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Nosotros y el vecino mirón

Nosotros y el vecino mirón



Era una tarde soleada de verano en nuestro departamento de Palermo, con el calor pegajoso de Buenos Aires envolviéndonos como una manta invisible, cuando Norma decidió salir a la terraza como de costumbre. Llevábamos meses en esa rutina: ella colgaba la ropa lavada en el tendero al aire libre, o se recostaba en la reposera a tomar sol, su piel blanca brillando bajo los rayos, mientras yo me quedaba adentro trabajando o viendo tele. Pero últimamente, algo me impulsaba a acompañarla. Quizás era el deseo de pasar más tiempo con ella, o tal vez un instinto protector que no podía explicar. Norma, con su figura voluptuosa –tetas grandes y firmes que se marcaban bajo cualquier tela, caderas anchas que se balanceaban al caminar, y un culo redondo que me volvía loco cada vez que la veía agacharse–, siempre atraía miradas, y en la terraza, expuesta al mundo, me ponía un poco celoso, aunque también excitado. “Amor, ¿venís conmigo? Hace calor, pero el viento de la terraza refresca”, me dijo ella esa tarde, vestida con un vestido blanco corto que se ceñía a sus muslos gruesos y que dejaba ver el encaje negro de su corpiño cuando se movía. Yo asentí, dejando el laptop: “Dale, voy. Me gusta verte en acción, colgando la ropa como una diosa doméstica”. Ella rio, mordiéndose el labio: “¿Diosa? Boludo, si soy yo nomás, pero si te pone verme, vení y mirame bien de cerca”.
Salimos a la terraza, un balcón amplio con vista a la calle y al edificio de enfrente, un bloque de departamentos viejos con ventanas grandes y cortinas que se movían con la brisa. Norma cargaba la canasta de ropa húmeda –camisetas mías, sus vestidos, y un montón de lencería que siempre me calentaba imaginarla poniéndose–, y empezó a colgarla en el tendero, estirándose para alcanzar los ganchos altos, su vestido subiéndose y dejando ver la curva de sus nalgas y el comienzo de su culo asomando por el short. Yo me senté en una silla, bebiendo una cerveza fría, observándola con ojos hambrientos. “Amor, con ese vestido vas a matar a alguien de un infarto”, le dije pícaro, sintiendo mi pija removerse en los pantalones. Ella giró, guiñándome: “¿A vos? O a los vecinos. Imaginate si alguien nos ve desde enfrente… ¿te pondría celoso o te excitaría?”. El debate interno volvió: celos, sí, pero el morbo de imaginarla expuesta me endurecía más. “Un poco de los dos… pero seguí, me encanta verte”.
Mientras ella colgaba una camiseta, vi algo en el edificio de enfrente: en una ventana del tercer piso, la cortina se corrió ligeramente, y un reflejo brilló, como el destello de un lente de cámara, un teleobjetivo quizás. Parpadeé, pensando que era mi imaginación, pero el corazón me latió fuerte. “Norma… mirá disimuladamente al edificio de enfrente, tercer piso, segunda ventana de la izquierda. Creo que hay alguien mirando”, le susurré, intentando no alarmarla. Ella se estiró más, como si colgara otra prenda, y miró de reojo: “¿En serio? No veo nada… ¿celoso de un fantasma?”. Pero el reflejo volvió, sutil, y yo sentí un cosquilleo mixto: ira por la invasión, pero también excitación al imaginar que alguien la deseaba tanto como yo. Esa noche, en la cama, mientras la cogía despacio, sus tetas rebotando contra mi pecho, le susurré al oído: “Hoy en la terraza… creo que te estaban filmando, amor. Me pone celoso, pero también duro pensarlo”. Ella gemió, cabalgándome más fuerte: “¿Sí? ¿Y si es verdad? ¿Me dejarías posar para ellos?”. El morbo ganó, y exploté dentro de ella, mucho semen caliente la inundó.
Al día siguiente, la misma rutina: Norma salió a la terraza con la canasta, esta vez llena de su ropa interior –tangas de encaje rojo, corpiños traslúcidos que apenas contenían sus tetas, bombachas diminutas que se pegaban a su concha cuando estaba mojada– con un short de jean y una remera blanca. Yo la seguí, sentándome con una cerveza, el corazón acelerado. “Amor, hoy colgá despacio… quiero verte bien”, le dije, pero en realidad vigilaba la ventana. Y ahí estaba: la cortina se corrió, el reflejo del lente brilló claro como el día. “Norma… está pasando de nuevo. Alguien te está mirando, fotografiando o filmando. Mirá el reflejo, como de una cámara profesional”, le susurré, mi voz ronca, la pija endureciéndose pese a los celos iniciales. Ella se detuvo, con una tanga en la mano, y miró disimuladamente: “¿En serio? No seas boludo… ¿te pusiste celoso?”. Yo tragué saliva: “Un poco… pero mirá cómo me pone. Imaginate que te ven colgando tu lencería, tu culo asomando”. Ella mordió su labio, un brillo pícaro en los ojos: “¿Y si les doy un show? ¿Te excitaría verme exhibiéndome para un desconocido, amor?”.
El debate interno explotó: celos rugiendo, imaginando manos ajenas en su cuerpo, pero la excitación era abrumadora, mi pija dura como piedra. “Sí… hacelo, amor. Mostrales lo que es tuyo, pero mío”. Norma sonrió, y empezó el juego. Se agachó despacio para tomar otra prenda de la canasta, sin flexionar las rodillas, sus piernas rectas, el short subiéndose por sus muslos gruesos, apuntando su culo redondo y firme directamente a la ventana del edificio de enfrente. El jean se tensó contra sus nalgas, dejando ver el borde de su tanga negra asomando, su espalda arqueada en una pose teatral que hacía que sus tetas colgaban pesadas bajo la remera. “¿Así, amor? ¿Crees que me están viendo el culo? Imaginate el zoom en mi tanga…”, susurró ella, girando la cabeza para mirarme con ojos lujuriosos. Yo jadeé, masturbándome sutilmente por encima de los pantalones: “Sí, amor… se ve todo, tu culo perfecto apuntando a ellos. Agachate más, mostrales lo que se pierden”. Ella obedeció, bajando más, sus manos rozando el suelo, el short subiéndose hasta que la mitad de sus nalgas quedó expuesta, la tela del jean frotando contra su concha que ya humedecía, visiblemente excitada.
Luego, se enderezó lento, como una bailarina erótica, y empezó a acariciarse teatralmente: sus manos subieron por sus muslos, rozando la piel blanca, subiendo hasta el borde del short, metiendo los dedos por debajo para ajustar la tanga, un gesto que hizo que sus jugos resbalaran. “¿Te gusta esto, amor? Imaginate que el fotógrafo está zoomando en mis manos… tocándome para él”, dijo ella ronca, sus dedos trazando círculos en su vientre plano, subiendo hasta rozar el bajo de sus tetas. Yo gemí: “Me pone loco, Norma… acariciate más, mostrales tus curvas. ¿Sentís la concha mojada pensando en que te filman?”. Ella asintió, mordiéndose el labio: “Sí… mojada para vos y para ellos. Mirá esto”.
