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Los uruguayos...

En setiembre Romi cumplió los tres años. Manuel, su papá, no pudo estar presente, pero la última semana me avisó que disponía de un par de días libres y se venía para Buenos Aires. Por supuesto hacia especial énfasis en que no venía solo para ver a nuestra hija. 
-Muero por follarte, guapa...- me decía con ese acento español que me resulta tan sexy, sobre todo cuando habla de follar.
Por supuesto que antes de ver a Romi íbamos a tener nuestro "remember". Mi idea era pasar la noche juntos. Hace tiempo que no nos veíamos, por lo que la oportunidad resultaba de lo más propicia. 
La nueva oficina que abrimos en el interior del País, me serviría de excusa para volver a ausentarme de casa por un par de días. Daniela ya había retomado su cargo en la sucursal, pero previendo cualquier futura escapada, le había dicho a mi marido que, por decisión de la Compañía, iba a seguir siendo yo la encargada.
Así que ese fin de semana me inventé una supuesta crisis que debía resolver personalmente. Manuel llegaría la noche del sábado, por lo que esa misma tarde, me despedí de mi marido, de mis hijos, y con una maleta de mano, me subí a un taxi para que me lleve, supuestamente, al aeropuerto. Apenas iniciado el trayecto, le digo al taxista que hubo un cambio de planes, ya no vamos a Aeroparque, sino a un Hotel del Centro.
La reserva también está a mi nombre, así que solo es presentarme en recepción y pedir la llave.
En la suite preparo todo para la llegada de Manuel. Velas, fragancias afrodisíacas, pétalos de rosas, música para hacer el amor, champagne. Para cuando estoy alistando el conjunto de ropa interior que voy a estrenar esa noche, me llega un mensaje de la secretaria de Manuel. Me pide disculpas por no haberme avisado antes, pero Manuel no pudo tomar el vuelo que tenía programado, tomaría el siguiente, por lo que recién estaría llegando el domingo al mediodía.
¿Y ahora qué?, me pregunto. No puedo volverme a casa y hacer como que se canceló el vuelo, aunque con todos los paros que hay actualmente, hubiera sido una excusa válida. Lo pienso un rato y al final decido quedarme. 
Me cambio de ropa, me pongo un vestido que también iba a estrenar ese fin de semana y bajo al bar del Hotel. No iba a pasar la noche con Manuel, pero con alguien, seguro, me iba a acostar.
En uno de los salones se estaba realizando un evento corporativo, por lo que había bastante gente deambulando por el lugar.
Me siento en la barra y pido un trago. Por experiencia propia sé que no van a tardar en acercarse. Una mujer, vestida como yo lo estaba en ese momento, bebiendo sola, es una tentación irresistible para los predadores.
Y en efecto, no pasan ni cinco minutos, que se acerca un flaco de treinta y pocos, fuertísimo, pide un whisky y señalando mi trago, me pregunta si puede invitarme otro.
-Si, claro...- le digo con una sonrisa de aceptación.
Le hace un gesto al barman para que me renueve la copa y se sienta al lado mío.
-Aldo...- se presenta, tendiéndome la mano.
-Mariela...- le correspondo, estrechándosela.
Me pregunta si estuve en el evento. Le digo que no, que soy huésped del hotel.
-¿Viaje de negocios o de placer?- pregunta, cómo para sacarme conversación.
-Diría que de placer, aunque en realidad no estoy de viaje, soy de acá, de Buenos Aires- le aclaro.
-Ah, ¿y viniste solo por una copa o estás buscando compañía?- se interesa, en un tono más reservado.
-¡Jajaja...! No... Estoy esperando a un amigo, es él quién se aloja en el hotel, iba a llegar hoy, pero se retrasó el vuelo, así que llega recién mañana- le respondo.
-Entonces tenés la noche libre- repone, sonriendo.
-Así parece...- coincido, frunciendo el ceño, como si recién me estuviera dando cuenta de la situación.
-Mirá, estoy con unos amigos, vinimos de Montevideo solo para el evento, nos vamos mañana, así que ésta noche estamos invitados a la Bresh, con pases VIP, venite con nosotros...- me propone.
-¿Seguro?-
-Sí, sin ningún compromiso, además, si tú amigo llega recién mañana, ¿qué te vas a quedar haciendo acá toda la noche, un sábado?- insiste.
-Gracias, es una invitación muy tentadora...- le digo, bebiendo de mi copa.
