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Alejandro Y Sasha: La Sirvienta de la Apuesta

Siempre fui Ezequiel, el virgen, el mejor amigo de Alejandro, el que compensaba la inseguridad con arrogancia. Físicamente, yo era un tipo promedio, delgado, nervioso, y la idea de las mujeres me aterrorizaba. Pero mi transformación... fue un infierno para mi antigua vida y el nacimiento de mi esclavitud.
Ahora, soy **Sasha**, una morena exuberante, casi irreal. La pastilla expandió mis caderas hasta lo imposible; tengo un culo redondo y firme que desafía la gravedad. Mis pechos son ahora dos esferas grandes, pálidas y suaves que se escapan de cualquier tela. Mi cara es un escándalo de feminidad, con unos labios carnosos y una mirada que oscila entre el miedo y el deseo reprimido. Yo misma me ponía nerviosa al mirarme.
El disfraz que elegí (pensando en humillarlo) era un uniforme de mucama de lencería sexy, negro y blanco. Ahora me queda ridículamente pequeño, resaltando cada nueva curva y haciendo de mi humillación un placer visual constante para él. Mi virginidad se acabó, sí, pero no como **Ezequiel** planeó.
Alejandro Y Sasha: La Sirvienta de la Apuesta

Estaba en su sillón, sintiendo la adrenalina del partido. Yo había llegado con un aire de absoluta arrogancia.

Una semana antes, yo había comentado sobre la pastilla *Gender Bender*, un tratamiento experimental de internet que convertiría a una persona en el sexo opuesto.

— Dale, Ale. No te cagues. Una semana de servidumbre si tu equipo pierde. Yo ya traje tengo todo planeado. —Le dije, sintiendo el nerviosismo bajo mi bravuconería.

— ¿Una semana? Qué cagón que sos, Ezequiel. —Respondió, mirándome con su sonrisa más engreída.

— Ya que el efecto de la pastilla dura un mes, juguemos por un mes. **El perdedor se convierte en la sirvienta personal treinta días. ¿Te da el cuero?** —Me desafió.

Sabía que odiaba perder, pero la desesperación por probar algo, por cambiar, y la idea de dominarlo si ganaba, era demasiado tentadora.

— **¡Hecho!** —Acepté, seguro de que iba a ganar.

Apenas llegué a su casa, entré con una bolsa grande.

— Traje todo lo que necesitamos para la apuesta. —Le dije con una sonrisa arrogante.

Los primeros 30 minutos, mi equipo iba ganando. Sentí un escalofrío, imaginando la humillación de Alejandro.

— Jajaja te vas a disfrazar hoy, me parece. —Le dije, riéndome en su cara.

Pero en el minuto 60, empataron. Y justo cuando iba a terminar el partido, en el minuto 89, **su equipo anotó un gol.** Me quedé petrificado.

— No puede ser... No puede ser... —Murmuré, mirando la pantalla con incredulidad.

— Jajaja, parece que vas a ser mi sirvienta por un mes, perra. —Dijo, acercándose a mí con una sonrisa triunfante.

Tragué saliva, mi rostro pálido y mis ojos llenos de miedo. Sabía que no había escapatoria.

— Está bien, está bien... —Dije con resignación.

— **Tomá tu regalo, perra.** —Dijo, y agarró una de las pastillas. Me la metió en la boca sin preguntar, obligándome a tragarla.

**El cambio fue instantáneo y brutal.** Sentí cómo mis *jeans* se rasgaban, cómo mi camisa se desgarraba por la aparición de dos grandes y firmes tetas. Mi voz se volvió aguda, **sentí que el aire me faltaba**. Caí de rodillas, gimiendo mientras mis caderas y mi culo se expandían. El dolor era intenso, pero la sensación de la piel estirándose me dejaba sin aliento. Ezequiel había muerto, acababa de nacer **Sasha**.