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Con un movimiento fluido, se quitó la remera por la cabeza, dejándola caer al suelo, quedando en un corpiño traslúcido de encaje negro que apenas contenía sus tetas grandes y firmes, los pezones rosados endurecidos marcándose a través de la tela fina, visibles como invitaciones obscenas. El sol besaba su piel, haciendo que brillara de sudor sutil, sus curvas expuestas al viento y a la ventana enfrente.
Empezó a colgar su lencería con deliberada lentitud: tomó una tanga roja de encaje, la estiró entre sus manos, rozándola contra su vientre antes de colgarla, luego un corpiño a juego, presionándolo contra sus tetas propias, frotándolo contra sus pezones endurecidos. “¿Crees que me están filmando ahora, amor? Colgando mis tangas con las tetas casi al aire… imaginate el zoom en mis pezones, duros para ellos”, susurró ella, arqueando la espalda para que sus tetas rebotaran ligeramente, el corpiño traslúcido dejando ver todo. Yo jadeé, mi pija dura presionando los pantalones: “Sí… les estás dando un show inolvidable. Acariciate las tetas, amor… mostrales cómo te toco yo”. Ella obedeció, sus manos subiendo para masajear sus tetas por encima del encaje, pellizcando los pezones, gimiendo bajito: “Así… como vos me chupás, amor. ¿Te excita que me vean? ¿Querés que me quite el corpiño también?”. El aire se cargaba de tensión, el reflejo en la ventana brillando más intenso, como si el observador ajustara el foco, y yo sentí el morbo total: “Sí… pero no aún, dejales querer más”. Norma rio ronca, agachándose de nuevo sin flexionar rodillas para tomar otra tanga, su culo apuntando directo, el short bajándose un poco, exponiendo la raya entre sus nalgas, sus jugos resbalando por sus muslos internos.
“Amor… creo que se movió la cortina de nuevo. Están grabando todo esto”, le susurré, acercándome para rozar su espalda, mi mano bajando a su culo, apretándolo suave. Ella se enderezó, presionando su cuerpo contra el mío, su culo frotándose contra mi pija dura: “¿Y si les doy más? ¿Me ayudás a colgar el resto, o preferís que siga sola, exhibiéndome?”. El sol caía, la terraza se calentaba más, y el reflejo persistía, dejando el aire cargado de posibilidades…
Al día siguiente, el sol de Buenos Aires pegaba con más fuerza aún, un calor asfixiante que hacía que el aire vibrara como en un sueño febril, y Norma decidió lavar más ropa solo para tener excusa de salir a la terraza. Yo la vi en la cocina, moviéndose con esa gracia felina que siempre me pone la pija dura, cargando la lavadora con prendas que parecían elegidas a propósito: más tangas de encaje, corpiños traslúcidos, shorts diminutos y vestidos ligeros que se pegaban a su piel sudorosa. El debate interno me carcomía de nuevo: celos por el vecino que la había espiado ayer, imaginando su lente capturando cada curva de su culo, pero al mismo tiempo, una excitación cruda que me endurecía solo de pensar en repetir el show. ¿Por qué me ponía tanto verla expuesta? ¿Era el morbo de compartirla, o el poder de saber que al final era mía? “Amor, hoy voy con algo más fresco… mirá este vestido blanco que encontré en el armario. ¿Te gusta?”, me dijo ella, girando frente a mí en la cocina. El vestido era una tentación pura: falda amplia hasta media pierna, pero tan suelta que se inflaba con cualquier brisa, escote cruzado pronunciado que dejaba ver el valle profundo entre sus tetas grandes y firmes, y sin corpiño debajo, los pezones rosados marcándose sutilmente contra la tela fina y casi traslúcida. “Boluda… sin corpiño? Vas a matar a medio barrio. Me pone un poco celoso, sí, pero me excita verte así, como una diosa lista para el sol… y para quien la mire”, respondí, acercándome para rozar su escote con los dedos, sintiendo sus pezones endurecerse al toque. Ella rió ronca: “¿Y si el vecino de ayer vuelve? ¿Me dejarías posar para él otra vez? Ayer me mojé tanto pensando en que me filmaban…”. El morbo ganó: “Sí, amor… hagámoslo. Llevemos helados, hace mucho calor y tengo ganas”.
Fantasias



Fui y compré un par de helados tipo cucurucho de crema en el kiosco de abajo –esos grandes, con crema blanca y espesa que se derretía rápido bajo el sol–, y subimos a la terraza. Norma cargaba la canasta de ropa húmeda, el vestido blanco flotando alrededor de sus muslos firmes con cada paso, el escote abriéndose lo suficiente para insinuar sus tetas rebotando libres. Yo la seguía, la pija ya semi-dura en los shorts, bebiendo de la cerveza que traía para calmar los nervios. “Amor, sentate y mirá… voy a colgar despacio, como ayer. ¿Crees que el vecino estará ahí?”, preguntó ella, lamiendo ya su helado con la lengua, un gesto inocente pero cargado de insinuación, la crema blanca resbalando por la comisura de su boca. Yo me senté en la silla, escaneando el edificio de enfrente: “No sé… pero si aparece, dale show. Me pone celoso, pero más caliente. Lamé ese helado como si fuera mi pija”. Ella me guiñó:un ojo “¿Así? Mirá…”. Sacó la lengua, lamiendo el cucurucho en círculos lentos, succionando la punta donde la crema se derretía, gimiendo bajito: “Mmm… rico y cremoso, amor. Imaginate si el vecino me ve chupando así…”.
Empezó a colgar la ropa, estirándose para los ganchos altos, el vestido subiéndose por sus muslos, el escote profundizándose y dejando ver casi todo el valle de sus tetas, los pezones endurecidos marcándose contra la tela blanca. Y entonces lo vi: la cortina en la ventana del tercer piso se corrió, el reflejo del teleobjetivo brillando como un ojo hambriento. “Norma… está ahí. El vecino, con la cámara. Te está mirando, filmando probablemente. ¿Lo sentís? Ese cosquilleo de ser observada”, le susurré, mi voz ronca, la pija ahora dura presionando los shorts. Ella miró de reojo, mordiéndose el labio: “¿En serio? Ay… me moja más. ¿Estás muy celoso, amor o querés que le dé más para ver?”. Yo tragué saliva, los celos pinchando pero el placer aplastándolos: “Dales más… agachate como ayer, mostrales tu culo. Me excita ver como te exhibía”.
