Aventura en las rocas de la playa.

¿Alguna vez has pensado que ibas a arrepentirte de algo y luego has descubierto que habrías lamentado aún más no haberlo vivido? Eso me ha pasado hoy. No sé qué me llevó a aceptar pasar el día en la playa, pero lo hice. A mi mujer le encanta la playa y me suplicó que la acompañara cuando su amiga con quien iba habitualmente no pudo ir.

Al final cedí a sus peticiones y antes de que me diera cuenta estábamos sentados en la arena. No estoy seguro de cuánto tiempo estuvimos allí o qué habíamos estado haciendo hasta el momento en que mi mujer hizo un comentario sobre un grupo de tíos que estaban de pie en las olas.

Naturalmente, miré en la dirección que ella estaba señalando y me di cuenta de una pequeña colección de hombres bien bronceados. Lo que me llamó aún más la atención fue la joven que estaba delante de ellos haciéndoles fotos. Estaba en la arena con las piernas separadas lo suficiente para mantener el equilibrio mientras se ponía en cuclillas para hacer otra foto.

No pude evitar notar la flexión de los músculos de sus piernas mientras se ponía en cuclillas y volvía a levantarse. Fue como a cámara lenta cuando se irguió y enderezó su postura revelando sus increíbles curvas. Contemplé su trasero redondeado, apenas cubierto de arena. Se flexionaba con gracia mientras ella se movía por la arena hundiéndose a cada paso. Obligándola a mostrarme sus músculos una y otra vez.

Le dije que disfrutara del espectáculo y que tenía que ir a las duchas a quitarme la arena. Apenas se dio cuenta de que había hablado y respondió: "No, gracias. Disfruta de tu bebida", claramente distraída por la agrupación de sementales en la arena húmeda. Le reconozco el mérito de haber sido capaz de responder. Si hubiera habido 5 o 6 fotógrafos iguales que esa tía, no estoy seguro de que la hubiera oído hablar, y mucho menos responder.

Salí a pasear en dirección a la fotógrafa. No tenía ningún plan. No soy ese tipo de hombre. Simplemente me invadió una especie de deseo que puso mi cuerpo en una especie de piloto automático. Tal vez fuera lujuria, no lo recuerdo. Tenía poco control sobre todo ello. Al final me acerqué a la fotógrafa. No podía acercarme demasiado y ser visto. Sabía exactamente dónde estaban los ojos de mi mujer.

Me quedé en la parte de atrás de la playa y nunca me acerqué demasiado. Quería asegurarme de que la visión periférica de mi mujer nunca me viera acechando mientras miraba a la joven fotógrafa tomar instantáneas. Cada disparo de la cámara era una nueva posición sexy y una nueva y deliciosa vista de su culo.

Los lacitos de su escueto bikini verde rebotaron alrededor de sus caderas mientras se movía por la arena. Se apoderaron de mi imaginación y eché a correr. Debí de pensar en diez formas distintas de tirar de aquel cordón: con los dientes, de un tirón rápido, a dos manos, lentamente, de un tirón gentil desde ambos lados a la vez... Las ideas fluían tan rápido como el obturador.

No estoy seguro de en qué momento de la Seducción de un Total Desconocido me encontraba cuando ella me dirigió una mirada. Puede que ni siquiera fuera su primera mirada, pero fue la primera que vi. Tuve que volver a mirar y asegurarme de que veía bien.

Estaba viendo bien. Me había mirado, pero ahora me miraba directamente. Estoy seguro de que no podía verme a los ojos con las gafas de sol puestas, pero la forma en que se tocó suavemente la cadera mientras giraba en mi dirección me hizo pensar que me estaba haciendo esa pose directamente a mí y que sabía exactamente dónde estaba mirando.

Enderecé mi postura y le dirigí una sonrisa mientras me movía hacia el otro lado del árbol en el que estaba y me apoyaba en él con el hombro izquierdo bloqueando por completo la mayor parte de mi cuerpo de la posible mirada de mi mujer. La fotógrafa me miró mientras se quitaba la arena del culo y las piernas y colocaba la cámara en una silla de playa cerca de ella.

Me dirigió una sonrisa de bienvenida mientras se daba la vuelta, me hacía señas con el pelo y caminaba por la playa alejándose del lugar donde mi mujer y yo habíamos estado sentados. La vi bajar por la playa, dar la vuelta y dirigirse al aparcamiento. Supuse que había ido a cambiarse o algo así. Observé su punto de salida durante un rato con la esperanza de poder verla volver a la arena.


