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La disciplina de Mamá 8. La pastilla azul

Dos semanas después de que mamá empezara a “disciplinarme” y convertirme en su “zorrita virgen” como me llamaba ella, yo había hecho grandes progresos. Los castigos eran cada vez menos frecuentes y no era raro que mamá provocara ciertas situaciones para poder hacerlo cuando hacía un par de días que yo me portaba perfectamente. A mí no acaba de preocuparme, pues estaba empezando a disfrutar tanto los castigos como las recompensas. Lo único que en cierta manera me tenía frustrado era que yo, pese a todo, seguía siendo “virgen”. Aunque mamá seguía follándome el culo con el arnés casi a diario se negaba a entregarme lo que yo más quería. El “plan educativo” de mamá incluía numerosas corridas durante el día y la noche, pero estas siempre llegaban gracias a sus manos, sus pies, su boca o sus pechos, negándome el coño que yo, por otra parte, comía con frecuencia. Las veces que yo lo había pedido, suplicando, mamá se había negado con la excusa que aún tenía mucho que aprender.
Aquel día yo estaba especialmente nervioso y excitado. Vicky, la atractiva muchacha que habíamos conocido en la ciudad, vendría a visitarnos al pueblo y mamá me había prometido un “juego especial” para cuando llegara. Por eso, durante todo el día, yo no había descargado, pues mamá quería que reservara fuerzas para el jueguecito que tenía pensado para la noche.
Vicky llegó al anochecer. Vestía un top corto que me permitía ver su perfecto y liso vientre y una faldita que dejaba poco a la imaginación. Durante nuestro encuentro en la ciudad llevaba el pelo teñido de color caoba, ahora lucía una hermosa melena rubia. Saludó a mamá con dos besos, que le hizo varios cumplidos sobre su cambio de look. La joven se acercó a mí, que estaba atado con las manos detrás de la espalda, de rodillas y amordazado. Me dio un tierno beso en la mejilla mientras apretaba mi paquete, ese día cubierto con una de aquellas braguitas infantiles que tanto parecían gustarle a mamá.
-Hola zorrita. Veo que te alegras de verme. –Dijo mientras comprobaba que debajo de aquellas bragas estampadas yo estaba duro.
-Lo tengo a punto para nuestro experimento. - Mamá se acercó a mí y vi entre sus dedos una pequeña pastilla azul. Era una de aquellas pastillas que se usan para curar la disfunción eréctil, para que los ancianos pudieran seguir empalmando a pesar de su edad.
-Esto te mantendrá duro toda la noche aunque te corras varias veces. – Dijo mamá mientras me ponía la pastilla en la boca y me hacía tragar dándome un sorbo de agua. – Ya verás que bien nos lo pasamos esta noche. Hoy vamos a ordeñar a la zorrita. –Añadió con una sonrisa pícara.
Cenaron mientras charlaban animadamente. Yo estaba de rodillas a los pies de la mesa y de vez en cuando me daban trozos de comida, previamente masticados por ellas, directamente en la boca. No sabía si la pastillita azul había hecho efecto, pues yo ya estaba terriblemente cachondo y empalmado. Cuando terminaron de cenar mamá me llevo a su cuarto. Ambas se quedaron en ropa interior. Mamá lucía un conjunto de bragas y sostén rosa claro, que contrastaba con el color moreno de su piel. Vicky en cambio había escogido un conjunto de tanguita y sostén rojo, junto con medias y ligeros a juego. Me ataron a la cama en cruz, con las manos en el cabezal y las piernas al pie de la cama, bien separadas. Mamá se tumbó a mi lado y empezó a jugar con sus dedos, acariciándome el pecho y pellizcándome suavemente los pezones.
-Esta noche es especial, por eso tienes permiso para correrte todas las veces que quieras. –Me agarró el paquete con fuerza. – Hoy vamos ordeñar tu pollita virgen hasta que no pueda más. –No pude responder porque otra vez tenía la mordaza en mi boca. Mamá empezó a acariciarme con más pasión y pasó su mano por mi polla. Yo me arqueé, buscando aquel contacto, desesperado. 
