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Mi amiga me hace ver porno gay y chupar un dildo por pajín

Miércoles, 18:45

Cuando Paulita me abrió la puerta, me quedé helado.

—¿Qué te hiciste en el pelo? —me preguntó, antes de siquiera saludarme.

Me toqué el cabello instintivamente.

—Nada, ¿está mal?

—Está horrible, campeón. —Negó con la cabeza—. Parecés un pibe de secundaria que se dejó crecer el pelo porque le gusta ser rebelde, por esas cosas es que nunca tenés novia.

Entró y me hizo una seña para que pasara.

—Vas a pasar o te tengo que invitar?.

Pasé y Paulita se acercó, me miró y sin decir nada me acomodó la remera, estirándome el cuello, mirándome de arriba abajo como si fuera una pieza de ropa.

—Cortate el pelo para el miércoles que viene —dijo, todavía acomodándome—. Posta te queda como el culo.

—Ok.

—Sabés qué? Te lo voy a cortar yo ahora. No voy a cenar con vos así porque realmente pareces un pelotudo jaja.

Me quedé callado. Hay algo en la forma en que me habla que me pone medio nervioso, medio excitado.

—Pensé que todavía tenías dignidad e ibas a patalear un poquito pero parece que no. Bien!

—Sí - terminé de decirlo y me sentí un boludo.

—Perfecto. —Me pasó la mano por el pelo—.

No le llevó mucho cortarme el pelo y no lo hizo mal. Había tomado un curso y cada tanto se hacía un extra con la peluquería. No pude no notar la forma marcadamente brusca de agarrarme y acomodarme la cabeza.

Cuando terminé me mandó a bañar para sacarme los pelos que hayan quedado pegados y cuando enfilé para el baño me frenó en seco y me dijo "no te olvides tu ropa interior nueva".

Me dio un pack de calzoncillos, no usaba desde niño y encima eran chicos, no necesitaba probarmelos para saber que me iban a quedar muy apretados, pero cuando atiné a quejarme me calló.

"Shh. Bebé andá a bañarte mientras cocino".

00:00

El departamento olía a la misma mezcla de siempre: café y canela. Pero hoy había algo diferente en el ambiente, una tensión que no era solo sexual.

Paulita me había cortado el pelo, mandado a bañar y alimentado. Estabamos sentados en el sofa. Ella tenía una remera ajustada, jeans que le marcaban perfecto, y esa sonrisa que conozco desde siempre pero que ahora tiene un significado totalmente diferente.

—¿Cómo fue tu semana? —me preguntó mientras me sentaba en el sillón.

—Bien. Sin tocarme, como me dijiste.

—¿Nada de nada?

—Nada. Ni siquiera pensé en hacerlo.

—¿Mentira. —Se acercó un poco más—. Los pajeros siempre piensan en eso.

—Yo no soy tan pajero.

—¿No? —Se acercó más—. ¿Y por qué entonces me estabas mirando la remera hace cinco minutos?

Me sonrojé.

—No estaba...

—¿Estabas imaginándote cómo me veo sin la remera?

—Pau...

—¿Estas con ganas de que te haga una paja o no?

—Sí.

—Ves, sos un pajero.

Me quedé callado.

—¿Sabés qué fue lo más lindo de la semana pasada? —me preguntó, acomodándose en el sillón.

—¿Qué?

—Que vos me dijiste que eras mío. —Su mano tocó mi rodilla—. Que me prometiste hacerme caso.

—Fue verdad.

—¿Y te gustó ser mío?

—Me gustó.

—¿Te gustó que yo te dijera qué hacer?

—Sí.

—¿Y te gustó que yo te tocara como a mí me gusta?

—Me gustó todo, Pau.

Paulita se inclinó hacia mí, tan cerca que pude oler su perfume.

—¿Sabés qué va a pasar hoy?

—No.

—Hoy va a ser mejor que la semana pasada. —Su voz estaba más bajita—. Mucho mejor.

Mi respiración se hizo más corta.

—¿Por qué va a ser mejor?

Paulita sonrió y se levantó.

—¿Querés ver algo lindo mientras tomo una cerveza?

—¿Ver qué?

—Un video.

Se fue a la cocina y yo me quedé sentado, pensando en qué tipo de video sería. Algo que Paulita considera "lindo" puede ser cualquier cosa.

Cuando volvió, traía dos birras y la laptop.

—¿Qué tipo de video es? —pregunté.

—Un video porno bebé. —Se sentó detrás de mí en el sofá—. Pero primero te tengo que preparar.

—¿Preparar para qué?

Paulita se sentó detrás mío y abrió las piernas, metiendolas entre las mías para abrirlas. Me quedé inmóvil.

—Así —dijo—. Mejor.

