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La Caja de Pandora 2

(Continuacion de La Caja de Pandora )

...Empece a tener problemas

Luego de ver mi casa toda volteada, o al menos desordenada, ya que nada estaba roto, me puse a pensar seriamente en todo y cuanto ocurría. Las cosas parecían salidas de una película de enredos. Además, estaba perdiendo a una novia de dos años, con la cual había tenido siempre una comunicación bastante abierta, con la cual me entendía cada vez mejor físicamente, con la que había tenido una última noche muy prometedora acerca de un amplio catálogo de locuras que podíamos llevar a cabo. Además, estaba seguro de quererla y de que me quería. ¿Y qué tenía a cambio?, la presencia oscura de una desconocida, inquietante, es cierto, pero destructiva. Como siempre nuestras pertenencias siempre refleja cómo estamos interiormente, así como está tu casa, así está tu corazón. Mi corazón estaba entonces violado, desvalijado, ultrajado, y la causa, al igual que el supuesto robo de mi casa, era, con casi entera seguridad, la micro mujer del Toyota.
Llamé a Brenda y le expliqué que nada tenía que ver con todo, le dije que en realidad tan poca importancia tenía la chica en cuestión que se me había hecho inútil o aun irritante contarle lo ocurrido, que comprendiera que me dio pena contarle lo estúpido que fui en el estacionamiento de la oficina de teléfonos, lo bruto que fue ser cortés con la chica cuando ella era toda apatía, y que lo del concierto fue loquera de ella y no mía. Me creyó a medias, pero quedamos en términos mejores, yo rogando casi de rodillas, ella suprema perdonándome, Etc. Etc. Etc.
Colgué el teléfono y me sentí más tranquilo, así que me prometí a mí mismo dejar en paz a la chica del Toyota. Sonó el timbre. Mi cuerpo se estremeció por una curiosidad nerviosa y acudí a abrir. Era la chica menudita del Toyota. Me quedé paralizado por un instante del cinismo de esta chiquilla. Tendría diecinueve, acaso veinte años. Se supone que las relaciones personales son una especie de juego, pero ¿Qué pasa cuando las reglas de ese juego no las impone uno mismo?, y más aún, ¿Qué hacer cuando esas reglas no corresponden a nada que hayas jugado antes?
Se pasó a dentro de mi casa sin mi permiso, como si lo necesitara. Empezó a husmear, como para verificar que sus pillos empleados hubiesen hecho bien su trabajo desordenando mi hogar. Reaccioné y le dije:
- ¿Qué te has creído? Entras a mi casa como si no pudiera echarte a patadas.
-No prometas cosas que no vas a cumplirme.
-Pero qué carajo... deja de sonar tan profeta y lárgate, te quiero fuera de mi casa y de mi vida, evádeme si me ves por la calle, considérame tu enemigo, tenme asco, señálame como aquel a quien más mal le caes, eres la peor extraña que conozco
-Me llamo Pandora
-Como si me importara
Se tiró sobre mí, como un luchador, abrazándome. Habría que ver esa escena que seguro daría risa a cualquiera, aun a mí me era difícil de imaginar. La chica abalanzándose sobre mi cintura y atándome con sus brazos, tal cual, si yo fuese uno de los Beatles y ella una fanática americana que pudo evadir el cerco de seguridad en pleno concierto del Hollywood Bowl, y aquí está lo increíble, yo rechazándola con mis brazos, empellándola, intentando zafarla, separarla, y ella abrazándose más, quitándomela de encima. Siempre pensé que me dejaría querer por cualquier mujer, a menos que estuviera muy fea, y sin embargo aquí estaba una chica prometedoramente deliciosa, histérica, rematada de la cabeza, abrazándome como un pulpo, narcotizada por su propia hormona, y yo en lucha greco romana con ella, quitándomela de encima. Me plantó un beso con su labial rojo, y con la lengua me lamió el cuello.
Por si no fueran bastantes problemas el tener demasiados escrúpulos para darle un puñetazo que la calmara, en la puerta apareció ni más ni menos que Brenda, la cual sólo vio mi boca manchada de labial, y como la chica me tenía atado como boa constrictora, lo que le fue suficiente para llevarse las manos al rostro y llorar mucho, y correr fuera de mi propiedad.
Ahora sí estaba enfurecido. Apreté los brazos de Pandora tan fuerte que seguro le saldrían moretones. Me chocaba además empezar a considerarla como Pandora, así de familiar. La fui jalando y paulatinamente la separé de mis hombros, caía ella cada vez más al suelo. Creí que tenía éxito hasta que vi que lo conseguido era obra de su capricho. ¡Habrá de verse!, con los dientes bajaba el cierre de mi cremallera. Con una mano se arriesgó a dislocar su brazo izquierdo metiéndolo entre el cinto de mi pantalón y mi cintura. Fija como estaba ya no ocupaba las dos manos, con una me pellizcaba la espalda, lo que me hacía usar una de las mías para intentar arrancar el pellizco, y su otra mano la usaba para sacar mi pene del pantalón. Engulló mi miembro como ballena que devora plancton. Empezó a chupar y chupar con fuerza, su boca era poco hábil para estas lides, pues sus dientes seguido se accidentaban con mi carne.