Norma sonrió pícaramente y empezó el ritual: se agachó despacio para tomar una tanga húmeda de la canasta, sin flexionar las rodillas, piernas rectas y separadas ligeramente, apuntando su culo directo a la ventana del vecino. El vestido blanco, amplio y suelto, se tensó al principio contra sus nalgas redondas, pero entonces vino una ráfaga de viento cálido, levantando la falda como una ola, exponiendo sus muslos gruesos y su tanga blanca bien metida entre las nalgas, el encaje transparente pegándose a los labios hinchados de su concha, visiblemente húmeda. “Uy… el viento me traicionó, amor. ¿Crees que me vieron la tanga? Toda metida en mi culo… imaginate el zoom en mis nalgas, en mi concha mojada”, dijo ella riendo ronca, manteniendo la pose, balanceando las caderas sutilmente para que la falda flotara más, el viento jugando a su favor, levantándola de nuevo y mostrando todo: el hilo de la tanga desapareciendo entre sus cachetes firmes, sus jugos resbalando por los muslos internos. Yo jadeé, masturbándome por encima de los shorts: “Sí… te ven todo, amor. Agachate más, separá las piernas… decime si te excita que te filmen así, expuesta”. Ella obedeció, bajando más, las manos en el suelo, el culo elevado, la tanga blanca traslúcida dejando ver los contornos de los labios de su concha hinchada: “Me excita tanto, amor… siento la concha palpitar, mojada para el vecino y para vos. Ella se enderezó lento, el vestido cayendo pero no antes de que diera un último balanceo, y luego me miró: “Dame tu helado, amor… el mío se derritió un poco”. Le pasé el cucurucho, la crema blanca ya blanda y goteando, y ella empezó a lamerlo teatralmente, como si estuviera mamando una pija: la lengua rodeando la punta en espirales lentas, succionando con los labios estirados, gimiendo exagerado: “Mmm… tan cremoso, amor. Imaginate que es tu pija… o la del vecino. ¿Te gusta verme chupando así? Lamiendo y chupando, dejando que la crema resbale por mi pera…”. Yo gemí: “Sí… lamelo más, amor. Chupalo profundo, como si me mamaras a mí mientras te filman. Me pone loco verte bien puta para la cámara”. Ella succionó más fuerte, la crema derretida goteando, y una gota cayó justo en su escote pronunciado, resbalando entre sus tetas grandes y firmes, marcando la tela blanca.
Ella rio, pasando la mano por el escote para quitarla, metiendo los dedos entre sus tetas, sacando la crema y lamiéndola de sus dedos con la lengua: “Uy… se me cayó crema aquí. Mirá, amor… tan pegajosa, como semen. ¿Crees que el vecino zoom en mis tetas? Lamerla de mis dedos… mmm, rico”. Yo jadeé: “Sí… lamela toda, mostrales cómo chupás. Dejales caer más”. Y como si el destino conspirara, otra gota de crema derretida cayó, resbalando por el valle de sus tetas, y ella, riendo ronca, se inclinó hacia adelante, sacando parte de su teta derecha del escote cruzado –el pezón rosado endurecido asomando, brillando al sol–, y lamió la crema directamente de su piel, la lengua trazando el camino pegajoso, succionando su propio pezón por un segundo: “Así… lamiendo la crema de mi teta. ¿Me verán amor? Mi pezón duro para la cámara… imaginate si se me escapa toda la teta”. El viento levantó la falda de nuevo, exponiendo su tanga por el frente, mientras ella lamía, sus tetas rebotando con el movimiento de su respiración, el corpiño ausente dejando todo casi visible. Yo me acerqué, rozando su culo: “Sí… mostrales más, amor. Lame tu teta de nuevo, dejales ver cómo te chupás para ellos”. El reflejo en la ventana brillaba intenso, el aire cargado de tensión, y Norma arqueó la espalda, lamiendo otra gota imaginaria, su mano apretando su teta, el pezón asomando más, dejando el final abierto para lo que vendría…
Al día siguiente, el cielo de Buenos Aires se había nublado de golpe, como si el destino jugara en contra nuestra, descargando una lluvia torrencial que golpeaba los vidrios del departamento como dedos impacientes. Norma y yo nos despertamos con el ruido, el aire húmedo filtrándose por las rendijas, y miramos por la ventana con decepción. La terraza estaba inundada, charcos reflejando el gris del cielo, imposible salir a colgar ropa o a tomar sol sin empaparnos. “Boludo… justo hoy que quería repetir el show. Me había excitado tanto pensando en el vecino filmándome… ¿y si está mirando igual, esperando?”, dijo Norma, aún en la cama, su cuerpo desnudo envuelto en las sábanas revueltas de la noche anterior, sus tetas grandes y firmes asomando tentadoras, los pezones rosados endurecidos por el fresco de la lluvia.
exhibicionista


miron



Yo la abracé por detrás, mi pija ya semi-dura presionando contra su culo redondo: “Sí, amor… me decepciona también. Ayer fue tan caliente verte agachada, la pollera levantada por el viento, mostrando tu tanga metida entre las nalgas… y lamiendo esa crema de tus tetas como una puta para la cámara. Los celos me mataban al principio, pero ahora solo quiero más”. Ella se giró, mordiéndose el labio, su mano bajando a mi pija para masturbarme lento: “¿Celoso todavía o te excita imaginar que el mirón está masturbándose con las fotos de ayer? Vamos al living… si no podemos en la terraza, hagámoslo adentro, pero pensando en él”.
Nos levantamos, aún desnudos, y fuimos al living, el sonido de la lluvia amortiguando todo como un velo secreto. Norma se recostó en el sillón amplio de cuero, sus piernas abriéndose invitadoras, su concha depilada ya reluciendo de humedad, los labios hinchados rosados pidiendo atención. Yo me arrodillé frente a ella, besando sus muslos internos, lamiendo el sudor salado mezclado con sus jugos que ya resbalaban: “Amor… estás tan mojada. Imaginate que el vecino nos ve por la ventana, filmando cómo te como la concha”. Ella jadeó, sus manos enredándose en mi pelo: “Sí… lameme despacio, como si fuera su lengua. Ayer me mojé tanto mostrándole el culo… cogeme con la lengua, amor, haceme gemir para él”. Mi lengua trazó sus labios mayores, saboreando su dulzor agrio, rodeando el clítoris en círculos lentos, succionándolo suave mientras insertaba dos dedos en su concha apretada, bombeando suavemente, sintiendo sus paredes contrayéndose. “Dios… sí, metelos más profundo… imaginate que es su pija estirándome mientras vos mirás”, gemió ella, arqueando la espalda, sus tetas rebotando con cada jadeo.
