You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Una noche muy especial

En uno de mis viajes de negocio, luego de un día completo de trabajo, decidimos relajar yendo a cenar a un muy lindo restaurante con algunos de los clientes, luego de varios tragos y vino con la cena, decidimos continuar la di versión en un prostíbulo que ellos recomendaron. Este era muy bueno, muy bien ambientado y con unas mujeres que eran increíblemente lindas.
En medio de tanto para ver, ella está sentada en una silla, mirándome con esos ojos que te atrapan. Es de estatura media, con piernas hermosas, un cuerpo impresionante y una sonrisa que dice sé lo que quieres. Sin decir nada, me acerco, ella se levanta y estira sus brazos para abrazarme por el cuello, sus dedos se meten en mi cabello, jugueteando con él mientras me susurra al oído: . "te esperaba, vamos?".
Siento su cuerpo contra el mío, su respiración entrecortada, su perfume y su calor inmediatamente sentí que no me la podía perder, era todo lo que quería en ese momento.
Arreglo su salida, nos vamos del lugar, nadie nos detiene. El aire frío de la calle me da un escalofrío, pero no me importa. Solo quiero llegar al hotel, llevarla a la habitación, y que nadie nos interrumpa.
Llegamos al hotel, el ascensor está vacío. La sostengo en mis brazos, ella me rodea con sus piernas, dejándose llevar. En cuanto las puertas se cierran, me besa con urgencia, sus manos bajan por mi espalda, rozando mi trasero, queriendo más. Cuando llegamos al piso, salgo con ella, sin soltarla, hasta la habitación.
Al ingresar, la deposito sobre la cama, y antes de que pueda reaccionar, ya estoy encima de ella besándola como si no hubiera un mañana. Sus manos buscan mi ropa, quiere quitarme todo, y yo la dejo hacer. Siento su piel, su calor, su deseo. Ya no hay tiempo para juegos. Quiero todo de ella, ahora.
La beso con fuerza, deslizando mis manos por su espalda, acariciando cada centímetro de su piel. Ella gime, arqueándose bajo mí, buscando más contacto, más placer. Con cuidado, le quito el vestido, dejando al descubierto su cuerpo perfecto, lleno de curvas que me vuelven loco. Sus pechos son grandes, firmes, y cuando mis labios se posan sobre ellos, ella jadea, agarrándome del pelo con fuerza. No puedo esperar más. Le quito la tanga, y sin previo aviso, bajo a su entrepierna completamente depilada y comienzo a jugar con mi lengua pasionalmente estimulándole su clítoris, 
Ella grita, de placer, y eso me excita aún más. Mi lengua pasa por toda su conchita y me extiendo metiéndola profundo en su culo, ella se arquea gozando cada paso de mi lengua.
Me levanto y mi pene estaba tan duro que ya no aguantaba mas, la penetro por delante muy delicadamente haciendo que sienta cada centímetro de mi verga.
Empiezo a moverme dentro de ella, con fuerza, con pasión, cada embestida la hace gemir más alto. Sus uñas se clavan en mi espalda, tratando de sujetarse, de aguantar el ritmo que establezco. Sus piernas se envuelven alrededor de mi cintura, intentando acercarme más, más adentro. No hay palabras, solo el sonido de nuestros cuerpos juntos, el sudor, el deseo. Ella me mira a los ojos, con una expresión de éxtasis total, y sé que no voy a durar mucho. Pero no quiero parar. Quiero que esto dure para siempre, que esta noche nunca termine.
Después de un rato, mientras seguimos, siento que ya no puedo más. Ella está completamente mojada, lista para cualquier cosa. La miro a los ojos y le digo con voz grave: "Quiero tu cola". Ella me mira sorprendida, pero luego sonríe, como si supiera que iba a pedírselo. Sin decir nada, la giro sobre la cama, la pongo de rodillas, y empiezo a besar su espalda, sus glúteos, acariciando cada parte de su cuerpo con devoción y con un dedo, la preparo, frotando su entrada anal con delicadeza, saboreando cada movimiento. 
Ella se estremece bajo mi tacto, suspira, y deja caer su cuerpo hacia adelante, ofreciéndose a mí. Meto un dedo dentro de ella, notando cómo se estrecha alrededor de mi mano, como si estuviera hecha para esto. 