— Ponete tu uniforme, Sasha. Tenés que estar lista para tu amo. —Me ordenó con voz dominante.

Mientras me vestía, noté el frasco de la pastilla. Leí las instrucciones: el efecto duraba un mes, pero si recibía un *creampie*, el efecto se volvía permanente. El miedo se mezcló con un nuevo y oscuro deseo.

Apenas terminé de vestirme, me paré frente a él. El disfraz que yo había elegido, ahora me quedaba ridículamente pequeño. Mi culo y mis tetas se desbordaban.

— Wow. —Se acercó y me levantó del mentón—. Te ves muy bien. Vas a ser una excelente sirvienta.
— Gracias, cuál es su primera orden, señor. —Dije en tono de burla, tratando de aferrarme a la personalidad de Ezequiel.

— **Decime amo.** —Dijo, con una voz que no admitía réplica.
**Sentí la humillación quemar mi garganta**, pero obedecí.
— Okey, amo. —Respondí.
— Lo primero es limpiar mi casa. Y no quiero que te quejes. —Me ordenó.
experiencia


Comencé a limpiar, sintiendo la humillación de ese disfraz. Él me observaba desde el sillón.

— Hola, amo. —Lo saludé con una voz que, para mi sorpresa, sonaba dulce.
— Hola, putita. —Dijo con soberbia, desnudándome con la mirada. Me mordí el labio, excitada.
— ¿Necesita algo mi amo? —Le pregunté.
— Nono, vos seguí. Pero date vuelta. Quiero ver cómo ese culo cuando te agachás.

Me di vuelta, exponiendo mi culo redondo y firme. Sentí mis mejillas arder.

— Qué buen culo tenés, putita. —Dijo, acercándose.
— Gracias, amo. —Respondí, sintiendo el sonrojo.

Pasaron los días. La humillación era constante, pero también el placer de estar a su merced.

Un día, mientras limpiaba, se acercó por detrás y me susurró al oído.

— Vení acá, putita. Quiero jugar un rato. —Dijo, con una voz cargada de deseo.

Me agarró del brazo y me llevó a su habitación. Me hizo arrodillar frente a él.

— **Quiero que me chupes la verga, putita.** —Me ordenó.

— Que... qué? —Dije, con una sorpresa real. Nunca lo había hecho.
— No te hagas la tonta. Quiero que me chupes la verga. —Dijo, con tono autoritario.
— El castigo de la apuesta es que vos tenés que obedecer todas mis órdenes. —Me recordó.
— Sí, sí, pero... yo no quiero hacerlo. —Dije, con voz temblorosa, tratando de aferrarme a mis límites.
— No tenés opción, putita. O lo hacés o te castigo. —Dijo, acercándose más.

Dudé por un momento, pero finalmente bajé la cabeza y comencé a desabrochar su pantalón.

Mientras sacaba su verga, la miré fijamente.

— Oh **es enorme**. —Dije, la sorpresa era genuina. Mi cara mostraba una mezcla de asco y fascinación.

Tomé su verga con mis manos temblorosas. Me miró con una sonrisa arrogante.

— Que estas esperando. —Me dijo.
— Por favor, amo... —Dije, bajando la cabeza.
— No me hagas hacerlo, que te parece si te hago una paja. —Le dije, con voz suplicante, ofreciendo una alternativa que no implicara mi boca.
— **Chupa mi verga, putita.** —Dijo, con voz firme.

Dudé por un momento, pero finalmente abrí la boca. El primer contacto fue un shock.

— Así me gusta, putita. —Dijo, mientras sentía su boca cálida alrededor de mi verga.
— Más profundo, putita. —Me ordenó.

Obedecí, bajando más mi cabeza y tomando más de su verga en mi boca. Sentí la textura y el sabor, una oleada de placer y náuseas.
Fantasias sexuales

Después de unos minutos.

— Tengo ganas de coger ese culo, putita. —Dijo, con voz cargada de deseo.

