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Perversa - Parte 3

Okey, escribiendo de nuevo.

No entiendo mucho por qué mi terapeuta me recomendó hacer ésto. No soy boluda, se que algo quiere lograr en mi. Quizás, puede ser, ella piense que yo al escribirlo y tenerlo enfrente mio, en papel por decirlo así, yo vea las cosas de otra manera. Quizás que lo vea de la forma que ella lo ve, como “la perversión” que ella sostiene que es.

Pero no se. Lo cierto es que volví a releer lo que escribí hasta ahora y no me provoca nada. Nada, al menos, que yo ya no supiera de mí. Ésto de escribirlo no me causó ningún disgusto, desgracia o revelación. Al contrario, me hizo bien el ponerlo por escrito. Me forzó un poco a acordarme de todo ésto, de los detalles, y la verdad es que me calentó un poquito.

De nuevo, no soy una puta. Si, claro que he corneado al tonto de mi marido y lo seguiré haciendo. Eso nunca me molestó. Se que es una mierda decirlo así, pero ya escribí antes y dejé claro la forma en que a mi me gusta expresarme, sin vueltas. A mi marido lo hice y lo hago cornudo no de puta. No cojo con otros por el solo hecho de coger, por el hecho de hacerlo y listo. Lo hice y lo hago para satisfacer ésta necesidad puntual que tengo, de tener sexo con éste tipo de gente. Nada más. Tuve varias oportunidades a través de los años de quizás cornearlo con gente de nuestro mismo estrato social, o un poco menos, y nunca hice nada porque sencillamente no sentía la necesidad.

La gente como nosotros, los ricachones, tilingos, chetitos, díganos como quieran, nunca me atrajeron. Si, tuve novios así cuando era más joven pero puedo decir que gustarme, lo que se dice gustarme en serio, no me gustó ninguno. Los tuve por tenerlos, porque era lo que se esperaba de una chica así. Lo que mi entorno esperaba, que me relacionara con mis pares, y nada más. Los tuve para cumplir con la pantomima de lo que se esperaba socialmente de mi y listo. La gente de mi misma alcurnia no me causa absolutamente nada. Es más, hasta me causan un poco de rechazo, por raro que suene. Los veo aburridos, como vacíos. Siempre lo vi así. Todo lo que ellos generalmente consideran tan importante a mi directamente me resbala. Es como que no tengo puntos de contacto con ellos. Muy de vez en cuando algún hombre de mi estrato me atrae más allá de lo físico, pero han sido contadísimas ocasiones. Por supuesto que aparento pertenecer, de nuevo por una cuestión de encajar socialmente donde debo, pero nada más.

Y sobre la gente de clase media, de ellos no tengo nada malo para decir. Conocí de todo, gente buenísima y gente de mierda. También muy pocos tipos me llamaron la atención, más allá de lo puramente sexual. Pero de ellos realmente no tengo nada malo para decir. Es gente que va por la vida haciendo lo que puede y eso es rescatable. Pero no tengo nada más para decir de ellos. No me mueven la aguja, por lo general.

Pero los tipos de las clases más bajas, bueno. Por algo estoy escribiendo todo ésto, no? No se si será todo producto de lo que pasó aquella vez en la estancia. Quizás sí me marcó mucho más de lo que yo conscientemente lo reconozca. O quizás éste deseo siempre lo tuve, siempre estuvo en mi y necesité esa experiencia con esos dos negros para que por fin saliera a la luz, y desde ese momento formara una parte mas integral de mí. Lo cierto es que me atraen. Me atraen demasiado, como si yo fuese una polilla y ellos una lamparita. Es difícil de explicar y por ahí mi terapeuta tiene razón. En una de esas realmente todo se reduce a que lo que verdaderamente me excita sexualmente es la humillación y el rebaje. Ser usada por lo que se considera lo peor de la sociedad. Quizás aunque yo no lo sienta intelectualmente así, el placer se genera por ese lado. No lo sé.

Sólo puedo hablar de lo que siento cuando estoy con ellos y es algo inigualable, que ninguna otra clase de hombre pudo lograr en mi. Ellos lo logran casi sin tratarlo, sin quererlo, tan solo siendo lo que son.

Hoy me propuse escribir de otro episodio de éstos, bastante más fuerte que el que ya había escrito del pendejito del delivery. Bastante más fuerte en serio.