No pude resistir más: me posicioné entre sus piernas, mi pija dura rozando su entrada, le pasé el glande por sus labios exteriores, refregándolo contra su clítoris , empujando, entrando despacio, centímetro a centímetro, sintiendo su calor envolviéndome como un guante húmedo. “Sí, amor… cogeme lento al principio, metela toda adentro… como si el mirón estuviera aquí, mirándonos”, jadeó ella, sus uñas clavándose en mi espalda mientras embestía pausado, saliendo casi por completo para hundirme profundo, mis bolas rozando su culo. “Estás tan apretada, Norma… decime si te excita pensar en su cámara haciendo zoom en tu concha mientras te penetro”, gruñí, acelerando sutilmente, el slap húmedo de piel contra piel mezclándose con la lluvia afuera. Ella gemió alto: “Me excita tanto… cogeme más fuerte, amor… imaginate que él se pajea viéndonos, queriendo unirse”. El ritmo se volvió más intenso, mis embestidas profundas golpeando su punto G, sus jugos salpicando mis muslos, sus tetas rebotando hipnóticas contra mi pecho.
En ese momento, Norma se estiró hacia el costado del sillón, alcanzando algo escondido detrás de un almohadón: un dildo que había comprado de sorpresa, grueso y venoso, transparente, de silicona realista, con una cabeza bulbosa y bolas en la base. “Mirá esto, amor… lo compré ayer pensando en nuestro juego. Es como la pija del mirón… mientras me cogés, voy a chuparlo como si fuera la suya”, dijo ella ronca, lamiendo la punta del dildo con la lengua, succionando lento mientras yo seguía embistiendo.
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“Amor… qué puta sos. Chupalo profundo, imaginate que es él, cogiéndote la boca mientras yo te lleno la concha”, gemí, excitado al máximo, mis embestidas volviéndose más duras, sintiendo su concha palpitar alrededor de mi pija. Ella succionó el dildo con avidez, sus labios estirándose alrededor, su saliva resbalando por el tronco, los gemidos resonaban en el living: “Sí… mmm, tan grande…Glug…como la tuya…Glug…amor… imaginate la verga del mirón en mi boca mientras vos me cogés… metela más, haceme acabar…ahhh…Glug…Glug…con los dos”. Yo aceleré, mis bolas contra su culo con cada embestida, sus tetas rebotando salvajes, el dildo entrando y saliendo de su boca como una pija real.
Pero en pleno éxtasis, el timbre de la casa sonó insistentemente, un ding-dong repetido que cortó el aire como un cuchillo. Norma jadeó, sacando el dildo de su boca con un pop húmedo: “No te puedo creer boludo… ¿quién será? Justo ahora…”. Yo me detuve a mitad de empuje, mi pija aún palpitando dentro de ella, el sudor resbalando por mi espalda: “Mierda… ignóralo, amor. Seguimos”. Pero el timbre insistió, ding-dong, ding-dong, como si quien estuviera afuera supiera que interrumpía algo. Norma me empujó suave, jadeando: “No… andá a ver, capaz es importante. Me quedo acá, mojada y lista para seguir”. Salí de ella con un gemido frustrado, mi pija dura y reluciente de sus jugos, me vestí como pude: shorts arrugados, remera al revés y fui hacia la puerta.
El timbre insistía como un pulso acelerado, ding-dong, ding-dong, rompiendo el aire cargado de sexo y lluvia que llenaba el departamento. Yo maldije por lo bajo, ajustándome los shorts arrugados sobre mi pija aún semi-dura y reluciente de los jugos de Norma, el sudor pegajoso en mi pecho bajo la remera al revés. “Ya voy, boludo… ¿quién carajo será en medio de esta tormenta?”, gruñí, caminando hacia la puerta con el corazón latiendo fuerte, una mezcla de frustración y curiosidad. Norma se rió desde el living, envuelta en la manta ligera que apenas cubría sus curvas voluptuosas, sus tetas grandes y firmes presionando contra la tela, lamiendo lentamente el dildo aún en su mano como un trofeo secreto: “Apurate, amor… si es un vendedor, echalo rápido y volvemos a lo nuestro. O si es el mirón… imaginate la cara que pone al verte así, oliendo a sexo”.
Abrí la puerta con un tirón, el viento húmedo de la lluvia colándose adentro, y allí estaba: un hombre de unos 30 y algo de años, alto y atlético, con pelo negro mojado por la tormenta pegándose a su frente, ojos oscuros penetrantes que me recorrieron de arriba abajo con una intensidad que me erizó la piel. Vestía una camisa negra empapada que se ceñía a su torso musculoso, jeans ajustados marcando una erección sutil –o eso imaginé–, y en una mano sostenía una cámara profesional con teleobjetivo, el lente aún brillando como si acabara de usarlo; en la otra, una tanga roja de encaje –una de las de Norma, reconocí al instante, la que había colgado ayer en la terraza–. “Hola… soy Manuel, del edificio de enfrente, tercer piso. Vi que se voló esta prenda de tu tendero con el viento de ayer… la encontré en mi balcón esta mañana. Pensé en traerla antes de que la lluvia la arruine más”, dijo con voz grave y calmada, un acento porteño suave que ocultaba algo más, sus ojos desviándose un segundo hacia el interior del departamento, como si buscara algo…o a alguien. La excusa era obvia, pero creíble con la tormenta: el viento de ayer podía haber volado la tanga, pero la cámara en su mano gritaba la verdad. El debate interno volvió a encenderse por un segundo: celos rugiendo al ver la tanga en sus dedos, imaginando que la había olido o tocado, pero la excitación lo aplastó, este era el mirón, el que nos había filmado, y ahora estaba aquí, en carne y hueso.
Tragué saliva, mi pija removiendo de nuevo ante la posibilidad: “Eh… gracias, Manuel. Soy Marcelo. Pasá, no te quedes bajo la lluvia. Mi mujer, Norma, va a querer agradecerte personalmente”. Lo dejé entrar, cerrando la puerta detrás de él, suponiendo el peligro que conllevaba eso, una cosa era saber que la miraban o filmaban y otra era daré cuerpo, cara y nombre al mirón. Entró inundando la casa con el aroma a lluvia mezclándose con su perfume amaderado. Manuel entró al living, sus ojos clavándose en Norma, que se levantó del sillón envuelta en la manta, sus curvas insinuándose bajo la tela fina, el dildo aún en su mano derecha, oculto a medias pero visible si uno miraba bien.
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Ella sonrió pícaramente, su pelo revuelto cayendo sobre sus hombros, los pezones endurecidos marcándose contra la manta, un rubor de excitación en sus mejillas. “Hola, Manuel… soy Norma. Qué amable traer mi tanga… debe haber volado con el viento de ayer, ¿no? Aunque… amor, ¿no es el vecino del tercer piso? El de la ventana…”, dijo ella con voz ronca, acercándose despacio, la manta resbalando un poco por su hombro, exponiendo el comienzo del valle entre sus tetas grandes y firmes.
