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Fiesta de fin de año...

Hace unos días volví de vacaciones, estuve un mes fuera, descansando, relajándome, alejada del estrés del trabajo. Fuimos los cuatro, en familia, y dejénme decirles que no extrañé en lo absoluto el sexo fuera de la pareja, no me hizo falta. Con mi marido tuvimos nuestros momentos, la oportunidad de reencontrarnos, de rescatar esa chispa que a veces creemos haber perdido. Eso sí, en el regreso, ni bien puse un pie en suelo porteño, volví a tener "hambre", y aunque me había prometido mantener cierta fidelidad, bueno, las promesas están para romperse, ¿no?...
El relato que sigue sucedió antes del viaje, en vísperas de las fiestas, no llegué a publicarlo en su momento, espero que lo disfruten ahora y disculpen la demora...



Cena de fin de año del trabajo. Como siempre, Restaurante en Puerto Madero y luego a seguirla en algún boliche del centro. No es que me aburra, de hecho suelo pasarla bien, pero no puedo ser yo misma. Ustedes me entienden, al ser una de las directivas, debo mantener cierta conducta. Una cosa es coger con uno y otro bajo cierto intento de hermetismo, aunque se sabe que los chismes siempre están presentes, y otra muy distinta revolear la chancleta delante de todos tus compañeros de trabajo. Hay momentos para ser reservada.
Terminada la cena y repartidos los regalos, cuando ya nos estábamos dividiendo para saber quiénes iban en cuál auto, recibo una llamada de Bruno, el papá del Ro...
Me desea felicidades, también para nuestro hijo, a quién ya le había hecho llegar un excelente regalo para Navidad. Cuando me pregunta qué como estoy, le soy absolutamente sincera:
-Aburrida... Recién estamos terminando la cena de la Compañía, de acá nos vamos a algún boliche, así que, imaginate, otro embole...-
Se lo digo para que me rescate, ya que sabía que si me estaba llamando no era solo para desearme felices fiestas.
-¿Querés que te pase a buscar?- me pregunta.
-Me harías un gran favor...- no trato de disimular en lo absoluto mi entusiasmo.
-Mirá que no estoy solo, voy con unos amigos- me advierte.
Ni le pregunto cuántos son...
-Sabés que me gusta conocer gente nueva- le recuerdo, sin ningún atisbo de duda.
No hace falta agregar nada más, le digo dónde estoy, me excuso con mis compañeros alegando que debo volver a casa para quedarme con mis hijos ya que mi marido también tenía su cena de fin de año, y luego de que todos parten hacia el boliche, me quedo en la puerta del restaurante esperando a que Bruno me pase a buscar.
A los pocos minutos lo veo llegar desde la esquina, y aunque es de noche y está oscuro, alcanzo a percibir varias cabezas dentro del coche.
Cuando se detiene junto a la vereda, me acerco a la ventanilla y veo que son cinco, incluyendo a Bruno, que es al único que conozco y que va manejando. Los demás son todos desconocidos, al menos, hasta ese momento.
Me presenta como la mamá de su hijo, aunque la forma en que me miran no se corresponde con como alguien miraría a la madre del hijo de un amigo. Supongo que ya les habría contado algo de mí.
Ema, Tincho, Tonga y Fede, me los presenta. Enseguida Ema, que era el que iba adelante, se baja y se pasa con los demás al asiento trasero, dejándome el lugar al lado de Bruno.
Nos saludamos con un beso en los labios, como casi siempre que nos vemos, lo que incita cierto rumor entre los que van atrás.
Tras el beso, se pone en marcha, entrando, a las pocas cuadras, a un telo del que parece ser habitué, ya que saluda con familiaridad al conserje. Pasamos los seis a una habitación ya reservada, y aunque se nota que todos están re alzados, me gusta que no se apuren, ya que se toman su tiempo, incluso hasta para pedir unos tragos.
Mientras brindamos, se hacen algunas bromas, para romper el hielo, ya que aunque todos sabemos por qué estamos allí... para garcharnos... al principio siempre hay cierto pudor, por lo menos hasta que estemos todos en bolas y ya cualquier resquemor queda en el olvido.
