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La Primera Noche

La Primera Noche
Soy Vikings, tengo 34 años ahora, pero esta historia ocurrió cuando tenía apenas 22. En aquella época ya entrenaba desde los 18 sin faltar un solo día al gym, y mi cuerpo era mi carta de presentación, aunque todavía no sabía cuánto iba a influir en mi destino.
Por las mañanas era un simple atleta más, uno que levantaba pesas con disciplina casi obsesiva. Por las tardes daba mis primeras clases como entrenador. Pero de noche… todavía no era nada. No imaginaba que, en cuestión de días, descubriría una faceta completamente distinta de mí mismo.
Todo empezó con ella.
Por si acaso, vamos a llamarla Fer. En el gym la conocíamos como “la Señora del Paso Firme”. Era una mujer madura, elegante, con un aura silenciosa que volvía imposible ignorarla. Cuando caminaba entre máquinas y espejos, parecía que sabía exactamente quién era y lo que quería. Y eso, para un chico de 22, entrenado pero inexperto, era casi intimidante.
Una tarde, mientras corregía la postura de un alumno, noté que ella me observaba desde la cinta de correr. Su mirada era larga, sostenida… demasiado consciente. Cuando bajé la vista, sonrió apenas, como si hubiera estado esperando a que yo me diera cuenta.
Esa misma noche, cuando estaba por cerrar mi mochila para irme, se me acercó.
Vikings, verdad? —Su voz tenía la seguridad de quien no pregunta, sino confirma.
—Sí —respondí, intentando actuar con naturalidad.
—Necesito un favor… especial.
El silencio entre esas palabras y las siguientes fue tan denso que me hizo tragar saliva sin querer.
—Una amiga muy cercana se casa. Tendremos una despedida íntima… muy íntima. Y pensé en ti.
Sentí un calor que subía desde el pecho, no de vergüenza… sino de algo distinto, más eléctrico.
—En mí para qué? —pregunté, aunque lo sabía.
—Para animar la noche —dijo con un brillo casi travieso en los ojos—. Para bailar. Para… ya sabes.
En cuanto a tu paga…. tu deberias indicarme tu ‘’Tarifa”…
Me quedé mudo. Nunca lo había hecho. Nunca me lo habían propuesto. Y, sin embargo, algo dentro de mí—curiosidad, ego, o puro vértigo—dijo que sí sin darme tiempo a pensar.
Ella sonrió como si hubiera anticipado exactamente esa respuesta.


La noche del evento llegó más rápido de lo que hubiera deseado. Me habían citado en una casa ubicada al final de una calle estrecha, casi sin iluminación. Cuando toqué el timbre, la puerta se abrió apenas, dejando escapar música suave y risas que parecían flotar como humo cálido.
Fue Fer quien me recibió. Llevaba un vestido negro que insinuaba más de lo que mostraba. El perfume que usaba me envolvió de inmediato, una mezcla de misterio y algo dulce que no pude identificar.
—No estés tenso —me dijo, tocándome el brazo apenas con las uñas—. Todas están deseando verte.
Me guiaron a una habitación para esperar la señal. Tras la puerta se escuchaban conversaciones, murmullos, copas chocando. Y mi propio corazón golpeando como si estuviera en medio de una serie de sentadillas sin descanso.
Cuando la música cambió, ella entró de nuevo. Se acercó muy despacio, como si midiera cada paso.
—Es tu momento. Confía en tu cuerpo. Yo ya lo hago. Y me beso, rápido pero intenso.
Todo eso me puso la piel de gallina.
Salí.
El aire en la sala era espeso, cargado de expectativa. Cinco mujeres me miraban con sorpresa, curiosidad… y algo más. La amiga que se casaba soltó un grito ahogado seguido de risas cómplices. Yo avancé dejando que el ritmo me guiara, sin pensar demasiado, moviéndome como si hubiera nacido para eso.
A medida que bailaba, ellas se acercaban, tocaban mi brazo, mi torso, mis hombros. A medida que pasaron los minutos el contacto fue vulgar, pero cada uno encendía una chispa distinta. Algunas tocaban mis pechos, otras mis piernas, y solo hubo 2 muy atrevidas… La novia, y otra amiga que estaba muy borracha, ambas tocaron mi cola. Ninguna se animo a tocarme por delante…
Y en medio de esa energía, vi su mirada: la Señora del Paso Firme. No se reía, no se sorprendía. Solo me observaba… orgullosa, como si me hubiera esculpido ella misma.
Hubo un instante—uno solo—en el que nuestras miradas se cruzaron y el tiempo pareció detenerse. Yo entendí algo, aunque no podría explicarlo. Tal vez que por primera vez en mi vida estaba siendo visto de verdad.
Pero luego de 3 canciones de bailes, y que todas las mujeres me tocaran…. excepto Fer, fue quien agarro de un brazo a su amiga que se iba a casar y con la otra mano, a mi, y nos llevo a la habitación.
Nos dejo adentro y cerro la puerta, solo diciendo:
---Espero que la despedida de soltera valga la pena…
Lo que sucedió en esa habitación fue dándose muy natural, comencé besando a la novia, que en menos de 2 minutos ya tenia sus manos sobre mi pene. Yo contaba con una ereccion muy notoria, super firme… tuve casi 5 mujeres tocandome…
La novia llevaba puesto un conjunto de ropa interior blanco, con portaligas y medias casi hasta su cola. La recosté sobre la cama, le hice a un lado la fina tanga blanca, y empece a chuparla toda.
Su excitación sumado al alcohol y todo lo que acontecía, llego rápidamente al orgasmo y casi suplicando, me pidió que la insertara.
Rapidamente mientras buscaba el profilactico, empezo a darme una mamada de lujo, era tremenda experta… calculo que tendria unos 30 anios aprox, pero hasta ese momento, no recuerdo haber tenia una mujer que me diera un sexo oral tan intenso.
Nuestra sesion sexual habra durado unos 35 minutos, casi todas las poses imaginables, pero lo que mas me llamo la atencion, fue que tuvo otros 3 orgamos ma’s… Hasta que finalmente me pidio:
----Llename la boquita de leche.
Yo estaba alli para cumplir ordenes… y fue así como termino la despedida de solteros con esa novia….
La noche terminó entre aplausos, risas y promesas de volver a contratarme. Pero lo que me marcó no fueron ellas. Fue Fer.
Al despedirme, se acercó muy despacio y se inclinó hacia mi oído.
—Te dije que podías confiar en tu cuerpo. —Su mano bajó por mi espalda con una suavidad calculada—. Lo demás… vendrá solo.
Y así fue. Ese fue el inicio de mi vida nocturna como streapper, una parte de mí que jamás habría descubierto sin aquella mujer misteriosa del gimnasio.
Hasta hoy, cuando pienso en mis primeros pasos en ese mundo, recuerdo su mirada.
Una mezcla perfecta de suspenso, peligro, y deseo contenido.
La chispa que encendió todo.
 

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