You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

151📑La Novia Gótica

151📑La Novia Gótica


Soy Laura, y desde que tengo memoria me dicen la gótica del barrio. Negra de pies a cabeza: vestidos, botas, maquillaje cargado y labios oscuros. Y sí, con un culo que llama la atención aunque lo intente ocultar bajo la ropa ajustada. Siempre me miraron con prejuicios, como si fuera rara, inalcanzable, o demasiado intensa.

Pero entonces apareció Él, Carlos. El chico tímido del edificio de enfrente. Alto, flacucho, con cara de que nunca se había atrevido a hablarle a una mujer como yo. Al principio solo me saludaba con la mano, medio nervioso. Yo lo miraba de reojo, me divertía ver cómo se sonrojaba si le sonreía.

Una noche, lo invité a mi departamento. Le puse velas negras, música oscura, el ambiente cargado de misterio. Llegó rígido, como si estuviera en terreno prohibido.

—Relajate… —le dije, acercándome con mi vestido corto y mis botas de plataforma—. No muerdo… a menos que me lo pidas.

Cuando nos sentamos, lo noté inquieto, mirándome el escote y bajando la mirada cada vez que lo atrapaba. Me acerqué a su oído y le susurré:

—¿Querés ser mi novio?

Se quedó mudo, los ojos bien abiertos. Pero asintió. Yo sonreí y lo besé, metiendo la lengua en su boca tímida, sintiendo cómo se derretía en segundos. Lo empujé contra el sillón y me subí encima. Y ahí lo descubrí: tímido, sí… pero dotado como un demonio.

Cuando le bajé el pantalón, no pude evitar reír con lujuria.

—Con razón sos tan callado… estabas escondiendo esta arma.

Metí su pija en mi boca con hambre, lamiéndolo desde la base hasta la punta, chupando lento al principio, hasta que él empezó a gemir bajito. Le encantaba, y a mí me excitaba verlo temblar bajo mi lengua.

—Tranquilo, nene… yo te voy a enseñar cómo se juega con una gótica.
Me levanté el vestido, bajé mi tanga y me senté sobre él, hundiéndolo entero dentro de mí concha de una sola vez. Mi culo rebotaba sobre su cuerpo, y él apenas podía procesar lo que pasaba. Gemía fuerte, enterrando las manos en mis caderas, mientras yo cabalgaba como una loca, con mi melena negra cubriéndome la cara y mis labios oscuros gimiendo.

putita



—¡Eso! Dejá que tu novia gótica te coja hasta sacarte el alma.

Lo giré, lo puse encima de mí, y le pedí que me diera duro. Perdió la timidez en segundos. Me abrió las piernas, me la clavó su pija hasta el fondo y me cogio con una fuerza inesperada. Yo gemía, arañando su espalda, excitada como nunca.

—¡Así, mi tímido dotado, rompeme la concha! —grité, cuando me corrí contra él, temblando, sintiendo su corrida llenar mi interior segundos después.

Quedamos exhaustos, sudados, pegados el uno al otro en el sillón. Lo abracé, le chupé el cuello, y con una sonrisa maliciosa le susurré:

—Ahora ya no sos el chico tímido del edificio. Sos el novio de la gótica culona… y vas a sufrir todos mis vicios.

gotica



Siempre me vieron como dominante, oscura, la que arrastra a los demás a mi mundo. Pero con Carlos… algo cambió.

Él, mi novio tímido, guardaba dentro una bestia que me hacía perder el control. Y esa noche lo comprobé.

Me llevó a su departamento. Cerró la puerta, me acorraló contra la pared y, por primera vez, no fue el chico nervioso que yo conocía. Me miró directo a los ojos y me dijo con firmeza:

—Hoy no sos la que manda, Laura. Hoy sos mía.

Esas palabras me humedecieron al instante. Bajé la mirada y asentí, mordiéndome el labio. Me arrastró hasta la cama, me tiró de espaldas y me arrancó la ropa sin delicadeza. Quedé desnuda bajo él, con mi culo apretado contra las sábanas y los pezones endurecidos.

Relatos eroticos


Me puse en posición, temblando de anticipación. Carlos me agarró del pelo, me metió su pija en la boca. Yo mamaba con ganas, tragando hasta ahogarme, mientras él me sujetaba de la nuca y gemía con voz grave.

Después me tumbó de espaldas y se montó sobre mí. Me cogia fuerte, chupando mis tetas, con mi cuerpo rebotando bajo el suyo, y yo solo podía gemir su nombre.

—Decilo —me ordenó—. ¿De quién sos?

—¡Tuya, Carlos! ¡Soy toda tuya! —grité, mientras me cogia sin piedad.

Me levantó de golpe, me puso a cabalgarlo encima de él. Sus manos me abrían las nalgas, marcando mi ritmo, haciéndome rebotar con violencia. Yo gritaba, sudada, entregada, sintiendo que mi culo se volvía loco contra él.

Y entonces, con esa mirada ardiente, me dio el golpe final:

—Ahora te quiero por atrás.

Me puso en cuatro, me escupió entre las nalgas y empezó a penetrarme lento, hasta que lo recibí entero en mi culo. Grité, apreté los dientes, pero el placer me hizo arquearme como una puta poseída.