Manuel tragó saliva visiblemente, sus ojos devorándola, el bulto debajo de su jean denotaba su pija muy dura ya,la cámara aún en su mano como una extensión de su deseo: “Sí… vivo enfrente. Vi la tanga en mi balcón esta mañana, mojada por la lluvia. No quise que se perdiera… es linda, de encaje rojo. Imagino que te queda genial”. Su voz era sensual, un guiño sutil en sus palabras, y noté cómo su jean se tensaba aún más en la entrepierna, haciendo que se notara el contorno de su glande. Yo sentí un cosquilleo en las bolas, los celos pinchando pero el placer dominando: este tipo nos había espiado, filmado el show de ayer, y ahora estaba aquí, con la tanga en mano. “Sí… es una de mis favoritas. Gracias por traerla… y la cámara, ¿es tuya? Ayer en la terraza sentimos como si alguien nos mirara… ¿eras vos?”, preguntó Norma, sonriendo con picardía, poniendo un dedo en su boca –el índice, lamiéndolo sutilmente como si recordara el helado de ayer–, sus ojos clavados en los de Manuel, la manta resbalando un centímetro más, insinuando su pezón rosado.
Manuel rio suave, sin negar: “Tal vez… la vista desde mi ventana es interesante. Sobre todo cuando hay shows como el de ayer… agachándote, el viento levantando la falda, lamiendo esa crema de tus tetas. No pude resistir filmar…sacar unas fotos”. Yo jadeé, mi pija endureciéndose por completo: “¿En serio? ¿Nos filmaste? ¿ Te pajeaste viéndome?” Manuel tragó saliva y sin bajar la vista respondió: “ Sí, varias veces, la última con tu tanga envolviendo mi pija”. Norma me miró:” ¿Estás celoso, amor?” Yo mirándolos: “No, me excita. Mostrale el dildo, Norma”. Ella rió, levantando la mano con el dildo, girándolo juguetona: “Sí… justo estábamos jugando con esto, imaginando que eras vos. ¿Qué hacemos ahora?”. El aire se cargó de tensión, la lluvia golpeando afuera, Manuel acercándose un paso, la tanga aún en su mano, rozándola contra la manta de Norma, dejando el futuro abierto como una promesa electrizante…
Manuel se acercó aún más, su cuerpo alto y atlético emanando un calor palpable que se mezclaba con el aroma a lluvia fresca y deseo crudo, sus ojos oscuros clavados en los de Norma como si quisiera devorarla entera, centímetro a centímetro de su piel blanca reluciente. La tanga roja de encaje en su mano rozaba ahora con más insistencia contra la manta a la altura de su concha, los dedos fuertes y callosos presionando sutilmente, sintiendo el calor húmedo emanando de entre sus muslos, sus jugos ya resbalando por el interior de sus piernas desde la cogida interrumpida, haciendo que la tela de la manta se pegara a sus labios hinchados. “Sí… mirá cómo lo chupo, Manuel… imaginá que es tu pija gruesa y venosa,…Glug…en mi boca golosa…Glug…palpitando contra mi lengua mientras la succiono profundo…Glug…Glug…la saliva resbalando por el tronco hasta tus bolas pesadas…Glug…aggg…listas para derramarse en mi garganta”, murmuró Norma con voz ronca y entrecortada, lamiendo la punta del dildo con espirales tortuosas y lentas, su lengua plana presionando contra la silicona realista, succionando con los labios estirados hasta que un hilo de saliva se desprendió, goteando por su pera y cayendo en el valle profundo entre sus tetas grandes y firmes, que se hinchaban con cada respiración jadeante.
Nosotros y el vecino mirón


esposa



Yo me había movido atrás de ella y metí  la mano por dentro de la manta, acaricié su culo y ella arqueó su espalda para ofrecer su concha a mis caricias, gemí bajo, mi pija endureciéndose al máximo contra los shorts, el pre-semen humedeciendo la tela mientras mi mano seguía bajo la manta, los dedos curvados dentro de su concha apretada y resbaladiza, bombeando lento pero profundo, sintiendo sus paredes contrayéndose alrededor como un guante caliente y pulsante, sus jugos inundando mi palma con cada embestida de mis dedos. “Dale… chupalo más profundo, amor… imaginá que es la pija de Manuel estirándote la boca mientras yo te cojo con los dedos, preparándote para lo real. Manuel… tocála, sentila mojada por vos”, gruñí, mi voz ronca de lujuria, retirando mis dedos despacio para que gotearan jugos, exponiendo su concha hinchada bajo la manta que se abría cada vez más. Manuel jadeó, su erección presionando dolorosamente contra sus jeans empapados, dejando una mancha oscura de pre-semen visible, soltó la cámara en el sofá con un sonido sordo, su mano libre reemplazando la mía bajo la manta, sus dedos rozando sus labios mayores hinchados, separándolos suave mente para sentir la humedad viscosa de la vagina de mi esposa, insertando uno de sus dedos despacio en su calor palpitante. “Dios… estás tan mojada, Norma… tu concha aprieta mi dedo como si lo reclamara. Ayer en la terraza, viéndote agachada, el viento levantando tu pollera, mostrando esa tanga blanca hundida en tu culo perfecto, lamiendo crema de tus tetas… me pajee y acabé tanto imaginando esto, mi pija enterrada en vos mientras tu marido mira y se pajea”, confesó él, su voz grave vibrando en el aire, bombeando el dedo más profundo, curvándolo para rozar su punto G, haciendo que sus jugos salpicaran ligeramente. Yo lo miré y le respondí: “yo no miro, yo participo, vos sos el invitado, ella es mía y esto lo hacemos porque ambos queremos”
Norma arqueó la espalda con un gemido alto y gutural, sus tetas rebotando bajo la manta que resbalaba más, exponiendo un pezón rosado endurecido como una perla hinchada, brillante de saliva y sudor, mientras succionaba el dildo con más avidez, su garganta contrayéndose alrededor, lágrimas de placer rodando por sus mejillas. “Sí… meteme más dedos, Manuel… cogeme con ellos como si fuera tu pija gruesa estirándome, mientras chupo esta imitación de vos… amor, tocame las tetas, pellizcame los pezones mientras él me penetra… imaginate la cámara grabando todo, haciendo zoom en mi concha chorreando, en mi boca golosa tragando”, suplicó ella, su mano libre bajando para masajear sus tetas por encima de la manta, pellizcando sus pezones duros hasta que gotas de sudor resbalaron por su vientre plano. Yo obedecí, mis manos subiendo para apretar sus tetas grandes y firmes, rodando los pezones entre mis pulgares, sintiendo su piel caliente y pegajosa, mientras Manuel agregaba un segundo dedo, cogiéndola con ellos en movimientos rotatorios y profundos, el sonido húmedo y obsceno de sus jugos resonando en el living, mezclado con la lluvia torrencial afuera.