-Entonces, ¿venís...?-
-Voy, pero antes me gustaría conocer a tus amigos, deciles que vengan, que les invito un trago- 
-¿Estás segura? Mirá que somos varios-
-Sí, no creerás que me voy a ir con unos desconocidos sin saber siquiera cómo se llaman- 
-Tenés razón- coincide.
Saca su celular y hace la llamada.
"Tommy, estoy en el bar... Sí, en el hotel... Buscá a los chicos y vengan que alguien les quiere invitar un trago... Es una sorpresa...".
Al rato aparecen los amigos. Son cuatro, todos treintañeros, musculosos, con esa energía de hombres entrenados y cargados de testosterona. Apenas entran, sus ojos recorren, sin disimulo, mis pechos, mis piernas, imaginándose seguramente lo que yo también ya me estaba imaginando.
En un primer momento pensé que terminaría cogiendo con Aldo, por ser el primero en acercarse, pero cuando ví a los demás y sentí, sobre todo, la tensión sexual que emanaba de sus cuerpos, me pregunté:
¿Y porqué no? ¿Porqué conformarme con uno, si puedo tenerlos a todos? 
Hacía tiempo que no me entregaba a un gangbang, y esa noche, la oportunidad se me presentaba sin que la haya buscado siquiera. Lo que me termina de convencer es el lugar en el que estamos: un hotel cinco estrellas. He tenido sexo grupal en ambientes mucho menos seguros, donde el riesgo estaba siempre al acecho, listo para estallar con cada impulso.
Un solo hombre excitado ya puede ser difícil de manejar… imaginen cuatro, cinco, seis o más al mismo tiempo, todos buscando imponer su hombría, destacarse por sobre los demás.
-Ellos son Lucas, Guille, Tommy y Fredo...- me los presenta Aldo -Chicos, ella es Mariela…- 
Los saludo uno por uno, con un apretón de manos lento, casi insinuante, acentuando el roce, tras lo cuál le pido al barman que les sirva lo que pidan.
Me agradecen la invitación, y mientras cada uno bebe de su trago, no dejan de mirarme en esa forma que delata una atracción casi animal, irresistible. Una atracción recíproca, debo decir.
Mientras cuentan anécdotas del viaje y del evento, surge la pregunta de si están solteros. Todos están en pareja, admiten.
-Si viajaron sin sus mujeres, me imagino que es porque van a...- les digo, haciendo el gesto de los cuernos.
Se miran entre ellos, cómplices, y se ríen.
-Nos descubriste...- dice uno.
-No irás a decirnos que hacemos mal, ¿no?- alega otro.
-Para nada, si yo también estoy acá para...- les confirmo, haciendo de nuevo el mismo gesto 👿.
-Bienvenida al club, entonces...- celebra un tercero.
-Mi trampa llega recién mañana, por suerte aparecieron ustedes, si no me quedaba toda la noche sola- les digo.
-No te preocupes, que con nosotros vas a estar bien acompañada- resalta otro.
-¡Mmmm...! ¡Todos ustedes para mí sola! Eso merece otro brindis- replico, provocando un estremecimiento general.
Le pido al barman otra ronda y brindamos.
-¡Una para todos, todos para una!- exclamo al chocar los vasos, entre risas y miradas conspirativas.
Era evidente que por la cabeza de cada uno de ellos, ya había empezado a rondar la idea de algo grupal. Pero aunque las señales eran más que claras, ninguno se animaba a plantear lo que todos ya deseábamos.
Nadie te va a decir así de una: "¿Te va si te cogemos entre todos?"
Así que para cuando la tensión sexual se hizo ya irresistible, me decidí a tomar la iniciativa:
-¿Saben qué? Se me ocurrió una idea loquísima... Tengo una suite, con todo incluído, ¿qué les parece si seguimos la previa ahí?-
Obvio que estuvieron de acuerdo. Aunque no lo dijéramos, todos pensábamos lo mismo.
Agarro una servilleta, escribo con mi labial el número de la suite, y les digo:
-En quince minutos...- 
Termino mi trago, dejo la servilleta sobre la barra y salgo del bar, caminando sexy, provocativa, sintiendo sus miradas hambrientas sobre mí.
En la Suite, llamo a mi marido para avisarle que llegué bien, y que me estoy por ir a dormir, para que no me esté llamando más tarde. 
Me pongo la lencería que iba a estrenar con Manuel, un kimono de seda, cortísimo, estrecho, con tan solo una tanga debajo, y me preparo para recibir a mis invitados.
