Por suerte habĂa muchas latas y botellas, tomĂ© una de esas botellas chicas para tomar sola, y comencĂ© a beber directamente del pico. Los cuatro hombres se quedaron mirando como mis labios apretaban la boca de la botella.
—Las cosas que debés hacer con esa boca —dijo Juan Carlos.
—Gracias a esta boquita me ahorrĂ© de pagar varios meses en el gimnasio —tenĂa la mente algo nublada por el alcohol y me sentĂa sumamente atrevida—. Cuando el dueño del gimnasio descubriĂł mi talento, me permitiĂł pagar la cuota en petes —le guiñé un ojo a Juan Carlos. Mi novio se limitĂł a sonreĂr, tal vez creyendo que yo estaba bromeando.
Me sentĂ un poco mal por Ă©l, porque no lo estaba diciendo en broma. Eso pasĂł de verdad. Hubo un mes en el que me atrasĂ© con el pago de la cuota del Gimnasio y Rodolfo, el dueño, me hizo una propuesta que no pude rechazar. Me llevĂł a su oficina y se bajĂł el pantalĂłn, mostrándome el tremendo pedazo de poronga que le colgaba entre las piernas. Quise explicarle que yo tenĂa novio y que no podĂa hacer una cosa asĂ; pero antes de que mi sentido de la Ă©tica se activara, yo ya estaba de rodillas, comiĂ©ndome esa pija. Rodolfo se sorprendiĂł cuando yo permitĂ que me acabara en la cara… incluso me tomĂ© buena parte de su leche. Desde ese dĂa ya no tuve que pagar la cuota del gimnasio, al menos no con dinero. Siempre que le chupĂ© la verga a Rodolfo me sentĂ culpable; pero no podĂa dejar de hacerlo. El tipo simplemente tiene una pija que me vuelve loca.Â

—Hace muy buenos petes —dijo mi novio, devolviéndome a la realidad—. Se la traga entera, tiene mucho talento para eso.
Tal vez su intenciĂłn era que yo me avergĂĽence; pero de ser asĂ, no consiguiĂł su objetivo. Lo Ăşnico que logrĂł fue que se me moje más la concha.Â
—Conmigo no podrĂa hacer eso —asegurĂł Juan Carlos, entre risas.
—¿Por qué? —pregunté, y al instante me sentà una boluda. El motivo era obvio, pero mi cerebro estaba funcionando un poco más lento de lo habitual. Le eché la culpa a la cerveza.
—Lo que pasa es que el pibe viene bien equipado —dijo César, señalando el bulto de su amigo.
—Ah, mirá vos. El dueño del gimnasio tambiĂ©n viene bien equipado —soltĂ© una risa estridente—. Sin embargo yo siempre me las ingenio para tragármela toda.Â
—Para esto vas a necesitar algo más que ingenio —dijo Juan Carlos, agarrándose el bulto.
—No te agrandes —me fui acercando a Ă©l, mientras caminaba todos me miraban la concha. Cuando estuve cerca de Juan Carlos, le agarrĂ© el bulto. Era cierto, si venĂa bien equipado; pero tampoco me pareciĂł algo gigante—. Vas a ver que sĂ puedo. Yo no me achico ante un desafĂo.
Le pasĂ© la botellita de cerveza y le bajĂ© el cierre, sin quitarle el pantalĂłn saquĂ© su verga. Era de buen tamaño, tenĂa la piel seca y bien suave. EmpecĂ© a pajearlo lentamente, para que se le pusiera dura. Ante la mirada expectante de los presentes, me arrodillĂ© delante de Juan Carlos. Ya estaba muy alegrona y no me importĂł nada. AbrĂ grande la boca y me metĂ la verga, al principio solo la punta; la fui humedeciendo con mi lengua y de a poco comencĂ© a tragarla. NotĂ© que se le iba poniendo más y más dura, y eso me calentĂł aĂşn más. Me estaba entrando bien en la boca y sentĂa que podrĂa retenerla cuando el miembro hubiera alcanzado todo su tamaño.
RetrocedĂ un poco y volvĂ a tragarme un buen pedazo, ya tenĂa media verga en mi boca y con cuidado me fui comiendo el resto. A pesar de mi corta edad ya tengo bastante experiencia en petes, en parte por la cantidad de veces que se la chupĂ© al dueño del gimnasio; pero tambiĂ©n comĂ unas cuantas más. Antes de conocerlo a Esteban ya tenĂa por costumbre terminar una noche de sábado con una buena pija en la boca… y no me quejaba si me daban de tomar la leche.Â