Comencé a aumentar la velocidad de la chupada, esperando disuadirlo.

— Al parecer estás disfrutando esto, putita. —Dijo, con tono burlón.
— Sí, amo... —Dije, con voz temblorosa, sintiendo que la mentira ya era innecesaria.

— Me alegra que te guste, putita. Pero ahora quiero que te pongas en cuatro. —Me ordenó.
— Por favor, Ale... —Dije, con voz temblorosa, volviendo a usar su nombre por desesperación.
— **Ale ahora soy tu amo.** —Me dijo.
— No me hagas esperar más, putita. —Dijo, con tono autoritario.

Dudé por un momento, pero finalmente me puse en cuatro sobre el sillón. Mi culo firme y redondo se levantaba tentadoramente.

— Prepárate, putita. —Dijo, mientras se acercaba por detrás.
— Por favor, amo... —Dije, con voz temblorosa.
— **Cállate y disfruta, putita.** —Dije, mientras me penetraba lentamente.

Gimí mientras me penetraba, sintiendo el dolor y la humillación al mismo tiempo. Era mi primera vez.

— Así me gusta, putita. —Dijo, aumentando el ritmo.
— Despacio, por favor amo... —Dije rogando.
— No te quejes, putita. —Dijo.

Sentía su verga moviéndose dentro de mí, el placer se mezclaba con la herida.

— Eres mía, putita. —Dijo, con voz dominante.

Me agarró de la muñeca con una mano mientras con la otra seguía apoyándola sobre el sillón.

— Abri ese culo para mí, putita. —Me ordenó.

Obedecí, abriendo más mis nalgas para él.

— Así me gusta, putita. —Dijo, mientras seguía cogiendo.
cambio de cuerpo

Metió toda su verga en mi culo con una embestida fuerte y brutal. Estaba apretadísima, cálida. Comencé a sentir cómo entraba y salía, lento, abriéndome cada vez más.

— Ahhh... amo... —Dije, gimiendo.

Me dio una muy fuerte embestida.

— ¡Ahhh! —Gruñimos los dos. El dolor era un placer que me volvía adicta.

No había acabado. Me dio una nalgada, fuerte.

— Subite. —Me dijo mientras se sentaba en el sillón.
— Veamos qué tan buena puta sos. —Dijo mientras se reía.

Yo, con las piernas temblorosas, me subí, dándole la espalda. Acomodó su verga en mi culo adolorido.

— Mové ese culo para mí, putita. —Me ordenó.

Comencé a moverme lentamente, sintiendo cada embestida en mi culo. Enterrando cada centímetro de su verga.

— Más rápido, putita. —Me ordenó.
— Ah es muy grande. —Le dije jadeando.
— No te quejes, putita. —Dijo.
— Perdon, amo... —Dije.

— Seguí moviéndote, putita. —Dijo, mientras sentía el placer aumentar.
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Me metió toda su verga en mi culo con una embestida fuerte y brutal. Estaba apretadísima, cálida. Comencé a entrar y salir, lento, para abrirme cada vez más.

— Ahhh... amo... —Gimí, clavando las uñas en el almohadón del sillón, sin atreverme a girar el cuello para mirarlo.

— Acomodá ese culo, puta. No quiero que se escape un centímetro de mi verga. —Me dijo, guiando mis anchas caderas para que su polla se centrara en mi ano adolorido.

Apenas sentí su verga anclada hasta la base, comencé a moverme lentamente, un vaivén tímido y doloroso. Enterraba cada centímetro de su verga en mi culo.

— Más rápido, putita. Usá ese culo redondo que te hice para algo. —Me ordenó, golpeando rítmicamente mi nalga con la palma de su mano.

— Ah, es muy grande... —Jadeé, mientras el movimiento se volvía un placer que no podía controlar, enterrándome cada vez más sobre su polla.

