba. Pero sus ojos se iban a Ana cada dos por tres, al escote de la camiseta, a las piernas.
Yo notaba el pinchazo, pero también la excitación.
Al rato Antonio se levantó.
– Bueno, os dejo. Esta noche nos vemos. Ana, si necesitas algo… ya sabes dónde estoy.
– Gracias, Antonio – dijo ella sonriendo.
Cuando se fue, Ana me miró.
– Qué majo… y qué mirada te ha echado.
– ¿Celoso? – pregunté.
– Un poco – dijo ella –. Pero me gusta que te pongas.
– A mí también – confesé.
Ana se acercó, se sentó en mi regazo.
– ¿Te gustaría que Antonio me viera como Víctor ayer?
– Me mataría… y me correría – respondí.
– Pues esta noche en la cena le pido que me recomiende un vino… y a ver si se anima a algo más – dijo juguetona.
– ¿Qué más?
– No sé… un brindis privado – dijo riéndose.
Nos besamos, la mano de ella en mi polla, la mía en su coño por debajo de la camiseta.
– Vamos a la cama – propuse –. Necesito follarte pensando en eso.
Subimos. Ana se quitó la camiseta, se tumbó boca arriba. Yo me puse encima, la polla dura rozando su coño.
– Cuéntame lo de Víctor otra vez – pedí mientras la penetraba despacio.
– Me untó aceite por la espalda… bajó los shorts… me masajeó el culo fuerte – gimió ella –. Tú mirabas desde arriba.
– Joder – dije embistiendo más fuerte.
– Cuando me dio la vuelta… el sujetador se soltó. Vio mis tetas un segundo.
– ¿Y qué hiciste? – pregunté a punto.
– Me ruboricé… pero no me cubrí rápido – confesó –. Me gustó que viera.
Eso me remató. La follé fuerte, pensando en Víctor tocándola, en Antonio mirándola.
– Esta noche quiero que Antonio te mire así – dije corriéndome dentro.
Ana se corrió conmigo, gimiendo mi nombre.
Después nos quedamos abrazados.
– ¿De verdad quieres que pase algo con Antonio? – preguntó.
– Quiero que pase lo que pase – respondí –. Pero que lo decidamos juntos.
– Juntos – dijo besándome.
La tarde pasó tranquila, pero con esa tensión. Ana se puso el vestido corto para la cena.
Bajamos. Antonio ya estaba, sonriendo al ver el escote.
La noche prometía. 😏
1 comentarios - La Mudanza... Víctor y Antonio... (parte 6)