Pero esas cosas siempre las hice sin que nadie se enterase. Ahora tenĂa testigos de mi comportamiento de puta… y era la primera vez que lo hacĂa ante tantos hombres.Â
A medida que me iba tragando entera la verga de Juan Carlos, Ă©l presionaba mi cabeza, ayudándome en la tarea. Cuando lleguĂ© hasta el final, la mantuve en mi boca unos segundos moviendo la lengua como podĂa, luego la saquĂ© y me puse de pie, con altanerĂa.
—Te dije que iba a poder —le dije, con aire triunfante. Le arrebatĂ© mi botella de cerveza, y tomĂ© un largo trago.Â
Juan Carlos se limitĂł a sonreĂr, parecĂa confundido, como si mi osadĂa lo hubiera reducido a un manojo de nervios.Â
—Tiene talento la chica —afirmó César.
Le sonreĂ.
CaminĂ© de regreso al sofá y me sentĂ© en el centro, me siguieron CĂ©sar y Mauro. se sentaron uno a cada lado. Empezaron a felicitarme por lo que habĂa hecho y cada uno me acariciĂł una pierna. Al cabo de unos segundos me di cuenta que ambos llevaban una pierna hacia su lado. Su intenciĂłn era separarlas.Â
Sus manos comenzaron a buscar mi concha, sentĂ sus dedos jugueteando con ella mientras mantenĂan mis piernas bien abiertas. Instintivamente estirĂ© la mano hacia el bulto de CĂ©sar y le agarrĂ© la verga, aĂşn la tenĂa dura. La liberĂ© del pantalĂłn y comencĂ© a pajearlo, mientras Ă©l me hacĂa lo mismo.Â
—La tenés bastante abierta —dijo César, refiriéndose a mi concha.
—Será por todas las pijas que me metieron —dije, con una calentura que me llenaba el cuerpo.
A pesar de la excitaciĂłn, todo este jueguito ya estaba llegando demasiado lejos. Al parecer mi novio estaba demasiado borracho como para enojarse de que yo me hiciera la putita con sus amigos. Por lo que decidĂ ponerle fin a todo.

Me puse de pie… y César me tomó por la cintura.
No me dio tiempo a nada. Me obligó a sentarme sobre él y toda la pija se me metió bien hondo en la concha.
—¡Uf… me la re clavaste! —Exclamé, con una mezcla de morbo y vergüenza.

MirĂ© a mi novio y Ă©l seguĂa manteniendo esa sonrisa estĂşpida, como si estuviera diciĂ©ndome: “Te hiciste la puta y ahora vas a pagar las consecuencias”.
AhĂ fue cuando me di cuenta de que habĂa llegado a un punto sin retorno. Los amigos de mi novio estaban decididos a meterme la pija.
CĂ©sar comenzĂł a moverse rápidamente sobre mĂ. CerrĂ© los ojos y disfrutĂ©, yo misma acompañé los movimientos. Nunca me habĂa dejado coger por otro hombre frente a mi novio, y descubrĂ que eso me llenaba de morbo.Â
Mauro se puso de piĂ© frente a mĂ y liberĂł su pija, que ya estaba bien erecta.Â
—A ver si te podés tragar esta también —me dijo.
Si el chico antes habĂa mostrado un poco de timidez, Ă©sta se habĂa desvanecido por completo. Me agarrĂł de los pelos y yo, por acto reflejo, abrĂ la boca. Me metiĂł la pija y empezĂł a moverse, como si me estuviera cogiendo.
Siempre imaginĂ© que si algĂşn dĂa chupaba una verga mientras alguien me cogĂa, una de esas dos vergas serĂa la de mi novio. Él estaba presente, pero no me estaba metiendo nada. Se limitĂł a mirar cĂłmo sus amigos me usaban.
Quise decir “Bueno, chicos, terminen con esto, que ya llegĂł demasiado lejos. Esto ya no es una bromita. Me están garchando”; pero no pude, porque tenĂa la boca ocupada. Esos segundos que me mantuvieron chupando verga fueron decisivos, para que mi cabeza hiciera click. La calentura se hizo tan potente que yo misma le agarrĂ© la verga a Mauro y empecĂ© a comĂ©rmela. Mientras tanto di saltos sobre la pija de CĂ©sar. Estaba decidida: si me van a garchar, entonces pienso disfrutarlo.

DespuĂ©s de unos segundos, Mauro se alejĂł de mĂ. Supuse que aĂşn no querĂa acabar, y lo iba a hacer si yo seguĂa succionándola de esa forma.
—A esta ya la probaste por la boca. ÂżAhora por dĂłnde la querĂ©s probar? —me preguntĂł Juan Carlos, agarrándose la pija.Â
—A mà me gusta probarlas por la cola. —Fue una de las cosas más atrevidas que dije en mi vida.
—¿Estás segura? —Preguntó, sin dejar de masturbarse—. Mirá que es mucha pija…
—Mejor, porque yo tengo mucho culo.
Me levanté solo para acercarme a uno de los sillones individuales, allà me puse en cuatro y separé mis nalgas, esperando por Juan Carlos.

—Dale, ¿o ahora me vas a decir que te arrepentiste? —Le pregunté, desafiante.
—No vaya a ser que la que se arrepienta sea otra.

Yo ya estaba jugada, pero no se lo dije.Â
Se acercĂł a mĂ, agachándose un poco y Mauro apuntĂł derecho al agujero de mi culo. Tengo que admitir que me asustĂ©. ImaginĂ© que primero me abrirĂa el agujero usando los dedos; pero al parecer querĂa entrar directamente con la pija.Â
Se la lubricĂł bien con saliva y sentĂ una leve presiĂłn, que de a poco se fue haciendo más intensa.Â
Cuando notĂ© que el glande estaba entrando, mis ojos empezaron a lagrimear. Pude decirle que no me atrevĂa, que era demasiada pija para mi culo; pero mi orgullo me obligĂł a mantener la boca cerrada… y el culo abierto.
“Bueno, Lorena, preparaste porque ésta vez sà que te van a romper bien el orto —me dije—. Y te lo tenés muy merecido, por andar haciéndote la putita”.
Me aferrĂ© al respaldo del sillĂłn, con ambas manos, y apretĂ© bien los dientes. La verga empezĂł a entrar y yo creĂ que me partirĂa al medio. ResplĂ© y gemĂ y luego me escuchĂ© decir:
—SĂ, clavame toda la pija. Rompeme el orto.
“No, Lore… ¿qué te pasa? —me dijo al voz de mi consciencia—. ¿Estás loca?”
Pero dentro de mĂ habĂa una mujer que era pura lujuria y querĂa sentir toda esa pija bien metida en el orto.Â
Juan Carlos logrĂł meter más o menos la mitad, cosa que ya me permitiĂł disfrutar de todo el ancho de esa verga. Era impresionantemente morboso. Me encantaba. Se moviĂł rápidamente, como si fuera un conejo. Yo gemĂ un montĂłn y supliquĂ© por más, estaba como poseĂda.Â