Aumenté el ritmo. Sentí mi esfínter apretando su verga con cada bajada, la prueba perfecta de que estaba perdiendo el control y me estaba volviendo su puta.
De hombre a mujer

Intenté protegerme, poniendo mi mano temblorosa justo sobre la base de su pene, como si pudiera evitar que me penetrara más profundo.

— No te resistas, putita. —Me dijo.
— Quiero sentirte completamente llena de mi verga. —Me dijo.

Me agarró de las caderas y me estampó hacia abajo, penetrándome con más fuerza. Solté un grito ahogado.

— Piedad por favor amo. —Dije casi llorando, el placer y el dolor eran una tortura exquisita.
— No hay piedad para las putas como vos. —Dijo, aumentando el ritmo.
— La tenes muy grande amo. —Dije jadeando.
— Y vos tenes un culo hecho para mí. —Dijo, mientras seguía cogiéndome con fuerza.
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Después de unos minutos, decidió cambiar las reglas del juego.

— Quiero ver tu cara y tus tetas. —Me dijo.

Me di la vuelta, mirándolo con ojos vidriosos.

— Segui moviéndote, putita. —Me ordenó.

Obedecí, girando mi torso para quedar frente a él, mientras seguía cabalgando su verga con un ritmo frenético.

— Así me gusta, putita. —Dijo, mientras veía mis grandes tetas rebotar con cada embestida.

Perdí el control total, gimiendo y jadeando mientras mi cuerpo se entregaba al placer y la humillación. Cada vez gemía más y más fuerte. Veía cómo mis ojos se llenaban de lágrimas. Mis tetas se movían salvajemente.

Me agarró de las caderas con fuerza, controlando mi movimiento. Haciendo que mi culo chocara con su pelvis con cada embestida.

Con sus manos en mis caderas, me obligó a acelerar el ritmo y sentir cada vez más profundo su verga en mi culo.
Harem De Alejandro

Se cansó de que yo controlara el ritmo. Quería que su verga llegara a un punto más profundo.

Con un movimiento rápido, me agarró por la cintura y me tiró boca abajo en el sillón. Su verga salió de mi culo con un sonido de succión húmedo, y gemí de alivio momentáneo.

— **¡Boca abajo! Abrite de piernas para mi putita.** —Me ordenó.

Me apoyé en el sillón, levantando mi culo en el aire, mis nalgas firmes temblando. Mis piernas abiertas, expuestas. Mi culo roto se veía abierto, con la forma del contorno de su verga.

— Así me gusta, putita. —Dijo, mientras se posicionaba arriba de mí.

Comenzó a cogérmelo en esa posición, sintiendo cómo su verga llegaba mucho más profundo que antes. Yo ya no me quejaba de dolor, sino de una mezcla de dolor y placer que me hacía vibrar. La humillación era total: abierta, expuesta, rota, y su verga era todo lo que sentía.
Alejandro Y Sasha: La Sirvienta de la Apuesta

Yo estaba boca abajo y sentia lo profundo que llegaba su verga en mi culo.
Se sentia tan expuesta con las piernas abiertas y el culo tambien.
experiencia

— Por favor amo... —Dije, con voz temblorosa.
— Dejame descansar un poco el culo. —Dije, jadeando.
— **Esta muy roto, amo...** —Dije, casi llorando.
— Mi culo está destrozado, por favor... —Dije, con voz suplicante.

— Está bien, putita. Pero ahora quiero que me dejes entrar en tu vagina. —Me dijo.

Mientras me la seguía cogiendo, sabía que tarde o temprano aceptaría.

— Sabes que soy virgen... por favor. —Le dije.
— **Esa es mi oferta putita aceptala o deja de quejarte.** —Me dijo riéndose.

Dudé por un momento, pero finalmente asentí.

Retiró su verga de mi culo. Solté un grito de alivio seguido de un gemido cuando movió su polla hacia mi nueva vagina. Era un agujero aún sin usar, y se sentía caliente, lubricado e increíblemente apretado.