El placer se acumulaba como una tormenta interna, Norma convulsionando ligeramente con cada embestida de los dedos de Manuel, su concha palpitando alrededor, jugos inundando su mano, mientras chupaba el dildo con hambre voraz, imaginando la pija real de Manuel en su boca, mi propia erección frotándose contra su muslo, lista para unirse. “Sí… sentí cómo aprieta, Manuel… está lista para tu pija, para que la cojas mientras yo la penetro por atrás…”, gemí, mi aliento caliente en su cuello, mordisqueando su oreja mientras mis dedos tiraban de sus pezones, estirándolos hasta que gritó de éxtasis mezclado con dolor delicioso. Pasé mi mano a su culo y lo acaricié despacio. Manuel aceleró el ritmo, sus dedos curvándose para golpear su punto G con precisión cruel, su pulgar rozando su clítoris hinchado en círculos rápidos: “Dios… tu concha me traga los dedos, Norma… imaginate mi pija real estirándote, mis bolas golpeando tu culo mientras tus jugos me las salpican, tus tetas rebotando como locas”. Norma convulsionó más fuerte, al borde del orgasmo, el dildo saliendo de su boca con un pop húmedo: “Sí… cogeme más, los dos… metanme todo, haganme acabar para la cámara… ¿qué hacemos ahora? ¿Me quitás la manta y me cogés de verdad, Manuel, mientras la cámara graba?”. El aire crepitaba con posibilidad, la manta resbalando por completo, exponiendo su cuerpo desnudo y reluciente, tetas hinchadas, concha chorreando, dejando el futuro colgando como una explosión inminente de placer desatado…
Manuel jadeó audiblemente, su aliento caliente y entrecortado rozando el cuello expuesto de Norma como una caricia invisible pero abrasadora, enviando ondas de electricidad por su piel olivácea ya reluciente de sudor, mientras sus dedos gruesos y hábiles se hundían más profundo en su concha empapada y palpitante, bombeando con un ritmo deliberado y tortuoso que hacía que cada embestida se sintiera como una penetración prohibida, curvándolos para rozar y presionar las paredes internas resbaladizas y sensibles, sintiendo cómo sus jugos calientes y viscosos chorreaban profusamente por su muñeca, inundando todo con un sonido húmedo, chasqueante y obsceno que resonaba en el living como un eco de lujuria primal y descontrolada. La manta resbalaba cada vez más por sus hombros temblorosos, exponiendo sus tetas grandes y firmes que rebotaban con cada empuje violento de sus dedos, los pezones rosados endurecidos como perlas hinchadas y sensibles, brillando de sudor y saliva, un rastro pegajoso y brillante de su chupada voraz al dildo que aún sostenía en la mano, lamiéndolo distraídamente con la lengua plana y húmeda como si fuera una pija real palpitante y venosa, goteando pre-semen imaginario. “Dios… tu concha me traga los dedos con hambre, Norma… apretada, caliente y chorreante, mojada solo por pensar en mi pija gruesa y venosa estirándote al límite mientras te cogemos con tu marido…te imagino gozando como una puta insaciable, gritando por más”, gruñó Manuel, su voz grave y ronca vibrando contra su piel como un ronroneo animal, su otra mano soltando la tanga para apretar una de sus tetas con fuerza posesiva, pellizcando y torciendo el pezón con saña deliciosa hasta que ella arqueó la espalda en un arco perfecto de éxtasis y dolor mezclado, un gemido alto y gutural escapando de sus labios hinchados, sus jugos salpicando más profusamente como una fuente de placer desbordado. Mientras uno de mis dedos se metía suave y lentamente en su culo lubricado con sus propios jugos.
Norma convulsionó violentamente, sus caderas empujando contra los dedos de ambos con avidez salvaje, cogiéndolos como si fueran pijas reales, sus paredes internas contrayéndose espasmódicamente alrededor de ellos mientras lamía el dildo más profundo, su garganta contrayéndose y tragando alrededor de la silicona con vibraciones que enviaban ondas de placer por su cuerpo entero, lágrimas de placer puro rodando por sus mejillas blancas enrojecidas. “Sí… métanme los dedos más profundo… amor, tomá los otros juguetes que compré, el vibrador curvo y el plug anal con joya, quiero que Manuel me los mete brutalmente mientras vos me tocás las tetas, pellizcándome los pezones hasta que grite de placer mezclado con dolor”, suplicó ella, su voz ronca, entrecortada y desesperada, soltando el dildo por un segundo para besarme con hambre voraz, su lengua invadiendo mi boca como una serpiente lujuriosa, con sabor a silicona, saliva y excitación cruda y animal. Yo obedecí al instante, levantándome rápido del sofá, mi pija dura y venosa balanceándose al aire libre, pre-semen goteando líquido que quedó como un rastro de deseo incontrolable, y corrí al dormitorio para agarrar la caja secreta que Norma había escondido: un vibrador curvo de silicona rosa con múltiples velocidades intensas, diseñado para golpear y masajear el punto G con vibraciones que hacían temblar todo el cuerpo, y un plug anal de metal frío y pesado con una joya brillante en la base, perfecto para estirar su ano apretado y sensible mientras la cogíamos sin piedad.
Volví jadeando, el sudor resbalando por mi pecho musculoso, entregándoselos a Manuel con manos temblorosas: “Aquí… usalos en ella sin misericordia, Manuel. El vibrador en su concha chorreante mientras te chupa la pija, el plug en su culo para abrirla y prepararla para doble penetración… grabá cómo la llenamos con juguetes antes de destrozarla con nuestras pijas duras y palpitantes”. Manuel sonrió depredador, sus ojos brillando con lujuria salvaje, retirando sus dedos con un pop húmedo y chasqueante, lamiéndolos con avidez frente a nosotros como un animal hambriento, saboreando sus jugos agridulces y viscosos con gemidos guturales: “Norma… estás chorreando por mí como una fuente. Pero ahora, con estos… voy a hacerte gritar y convulsionar hasta que ruegues por nuestras pijas”. Apoyó y encendió la cámara con un clic seco, el lente enfocando su cuerpo expuesto y tembloroso, la manta cayendo por completo al suelo en un charco olvidado, dejando su figura voluptuosa al desnudo bajo la luz tenue filtrada por la lluvia: sus tetas hinchadas y rebotantes con cada jadeo desesperado, su concha depilada reluciendo de jugos como una invitación chorreante, los labios mayores hinchados y rosados, abiertos y palpitantes como una flor en celo, su culo redondo y firme temblando con anticipación lasciva. “Sí… quiero todo sin piedad, Manuel… Hacé zoom en mi concha chorreando como una puta, en mis tetas listas para ser mordidas y chupadas hasta gritar de placer… amor, cogeme primero con el vibrador mientras él me mete el plug en el culo, llénenme los agujeros con juguetes antes de sus pijas”, ordenó Norma, recostándose en el sofá con las piernas abriéndose invitadoras y obscenas, los jugos resbalando por su ano hasta el cuero, dejando un rastro pegajoso y brillante.