Después de unos largos minutos entre el placer y el dolor, Juan Carlos se detuvo y sacó la pija.
—Paro porque evidentemente no te entra toda —me dijo—. Voy a dejar que algunos de mis amigos te abra bien el orto, después te la vuelvo a meter.
—¡Ay, no! ¿Me van a romper el orto entre todos?
—Vos te lo buscaste —dijo Esteban. Mi novio ya habĂa sacado su pija del pantalĂłn, y me la ofreciĂł para que la chupara.
—A esta ya la conozco bien —dije. AbrĂ la boca y me la traguĂ© toda.Â
Mientras Mauro se acomodĂł detrás de mĂ. AprovechĂł que mi culo ya estaba medio dilatado, y me clavĂł sin misericordia. Me doliĂł tanto que casi le muerdo la pija a mi novio; pero ese dolor pronto se transformĂł en placer.
Él sĂ fue capaz de clavármela entera, ya que no la tenĂa tan ancha como la de Juan Carlos.Â
Mientras me daban por el orto, mi novio me quitĂł la poca ropa que me quedaba dejándome completamente desnuda.Â
Cuando Mauro le cediĂł su lugar a CĂ©sar, ya me quedĂł completamente claro que asĂ iba a ser toda la noche. Me habĂa pasado de la raya haciĂ©ndome la puta y ellos no iban a dejar de cogerme por todos los agujeros… y mi novio se los permitirĂa.
Después de que César me dio durante un buen rato, mi culo ya estaba listo para probar la pija más grande… completa. Juan Carlos me la clavó toda, luego me agarró de los pelos y empezó a cogerme con mucha fuerza.

Mientras tanto Mauro cambiaba de lugar con mi novio, metiĂ©ndome la pija en la boca.Â
Esteban sonriĂł y me dijo:
—Feliz cumpleaños, mi amor. Espero que te guste el regalo.
Si no hubiera tenido una poronga bien metida hasta el fondo de la garganta, hubiera sonreĂdo. El muy desgraciado no se habĂa olvidado de mi cumpleaños, y al parecer mi regalo eran las pijas de todos sus amigos. Éste sĂ que es un novio considerado.Â
Debo reconocer que no se me ocurre un regalo mejor que Ă©ste. Amo la pija y tener cuatro para mĂ solita me vuelve loca.Â
—¿Te tomás la leche? —preguntó Mauro.
No le contestĂ©. Me limitĂ© a chupársela con fuerza mientras su amigo me seguĂa taladrando el culo. Su leche empezĂł a llenarme la boca y me la tomĂ© como buena niña. Me pareciĂł muy rica, una de las más ricas que habĂa probado… y probĂ© mucha.
Luego de este gran momento, CĂ©sar me pidiĂł permiso para sentarse en el sillĂłn. Yo sabĂa lo que se venĂa, y me emocionĂ© mucho.Â
TambiĂ©n creĂ que mi primera doble penetraciĂłn serĂa con Esteban y alguien más; pero no fue asĂ.
Me sentĂ© sobre la verga de CĂ©sar y Juan Carlos volviĂł a clavarme el orto. Ahora podĂa entender a mi amiga, DĂ©bora, cuando me contaba de lo mucho que disfrutaba las dobles penetraciones. A mĂ siempre me pareciĂł ir demasiado lejos; pero ahora lo estaba haciendo. TenĂa una pija metida en cada agujero… menos en la boca. TenĂa que ponerle soluciĂłn a eso, urgente.Â
Le hice señas a mi novio para que se acercara y empecĂ© a chuparle la pija. Esto sĂ que es una verdadera partuza de cumpleaños.Â
Luego de un rato Esteban le pidiĂł permiso a Juan Carlos y cambiaron de lugar. Ahora era mi novio quiĂ©n me culeaba. Juan Carlos se parĂł delante de mĂ y me metiĂł la verga en la boca; no tuve necesidad de agarrarla, Ă©l solo se encargĂł de meterla y sacarla. Con una mano comencĂ© a frotarme el clĂtoris, estaba muy acelerada y sĂşper caliente.Â

