Era una tarde invernal y la noche se precipitaba sin ser avanzada la hora. La fuerte nevada congelaba los días y la vida de la comunidad. En el vecindario había una inquietante quietud. Un silencio espectral dominaba las calles y los hogares. La combinación de un sitio apartado y una estación hostil convertían la atmósfera en algo casi fantasmagórico.
En uno de los hogares vivían la viuda de Fernández y su hijo. Hacía tan solo un año que había perdido a su esposo y la vida desde entonces se volvió dura para ambos. Del modo que pudo, la pobre madre se encargó de traer el sustento a la mesa, y su joven hijo tuvo que crecer y hacerse hombre prematuramente para apoyar a su madre y poder subsistir. Al menos tenían su propio techo donde guarecerse del inclemente clima. Dentro tenían gas y calefacción y lo necesario para alimentarse y mantenerse cálidos. Aunque lo más importante para ellos era tenerse el uno al otro, para acompañarse y consolarse.
Para la viuda Ruth el tener y cuidar a su hijo era su propósito y su devoción. Así mismo el joven Tobías sentía un gran amor por ella, y en sustitución de su padre, convirtiéndose él en el hombre del hogar, se veía como su protector. La realidad es que la difícil situación que les tocó vivir los unió aún más e intensificó sus lazos.
Aquella tarde todo parecía transcurrir con normalidad. Madre e hijo cenaron juntos y al caer el sol se fueron a acostar temprano. Tenían una rutina establecida para aprovechar al máximo las reducidas horas de luz diarias y luego descansar lo suficiente para poder reponerse. Tobías, como se había vuelto costumbre, fue a la cama junto con su madre. Ahí dormían abrazados bajo el calor de la mutua compañía.
No había pasado mucho tiempo cuando de pronto Ruth con el sueño ligero aún, se levanta. Un ruido la despertó, como si alguien más hubiera entrado a la casa. Espera unos segundos por si volviera a escuchar algo, pero finalmente decide no darle importancia, al ser aquella comunidad un lugar normalmente seguro sin apenas incidentes. Vuelve a la cama junto con su hijo, se tapa con las sábanas e intenta volver a conciliar el sueño. Ya se había comenzado a relajar cuando nuevamente escucha algo. Eran sonidos pequeños pero consistentes, como de pasos sigilosos delatados por la madera del piso, y cada vez más cercanos. Ella comienza a asustarse pero no quiere despertar y alarmar a su hijo.
Sin saber qué hacer decide acercarse a la puerta de la habitación para asomarse y corroborar. Y sin darle tiempo a reaccionar aparecen frente a ella cinco sujetos altos con los rostros cubiertos con pasamontañas. Ruth entra en pánico y se le escapa un grito que despierta a Tobías, y rápidamente dos de los hombres la sujetan mientras un tercero le apunta con un arma. Su hijo se levanta al instante con mucho miedo, sin saber cómo abordar la situación pero dispuesto a proteger a toda costa a su madre. Entonces uno de los extraños, que parecía dirigir al resto le ordenó con tono firme y calmado:
- ¡Detente ahora! A tu madre y a ti no les pasará nada siempre y cuando colaboren y no se resistan
- Si lo que quieren es robar, no tenemos mucho pero pueden llevarse lo que quieran. Solo no nos hagan daño ni a mi madre ni a mí - dijo temblando el joven
- Escuchen atentamente ambos y sigan mis instrucciones y estarán bien - repuso el sujeto con voz de mando
Los dos hombres que sujetaban a la madre la soltaron y otros dos apuntaron con pistola uno a cada uno, pero el líder del grupo hizo seña de que las bajen.
- Ahora cálmense y respondan en una palabra si están dispuestos a colaborar
- Sí - responden madre e hijo
- Bien. Tomaron la decisión correcta. Todo esto puede acabar pronto. Todo depende de ustedes.
Y les continuó diciendo:
- Lo primero que harán es acompañarnos hacia el sótano sin hacer ruidos. No intenten hacer nada de lo que vayan a arrepentirse. Estos hombres tienen la completa capacidad para reaccionar y órdenes muy específicas dadas y no les convendrá descubrir cuáles son. En todo momento seguirán cuidadosamente mis instrucciones. Respondan con voz clara si han entendido
- Sí
- ¡Díganlo! ¿Entendido?
- ¡Entendido!