Me incliné hacia atrás para mirar alrededor del árbol y comprobar cómo estaba mi mujer. Ella no se había movido, con dos ojos llenos de jóvenes cachas no se había fijado en el tiempo. Estaba congelada. Miré hacia atrás para ver si la Fotógrafa estaba volviendo y así era. Excepto que ella seguía caminando por la parte de atrás de la playa y caminaba directamente hacia mí. Su paso era tranquilo, su lenguaje corporal seguro y la suave sonrisa de su rostro sugerían que se acercaba a mí.
 
- ¿Estas disfrutando del día? - dijo la chica cuando estaba ya cerca.
- Sí. Hace un día precioso.
- Sí que es verdad. Lástima que yo esté aquí por trabajo y no por placer.
- Ya me he dado cuenta. La verdad es que es un placer verte trabajar.
- ¿Qué quieres decir? - me preguntó con voz ingenua, aunque en su cara podía ver que sabía perfectamente a que me refería. 
 
Quería que me retorciera un poco. No sabes cuánto me excitó que empezara a jugar conmigo al gato y al ratón. Sonreí e hice exactamente lo que ella quería.


- Me había fijado en los lazos de tu bikini y me estaba preguntando cuanta presión aguantarían antes de desanudarse. 
 
Ella me sonrió, su pelo rubio rebotaba suavemente al viento. 
 
- Estoy bastante segura de que no demasiada. - dijo mientras tiraba lentamente de uno de los hilos. 
 
El cordón del bikini estaba tenso mientras el borde del nudo esperaba a deslizarse con un poco más de presión. Aguantó. Juro que aguantó hasta que me vio tragar mi anticipación. En ese momento, el nudo se abrió y ella tiró de la parte delantera del bikini hacia atrás lo suficiente como para dejarme ver su cadera al descubierto. Pude ver cómo se le ponía la piel de gallina mientras se divertía provocándome.


- ¿Ves? - dijo mientras me miraba con una sonrisa de bienvenida.  
 
Miré por encima del hombro para ver a mi mujer cuando la fotógrafa me detuvo. 
 
-No puede vernos. - me tranquilizó. - Ahora, sobre este bikini...Antes de darme cuenta mis manos estaban en su cintura. Mi pulgar acariciaba suavemente su cadera expuesta y subía lentamente por su torso. Ella se retorció un poco bajo mi pulgar, el suave mechón le hizo un poco de cosquillas, pero no se apartó, se acercó más. Me pasó las yemas de los dedos índice y corazón por el pecho.

- ¿Te apetece dar un paseo por la playa? - me preguntó con voz melosa.

No hizo falta una contestación. Caminamos por la parte trasera de la playa durante unos 400 metros, donde encontramos una ensenada semidesierta de playa privada con su propio terreno. En cuanto nos perdimos de vista del resto de la playa, se volvió hacia mí y me pidió que le ayudara con el nudo de la parte de atrás de su top mientras tiraba de mí y me besaba.

Sus labios eran suaves y su tacto increíble. Ella deslizó mi mano hacia su culo redondo y sexy y luego movió lentamente su mano hacia mi polla. La rodeé y le agarré el culo, dejando que las puntas de mis dedos rozaran los bordes de sus suaves labios, acariciándolos a través de la tela del bikini. La sentí retroceder con mi mano cuando me retiré, me besó más intensamente y apretó con más fuerza mi polla.

Sentí que mi pene crecía en su mano. Sus suaves caricias se convirtieron rápidamente en un tirón agresivo cuando sacó toda mi polla del bañador. Se arrodilló y cerré los ojos al sentir el calor de su boca rodeándome. Empecé a respirar tranquilamente entre dientes mientras su boca ejercía más presión sobre mi virilidad.

No pude evitar pensar en su coño húmedo. Allí sentado, esperando a que lo tocara. Levanté su cabeza y volví a besarla. Parecía que le encantaba hacerme probar mi propia polla. La volvía loca. Su beso se hizo más profundo, su respiración cambió y pude sentir que quería que le diera más.

Con un rápido tirón del último cordón del bikini, abrió las piernas lo suficiente para que la braguita cayera al suelo. Mis dedos se deslizaron por su suave coño. Tan suave y resbaladizo de lujuria que dejó que estos la penetraran. Me apreté contra ella. Su mano apretó mi polla y la mía acarició su punto G y su clítoris al mismo tiempo.

Hice girar a la sexy fotógrafa y apreté mi dura polla contra su firme culo. Me encanta la presión de mi polla contra un culo. Disfruté de ese momento mientras deslizaba mis dedos húmedos en su boca. Ella los chupó y me hizo saber lo bien que sabía.