Cuando los tres me dieron un respiro y me permitieron ponerme de pie, me dirigĂ hacia el cuarto de mi novio, no sin antes hacerles señas para que me siguieran.Â
Entré a la pieza, con mi séquito de machos en celo, y me puse en cuatro sobre la cama.
—¿Se pueden turnar para romperme el orto? —Pregunté—. Siempre me dio morbo que me cogieran el culo entre varios.
Esa confesiĂłn solo se la hice alguna vez a Esteban, estando muy borracha. Era una de mis mayores fantasĂas, y tal vez fue lo que lo motivĂł a darme este espectacular regalo de cumpleaños.
Los chicos cumplieron mis deseos. Uno a uno fueron pasando por mi culo, y me la metieron con tanta fuerza como les fue posible. Les agradecĂ eso, me encanta que me garchen bien fuerte.Â
En un momento vi a CĂ©sar a mi derecha, con su miembro en la mano, de inmediato supe cuáles eran sus intenciones. AbrĂ la boca y casi al instante grandes chorros de leche empezaron a llenarla. Como buena putita obediente, me la tomĂ© toda.Â
Tuve el primer orgasmo de la noche mientras Juan Carlos me taladraba el orto con su gruesa poronga.
Los cuatro pasaron por mi culo, y luego empezĂł el ciclo de las dobles penetraciones. Se fueron turnando para metĂ©rmela por la concha y por el culo, a la vez. Mientras tanto yo hacĂa lo posible para chupar las otras dos pijas que quedaban disponibles… y si alguno estaba por acabar, me daban de tomar toda la lechita.Â
Mauro se puso boca arriba en la cama y yo rápidamente me montĂ© sobre Ă©l poniendo las manos en su pecho, comencĂ© a saltar con fuerza castigando mi concha-. Mi novio apareciĂł detrás de mĂ y apuntĂł su verga a mi culo, el cual cediĂł fácilmente. La doble penetraciĂłn me parecĂa lo máximo; una experiencia sumamente excitante. BusquĂ© con mis manos las vergas de los otros dos y empecĂ© a chuparlas. Al poco rato un contundente chorro de leche saltĂł de la verga de Juan Carlos. Fue el que más acabĂł. Su semen me cayĂł en toda la cara; me dibujĂł una lĂnea en diagonal que comenzaba en mi frente y terminaba sobre mi barbilla pasando por arriba de mis labios, los cuales lamĂ con mi lengua y me comĂ el semen que habĂa en ellos.Â
SeguĂ mamando su verga cuando sentĂ un lĂquido caliente llenándome el culo, era mi novio acabando adentro. Me dejĂł el culo chorreando leche y CĂ©sar, sin darle importancia a esto, tomĂł su lugar y me la metiĂł por atrás, cada vez entraba con más facilidad pero igual sentĂa el roce de su verga por dentro. ChupĂ© los restos de semen de la verga de mi novio que nunca llegĂł a quedar flácida, sino al contrario, se puso dura otra vez.Â

A Juan Carlos le tomĂł unos pocos minutos recuperarse. Le pedĂa CĂ©sar que se apartara y me tendĂ en la cama, mirando al techo; dejĂ© mi cabeza colgando del borde tirada hacia atrás, asĂ que ahora veĂa todo de cabeza. CĂ©sar volviĂł a metĂ©rmela, pero por la concha, y Mauro se puso de piĂ© delante de mi cabeza y acercĂł su verga, me gustaba chuparla de esta forma, asĂ podĂa sentir como se hundĂa casi hasta mi garganta.Â
Esteban y Juan Carlos se pusieron a chuparme una teta cada uno, me las mordieron y apretaron; pero sin llegar a hacerme daño. El que sĂ me lastimaba un poco era CĂ©sar que me cogĂa con mucha fuerza, pero no me importĂł, yo querĂa que me den bien duro.
ComencĂ© a tener el segundo orgasmo, me saquĂ© la verga de la boca porque me estaba costando respirar. DisfrutĂ© mucho de todos los manoseos y penetraciones, tanto que otro orgasmo siguiĂł al anterior. Me estremecĂ sobre la cama, de repente sentĂ como su me fuese a hacer pis, estuve a punto de decirle a CĂ©sar que se detuviera pero emitĂ un fuerte gemido que me impidiĂł hablar. Un fuerte chorro de flujo saliĂł disparado de mi concha salpicando toda la cama, y al pobre CĂ©sar, que no dejaba de cogerme. Su verga seguĂa entrando y saliendo, eso hacĂa que yo soltara aĂşn más lĂquido. Se trataba de mis propios fluidos vaginales que saltaban para todos lados. Me temblaron las piernas, gemĂ fuerte y cuando termino de saltar lĂquido fuera de mi concha, CĂ©sar largĂł lo suyo bien adentro, llenándome las entrañas de leche.Â
Me puse en cuatro sobre la cama y uno a uno fueron pasando por mi culo, otra vez. Estaba decidida a ser usada como puta durante toda la noche. TenĂa el orto bien abierto y gozaba mucho con la sensaciĂłn de succiĂłn que me provocaban, era como si todo mi cuerpo quisiera escaparse por ahĂ. Mi culo rechazaba la verga que entraba, intentando forzarla a salir, pero era inĂştil, Ă©sta se metĂa más adentro aĂşn, esto me producĂa muchĂsimo placer.Â
ApoyĂ© la cabeza en la almohada, para estar más cĂłmoda. Como los cuatro se iban turnando, no daban muestras de agotamiento. Me sorprendĂ a mi misma al notar que yo tampoco estaba cansada, sino todo lo contrario: querĂa verga… mucha verga.
DespuĂ©s de un rato me dijeron que ya tenĂa el culo rojo y me dejaron descansar un poco. Me acostĂ© boca arriba y mi novio me empezĂł a chupar la concha, los otros se pusieron a mis lados pajeándose y empezaron a tirar leche sobre mĂ. CaĂa en mi cara, sobre mis tetas, mi panza, tambiĂ©n dentro de mi boca.Â
Durante el transcurso de la noche siguieron cogiĂ©ndome, sĂłlo parábamos un rato de vez en cuando para recuperar el aliento, tuve muchas dobles penetraciones, todos entraron por todos mis agujeros, a veces cuando me montaba a uno solo alguien traĂa cervezas y me ponĂa a tomar mientras tenĂa verga bien metida en la concha.Â
Todos agradecieron a Esteban el haber conseguido una novia tan puta y que la compartiera con todos.