Fantasias



Yo me posicioné entre sus muslos en misionero, encendiendo el vibrador en la velocidad más baja al principio, rozando la punta curva contra sus labios hinchados y sensibles antes de insertarlo despacio, centímetro a centímetro de agonizante placer, sintiendo las vibraciones reverberar a través de su concha caliente, resbaladiza y contrayéndose, sus paredes internas masajeando el juguete como si lo reclamaran. “Sí, amor… metelo lento al principio, siento las vibraciones zumbando en mi concha… qué rico zumba contra mi punto G, cogeme con él como si fuera tu pija dura y venosa… Manuel, dame tu pija en la boca y meteme el plug en el ano sin lubricante extra, quiero sentir el metal frío estirándome mientras grito”, jadeó ella, sus uñas clavándose en mi espalda con fuerza, dejando surcos rojos mientras yo empezaba a bombear el vibrador con un ritmo pausado pero creciente, saliendo casi por completo para hundirlo profundo y violento, golpeando su punto G con cada embestida vibrante, sus jugos salpicando mis manos y muslos como una lluvia interna de placer. “Estás tan mojada y abierta, amor… decime cómo se siente el vibrador comparado con mis dedos…”, gruñí, acelerando gradual, el zumbido intensificándose hasta que su cuerpo entero tembló. Manuel se arrodilló al lado de su cabeza, ofreciéndole su pija gruesa y venosa, que ella tomó con avidez animal, lamiendo la cabeza hinchada en círculos voraces, succionando con los labios estirados y húmedos, bajando despacio hasta que la mitad entró en su garganta cálida y contrayéndose, sus gemidos vibrando alrededor de su glande mientras lubricaba el plug con sus jugos chorreantes, presionándolo contra su ano apretado, entrando despacio el metal frío e implacable, estirando el anillo hasta que la joya quedó presionada contra sus nalgas temblorosas, el frío contrastando con su calor infernal. “Chupame la pija con hambre, Norma… tomala toda hasta la garganta mientras el vibrador te coge la concha y el plug te abre el culo como una puta lista para doble, triple penetración… sí, aprieta alrededor del metal frío, preparándote para mi pija real que te destrozará”, gruñó Manuel, gozando de su boca, de su lengua, su mano libre ajustando la cámara para grabar el acercamiento : “Zoom en tu culo goloso tragando el plug como una hambrienta, en tus tetas rebotando con las vibraciones salvajes, en tu concha chorreando jugos por el vibrador”.
El ritmo se mantuvo lento al principio para torturarla, cada entrada del vibrador sincronizándose con los movimientos de su boca en la pija de Manuel, sus tetas rebotando hipnóticas y salvajes, y yo subí la velocidad del vibrador a máxima, el zumbido intensificándose como un motor de placer descontrolado, haciendo que sus paredes internas palpitaran salvajes y convulsivas, sus jugos salpicando todo como una fuente desbordada. “Sí, acelera el vibrador al máximo, amor… Glug…Glug… más fuerte con él, haz que zumbe contra mi punto G hasta que explote… Glug…Glug…Manuel, meteme el plug más profundo, giralo en mi culo…ahhh… para que roce el vibrador por dentro mío… grabá cómo me corro con los juguetes y tu pija en la boca…aggg…Glug…Glug…mi cuerpo temblando como una puta en celo”, suplicó ella, su mano libre bajando para masajear su clítoris hinchado en círculos rápidos y desesperados. Aceleré, el vibrador golpeando su punto G con precisión cruel y vibrante, el plug girando en su ano con la mano de Manuel, añadiendo fricción eléctrica y fría que la hacía temblar violentamente, y con la otra pellizcó su culo, dejando marcas rojas y ardientes antes de azotarlo suave pero firme, el slap resonando. “Sí… giralo más, Manuel… siento el frío del metal rozando el vibrador adentro, follándome los dos agujeros con juguetes… amor, pellizcame los pezones mientras acelera el vibrador, hazme gritar de placer”, jadeó ella cuando saqué el vibrador por un momento para que respirara, lo cambié por el dildo transparente y Manuel profundizó el plug, el ritmo volviéndose intenso y salvaje, sus bolas golpeando contra su mejilla con cada empuje hasta que Norma convulsionó en un clímax masivo y destructivo, sus paredes y ano contrayéndose alrededor del dildo y el plug, jugos salpicando todo como una explosión, gritando alrededor de la pija de Manuel: “Me corro… sí, con los juguetes destrozándome adentro, chorreando para ustedes… grabalo todo, mi cuerpo convulsionando como una puta rota”.
Cambiamos a perrito para intensificar la tortura erótica con más juguetes: Norma se puso en cuatro patas sobre el sofá, su culo redondo y firme elevado como una ofrenda lasciva, tetas colgando pesadas y tentadoras, los pezones rozando el cuero frío con cada jadeo desesperado. Manuel se posicionó detrás primero, quitando el plug con un pop húmedo y chasqueante que la hizo gemir de vacío temporal, reemplazándolo con el vibrador en su ano, encendiéndolo en máxima velocidad para que zumbara profundo y salvaje en su culo, las vibraciones reverberando a través de su cuerpo entero como ondas eléctricas, mientras rozaba su pija gruesa contra sus labios húmedos y hinchados, lubricándola con sus jugos chorreantes antes de entrar despacio, centímetro a centímetro de agonizante placer, sintiendo las vibraciones del juguete a través de la delgada pared interior, estirándola con un gruñido animal. “Qué vista infernal… tu culo temblando con el vibrador zumbando adentro como un motor descontrolado… decime cómo se siente mi pija gruesa entrando en tu concha mientras el vibrador te coge el culo, Norma, apretando y vibrando contra mí”, gruñó él, empezando con embestidas lentas pero profundas y brutales, saliendo casi por completo para hundirse con fuerza, sus manos en sus caderas guiándola contra él, el slap…slap…rítmico y salvaje de piel contra piel construyéndose gradualmente, sus bolas golpeando contra sus muslos sudorosos. “Me estira tanto, Manuel… el vibrador zumbando en mi culo mientras me cogés como un martillo… sí, metela toda, haceme rebotar el culo contra vos con cada empuje violento… amor, dame tu pija en la boca y el dildo en la mano para chuparlo como otra pija, y pellízcame las tetas o algo, llename por completo”, suplicó ella, su voz ronca y quebrada por el placer.