- Síganme
Y se dirijen todos en silencio hacia el sótano. Descienden por las escaleras hasta la primera planta porque los dormitorios se ubican arriba. Nadie emitía sonido más allá del ruido que producen los pasos al caminar. Los perpetradores dominaban la situación con suma calma y disciplina, mientras los dos miembros de la familia obedecían con ansiedad, aún muy sobresaltados. Llegan a la puerta que conduce al sótano desde el interior de la casa. Los sujetos la abren y hacen descender escoltados a sus víctimas, los cuales sienten un escalofrío y los invade un gran temor y espectación. Entonces el líder de los hombres encapuchados prende las luces y descubre su rostro.
Les era un completo desconocido. No recuerdan haberlo visto nunca antes y no pertenecía a aquel lugar; aunque él, en cambio, parecía saber quiénes eran madre e hijo. Lo que estaba claro era que la elección de entrar a su casa no fue un acto aleatorio, y que fue cuidadosamente planificado con alevosía. Poseía una mirada penetrante y una recia expresión que inspiraba respeto. Indicó al hijo junto con su madre que se ubicaran en el centro del espacio. Estos obedecieron temblando y se tomaron de las manos para confortarse.
De pronto la madre se arriesga y mirando directamente al hombre desenmascarado suplica:
- Hagan lo que sea que quieran hacer conmigo pero por favor dejen ir a mi hijo. Él es inocente y merece vivir
Tobías al escuchar a su madre rompe en llanto por la impotencia y pide clemencia para ambos.
El líder de los hombres irruptores lejos de molestarse por la infracción del procedimiento les pregunta a ambos:
- ¿Hasta qué punto están dispuestos a hacer lo que sea necesario para proteger al otro?
- Sí, haría lo que sea, con tal de que mi Tobías no sea lastimado. Le amo más que a nada en este mundo - contesta apresuradamente la madre
- ¿Y tú? - interroga al hijo
- Estoy dispuesto a hacer lo necesario para proteger a mi madre - responde el joven
- Escuchen y obedezcan en todo. Yo seré el amo y si cumplen mis órdenes será como me piden: Pónganse uno frente al otro
Madre e hijo obedecen
- Ahora quiero que se abracen y besen
Ambos se abrazan con fuerza y se besan en las mejillas
- No, así no. Quiero un beso real con pasión
Tobías se estremece escandalizado y pretende replicar, pero su madre lo toma, e introduce su lengua dentro de la boca de su hijo, y comienza a besarlo en un arrebato, debido a toda la emoción contenida. Él queda atónito de la impresión pero rápidamente devuelve el beso con la misma intensidad. Era una locura lo que estaba sucediendo pero esto apenas comenzaba.
- Ahora Tobías ayuda a tu madre a desvestirse y continúen besándose
El chico abrumado accede. Se acerca a levantar la bata de dormir de su madre y para su sorpresa no traía nada debajo. ¡Era increíble! ¡Su madre completamente desnuda frente a él! Luego se agacha para quitarle las pantuflas de sus delicados pies y sin saber porqué, estos le parecieron hermosos y le dio un tímido beso en cada uno de sus pies. Tras esto se levantó y continuó besando a su madre que por algún motivo la comenzaba a ver como la mujer que era y más con aquel cuerpo espectacular, excelentemente cuidado, expuesto ante su vista.
Y sucedió que espontáneamente Ruth decide levantar la enguatada de su hijo descubriendo su torso y empieza a deslizar las manos por su adolescente cuerpo. Empieza acariciando su cara, bajando hacia su cuello y de ahí a sus hombros y espalda, luego su pecho, continúa con una mano hacia su abdomen pero se detiene ahí. Por su lado Tobías con este gesto se siente autorizado y comienza a tomar a su madre por la cintura sin saber bien qué hacer debido a su inexperiencia. De pronto se le escapa una mirada hacia sus pechos. Se ven tan antojables esas tetas grandes coronadas con marrones pezones, que no puede evitar llevar una mano y hacer un torpe intento de caricia. Ruth lo sintió y a pesar de la falta de delicadeza, la acción hizo que se erizara y se le parara el pezón arrugándose la zona circundante.
Entonces el amo pregunta a la madre:
- ¿Amas a tu hijo?
- ¡Sí lo amo! - contestó con frenesí
- ¿Quieres hacerlo feliz?