— Aca va putita. —Me dijo.

Mientras entraba en mi vagina.

— Buena puta. —Dijo, mientras penetraba lentamente.
— A esto le tenías miedo, ¿eh? A ser una mujer completa, una puta lista para mi verga. —Me dijo.

Solté un gemido incontrolable. Era un sonido agudo y dulce que me calentó más que cualquier otra cosa.

— **¡Ah! ¡Dios, Amo!** —Grité.
— Ah, te está gustando, ¿verdad, putita? —Dijo, sonriendo con arrogancia.

Comenzó a darle embestidas profundas. Yo estaba boca abajo, con las piernas abiertas, dándole el ángulo perfecto. Su verga llenaba mi vagina, y el roce con el paredón frontal me hacía gemir sin parar.

— **¡Sos tan virgen aquí, Sasha! ¡Voy a ser el único!** —Dijo, aumentando el ritmo, golpeando su cadera contra mi culo con cada estocada.
Fantasias sexuales
Luego de casi media hora. Sentí cómo me estaba comenzando a correr sobre su verga.

— Wow puta sabia que te gustaba. —Me dijo engreído.

Sentí cómo mi cuerpo se tensaba, mis gemidos se volvieron incoherentes.

— **¡Me vengo, amo! ¡Me corro!** —Grité.

Me comencé a correr, un orgasmo violento que me hizo apretar su verga con cada músculo de mi nueva feminidad. Sentí un chorro de jugos calientes sobre su cadera.

Me venía tan fuerte y salvaje que sacaba su verga de mi vagina. Él se la volvía a poner, una y otra vez. Sacaba toda su verga de mi vagina y se la volvía a poner cada vez más adentro y así haciendo que me venga una y otra vez.

— Wow, puta, sabía que te gustaba. —Me dijo engreído, disfrutando de mi cuerpo exhausto y avergonzado.
cambio de cuerpo

Dos horas. Dos jodidas horas de posesión. Estaba al límite, sintiendo la presión explotar.

Me agarró por los brazos y me levantó, tirándome al suelo alfombrado. Caí de rodillas, completamente agotada y desnuda con el uniforme de lencería roto.

— **¡Arrodíllate que me voy a correr, puta!** —Me ordenó, apuntando su verga hacia mi cara.

Rápidamente, me puse de rodillas frente a él. Las lágrimas se habían mezclado con el sudor, pero mis ojos estaban fijos en su polla.

— Abrí la boca, puta. **¡Acá viene el premio!** —Me dijo mientras soltaba un chorro fuerte y caliente de semen sobre mi cara.

El semen blanco y espeso cubrió mis labios carnosos, se deslizó por mi barbilla y manchó mis dos esferas grandes del pecho. Algunas gotas cayeron adentro de mi boca.

— Limpiá mi polla, puta. —Me dijo, obligándome a lamer el resto de su verga, que aún goteaba.

Luego se quitó. Me quedé arrodillada, temblando, con su semen en toda la cara.

— Tragá todo. —Me ordenó.

Cerré los labios, tragando el residuo de su polla. **Sentí la curiosidad ganarme al tragar todo el semen que había caído en mi boca, era salado y tibio.** Limpié mi rostro con la parte posterior de mi mano, esparciendo su semen sobre mis pómulos.

— Que buena puta sos. —Me dijo, con una sonrisa de satisfacción total.

— Ahora andá a limpiarte y preparame algo de comer. Y recordá este es el inicio de tu mes de servidumbre. El Amo ya se va a dormir. —Me dijo.

Se fue a acostar, dejándome arrodillada y manchada con su semen, la prueba de que Ezequiel había muerto y Sasha era ahora su puta personal. Y así fue la primera noche de un muy largo mes.
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Si les gusto y quieren la segunda parte si cada uno de los post, El mio y el de el llegan a 150 puntos subiremos la segunda parte

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