Pero la más agradecida de todas era yo, tuve la mejor fiesta de cumpleaños que una amante de la pija pueda desear.
—Las cosas que debés hacer con esa boca —dijo Juan Carlos.
—Gracias a esta boquita me ahorrĂ© de pagar varios meses en el gimnasio —tenĂa la mente algo nublada por el alcohol y me sentĂa sumamente atrevida—. Cuando el dueño del gimnasio descubriĂł mi talento, me permitiĂł pagar la cuota en petes —le guiñé un ojo a Juan Carlos. Mi novio se limitĂł a sonreĂr, tal vez creyendo que yo estaba bromeando.
Me sentĂ un poco mal por Ă©l, porque no lo estaba diciendo en broma. Eso pasĂł de verdad. Hubo un mes en el que me atrasĂ© con el pago de la cuota del Gimnasio y Rodolfo, el dueño, me hizo una propuesta que no pude rechazar. Me llevĂł a su oficina y se bajĂł el pantalĂłn, mostrándome el tremendo pedazo de poronga que le colgaba entre las piernas. Quise explicarle que yo tenĂa novio y que no podĂa hacer una cosa asĂ; pero antes de que mi sentido de la Ă©tica se activara, yo ya estaba de rodillas, comiĂ©ndome esa pija. Rodolfo se sorprendiĂł cuando yo permitĂ que me acabara en la cara… incluso me tomĂ© buena parte de su leche. Desde ese dĂa ya no tuve que pagar la cuota del gimnasio, al menos no con dinero. Siempre que le chupĂ© la verga a Rodolfo me sentĂ culpable; pero no podĂa dejar de hacerlo. El tipo simplemente tiene una pija que me vuelve loca.Â

—Hace muy buenos petes —dijo mi novio, devolviéndome a la realidad—. Se la traga entera, tiene mucho talento para eso.
Tal vez su intenciĂłn era que yo me avergĂĽence; pero de ser asĂ, no consiguiĂł su objetivo. Lo Ăşnico que logrĂł fue que se me moje más la concha.Â
—Conmigo no podrĂa hacer eso —asegurĂł Juan Carlos, entre risas.
—¿Por qué? —pregunté, y al instante me sentà una boluda. El motivo era obvio, pero mi cerebro estaba funcionando un poco más lento de lo habitual. Le eché la culpa a la cerveza.
—Lo que pasa es que el pibe viene bien equipado —dijo César, señalando el bulto de su amigo.
—Ah, mirá vos. El dueño del gimnasio tambiĂ©n viene bien equipado —soltĂ© una risa estridente—. Sin embargo yo siempre me las ingenio para tragármela toda.Â
—Para esto vas a necesitar algo más que ingenio —dijo Juan Carlos, agarrándose el bulto.
—No te agrandes —me fui acercando a Ă©l, mientras caminaba todos me miraban la concha. Cuando estuve cerca de Juan Carlos, le agarrĂ© el bulto. Era cierto, si venĂa bien equipado; pero tampoco me pareciĂł algo gigante—. Vas a ver que sĂ puedo. Yo no me achico ante un desafĂo.
Le pasĂ© la botellita de cerveza y le bajĂ© el cierre, sin quitarle el pantalĂłn saquĂ© su verga. Era de buen tamaño, tenĂa la piel seca y bien suave. EmpecĂ© a pajearlo lentamente, para que se le pusiera dura. Ante la mirada expectante de los presentes, me arrodillĂ© delante de Juan Carlos. Ya estaba muy alegrona y no me importĂł nada. AbrĂ grande la boca y me metĂ la verga, al principio solo la punta; la fui humedeciendo con mi lengua y de a poco comencĂ© a tragarla. NotĂ© que se le iba poniendo más y más dura, y eso me calentĂł aĂşn más. Me estaba entrando bien en la boca y sentĂa que podrĂa retenerla cuando el miembro hubiera alcanzado todo su tamaño.
RetrocedĂ un poco y volvĂ a tragarme un buen pedazo, ya tenĂa media verga en mi boca y con cuidado me fui comiendo el resto. A pesar de mi corta edad ya tengo bastante experiencia en petes, en parte por la cantidad de veces que se la chupĂ© al dueño del gimnasio; pero tambiĂ©n comĂ unas cuantas más. Antes de conocerlo a Esteban ya tenĂa por costumbre terminar una noche de sábado con una buena pija en la boca… y no me quejaba si me daban de tomar la leche.Â

Pero esas cosas siempre las hice sin que nadie se enterase. Ahora tenĂa testigos de mi comportamiento de puta… y era la primera vez que lo hacĂa ante tantos hombres.Â
A medida que me iba tragando entera la verga de Juan Carlos, Ă©l presionaba mi cabeza, ayudándome en la tarea. Cuando lleguĂ© hasta el final, la mantuve en mi boca unos segundos moviendo la lengua como podĂa, luego la saquĂ© y me puse de pie, con altanerĂa.
—Te dije que iba a poder —le dije, con aire triunfante. Le arrebatĂ© mi botella de cerveza, y tomĂ© un largo trago.Â
Juan Carlos se limitĂł a sonreĂr, parecĂa confundido, como si mi osadĂa lo hubiera reducido a un manojo de nervios.Â
—Tiene talento la chica —afirmó César.
Le sonreĂ.
CaminĂ© de regreso al sofá y me sentĂ© en el centro, me siguieron CĂ©sar y Mauro. se sentaron uno a cada lado. Empezaron a felicitarme por lo que habĂa hecho y cada uno me acariciĂł una pierna. Al cabo de unos segundos me di cuenta que ambos llevaban una pierna hacia su lado. Su intenciĂłn era separarlas.Â
Sus manos comenzaron a buscar mi concha, sentĂ sus dedos jugueteando con ella mientras mantenĂan mis piernas bien abiertas. Instintivamente estirĂ© la mano hacia el bulto de CĂ©sar y le agarrĂ© la verga, aĂşn la tenĂa dura. La liberĂ© del pantalĂłn y comencĂ© a pajearlo, mientras Ă©l me hacĂa lo mismo.Â
—La tenés bastante abierta —dijo César, refiriéndose a mi concha.
—Será por todas las pijas que me metieron —dije, con una calentura que me llenaba el cuerpo.
A pesar de la excitaciĂłn, todo este jueguito ya estaba llegando demasiado lejos. Al parecer mi novio estaba demasiado borracho como para enojarse de que yo me hiciera la putita con sus amigos. Por lo que decidĂ ponerle fin a todo.