La madre desconociéndose empezaba a disfrutar el juego y responde:
- No hay nada que quiera más
- Ponte de rodillas y haz lo que sabes que lo hará explotar de excitación
- Sí señor
Y con naturalidad accede y decide jugar con su hijo y le dice:
- Espero que lo disfrutes mucho mi amor. Esto lo hago solo por ti
Él queda paralizado y el corazón comienza a acelerársele. Su madre se arrodilla, extiende sus manos, y las desliza lentamente subiendo por sus muslos hasta llegar al borde de su pantalón de pijama. Luego mete un poco sus manos por debajo del elástico y nota que no lleva calzoncillos y en un rápido movimiento le baja los pantalones hasta los tobillos. Tobías siente pudor y vergüenza por quedar expuesto de ese modo en esta escena tan inverosímil, e instintivamente intenta cubrir con sus manos su desnudez. Pero su amorosa madre que se sentía desatada, con delicadeza y ternura le retira las manos y le hace una gentil caricia en su miembro. La vista que tenía la llenaba de morbo y de placer. El hermoso y joven pene de su hijo que estaba todavía en desarrollo y ya alcanzaba un buen tamaño. ¡Y lo tenía sin estrenar! Ruth sin pensarlo dos veces lo agarra firmemente atrayéndolo hacia su rostro. Lo comienza a analizar maravillada. Corre su prepucio para atrás y lo olfatea profundamente, su olor la llena. ¡Se le hacía agua la boca y lo que no es la boca! Luego ya decidida mira a su hijo a los ojos y le dice excitada:
- Deja que mami te haga feliz. Tú solo disfruta
Y acto seguido se lleva a la boca el miembro, flácido aún por los nervios, y lo devora completo con todo y los huevos. Aguanta unos segundos y lo escupe lleno de saliva. Luego sujeta con una mano el tronco haciendo lentos movimientos hacia adelante y hacia atrás mientras da ricos chupones a la cabeza, y con la otra mano acaricia los huevos. En esta pose alza la vista, se detiene y dice a su vástago:
- ¿Te gusta como mami te hace una mamada?
- Sí mami. Eres la mujer perfecta. Te amo
Ruth retoma la paja a medida que el aparato viril de su hijo va creciendo y alcanzando una estupenda dimensión, y continúa diciéndole, más excedida que antes:
- Esta pinga le pertenece a mami. Es mía y solo mía para disfrutarla toda.
- ¿Te gusta, mami? - Responde Tobías, dejándose llevar
- ¡Me encanta! ¡Me fascina! Ahora por ser un niño bueno te voy a hacer explotar de placer
La madre haciendo gala de su experiencia, vuelve a chuparle, pero esta vez abarca desde el principio del tronco hasta el final de la cabeza, haciendo succión con sus labios en un movimiento envolvente que hacía temblar a su hijo y poner los ojos en blanco. Y para finalizar y acelerar el orgasmo saca el dedo medio de la mano izquierda y lo introduce en el apretado culo de su hijo. Eso fue suficiente para que acto seguido comiencen a salir chorros y más chorros de leche caliente de aquella polla aprovechada al máximo, que la golosa madre no iba a permitir que se desperdicien, y se los traga con mucho deseo, exprimiendo hasta la última gota, y lamiendo todo el glande para dejarlo bien limpio.
Ya para ese punto tanto la madre como el hijo habían olvidado que estaban bajo coacción y disfrutaban plenamente de lo que comenzó siendo forzado. Tanto el amo como sus secuaces quedaron maravillados con el rumbo que tomaba todo.
Ahora tocaba el turno de Tobías complacer a su madre, y el amo le ordena:
- Se buen hijo y satisfácela tú también
A lo que Ruth confiada se envalentona y responde retándolo:
- A ti ya no te importa nada de lo que suceda aquí. Todos ustedes sobran y se van a largar de mi casa. Esto es algo entre mi hijo y yo
Consternado y excitado, el amo perverso replica:
- ¿Cómo te atreves a decir tal cosa? ¿Acaso perdiste el juicio?
- A partir de ahora quien decide qué va a pasar y cómo va a pasar soy yo - contesta más desafiante aún
- ¿Qué propones que hagamos nosotros entonces? - pregunta atónito el que hasta hace instantes era amo, y ahora se encuentra gratamente sorprendido y excitado con este giro de los acontecimientos
- Ustedes, perras, pueden observar a distancia, sin interferir. Y al que no le guste que se vaya pa' cas'e' la pinga
A los extorsionadores no les quedó más remedio que obedecer a la ahora dominante mujer, quien se sentía fuera de sí, embargada por la emoción del momento.