Manaba saliva como si fuese un cacto abierto en canal y devoraba. La lucha no podía ser ahora más ridícula, yo intentando apartarla en forma estúpida y ella sin tomar en cuenta mi opinión, pues la única opinión que parecía entender era lo duro que se me estaba poniendo el palo. Aquí me voy a permitir indicar dos citas legales que investigué después, por absurdo que parezca. Comete el delito de violación quien tenga acceso carnal con una persona, sea hombre o mujer, por medio de violencia física o moral, y contra de su voluntad. Comete el delito de exposición inmoral la persona que, por sí o por tercera persona, realice exhibiciones obscenas. He aquí que esta chica me estaba violando, y adicionalmente Brenda había dejado la puerta de entrada abierta, por lo que cualquiera que pasara vería que ella me estaba mamando la verga. La violencia de su boca, su hambre, su desesperación, me proporcionaba a mí una lluvia de sensaciones que no había sentido jamás, me sentía elegido, único, me sentía un objeto sexual, yo que toda la vida había tenido que convencer a las chicas de que me amaran, yo que siempre tuve que ser simpático, agradable y buen partido, yo que siempre había pedido, ahora estaba siendo presa de un predador de mi sexualidad, y eso me gustaba, me gustaba la sensación de provocar en esta chica semejante locura, dejó de pellizcarme, dejé de apartarla, le tomé la cabeza, podía arrancársela si quisiera, pero no quería porque me estaba corriendo sobre su cuello y su pecho. Se escuchó una sirena:
-Nos van a tener que acompañar a la comandancia. Dijo el oficial de policía.
En vez de bramar de placer como me hubiera gustado, dije con voz entrecortada, extasiada.
-Pero si es mi casa, puedo hacer lo que quiera.
-Menos esto con la puerta abierta cabrón. Haz lo que se te dice y no saldrás lastimado, órale, moviéndose los dos. Usted aséese ese cuello y mejillas señorita.
Íbamos pues detenidos sobre la patrulla, que era de esas camionetas con caja y techo. A ella la sentaron en un cojín y a mí me esposaron de un tubo. Estábamos sentados juntos y yo poco humor tenía de decirle lo que fuera. Iba en la caja un sujeto pintoresco con una cámara fotográfica al cuello, juraría que su pinche bigotillo era falso.
-Posen para la foto amigos. - Dijo el muy cretino.
Pandora se puso a mi lado y se acurrucó con una sonrisa, CLICK, se escuchó luego de un flashazo. Yo la hice a un lado.
- ¿Es usted reportero, verdad?
-Por supuesto-
-Esa foto es mía-
-Lo sé
-No se me haga el chistoso, quiero decir que me la tendrá que entregar.
-Ni lo sueñes, es parte de mi reportaje
- ¡Mi reportaje! ¿Qué reportaje es ese, qué no sabe que tratándose de violación no puede difundir ni siquiera los nombres?
-Espere un momento, esto sí que salva mi noche. ¿Se trata de violación?, déjeme ver, ¿Este angelito lo violó a usted?, ella de dieciocho, tal vez una menor, lo violó a usted que fácil tiene sus veinticinco. ¿Y usted no pudo hacer nada por evitarlo? Esto sí que va a vender.
-Espere, no soy abogado, en verdad no sé por qué se nos detuvo.
-Amigo, si me da usted un buen de plata olvidaré que esto se trata de una violación, pero como amigo no le recomiendo que diga semejantes pendejadas en la comandancia. ¿Sabe cuándo encerrarán a esta preciosidad? NUNCA, y en cambio usted será el hazmerreír SIEMPRE. Seguro le creerán que la chica le dijo a su miembro que se hinchara.
Hice el arreglo económico. Me quedé en la vil calle sólo por comprar ese rollo fotográfico. Perra vida, yo trabajo quince días para cobrar y este hijo de puta se lleva el 80% de mi sueldo a cambio de una foto oportunista y su nada confiable promesa de callarse la boca. Nos bajaron en la comisaría y nos llevaron con un gordo inspector de averiguaciones previas.
- ¿Por qué están aquí? -Dijo el inspector dejando mucho qué desear.
-No lo sé. Habría que preguntarles a los oficiales.
-Con un carajo. Enciérrenme a este par en el calabozo, y mándame traer a Padilla y a Ortiz.
Nos condujeron hasta un cuartillo que olía a vómito y orines. Ahí sentía una mezcla de repudio con extrañeza. Me quedé viendo a Pandora, quien parecía muy tranquila, como si esperara el desenlace de las cosas, segura de que era vano preocuparse por estar ahí, plenamente convencida que lo único que faltaba por hacer era dejar que el reloj corriera.
- ¿Por qué me haces esto? - Le pregunté sin pretensiones de juez.
-Mereces vivir mejor.
- ¿A esto le llamas mejor?, ¿Te parece mejor esta mazmorra que mi casa? Créeme, estás loca y te quiero fuera de mi vida.
No imaginé que empezara a llorar con tanto dolor. Su cuerpito frágil parecía más quebradizo que nunca.