Me puse de pie… y César me tomó por la cintura.
No me dio tiempo a nada. Me obligó a sentarme sobre él y toda la pija se me metió bien hondo en la concha.
—¡Uf… me la re clavaste! —Exclamé, con una mezcla de morbo y vergüenza.

MirĂ© a mi novio y Ă©l seguĂa manteniendo esa sonrisa estĂşpida, como si estuviera diciĂ©ndome: “Te hiciste la puta y ahora vas a pagar las consecuencias”.
AhĂ fue cuando me di cuenta de que habĂa llegado a un punto sin retorno. Los amigos de mi novio estaban decididos a meterme la pija.
CĂ©sar comenzĂł a moverse rápidamente sobre mĂ. CerrĂ© los ojos y disfrutĂ©, yo misma acompañé los movimientos. Nunca me habĂa dejado coger por otro hombre frente a mi novio, y descubrĂ que eso me llenaba de morbo.Â
Mauro se puso de piĂ© frente a mĂ y liberĂł su pija, que ya estaba bien erecta.Â
—A ver si te podés tragar esta también —me dijo.
Si el chico antes habĂa mostrado un poco de timidez, Ă©sta se habĂa desvanecido por completo. Me agarrĂł de los pelos y yo, por acto reflejo, abrĂ la boca. Me metiĂł la pija y empezĂł a moverse, como si me estuviera cogiendo.
Siempre imaginĂ© que si algĂşn dĂa chupaba una verga mientras alguien me cogĂa, una de esas dos vergas serĂa la de mi novio. Él estaba presente, pero no me estaba metiendo nada. Se limitĂł a mirar cĂłmo sus amigos me usaban.
Quise decir “Bueno, chicos, terminen con esto, que ya llegĂł demasiado lejos. Esto ya no es una bromita. Me están garchando”; pero no pude, porque tenĂa la boca ocupada. Esos segundos que me mantuvieron chupando verga fueron decisivos, para que mi cabeza hiciera click. La calentura se hizo tan potente que yo misma le agarrĂ© la verga a Mauro y empecĂ© a comĂ©rmela. Mientras tanto di saltos sobre la pija de CĂ©sar. Estaba decidida: si me van a garchar, entonces pienso disfrutarlo.

DespuĂ©s de unos segundos, Mauro se alejĂł de mĂ. Supuse que aĂşn no querĂa acabar, y lo iba a hacer si yo seguĂa succionándola de esa forma.
—A esta ya la probaste por la boca. ÂżAhora por dĂłnde la querĂ©s probar? —me preguntĂł Juan Carlos, agarrándose la pija.Â
—A mà me gusta probarlas por la cola. —Fue una de las cosas más atrevidas que dije en mi vida.
—¿Estás segura? —Preguntó, sin dejar de masturbarse—. Mirá que es mucha pija…
—Mejor, porque yo tengo mucho culo.
Me levanté solo para acercarme a uno de los sillones individuales, allà me puse en cuatro y separé mis nalgas, esperando por Juan Carlos.

—Dale, ¿o ahora me vas a decir que te arrepentiste? —Le pregunté, desafiante.
—No vaya a ser que la que se arrepienta sea otra.

Yo ya estaba jugada, pero no se lo dije.Â
Se acercĂł a mĂ, agachándose un poco y Mauro apuntĂł derecho al agujero de mi culo. Tengo que admitir que me asustĂ©. ImaginĂ© que primero me abrirĂa el agujero usando los dedos; pero al parecer querĂa entrar directamente con la pija.Â
Se la lubricĂł bien con saliva y sentĂ una leve presiĂłn, que de a poco se fue haciendo más intensa.Â
Cuando notĂ© que el glande estaba entrando, mis ojos empezaron a lagrimear. Pude decirle que no me atrevĂa, que era demasiada pija para mi culo; pero mi orgullo me obligĂł a mantener la boca cerrada… y el culo abierto.
“Bueno, Lorena, preparaste porque ésta vez sà que te van a romper bien el orto —me dije—. Y te lo tenés muy merecido, por andar haciéndote la putita”.
Me aferrĂ© al respaldo del sillĂłn, con ambas manos, y apretĂ© bien los dientes. La verga empezĂł a entrar y yo creĂ que me partirĂa al medio. ResplĂ© y gemĂ y luego me escuchĂ© decir:
—SĂ, clavame toda la pija. Rompeme el orto.
“No, Lore… ¿qué te pasa? —me dijo al voz de mi consciencia—. ¿Estás loca?”
Pero dentro de mĂ habĂa una mujer que era pura lujuria y querĂa sentir toda esa pija bien metida en el orto.Â
Juan Carlos logrĂł meter más o menos la mitad, cosa que ya me permitiĂł disfrutar de todo el ancho de esa verga. Era impresionantemente morboso. Me encantaba. Se moviĂł rápidamente, como si fuera un conejo. Yo gemĂ un montĂłn y supliquĂ© por más, estaba como poseĂda.Â

