Por culpa del dinero - Capítulo 1

A pesar de que era bastante temprano, ya hacía calor. Por eso la terraza de la cafetería estaba prácticamente llena. Parejas desayunando, compañeros de trabajo tomando un café antes de entrar a trabajar, algunos vestidos de traje que, con un periódico en la mano y la taza en la otra, hablaban por el manos libres como si no les importara que los demás escucharan su conversación. Entre toda la gente se encontraba una chica sentada sola en una mesa. La chica pelirroja removía su café y alternaba su mirada entre su móvil y la gente que había alrededor. Sin duda, estaba esperando a alguien y, sin duda, ese alguien llegaba tarde.

Sara abrió por enésima vez el WhatsApp yendo a la conversación con su amiga Nuria. En su último mensaje ponía, “Estoy allí enseguida”. De ese mensaje hacía ya quince minutos. Cuando estaba pensando qué escribirle, un ruido sordo, como el de alguien que se deja caer en una silla, la sobresaltó. Al mirar hacia arriba, se encontró con los ojazos de color avellana de su amiga.

- Perdona por el retraso, no veas lo que me ha costado aparcar.
- Podrías haber avisado, prácticamente ya se me habrá enfriado el café.
- Bueno, eso te pasa por pedir sin mí, ahora si quieres te invito a otro.

Nuria levantó la mano para intentar llamar la atención de la camarera que iba y venía entre las mesas. No es que Nuria necesitara hacer mucho para llamar la atención, su altura de 1,85 ya lo hacía por ella. Se mantenía delgada y en forma. Su cuerpo estaba muy bien proporcionado y, aunque solo destacara por su altura, sabía lucir bien todo lo que poseía. Su pelo marrón hasta los hombros enmarcaba una carita con los rasgos estilizados y unos labios finos que siempre estaban sonriendo, como si esa fuera su posición natural.

A Sara le costaba no compararse con ella. Era todo lo contrario a ella, pero esto no es que le creara algún tipo de complejo. Era baja al lado de su amiga, sí. Su 1,55 de altura no podía ni competir con Nuria, pero estaba muy orgullosa de su cuerpo. Sus anchas caderas y sus generosos pechos atraían casi más miradas que su amiga. Además, su pelo rojizo natural que le caía hasta la mitad de la espalda le hacía parecer exótica, salvaje.

Una vez que la camarera le tomó el pedido, Nuria se giró hacia su amiga de nuevo.

- ¿Y bien? ¿Qué tal, cómo van las cosas por casa?
- Pues todo igual de negro.
- ¿Aún no habéis encontrado nada?
- No, Pedro tiene una entrevista hoy, así que cruza los dedos, pero yo no he encontrado nada de nada. Veremos a ver si llego a hacer las oposiciones, son dentro de cinco meses.
- Bueno, cinco meses pasan volando. Seguro que lo bordas y empiezas a dar clases.
- Lo dudo mucho. Si no encontramos algo, en dos meses vamos a tener que estar buscando piso por algo más barato, si no volvemos al pueblo directamente.
- ¿Tan mal esta la cosa? - dijo mientras la sonrisa en su cara se apagaba un poco visiblemente.

La camarera llegó con el café de Nuria, Sara no se había pedido otro al final. La interrupción le dio unos momentos a Sara para pensar. Sí, de verdad estaban tan mal las cosas. Ella y su pareja, Pedro, se habían mudado a la ciudad desde su pueblo natal buscando tener más oportunidades laborales y separarse un poco de las familias de ambos, que nunca habían terminado de ver bien a la pareja del otro.

Al llegar a la ciudad les habían ido las cosas medianamente bien, tenían trabajos de medio tiempo y hasta se habían graduado en la universidad, pero después vino la crisis y ambos perdieron sus trabajos. Con los ahorros que tenían guardados habían estado sobreviviendo, intentando encontrar trabajo y sobrellevar la situación, pero esta estaba llegando a un punto insostenible.

- Sí, está bastante mal. - respondió Sara cuando la camarera se había alejado. - Estoy yendo al gimnasio contigo porque ya lo tengo pagado...
- Podrías habérmelo dicho, podría ayudaros un poco con las facturas y...
- No. - le cortó Sara a media frase. - No podría aceptar tu dinero. Somos muy buenas amigas, pero en esto nos hemos metido nosotros solos. Además, no sé cuándo podría devolvértelo.
- Por eso no te tienes ni que preocupar, pero bueno, si no es con dinero, al menos déjame darte esto.