Continuará...
En uno de los hogares vivían la viuda de Fernández y su hijo. Hacía tan solo un año que había perdido a su esposo y la vida desde entonces se volvió dura para ambos. Del modo que pudo, la pobre madre se encargó de traer el sustento a la mesa, y su joven hijo tuvo que crecer y hacerse hombre prematuramente para apoyar a su madre y poder subsistir. Al menos tenían su propio techo donde guarecerse del inclemente clima. Dentro tenían gas y calefacción y lo necesario para alimentarse y mantenerse cálidos. Aunque lo más importante para ellos era tenerse el uno al otro, para acompañarse y consolarse.
Para la viuda Ruth el tener y cuidar a su hijo era su propósito y su devoción. Así mismo el joven Tobías sentía un gran amor por ella, y en sustitución de su padre, convirtiéndose él en el hombre del hogar, se veía como su protector. La realidad es que la difícil situación que les tocó vivir los unió aún más e intensificó sus lazos.
Aquella tarde todo parecía transcurrir con normalidad. Madre e hijo cenaron juntos y al caer el sol se fueron a acostar temprano. Tenían una rutina establecida para aprovechar al máximo las reducidas horas de luz diarias y luego descansar lo suficiente para poder reponerse. Tobías, como se había vuelto costumbre, fue a la cama junto con su madre. Ahí dormían abrazados bajo el calor de la mutua compañía.
No había pasado mucho tiempo cuando de pronto Ruth con el sueño ligero aún, se levanta. Un ruido la despertó, como si alguien más hubiera entrado a la casa. Espera unos segundos por si volviera a escuchar algo, pero finalmente decide no darle importancia, al ser aquella comunidad un lugar normalmente seguro sin apenas incidentes. Vuelve a la cama junto con su hijo, se tapa con las sábanas e intenta volver a conciliar el sueño. Ya se había comenzado a relajar cuando nuevamente escucha algo. Eran sonidos pequeños pero consistentes, como de pasos sigilosos delatados por la madera del piso, y cada vez más cercanos. Ella comienza a asustarse pero no quiere despertar y alarmar a su hijo.
Sin saber qué hacer decide acercarse a la puerta de la habitación para asomarse y corroborar. Y sin darle tiempo a reaccionar aparecen frente a ella cinco sujetos altos con los rostros cubiertos con pasamontañas. Ruth entra en pánico y se le escapa un grito que despierta a Tobías, y rápidamente dos de los hombres la sujetan mientras un tercero le apunta con un arma. Su hijo se levanta al instante con mucho miedo, sin saber cómo abordar la situación pero dispuesto a proteger a toda costa a su madre. Entonces uno de los extraños, que parecía dirigir al resto le ordenó con tono firme y calmado:
- ¡Detente ahora! A tu madre y a ti no les pasará nada siempre y cuando colaboren y no se resistan
- Si lo que quieren es robar, no tenemos mucho pero pueden llevarse lo que quieran. Solo no nos hagan daño ni a mi madre ni a mí - dijo temblando el joven
- Escuchen atentamente ambos y sigan mis instrucciones y estarán bien - repuso el sujeto con voz de mando
Los dos hombres que sujetaban a la madre la soltaron y otros dos apuntaron con pistola uno a cada uno, pero el líder del grupo hizo seña de que las bajen.
- Ahora cálmense y respondan en una palabra si están dispuestos a colaborar
- Sí - responden madre e hijo
- Bien. Tomaron la decisión correcta. Todo esto puede acabar pronto. Todo depende de ustedes.
Y les continuó diciendo:
- Lo primero que harán es acompañarnos hacia el sótano sin hacer ruidos. No intenten hacer nada de lo que vayan a arrepentirse. Estos hombres tienen la completa capacidad para reaccionar y órdenes muy específicas dadas y no les convendrá descubrir cuáles son. En todo momento seguirán cuidadosamente mis instrucciones. Respondan con voz clara si han entendido
- Sí
- ¡Díganlo! ¿Entendido?
- ¡Entendido!
