PDB 12 Cenando con Emma…




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Compendio III


(Nota de Marco: Este relato se extendió un poco, por lo que les ruego paciencia, porque lo que descubrí al final, valió bastante la pena para mí. En otras noticias, creo que finalmente seremos padres de nuevo con mi ruiseñor, por lo que estamos muy felices.)

No le niego, mi estimado lector, que mi actuar no ha sido del más caballeroso con las madres de las amigas y la profesora de mi hijo Bastián.

Lo que ha pasado con Isabella, por ejemplo, empezó como un simple acto de venganza a lo que Maddie hizo conmigo en la oficina y ha sido ella misma la que se ha ido enredando sola dentro de la telaraña de fantasías y perversiones, que la han llevado a este punto de obsesionarse conmigo.

Con Cheryl, en cambio, he seguido los deseos de conquistar a una mujer tímida y voluptuosa y jugar un poco con su calentura.

Pero por encima de ambas, está Emma.

Y es que, si tuviese que compararla, Emma se parece demasiado a Hannah, la amante que tuve mientras trabajaba en la minera de Broken Hills, puesto que a diferencia de Isabella y de Cheryl, ella sí sabe lo que quiere.

 Para mujeres como ellas, el sexo es solamente un aspecto más en el espectro total de la vida, manteniendo una armonía con las responsabilidades laborales y (en el caso de Emma) maternales, restringiendo la sexualidad a un elemento suplementario y recreativo.

Y por ese motivo, fui yo el que comenzó el diálogo con ella…

Friday, MEL 6:14PM | GMT: 7:14AM

Marco (M): Hola, Emma. ¿Cómo estás?

Emma (E): ¡Marco! ¡Qué agradable sorpresa! ¡Pensé que estabas de vacaciones y por eso no quise molestarte!

PDB 12 Cenando con Emma…

M: No, discúlpame. Tuve una semana ocupada, pero no me he olvidado de ti.

E: ¡Qué caballeroso de tu parte! Pero está bien. Yo tampoco me he olvidado de ti. En especial, después de ya sabes…

E: lo que pasó entre nosotros esa tarde, en la reunión de padres y apoderados.

M: Jaja. ¡Por favor, no me lo recuerdes! Y créeme que, si te hablo ahora, es por algo completamente distinto.

E: ¡Qué lástima! Y yo que me había divertido tanto…

M: Tal vez, lo hagamos en otra oportunidad. Pero te escribo para informarte que no he olvidado mi promesa: Aun tengo que enseñarte a preparar chorrillanas.

E: Jaja. No es tan importante. Además, ya sabes: aunque me encantaría que me enseñaras a cocinar, sigo siendo la madre de Karen. Tú entiendes a lo que me refiero.

M: Lo sé y lo comprendo. Pero, aun así, me gustaría verte. ¿Qué opinas si lo hacemos más familiar? Si te acomoda, puedo invitar también a Bastián.

E: Mhm… no lo sé. A Karen le gustaría ver a tu hijo. Y también, según lo que me contaste, el plato lleva cebollas. Eso será un problema para Karen…

M: ¿En serio? Bastián no me perdonaría si le enseño a alguien a preparar chorrillanas, siendo su plato favorito. Y a diferencia de tu hija, a él le encantan las cebollas fritas.

E: ¿Conque así es, eh?  ¡No pensé que Bastián fuese un gourmet tan exigente! ¡Está bien! ¡Estoy convencida!Pero espera. ¿Esto no es un tipo de cita, cierto? Al invitar a nuestros hijos y todo eso…

M: No, para nada. Los niños pueden jugar y nosotros podemos compartir una buena cena. ¿Qué opinas?

E: ¡Está bien, acepto! ¡Pero te estaré observando atentamente! ¿Eh?¡Para que no pienses cosas extrañas entre nosotros! Jaja ¡Me muero de ganas por ver a Karen mientras tu hijo come cebollas! ¿Te parece si nos vemos mañana sábado, por la tarde?