Nuria sacó una tarjeta blanca de su monedero y se la extendió. Al cogerla Sara leyó en ella. “R&M Models. Agencia de modelos.” Reconoció el nombre de inmediato, pues Nuria le había hablado muchas veces de su trabajo como modelo para ellos. Ser modelo no era algo que Sara se hubiera planteado nunca, así que miró a su amiga y enarco una ceja.

- Dales una oportunidad, amiga. Trabajan con modelos para todo lo que se pueda necesitar un modelo. Desde ropa, lencería, posado artístico y hasta para extras de cine.
- No sé. No me veo yo como modelo. - dijo con algo de reticencia mientras cogía la tarjeta y se la guardaba en el bolso.
- Tu confía en mí. Llámalos y seguro que te pueden dar un trabajo en algún sitio. No pierdes nada probando.
- Eso es cierto. - dijo con un ligero suspiro. - Anda, termínate el café, que se nos va a hacer tarde en el gimnasio.



A las 12 de la mañana, Sara llegó a su casa. Aunque a simple vista podía parecer rellenita, sobre todo por las amplias caderas y sus generosos pechos, la rutina del gimnasio la mantenía en forma y hacía mucho que ya no llegaba cansada ni por todo el ejercicio ni el tener que subir las escaleras para llegar al cuarto piso en el que vivía.

La casa era pequeña, se entraba directamente al salón, que lo ocupaba casi por entero un sofá, una mesita para el café, la televisión y una mesa para cuatro personas. Desde el salón se entraba a una cocina pequeña, en la que si estaban los dos a la vez les faltaba espacio para maniobrar, a un pequeño balcón donde tenían la lavadora y tendían la ropa y al pasillo. Este era de tres pasos de largo, suficiente para comunicar las dos habitaciones y el cuarto de baño con el resto de la casa.

Una de las habitaciones la tenían de trastero, aunque ahora estaba prácticamente vacía, pues habían vendido bastantes cosas. Habían hablado más de una vez de alquilar la habitación para tener algún ingreso, pero la casa ya era bastante pequeña para ellos dos, cuanto menos si metían a una tercera persona. Además, a Pedro no le hacía mucha gracia lo de meter a un desconocido en casa.

Sara fue a la cocina y abrió el frigorífico, que estaba alarmantemente vacío. Con lo poco que había se las ingenió para empezar a hacer algo que fuera mínimamente comestible. Cuando estaba con ello, oyó cómo se abría la puerta de la casa.

- Ya estoy en casa. - dijo Pedro conforme entraba.
- En la cocina, cariño.

Pedro llegó hasta la puerta de la cocina y se apoyó en el marco. Sara estaba cortando unas patatas de espaldas a él. Le encantaba esa vista de ella de espaldas, con una falda que apenas le llegaba a la mitad del muslo y el pelo rojizo cayéndole en ondas hasta mitad de la espalda. En otros momentos, esta simple vista le habría arrancado una sonrisa de la cara y unos pensamientos más bien impuros, pero ahora mismo no estaba de humor para eso. Sara se dio la vuelta y nada más mirarlo a los ojos ya supo la respuesta a la pregunta que no había formulado aún.

- No te han cogido, ¿no?
- No, no ha ido muy bien que se diga.

Sara se acercó a él y lo envolvió entre sus brazos. Se puso de puntillas y le plantó un ligero beso en los labios.

- Bueno, no pasa nada. Al final saldrá algo.

Sara volvió con lo que estaba y Pedro disfruto de la vista de su culo durante unos instantes más antes de irse a la ducha. Una vez duchado y con la comida preparada, se sentaron a la mesa del comedor. Pedro le comentó con detalle cómo le había ido la entrevista y cuando Sara le iba a hablar de su día, se acordó de la tarjeta que le había dado Nuria.

- Nuria me ha dado el número de su agente. Bueno, de la agencia.

Pedro se quedó parado, con el tenedor a medio camino entre su boca y el plato.