-Mira cómo se retuerce la muy puta. –Se burló Vicky mientras se acercaba a mí. Se puso de rodillas en la cama y lamió el bulto de mi polla, mojando las braguitas con su saliva. Di un respingo de placer, de desesperación. – Ten paciencia zorrita, que hoy te correrás más veces de las que puedas imaginar. –Añadió mamá.
-¿Me permites? – Preguntó Vicky a mamá y esta asintió con la cabeza. La joven me bajó lo suficiente las braguitas para sacar mi pene y se lo puso en la boca con suavidad. La lenta mamada hacía que yo me retorciera sobre la cama, mientras mamá me acariciaba la cara y el cuerpo, dándole un tratamiento especial a mis pezones, pellizcándolos e humedeciéndolos con saliva. -¿Quieres correrte en mi boquita?- Preguntó sensualmente Vicky sacándose mi pene de la boca con parsimonia mientras me miraba a la cara. No esperó respuesta y la volvió a engullir, golosa. Acepté el permiso tácito de mi madre para correrme y me relajé disfrutando de aquella hábil boca. Notaba la lengua de Vicky en el capullo, sus labios rodeándome el pene, sus dedos, que se habían colado por debajo de las braguitas y cosquilleaban mis testículos. Disfruté de aquella mamada hasta que finalmente, me corrí, abundantemente, en aquella cálida boca. Vicky continuó hasta que la última gota de mi semen estaba en su boca y se separó, subiendo por mi cuerpo. Mamá me bajó la mordaza dejándola en mi cuello mientras Vicky se acercaba a mi cara. Me abrió la boca con un beso y dejó caer toda mi corrida en la boca. Durante un instante me sentí asqueado por mi propio semen, pero Vicky me besaba con pasión mientras que su mano había iniciado una vertiginosa paja. Nuestras salivas se mezclaron con mi corrida en mi boca.
-Traga zorrita. – Era la voz de mamá, una voz a la que yo solo podía obedecer. Cuando la boca de Vicky se separó de la mía algunas gotas de mi semen bajaban calientes por la comisura de la boca. Mamá las recogió con sus dedos y me los puso en la boca. Yo lamí aquellos dedos con pasión hasta que quedaron limpios y relucientes. Vicky continuaba con una fuerte paja y yo gemí. Mi pene no perdió dureza en ningún momento después del orgasmo.
Mamá acercó su boca a la de Vicky y la besó con pasión. El sostén de Vicky cayó sobre la cama y mamá empezó a jugar con sus pezones, acariciándolos y endureciéndolos con sus hábiles dedos. La joven soltó mi polla y empezó a acariciar a mamá hasta que una de sus manos se perdió debajo de las bragas de mi madre. Mamá empezó a jadear profundamente. Yo lo observaba todo tumbado y atado en la cama mientras ellas retozaban a mi lado o directamente encima de mí, como si en aquel momento yo no estuviera. Vicky también liberó los pechos de mamá del sostén y sin dejar de masturbarla se abalanzó sobre sus pechos igual de ávida que yo. Cuando finalmente mamá llegó al orgasmo se tumbó a mi lado, satisfecha, mientras que Vicky empezó a pasar los mismos dedos que habían estado dentro de mi madre en mi boca.
-Saborea a tu mami zorrita. – Y volvió a cogerme la polla con la otra mano y a masturbarla con fuerza. Paró un segundo para colocarse encima de mí, a horcajadas. Levantó un poco la tela de su tanga y aprisionó mi pene entre la tela y la piel depilada de su sexo. Ella estaba húmeda y en aquel momento solo pude pensar en lo cálido que debía ser su sexo, en las ganas que tenia de penetrarla. Ella empezó a moverse como si estuviéramos follando. Mamá interrumpió mis pensamientos poniendo sus bragas húmedas, que se había quitado después de recuperarse de su orgasmo, en mi boca. Otra vez en sabor de mamá inundó mi boca.