M: Eh… a decir verdad, tengo otro compromiso previo. Irónicamente, también se trata de enseñar a alguien a cocinar.

E: Jaja. Comprendo. A veces, a las mujeres nos interesan mucho los hombres que saben manejarse bien en una cocina. ¿Qué día propones?

M: martes, a las 6. ¿Te parece?

E: ¡Me parece una excelente idea! Los niños podrán jugar tranquilos, y nosotros, los adultos, podremos compartir algunos “secretos de cocina”, mientras lavamos los platos, ¿Qué opinas?

M: ¡Me parece perfecto! Nos vemos el martes. ¡Que tengas un buen fin de semana!

E: ¡Igualmente!

E: Y que te diviertas en tu cita de cocina. Jaja. ¡Sinceramente, no aguanto las ganas para que llegue el martes!

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Tal vez, crean que mis gemelas me habrían puesto problemas para dejarme salir a encontrarme con otra mujer dentro de la misma semana. Pero si se trataba del mismo Bastián, que me pedía como “favor de hermanos”, la situación era completamente distinta.

Esa tarde, Sonia me regaló una sonrisa cómplice mientras yo iba a buscar a nuestro hijo. Habiendo presenciado tantas veces situaciones similares, ella apenas levantaba una ceja. De hecho, creo que Sonia no fue solo comprensiva, pero me brindó su apoyo. A medida que dejaba que nuestro Bastián me acompañara, me dio una sonrisa silenciosa, comunicándome su confianza en mi juicio. Pero, por otra parte, Bastián estaba extremadamente ansioso de visitar a su mejor amiga y por supuesto, de probar su plato favorito.

No puedo negar que el viaje fue largo. Mientras que la casa de Sonia también está en Richmond (donde estaba nuestro antiguo apartamento), la casa de Emma se encontraba en Parkville, a unos 6 kilómetros al norte del centro, por lo que si bien, quedaba más cerca que la casa de Cheryl, no hacía el viaje menos engorroso.

Aunque su casa no es más grande que la de Marisol y yo (tres dormitorios, un living, y un baño), para ellas es suficiente, porque solamente viven 2 personas, mientras que, en la nuestra, con 2 adultos y 3 niñas (y al parecer, al menos un bebé más en camino), ya empieza a incomodarme y a cuestionarme si resistir la tentación de comprar una casa más barata o mantenerme firme hasta conseguir la que le prometí a mi esposa.

Esa tarde, Emma vestía un vestido de verano casual de algodón levemente ajustado, largo hasta las rodillas, que en una mujer como ella exaltaba una figura para nada envidiable con Isabella, complementada con una chaqueta de mezclilla, que en cierta forma escondían parte de sus imponentes pechos, junto con un par de sandalias. No obstante, a diferencia de la vez anterior, sí llevaba aros brillantes, con un diseño de corazón.

Finalmente, un tinte leve de labial y una cola de caballo, junto con un precioso perfume, me dejó casi con la boca abierta.

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·        ¡Por favor, pasa! - comentó, sonriendo coqueta.

Los niños se abrazaron afectuosamente y Karen, muy sonriente y cordial, me cedió la mano, para saludarle. No pasaron ni 2 minutos para que Karen y Bastián fueran corriendo al dormitorio de la pecosa, mientras que nosotros pasábamos a la cocina a hacer los preparativos.

·        ¡Debería haberte dicho que no necesitabas comprar nada! – exclamó ella, al verme sacar las cebollas y la carne.

-         ¡Te equivocas! Un buen cocinero conoce bien sus ingredientes…

Se mordía los labios, ansiosa porque volviéramos a besarnos…

·        Eres un cocinero experto, ¿No?

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Pero efectivamente, me tomé la cocina de Emma con completa libertad. A ella le llamó bastante la atención que fuera capaz de cortar las cebollas bajo el agua con tanta facilidad. Pero en vista que mi ruiseñor es extremadamente sensible a las cebollas y que a ninguna de las pequeñas les gusta el aroma, fue algo a lo que tuve que adaptarme, además que suaviza un poco más el sabor de la cebolla.