Utilicé mi cuerpo para apretarla un poco más contra las rocas. Abrí sus brazos, separé sus piernas, haciéndola vulnerable a mí. Lentamente solté su cuerpo y me arrodillé. Ella se puso de puntillas y arqueó la espalda para mí mientras yo abría su sexy culo y empezaba a comerle el coño por detrás. Le encantó. Se empujó contra mi cara. La oía respirar entre dientes. Su excitación me enloquecía mientras la penetraba por dentro con la lengua. Apretó su culo contra mi cara pidiendo más.

Yo ya estaba demasiado excitado. Con una erección descomunal. Apoyé su pecho contra las rocas calientes que separaban las playas y subí y bajé lentamente la cabeza hinchada de mi polla por sus labios húmedos. Ni una sola vez se resistió a mis provocaciones. Le encantaba sentir mi cabeza deslizándose arriba y abajo.

Finalmente metí sólo mi cabeza dentro de ella. Ella jadeó un poco por la sorpresa. Me encanta ese jadeo. Me encanta ese primer momento cuando mi cabeza las penetra. Así que lo repito. Retiro mi cabeza deslizándose arriba y abajo de su ansioso coño y vuelvo a entrar. Repetí esto una y otra vez. Cada vez hundía mi pene más y más dentro de ella hasta que por última vez me apreté contra ella y dejé que toda mi longitud se hundiera profundamente en su coño.

Ella arqueó la espalda mientras yo la penetraba. Estaba feliz de recibirme y me quería tan profundo como pudiera. Su gemido me sugirió que era hora de follarla suavemente. Tirando de sus caderas bronceadas y cálidas, la penetré hasta el fondo para luego retirarme suavemente. Observaba cómo mi pene se exponía a su calor. Dejaba la cabeza en el borde de su coño, giraba suavemente las caderas para provocarla y volvía a penetrarla. Más profundo y más fuerte. Buscaba un grito ahogado.

Después de unas cuantas rondas más y de aumentar mi empuje, por fin conseguí ese grito ahogado. Una vez que lo conseguí, empecé a acelerar el ritmo hasta que le metí la polla con toda la fuerza y profundidad que pude.

El sol se reflejaba brillante en la superficie pulida de algunas rocas, ella se había apartado un poco de la roca contra la que le estaba embistiendo, pero estaba lo bastante cerca como para que las tetas se estrellaran contra ella con mis embestidas. Vi cómo movía la cabeza y abría la boca lo justo para jadear. Deslicé la mano por su espalda y entrelacé los dedos en el pelo de la base de su cuello y, con un tirón agresivo, la atraje hacia mí. Con la polla aún dentro de ella, luchó por mantenerse erguida y mantenerme dentro sin molestias.

Sin previo aviso saqué mi polla de ella, la giré para que me mirara y levanté su pequeño cuerpo del suelo y la dejé caer de nuevo sobre la roca caliente. Antes de que se diera cuenta del calor, volví a meterme dentro de ella. Sus manos se apretaron contra la roca intentando mantener su cuerpo quieto mientras yo embestía más y más fuerte. Pude ver dolor y placer en su cara y pude ver que estaba disfrutando de la mezcla de los dos.

Levantó la mano, me clavó las uñas en la nuca y me atrajo hacia sí para besarme profundamente. El capó del coche se arrugó bajo nosotros mientras nos mordíamos apasionadamente.

- Dios. ¡Haz que me corra! ¡Dame más fuerte! - dijo permitiéndome darle embestidas más duras y profundas mientras acariciaba su clítoris.

Le encantaba que la estuviera viendo jugar consigo misma mientras me la follaba más y más fuerte. Se mordió el labio y sus ojos empezaron a girar un poco mientras balbuceaba.

- ¡Justo así! ¡Justo así!

Seguí follándomela con más fuerza. cada embestida la levantaba un poco de la roca. Le metí los dedos en la boca y ella los mordió mientras me rodeaba los brazos con las manos y me clavaba las uñas moviendo las caderas a mi ritmo.

Exhaló ruidosamente mientras su cuerpo se enrojecía con la tensión, el cosquilleo y el torrente de alivio que viene con un orgasmo. Ninguno de los dos era consciente de si había otras personas cerca o no. Incluso cuando terminamos, no recuerdo haber mirado para ver si estábamos solos. No me importaba. A ella tampoco.

Me acercó para darme un suave beso de despedida y las dos nos separamos antes de que se hubiera vuelto a poner su sexy bikini verde o de que hubiéramos intercambiado los nombres. 
 
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