-Mira, esto me hace sentir muy mal. No quise herirte, pero, desde que te conocí he tenido únicamente problemas. Yo vivía muy feliz...
-Vivías muy estable, únicamente muy estable.
-Di lo que quieras, pero esto no es lo que quiero.
-Si tu felicidad estuviera en tus manos ya la hubieras obtenido. ¿Es tan malo que te ame?
¡Vaya plática de calabozo! Me sentía muy conmovido por aquella chica. Su error era generar fricción en mi vida, pero ¿Y si tenía razón?, tal vez mi vida caminaba demasiado tranquilamente, posiblemente en un año me case con Brenda, si es que me perdona esta "segunda ofensa", tengamos dos hijos tal vez, vendamos el Mustang y compremos una vagoneta más familiar, criemos a algún perro muy casero, con suerte y hasta compremos un canario, o me empiecen a gustar las novelas, y así. Hice a un lado toda mi aversión y le dije que nada sabía de su vida, que ella se metía deliberadamente en mi vida, que ahora me decía que me amaba y sin embargo seguía siendo una extraña. Iba ella a empezar a hablar, pero vinieron unos guardias y se la llevaron sólo a ella. "Después te cuento", fue lo último que dijo. A mí me sacaron después.
Volví a mi casa y la sentí incompleta. Brenda no me contestó al teléfono. Dormí teniendo muchas pesadillas, en ellas hacían el amor Brenda y Pandora, para esto Pandora resultaba tener un pene monstruoso con el cual barrenaba el culo de Brenda, quien gritaba en forma angustiosa pero sumisa. Teniéndola así, en cuatro patas, la embestía duramente y en cada arribo se escuchaba un grito. Brenda, cegada por la posesión carnal inclinaba su cuerpo hasta las colchas, mismas que mordía con rabia, mientras Pandora aprovechaba esta ceguera para sacar una navaja afilada, y en el lienzo que era la espalda blanquísima y perfecta de Brenda, teñía a punta de heridas un retrato que no era otra cosa que mi rostro riendo.
Al día siguiente tiré a la basura el costoso rollo. Luego lo saqué del cesto de basura, sin saber por qué lo llevé a revelar. El revelado me salió más costoso de lo que esperaba, pues las imágenes no eran del todo publicables, sino del tipo obsceno. Las pagué. Mi sorpresa fue grande debido a varias cuestiones. Cabe decir que el sitio donde revelé las fotos queda enfrente de la catedral, también hay que prestar atención a que el calor en la ciudad era ese día sofocante. Ambos elementos justificaron que me metiera a la catedral, que, si bien no tiene aire acondicionado, sus muros son tan gruesos, sus ventanales y techos tan altos, que en las bancas del templo se siente un fresco delicioso. Ahí, sobre una de las bancas de mero atrás del templo casi vacío, me senté para ver las fotos que había tomado el reportero. Terminé por sentirme blasfemo.
En la primera, estábamos Pandora y yo, sentados en la patrulla, ella libre, yo esposado, ella sonriendo a la cámara, yo cabreadísimo, hecho una furia. Ella con su forma corporal en dirección absolutamente mía, yo con mis hombros hacia fuera, como si quisiera huir. Había algo en su mirada a la cámara, amor, ternura, intensidad, y sin embargo había un toque malévolo. Sus pechos se veían bastante bien. La segunda de las fotos éramos nosotros dos también, en dicha foto ella engullía por completo mi verga con su boca, sus ojos aparecían puestos en blanco, como si estuviera envuelta en la embriaguez total, mientras que mi cara era de placer absoluto. Nadie que viera esa foto me creería que yo estaba recibiendo esa mamada a fuerzas. Todo se me hacía muy extraño, para que el reportero hubiera tomado la foto era preciso que hubiese estado ahí desde antes que apareciera la policía, pues los uniformados llegaron luego que me había corrido. En otra de las fotos aparecía un hombre a lado de Brenda, estaban dentro de un coche, y la penetraba fuertemente. En una de esas fotos ella lo montaba a horcajadas, mientras el tipo sonreía no sé si a la cámara mientras le mordía una de las tetas sobre la blusa, en otra foto ella le comía la verga, y en una tercera foto él se la cogía a lo perro y ella pegaba su cara al cristal, loca de calentura, borrando con su mejilla el vaho que había terminado por poner gris de humedad la ventanilla. Otra foto era de un sitio, el Hotel América, que era el hotel que Brenda y yo acostumbrábamos, y una última foto era de la puerta de la habitación seis, nuestra habitación. La cámara era de esas que inscriben la fecha y la hora. Brenda me había sustituido antier a las 21:35. Y este reportero más que un reportero común, parecía un duende íncubo escapado de una película de David Lynch.