Para preparar las papas, ella me ofreció un triturador, el cual rechacé, porque encuentro que el sabor se absorbe mejor cuando uno las cocina al natural, sin olvidar que, usando ese tipo de herramientas, se perdía parte del aspecto hogareño de la preparación.

En algunas ocasiones, para comentarios así, ella tomaba apuntes en su celular.

Posteriormente, me basé en las preferencias de mis niñas para trozar la carne. Aunque a Bastián le es completamente indiferente, Verito es bastante quisquillosa con que la carne quede bien cocida y ojalá, sin nervios, por lo que las tiras las trato de dejar lo más delgada y limpias posibles para que se frían bien.

Y luego de verter el aceite en el wok, me dispuse a abrir cuanta ventana y puerta encontré, explicándole a Emma que el aroma a cebolla frita era bastante intenso.

En efecto, no pasaron más de 3 minutos para que nuestros hijos volvieran a la cocina…

¡Ugh! ¿Qué es ese olor? – protestó Karen, tapándose la nariz de forma dramática.

Mi hijo, por otra parte, venía hambriento…

Ø  Papá, ¿Te falta mucho? ¡Me muero de hambre!

¿Cómo puedes aguantar esa peste?

Ø  No es una peste. Son cebollas. – respondió mi hijo, relamiéndose los labios con un entusiasmo exagerado.

¡Cebollas! ¡Qué asco!

Ø  ¿No te gustan las cebollas?

¡Claro que no! ¡Huelen horrible y tienen un pésimo sabor! – Y luego, la pequeña me miró. – Señor, ¿Quiere matarme con el olor?

Ø  ¡Estas no! Saben muy dulce… y son lo más delicioso del plato ¿Cierto, papá?

-         Tal vez, ella no haya comido nunca cebollas fritas. - respondí a mi hijo.

Ø  ¿Nunca has comido cebollas fritas?

Karen negó con la cabeza y miró a su madre.

·        ¡Yo no lo sé! – dijo, también tapándose la nariz. – Pero nunca me dijiste que tu plato tendría un olor tan peculiar. No sé si mis lectoras estarán dispuestas a experimentar una sorpresa tan aromática…

Pero todo cambió con la adición de la carne. La mezcla de aromas resultó bastante intoxicante, al punto que incluso Karen empezó a relamerse los labios…

Señor, ¿No pudo empezar cocinando esto?

-         ¡Lo siento, Karen! Pero lo que le da la sazón a la carne es la cebolla frita. - le respondí, haciendo que me mirara con preocupación. - Ayuda que la carne quede más blanda.

¿Pero mi carne tendrá sabor a cebolla?

-         No exactamente. – le dije, tratando de tranquilizarla. – pero si tendrá un sabor distinto, que creo que te gustará.

Discretamente, Emma anotaba nuevamente mis palabras en su celular.

En la otra olla, mientras tanto, yo freía las papas fritas, sin descuidar la guarnición de la carne. Y también les llamó la atención que empleara la misma olla para freír los huevos casi al instante.

Les pedimos a los niños si preparaban la mesa con los platos y los cubiertos, mientras que Bastián casi trotaba por colocar los vasos en su lugar.

Y llegó el momento de la verdad. Si bien, el olor a cebolla perduraba en el ambiente, no era tan ostensible como al principio, contrarrestándose con el cautivador aroma a la carne.

Procedí a servirle a Karen primero, quien observaba todavía con desconfianza. Luego a Emma, que, aunque se relamía los labios por las papas fritas y por la carne, no entendía bien la lógica del huevo frito y las cebollas dentro del plato. A diferencia de ellas, Bastián estaba agradecido por el plato en general, pidiendo incluso un poco más de todos los ingredientes y finalmente, cuando me serví yo, lo que quedaba era suficiente para dejarme satisfecho.

