Habiéndole el amor dormida

Un joven hijo de hacendado, contó con una oportunidad de oro y abusó de su hermana menor mientras esta estaba en coma debido a un accidente.
En esta ocasión he imaginado la historia que voy a contarles, una noche cuando simplemente no podía conciliar el sueño y mis hormonas estaban haciendo un festival en mi interior. 

Es por eso que les prevengo antes de que empiecen su lectura. Es así como me imagino que funciona la mente masculina según he escuchado en sus charlas e incluso en mis propias experiencias íntimas.

Ojalá no sea muy alejado de la realidad y espero les guste. 

PD: La introducción es larga. Deseo crear una historia con una trama y no sólo un relato de 'meta-saca'. Si buscan algo rápido, este no es su relato. 

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Lizzete es su nombre, aquél con el que aquella bella chica voltea al llamarle. Su edad apenas alcanza las 18 primaveras y su sonrisa siempre presente es un adorno en su rostro. 

También es mi hermana. La vi crecer desde su más temprana infancia. Estuve ahí cuando cayó su primer diente, cuando crecía centímetro tras centímetro y cuando poco a poco cambió de ser una niña cuyo cuerpo no era muy distinto al de un niño, al de una bella señorita. 

Vivimos en la hacienda 'Flower ville'. En mi familia somos 6 hijos, 3 hijas, mi madre, mi padre y un par de mucamas. Mi padre es el hacendado y disfrutamos de una amplia casa de la que no puedo quejarme. 

Yo generalmente acompañaba a mi padre desde muy joven, aprendiendo de sus negocios, de la caballería y de las cabezas del ganado. Aprendiendo desde abajo, practicando los trabajos de los campesinos, de los carpinteros. 

Lizzete es la mediana de las 3 hijas. La mayor es Rosalinda, de 20 años. La menor Vanie, de 12. De entre los hombres yo soy el de en medio, dos son mayores a mí con 28 y 26 años. Yo y mi hermano gemelo con 22, otros dos más jóvenes con 18 y 17 años. 

La vida era llevada con normalidad en nuestra familia hasta hace poco, cuando Lizette tuvo un accidente que ha puesto de cabeza a nuestra familia.

Mientras ella aprendía a montar a caballo, el animal se ha vuelto loco, levantándose en dos patas y arrojando a Lizzete contra el suelo de una manera tan violenta que no pudo al menos protegerse.

Se golpeó la cabeza. Todos creímos lo peor. 

Fue llevada por mi hermano gemelo y la hermana mayor a la hacienda con toda premura. Lizzie - como la llamamos de cariño - parecía simplemente dormida.

Había sangre en su oído izquierdo y pronto salí yo y mi hermano gemelo a caballo en busca del doctor. 

Al regresar ya estaba ella recostada en la cama de su habitación. El doctor le revisó e hicieron salir a los hombres de la habitación, posiblemente porque revisarían su cuerpo. Mi madre y la hermana mayor, permanecieron adentro. 

Después de minutos eternos salió el doctor con un semblante indescifrable y pude escuchar, por lo que charlaba con mi madre, que Lizzie permanecería en ese sueño profundo indefinidamente. Era necesario ir a la ciudad más cercana por un doctor especializado en la cabeza. Después de ello, se retiró. 

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Su accidente había sucedido hacía ya 3 días. Seguía dormida con el semblante relajado, casi sonriendo. Cada mañana pasaba por su habitación para mirarla. Estaba siempre ahí, con la cabeza vendada y unas mantas que cubrían su cuerpo desnudo. 

Lizzie debía ser bañada, incluso no comprendía cómo es que hacían para limpiar los desechos de su cuerpo. Mi madre y Rosalinda se encargaban del aseo de Lizzie. 

El día de mañana mi padre viajaría a la ciudad. Un viaje largo a caballo en carroza que tardaría en ir y regresar al menos 2 o 3 días. Mi madre lo acompañaría. 

Rosalinda se ofreció para quedarse en casa para hacerse cargo de los cuidados de Lizzie. Mi padre se negó debido a que un bastardo deseaba sólo una oportunidad para robarse a Rosalinda y casarse con ella, por lo que mi padre le obligó a acompañarles. 