Pasó cuando yo ya tenía 32 años. Entre las veces que me vi con el delivery en casa, a mis 27, y ésto que voy a escribir ahora… tuve otros encuentros con ésta gente. No muchos, pero sí algunos. No era que estaba adicta, pero sentía la necesidad de vez en cuando de atender a ésta parte de mi, cuando ya había pasado tanto tiempo que me lo pedía internamente a gritos. Lo necesitaba, lo hacía y de alguna forma me calmaba. Me tranquilizaba a veces hasta por meses y meses, eso me alcanzaba. Pero si fui tomando y adquiriendo cierta práctica respecto a la mejor forma de hacerlo. Lo que me resultaba más cómodo a mi, cuando lo quería hacer, era nada más decirle a mi marido que algún viernes o sábado iba a salir con alguna amiga. En realidad agarraba mi vehículo y me iba por ahí, a algún boliche o algún lugar que sabía que ellos frecuentaban, algún lugar de ellos y caía ahí lo más pancha. Por supuesto yo sobresalía como una antorcha en una caverna al estar en esos lugares, así que se me acercaban enseguida a querer levantarme. Lo único que tenía que hacer era elegir. Siempre terminabamos en algún telo berreta, los dos nos sacabamos bien las ganas, cada uno con sus necesidades, y yo volvía a casa como una cenicienta bien, pero bien culeada.

Mi marido nunca sospechó nada. De hecho estaba contento que yo saliera “con mis amigas” y la pasara bien. Nunca me dijo cosas del estilo de “Che, ojo con lo que hacés” o “Tené cuidado con los tipos”... nada de eso. Él estaba feliz que yo volviera feliz. Él pensaba que yo estaba feliz de haber bailado y tomado algo. Yo en realidad estaba feliz de haberme tragado buches de leche de villero y tener esas vergas bailandome adentro.

Cuando digo “vergas”, en plural, es una forma de decir. Durante esas saliditas que yo tenía de vez en cuando para saciar mi necesidad siempre fue con uno a la vez, nunca con varios. Nunca con varios, claro, hasta que como dije para cuando yo tenía 32 me empezó a picar el bichito y la curiosidad de sí hacerlo con varios en algún momento. Quizás pensando y recordando mi primera vez con aquellos dos en Santiago, no sé. Pero debo reconocer que me daba algo de miedo el hacerlo cuando salía a algún bolichongo de esos donde ellos se juntaban. No sé. Una puede decir, si lo hacés con uno de esos del boliche lo podes hacer con dos, pero había como una tara psicológica que tenía yo. No me quería exponer tanto, no lo sé. Pensaba, quizás erróneamente o no, que un tipo en un telo yo lo podía manejar. Más de uno en esa situación, no lo sabía. De cualquier manera, pensando y repensando, encontré una solución que me terminó de animar a hacerlo con más de uno a la vez. Y no fue en un boliche ni en un telo. Me salió bien, pero terminé tragando más de lo que pensaba llevarme a la boca, figurativa y literalmente.

Una tarde totalmente al pedo en casa, pensando cómo podía “atenderme” en algún lugar que no fuese un boliche, en un rapto de inspiración me puse a ver otros lugares por internet, lo que podía encontrar. Vi de todo… almacenes de barrio, verdulerías, todo eso. Hasta que me puse a ver talleres mecánicos, no por nuestra zona por las dudas, sino por otras más alejadas. Se me prendió la lamparita con eso así que agarré mi auto y me fui a recorrer. No tenía pensado hacer nada sexual en ese momento, nada más quería ver que onda los lugares y si podía ver la gente que había. Hacer un poco de scouting. Marqué cinco o seis en el mapa del teléfono y anduve toda la tarde por varios lugares. Al pasar con el auto frente a alguno, pasaba despacito y fichando el lugar, para ver qué onda. Y por las dudas me daba una vuelta y pasaba también para el otro lado.

La mayoría no me llamaron mucho la atención o no pude ver realmente, sin parar y bajarme, qué tipo de gente había. Hasta que por fin después de algunas visitas encontré uno que parecía gustarme. Se veía bastante bien armado, dentro de todo, no eran cuatro paredes y un techo de chapa que le pusieron “taller”. Se lo veía bien equipado y dentro de todo bastante limpio y profesional. Y al pasar despacito con el auto, haciéndome la boluda, por suerte pude ver algunos que trabajaban ahí y la verdad que estaban muy bien. Eran bien mi target: negrazos, fornidos y bien grasas. Además estaba bastante lejos de casa, nadie iba a saber quien carajo era yo, lo cual siempre es esencial.

Me volví a casa con una sonrisa en la cara y empecé a diseñar el plan.

Una noche cuando mi marido volvió y estábamos cenando le inventé que mi auto estaba haciendo un ruidito raro. Mucha bola no me dio, como yo esperaba, así que por días, días y más días me dediqué a romperle bien las pelotas todo el tiempo con el ruidito del auto, diciéndole que él lo llevara al mecánico. Yo sabía que no lo iba a hacer, él no tenía tiempo para hacerlo, pero quería quedar como la que yo no quería ser la que lo llevara.