-¿Te gustaría follártela zorrita? –Mamá, tumbada a mi lado, continuaba jugando con mis pezones. Me ilusioné un segundo pensado que aquella seria por fin la noche cuando mamá me quitó de mi error. – No podrá ser aún zorrita virgen. Tienes tanto que aprender. Pero esta noche te aseguro que gozarás como la putita que eres. –La verdad es que yo ya estaba disfrutando como un loco con aquella paja que Vicky me hacía con su coño y su tanga.
-Vamos zorra, córrete para mí. –Dijo la joven entre jadeos. –Imagínate mi coñito cálido tragándose tu pollita.- Mamá pellizcó con fuerza unos de mis pezones en el momento que vio como desde la punta de mi polla que sobresalía del tanga, salían nuevos chorros de espeso esperma que se estrellaron contra el vientre de Vicky. Mordí las bragas en mi boca disfrutando de aquel segundo orgasmo. Vicky se derrumbó sobre mí sin soltar mi pene de aquella dulce prisión, me quitó las bragas de la boca y me la abrió para poder escupirme en ella. Mamá se levantó de mi lado, pero no pude ver lo que hacía, pues mi atención estaba puesta en los besos que Vicky me estaba dando. Mi pene seguía duro, gracias tanto a la pastilla como a lo cachondo que me estaban poniendo aquellas dos hembras.
Vicky se separó y pude ver cuerpo desnudo de mamá vestido solo con el arnés de cintura. Diría que me excité, esperando que mamá me partiera el culo, pero yo ya lo estaba terriblemente. Que mamá me compartiera de aquella manera, que me exhibiera ante una joven atractiva como una zorra me ponía extrañamente fuera de mí. Y así estaba yo cuando Vicky se levantó de la cama, se quitó el tanga para ponerlo en mi boca. También recogió las bragas de mamá que reposaban a mi lado en la cama y juntó aquellos dos trozos de tela llenando mi boca. Mamá y Vicky empezaron a besarse de pie al lado de la cama. Cuando mamá puso a Vicky de a cuatro patas encima de mí y se situó detrás de ella me di cuenta que el arnés no era para mí culo. Mamá penetró a Vicky y empezó a follársela con el arnés. La cara de la muchacha y la mía quedaban perpendiculares. Podía ver como sus facciones cambiaban deformadas por el placer. Me retiró la ropa interior de la boca, perdiendo un poco el equilibrio cuando mamá le daba fuertes envites. En su vientre y en sus pechos aún podían verse restos de mi corrida anterior. Algunos resbalaban perezosos y se estrellaban contra mi barriga. Ella recogía con sus dedos los goterones, tanto los de su cuerpo como los del mío y me los introducía en la boca. Yo los relamía como si fueran la miel más dulce del mundo.
-Que follada me está dando tu mami… ¿Te gustaría ser tú, zorrita? … ¿Te gustaría tenerme a cuatro patas?... – Ella jadeaba. Podía ver como sus pechos, perlados de sudor, se bamboleaban al ritmo de la follada de mamá. – Pobre niñito de mamá… es demasiado pequeñito para que lo dejen follar… o es que es demasiado zorra y solo le gusta que le den por el culo… -Yo miraba aquel magnifico cuerpo impotente. Deseaba agarrar aquellos pechos, besarlos y mamarlos como un niño pequeño pero no podía, atado como estaba. Obviamente mi impotencia también se debía a que sí, la quería tener a cuatro patas y follarla tal y como estaba haciendo mi madre, pero yo solo era una zorrita obediente. De repente mamá paró la follada y le dio la vuelta a Vicky. Ella quedó tumbada sobre mí, su espalda contra mi pecho, mi polla y testículos aplastados contra su magnífico culo. Mamá volvió a penetrar a Vicky y a follarla sin parar. Su culo se frotaba contra mi polla. Cuando Vicky llegó al orgasmo mamá se incorporó sobre ella y empezó a besarla. Yo quedé aplastado por el peso de aquellos dos cuerpos.