Mis hermanos mayores ya habían formado familias, por lo que no estaban cerca para apoyarnos. Mis hermanos menores aún eran unos idiotas como para confiarles cualquier responsabilidad y junto con mi hermano gemelo, acompañarían a mi padre, mi madre y mi hermana en el largo viaje a la ciudad. 

Existían historias continuas de asaltos en los caminos, por lo que una buena cantidad de hombres en el viaje aseguraría el éxito. 

Así pues, Vanie había sido encargada de las atenciones de Lizzie y yo estaba a cargo del cuidado de la casa. Incluso las mucamas - que eran hermanas - no se encontrarían en casa debido a que viajarían a sus lugares de origen. Habían pedido el día hacía más de un mes y mi madre decidió no cambiar de parecer a pesar de la situación. 

Sin embargo Vanie sólo tenía 12 años, quizá era mucha responsabilidad para ella.

Fuera como fuese, dos carrozas a caballo partieron de la hacienda muy temprano por la mañana. Vanie y yo les despedimos desde el pórtico. Unas horas más tarde se despidieron las mucamas y entonces sólo la pequeña Vanie y yo nos encontramos en casa. 

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Mi madre era una mujer hermosa, de sangre europea. Sus cabellos eran prácticamente rubios o quizá sería más correcto el castaño claro. Tenía unos ojos verdosos muy bellos, además de una buena genética femenina. 

Rosalinda, al ser la primer hija, denotó la genética de mi madre. Tenía caderas levemente anchas con nalgas bien formadas y pechos abundantes que lucían más con el corsé. 

Sin embargo, apenas la había visto sin sus abombados ropajes. Era una enorme falta de respeto ver a las hermanas en paños menores. 

Lizzete era joven, sin embargo su cuerpo estaba prácticamente formado. Sus caderas eran una pizca más pequeñas que las de su hermana mayor e igualmente con unas nalgas paradas y llamativas. Sus pechos eran redondos y podía asegurar que eran prácticamente del mismo tamaño que los de Rosalinda. 

Vanie era una jovencita nada más. Sus pechos eran pequeñitos, acordes a su edad. Se notaba que al crecer desarrollaría la misma genética de sus hermanas y madre, ya que en esa cadera apenas en desarrollo, se podía notar un culo que crecería con hermosura. 

Mi padre también era de genética blanca, pero de cabellos castaños caoba y ojos negros. Era obvio que su genética era dominante, ya que de los 9 hijos, 7 habíamos compartido sus ojos oscuros. Solo Lizzie y Vanie bañarían sus ojos del color de mi madre. Incluso Vanie parecía tenerlos grisaseos. 

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Vanie se encargó de la alimentación de Lizzie por la mañana. Yo no sabía cómo es que ella comía, cómo evitaba que se ahogase. Sin embargo tampoco era algo que me importase mucho y yo salí de la casa a cumplir con mis obligaciones. Fui primero con las cabezas de ganado, después a la caballería y por último a la herrería, según me había ordenado mi padre. 

Las horas volaron en mis obligaciones y regresé cuando el sol estaba por esconderse, sólo para encontrarme con otra sorpresa. 

Vanie estaba en el suelo, mirando hacia el techo. Parecía que tenía horas ahí. 

Al preguntarle qué había sucedido me reveló que había tropezado en las escaleras y que se había arrastrado hasta ahí. Le dolía mucho el pie izquierdo, el cual al revisarlo tenía una tremenda hinchazón. 

No tuve otra opción que cargarla y llevarla a su habitación, para después tomar mi caballo e ir en busca del doctor. 

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Vanie había roto su tobillo en la caída, según me explicaba el doctor y no podría caminar en al menos un mes. 

Vanie gritaba con horror mientras el doctor acomodaba sus huesos, acompañado de un llanto que siguió casi por 30 minutos. Puso dos tablas en su pierna y le ordenó quedarse en cama. 

Ella le contrapunteó explicándole que estaba a cargo del cuidado de Lizzie, a lo que el doctor respondió que ahora quien estaba a cargo de ella era yo. 

Incluso yo le contrapunteé y con ojos molestos me dijo: 'Ella es tu hermana. No verás en ella nada que no hayas visto en una de esas putas con las que seguramente has estado, simplemente usa una esponja y agua tibia y limpia su cuerpo. Que tu hermana te explique lo demás'. 