- Me ha dicho que les llame, que a lo mejor me podrían conseguir trabajo como modelo. - en la voz de Sara se reflejaba su inseguridad, todavía más viendo que Pedro no decía nada ni se movía.
- ¡Eso es fantástico! - exclamó Pedro dejando caer el tenedor en el plato y dibujándosele una gran sonrisa. - ¿Has llamado ya?
- No, aún no. Me acabo de acordar de que la tenía. - Sara se relajó visiblemente al ver la alegría de su novio.
- Deberías de llamar. Si ella trabaja de modelo, seguro que tú también puedes con el cuerpazo que tienes.

Su novio siempre sabía qué decir para animarla. Viendo que la apoyaba en esto, se decidió a llamar a la agencia esa misma tarde.


Tras dos tonos le cogieron la llamada y una voz de mujer surgió del otro lado del teléfono.

- R&M models, buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle?
- Buenas tardes. Una amiga me ha dado vuestro número para que llame y ver si me podéis ofrecer algún trabajo como modelo.
- Muy bien, ¿y en qué rama está interesada?
- Eh... No lo sé muy bien. Mi amiga me había dicho que trabajabais con modelos para casi cualquier trabajo.
- Así es, pero según en que esté interesada le puedo concertar una cita con un agente u otro.
- Pues la verdad es que no lo había pensado.
- No se preocupe, le puedo organizar una cita general y ver donde encaja mejor, pero para eso está un poco más apretada la agenda.

A Sara se le encogió un poco el corazón cuando escuchó esas últimas palabras. No todo tenía que ser tan bonito como parecía, seguro que le darían una cita para dentro de un mes o dos.

- Tengo un hueco disponible para dentro de tres días. A las once de la mañana. ¿Le va bien esa fecha?
- ¡Sí, por supuesto! - exclamó Sara mientras la alegría y la ilusión volvía a su cuerpo.
- Muy bien. Dígame su nombre completo y el número de móvil y concretamos la cita.

Sara terminó de darle los datos para que le apuntara en el sistema y gritó de alegría al colgar la llamada. Pedro entró en el salón alarmado y Sara se le lanzó a los hombros, estampándole un beso en los labios con una fuerza y una fogosidad como hacía tiempo que no lo hacían.



Las oficinas de R&M models estaban en la quinta planta de un edificio del centro. Sara había decidido ir en autobús para no tener problemas con el aparcamiento. Además, había una parada al lado del edificio, por lo que no tendría que andar demasiado. Había salido con tiempo por si el autobús se retrasaba o le pillaba algún atasco, debido a esto había llegado casi veinte minutos antes de la hora a la que la habían citado.

Se había puesto para la entrevista unos zapatos de tacón alto, que realzaban su figura y su baja estatura, una falda negra con un poco de vuelo que le llegaba hasta el muslo y un top rosa de mangas cortas que le dejaba los hombros al aire. Por el tamaño de sus pechos, no llevar sujetador no era una opción, o iría llamando demasiado la atención por la calle y no le gustaba que los babosos se quedaran mirándola. Por lo que llevaba un conjunto de ropa interior blanca sencillo, pero tampoco muy recatado, con el sujetador sin tirantes.

Al entrar a la oficina se encontró con una recepción pequeña. A ambos lados de la puerta se encontraban unos sillones, que parecían bastante cómodos. A lo largo de las otras tres paredes estaban repartidas cinco puertas, una señalizada como los baños, y un par de cuadros abstractos. El centro de la recepción estaba dominado por un mostrador, tras el cual se sentaba una chica rubia que apartó la mirada de la pantalla del ordenador para atenderla.

- Buenos días, ¿puedo ayudarle en algo?
- Ehm... Sí. Tengo una cita.

Los ojos azules que se escondían tras unas gafas la escanearon de arriba abajo. Sara estaba acostumbrada a que los hombres la miraran por la calle o de fiesta, pero la manera con la que la miró esa chica la intimidó mucho más de lo que lo había hecho alguna otra mirada antes. Sus nervios y los pensamientos de que no pintaba nada allí se acrecentaron dentro de ella.

- Dígame su nombre. - le solicito.
- Sara. - respondió llegando hasta el mostrador.
- Muy bien, yo soy Penélope. - dijo mientras empezaba a teclear en el ordenador.
- Mucho gusto.
- Igualmente.

Tras un tiempo que a Sara le pareció demasiado largo e incómodo, Penélope encontró su cita en el ordenador.