- Síganme
Y se dirijen todos en silencio hacia el sótano. Descienden por las escaleras hasta la primera planta porque los dormitorios se ubican arriba. Nadie emitía sonido más allá del ruido que producen los pasos al caminar. Los perpetradores dominaban la situación con suma calma y disciplina, mientras los dos miembros de la familia obedecían con ansiedad, aún muy sobresaltados. Llegan a la puerta que conduce al sótano desde el interior de la casa. Los sujetos la abren y hacen descender escoltados a sus víctimas, los cuales sienten un escalofrío y los invade un gran temor y espectación. Entonces el líder de los hombres encapuchados prende las luces y descubre su rostro.
Les era un completo desconocido. No recuerdan haberlo visto nunca antes y no pertenecía a aquel lugar; aunque él, en cambio, parecía saber quiénes eran madre e hijo. Lo que estaba claro era que la elección de entrar a su casa no fue un acto aleatorio, y que fue cuidadosamente planificado con alevosía. Poseía una mirada penetrante y una recia expresión que inspiraba respeto. Indicó al hijo junto con su madre que se ubicaran en el centro del espacio. Estos obedecieron temblando y se tomaron de las manos para confortarse.
De pronto la madre se arriesga y mirando directamente al hombre desenmascarado suplica:
- Hagan lo que sea que quieran hacer conmigo pero por favor dejen ir a mi hijo. Él es inocente y merece vivir
Tobías al escuchar a su madre rompe en llanto por la impotencia y pide clemencia para ambos.
El líder de los hombres irruptores lejos de molestarse por la infracción del procedimiento les pregunta a ambos:
- ¿Hasta qué punto están dispuestos a hacer lo que sea necesario para proteger al otro?
- Sí, haría lo que sea, con tal de que mi Tobías no sea lastimado. Le amo más que a nada en este mundo - contesta apresuradamente la madre
- ¿Y tú? - interroga al hijo
- Estoy dispuesto a hacer lo necesario para proteger a mi madre - responde el joven
- Escuchen y obedezcan en todo. Yo seré el amo y si cumplen mis órdenes será como me piden: Pónganse uno frente al otro
Madre e hijo obedecen
- Ahora quiero que se abracen y besen
Ambos se abrazan con fuerza y se besan en las mejillas
- No, así no. Quiero un beso real con pasión
Tobías se estremece escandalizado y pretende replicar, pero su madre lo toma, e introduce su lengua dentro de la boca de su hijo, y comienza a besarlo en un arrebato, debido a toda la emoción contenida. Él queda atónito de la impresión pero rápidamente devuelve el beso con la misma intensidad. Era una locura lo que estaba sucediendo pero esto apenas comenzaba.
- Ahora Tobías ayuda a tu madre a desvestirse y continúen besándose
El chico abrumado accede. Se acerca a levantar la bata de dormir de su madre y para su sorpresa no traía nada debajo. ¡Era increíble! ¡Su madre completamente desnuda frente a él! Luego se agacha para quitarle las pantuflas de sus delicados pies y sin saber porqué, estos le parecieron hermosos y le dio un tímido beso en cada uno de sus pies. Tras esto se levantó y continuó besando a su madre que por algún motivo la comenzaba a ver como la mujer que era y más con aquel cuerpo espectacular, excelentemente cuidado, expuesto ante su vista.
Y sucedió que espontáneamente Ruth decide levantar la enguatada de su hijo descubriendo su torso y empieza a deslizar las manos por su adolescente cuerpo. Empieza acariciando su cara, bajando hacia su cuello y de ahí a sus hombros y espalda, luego su pecho, continúa con una mano hacia su abdomen pero se detiene ahí. Por su lado Tobías con este gesto se siente autorizado y comienza a tomar a su madre por la cintura sin saber bien qué hacer debido a su inexperiencia. De pronto se le escapa una mirada hacia sus pechos. Se ven tan antojables esas tetas grandes coronadas con marrones pezones, que no puede evitar llevar una mano y hacer un torpe intento de caricia. Ruth lo sintió y a pesar de la falta de delicadeza, la acción hizo que se erizara y se le parara el pezón arrugándose la zona circundante.
Entonces el amo pregunta a la madre:
- ¿Amas a tu hijo?
- ¡Sí lo amo! - contestó con frenesí
- ¿Quieres hacerlo feliz?
