Hola amigos de poringa bienvenidos a el comienzo de esta serie que voy a estar haciendo apartir de ahora más seguido ya que me quedé sin trabajo 😠
Está serie no busca ofender , ni ridiculizar a nadie real solo es material ficticio? Para entretenimiento común .
Para este primer episodio me inspire en un echo que se fue esfumando pasando primeros los días y luego los meses .
Me refiero a la lucha de poder entre el gobierno Nacional y la AFA .
Con el tema del impulso a las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD)
" Algo que nunca pasó y nunca pasará por motivos de poder y arreglos privados a puertas cerradas "
*Todos los nombres que usaré son Parodias a personas reales

La suite 2401 del Hotel Libertador olía a cuero caro, fernet y victoria anticipada. Julia Sanz de Luján cerró la puerta con el tacón alto y se quedó parada bajo la luz tenue, el vestido negro tan ajustado que parecía pintado sobre sus curvas.
Había ido a gritar, a amenazar, a exigir que le devolvieran su proyecto de SAD.
Pero en cuanto vio a Claudio “Chiqui” Tapón sentado en el sillón de terciopelo, con la bata entreabierta y una sonrisa de quien ya ganó el partido antes de empezar, supo que esa noche el fútbol iba a quedar en segundo plano.
—¿Seguís con lo tuyo, diputada? —preguntó él, la voz grave, jugando con el hielo de su vaso—. Venís a pedirme que me abra… y yo te voy a abrir, pero no precisamente los estatutos.
Julia apretó los labios. Quería responder algo filoso, algo libertario, pero el calor que le subió por el cuello la traicionó. Chiqui se levantó despacio, se le acercó hasta que ella sintió su aliento en la oreja.
—Decime la verdad, Julia… ¿vos querés meterle inversión extranjera a los clubes o querés que te metan inversión extranjera a vos?
Antes de que pudiera contestar, la puerta del baño se abrió. Foster Gillette salió desnudo del jacuzzi, el agua todavía chorreando por su pecho, la toalla colgando de una mano como si fuera un trofeo. El inglés sonrió con esa arrogancia británica que vuelve loca a medio Buenos Aires.
—Love —dijo, arrastrando la palabra—, en mi país cuando una dama insiste tanto con abrirse al capital privado… uno simplemente le da lo que pide.
Julia tragó saliva. Dos hombres. Dos enemigos políticos. Y ella, la gran defensora de las SAD, de repente sin una sola palabra coherente en la boca.
Chiqui la tomó de la cintura por atrás, sus manos grandes subiendo despacio hasta apretarle los pechos por encima del vestido. Foster se arrodilló delante, le subió la falda con una lentitud casi cruel, y cuando sus labios rozaron el encaje de la tanga ella soltó el primer gemido que no pudo disfrazar de discurso.
—Decime que no, diputada —susurró Chiqui contra su nuca mientras le bajaba el cierre del vestido—. Decime que pares y paramos.
Pero Julia ya no quería parar. Quería perder. Quería que la ganaran de visitante y de local al mismo tiempo.
El vestido cayó al piso como una bandera rendida. Foster la levantó en brazos, la llevó hasta la cama king size y la tiró boca arriba. Chiqui se quitó la bata y se paró al borde, mostrándole exactamente cuánto poder tenía la AFA cuando se lo proponía. Julia abrió las piernas sin que se lo pidieran, los ojos vidriosos, la respiración entrecortada.
Foster se hundió en ella de una sola estocada lenta, profunda, como quien firma un contrato millonario. Julia gritó, arqueó la espalda, se aferró a las sábanas con las uñas pintadas de rojo Milei. Chiqui le tomó la cara y le metió dos dedos en la boca, obligándola a chuparlos mientras la miraba fijo.
—Esto es lo único voluntario que vas a tener esta noche, preciosa.
Después cambiaron. Chiqui la puso de rodillas, le agarró el pelo como si fuera una rienda y la embistió por atrás con una fuerza que hizo temblar la cabecera. Foster se acostó debajo, le lamió los pezones hasta hacerla gemir contra la almohada, y cuando Julia ya no podía más, cuando creía que iba a desmayarse de placer, los dos la levantaron entre los dos.
La alzaron en andas, como si fuera la Copa Libertadores recién ganada. Chiqui la penetró de nuevo desde atrás mientras Foster la sostenía por las caderas y la besaba con lengua, tragándose cada grito. Julia se corrió tres veces seguidas, temblando, lloriqueando, diciendo cosas sin sentido sobre fideicomisos y artículos 250 que ya a nadie le importaban.
Cuando terminaron, la dejaron tirada en la cama, exhausta, cubierta de sudor y de ellos. Chiqui se sirvió otro fernet. Foster encendió un cigarrillo con toda la calma del mundo.
Julia, todavía jadeando, miró el techo y soltó una risa rota.
—Retiro… todos los proyectos de ley —susurró, la voz ronca—. Me chupa un huevo las SAD… Quiero ser la puta de la AFA todas las noches que ustedes quieran.
Chiqui le acarició el pelo, casi tierno.
—Trato hecho, diputada. Pero de ahora en más, la única sociedad anónima deportiva que vas a abrir… es la boca.
Y Julia, por primera vez en mucho tiempo, no tuvo nada que objetar.