Luego, con cuidado, empiezo a meterme dentro de ella, lentamente, sintiendo cómo su cuerpo se ajusta a mí, cómo se abre para recibirme. Gime, no de dolor, sino de placer, y eso me excita aún más. La con fuerza, con intensidad, su como si fuera la última vez que podría hacerlo. 
Cada empuje me hace sentir más poderoso, más vivo. Ella se aferra a las sábanas, gruñe, gime, se mueve conmigo, como si estuviéramos hechos el uno para el otro. Su culo es perfecto, firme, caliente, y cada vez que la culeo así, siento que la estoy marcando, que soy el único que puede tenerla así. No hay límites, ni vergüenza, ni reglas. Solo nosotros, como animales, como bestias salvajes. Ella me suplica que no pare, que siga, que la llene por completo.
Siento que no puedo acabar, el alcohol me nubla la mente y el condón me impide disfrutar plenamente. Me frustra, porque quiero derramarme dentro de ella, sentir su calor. Pero no puedo. Ella nota mi tensión, me mira con preocupación, pero también con deseo. Me dice: Que pasa? no llegas? a lo que le cuento que no puedo por el condón y el alcohol consumido. Le consulto si puedo quitármelo. Ella niega con la cabeza, me mira con una sonrisa traviesa y dice: No, no te lo quites. Te quiero así, controlado, distanciado... me gusta verte luchar por acabar. Me acaricia el rostro, me besa suavemente, como si me estuviera enseñando algo. Pero yo ya no puedo más. El alcohol, el deseo, el condón... me ata. Gimo, gruño, intento seguir, pero no logro alcanzar el clímax. Ella se ríe, me acaricia el pecho, me susurra al oído: Vamos, date el gusto... aunque sea así.
Me quedo quieto, con la respiración entrecortada, el cuerpo tembloroso, pero no puedo. Ella me mira con una mezcla de compasión y diversión, como si estuviera jugando conmigo. Me besa en los labios, dulcemente, y luego me susurra: No te preocupes, no tienes que acabar. Lo que importa es que estás aquí, pasándola bien conmigo. 
Ella se aparta de mí, se levanta de la cama y me mira con una sonrisa divertida. ¿Quieres que te haga unos masajes?, pregunta, con voz suave, casi seductora. Asiento, sin fuerzas, con la respiración todavía agitada. Ella se dirige al baño, regresa con aceite, y me indica que me ponga boca abajo, lo más relajado posible. Me acuesto, con el torso sobre la cama, y ella comienza a masajearme la espalda, con movimientos suaves, lentos, calientes.
Ella continúa con el masaje, sus manos recorren mi espalda, aplicando presión en cada músculo tenso, cada punto de estrés que llevo acumulado. Luego, con delicadeza, baja hacia mis glúteos, acariciándolos con movimientos circulares, suaves pero firmes. Siento cómo se relaja mi cuerpo, cómo el alcohol y la tensión van desapareciendo poco a poco. Luego, con una sonrisa pícara, me pide que separe un poco las piernas. Lo hago, y ella comienza a masajear mis músculos, subiendo y bajando con sus dedos, rozando mi entrepierna con cada movimiento.
Entre caricias suaves, sus dedos se deslizan por mi zona más sensible, rozando mi ano con un toque ligero, casi imperceptible. Siento un escalofrío, un hormigueo que recorre mi columna. No digo nada, solo respiro fuerte, dejándome llevar. Cada vez que sus dedos se acercan, siento una especie de ansiedad, de deseo contenido. Ella lo nota, sonríe y repite el gesto, con más fuerza esta vez. Me estremezco, pero no me aparto. Dejo que me toque, que me manipule, que me haga sentir cosas que no debería sentir. Porque ella sabe qué hacer, y yo no tengo fuerzas para resistirme.
Ella sigue con sus dedos en mi año, rozándolo con cuidado, como si estuviera probando mi reacción. Luego, con voz suave, me pregunta: ¿Te gusta esto,? No respondo de inmediato. 
Mi cuerpo responde, mi respiración se acelera, pero no quiero admitirlo. Ella sonríe, como si ya supiera la respuesta. No te preocupes, murmura, no tienes que decir nada. Solo siente. Y sigue, con más confianza, con más intensidad. Sus dedos se mueven con precisión, explorando, probando, haciendo que mi cuerpo se entregue a ella, incluso si mi mente no lo permite.