- Tienes cita a las once con el señor Alejandro. Has llegado un poco pronto.
- Sí, he tenido suerte y no he pillado ningún atasco ni nada.
- Has hecho bien viniendo temprano, el aparcamiento por esta zona está imposible.
- Sí, por eso he venido en bus.
- Chica lista. - le dijo con una ligera sonrisa, que extrañamente relajó un poco a Sara. - Ahora mismo el Señor Alejandro está ocupado con otra chica, le puede esperar aquí en los asientos. ¿Quiere un café o un vaso de agua?
- No, muchas gracias. Iré a sentarme.

Sara se sentó en uno de los sillones y sacó el móvil. Aún quedaban quince minutos para las once, por lo que se dispuso a seguir leyendo para pasar el tiempo. De vez en cuando miraba a Penélope, que estaba ocupada con el ordenador y no parecía prestarle demasiada atención.

A los diez minutos de estar allí, la puerta que había en la pared izquierda se abrió y salió de la habitación una chica muy alta, rubia con el pelo en una cola alta. Sus piernas parecían kilométricas y estaban enfundadas en unos pantalones tejanos de pitillo. A Sara le sorprendió que la chica llevaba unas sandalias de tiras con apenas dos centímetros de tacón. En la parte superior llevaba un top blanco a media barriga que parecía que iba a explotar intentando contener sus tetas. No es que tuviera muchas tetas, Sara miró las suyas propias comparando a ojo y posiblemente ella tuviera más, pero el top iba tan ceñido que Sara habría jurado que tenía que ser al menos dos tallas por debajo de lo que debería de llevar. La chica era tan delgada que se le marcaban los huesos de la cadera.

- ¿Qué tal, cómo te ha ido Anabel? - preguntó Penélope al verla salir.

Anabel pasó al lado de Sara sin prestarle siquiera atención y se acercó al mostrador. Se inclinó para apoyarse en el mismo, dejando el culo en pompa hacia Sara sin ningún tipo de reparo. Los nervios de Sara fueron creciendo a cada segundo que pasaba. Si ese, o su amiga, era el tipo de chicas que solían contratar, ella no tenía ni una sola oportunidad. Empezó a pensar que era demasiado baja, que le sobraban unos cuantos kilos, que no era tan guapa. Cuando su autoestima casi se había hundido del todo y estaba a punto de levantarse e irse, las dos chicas interrumpieron su conversación.

- Sara. - dijo Penélope llamándole su atención. - Ya puedes pasar, por esa puerta. - dijo mientras señalaba hacia la puerta por la que había salido Anabel.
- Mu... Muchas gracias. - respondió quebrándosele la voz por los nervios.

Sara se levantó y fue hacia la puerta que le había indicado. Cuando la estaba cruzando oyó de fondo como Anabel le preguntaba a Penélope: “¿Chica nueva?” La respuesta, aunque evidente, se la perdió al cerrar la puerta tras de sí.

El despacho al que entró era bastante grande. En la pared opuesta a la que había entrado había dos ventanales con vistas al parque que había delante del edificio, las otras paredes estaban ocupadas por cuadros de fotografías de mujeres en distintos grados de vestimenta, desde completamente vestidas a completamente desnudas. A un lado de la sala había un sofá en L negro, al otro lado estaba un escritorio de madera con dos sillas delante y una detrás que ocupaba un hombre de mediana edad.

Alejandro apenas aparentaba los treinta años, aunque tenía ya los cuarenta y dos, y vestía con un traje de ejecutivo azul marino. Estaba perfectamente afeitado y el pelo corto y bastante formal. Cuando Sara entró a la habitación, Pedro se levantó y le señaló con una mano las sillas que tenía delante del escritorio, como invitándola a tomar asiento.

- Buenos días, por favor, siéntese.
- Buenos días. - respondió Sara mientras se sentaba.
- Sara, ¿no?
- Sí.
- Yo soy Alejandro. - le dijo estrechándole la mano. - Según Penélope, vienes recomendada por una de nuestras chicas, aunque no tienes una idea clara de en qué área quieres trabajar, ¿no?
- Así es, mi amiga Nuria me dio vuestra tarjeta. Me dijo que trabajáis con muchos tipos de marcas y modelos.
- ¿Nuria? ¿Una chica alta, pelo marrón, delgadita?
- Sí.
- Bien. Si vienes recomendada por ella seguro que podemos hacerte un hueco, pero tus oportunidades de conseguir un trabajo de modelo no son muy altas.