Durante casi tres semanas le dejé los huevos bien al plato con el tema del ruidito. Hasta llegamos a subirnos los dos a mi auto, dejé que él manejara un rato y yo le insistía con que yo lo escuchaba, pese a que él no. Al final me dijo que me dejara de romper los huevos y lo llevara al service de la concesionaria, que era lo obvio que me iba a decir de hacer.

Cuando llegó el momento directamente le mentí. Un día le dije que lo había llevado pero que no me gustó nada como lo vieron, que mucha bola no me dieron, que lo revisaron muy por arriba y no quería saber más nada con llevarlo ahí de nuevo. Mentira, estuve toda la tarde en casa ese día, pero no importa. Así que le dije que buscara otro lugar para llevarlo y por suerte él ya tenía los huevos tan inflados con éste tema que me dijo que me ocupara yo.

Y yo me sonreí por dentro, pese a la cara de ojete que le puse cuando “finalmente acepté” llevarlo yo.

Cuando llegó el día yo sabía que muchas oportunidades como ésta no iba a tener. No se puede hacer constantemente el cuentito del ruido del auto. Era ahora o nunca y tenía que funcionar si o si. Así que me arreglé bien. Me puse bien putita con una mini que apenas me tapaba la cola, tacos y una blusita en “V” que me sugería bien las tetas. Tenía que dejar las cosas bien en claro cuando llegaba a ese taller.

Cuando llegué por fin al taller, metí el auto y me bajé, había dos monazos ahí que se quedaron pasmados con esa hembra que bajaba del Audi. Me atendieron genial igual, como clienta me refiero. Super amables. Yo también les respondía todo lo que me consultaban de la misma forma, regalándole sonrisitas y ojitos. Mas pelotudos no los pude haber dejado a los dos. Cuando me dijeron que dejara el auto y volviera en un par de días, me hice la triste. Les dije que no podía, que por favor me lo revisaran en ese momento, si tardaban horas no importaba, yo me iba a pasar el rato al shopping que había cerca, pero que por favor lo hicieran hoy ya que no podía volver otro dia (lo cual era más o menos cierto dentro de todo). Al final me dijeron que sí y yo les dejé una linda sonrisa al irme y dejarles el auto.

A las dos horas más o menos yo estaba boludeando en el shopping y me mensajearon para que volviera, que ya estaba. No encontraron nada porque obviamente el auto no tenía nada. Igual cuando llegué me hice la boluda y les dije muy feliz que ya no escuchaba el ruidito. Apareció un tercero un poco más viejo, no se si era el dueño del taller, el encargado o que. Me convidaron un café y nos quedamos charlando un poco ahí los cuatro.

Por suerte la charla, café va y café viene, no tardó mucho en desvirtuarse y ponerse linda. Los tres me miraban y me sonreían como leones relamiéndose al ver una gacelita y yo ya me moría por que se me tiraran encima. La conversación fue subiendo bastante de tono, pero los veía como que no se animaban a tirar el zarpazo así que lo tuve que hacer yo, para dejárselos clarito. Les pregunté a qué hora cerraban y me dijeron entre risas que cerraban cuando ellos querían.

Así que directamente los miré y les dije que por que no cerraban ahora, así les agradecía lo bien y rápido que me atendieron. El mas pendejito se quedó medio duro, pero los otros dos se cagaron de risa y enseguida el grandote se me acercó y me empezó a acariciar, mientras el más veterano fué y bajó la persiana de chapa del taller. Yo estaba que volaba de excitación y enseguida con el taller ya cerrado los tres se me vinieron encima, con hambre, pero bien. Franeleamos un rato ahí los cuatro. Yo realmente no lo necesitaba pero sentir las manos que me metían por todos lados y como me estaban ya sacando la ropa me puso aun mas caliente de lo que venía.

Ahí me llevaron a una especie de cuartito que tenían medio detrás del área principal del taller. Parecía una mezcla de oficina, depósito de cosas y lugar de descanso de ellos. Y ahí nos entramos a dar lindo. No… lindo se queda corto, nos empezamos a dar hermoso.

Yo estaba ya en el cielo. En el paraíso. No paraba de chupar una verga que ya tenía otra en la cara para seguir probando. Uno de los tres era medio blanquito dentro de todo, pero los otros dos eran bien pero bien morochos, y tenían unas vergas alucinantes. No podía parar, no quería dejar de chuparlas y complacerlas con mi boca y mis dedos. Ser el objeto sexual de esos tres gronchos, de esa manera y en ese lugar, me excitó como nunca antes lo había sentido en la vida.