Tal como esperaba, los chicos llegan antes del tiempo estipulado. Los hago esperar un momento, como para ponerlos más ansiosos todavía. 
-¿Qué desean los señores?- les pregunto al abrirles, posando junto a la puerta.
Los cinco están ahí parados, espléndidos, hermosos, devorándome con los ojos, imaginándose, al igual que yo, todo lo que habría de ocurrir a partir de ese momento.
Los hago pasar y cierro la puerta, quedándome con la espalda apoyada contra la misma.
-¿Y? Todavía no me dicen que desean- les insisto.
-¡Hacerte de todo!- exclama uno. 
Me suelto el cinturón del kimono, y como si esa fuera la señal de ataque, los cinco avanzan y me rodean, formando con sus cuerpos, un muro caliente contra el que no puedo, ni quiero, escapar. 
Los beso a los cinco... besos jugosos, calientes, besos de lengua, cargados de morbo, de calentura... abrazándome con cada uno, sintiendo en mi piel la tensión, el vigor de sus músculos.
Las manos resbalan por mi cuerpo, tocándome por todas partes, agarrándome las tetas, pellizcándome los pezones, metiéndose por detrás, por adelante, mojándose con la humedad que brota abundante de mi sexo.
El ritmo crece, y con él mi excitación. Ya no distingo quién está de un lado y del otro, o a quién tengo enfrente, lo único real son sus cuerpos pegados al mío, el roce, la fuerza de sus brazos. 
Uno me besa, otro me acaricia, no hay pausas, cada vez que uno se aparta, otro ocupa su lugar, disputándose todos una porción de mi cuerpo.
Yo tampoco me quedo quieta, me entrego a todos, sin guardarme nada, manoteando bultos por doquier, sintiendo ya, con el tacto, la potencia, el vigor que amenaza con hacerles explotar los pantalones.
Mis sentidos están desbordados: las manos, las bocas, las miradas hambrientas. Todo es una mezcla de respiraciones agitadas, murmullos encendidos, risas contenidas y esa sensación abrumadora de ser abordada desde todos los ángulos posibles. 
Cuando me doy cuenta, ya estoy desnuda, la tanga y el kimono tirados en el suelo, hechos un revoltijo, ellos desnudándose también, apurados, ansiosos. 
Las pijas saltan frente a mí, venosas, cabezonas, algunas ya hasta goteando. Todos están muy bien dotados, con unos tamaños que superan ampliamente la media.
"Me van a destrozar..." pienso, mientras me pongo de rodillas y levantando la cara, me dejo rodear por tales volúmenes.
No me alcanzan las manos para tanta pija, para tanto huevo...
Agarro un par al vuelo y empiezo a chupar la que tengo más cerca, pasando luego a la siguiente, intercambiando las que resbalan entre mis manos, para ocuparme de todos a la vez, sin desatender a ninguno.
Mi boca nunca queda vacía, en todo momento tengo una pija adentro, resbalando entre mis labios, hundiéndose en mi garganta, y aunque me esté ahogando con la carne y la saliva, no dejo de chupar, ni de pajear, saboreando a todos por igual.
Siento las venas palpitar contra mi lengua, la presión de cada glande queriendo reventarme la garganta. Ellos gruñen, jadean, me agarran del pelo para marcarme el ritmo, y yo me dejo hacer, feliz de ser la puta de todos, con la cara llena de baba, de preseminal, la boca ocupada sin parar.
Cuando me abofetean la cara con sus pijas, saco la lengua para recibirlos, para no perder ni una gota de ese sabor espeso que me pone cada vez más caliente.
Uno me pone las bolas justo enfrente para que se las chupe, y así lo hago, para luego chupárselas a los demás, en ronda, atragantándome de pelos y escroto. Entonces me agarran de los brazos, me levantan, y me llevan a la habitación, tocándome el culo por el camino, apretándome las tetas, metiéndome los dedos, por atrás, por adelante...
La cama está preparada para recibir al padre de mi hija, perfumada, salpicada de pétalos de rosa, pero nada de eso parece importarles. Como si fuera un bulto, me revolean sobre la misma, sin el menor asomo de delicadeza. Tampoco es que les exija ternura, me gusta así, brutal, desenfrenado.
Caigo de espalda, expuesta, indefensa, a merced de esa manada de lobos hambrientos, que lo único que quieren es devorarme sin piedad.
Uno me agarra de los tobillos, me arrastra casi hasta el borde, y dejándome con el culo medio colgado, me chupa la concha, metiéndome la lengua tan adentro que pareciera querer lamerme el útero.