Sara se quedó helada al oírle decir eso. No esperaba una respuesta tan directa.

- Voy a ser completamente sincero contigo. Eres demasiado baja para el modelaje en pasarela, pero quizá tenga algo para ti de azafata en convenciones, modelo de ropa interior, bañadores, bikinis. Incluso podríamos abrir más el abanico de oportunidades. ¿Alguna vez has pensado en el modelaje erótico?
- Yo... - Sara tuvo que tomarse unos segundos para responder. - No, no lo había pensado.
- Aunque no tengas altura, tienes buen cuerpo, bien proporcionado. Eso es algo con lo que podemos trabajar. A ver, levántate un momento y da una vuelta sobre ti misma.

Sara se levantó de la silla, un poco nerviosa. Alejandro la miró de arriba abajo mientras giraba. Estaba acostumbrada a las miradas que los chicos le echaban ya fuera en la calle, en la playa, en el gimnasio, etc. Pero el escrutinio al que la sometió él en este momento la puso más nerviosa que ninguna otra en su vida.

- No está mal. Sí, creo que podría encontrarte trabajo en cualquiera de esas áreas.
- ¿Lo de modelo erótico que sería exactamente?
- Fotografía o videos completamente desnuda o en poses sugerentes. Sola o acompañada. Anuncios de distintas marcas de productos para adultos. - le respondió con un tono de voz neutro, como si estuviera recitando una lista de la compra.
- No sé si podría desnudarme delante de una cámara.
- ¿Eres tímida? ¿Estás incómoda con tu propio cuerpo o algo así?
- No. Solo es que tengo novio y no sé cómo se lo tomaría.
- Ahmmm, ya veo. Tenemos ese problema a menudo, no se preocupe. En este trabajo puede ir tan lejos como usted quiera. Si no le parece mal, podemos empezar por sacarle unas fotos para su portfolio, mandarlas a un par de empresas organizadoras de eventos, a las marcas de ropa con las que trabajamos y hable con su novio acerca de ser modelo de contenido adulto. Cuando se hayan decidido, nos avisa si ampliamos o no su portfolio.

Que Alejandro fuera tan comprensivo con su negativa calmó un poco a Sara. Ella no era tímida y estaba muy orgullosa de su cuerpo. Había ido muchas veces con Pedro a playas nudistas, por lo que no tenía un excesivo problema con que la vieran desnuda, pero una cosa era en una playa donde todo el mundo estaba desnudo y otra muy distinta era posar para una cámara.

- Muy bien, me parece perfecta la idea.

Alejandro se levantó de su asiento y sacó una cámara de un cajón del escritorio. Con un gesto le indicó la puerta por la que habían entrado. Al salir del despacho, Penélope estaba sola en la recepción. Levantó la vista en cuanto oyó la puerta abrirse, pero al ver salir a Alejandro con la cámara en mano, volvió a sus quehaceres.

Alejandro guió a Sara hacia otra habitación. Esta era un estudio fotográfico. Una lona blanca colgaba del techo hasta el suelo, ante ella había trípodes y focos. A un lado de la habitación había un sillón negro y, en una esquina, un biombo hacía las veces de cambiador improvisado. Sara dejó su bolso sobre el sofá y se situó donde le indicó Alejandro, frente a la lona blanca, mientras él terminaba de preparar los focos y todo el material que necesitaba.

- Puedo poner algo de música, si te ayuda a relajarte.
- Umm, bueno. - respondió Sara volviendo a ponerse un poco nerviosa.

Alejandro encendió una minicadena que había en una esquina, en la cual Sara no había reparado antes, y enseguida la sala se llenó con una música pop a no muy alto volumen. Él se situó frente a ella, cámara en mano.

- ¿Estás lista? - Sara asintió con la cabeza como única respuesta. - Muy bien. Quédate de pie, brazos a los costados y mira a la cámara.

El sonido del flash fue como un pistoletazo de salida. Alejandro la fue dirigiendo en distintas poses, de lado, sentada sobre sus tobillos, sentada abrazándose las piernas y muchas más. Sara perdió la cuenta de las fotos que llevaba, así como cuánto tiempo llevaba posando. Tras una foto, en la que estaba tumbada sobre su barriga con las piernas flexionadas con los talones casi en su culo, Alejandro bajó la cámara y le indico que se levantara.

