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Masajes en Cordoba

Este relato es de una historia de hace unos meses. Mi mejor amigo de toda la vida tenia una reserva, un finde en un resor cercat de Villa general Belgrano, Cordoba. Esa reserva era para dos perosnas, el y su novia, el problema fue que dos semanas antes del viaje su novia corta con el, se pelean, discuten y terminan la relación. Mateo, mi mejor amigo, se queda con la reserva sin posibilidad de reembolsar ni cambiar la fecha y me invita para no ir solo ni perder la reserva. 
El lugar era inmenso, dos hectáreas de montaña, pileta climatizada, dos restaurantes, spa, sauna seco y húmedo, gimnasio con vista a la pileta y apenas 7 cabañas ocupadas ese fin de semana largo. Poca gente, mucho espacio y silencio perfecto.
Yo no perdí el tiempo, bikinis mínimas, shorts de jean que apenas cubrían, tops escotados que dejaban poco a la imaginación, entrenaba un poco en el gym cuando habia gente en la pileta y estaba en la pileta cuando habia gente entrenando en el gym. Me encanto sentir las miradas encima, los hombres que disimulan mal o que no lo intentaban.
Ahi en la recepción me recomiendan la sesión de masajes con un tal mateo y decido ir ya que estaba incluido.
El primer masaje con Mateo fue profesional pero cargado. Me dejó con las piernas temblando y la cabeza llena de fantasías. Sus manos grandes deslizándose por mi espalda, rozando los costados de mis tetas cuando trabajaba los hombros, presionando justo en la base de la cola cuando “relajaba” los glúteos. Cada vez que sus dedos se acercaban a mi concha yo contenía la respiración; cada vez que se alejaban sentía un vacío casi doloroso.
Pedí el último turno del día, cuando el spa ya estaba casi vacio. Entre y me acoste boca abajo con la bata puesta y la sábana cubriéndome hasta la cintura.
Mateo cerró la puerta, apagó las luces principales y dejó solo las velas.
—Volví porque sigo cargadísima la espalda baja —le dije—. El gym me mata los glúteos y la lumbar, necesito que trabajes ahi.
Sonrió apenas, puso aceite caliente en sus manos y empezó por los hombros, pero no tardó en bajar. Sus palmas se detuvieron justo en la base de mi espalda, presionando en círculos lentos, cada vez más abajo. Sentí sus pulgares meterse por debajo de la sábana, rozando la curva superior de mi cola.
—Acá es donde más duele, no? —pregunto.
-Si justo ahi- le dije mordiéndome el labio, empuje apenas la cadera hacia arriba, como buscando más presión.
—Mateo, hace mucho calor con la sábana, no preferis sacarla asi no jode?
Dudó, pero sus manos no. Agarró la tela despacio, la deslizó por mis piernas hasta dejarla caer al piso. Ahi quedé yo, completamente expuesta, la cola brillando con el aceite, las piernas entreabiertas.
Sus manos volvieron a mi cola como si fuera suya. La amaso fuerte, separandolo y juntandolo, los pulgares hundiéndose en mi carne. Cada vez que separaba sentía el aire fresco en mi concha y sabía que él lo veía todo lo mojada que ya estaba.
Un dedo suyo toco el agujero “sin querer” y gemi bajito.
—Perdón —dijo, pero no se apartó.
—No pares, segui justo ahí.
Un dedo entro en el culo y el pulgar tocaba mi clítoris. Me retorci contra la camilla, empujando para atras, pidiéndole más con el cuerpo.
—Date vuelta —me ordeno.
Gire y abri las piernas sin vergüenza y lo miré mientras se bajaba el pantalón. Su pija estaba dura, venosa y latiendo, no era muy gruesa ni muy largq. Me agarro de las caderas, me arrastro hasta el borde de la camilla y me puso en cuatro, de cara al espejo para poder verme la cara.
Entri de una estocada profunda, hasta el fondo, gemi fuerte. Me agarro de la cola con las dos manos y empezo a bombear, lento al principio, después cada vez más rápido, más fuerte. El ruido de sus caderas chocando contra mi culo llenaba la cabina. Yo empujaba para atrás, encontrándolo en cada embestida, viendo en el espejo cómo mis tetas rebotaban, cómo mi cara se deshacía de placer.
—Quiero arriba — le dije
Me saco, me dio vuelta y me levantó como si no pesara nada. Me sento en la camilla, abrí las piernas todo lo que daban y lo guié adentro otra vez. Me montó salvaje, mis piernas alrededor de su cintura, sus manos apretándome las tetas, chupando un pezón mientras me cogía tan fuerte que la camilla crujía. Le clave las uñas en la espalda, le mordí el hombro para no gritar.
—Más fuerte —le pedí al oído.
Acelero, me agarro del culo para hundirse más profundo. Sentí cómo se hinchaba dentro mío, cómo me llenaba con cada golpe. Acabe primero, apretándolo tanto que el acabo conmigo, nos quedamos así un rato, pegados y respirando agitado. 
Obviamente después de esa sesión hubieron mas, yo iba con la bata ajustada, sin nada abajo y una vez cerrada la puerta saltaba desnuda sobre el. Fueron los mejores 3 dias de mi vida.

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