No sé quién me coge primero, porque de pronto las pijas se amontonan sobre mi cara, reclamando de nuevo la atención de mi boca.
Chupo y rechupo lo que me ponen al alcance, mientras van desfilando por entre mis piernas, garchándome por turnos, pasándose la posta, como si fuera una competencia.
El ritmo es frenético, brutal, cada estocada más fuerte que la anterior. 
PUM PUM PUM pasa uno... PUM PUM PUM pasa el otro... PUM PUM PUM el tercero... PUM PUM PUM el cuarto... el quinto. 
Todos me cogen en forma brutal, casi agresiva, tratando de imponer, cada uno, su propia virilidad por sobre los demás. 
Cuando terminan la cuarta o quinta pasada, habiéndomela metido todos más de una vez, uno se tumba de espalda, y sacudiéndose con gestos ostentosos la pija, me apura para que me suba encima.
Ni siquiera tengo que moverme, ellos mismos me levantan en vilo, y me sientan encima de tremenda poronga. Ya les dije que todos estaban muy bien dotados, pero ese chico en particular, que ya ni sé cuál era, la tenía más gorda que cualquiera. Me daba cuenta cuando venía, porque aunque ya me hubieran cogido antes todos los demás, cuando él me la metía, sentía la diferencia.
Me acomodo arriba suyo, a caballito, y me empiezo a mover, mientras sus amigos me siguen besando, metiéndome manos por todas partes. Uno se para en la cama, y me mete la pija en la boca justo cuando estoy soltando un suspiro. Otro se le pone al lado, así que los chupo a los dos, sin dejar de montar. 
No sé quién se pone por detrás, pero me empieza a meter los dedos en el culo. Se escupe en la mano y me lubrica con saliva, profundizando, dando vueltas y vueltas, como un tirabuzón, y entonces lo que siento ya no son dedos, sino una pija que me atraviesa brutalmente, clavándose como un ariete entre mis intestinos. 
Quedo empalada entre dos, temblando de puro placer, un placer bruto, animal, mientras los que están parados, me agarran de la cabeza, para que no deje de chupar.
La rotación es frenética, salvaje. Soy puro agujero para ellos. Todos pasan por mi concha, por mi culo, por mi boca, cogiendome de a tres, mientras los otros dos esperan su turno para volver a entrar en mi cuerpo.
Mis gemidos se mezclan con sus gruñidos, con el sonido húmedo de mis agujeros siendo usados, abusados, destrozados.
Ya no distingo quién está dentro mío, solo sé que son varios a la vez, y que me están rompiendo toda, que mi cuerpo ya no me pertenece.
Me usan sin pausa, de a dos, de a tres, decididos a no dejar ningún agujero libre. Mi garganta ya no distingue la saliva de la leche preseminal, el culo me late, abierto, caliente, y mi concha palpita, empapada, brutalmente estirada.
Me voltean como si fuera un juguete, volviéndome a penetrar por ambos lados, estirándome al límite, mientras sigo chupando con desesperación la verga que tengo delante, babeándola hasta los huevos. Mis ojos lagrimean, mi cara está roja y mojada, pero no paro.
Me cambian de lugar como si fuera un objeto inanimado. En el suelo, contra la pared, sobre una mesa baja. En cada posición, siempre tengo algo adentro: una pija en la boca, otra en la concha, otra más forzándome el culo. 
Mi cuerpo es un campo de batalla, asediado desde todos los flancos...
El de la pija gorda, me agarra de los tobillos y me dobla entera, metiéndomela con la furia de un animal, mientras otro me levanta la cabeza y me embiste la garganta hasta que me lloran los ojos. 
Los escucho reír, gemir, hablar entre ellos como si compartieran un festín. Se turnan, se alientan, se calientan viendo cómo me rompen en todos los ángulos. Yo ya no soy más que un cuerpo abierto, rendido al exceso.
Cada cambio de posición es más violento, más descontrolado. Me ponen boca abajo sobre la cama, me sujetan los brazos contra la espalda y vuelven a desfilar por detrás mío, siempre con ese vigor que parece no agotárseles nunca.
La habitación huele a sexo, a sudor y a látex. El ritmo es frenético, mi voz se quiebra en gemidos y ahogos, pero ellos siguen, incansables, asegurándose de que mis agujeros siempre estén rebalsados.
Soy pura carne, estirada y ocupada en los tres huecos al mismo tiempo.