Ella juega con sus dedos en mi ano, introduciendo primero uno y luego dos con lentitud, con cuidado, como si estuviera aprendiendo mi cuerpo. Siento su tacto, su calor, su presión. Cada movimiento me hace estremecer, cada roce me hace contener la respiración. No puedo evitar gemir, aunque trato de ocultarlo.
Ella lo nota, sonríe, y empieza a moverlos dentro y fuera, con un ritmo constante, como si estuviera cogiéndome con sus dedos. Me siento vulnerable, expuesto, pero no me alejo. Solo la dejo hacer, porque sé que ella lo quiere, y yo... yo no puedo negarme.
Ella se detiene un momento, me mira a los ojos con una sonrisa maliciosa y dice: Tengo algo especial en mi bolso... un arnés con un consolador. ¿Te animas a probar algo nuevo,? No respondo de inmediato. El alcohol me nubla la mente, pero algo en su voz, en su mirada, me hace sentir curioso, intrigado. Ella se levanta, camina hacia su bolso, lo abre con lentitud, saca el arnés, lo muestra frente a mí, como si fuera un tesoro. Es grande, dice, pero créeme, vale la pena. Si quieres, te lo pongo. Solo dime que si.
Asiento con la mirada, ella se coloca el arnés con rapidez, ajustándolo a su cintura, luego se inclina sobre mí, con el dildo entre sus manos, brillando bajo la luz tenue de la habitación. Me mira con una sonrisa que me hace temblar, y me dice "ahora chupala" poniendo el consolador delante de mi boca, lo cual hago por instinto y me lo meto todo adentro.
Luego lo quita de mi boca diciendo "parece que te esta gustando no?"
Si decir nada mas se posiciona detrás de mí, con su cuerpo pegado al mío. Con una mano, me empuja hacia adelante, hacia la cama, y con la otra, acaricia mi culo, rozando el borde del arnés, como si estuviera probando el tamaño. Luego, con lentitud, me lo introduce en el culo, empujando con cuidado, con paciencia. Siento su peso, su calor, su presión.
Ella empuja con fuerza, el dildo entra en mí, y siento como si me estuvieran desgarrando el culo. Es intenso, doloroso, pero también placentero. Grito, no de dolor, sino de sorpresa, de placer, de algo que nunca había sentido antes. Ella se queda quieta un momento, como si estuviera evaluando mi reacción, luego vuelve a empujar, más fuerte, más profundo.
El dolor se mezcla con el placer, y no puedo dejar de gemir. Ella me agarra por las caderas, me mueve con ella, me folla con ese consolador como si fuera un animal, como si no hubiera mañana.
Ella me coje con fuerza, con brutalidad, como si quisiera arrancarme el alma con cada embestida. El consolador me atraviesa, me rompe. Siento su cuerpo contra el mío, su respiración caliente en mi oreja, sus manos agarrándome con fuerza. y me dice al oído: Te gusta esto demasiado, no putito?. Al escucharla, y con el culo lleno de verga, siento que el orgasmo me invade desde lo más profundo. Un flujo intenso, caliente, me recorre, y no puedo contenerlo. Grito, gimo, acabo como nunca antes, con fuerza, con desesperación. Ella lo nota, se mueve conmigo, aumenta el ritmo, como si quisiera aprovechar cada gota, cada segundo de mi placer.
Mi cuerpo tiembla, se convulsa, y ella me abraza, me besa, me susurra: Muy bien, por fin acabaste. Eres mío ahora dijo riendo. Y aunque no sé si es verdad, no me importa. Porque en este momento, con el culo lleno, soy suyo.
Me deja caer sobre la cama, exhausto, sudoroso, con el culo aún lleno. Se aparta un poco, me mira con una sonrisa de satisfacción, como si acabara de ganar una batalla. Me acaricia el rostro con suavidad.
Se levanta, recoge el arnés, lo guarda en su bolso, y me dice: Bueno,... has estado muy bien, logre que acabaras y te di algo nuevo en que pesar. 
Se viste, abre la puerta del cuarto, sale, me saluda con un beso y se va.
 Me quedo satisfecho pero lleno de preguntas y asi me quedo dormido.

0 comentarios - Una noche muy especial