Después de ello, se fue. 

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Me molesté con Vanie por no haber bañado a Lizzie por la mañana, pero me detuve al verla romper en llanto de nuevo.

Aún molesto la dejé en su habitación y fue a la de Lizzie, rezando un milagro en el que justo ahora despertase y ella misma pudiera limpiar su cuerpo. 

Entré y la vi ahí, casi en la misma posición de siempre y con ese semblante tranquilo y casi angelical con el que dormía. 

Salí y fui por la esponja. Calenté el agua y le pedí a Vanie que me explicara cómo debía bañarla. Después regresé con Lizzie. 

Entré y con dudas empecé a retirar las sábanas que cubrían su cuerpo desnudo. Primero miré sus senos y me sorprendí de su belleza. 

Eran jóvenes y redondos, de un tamaño muy apetecible para cualquier hombre. 

Después miré su abdomen y al seguir bajando miré su intimidad desnuda. Tenía prácticamente cerradas las piernas, por lo que sólo vi un triángulo de vellos castaños. Miré sus piernas, muy bellas, torneadas de manera natural y al final sus piecitos pequeños. 

Mojé la esponja y empecé con mucho cuidado por su cabeza y su rostro. Después su cuello y hombros. 

Sentía punzadas en el pene, Lizzie era hermosa y yo miraba y tocaba su cuerpo con toda libertad. Nadie estaba ahí para juzgarme, comprendí que era afortunado en la situación. 

Pasé la esponja por sus senos, tomé uno de ellos con la mano para limpiar por debajo. Su piel era cálida y suave, pero sus senos tenían una firmeza que me calentaba. 

Le tomé el otro seno y repetí la acción. Pasé la esponja por sus puntas rosadas. Me sorprendí al ver cómo se levantaron sus pezones pequeños al contacto con el agua.

Nunca había visto a Lizzie tan bella, jamás creí que mi hermana podía calentarme tanto. 

Seguí lavándola, bajando cada vez más. Primero su abdomen, después seguí bajando sin atreverme a abrir sus piernas. Limpie sus piernas hasta llegar a sus pies. 

Noté que mi pene había despertado y desee mirar su intimidad femenina. Sin embargo Vanie me preocupaba, pensé que en cualquier momento podría aparecer por ahí y me descubriría. 

Me levanté y noté en mi pantalón la erección. Caminé hasta la habitación de Vanie y sólo asomé el rostro por la puerta. Ella estaba ahí con el rostro adolorido. Le pregunté si se encontraba bien y regresé con Lizzie. 

Cerré la habitación tras de mí con seguro.

Volví con Lizzie. Ya no era yo, estaba dominado por la lujuria. Abrí sus piernas con suavidad y miré su intimidad. El color era rosado oscuro y me atreví a llevar mi mano entre sus piernas. Abrí sus labios y miré su vagina unos instantes. Tomé la esponja y la pasé por ahí para limpiar. 

Toqué justo su entrada sólo para asegurarme de su virginidad y el pequeño agujero de su vagina fue suficiente para comprobarlo. 

Ahora debía voltearla para lavar su espalda. Con mucho cuidado giré su cuerpo, con especial cuidado en su cabeza y logré recostarla boca abajo. 

Tenía una espalda hermosa, una línea acompañaba su espina dorsal desde su nuca hasta el inicio de un culo hermoso. Me sorprendí del tamaño de su culo, de la perfección de su redondez, de lo sensual que era tener a mi hermana ahí, indefensa. 

Cada vez me calentaba más. Tomé la esponja y limpie sus brazos, su nuca y su espalda. Apresuré el paso para llegar a ese par de nalgas que empezaban a crear una necesidad en mí de tocarlas. 

Llegué a su culo y lo limpié por fuera con lentitud. Toqué sus nalgas con las manos, sentí su suavidad y su calor. Bajé la esponja hasta su vagina, ahora desde atrás y lentamente seguí mi camino de regreso. Metí la esponja entre sus nalgas y casi fuera de mí, decidí abrirlas con el pretexto de limpiar bien. 