- Bien, con esto tenemos suficiente. Levántate y quítate la ropa. - dijo mientras iba revisando las fotos que había hecho.

Sara se quedó helada e inmóvil en el sitio. Aún dudaba si había escuchado bien cuando Alejandro levantó la vista de la cámara.

- ¿Pasa algo?
- Ehmm. Creía que habíamos quedado en que hablaría con mi novio para el tema de las fotografías eróticas.
- Sí, claro.
- Ehmm... Me has pedido... - dijo mientras se levantaba lentamente y hablando cada vez más bajo. - que... me quite... la ropa.
- Perdóname, no me refería a toda la ropa. Necesito que te quedes en ropa interior. Para las marcas de ropa interior y bañadores.
- Ammm, lo siento. No lo había entendido. Lo siento, lo siento mucho.
- No te preocupes. Cuando estés lista quédate en ropa interior. Puedes quitarte la ropa detrás del biombo si quieres. - dijo señalándoselo.

Sara estuvo a punto de ir tras el biombo a quitarse la ropa, pero pensó que podía ser el momento para demostrar que no era vergonzosa. De pie en el sitio, comenzó a desvestirse hasta quedarse con un pequeño tanga y un sujetador que hacía lo que podía para contener el increíble par de tetas que tenía. Alejandro apenas le prestaba atención, cosa que la relajó un poco, mientras revisaba la cámara y los demás aparatos.

- Muy bien, vamos a hacer las mismas poses de antes. De pie, brazos a los costados.

La sesión duró bastante menos, ya que Sara acababa de hacer las mismas poses y no necesito tantas indicaciones como antes. En las últimas fotos, Sara comenzó a sentir un cosquilleo en la entrepierna. Aprovechando un cambio de posición, se pasó la mano por encima del tanga y noto como estaba algo húmedo. Nunca se había considerado una exhibicionista, aunque sí que le gustaban las miradas que le echaban algunos tíos por la calle o en la playa. En este momento no quiso darle mayor importancia, no con Alejandro delante, y solo rezó porque él no lo notara.

- Perfecto, hemos terminado aquí. - dijo tras el último flash de la cámara. - Vístase y Penélope terminará de coger los datos que necesitamos de ti. En cuanto tengamos alguna oferta de trabajo le llamaremos. ¿Tienes alguna pregunta?
- No, no. Muchas gracias.

Alejandro se dio la vuelta y se fue, dejándola sola en la habitación. Sara comenzó a vestirse y, unos minutos después, entró Penélope con una cinta métrica y un portafolios en las manos. Con manos rápidas y expertas le fue tomando todas las medidas, más de las tres típicas que se esperaba Sara. Fue anotando todo en el portafolios, así como la información personal que necesitaba y, cuando ya lo tenía todo, la acompañó a la puerta.



El sonido de la televisión inundaba el salón. Sara estaba sentada en el sofá, recostada contra un apoyabrazos y las piernas subidas en él, no le estaba prestando atención a la televisión y la cerveza que se había abierto estaba sobre la mesita de café y ya había hecho un charco de agua por la condensación. Sara estaba perdida en sus pensamientos, repasando una y otra vez la sesión de fotos que había tenido. Había estado incómoda y nerviosa al principio, pero luego le había empezado a gustar. Sentir la atención de la cámara pose tras pose había despertado algo muy dentro de ella, algo demasiado parecido a la excitación.

Sara pasó la mano por su pierna, casi inconscientemente, y se sorprendió al notar lo caliente que tenía la entrepierna. Al tocarse, notó que estaba empapada y un pequeño calambre le recorrió la columna al rozarse el clítoris, aun por encima de la ropa.

Se levantó y, a paso ligero, cerró las cortinas del salón, no quería que ningún vecino la viera en ese momento. Se quitó el pantalón y volvió a sentarse como estaba antes. Comenzó a acariciarse lentamente por encima del tanga. Lo empapado que estaba le recordó que al vestirse tras las fotos había visto una pequeña mancha de humedad en él. “Espero que Alejandro no se haya dado cuenta.” pensó mientras seguía acariciándose y, ese pensamiento, la excitó aún más.