Espero que les haya gustado, pronto se vendrán más parodias de situaciones actuales Argentinas para su entrenemiento .
Está serie no busca ofender , ni ridiculizar a nadie real solo es material ficticio? Para entretenimiento común .
Para este primer episodio me inspire en un echo que se fue esfumando pasando primeros los días y luego los meses .
Me refiero a la lucha de poder entre el gobierno Nacional y la AFA .
Con el tema del impulso a las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD)
" Algo que nunca pasó y nunca pasará por motivos de poder y arreglos privados a puertas cerradas "
*Todos los nombres que usaré son Parodias a personas reales

La suite 2401 del Hotel Libertador olía a cuero caro, fernet y victoria anticipada. Julia Sanz de Luján cerró la puerta con el tacón alto y se quedó parada bajo la luz tenue, el vestido negro tan ajustado que parecía pintado sobre sus curvas.
Había ido a gritar, a amenazar, a exigir que le devolvieran su proyecto de SAD.
Pero en cuanto vio a Claudio “Chiqui” Tapón sentado en el sillón de terciopelo, con la bata entreabierta y una sonrisa de quien ya ganó el partido antes de empezar, supo que esa noche el fútbol iba a quedar en segundo plano.
—¿Seguís con lo tuyo, diputada? —preguntó él, la voz grave, jugando con el hielo de su vaso—. Venís a pedirme que me abra… y yo te voy a abrir, pero no precisamente los estatutos.
Julia apretó los labios. Quería responder algo filoso, algo libertario, pero el calor que le subió por el cuello la traicionó. Chiqui se levantó despacio, se le acercó hasta que ella sintió su aliento en la oreja.
—Decime la verdad, Julia… ¿vos querés meterle inversión extranjera a los clubes o querés que te metan inversión extranjera a vos?
Antes de que pudiera contestar, la puerta del baño se abrió. Foster Gillette salió desnudo del jacuzzi, el agua todavía chorreando por su pecho, la toalla colgando de una mano como si fuera un trofeo. El inglés sonrió con esa arrogancia británica que vuelve loca a medio Buenos Aires.
—Love —dijo, arrastrando la palabra—, en mi país cuando una dama insiste tanto con abrirse al capital privado… uno simplemente le da lo que pide.
Julia tragó saliva. Dos hombres. Dos enemigos políticos. Y ella, la gran defensora de las SAD, de repente sin una sola palabra coherente en la boca.
Chiqui la tomó de la cintura por atrás, sus manos grandes subiendo despacio hasta apretarle los pechos por encima del vestido. Foster se arrodilló delante, le subió la falda con una lentitud casi cruel, y cuando sus labios rozaron el encaje de la tanga ella soltó el primer gemido que no pudo disfrazar de discurso.
—Decime que no, diputada —susurró Chiqui contra su nuca mientras le bajaba el cierre del vestido—. Decime que pares y paramos.
Pero Julia ya no quería parar. Quería perder. Quería que la ganaran de visitante y de local al mismo tiempo.
El vestido cayó al piso como una bandera rendida. Foster la levantó en brazos, la llevó hasta la cama king size y la tiró boca arriba. Chiqui se quitó la bata y se paró al borde, mostrándole exactamente cuánto poder tenía la AFA cuando se lo proponía. Julia abrió las piernas sin que se lo pidieran, los ojos vidriosos, la respiración entrecortada.
Foster se hundió en ella de una sola estocada lenta, profunda, como quien firma un contrato millonario. Julia gritó, arqueó la espalda, se aferró a las sábanas con las uñas pintadas de rojo Milei. Chiqui le tomó la cara y le metió dos dedos en la boca, obligándola a chuparlos mientras la miraba fijo.
—Esto es lo único voluntario que vas a tener esta noche, preciosa.
Después cambiaron. Chiqui la puso de rodillas, le agarró el pelo como si fuera una rienda y la embistió por atrás con una fuerza que hizo temblar la cabecera. Foster se acostó debajo, le lamió los pezones hasta hacerla gemir contra la almohada, y cuando Julia ya no podía más, cuando creía que iba a desmayarse de placer, los dos la levantaron entre los dos.
La alzaron en andas, como si fuera la Copa Libertadores recién ganada. Chiqui la penetró de nuevo desde atrás mientras Foster la sostenía por las caderas y la besaba con lengua, tragándose cada grito. Julia se corrió tres veces seguidas, temblando, lloriqueando, diciendo cosas sin sentido sobre fideicomisos y artículos 250 que ya a nadie le importaban.
Cuando terminaron, la dejaron tirada en la cama, exhausta, cubierta de sudor y de ellos. Chiqui se sirvió otro fernet. Foster encendió un cigarrillo con toda la calma del mundo.
Julia, todavía jadeando, miró el techo y soltó una risa rota.
—Retiro… todos los proyectos de ley —susurró, la voz ronca—. Me chupa un huevo las SAD… Quiero ser la puta de la AFA todas las noches que ustedes quieran.
Chiqui le acarició el pelo, casi tierno.
—Trato hecho, diputada. Pero de ahora en más, la única sociedad anónima deportiva que vas a abrir… es la boca.
Y Julia, por primera vez en mucho tiempo, no tuvo nada que objetar.
Espero que les haya gustado, pronto se vendrán más parodias de situaciones actuales Argentinas para su entrenemiento .
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