Sus brazos me rodearon, y una de sus manos empezó a acariciarme el pecho por encima de la remera.

—¿Te gusta? —me preguntó al oído.

—Sí.

—¿Te gusta que te toque así?

—Me encanta.

Sus caricias eran suaves, pero constante. Como si estuviera probando mi piel.

—¿Tenés alguna preferencia? —me preguntó.

—¿De qué?

—De qué te gusta. —Su mano bajó hasta mi estómago—. ¿Te gusta que te acaricien el pecho?

—Sí.

—¿Te gusta que te hablen al oído?

—Sí.

—¿Te gusta que te digan cosas?

—Me gusta.

Paulita acercó más su cara a la mía.

—¿Cuál es tu género preferido de porno?

La pregunta me agarró desprevenido.

—Sexo oral - atiné a decir

—¿Querés ver el video del mejor pete de la historia?

Me sonrojé.

—Sí. —Su mano se acercó más a mi entrepierna—. Te voy a mostrar la mejor mamada que ví.

—¿La mejor? - supe que esto iba a terminar con Pauli chupándome la pija

—La mejor. —Su voz tenía una sonrisa—. Pero te tenés que relajar y disfrutar.

Mi corazón empezó a latir más fuerte.

—¿Me vas a hacer sexo oral?

—Todo es posible.

Abrió la laptop y puso play en un video. En la pantalla apareció un hombre en una habitación, hablando con una mujer. Parecía una cita normal.

La mano de Paulita estaba dentro de mi calzoncillo y me pajeaba despacito. La tenía muy dura. Sus dedos rozaban mis huevos.

En el video, el hombre se levantó y se acercó a la mujer. La acarició el pelo, le bajó la cremallera del vestido lentamente.

—Ay, mirá —dijo Paulita, señalando la pantalla—. Se va a desnudar.

Cuando el vestido cayó, el hombre se quedó helado.

En la pantalla había una mujer, pero cuando se dio vuelta, tenía algo entre las piernas que no correspondía a una mujer.

—¿Qué mierda es esto? —pregunté.

—Mirá bien —me dijo Paulita—. No es lo que parece.

El hombre del video retrocedió.

—No, pará —dijo—. Esto no es lo que...

—¿Qué pasa? —preguntó la travesti—. No te gusta?

—No es lo que pensé que era.

—¿Pensaste que era qué? ¿Una mujer?

—Pensé que eras...

—Una mujer normal. —El travesti se acercó—. Sí, lo sé. Pero llegaste hasta acá por algo, ¿no? Si no fuera así, otro se hubiera dado cuenta.

Paulita me trabó las piernas con las suyas y su mano me apretaba la pija con fuerza y aceleraba el movimiento. Su otra mano jugaba con una de mis tetillas.

—¿Te da impresión? —me preguntó al oído.

—Un poco.

—Pero mirá lo que le dice. "Llegaste hasta acá por algo". ¿No te parece lógico?

—Pau podemos cambiar el video?- Me ignoró.

El hombre del video siguió retrocediendo, pero el travesti se acercó más.

—Dale, no seas cagón —dijo—. Está bueno. A mí me gusta y a vos también te va a gustar.

Paulita me apretó las piernas con las suyas.

—¿Te acordás que me prometiste hacerme caso?

—Sí.

—¿Te acordás que me dijiste que sos mío?

—Sí.

—¿Y que me dijiste que me ibas a dejar que haga todo lo que yo quiera?

—Sí.

—¿Y que me dijiste que me ibas a bancar todo lo que yo quisiera?

—Sí.

Paulita me rozó el oído con los labios.

—Entonces mirá y aprendé, campeón. Mirá cómo se hace.

En el video, el hombre cedió. Se arrodilló frente al travesti y, tímidamente, acercó la boca.

—Mirá cómo lo hace —me susurró Paulita—. Primero tímido, después se anima.

El hombre del video empezaba con movimientos lentos, dudosos.

—Así sos vos —me dijo Paulita—. Tímido al principio, después te animás. La mano que pellizcaba mi tetilla subio y un dedo rozó mis labios.

Su otra mano seguía pajeandome con una fuerza que otras veces no habia tenido. Yo estaba empezando a sentirme más caliente, más excitado.

—¿Te gusta lo que ves? —me preguntó.

—No sé.

—¿No sabés o no querés decirme?

—No sé.

—¿Te parece que la chupa bien?

—No.

—Mirá, mirá lo que le dice ahora.

En el video, la travesti habló con el hombre:

—Yo también lo hacía así cuando empecé y mirá ahora.

Y de repente, fue su turno de darle una chupada al hombre, que en pocos minutos se descargó fuertemente en su boca.

Paulita frenó en seco.

—Quiero saber cómo te gusta que te la chupen.