Apartó a Alejandro de sus pensamientos e intentó centrarse solamente en la cámara. Empezó a imaginarse delante de esta, quitándose poco a poco la ropa y, flash a flash, esta iba inmortalizando lo más profundo de su ser. Se metió la mano bajo el tanga y empezó a masturbarse pasando los dedos entre sus labios y masajeándose el clítoris. Se imaginó a cuatro patas con la cámara justo detrás enfocando hacia su coño. Pasando una mano entre sus piernas intentando tapar lo que pudiera para, acto seguido, abrir los labios con los dedos quedándose aún más expuesta.

Un ruido de llaves en la puerta la sacó de sus ensoñaciones. Se levantó de un salto y fue hacia ella mientras esta se abría. Pedro entró en el recibidor pensando en sus cosas y al alzar la vista se encontró a Sara viniendo hacia él con solo una camisa y un tanga que estaba movido y dejaba la mitad de su coño al aire. De un portazo cerró la puerta, casi al mismo momento en el que ella se abalanzaba sobre él. Le cogió de la pechera de la camisa y, con el impulso, lo empujó contra la pared. Rápidamente, sus bocas se encontraron y Sara le dio el beso más salvaje y violento que le había dado nunca en todos sus años de relación.

- ¿Qué te pasa, cariño? - preguntó Pedro cuando al fin se separaron.
- Estoy caliente, bebé. Te necesito aquí. - le respondió llevándole la mano hasta su coño.

Pedro enseguida la notó húmeda y caliente como pocas veces había estado así. Se preguntó durante unos segundos que la había excitado tanto, pero el siguiente beso le quitótodas las preguntas de su mente.

- Para, para un momento. Acabo de llegar y necesito ducharme.
- Te duchas luego.

Sara le arrastró hacia el salón y le empujó contra el sofá. Como una fiera, se abalanzó sobre él y empezó a forcejear con el cinturón y los vaqueros. Él le ayudó a desvestirle y, enseguida, tenía tanto los pantalones como los calzoncillos por los tobillos. Sara le dio un profundo beso mientras se subía a horcajadas encima de él. Poniendo los pies sobre el sofá y agarrándose a su cuello con una mano, se situó justo encima de su polla, que ya estaba completamente dura. Sujetándola con una mano, se dejó caer, metiéndose toda la polla de su novio de un solo golpe.

Pedro no tenía una polla enorme como las que se podían ver en los videos porno más guarros, pero sus quince centímetros siempre le habían sido más que suficientes para llevarla hasta el orgasmo. Comenzó a cabalgarlo mientras intercalaba gemidos con comerle la boca. Sara llevaba un ritmo tan rápido que la polla de Pedro se salía de ella al subir demasiado. Cuando esto sucedía, ella volvía a empalarse y se dedicaba a hacer vaivenes adelante y atrás con la cadera. Esto hacía que la polla de pedro diese en el lugar justo que más le gustaba a ella.

- ¡Voy a correrme! - le avisó Pedro cuando llevaban un rato de follada tan intensa.
- Espera... - le dijo gimiéndole al lado de la oreja. - Aún no... Estoy apunto... Vamos a corrernos juntos.

Pedro hizo todo lo que estaba en su mano para intentar aguantar, pero ella no disminuyó en ningún momento la velocidad ni los gemidos y él terminó corriéndose dentro de ella. Chorro tras chorro de semen fueron inundándola y ese calor desató el orgasmo de ella. Pequeñas convulsiones le recorrieron todo el cuerpo y le falló la fuerza, quedando tendida sobre él mientras se recuperaba.

- ¡Guau! - fue lo único que pudo expresar Pedro.

Cuando Sara se recuperó un poco le miro y Pedro vio en ellos todo el amor y la adoración que el mismo sentía hacia ella. Se inclinó hacia delante para darle otro beso, pero ella se inclinó hacia atrás apartándose de él y poniéndole un dedo en los labios.

- Ah, ah. Hueles fatal. Ve a ducharte mientras recojo yo este desastre.

Pedro solo sonrió ante ese comentario. Sara se levantó, quitándose de encima de él, y con el mismo tanga que tenía se limpió un poco el coño y la leche que le salía de dentro. Luego recogió toda la ropa que estaba por el suelo tirada y se la llevó para lavarla. Él se levantó y se fue a la ducha, ya le preguntaría luego a qué había venido todo esto.



Una vez ambos duchados y limpios, se sentaron a comer

- ¿Cómo te ha ido la entrevista? ¿Por eso estabas de tan buen humor?
- Sí, exactamente por eso.