-         Emma, debes entender que este plato no es para bajas calorías. Pero si una mujer busca sorprender a otras personas en una cena familiar, este es un plato sencillo de preparar y bastante innovador.

Aun así, ni Emma ni Karen se atrevían a probar bocado…

¡Mamá, mi cebolla tiene un color marrón!

Ø  ¿No quieres comértela? – preguntó Bastián, que, habiéndose ya comido la mitad de su guarnición, miraba a la de Karen con muchos deseos.

-         ¡Bastián, si quieres, te puedo dejar de la mía! Pero déjala que ella la pruebe. – luego miré a Karen. –¡Querida, solo prueba un poco! Ni yo ni mi hijo pensamos que tiene un sabor malo y queremos compartir contigo algo que nos gusta.

·        ¡Ellos tienen razón! – nos apoyó Emma.- Se tomaron la molestia de venir a visitarnos para que probáramos esto. Debemos mostrar cortesía y agradecimiento.

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Y finalmente, prosiguió mi hijo.

Ø  ¡Por favor, Karen! ¡Pruébalo! ¡Yo lo encuentro delicioso!

La pequeña niña dio un suspiro, enterró su tenedor, cerró los ojos y abrió la boca…

¡Mamá, tiene un sabor dulce!

Y a partir de entonces, el banquete prosiguió bien. Le enseñé a Emma que con tomar una papa frita y romper la yema del huevo, mezclarla y combinarla con parte de la cebolla frita, le daba un sabor singular, al combinar el sabor de todos los ingredientes en un solo bocado.

Posteriormente, bromeamos Bastián y yo con Karen si valió la pena“matarla” con el olor a cebolla frita, pero ella respondió que, habiendo probado el plato y su sabor, el olor a cebolla no le parecía tan desagradable como antes.

Finalmente, cuando terminamos, Emma y Karen estaban tan satisfechas, que sentían sus vientres hinchados, mientras que Bastián y yo pensábamos que aun podíamos comer un poco más.

Pero apenas entramos a la cocina, Emma y yo nos besamos apasionadamente. Mis manos no aguantaban las ganas de agarrar sus pechos, mientras que ella me agarraba de la cintura y mi paquete, guiando mi pelvis hacia la suya.

·        ¡Deberíamos detenernos! – dijo, a pesar de que me todavía me tenía abrazado por mi hombro. - ¡Los niños podrían descubrirnos!

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Y créanme que, aunque no es distinto a lo que Cheryl pudo decirme, eso me frenó. Porque a pesar de que ella claramente quería que pasara, podía ver que realmente le preocupaba Karen y Bastián nos descubrieran y que dependía de mí para que nos detuviéramos.

Nos arreglamos y seguimos lavando, aunque de cuando en cuando, le daba una manoseada a su trasero.

·        Tenemos que dejar esto claro. Me gustas y quiero tener sexo contigo… pero tienes que entender que esto no es amor. ¡Me pones caliente y necesito una buena cogida! – me decía mientras lavaba los platos. -  No sé qué pasará con las mujeres, pero cuando no tenemos buen sexo por un buen tiempo, nos estresamos y me cuesta trabajar.

-         ¡Te entiendo! Los hombres no somos distintos. Cuando mi esposa estaba embarazada, los últimos meses no teníamos sexo, porque físicamente no se excitaba y a mí, la abstinencia me tenía estúpido.

Emma sonrió conforme la apoyaba…

·        Pero tenemos que ponernos de acuerdo. Necesito saber qué días tienes tiempo. -me dijo, mirándome a los ojos.– Imagino que estás cogiendo con otras, porque… ¡Mírate!... (nos reímos) y yo también trabajo.

-         ¿Por qué no sales en citas? ¡Te encuentro sexy y bastante inteligente!

Ella se rió…

·        ¡Eres muy gentil, Marco! Pero sé sincero conmigo: si hay chicas de mi edad en redes sociales que no tienen hijas y están dispuestas a hacer más cosas que yo, ¿Por qué querrían salir conmigo?Además, no quiero presentarle a Karen una fila interminable de hombres que solo quieren acostarse conmigo. Por eso, te escogí a ti…

-         ¿Qué?