Después de unos largos minutos entre el placer y el dolor, Juan Carlos se detuvo y sacó la pija.
—Paro porque evidentemente no te entra toda —me dijo—. Voy a dejar que algunos de mis amigos te abra bien el orto, después te la vuelvo a meter.
—¡Ay, no! ¿Me van a romper el orto entre todos?
—Vos te lo buscaste —dijo Esteban. Mi novio ya habĂa sacado su pija del pantalĂłn, y me la ofreciĂł para que la chupara.
—A esta ya la conozco bien —dije. AbrĂ la boca y me la traguĂ© toda.Â
Mientras Mauro se acomodĂł detrás de mĂ. AprovechĂł que mi culo ya estaba medio dilatado, y me clavĂł sin misericordia. Me doliĂł tanto que casi le muerdo la pija a mi novio; pero ese dolor pronto se transformĂł en placer.
Él sĂ fue capaz de clavármela entera, ya que no la tenĂa tan ancha como la de Juan Carlos.Â
Mientras me daban por el orto, mi novio me quitĂł la poca ropa que me quedaba dejándome completamente desnuda.Â
Cuando Mauro le cediĂł su lugar a CĂ©sar, ya me quedĂł completamente claro que asĂ iba a ser toda la noche. Me habĂa pasado de la raya haciĂ©ndome la puta y ellos no iban a dejar de cogerme por todos los agujeros… y mi novio se los permitirĂa.
Después de que César me dio durante un buen rato, mi culo ya estaba listo para probar la pija más grande… completa. Juan Carlos me la clavó toda, luego me agarró de los pelos y empezó a cogerme con mucha fuerza.

Mientras tanto Mauro cambiaba de lugar con mi novio, metiĂ©ndome la pija en la boca.Â
Esteban sonriĂł y me dijo:
—Feliz cumpleaños, mi amor. Espero que te guste el regalo.
Si no hubiera tenido una poronga bien metida hasta el fondo de la garganta, hubiera sonreĂdo. El muy desgraciado no se habĂa olvidado de mi cumpleaños, y al parecer mi regalo eran las pijas de todos sus amigos. Éste sĂ que es un novio considerado.Â
Debo reconocer que no se me ocurre un regalo mejor que Ă©ste. Amo la pija y tener cuatro para mĂ solita me vuelve loca.Â
—¿Te tomás la leche? —preguntó Mauro.
No le contestĂ©. Me limitĂ© a chupársela con fuerza mientras su amigo me seguĂa taladrando el culo. Su leche empezĂł a llenarme la boca y me la tomĂ© como buena niña. Me pareciĂł muy rica, una de las más ricas que habĂa probado… y probĂ© mucha.
Luego de este gran momento, CĂ©sar me pidiĂł permiso para sentarse en el sillĂłn. Yo sabĂa lo que se venĂa, y me emocionĂ© mucho.Â
TambiĂ©n creĂ que mi primera doble penetraciĂłn serĂa con Esteban y alguien más; pero no fue asĂ.
Me sentĂ© sobre la verga de CĂ©sar y Juan Carlos volviĂł a clavarme el orto. Ahora podĂa entender a mi amiga, DĂ©bora, cuando me contaba de lo mucho que disfrutaba las dobles penetraciones. A mĂ siempre me pareciĂł ir demasiado lejos; pero ahora lo estaba haciendo. TenĂa una pija metida en cada agujero… menos en la boca. TenĂa que ponerle soluciĂłn a eso, urgente.Â
Le hice señas a mi novio para que se acercara y empecĂ© a chuparle la pija. Esto sĂ que es una verdadera partuza de cumpleaños.Â
Luego de un rato Esteban le pidiĂł permiso a Juan Carlos y cambiaron de lugar. Ahora era mi novio quiĂ©n me culeaba. Juan Carlos se parĂł delante de mĂ y me metiĂł la verga en la boca; no tuve necesidad de agarrarla, Ă©l solo se encargĂł de meterla y sacarla. Con una mano comencĂ© a frotarme el clĂtoris, estaba muy acelerada y sĂşper caliente.Â