Ambas se levantaron y mirándome a mí y entre ellas con una sonrisa pícara empezaron a desatarme de la cama. Me acabaron de desnudar, pues yo aún tenía puestas las braguitas, a pesar de tener libre mi polla y mis huevos. Mamá me ordenó que apoyara las manos en la pared, arqueara un poco mi cuerpo y separara las piernas. Por detrás noté un tirón de pelo y como mamá me hacía una coleta. Si tenía alguna duda de lo que pasaría a continuación aquello me la aclaró. A mamá le encantaba sodomizarme con violencia mientras me tiraba del pelo. Dejó caer un poco de saliva sobre mi indefenso ano, puso sus manos sobre mis caderas y de un fuerte golpe me clavó toda la polla de plástico hasta el fondo.
-Si mami… rómpele el culo a tu zorrita… -dije yo entre jadeos. Después de un par de bombeos mamá soltó una de mis caderas y me cogió de coleta del pelo y tiró para atrás. – Si… si…soy una zorra que le encanta que le den por el culo. – Mamá aumentaba el ritmo mientras tiraba con más fuerza de mi pelo. Con la otra mano me agarró el pene y empezó un frenético sube y baja.-Más…más fuerte…mami… por favor. – Mamá giró mi cara tirándome de la coleta y pude ver como Vicky, recostada de lado sobre la cama y con las piernas abiertas, se acariciaba el sexo.
-Te gusta exhibirte ¿Verdad zorra? –Era la voz de mamá que seguía follándome el culo y pajeándome. –Te gusta que te vean siendo la puta que eres.
-Si mami…me gusta que me vean…me gusta que muestres lo zorra que soy… - Estaba otra vez cerca del éxtasis cuando mamá sacó la polla de plástico de mi culo. Me llevó tirándome del pelo a rastras hasta el lado de la cama y me dejo caer en el suelo. Empezó a quitarse el arnés cuando la mano de Vicky me cogió de la coleta y levantó hasta quedar en la cama.
-Ahora me toca mi zorra. – Me inmovilizó las manos detrás de la espalda y me puso las restricciones. Mamá le tendió el arnés y se sentó sobre el cabezal de la cama con las piernas abiertas. Yo quedé con el culo en pompa con la cabeza entre los muslos de mamá. Sabiendo lo que se esperaba de mí y sin esperar a que Vicky empezara a follarme hundí mi lengua en el peludo bosque de mamá. No tarde mucho en notar como el arnés entraba en mi culo hasta el fondo y Vicky empezaba a bombear con fuerza, pero yo solo gemí un momento, de dolor y placer, antes de hundirme de nuevo entre los muslos de mamá.
-Si mi zorrita come coños… cada día lo haces mejor… cómele el coño a mami… - Yo bebía de su coño, sediento. Cuando mamá llego al orgasmo Vicky me dio la vuelta sin dejar de penetrarme. Yo quede con las piernas abiertas tendido sobre mi espalda y mis manos atadas. Mamá se incorporó un poco y bajó con su lengua por mi cuerpo hasta ponerse mi polla en su boca. Vicky que había bajado el ritmo después de darme la vuelta volvió a acelerarlo sin piedad. Los golpes contra mi culo movían mi cuerpo entero y hacían que en aquel momento fuera yo el que me follará la boca de mamá en lugar de hacerme la mamada ella. Fue así como corrí por tercera vez durante aquella noche, en la dulce boca de mi madre siendo follado por Vicky con una polla de plástico. Mamá se tragó toda la corrida. Me miró mientras Vicky me desataba y yo caía, rendido y sudado, sobre la cama.
-A mami también me gusta la leche. – Dijo con su voz más provocativa.
Nos fuimos los tres al baño y entramos en la ducha para quitarnos el sudor. Vicky y mamá empezaron a enjabonarme dando un especial tratamiento a mi pene, que gracias a la pastilla azul y a las caricias de las dos mujeres seguía dura. Fue allí donde pude deleitarme de los cuerpos de las dos. Primero enjaboné a mamá. Me puse de rodillas y con mis manos y un poco de jabón recorrí sus piernas, desde los tobillos hasta los muslos. Besé su peludo sexo antes de pasar mis manos y frotar con suavidad. Seguí por su vientre, levantándome y acabe con sus dos enormes pechos. Allí me demoré y acaricie aquellos globos, los amasé suavemente, cómo sopesándolos.