Yo me arrodillé frente a ella, mi pija en su boca, y ella chupó con avidez voraz, su cabeza moviéndose al ritmo de las embestidas de Manuel, que aceleraban sutilmente pero con fuerza brutal, volviéndose más firmes y profundos, su pija golpeando ángulos nuevos y sensibles que la hacían gemir alrededor de mí, enviando ondas de placer por mi eje. “Chupame profundo y salvaje, amor… mientras él te coge… decime si querés el dildo en tu boca también”, le dije, entregándole el dildo que ella alternaba con mi pija, lamiendo y succionando uno y luego el otro, su saliva chorreando por su barbilla y sus tetas, el zumbido del vibrador en su ano amplificando todo. Manuel deslizó una mano bajo ella, frotando su clítoris hinchado en círculos rápidos y crueles mientras embestía con furia, añadiendo fricción eléctrica que la hacía temblar violentamente, y con la otra palmeó su culo, dejando marcas rojas y ardientes. “Sí… metémela más profundo, Manuel… siento tu pija y el vibrador rozándose adentro, cogiéndome como una puta doblemente penetrada… amor, cogeme la boca más fuerte, grabá cómo me llenan con pijas, dildo y vibrador zumbando en mi culo”, jadeó ella cuando saqué mi pija por un momento para que respirara, y Manuel profundizó, el ritmo volviéndose intenso y animal, sus bolas golpeando contra sus muslos con cada embestida hasta que Norma convulsionó en otro clímax, sus paredes y ano contrayéndose alrededor de su pija y el vibrador, jugos inundando todo como una cascada lasciva: “Me corro otra vez… sí, con el vibrador zumbando en mi culo como un terremoto y tu pija destrozándome la concha… grabalo todo….ahhhhh”.
Cambié con Manuel: ahora yo detrás en perrito, quitando el vibrador de su ano con un pop chasqueante que la hizo gritar de vacío temporal, reemplazándolo con el plug de metal frío y joyado, insertándolo despacio para que el contraste térmico la hiciera convulsionar, el metal pesado estirando su ano mientras entraba mi pija en su concha con un envión lento pero brutal, sintiendo el plug rozándome a través de la delgada pared como un masaje prohibido. “Estás tan llena y abierta para mí, amor… el plug frío en tu ano mientras te cojo por la concha…”, gemí, embistiendo profundo y con fuerza, mis manos explorando su espalda sudorosa y pegajosa mientras mis bolas rozaban su clítoris hinchado y sensible. “Me abre diferente, amor… el frío del plug contrastando con tu pija caliente… cogeme fuerte y salvaje, haceme palpitar alrededor de tu pija y el plug… Manuel, dame tu pija en la boca y el vibrador en la mano para chuparlo como otra pija…y meteme el dildo entre las tetas o frótalo contra mis pezones…sí….aggg…Glug…así…Glug…”, respondió ella, su voz quebrada por el placer. Manuel ya le cogía la boca despacio pero profundo, sus manos en su pelo tirando con saña para guiarla, y ella chupaba el vibrador zumbante alternando con su pija, el zumbido vibrando en su garganta y tetas.
exhibicionista



“Sí… chupame mientras el plug te estira el ano como un castigo delicioso y Marcelo te penetra la concha con furia…me encanta cómo tragas dos pijas y con un juguete por tus tetas”. Yo aceleré, el slap…slap…slap… constante, resonante, hipnótico llenaba el lugar y Norma convulsionó en otro orgasmo, contrayéndose alrededor de mí y el plug: “Sí…otra ves estoy acabando…con el plug frío y tu pija caliente… más los consoladores…ahhh…y la verga de Manuel… destrócenme con todo”.
Para el gran final, pasamos a que me cabalgara en reverso con doble penetración y todos los juguetes.
miron



Yo me recosté en el sofá, Norma montándose sobre mí de espaldas, su culo bajando despacio y tortuosamente sobre mi pija, tragándola entera con movimientos circulares lascivos, sus caderas rotando para masajear cada vena hinchada con sus paredes internas palpitantes. “Dios… te siento tan profundo y grueso, amor…, cogeme desde abajo con furia… Manuel, metela en mi concha con el vibrador al lado, estirame con tu pija y el vibrador a la vez, y dame el dildo para chuparlo mientras”, jadeó ella, con sus manos en mis caderas guiándome mientras subía y bajaba con ritmo pausado pero creciente, sus tetas rebotando hipnóticas y salvajes aunque no las viera, sus pezones frotándose contra el pecho del vecino. “Estás tan llena y chorreante, amor… ¿querés sentir mi pija y la del mirón dentro tuyo, querés sentir como vibra el juguete dentro tuyo a la vez?… acelera Manuel, hagámosla gritar con todo”, gemí yo, embistiendo ascendente con fuerza. Manuel lubricó su pija y el vibrador con sus jugos abundantes, presionando el vibrador encendido en máxima contra sus labios  primero, insertándolo despacio para que zumbara profundo y salvaje, luego su pija junto a él, estirando su concha al límite absoluto, nuestras pijas y el vibrador rozándose a través de sus paredes interiores delgadas, sensaciones electrizantes y vibrantes multiplicadas como un terremoto de placer. “Dios… los siento a los dos con el vibrador zumbando como loco… cójanme, rozándose adentro con violencia… grabá cómo me estiran al borde del dolor delicioso, mis jugos chorreando por sus pijas y el juguete, mientras chupo el dildo como una cuarta pija”, gritó ella, subiendo y bajando frenética y salvaje, tetas rebotando como locas, chupando el dildo en su mano con garganta profunda, saliva chorreando por su pecho, y Manuel insertando el plug en su boca alternando con el dildo para más sobrecarga.
“Estás tan destrozada y llena, amor… sentite el vibrador zumbando con nuestras pijas frotándose en vos como un torbellino… acelera al máximo, hagámosla explotar en un orgasmo interminable”, gemí yo, embistiendo ascendente con furia animal. Manuel empujó profundo y brutal: “Tu concha aprieta tanto alrededor de mi pija y el vibrador como un vicio caliente… sí Norma… voy a correrme en vos…ahora…mmmm”. Aceleramos a un ritmo frenético y destructivo, los slaps resonando como truenos, hasta que exploté, muchísimo semen caliente y espeso inundando su culo en pulsos violentos: “Acabo…ahhhhh… tomalo todo, amor,”. Manuel siguió, corriéndose en su concha con un rugido: “Sí… te lleno, sentí mi leche caliente…”.
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Norma alcanzó un orgasmo masivo y cataclísmico, convulsionando entre nosotros como un terremoto, jugos salpicando todo mientras gritaba: “Dios… sí, los dos acabándome adentro…ahhh…es mejor que en mis fantasías…”. Agotados, colapsamos en un enredo de cuerpos sudorosos y juguetes aún zumbando débiles, la cámara capturando cada gota y gemido post-orgásmico, pero en los ojos de Norma brillaba una promesa de noches aún más intensas y eróticas…


Dedicado a @manoglo1

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