La imagen fue hermosa, ver ese par de puertas abiertas, que a su vez hicieron abrir sus piernas. Miré su ano con detenimiento, era muy pequeño y levemente oscuro. Después miré su vagina que lucía muy apetitosa y cruzó por mi mente la idea de cogerla. 

Sin embargo me detuve. Cerré sus nalgas y seguí limpiando sus piernas hasta terminar. 

La idea seguía en mí. Nadie se enteraría. De verdad deseaba meter mi pene en su hermosa vagina, quitar su virginidad sin que ella lo notase. 

Me levanté y lo pensé un momento. Después lo decidí... pero primero debía asegurarme que Vanie no se enterara. 

De nuevo fui a su habitación, disimulando mi erección. Ella seguía ahí, estaba por dormirse. Noté que era imposible que ella cruzara todo el pasillo hasta la habitación de Lizzie. Cerré su puerta deseándole las buenas noches y caminé rápido hasta la habitación de Lizzie. Cerré la puerta y puse el seguro. 

Mi hermana seguía ahí y me quedé mirando su hermoso culo y el cómo su vagina apenas se asomaba entre sus piernas. 

Saqué mi pene. Abrí sus piernas con delicadeza y sin pensarlo mucho, apoyé la cabeza de mi pene en su vagina. 

Me ayudé de las manos para abrirle los labios y sentí su calor en mi cabeza. Apreté la cadera suavemente y noté que su entrada era muy pequeña. No entraba. 

Puse saliva a mi pene y también a su vagina y volví a intentarlo. No tenía éxito. 

El calor en mí era casi animal y me decidí por metérsela en este intento. Volví a poner saliva y coloqué mi cabeza en su entrada. 

Empuje con mucha fuerza. Su cuerpo siguió resistiéndose hasta que por fin sentí un calor inmenso al rededor de mi pene. El calor y lo estrecho de su entrada era delicioso. 

Ella dio un respiro profundo y me quedé inmóvil con el pene adentro. Esperé unos segundos y noté que ella seguía dormida.

Empecé a moverme suave. Noté que su vagina no estaba húmeda. Saqué mi pene y volví a poner saliva en ambas partes. Volver a meterlo fue difícil, de nuevo su cuerpo oponía resistencia. 

Con la saliva era más sencillo el penetrarla y empecé a moverme un poco más rápido. Esto era delicioso, el mejor sexo que había tenido. El cuerpo de Lizzie era hermoso y nuevo, nada comparable con las putas con las que había estado. 

Empecé a empujar con más fuerza, su cuerpo se movía conmigo. Sus nalgas iban y venían conforme yo presionaba en un baile hermoso. 

Seguí empujando, ahora jugando, recargando mi cuerpo casi sobre el suyo buscando que mi pene llegara hasta su fondo y sentí sus nalgas chocar contra mi abdomen. Logré meterlo todo. 

Volví a casi levantarme y toqué su culo suave y hermoso. Lo abrí con las manos al tocarlo y volví a mirar su hermoso ano. 

Nunca antes había intentado tener sexo por ese lugar y mientras seguía moviéndome pensé que debía hacerlo, ahora. 

Mojé con saliva un dedo y lo metí en su ano mientras seguía penetrándola con mi pene en la vagina. Su ano era aún más estrecho que su vagina y muy caliente por dentro. 

Estaba fuera de mi. Saqué mi pene y abrí sus nalgas, puse mi pene en su entrada y sin los cuidados que tuve en su vagina, presioné con todas mis fuerzas en su ano. Pero este no abrió. 

Puse saliva en mi pene, que ya estaba muy húmedo con los fluidos que su vagina me había regalado. Puse saliva en su ano e incluso metí el dedo aún húmedo para que resbalase por dentro. 

Con el pene duro como barra de metal, lo volví a colocar en su entrada trasera y presioné con todo mi peso. Su ano no abría e incluso mi pene empezó a doler ante la presión.

Cuando estuve a punto de desistir, sentí cómo caí contra el cuerpo de mi hermana y sentí un calor que casi me ardía en el pene, además de que su ano me apretaba con fuerza deliciosa. 

Había logrado penetrarla y 3/4 de mi pene habían logrado entrar en la primer penetración. Seguí presionando. Quería meterlo todo. 