El sábado me llamó Brenda, quería hablar de todo lo ocurrido. Nos vimos en mi casa. Ella estaba muy confundida, decía, y pese a que sentía que tenía razones para estar enfadada conmigo no podía olvidarme, que caía en cuenta que el tiempo que habíamos tenido como pareja nos había mostrado que hacíamos una bonita pareja, que no había por qué perder esa relación tan bonita. Después de todo, decía, qué bueno que las dificultades surgían para probar nuestro amor, para probar que nuestro amor es más grande que las vicisitudes que pudiera enfrentarnos el destino. Mientras ella hablaba yo pensaba en lo estúpido que había sido al quemar el rollo de fotos y las fotos mismas excepto aquellas en que Pandora y yo aparecíamos juntos. Viendo la cara de Brenda sonándome tan sincera, me gustaría tener en mis manos las fotos, no para echárselas en cara, sino para verlas detenidamente, ¿Y si no era ella?, ¿Si sólo se trataba de una chica muy parecida con un top de girasoles idéntico al suyo, con unos tacones idénticos a los suyos, con una pulsera igual, con unas nalgas iguales? Empecé a decirme que al menos no me había engañado estando de novia conmigo, sino en esos días en que ella y yo no éramos nada.
"Quiero que seas mi novio de nuevo" Dijo como si me estuviera rogando. Se arrodilló inclusive, aunque no era necesario. Mi respuesta fue pararme frente suyo, dejando a la altura de su boca mi bragueta. Ella sonrió luminosamente considerando eso como un sí, y engulló mi verga, recorriéndola con esa lengua que tiene que es mágica. Me quitó los pantalones y comenzó a comer los testículos, luego se puso mi palo en la entrada de su boca, como si sólo me fuera a mamar el glande, para luego tomarme de las nalgas e impulsar mis caderas hacia delante, metiéndose mi sexo en su boca. Así estuvo un rato. Luego me pidió que me desnudara completamente, ella hizo lo mismo.
Sobre su columna vertebral, a la altura de la cintura, llevaba un tatuaje que no tenía antes, una pequeña figurita de una araña que en su bolsita gorda y negra llevaba una mancha, tal cual si fuese una viuda negra y su mancha roja fuese una araña más pequeña, posiblemente su consorte recién devorado. Me senté en el sofá y tenía mi palo muy parado, apuntando al cielo, y ella se alzó en cuclillas sobre los cojines del sillón, como si fuera una nave que tuviera que alunizar, cuidando de embonar con el abastecedor de combustible que yacía en terreno firme, y así, despacio empezó a dejarse enclavar, envolviendo mi pene en un fuego abrasador, terminando por envolverme entero, subiendo y bajando con pasión. La tomé de las nalgas y las apretaba, jugando con su vaivén, rozándole el ano de vez en cuando con mi dedo índice. Ella se ponía más y más caliente, la puse tendida sobre el borde del sillón y así empinada comencé a darle duro. Se corrió abundantemente, y yo, que ya estaba de punto, saqué mi palo para que el ojo de mi pene besara la entrada de su culo, y así, sin penetrarla analmente, froté mi verga en su ano, esperando que mi semen ardiente comenzara a teñirle de blanco su oscuro esfínter, y así fue, comenzó a manar mi leche, que salió primero tan violentamente que una gota de crema voló cayendo justo sobre su tatuaje nuevo, mientras que el resto de semen daba de beber a aquel culo que se retraía sediento.
Esa noche se quedó a dormir en mi casa, había mentido en su casa diciendo que iría a un campamento. La follé sin tregua durante esa noche hasta que caímos dormidos uno abrazado del otro. Cuando desperté, ella ya no estaba, la luz entraba por la ventana y degustar la noche anterior me duró lo que me tardé en ver que en la mesa del comedor estaban cortadas con tijeras el par de fotos de Pandora y yo. El corte estaba hecho de tal manera que nos separaba, como si las mitades fueran la silueta de cada uno de nosotros. Me encabroné. Había sido un estúpido en guardar esas fotos, en no tirarlas de saber que Brenda volvería. Ella no atendió mis llamadas durante el día.
Por la tarde se aparcó frente a mi casa el Toyota Célica. Pandora tocó el claxon y yo salí a preguntarle qué quería, "Darte problemas" contestó en una broma que me pareció de pésimo gusto. Me invitó a salir, a una sorpresa si es que tenía valor. Yo acepté en medio de un trance casi hipnótico. Ella me dijo que para que fuera sorpresa debería dejarme atar de los ojos. Pese a que sabía que eso no dejaba de ser un riesgo tratándose de esta esquizofrénica, acepté. Durante el camino fui escuchando su voz cantando las canciones que salían en la radio, sintiendo cómo con la mano con la que no sostenía el volante me tocaba la pierna, la mano, sintiendo como jalaba mi mano a fin de que la colocara sobre su pierna, aunque impidió que la encaminara hasta su coño. Volvieron a asaltarme las dudas si entre sus piernas habría un coño o una verga.
Llegamos a un lugar, al cual inútilmente quería identificar por el olor, pues, aunque me olía familiar, olía como cualquier hotel. Entramos en una habitación, escuché que cerró las dos aldabas de la puerta. Me quitó el vendaje de la cara. No había nada particular en esta habitación, que, si bien era una suite, era una suite ordinaria. Con una cama inmensa, una mesita con dos sillas alrededor, espejos en los muros. Me invitó a sentarme en las sillas. Allí platicaríamos. Su voz no era como siempre, se escuchaba más gruesa que antes. Me dio escalofríos pensar que se tratara de un hombre, cosa que sería prácticamente imposible a menos que mi edad no hubiera sido suficiente para distinguir a una mujer de un excelente travesti.