Bruno es el que toma la iniciativa y empieza a bailar conmigo un tema de esos que solo hablan de "chingar". En la parte más sensual, dónde además se escuchan unos gemidos de placer, nos besamos, no con un pico, sino con toda la boca, un beso jugoso y excitado que pone en alerta a los demás contendientes.
La canción todavía no termina, que me suelta, y en plena evolución, me agarra Tincho que, al ritmo del perreo, también me besa.
Así me voy besando con todos, ávida, intensamente. Cuando termina la canción, ya he saboreado las lenguas y los labios de los cinco.
Para el siguiente tema, que sigue en la misma tónica, ya estoy rodeada, recibiendo manotazos por todos lados, estrujando y amasando cada porción de mi cuerpo.
Me estimula sobre todo cuando una mano... ¿de quién?... se desliza dentro de mi ropa interior y los dedos se hunden en lo más profundo de mi conchita, moviéndolos adentro como queriendo tocar algún botón escondido.
Otros dedos me recorren también la raya del culo, tanteando insistente la entrada posterior.
No sé quién fue el primero en pelar la pija, pero enseguida estoy de rodillas sobre unos almohadones, chupando a más no poder. Los otros lo imitan, sacándose a toda prisa pantalones, calzoncillos, y vuelven a rodearme, apuntándome con unas erecciones que ya están que gotean de excitación.
Se las chupo a todos, haciendo garganta profunda, aunque hay una en especial que resulta imposible tragármela toda, de lo larga que es, igual hago el intento, ahogándome varias veces, lo que provoca algunas risotadas.
Los que siguen mis relatos sabrán que en todo gangbang siempre tengo un predilecto, alguien que me impacta más que los demás. Así fue como me enamoré de Damián.
En esta ocasión no fue ni Bruno ni el que la tenía más larga, que por cierto era Fede, sino el tal Tincho. No sé decir lo que me atrajo de él, ya que en cuanto a dotación estaría casi entre los últimos, pero había algo en su forma de tocarme, de chuparme, de besarme, que me conmovia muy especialmente. Cierta cuestión de piel que con algunos se da y con otros no.
Aunque exceptuando a Bruno, todos los demás eran absolutos desconocidos, acepté que me cogieran sin protección. Me lo preguntaron antes.
-¡Los quiero sentir a pelo...!- fue mi inmediata respuesta, abriéndome la concha con los dedos, para mostrarles como me quemaba todo por dentro.
Tirada de espalda en la cama, con las piernas abiertas, empiezan a pasar uno por uno sobre mí, cogiéndome cada cual a su ritmo, más fuerte unos, más fuerte otros, pero todos con una intensidad deliciosa.
En ese excitante desfile, a Tincho le toca después de Fede, pero aunque primero me coge el más pijudo, es el segundo quién me hace acabar gloriosamente...
En pleno orgasmo, me ponen de costado y me cogen desde atrás, mientras por delante se las voy chupando a los que enseguida me la estarán metiendo también.
Resulta súper excitante que te cojan así, de a varios, cuando ni sabés de quién es la pija que tenés adentro o estás chupando.
Cuando estoy montada sobre Bruno, subiendo y bajando, disfrutando cada suculento pedazo de su virilidad, uno de sus secuaces empieza a tantearme el culo. Primero con un dedo, pero al comprobar que el esfínter cede prácticamente sin resistirse, termina metiéndome dos dedos bien adentro, como para que no queden dudas de que lo tengo bien roto.
Lo siguiente que me meten es una pija, dura e imponente, que acompaña a la que ya tengo por adelante, y a una tercera que me hunden hasta la garganta.
Atravesada por tres pijazos, más no puedo pedir, disfrutando esa pulsión animal a la cuál me encanta estar sometida.
Cuando sale uno, entra otro, por lo que mis orificios están ocupados en todo momento, llenos, rebalsados de virilidad.
Me cogen y culean sin freno, arremetiendo cada cual por su lado, como si mi cuerpo no tuviera fondo, o como si quisieran romper a puro combazos el frágil tabique que los separa y terminar chocando el uno contra el otro en mi interior.