Ella respiraba profundamente, casi gimiendo, su espalda subía y bajada con sus respiraciones anormales. 

No dejé de presionar hasta que sentí mis bolas tocar su vagina. Entonces me detuve y disfruté del calor y presión de su ano en mi pene. 

Estaba lejos de terminar. Saqué la mitad del pene y volví a meterlo con fuerza, así una y otra vez. Su respiración parecía agitada, pero yo no estaba para preocuparme por eso. Si acaso, evitaba empujarla violentamente para evitar mover su cabeza. 

Ahí estuve al menos 10 o 15 minutos. Decidí venirme adentro y empecé a penetrarla fuerte y rápido, incluso olvidándome de tener cuidado con su cabeza.

Al final le llené las entrañas con mi semen. Tuve una eyaculación abundante y larga. El orgasmo más rico que había tenido.

Me recosté sobre ella, agotado. Ahí estuve al menos un minuto, hasta que noté que ella respiraba con dificultad, quizá le estaba aplastando los pulmones con mi peso y entonces me levante. 

Mi pene seguía duro ahí adentro y empecé a retirarlo con lentitud. Su ano parecía no querer dejarme ir. 

Cuando logré sacarlo, admiré su ano abierto. Me apresuré a acercar una vela para iluminarlo mejor. Incluso pude ver un poco de su interior, de color rosa como las encías en la boca. 

Noté que empezaba a salir mi semen de ella, además de algo de excremento que incluso tenía por todo mi pene. Fui por la esponja y me limpié, además de pasar por su ano y limpiar bien. 

Tuve que esperar unos segundos, ya que el semen seguía saliendo y por fin, su entrada recupero casi su tamaño original. Estaba rojizo y podía asegurar que había sangre. Pero también la había en su vagina. 

La limpié bien y volví a recostarla boca arriba. No quise irme sin probar sus senos y me quedé lamiendo sus puntas por varios minutos, hasta que la boca se me secó. 

Volví a limpiar sus senos y entonces cubrí su cuerpo con las mantas. Esto había terminado. Era nuestro secreto. 

La siguiente noche repetiría la misma dosis, primero por su vagina y después terminando en su culo. Lo repetiría por última vez la tercera noche en la que sólo me dediqué a cogerla por el ano. En este último día su cuerpo ya no presentaba tanta resistencia y sus respiraciones eran prácticamente indicativo de su placer. 

Lo hubiera repetido todos los días, de no ser porque en la cuarta noche llegarían de regreso mis padres. 

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Lizzie despertaría a los 18 días después de su accidente. Ya en la ciudad. Vanie usando muletas fue quien la cuidaba cuando Lizzie despertó. 

Pasaron un par de meses. Yo no la veía de la misma manera, sólo deseaba volver a repetir lo vivido esas noches. 

Un buen día Lizzie me topó en las caballerías y me pidió charlar a solas. 

Me reveló que ella se daba cuenta de todo lo que sucedía a su alrededor. Me reveló que sentía cuando la bañaban, que escuchaba las conversaciones e incluso que sentía un enorme apetito que los alimentos líquidos no saciaban. 

Me pidió entre lágrimas, asegurarle que no había sido el doctor quien la había violado. Ella no lo sabía ya que yo no le hablaba en lo más mínimo mientras la bañaba y permanecía en silencio mientras la cogía, para evitar que Vanie se diera cuenta. 

Dijo recordar mi voz en su oído la tercera noche, justo antes de empezar el sexo anal. Quizá era por eso que esa noche su cuerpo no había presentado tanta resistencia.  

Yo quedé petrificado ante su revelación y al mirar la angustia en sus ojos tuve que revelarle que había sido yo quien le había penetrado esas noches. 

Ella sonrió tontamente y la miré completamente confundido. Parecía estar aliviada de enterarse que no había sido el doctor. 

Antes de regresar a casa, me pidió que la próxima vez fuera más amable, porque de verdad había sufrido aquella noche, principalmente las primeras dos y besó mi mejilla con mirada coqueta. 

Me quedé mirándole cuando caminaba hacia la hacienda, en shock. ¿De verdad ella deseaba 'una próxima vez'?
Habiéndole el amor dormida


FIN. 

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