Intenté comenzar a responder y me frenó en seco. Paulita se levantó del sofá y fue a buscar algo en su cuarto. Volvió con un pito de goma rosado.

—Mostrame con esto. —Se sentó otra vez al lado mío y me lo dió.

—No quiero, Pau.

—¿No querés? —Su voz se hizo tierna, casi de nena—. Yo no sé como se hace, dale, enseñame.

—¿Enseñarte qué?

—Cómo te gusta que me hagan sexo oral. Sino no te puedo ayudar.

Me tocó la entrepierna, donde ya estaba medio duro.

—Esperaste toda la semana... no te vas a quedar así sin acabar, todo durito. ¿No querés que te ayude?

—Sí quiero, pero...

—No es pito de verdad, campeón. —Su voz se hizo más baja—. Dale, dame el gustito y yo te lo voy a dar a vos.

Me quedé callado, sintiendo cómo me seguía tocando.

—¿Dale? —insistió—. Es como practicar.

—¿Practicar para qué?

Paulita me ignoró olímpicamente, se bajó del sofá y se paro frente a mí.

—Ahora —me dijo—. Mostrame lo que aprendiste.

Tomó de mis manos el pito de goma y lo apoyo en su entrepierna, como si fuera SU pija.

—Yo no sé cómo...

—Te voy a guiar. —Su mano tomó la mía y lo puso sobre el objeto—. Agarrala, vos sabés que hacer, sabés cómo te gusta. Mostrame.

Empecé tímidamente, lamiendo la punta.

—Así está bien —me dijo—. Pero seguro que te gusta que se lo hagan de otra manera.

—¿Qué otra manera?

—Metetela más. —Me tomó la cabeza—. Me agarro del pelo y me la hizo probar.

Hice lo que me dijo.

—Así está mejor. —Su voz estaba más excitada—. Pero a vos te gusta más cuando escupen, ¿no?

—¿Escupir?

—Sí. Escupí arriba.

Escupí sobre el pito. La miré. Me sonrió. Bajé la mirada ruborizado.

—Ahora seguí. —Sus manos me guiaron—. Más profundo.

Fui metiendo la cabeza más.

—Con arcadas está mejor. —Su voz se hizo más dura—. O me vas a decir que no te gusta que te la coman toda?.

Chupé lo más que pudo hasta que me dio arcadas.

—Así está perfecto. —Paulita me felicitó y me acaricio el pelo—. Mirá cómo te está gustando.

Mientras yo hacía todo esto, ella me seguía tocando suavemente, moviendo la mano sobre mi pija con un ritmo constante.

—Seguí —me dijo—. Seguí así.

Yo seguía las indicaciones: lengua, escupir, más profundo, con arcadas. Todo lo que me pedía.

—La chupas muy bien —me dijo—. Aprendés rápido.

Sus caricias se hicieron más rápidas mientras me besaba el cuello.

—¿Te gusta cuando te digo que sos bueno?

—Sí.

—¿Te gusta cuando te felicito?

—Sí.

Paulita me levantó la cara para que la mirara.

—Ahora —su voz se hizo más tierna— chupamela un ratito más bebé y después te devuelvo el favor.

—¿En serio?

—Sí, te voy a hacer una pajita obvio. No habrás pensado que te la iba a chupar.

—Sí, pensé eso.

—Soy tu amiga pajerito, como me vas a pedir eso. Dale chupá!

Y mientras yo hacía lo que me había enseñado, ella me tocaba, me besaba, me felicitaba, pero tambien me metía la pija de goma más al fondo.

En un momento me dijo "Bebé mirame" y cuando lo hice lo sacó de mi boca y me escupió en la cara.

-Qué linda te quedó la carita toda waskeada, bebé

Se rió, yo me quedé seco pero pronto la tenía pajeandome con toda la fuerza del mundo. Con el escupitajo todavía en la cara me relajé para sentir lo que había deseado toda la semana.

Comencé a gemir y ella se relamía. Me empezó a chupar las tetillas. Empecéa gemir con mucha fuerza. Me escuché y me calenté aún más.

De repente su dedo rozó mi colapero extrañamente no hubo resistencia y enseguida tenía medio dedo en la cola.

Ella comenzó a moverlo. Sentí algo en mi cola, un placer super intenso.

Acabé al instante. Cuatro gotones de semen, los tres primeros mas abundantes que muchas pajas que me hacía antes... antes de Paulita...

Una gran cantidad de leche quedó en su mano y rápidamente se la limpió en mi cara.

- Ahora sí bebé, toda la carita lecheada, jaja. Estás linda, pero andate a limpiar.

Mientras me lavaba en el baño no pude no pensar que había cruzado algunos límites, pero ya tenía la pija dura de vuelta....


CONTINUARÁ

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