—¡Sos mi gótica! —rugió, cogiendome hasta hacerme perder la cabeza.
relatos porno


No tardé en acabar, temblando, sintiendo cómo él se corría dentro de mí con un gemido ronco. Caí de bruces en la cama, sudada, con las piernas temblorosas. Él me acarició la espalda, aún respirando agitado, y me susurró al oído:

—¿Viste? Ahora no solo sos mi novia… sos mi gótica sumisa.

Me quedé sonriendo, rendida, sabiendo que esa parte de mí ya era completamente suya.
novia puta


Hasta ahora había dejado que Carlos sacara ese lado dominante que escondía, y lo disfruté como nunca. Pero yo también tenía una fantasía que ardía dentro mío. Y esa noche se la confesé.

—Hoy quiero que seas vos el que se entregue —le dije, mientras acariciaba su pecho desnudo—. Quiero atarte, Carlos. Atarte con cuerdas… incluso tu pija.

Se me quedó mirando, los ojos abiertos, el rostro enrojecido. Lo vi tragar saliva y asentir despacio.

—Hacé lo que quieras conmigo.

Eso era todo lo que necesitaba escuchar. Fui a buscar un rollo de cuerdas negras que tenía guardadas en el armario (sí, siempre tuve esos caprichos ocultos). Lo tumbé boca arriba en la cama y empecé a inmovilizarlo: primero las muñecas, luego los tobillos, hasta que quedó completamente a mi merced. Su pecho subía y bajaba rápido, entre nervioso y excitado.

Cuando le até su pija, gruesa y dura, dejó escapar un gemido entrecortado. La cuerda apretaba justo lo necesario para mantenerlo duro, sometido a mí.

—Mirá qué hermoso quedaste… —susurré, pasándole las uñas por el torso—. Mi tímido gigante, ahora atrapado por su gótica.
Me incliné, le besé la punta y se la mamé despacio, sin sacarlo de las cuerdas, lamiendo la punta y succionando hasta hacerlo retorcerse contra las ataduras. Intentaba moverse, pero no podía. Sus gemidos eran un concierto delicioso para mis oídos.

—¿Querés correrte? —le pregunté, levantando la cabeza.

—Sí… por favor… —jadeó.

—Todavía no. Ahora mando yo.

Me subí sobre él y lo cabalgué fuerte, sintiendo su pija atrapada por las cuerdas penetrarme con un grosor brutal. Cada embestida lo hacía gemir más alto, pero no podía tocarme, no podía moverse, solo recibirme y obedecer.
culona hermosa


Lo cabalgué hasta quedar con la concha empapada, luego me incliné a su oído y le mordí el cuello.

—¿De quién sos?

—¡Tuyo, Laura! ¡Soy tuyo! —gritó, desesperado.

Finalmente lo liberé, solté el nudo de su pija y lo cabalgué de nuevo, hasta que se vino con un gemido salvaje dentro de mí. Su cuerpo entero se arqueó bajo las cuerdas, rendido, completamente entregado.

Lo besé suave, mientras lo desataba lentamente.

—Ahora lo sabés… yo puedo ser tu sumisa, pero también tu dueña. Y nos vamos a perder en los dos lados, una y otra vez.
Gotica Culona


Después de tantas noches de juegos, de dominación, de ternura y de locura, entendimos que ya no se trataba de fantasías sueltas: éramos novios, éramos cómplices, éramos adictos uno del otro.

Esa noche lo celebramos.

Me arrodillé frente a él, pero esta vez lo mamé despacio, mirándole fijo a los ojos, queriendo grabar en mí cada gemido que le sacaba. Sus manos acariciaban mi rostro con una dulzura que me hacía temblar, mientras yo me tragaba su pija sin dejar de sonreír.

Cuando me subió a la cama, me abrió de piernas y penetró mi concha con fuerza, sentí que ya no éramos dos, éramos un único cuerpo. Se aferraba a mí como si nunca quisiera soltarme, y yo cabalgaba hasta que mis gritos llenaban la habitación.

151📑La Novia Gótica


—Laura… te amo —susurro, entre jadeos.

Esa confesión me quemó por dentro. Lo abracé del cuello y le devolví el beso más intenso de mi vida.

—Yo también, Carlos. Sos mío… para siempre.

Entonces me dio la vuelta y me puso en cuatro. Sus manos golpeaban mis nalgas con furia, haciéndome estremecer, mientras me cogia duro, sin piedad. Cada embestida era amor y era lujuria al mismo tiempo.

Me agarro de la cintura y empujo más fuerte, metiendome la pija en el culo, haciéndome gritar de placer y de dolor mezclados. Sus golpes de cadera retumbaban en mi carne, y yo solo podía suplicarle que no parara.

—¡Más, Carlos, más! —chillé, mientras las lágrimas me caían por el rostro, no de tristeza, sino de exceso de placer.

putita


Sentí cómo se corría en mis nalgas, caliente, sucio, perfecto. Y yo me dejé caer, agotada, con la piel ardiendo y el corazón explotando.

Nos abrazamos sudados, desarmados, como si el mundo se hubiera detenido en esa cama. Me acarició el rostro y me sonrió , tímido como siempre, pero con esa mirada ardiente que solo yo conocía.

—Ya está, gótica —me dijo, besándome la frente—. Somos novios, y nadie nos va a separar.

—Sellado con sexo y con amor —le respondí, riendo mientras lo abrazaba fuerte.

Y así quedamos, entre besos, sudor y caricias, sabiendo que esa mezcla de ternura y brutalidad sería nuestro sello, nuestra forma de amar.

gotica


Relatos eroticos

0 comentarios - 151📑La Novia Gótica