El sudor de ellos escurre sobre mi piel, siento la humedad de sus torsos pegándose al mío, sus manos fuertes clavándose en mi cintura, en mis tetas, en mis nalgas, ya enrojecidas de tanto azote. Todo mi cuerpo vibra con cada embestida, con cada choque de sus caderas contra las mías.
Mis gritos se mezclan con el jadeo animal de ellos, y aun así sigo chupando la verga que me acercan a la boca, babeando como si no tuviera límites.
Los cinco me usan como si mi cuerpo no me perteneciera, y yo, perdida entre tanta carne dura y caliente, solo puedo gemir, tragar, abrirme más y dejarme destrozar en ese festín brutal que yo misma estuve buscando.
Los cinco ya están jadeando como bestias, sudados, descontrolados, empujándome sin parar. Siento cómo cada pija se endurece aún más dentro mío, cómo los movimientos se vuelven más frenéticos todavía, desesperados. Mi garganta, mi concha y mi culo laten, saturados, explotados al límite.
Uno me agarra fuerte de la cintura y me garcha con violencia, otro me la clava en el culo hasta hacerme gritar, y un tercero me sacude la cabeza para que trague hasta ahogarme. Los otros dos se pajean sobre mi cara y mis tetas, ansiosos por terminar. La escena es un torbellino de cuerpos y fluidos, un gangbang en su máxima expresión.
Y de golpe, todo explota...
El de mi boca me la entierra hasta el fondo y se corre a borbotones, llenándome la garganta hasta que casi no puedo respirar. Otro se descarga en mi concha, gimiendo salvaje, mientras otro más revienta en mi culo con sacudidas brutales. Los dos que esperaban, terminan al mismo tiempo, bañándome la cara, los labios, el pelo, las tetas, hasta quedar chorreando leche espesa por todos lados.
Me desplomo sobre la cama, empapada en baba, sudor y semen. Mi piel está marcada por sus manos, mis labios hinchados de tanto chupar, mi garganta ardiendo, mis agujeros todavía latiendo, saturados.
Ellos caen a mi alrededor, jadeando, satisfechos, sacándose los forros, las pijas brillando de tantos fluidos.
Me quedo ahí, despatarrada, sonriendo entre gemidos cortados, con el cuerpo rendido y hecho un desastre hermoso. 
Ellos, de a poco, se van recostando a mi alrededor, todavía jadeando, riendo entre sí, cómplices. Alguno me acaricia el pelo, otro me roza la piel con la yema de los dedos, esta vez con un gesto suave, casi tierno, tan opuesto a la brutalidad de hace unos minutos.
Yo cierro los ojos y me dejo estar. Siento el latido de mi concha y de mi garganta, el eco de las embestidas todavía vibrando en mi cuerpo, pero también una calma profunda. Me siento vacía y llena al mismo tiempo. Exhausta, sudada, pegajosa, pero con una sonrisa que no se me borra de la cara.
No digo nada, solo me dejo tocar, acariciar, besar de nuevo. Y en ese silencio cargado, con la piel todavía húmeda y mi cuerpo marcado por la brutalidad, sé que esa noche aún no termina… todavía queda más por dar, más por recibir, mucho más por romper...








Los uruguayos...
Lubricando la garganta...

11 comentarios - Los uruguayos...

Amarok2016
Que hermoso,disfrutar así de la vida.Te admiro Reina!!!!!!.Van 10 pts.
gerardoriker
que envidia me dan esos que te puede coger, y a los que les respondes
Desert-Foxxxx
Estan los afortunados en esta tierra y después los que te puede cojer a vos Mariela. Que placer debe ser llenarte y ver esa carita tan linda chupando.
portugalo3
ufffff... 10 + 10 + 10 + 10 +10.... !!!! tremendo relato... tremendo todo!
metalchono
"me despedí de mi marido, de mis hijos..."

Ouch. Tu marido se quedó cuidando ninguno de sus hijos, porque ibas a ver al padre de tu hija.
fito555
tremenda.!!
muy muy caliente...
Sute41
Por Dios que relato.
Marita apenas leeelo y es imaginarme como gozas del sexo.
Como envidio a los que pueden sentir tu piel, tu cuerpo.
Van 10 pts
atun88
tre...men...doooo..... increible que te siga desde jaces, probablemente 15 años y tu sexperiencias todos los años van in creendo. la mejor! espero ansioso el proximo relato.
AF97
Excelente relato! +10
AF97
locodantra
Poco va a quedar para el españolete jajaaj