·        ¡Vamos, Marco! ¡Eres práctico!

-         ¿Cómo puedes saber eso? Apenas nos conocemos 3 semanas.

·        Te va a sonar cliché, pero no eres como los otros. La mayoría de los tipos que he conocido, dicen que han hecho esto y lo otro… pero nunca te dan pruebas. En cambio, tú nunca dijiste que eras un nadador experto… o jamás creí que eras un chef gourmet y aquí estás, en mi casa, sirviéndome un plato exótico.

Me reí…

-         ¡Pero no soy ninguno de…!

Ella me interrumpió con un beso.

·        ¡Lo sé! ¡No necesitas decírmelo! Pero si vamos a tener sexo, no puede ser ni en tu casa ni la mía, porque no quiero que Karen o mis vecinos lo sepan. Y créeme, Marco, que tampoco quiero poner en problemas tu matrimonio.

Cuando ella dijo eso, “resonó conmigo”, porque también es una de mis preocupaciones cuando hago esto.

-         ¿Y qué sugieres?

·        ¡No lo sé!... tal vez, ¿Encontrarnos en un motel? – preguntó insegura.

-         ¿Qué opinas del Hyatt? –pregunté de vuelta, aunque creo que no ayudó que me riera cuando lo hice…

Emma se puso las manos en la cintura (realzando sus pechos) y fingió ponerse seria…

·        ¡Sí, Marco!... Una chica como yo en el Hyatt… ¡Claro! Pero lo otro que tengo que dejar en claro es que, si vamos a hacerlo, tienes que usar preservativos.

Cuando escuché eso, “me frenó”, porque dentro de la lista mental que tengo, esa también es una de las prioridades.

Sin embargo, creo que mi expresión la sobresaltó.

·        ¡Sé que esto puede romper el trato! Pero entiéndeme, no puedo arriesgarme a embarazarme otra vez.

-         O contraer una enfermedad.

·        ¡Exacto! –  ella sonrió, al ver que nuestro tren de ideas era parecido. – quiero decir… no me estoy negando a que lo hagamos más adelante… en especial si el sexo es bueno… pero…

Tomé mi celular, empecé a buscar mi carpeta de archivos descargados y se lo compartí con ella…

·        ¿Estás bromeando? – exclamó, al ver los documentos.

Era la carpeta de mis exámenes médicos, con registros desde el periodo que vivíamos en Adelaide, con un seguimiento por enfermedades venéreas.

Tuvimos que sentarnos para conversar. Le conté de cómo empecé a ser infiel, acostándome con mi suegra y con la prima de mi esposa, sin entrar en tantos detalles.

Ella, en cambio, partió distinto. Por su hermosa figura, no me sorprendió que me dijera que había sido porrista en la escuela, concediéndole una beca académica y cuando la asignaron al dormitorio de la universidad, su compañera de dormitorio fue una chica pansexual llamada “Wind” (literalmente,“Viento”).

PDB 12 Cenando con Emma…

Y por lo que me contó, era una ninfómana que no le importaba si Emma estuviera o no en la habitación. Incluso, hubo noches en donde compartieron la misma cama y fue un periodo de su vida donde vivió un desenfreno sexual sin límites, en donde tríos donde compartían a un hombre pasaron a ser parte de su rutina semanal.

(Por la manera que esquivaba mi mirada y por su aparente “timidez”al hablar, la experiencia con otra mujer pareció no desagradarle).

Y si bien, su rendimiento académico no bajó demasiado (dado que también se metían con sus profesores), el punto que le hizo recapacitar fue cuando Emma se embarazó.

Wind quería proseguir con su vida desenfrenada, pero para Emma, despertó su instinto maternal y rompieron la relación. Solicitar la paternidad también era ridículo, dado el número de parejas sexuales que habían compartido y, aun así, aunque lo descubriera, no haría gran diferencia en su vida o en sus ahorros.