-Debes tener muchas preguntas. ¿Cuál es la que más quisieras responder?
- ¿Por qué yo?
-Porque me gustas y siempre tomo aquello que me gusta.
-Pero no me pediste mi opinión.
-Tu opinión es algo que me has dado todo el tiempo. No ha pasado un segundo en que no hayas dejado de pensar en mí, sales a la calle y estas son sólo una oportunidad más de toparte conmigo, aun en tus sueños me llamas, y créeme, soy muy sensible a eso, a ser el objeto de pasión de un hombre. Sólo te devuelvo el favor pensando en el momento en que has de abrirme completamente, llenarme de caricias, aprovecharme completamente, es decir, te devuelvo el favor pensando en este momento.
Sirvió un té en un par de tazas que había ahí y comenzamos a beberlo. Nunca me ha gustado el té, pero este lo bebí ciegamente, como si se tratara de la primera de las ordenes que iba a tener que cumplir. Bebí varias tazas. Empecé a sentirme algo relajado, visceral, intenso.
- ¿De qué es este té? Pregunté.
-De Marihuana y otras hierbas.
¡Vaya, ahora me encontraba inclusive drogado! La verdad es que siempre he creído que la ilegalidad de la marihuana es algo muy injusto, considerando que alcohol y tabaco se pasean por la calle sin ningún tipo de restricción, siendo que no son más nobles que la cannabis, sin embargo, no me agradaba la idea de estar ahora drogado sin haberlo consentido, aunque pensándolo bien, esta manera cobarde de hacerlo "sin saberlo" es la que mejor le sienta a gente cobarde como yo.
Ella se paró de su silla, parándose frente a mí, desanudó el cintillo de su vestido y lo abrió como si fuese una naranja exhibicionista, dejando ver que estaba desnuda, fragante, blanquísima, con su sexo repleto de un vello grueso y abundante. Una mujer afortunadamente. Parecía un ángel inconcluso, inocente, frágil, todavía sin virtudes, todavía sin alas, hermoso. La yerba estaba comenzando a hacerme sentir el don de ver la belleza, de tal forma que comencé a mirarla como nunca había visto antes a una mujer, su piel me parecía brillante, como si fuese un retazo de sol, y cada poro me parecía tan vital que casi escuchaba el quieto silbido que hacen al respirar, su olor me embriagaba por completo a la vez que sentía un calor intenso en todo mi cuerpo. Sentía que cada brizna de aire golpeaba cada uno de mis vellos, como si estos fuesen palmeras que danzan a la orilla de una playa a punto de huracanarse, mientras que mi sangre se volvía una compleja red de ríos que avanzaban en una ebullición incesante, bañando mi cuerpo completamente.
Tocarla fue una sensación eléctrica, sus pechos eran un par de volcanes que se hacían a la forma de mis dedos, resistiendo con su fuerza propia la fuerza de mis dedos. Su cintura, sus nalgas, sus piernas, sus pies, sus manos, su cuello, sus orejas, todo había que besarlo. Ella me recostó en la cama, dejando que mi verga se izara como el asta de una bandera ausente, y sacó su lengua, boludita, no de punta, y comenzó a tocar con ella mi glande. Yo sentía como si sobre la cabeza de mi pene se paseara un caracol del infierno, o cuando menos un trozo de lava consciente. Con su boca comenzó a mamarme, primero bastante mal, parecía como si sometiera mi verga a un sacapuntas, pero pareciera que de pronto el lápiz comenzara a encontrarle el gusto al sacapuntas. Me mordía, me chupaba, me lamía, y cada una de estas acciones las disfrutaba tanto. Su mano me apretaba los testículos en un pellizco que me excitaba mucho. Me alzó y me puso en cuatro patas, metió su cara bajo mis piernas y siguió mamando. De mi pene se fue a mis testículos, y de ahí al tramo de carne que tengo entre el ano y los testículos, mordiéndome, y mientras más me mordía más se me paraba el falo, el que bailaba como la espada cantarina de cierta caricatura que vi. Ella se puso de rodillas y la falta de contacto de su boca con mi cuerpo me sugería que estaba mirando el mapa de mi culo, memorizando mi huella anal, luego sentí una mordida en pleno culo, el paso de una lengua caliente que hacía su tarea de dilatar mi esfínter.
Tal caricia era para mí no sólo desconocida, sino que en otras condiciones probablemente y hasta me cuidaría de que no me la practicaran. Pero la verdad es que sentía maravilloso el recorrer de esa lengua por entre las arrugas de mi ano. Ella notó que cuando metía su lengua entre el aro de mi culo contraía las nalgas, mientras que cuando lo recorría por fuera me agachaba más, abriendo mis carnes, lo que le dio pista de algo que es cierto, la penetración no me llamaba la atención, más no así la lamida de culo y la mordida en las nalgas. Mientras me chupaba el culo, una de sus manos me pajeaba con furia, tanto que casi reviento en su mano.