Si bien no le estaba mintiendo, tampoco quería decirle lo mucho que se había excitado con todo el asunto de las fotos. Rápidamente, le explicó cómo le había ido con Alejandro, qué tipos de trabajos iba a intentar encontrarle y las fotos que le había hecho. Pedro sintió una pequeña punzada de nervios cuando Sara le relató cómo se había quedado en ropa interior delante de él y había posado para su cámara, pero no la interrumpió y dejó que continuara contándole. Sara se dejó la parte de las fotografías eróticas para el final. Durante unos momentos se planteó no decirle nada y olvidarse del asunto, pero si al final no les salía nada de trabajo y debían de plantearse esa opción seriamente sería mejor que lo hablaran cuanto antes.

- También me comentó la posibilidad de trabajar como modelo erótica. - dijo lentamente y mirándole, como evaluando su reacción.
- ¿Como modelo erótica? - dijo dejando el tenedor a medio camino entre su boca y el plato.
- Sí.
- ¿Y en qué consiste exactamente?
- Bueno, desnudos artísticos, promoción de artículos para adultos, vídeos... masturbándome yo sola... Le dije que no, que antes tendría que hablarlo contigo al menos.
- No sé yo...
- Ya, pero si no nos sale nada, quizá deberíamos de empezar a pensarlo de manera seria. - Sara vio como la duda empezaba a cruzar por los ojos de Pedro. - Además, me dijo que podía ir tan allá como yo quisiera, que no tendría por qué trabajar con otros modelos.
- Sinceramente... No sé qué decirte. Me has pillado bastante por sorpresa con esto. - dijo Pedro con genuina sorpresa en la voz. A Sara no le pareció que estuviera enfadado ni molesto con la idea, solo sorprendido.
- Mira, podemos pensarlo tranquilamente, sin prisa. Nos damos una o dos semanas, a ver si sale algo. Además, tampoco sería la primera vez que me desnudaría con más gente delante, ya vamos a playas nudistas.
- Sí, pero no es exactamente lo mismo.
- Lo sé.
- Bueno, déjame pensarlo unos días.

Sara se arrepintió un poco de habérselo dicho. El resto de la comida fue un poco incómoda.



Una semana más tarde nada había cambiado para ellos. Seguían sin encontrar trabajo y la cuenta del banco estaba cada vez más vacía. A Sara no le habían llamado ni una sola vez de la agencia. Alejandro le había dicho que no le saldrían muchos trabajos como modelo y parece ser que no se equivocaba mucho. El mismo martes, siete días después de la incómoda conversación que habían tenido, estaban ambos sentados en el sofá.

Sara estaba nerviosa y miraba hacia Pedro de reojo mientras fingía que le interesaba lo que estaban dando por la televisión. Cogió su móvil intentando distraerse, pero nada le funcionaba. Durante estos días, Pedro y ella habían hablado poco y cada día que pasaba había más tensión en el aire.

- Cariño.

La voz de Pedro la sobresaltó y se volvió a mirarlo. Como siempre, ella podía leer en su cara como un libro abierto. Pedro estaba nervioso e intranquilo y ella no se quedaba atrás.

- ¿Sí?
- Ha pasado una semana desde que hablamos del tema y... cada vez estamos peor. Creo que... si quieres intentarlo como modelo erótica... no me opondré. - dijo con unas pequeñas pausas en las que respiró profundamente.
- ¿Estás seguro?
- Sí. No es algo que me emocione, pero necesitamos el dinero.
- Eso es cierto. Además, solo trabajaré posando si estoy sola, sin nadie más. Solo serán fotos o videos desnuda, no es para tanto. - dijo más para intentar convencerse a si misma que a él.
- Ya, me preocupa algo más para que utilicen ese material las otras personas.
- No pienses en ello tampoco, bebé.
- Y mientras tanto seguiré buscando trabajo. Esto es solo una mala racha que estamos teniendo, saldremos de esto juntos. - dijo Pedro acercándose a ella y dándole un tierno beso en los labios.

Sara buscó en la agenda hasta encontrar el número de la agencia. Levantó los ojos mirando a Pedro, como buscando su consentimiento una vez más. Este asintió en silencio con la cabeza. Sara le dio al botón de llamada y se llevó el móvil a la oreja.

 
 




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