Por supuesto, Emma tuvo que retirarse de la universidad y volver con sus padres. Pero también, empezó a forjarse a sí misma por ella y por Karen, intentando varios trabajos para poder completar sus estudios por su cuenta, hasta el punto de que pudo conseguir su trabajo en el periódico.

Cuando terminamos de conversar, eran casi las 11 de la noche. Tanto Karen como Bastián estaban durmiendo profundamente en el dormitorio. Nos miramos mutuamente, como si nos preguntáramos qué tan bien conocíamos a nuestros hijos y que una hora más entre nosotros, no haría diferencia…

Volvimos a la cocina besándonos tórridamente. Le dediqué su atención a los pechos, pero en mi inconsciente, sabía que necesitaba aun más tiempo para disfrutarlos con mayor libertad. Sin embargo, cuando bajé por su cintura y vientre, Emma ya estaba levantando su falda, sabiendo de antemano lo que yo quería.

-         ¿Qué opinas del sexo anal? –pregunté, mientras la masturbaba incesablemente y relamía su vientre.

·        Nunca lo he intentado… pero si el sexo es bueno… estoy dispuesta a experimentar.

Pero lo mejor fue cuando llegó mi turno: al igual que lo había hecho con Cheryl, quería hacerla disfrutar hasta el cansancio. Sin embargo, ella me agarró del rostro, me enterró entre sus senos y me besó, para luego ella arrodillarse.

Cuando desabrochó mi pantalón y notó el bulto en mis calzoncillos,se mordió los labios ansiosa. Parecía hipnotizada por la cabeza, porque ella la miraba con ojos perdidos. Una vez más, le dio ese refrescante soplido, como si se tratase de una bendición y empezó a mamarme.

Parecía querer atragantarse con mi verga, de la misma manera que Marisol lo hace por las mañanas y cuando le faltaba el aire y se atoraba, me empezaba a masturbar a un ritmo maquinal.

·        Marco, ¿Qué opinas del sexo con otras chicas? – preguntó en otro intervalo.

-         ¿Qué?

·        ¡Es que no he dejado de pensar en Isabella en estos días! – se rió. – Lilly fue una de las niñas que más molestó a mi Karen el año pasado… y ver que la orgullosa de su madre no se atreve a mirar tu verga, me dan ganas de castigarla…

Sentí un palpitar intenso en mi pene…

·        Quiero decir… ¡Mírate!... esto es demasiado grande para que yo o tu esposa lo manejemos a solas… e imagino que Cheryl también se volverá loca por probarla.

Por cada intervalo de silencio, parecía darme una garganta profunda feroz.

Y ella me dio el golpe final…

·        ¿Qué dices? ¿Te gustaría verme con otra mujer?

A lo que respondí enterrándole mi pene hasta la garganta y forzando que tragara mi eyaculación. Me miraba con ojos agradecidos, a medida que mi caldo se vaciaba en el interior de su garganta, relamiendo mi cabeza como una puta insaciable.

Incluso, se tomó la molestia de relamerse los dedos, al sacar las miseras gotas que escaparon de sus labios.

·        ¡dios! ¡No debería haber comido tanto! – bromeó, antes de volver a besarme.

Dieron las 12:17 AM cuando fui a buscar a mi hijo, que seguía muy abrazado a su mejor amiga. Sin despertarle, le tomé en brazos y lo llevé al auto. En la puerta, Emma y yo nos besamos una vez más y me agradeció por todo. Llevé a Bastián a su casa, volví a la mía y me acosté con mi ruiseñor.

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Y aunque le conté a Marisol que Emma y Karen saldrían de vacaciones hasta marzo y aunque mi esposa y yo estábamos intentando concebir un bebé, mi ruiseñor no aguantó sus ganas de preguntarme…

+       Mi amor, ¿Crees que algún día, las podamos invitar a comer? – con esa mirada libidinosa que conozco bastante bien. 


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