Me paré y quise corresponderle la mamada, poniéndola a su vez en cuatro patas. El olor de su sexo era dulce, y su sabor también. Mamé vorazmente durante largo rato su sexo, y a diferencia del sexo oral que le practicaba a Brenda, en el cual me quedaba claro que lo hacía para que ella sintiera rica, aunque para mí fuera más bien algo así como un sacrificio venial; tratándose de Pandora, lo disfrutaba por mí mismo, sintiendo su coño como una boca alienígena muy atrayente que correspondía mi beso con un sin fin de manifestaciones. Luego quise sentir lo que ella en la boca cuando empecé a mamar su ano, lenta y cadenciosamente primero, más fuerte y profundo después. A cada mamada de ano le acompañaba un gemido de placer que ella emitía con su divina voz. Tenerla ahí, empinada, con sus manos abriéndose las nalgas, me puso muy caliente. Me paré y comencé a penetrarla a lo perro, y ella se separó violentamente de mí, aterrada.
Yo la seguí, la tendí boca arriba con las piernas abiertas, pero ella seguía con su cara de venado en cacería. Jugué con su sexo y la punta de mi pene, y ella parecía disfrutar, pero al penetrar ponía cara de pánico. Me incliné un poco para besarla y cuando nos besábamos en un beso muy profundo la atravesé de nuevo, metiéndosela completamente. Ella no era virgen, e incluso su sexo estaba tan hinchado o tan acostumbrado a un pene inmenso que me era difícil suponer el porqué de su terror. Lo cierto es que la penetré hasta el fondo y la sujeté de la parte exterior de la pierna y nalgas, a fin de no dejarla escapar. Pataleaba como una araña, mientras que yo clavaba mi aguijón en forma letal.
Era como si su cuerpo estuviera abierto a la penetración, pero su alma se resistiera a entregarse por completo. La penetré más suavemente, mirándole a los ojos, notando el color que tenían, sus pestañas, su humedad, y durante ese instante algo cedió, pues su alma dejó de resistirse y se compenetró también. No me cabía la duda de que ahora sí estábamos en una fusión total. Pese a que la suite sugería muchas cosas, nosotros nos quedamos en la posición básica, pues no era necesario mucho circo para gozar como lo estábamos haciendo. De rato nos sorprendimos mirando al espejo para ver cómo lucíamos. Su coño formaba alrededor de mi palo un ovillo perfecto, como si fuese una gota de cayera del cuerpo de un Dios líquido, mientras que mi palo se marcaba con una silueta interna que dejaba ver que dentro de la piel pasaba una actividad celular enorme.
Mientras la poseía afanosamente, ella me dio una bofetada fortísima. Le sujeté la mano incrédulo. Ella me sujetó con las piernas para que no saliera de su cuerpo. "Pégame tú a mí", me dijo, y yo que nunca había tenido esas aficiones me mostré renuente. Ella me dio otro golpe. Por fin le pegué. Ella hizo una mueca de gusto. Le pegaba en las nalgas porque sentía que era el sitio dónde menor daño haría. Pero de rato le daba golpecitos en las tetas, en el culo, la sujetaba del cuello, del cabello. Seguía sobreexcitado. De rato era ya violencia pura, hasta que la violencia máxima se manifestó en una eyaculación que tuve, tan intensa que lo que produjo fue dolor, y por primera vez me quedó claro que mi semen era parte de mí, parte viva de mí que permanecía en ella aun después de habernos separado. Ella gimió también cuando me vine.
Me preguntó que cómo me sentía, le dije que fabuloso. Ella me llamó "Mi Monstruo", lo que no sé cómo tomarlo. Estaba tendido en la cama, aun sudado. Ella se paró de la cama dichosa. Sacó del frigorífico una jarra que contenía un elixir verde, como pulpa de pepino, pero considerablemente más verde, más oscura. Me dio de beber, el sabor era acedo. Con desagrado le dije que no me gustaba, pero insistió que lo bebiera, que era para revitalizar mi cuerpo, para modificar el efecto del té, y para prepararme para lo que seguía.
Cuando me colocó la venda de nuevo, luego que sólo yo tomé del elixir, empecé a pensar qué era eso que ella llamaba, "lo que seguía". Me llevó caminando por el hotel, llevándome a otra habitación, lo supe porque el lugar al que entramos estaba fresco, casi frío, me sentó en una silla y me ató de las manos y pies. Yo le dejé hacer porque imaginé que se trataba de un juego más atrevido. En cierto modo lo era. Me quitó la venda y vi que estaba a un metro de un muro, que, en ese muro, justo frente a mí, había unas cortinas rojas. Vi que la silla en que estaba se encontraba atornillada al suelo y que en definitiva estaba bastante bien atado.
Ella se puso atrás de mí y comenzó a decirme:
- ¿No me preguntas de qué era el licuado?
-Supongo que es seguro lo que me diste de beber.
-Es un licuado de peyote. Mañana tendrás suelto el estómago, eso será normal, pero no será normal que vayas al médico por ello.