Perversa - Parte 3



rubia



Los cuatro la estábamos pasando genial. Entre risas y gemidos de placer los complací completamente y me encantó la cantidad de leche deliciosa que me hicieron tragar, agarrándome de los pelos y metiéndome pija hasta la garganta. Hasta que les sentía los huevos con mi mentón. Cada verga era mas linda que la otra y yo no podía parar de adorarlas, masturbarlas, chupárselas… y que hermoso que me estaban disfrutando ellos también. Lo que fue sentir a un tipo orgasmearte en la boca, darte vuelta y sentir otro ahí nomás, al toque, dándome más leche para mi pancita hambrienta… Fue sublime.

Cuando se recuperaron un poco uno me cargó como si nada y me llevó a una especie de taburete que tenían ahí. Y ahí me entraron a dar. No hacía falta que nadie dijera nada. No hubo protestas ni nada. Yo estaba ahí para que me cogieran y ellos para cogerme. Se fueron turnando así, mientras uno me retenía y me cogía hermoso, llenándome bien la conchita de verga dura, el otro me hacía chupársela. Así llegué al paraíso. Llegué tantas veces… y a ellos también los hice llegar, mucho y fácil.


Negro



grupal



infidelidad


Que increíble que fue sentirse así. Yo estaba perdida, perdida en mi placer y en la sensación constante de tener una verga dura de alguien llenándome el ano o la vagina. Ya había dejado de ser una mujer. Me había convertido nada mas en el recipiente que éstos tres hermosos negros de mierda usaron para llenarlo con su leche caliente. Perdí la cuenta de todas las veces que me acabaron adentro y la verdad ni me importó llevarla. Lo único que quería en ese momento era sentir los orgasmos que esas vergas villeras me daban, uno tras otro sin parar casi, sentirlos acabar dentro mio, su leche esparciéndose en mi interior, sentir el placer que mi cuerpo y mis gritos orgásmicos les daban.


mecanico


Estuvimos así casi tres horas. Con descansitos, si, pero cogiendo como bestias. En realidad los que descansaron fueron más que nada ellos. Al turnarse entre ellos, yo siempre estaba bastante ocupada con uno o con dos. No me quejo. Para lo último cuando les dije que ya en un rato me tenía que ir, como regalito uno se deslizó debajo mío y me entró a dar así, lo que me encantó. Pero más me encantó sentir al otro que se me montó atrás y me la metió también en el culo. El tercero nada más nos miraba y sonreía, ni se masturbaba con la escena. Ese pobre ya no podía más.

Que sensación hermosa tener a dos machos adentro mío al mismo tiempo, como me habían hecho algunas veces los de la estancia. Me sentí una nena de nuevo, entre mis gritos y sacudidas de placer en el cuerpo. Me porté muy bien con ellos, los dejé completamente satisfechos. Más que completamente, casi que los cuatro quedamos de cama. Pero me encantó toda la recompensa que me dejaron en el cuerpo. Hacía muchos, pero muchos años, desde la estancia, que no sentía la paradisíaca sensación de la leche de más de un hombre salir sola de mi cuerpo, chorreandome suavemente por la piel.

Los lechazos de esas vergas de villero grasa fueron sublimes, me encantaron, y me los gané bien ganados.



pervertida


Al final me tuve que ir, ya se estaba haciendo tarde y quería tener mucho tiempo de sobra para llegar a casa, ducharme y limpiarme bien. Entre risas y con la mejor onda, la verdad, no me querían dejar ir. Y yo tampoco la verdad me quería ir. Pero había que hacerlo. Me hicieron prometerles que cualquier problema que tuviera con el auto que los fuera a ver a ellos, que no me iban a cobrar nada. Yo les sonreí y les agradecí, que dulces. Pensar que hay mujeres que pagan fortunas por ésto y a mi me lo daban gratis.

Curiosamente, será posible que el Audi de mierda ese que tengo empezó con varios problemas. Boludeces, nada serio, pero la verdad que me jodían bastante. Mi marido ya cansado de mis quejas me dijo de cambiarlo, pero no me quiero deshacer del auto. Me gusta, pese a los problemas y todas las otras veces que lo tuve que llevar al taller para que lo vieran. Por suerte siempre pudieron arreglar todo.

El boludazo de mi marido me pregunta siempre por que no lo llevo a la concesionaria que ahí tienen service oficial. Ahí yo no le miento, ahí le digo la pura verdad. Lo llevo siempre al taller porque ahí me atienden mucho mejor.

2 comentarios - Perversa - Parte 3

nukissy229
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