Cuando los tres me dieron un respiro y me permitieron ponerme de pie, me dirigĂ hacia el cuarto de mi novio, no sin antes hacerles señas para que me siguieran.Â
Entré a la pieza, con mi séquito de machos en celo, y me puse en cuatro sobre la cama.
—¿Se pueden turnar para romperme el orto? —Pregunté—. Siempre me dio morbo que me cogieran el culo entre varios.
Esa confesiĂłn solo se la hice alguna vez a Esteban, estando muy borracha. Era una de mis mayores fantasĂas, y tal vez fue lo que lo motivĂł a darme este espectacular regalo de cumpleaños.
Los chicos cumplieron mis deseos. Uno a uno fueron pasando por mi culo, y me la metieron con tanta fuerza como les fue posible. Les agradecĂ eso, me encanta que me garchen bien fuerte.Â
En un momento vi a CĂ©sar a mi derecha, con su miembro en la mano, de inmediato supe cuáles eran sus intenciones. AbrĂ la boca y casi al instante grandes chorros de leche empezaron a llenarla. Como buena putita obediente, me la tomĂ© toda.Â
Tuve el primer orgasmo de la noche mientras Juan Carlos me taladraba el orto con su gruesa poronga.
Los cuatro pasaron por mi culo, y luego empezĂł el ciclo de las dobles penetraciones. Se fueron turnando para metĂ©rmela por la concha y por el culo, a la vez. Mientras tanto yo hacĂa lo posible para chupar las otras dos pijas que quedaban disponibles… y si alguno estaba por acabar, me daban de tomar toda la lechita.Â
Mauro se puso boca arriba en la cama y yo rápidamente me montĂ© sobre Ă©l poniendo las manos en su pecho, comencĂ© a saltar con fuerza castigando mi concha-. Mi novio apareciĂł detrás de mĂ y apuntĂł su verga a mi culo, el cual cediĂł fácilmente. La doble penetraciĂłn me parecĂa lo máximo; una experiencia sumamente excitante. BusquĂ© con mis manos las vergas de los otros dos y empecĂ© a chuparlas. Al poco rato un contundente chorro de leche saltĂł de la verga de Juan Carlos. Fue el que más acabĂł. Su semen me cayĂł en toda la cara; me dibujĂł una lĂnea en diagonal que comenzaba en mi frente y terminaba sobre mi barbilla pasando por arriba de mis labios, los cuales lamĂ con mi lengua y me comĂ el semen que habĂa en ellos.Â
SeguĂ mamando su verga cuando sentĂ un lĂquido caliente llenándome el culo, era mi novio acabando adentro. Me dejĂł el culo chorreando leche y CĂ©sar, sin darle importancia a esto, tomĂł su lugar y me la metiĂł por atrás, cada vez entraba con más facilidad pero igual sentĂa el roce de su verga por dentro. ChupĂ© los restos de semen de la verga de mi novio que nunca llegĂł a quedar flácida, sino al contrario, se puso dura otra vez.Â

A Juan Carlos le tomĂł unos pocos minutos recuperarse. Le pedĂa CĂ©sar que se apartara y me tendĂ en la cama, mirando al techo; dejĂ© mi cabeza colgando del borde tirada hacia atrás, asĂ que ahora veĂa todo de cabeza. CĂ©sar volviĂł a metĂ©rmela, pero por la concha, y Mauro se puso de piĂ© delante de mi cabeza y acercĂł su verga, me gustaba chuparla de esta forma, asĂ podĂa sentir como se hundĂa casi hasta mi garganta.Â
Esteban y Juan Carlos se pusieron a chuparme una teta cada uno, me las mordieron y apretaron; pero sin llegar a hacerme daño. El que sĂ me lastimaba un poco era CĂ©sar que me cogĂa con mucha fuerza, pero no me importĂł, yo querĂa que me den bien duro.
ComencĂ© a tener el segundo orgasmo, me saquĂ© la verga de la boca porque me estaba costando respirar. DisfrutĂ© mucho de todos los manoseos y penetraciones, tanto que otro orgasmo siguiĂł al anterior. Me estremecĂ sobre la cama, de repente sentĂ como su me fuese a hacer pis, estuve a punto de decirle a CĂ©sar que se detuviera pero emitĂ un fuerte gemido que me impidiĂł hablar. Un fuerte chorro de flujo saliĂł disparado de mi concha salpicando toda la cama, y al pobre CĂ©sar, que no dejaba de cogerme. Su verga seguĂa entrando y saliendo, eso hacĂa que yo soltara aĂşn más lĂquido. Se trataba de mis propios fluidos vaginales que saltaban para todos lados. Me temblaron las piernas, gemĂ fuerte y cuando termino de saltar lĂquido fuera de mi concha, CĂ©sar largĂł lo suyo bien adentro, llenándome las entrañas de leche.Â
Me puse en cuatro sobre la cama y uno a uno fueron pasando por mi culo, otra vez. Estaba decidida a ser usada como puta durante toda la noche. TenĂa el orto bien abierto y gozaba mucho con la sensaciĂłn de succiĂłn que me provocaban, era como si todo mi cuerpo quisiera escaparse por ahĂ. Mi culo rechazaba la verga que entraba, intentando forzarla a salir, pero era inĂştil, Ă©sta se metĂa más adentro aĂşn, esto me producĂa muchĂsimo placer.Â
ApoyĂ© la cabeza en la almohada, para estar más cĂłmoda. Como los cuatro se iban turnando, no daban muestras de agotamiento. Me sorprendĂ a mi misma al notar que yo tampoco estaba cansada, sino todo lo contrario: querĂa verga… mucha verga.
DespuĂ©s de un rato me dijeron que ya tenĂa el culo rojo y me dejaron descansar un poco. Me acostĂ© boca arriba y mi novio me empezĂł a chupar la concha, los otros se pusieron a mis lados pajeándose y empezaron a tirar leche sobre mĂ. CaĂa en mi cara, sobre mis tetas, mi panza, tambiĂ©n dentro de mi boca.Â
Durante el transcurso de la noche siguieron cogiĂ©ndome, sĂłlo parábamos un rato de vez en cuando para recuperar el aliento, tuve muchas dobles penetraciones, todos entraron por todos mis agujeros, a veces cuando me montaba a uno solo alguien traĂa cervezas y me ponĂa a tomar mientras tenĂa verga bien metida en la concha.Â
Todos agradecieron a Esteban el haber conseguido una novia tan puta y que la compartiera con todos.



Pero la más agradecida de todas era yo, tuve la mejor fiesta de cumpleaños que una amante de la pija pueda desear.
FIN.
4 comentarios - Tus amigos, son leales si soy tu hembra?🤔2