Era asombroso todo esto. Haberme dado de beber té de marihuana no era nada comparado con darme licuado de peyote. Haberle pegado mientras le hacía el amor era algo que no provenía de mí. Dejar a mi novia no era algo de mí. Parar a la policía. Ella era además bajita, demasiado para que fuera mi pareja, su tono de piel no es el que me agrada y su cuerpo tan menudito es casi la antítesis de mi gusto, su lengua es para colmo boludita, y sus manos no son como las que me agradan. Es justo lo contrario a mi gusto, y sin embargo esta mujer tan contraria me ha hecho sentir en menos de tres meses una gama de sensaciones que para mí estaban vedadas. No estoy seguro de quedar a su lado, pero por lo pronto es una alternativa de placer que me ofrezco.
Jaló de un cordel y las cortinas se abrieron, quedando una especie de marco, como si fuese una pantalla de televisor de cincuenta pulgadas. Sin embargo, el cristal estaba gris. No parecía que fuera una ventana, tampoco un televisor. Se iluminó el cuadro cuando alguien abrió la puerta del cuarto contiguo. Ya entendía, la habitación contigua tenía seguramente un espejo, de esos que permiten que un voyeur pueda ver hacia el otro lado, así, tú te reflejas en el espejo sin saber que estás siendo observado por un mirón que yace al otro lado del espejo. Cuando la luz se encendió se "prendió" el espectáculo para mí. El tipo que entró lo hizo solo, y colocó sobre el buró el portarretratos que había sido hurtado de mi casa. Acto seguido entró en la habitación Brenda, acompañada del tipo de las fotos de la jodienda en el coche. Uno de ellos le dio dinero a Brenda y ésta lo guardó en su bolso, para después empezar a desnudarse.
Era todo aquello demasiado fuerte para mi orgullo. Brenda de puta era algo que sencillamente no era posible. La habitación en que ella acababa de entrar con los dos sujetos era ni más ni menos que la habitación seis que yo y ella siempre frecuentábamos. Ella no podría ser una puta porque siempre ha sido más bien pasiva. El peyote me comenzaba a hacer ver cosas muy extrañas, mi enfado, la marihuana, el peyote, mi excitación, y el centenar de cabos sueltos me estaban volviendo loco realmente.
Casi sin preámbulo, estaba ahí Brenda mamándoles la verga a los dos desconocidos. Metiéndose la carne de ambos a la vez en sus labios que aún hoy consideraba míos. Recordaba en mi propia piel las caricias que ahora les daba a ellos, y me sorprendía de su capacidad para satisfacerlos. De rato los dos la tenían en las posiciones más variadas, penetrándola por la vagina y por el culo, ambos a la vez, luego en boca y coño, ano y boca, e incluso los dos en la vagina, en una vagina tan elástica que yo desconocía. Para mi todo aquello resultaba tan irreal, tan absurdo, tan francamente increíble que me daba risa, una risa de saberme un títere cósmico, una marioneta.
Veía a Brenda y a los chicos llenos de cabello, como si fuesen animales que copulan sin culpa, sin complejos, regalándose todo el placer ciego de que son capaces. Mientras yo veía todo eso, Pandora me contó la siguiente historia:
"Desde que te vi supe que serías mío de muchas formas. Desde que te vi estacionando tu Mustang como todo un cabrón detrás del otro coche supe que yo tendría que enseñarte muchas cosas. Desde que vi la curvatura de tu espalda, así débil, así cansada, así hastiada, sentí tanta pena por ti que decidí acercarme. No fuiste tú quien me encontró a mí, fui yo la que siempre estuve, la única ama de la casualidad. Encima de todo te sentí crédulo, con fe, eso me hizo verte encantador. Te seguí al centro comercial, te seguí al concierto, te seguí al cine, ahí uno de mis muchachos, ese que le está metiendo la verga a tu mujer en el culo, ese impidió que entrara nadie al baño mientras yo me daba a la tarea de averiguar si tu fisonomía es como me gusta. ¿Viste las vergas de esos dos?, están grandes de verdad, y muy rectas, y cabezonas, créeme que tu obsesión de la lengua puntiaguda no es nada comparada con la mía de tener una verga justo como la que ese par tiene. En este instante tu mujer está sintiendo que se vuelve loca de placer con esos dos, ellos saben qué hacer cuando están follándose a alguien en un sándwich así, ellos juegan con la delgada distancia que hay entre sus palos, se tocan sus glandes, y con eso te hacen gozar como nunca, lo sé porque aprendieron ese truco en mis caderas. Tu obsesión de la lengua, que es algo muy fácil de adivinar, no es nada. He dejado a muchos hombres, hombres encantadores de verdad, por el sencillo detalle de no tener el miembro como a mí me gusta, o de no saber moverlo como yo prefiero. Tú me gustaste para darte problemas, pero tenía que averiguar qué fueras de los míos. En el cine no hice otra cosa que evaluar, darme triste cuenta que no eres como yo quiero, tu puta genética no te ayuda conmigo. El otro chico, el que le está dando a Brendita por el coño, ese es el mismo que le metía el dedo en ese