La madre desconociéndose empezaba a disfrutar el juego y responde:
- No hay nada que quiera más
- Ponte de rodillas y haz lo que sabes que lo hará explotar de excitación
- Sí señor
Y con naturalidad accede y decide jugar con su hijo y le dice:
- Espero que lo disfrutes mucho mi amor. Esto lo hago solo por ti
Él queda paralizado y el corazón comienza a acelerársele. Su madre se arrodilla, extiende sus manos, y las desliza lentamente subiendo por sus muslos hasta llegar al borde de su pantalón de pijama. Luego mete un poco sus manos por debajo del elástico y nota que no lleva calzoncillos y en un rápido movimiento le baja los pantalones hasta los tobillos. Tobías siente pudor y vergüenza por quedar expuesto de ese modo en esta escena tan inverosímil, e instintivamente intenta cubrir con sus manos su desnudez. Pero su amorosa madre que se sentía desatada, con delicadeza y ternura le retira las manos y le hace una gentil caricia en su miembro. La vista que tenía la llenaba de morbo y de placer. El hermoso y joven pene de su hijo que estaba todavía en desarrollo y ya alcanzaba un buen tamaño. ¡Y lo tenía sin estrenar! Ruth sin pensarlo dos veces lo agarra firmemente atrayéndolo hacia su rostro. Lo comienza a analizar maravillada. Corre su prepucio para atrás y lo olfatea profundamente, su olor la llena. ¡Se le hacía agua la boca y lo que no es la boca! Luego ya decidida mira a su hijo a los ojos y le dice excitada:
- Deja que mami te haga feliz. Tú solo disfruta
Y acto seguido se lleva a la boca el miembro, flácido aún por los nervios, y lo devora completo con todo y los huevos. Aguanta unos segundos y lo escupe lleno de saliva. Luego sujeta con una mano el tronco haciendo lentos movimientos hacia adelante y hacia atrás mientras da ricos chupones a la cabeza, y con la otra mano acaricia los huevos. En esta pose alza la vista, se detiene y dice a su vástago:
- ¿Te gusta como mami te hace una mamada?
- Sí mami. Eres la mujer perfecta. Te amo
Ruth retoma la paja a medida que el aparato viril de su hijo va creciendo y alcanzando una estupenda dimensión, y continúa diciéndole, más excedida que antes:
- Esta pinga le pertenece a mami. Es mía y solo mía para disfrutarla toda.
- ¿Te gusta, mami? - Responde Tobías, dejándose llevar
- ¡Me encanta! ¡Me fascina! Ahora por ser un niño bueno te voy a hacer explotar de placer
La madre haciendo gala de su experiencia, vuelve a chuparle, pero esta vez abarca desde el principio del tronco hasta el final de la cabeza, haciendo succión con sus labios en un movimiento envolvente que hacía temblar a su hijo y poner los ojos en blanco. Y para finalizar y acelerar el orgasmo saca el dedo medio de la mano izquierda y lo introduce en el apretado culo de su hijo. Eso fue suficiente para que acto seguido comiencen a salir chorros y más chorros de leche caliente de aquella polla aprovechada al máximo, que la golosa madre no iba a permitir que se desperdicien, y se los traga con mucho deseo, exprimiendo hasta la última gota, y lamiendo todo el glande para dejarlo bien limpio.
Ya para ese punto tanto la madre como el hijo habían olvidado que estaban bajo coacción y disfrutaban plenamente de lo que comenzó siendo forzado. Tanto el amo como sus secuaces quedaron maravillados con el rumbo que tomaba todo.
Ahora tocaba el turno de Tobías complacer a su madre, y el amo le ordena:
- Se buen hijo y satisfácela tú también
A lo que Ruth confiada se envalentona y responde retándolo:
- A ti ya no te importa nada de lo que suceda aquí. Todos ustedes sobran y se van a largar de mi casa. Esto es algo entre mi hijo y yo
Consternado y excitado, el amo perverso replica:
- ¿Cómo te atreves a decir tal cosa? ¿Acaso perdiste el juicio?
- A partir de ahora quien decide qué va a pasar y cómo va a pasar soy yo - contesta más desafiante aún
- ¿Qué propones que hagamos nosotros entonces? - pregunta atónito el que hasta hace instantes era amo, y ahora se encuentra gratamente sorprendido y excitado con este giro de los acontecimientos
- Ustedes, perras, pueden observar a distancia, sin interferir. Y al que no le guste que se vaya pa' cas'e' la pinga
A los extorsionadores no les quedó más remedio que obedecer a la ahora dominante mujer, quien se sentía fuera de sí, embargada por la emoción del momento.
Continuará...
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