-Te gustan demasiado las tetas de mami… - Era una reprimenda, pero su tono era complacido. – Tenemos una invitada ¿Acaso no vas limpiarla a ella? – Yo me di la vuelta y vi Vicky esperando su turno. Inicié el mismo tratamiento que con mamá. Piernas y muslos primero para después pasar mi mano llena de espuma por su suave vagina, su vientre y aquellos dos melocotones duros que tenía en los que me recreé. Mamá encendió la ducha riéndose.
-No sé cuál de las dos es más zorra. – Yo al ver como el agua se llevaba el jabón de los duros pezones de Vicky me abalancé sobre ellos, besándolos y succionándolos. 
-Me parece que ya tienes tu respuesta. – Respondió Vicky riendo también. Me separo de sus tetas con un tirón de pelo. Yo miré hacia arriba, hacia su cara, casi tan sometido a ella como lo estaba a mamá. Me soltó y cogió una de mis manos. Cerró sobre la palma mi mano mis dedos meñique y anular y cogiéndome de la muñeca me llevó hasta su coño. Guiado por su brazo penetre a Vicky con dos dedos con facilidad gracias su húmeda vagina. Empezó un movimiento con su brazo. Estaba usando mi mano como un consolador. Mis dedos índice y central la penetraban una y otra vez mientras con el dedo gordo frotaba su clítoris. Con su otra mano pego mi cabeza contra la suya. Nuestros ojos se miraban mientras ella jadeaba. Me escupió en la cara.
-Vamos zorrita… hazme correr… fóllame con los dedos… Imagina que es tu pollita virgen… -Mamá, que ya se había aclarado y secado, había salido de la ducha y nos observaba mientras se acariciaba. Estuvimos así hasta que Vicky se corrió en mis dedos. Me los sacó de su vagina y sin soltarme de la mano me los puso en la boca. Después miro a mamá y se disculpó.
-Disculpa que acapare un poco a tu zorrita, me pone muy cachonda que sea tan puta.
-Tranquila –dijo con una sonrisa. Se acercó a mí que ya había salido de la ducha y me cogió con fuerza de la cara. – La culpa es de la puta esta que te está provocando. Creo que se merece un buen castigo.
(…)
Mamá me amordazó e inmovilizó mis manos detrás de la espalda con las restricciones de cuero. Agarrándome de los huevos me llevó a la habitación de castigo, con mi polla erecta al aire. Yo no podía andar bien y andaba torpemente con las piernas abiertas intentado no caer. Vicky nos seguía divertida. 
Mamá entró en la habitación de castigo y Vicky observó con curiosidad la cama con el colchón y el armario. Mamá sacó un par de zapatillas y el cinturón y me empujó sobre el colchón. Me puso de rodillas con el culo en pompa y mi cabeza apoyada sobre la cama y me dio un fuerte golpe con el cinturón en el culo. Dio otro y otro más.
-Eres una zorra provocativa. –Decía mientras completaba la tanda hasta llegar a cinco golpes. Vicky me tiró del pelo levantándome la cara. Mis ojos estaban anegados de lágrimas de dolor.
-¿Te ha hecho llorar mami? Pobrecita. –Escupió en mi cara y me restregó la saliva por las mejillas, los labios y la bola de la mordaza.
-A veces también le castigo con la zapatilla. A los niñitos de mami que se portan mal se les da una buena zurra en el culito. –Dicho esto se sentó sobre la cama y me colocó encima de ella boca abajo, con el culo preparado para recibir la zurra de la que había hablado. El castigo con la zapatilla no acostumbraba a ser tan doloroso como con la pala o el cinturón, pero mis nalgas ya estaban doloridas por la golpiza anterior y con el primer golpe mordí la mordaza con fuerza. Mi polla, por eso, estaba dura entre los cálidos muslos de mamá. Vicky y ella reían a cada golpe. Más se rieron cuando mamá me levantó y me puso de rodillas sobre la cama, con el torso erguido, y me pene las apuntó desafiante.