Todos pasan por mi cuerpo, los cinco, bombeando mis agujeros más de una vez. 
Bruno es el primero en acabar, me acaba adentro, regando mi intimidad con la misma simiente de la que proviene el Ro. En ese momento me están cogiendo de a dos, por lo que él me acaba en la concha y el otro en el culo.
Mientras el semen explota en mis cavidades, yo sigo chupando todo lo que me ponen adelante, tragándome las vergas de los que luego de reventarme los agujeros, hacen que se las limpie con la boca.
Mientras los tres con los que estuve se reponen a un costado, sigo con los otros dos, Tonga y Fede. Sentir la pija de Fede por atrás es toda una experiencia. La tiene larga en serio el hijo de puta, y encima me la empuja hasta el final, hasta que sus huevos, llenos, peludos, quedan encajados entre mis nalgas.
También me acaban adentro, llenando ambos canales con tanta leche que, cuando salen, siento como dos manantiales vivos y efusivos, se derraman por entre mis piernas.
Estoy empapada, no solo de semen, sino también de sudor y saliva, por lo que me voy a dar una ducha. Cuando vuelvo, desnuda y húmeda, aunque de agua ésta vez, los cinco están echados en la cama, tomando licor.
En el centro de la habitación hay un caño, para hacer un baile erótico, así que me agarro del mismo, y echando la cola hacia atrás, la muevo de forma incitante, invitándolos a seguir disfrutando de mi cuerpo... y yo de los suyos, por supuesto.
Se levantan, vienen hacia mí, y formando una fila, me empiezan a coger desde atrás, cada cual a su ritmo, haciendo estallar sus pelvis contra mis nalgas, ya para entonces enrojecidas de tanto golpe.
No sé cuántas vueltas dan, cogiéndome más de una vez cada uno, para terminar arrodillada en el suelo, en medio de los cinco, recibiendo en la cara, en el cuerpo y en la boca, los lechazos que me disparan a mansalva.
Aunque algunos estaban acabando por segunda y hasta tercera vez, el semen seguía siendo bien espeso, derramándose como lava candente por mi garganta.
Me tragué todo, haciendo un sonoro y enfático ¡GLUP! que fue festejado con vítores y aplausos.
El gangbang como tal había concluido, pero nos quedamos un rato más, tomando y departiendo, contándonos divertidas anécdotas sexuales. La mejor la de Tonga, que de adolescente se cogía a una casada, y una vez que el marido llegó antes del trabajo, se tuvo que esconder en bolas en el balcón del departamento, en pleno invierno, en un décimo piso, por lo que se agarró una gripe de aquellas. La forma en que lo contaba, de como el chiflete le pegaba en los huevos, era muy gracioso.
Ya casi al amanecer, nos vestimos y salimos del telo los seis juntos, tal como habíamos llegado. Me dejan en la puerta de casa y se despiden con unos estruendosos bocinazos.
Mi marido y los chicos duermen todavía. Me tomo algo para la resaca y me quedo recostada en el sofá, sintiendo como el semen de Bruno y sus amigos aún me quema por dentro...



 





Fiesta de fin de año...
Una fotito en el telo con uno de los chicos...

9 comentarios - Fiesta de fin de año...

Desert-Foxxxx
La más puta de todas Marita como siempre. Quien pudiera ser uno de esos 5 y ver esa linda carita haciendo gargaras de leche casi.
Akuma32
Ya extrañábamos tus relatos, diosa. Volviste con uno bien potente. Parece q la pasaste genial con el quinteto.
Calle21
uhhh no sabes como extrañaba leerte, siempre un placer
FotoFiesta
Que lindo volver a entrar en Relatos y justo elegir el tuyo... me llevó el título, casi por instinto
CharlyNew2
estaba preocupado por el tiempo de tu ausencia Marita... Bienvenida!!!
MIsko-Jones
Marita hacia rato que no se te veia por aca pense que habias agarrado el mal habito de la fidelidad pero por por suerte no perdes las mañas y seguis escribiendo grandes y calientes relatos

besos Misko
capitanlee
que placer volver a llerte..!!! 2 meses entrando a tu perfil esperando noticias de alguna nueva aventura.. La verdad exquisito!!!
Sute41
Que lindo es volver a leer un relato tuyo.
Se te extrañaba Marita
Van 10 Pts .. y que hermosa la foto