mismo agujero dentro del cine. ¿Qué te dijo la muy puta?, que sólo la tocaba. No te dijo que le metió completamente dos dedos en la vulva, seguro que no te contó nada de eso. Puedo asegurar que ella empezó a ser mujer ese día, y puedo saberlo porque estuve aquí, donde tú estás sentado ahora, viendo cómo se consolaban tú y esa zorrita. Tú también naciste, me debes eso, tú también naciste como hombre, pues antes de ello eras un costal de papas sin iniciativa, lo sé porque les vi alguna vez, luego de conocerte. Siempre estuve, recuérdalo. Ese que está dándole por la boca a tu novia es el ladrón que se metió a robar tu retrato, pues cree, y está en lo cierto, que es bastante capaz de follarse a tu novia teniendo el portarretratos en el buró. Ese es también el reportero que nos tomó esas lindas fotos que sin duda revelaste, que sin duda conservaste para tenerme, aunque fuese un poquito. El que le da por el coño a tu novia es el chico del auto, dice que tu futura esposa es fácil de llevar a la cama, que no puede resistirse a nadie que tenga la verga más grande que tú, lo que no es del todo difícil, dice que le encanta el miembro, pero es egoísta, que sólo quiere satisfacerse a ella misma, que necesita aprender muchas cosas para ser un buen acostón, que el dinero le ciega el escrúpulo y le abre las nalgas. Pero no te preocupes, con lo que le hacen te la van a dejar muy en forma, le están abriendo no solo el culo, sino miles de posibilidades. Yo llamé a la policía, yo le dije a Brenda que fuera tu casa cuando yo estaba en ella, todo y cuanto pasa es mi plan. No te metas conmigo. No quieras joderme porque soy Pandora y en mi mano tengo la caja maldita completamente abierta. Hasta hoy me quedaré cerca de ti. Nada de lo que aprecies como amor entre tú y yo es cierto, yo sólo soy la mujer del futuro, más fuerte y voraz de lo que crees. Estoy muy lejos de las estúpidas a que estás acostumbrado, no estás a mi nivel, aún debes crecer. Hoy te olvidas de mí. Tienes dos alternativas. Quedarte aquí, esperar a que ellos se larguen, desatarte, regresar a tu casa odiando a Brenda, sintiéndote impotente por no poder tenerme nunca, tardando años en aceptar todo lo ocurrido, o bien, unirte a eso que ves a través del cristal, a Brenda le taparíamos los ojos, participarías de su cuerpo, y del mío, así la tendrías a ella de nuevo, que es una mujer como la que mereces y en el fondo sí te quiere."
Alucinando del todo como estaba, acepté lo segundo. Ella marcó a la habitación seis y uno de los fulanos le dijo a Brenda que requería de vendarle los ojos, mientras que Pandora me hizo jurar que no hablaría ni emitiría ningún sonido que me delatara. "Brenda está igual que tú, muy dopada", fue lo último que me dijo Pandora.
Ya en la otra habitación, penetré a Brenda por el culo mientras que uno de los tipos hacía lo propio por el coño, y así me turné por cada uno de sus orificios e incluso participé en una doble penetración en la vagina. Pandora siempre tenía una verga adentro, y ponía mucha atención en mamar el culo de alguien siempre, o el coño de Brenda mientras se la metía cualquiera de nosotros. Brenda era otra, era un ente poseído por la lujuria. De rato estaba Brenda sentada a horcajadas sobre mí, mientras que los dos tipos penetraban a la vez a Pandora. Ellos se corrieron dentro de ella, uno en el culo y otro en el coño. Brenda, escuchando que los tipos se corrían, exigía de mí su cuota de leche, y así sentada dio de caderazos cada vez más violentos para extraer toda mi savia.
Al ver todo este estertor, Pandora y los dos tipos dejaron la habitación, cerrándola con cuidado. Hice erupción dentro de ella, quien tembló en forma violenta, mordiéndome el hombro. Totalmente en éxtasis ella me abrazó. Por fin le quité la venda de los ojos y pudo ver que se trataba de mí. Empezamos a llorar, supongo que de alegría. En ese instante sentimos una unión absoluta, también una libertad irreprimible. Nos besamos en la boca, alucinando que nos salían alas, que volábamos, que todo lo ocurrido en las últimas semanas era fruto de un sueño muy loco que nos llevaría a este instante, sin culpa, seguros de haber vivido juntos las experiencias que se volvían como un delirio del cuerpo.
Cuando amaneció, estábamos desnudos sobre la cama del cuarto seis, ella todavía dormida, yo mirando el techo y preguntándome ¿Por qué nos atrae aquello que no tenemos?, ¿Hasta qué grado puede uno apartarse de aquello que considera uno es su gusto y empezar a aceptar situaciones que en teoría nunca viviríamos?, ¿Hasta dónde da la elasticidad de este cuerpo, para cuantos placeres más resiste?, ¿En qué medida el cuerpo del ser amado contiene lo que amamos y lo que nos da rechazo? Brenda es todo lo que quiero y haría, es lo que ignoro y quisiera conocer, lo que odio, pero me da placer, todo eso es ella.

La Caja de Pandora se abrió, y me regaló una mujer.

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