-Es tan degenerado que se pone cachondo cuando le castigo. –Dijo mamá mientras Vicky se acercaba a mí y me apretaba los huevos.
-¿Eres una zorrita guarra y te pone que te castiguen? -Dijo con voz burlona. Liberó mis testículos y me plantó una fuerte bofetada. Mamá también se acercó y el alivio en mis huevos acabó cuando ella también los agarró con fuerza mientras empezaba a pajearme.
-Ya verás cómo le gusta. – Aumentaba el ritmo de la paja de la misma manera que aumentaba la fuerza de su mano apretando mis testículos. Por suerte no tarde en correrme y el semen salió disparado contra el vientre de mamá. No había mucho pues era la cuarta vez que yo me corría aquella noche. Soltándome, dijo:
-Mira como me has puesto, ahora tendrás que limpiarme.
Lo hice, obediente, de rodillas, una vez me hubieron desenmordazado. Un vez su vientre estaba limpio bajé mi cara unos centímetros y me amorré al coño de mamá. Mientras yo estaba allí, entre los muslos de mi madre, castigado, atado y humillado, Vicky salió de la habitación y volvió vistiendo el arnés de cintura.
Me apartó de mamá y me dejó arrodillado a los pies de la cama, otra vez amordazado. Ambas se empezaron a besar y tocarse y Vicky tumbó a mamá en la cama con las piernas abiertas y empezó a penetrarla con el arnés mientras no dejaba de besarla. Mamá gemía quedamente.
-¿Te gusta ver cómo me follo a tu mami? – Vicky me provocaba. – Pobrecita zorrita que no la dejan follar. – Aquella visión me despertaba sentimientos contradictorios. Por un lado estaba desesperado por ser yo el que penetrara a mamá, me sentía impotente, frustrado e incluso algo celoso. Por otro lado la visión de Vicky follándose a mi madre con el arnés era turbadoramente excitante. Vicky la puso a cuatro patas y siguió con su vertiginoso mete saca entre jadeos de mamá. Al rato cambiaron de posición y era Vicky la que se tumbó sobre la cama mientras mamá la cabalgaba.
-Oh… si… -mamá me miró.-…algún día…zorrita… serás…tú…si te portas…bien. –Con estas palabras mamá llegó al orgasmo. Ambas se separaron y me miraron. Mi polla seguía dura tanto gracias a la pastilla como al magnífico espectáculo que acababa de presenciar. Mamá me cogió con su sorprendente fuerza y me tumbó sobre la cama bocarriba. Ambas mujeres se recostaron sobre la cama, a cada uno de mis lados. Fue mamá la primera que empezó a chuparme la polla mientras Vicky llevó su lengua a mis testículos. Fueron intercambiándose las posiciones, pusieron sus bocas a cada lado de mi polla y empezaron a moverse arriba y abajo,… en definitiva me volvieron loco con sus dos bocas. Esta vez aguante disfrutando cada segundo de aquella mamada doble, pero finalmente me corrí por quinta vez. Así, en palabras de mamá, acabaron de ordeñarme. La polla me dolía pero por fin se quedó flácida después de cinco corridas y varias horas de aquel extraño sexo que practicábamos mi madre, yo y esa noche Vicky.
Volvimos al cuarto de mamá y después de lavarnos nos quedamos rendidos, sobre la cama. No tardé en quedarme dormido, cansado y feliz, entre aquellas dos mujeres.
Continuara…
La disciplina de Mamá 8. La pastilla azul

2 comentarios - La disciplina de Mamá 8. La pastilla azul

tonny0601
Excelente, magnifico! Van puntos
tonny0601
Todo es verdad? O ficticio? Excelentes relatos espero pronto la continuación