Me llenaron de leche estando embarazada

Me llenaron de leche estando embarazada
Una confesióin que me hizo una amiga hace un par de semanas atrás, pero que para se entienda, lo voy a narrar en primera persona, tal cual me lo contó ella, pero añadiendo más detalles.



Estaba en mi octavo mes de embarazo. Volvía de mi trabajo como cajera en una de las confiterías de la estacióin de Retiro. Para llegar a mi casa tenía tomar el 150 (colectivo o bus), y de ahí derechito hasta llegar a mi casa, en Bajo Flores. Estaba contenta porque era mi último de trabajo en la cafetería, mañana ya entraba en licencia por maternidad, así que andaba saboreando el poder levantarme tarde, descansar... Juntar energías para el parto.

El viaje en el colectivo fue infernal, era hora pico y casi todos salíamos de trabajar, pero por suerte, por el hecho de estar embarazada, yo tenía trato especial, así que iba sentada, acariciando mi enorme panza de embarazada mientras los traqueteos y el mismo movimiento del vehículo hacía que mis enormes pechos llenos de leche materna se movieran de un lado para el otro. Encima era verano, y lo único que podía aguantar, en ese estado, eran vestidos. Parecía un globo colorido, pero era lo más cómodo para poder aguantar mi embarazo y los calores de la city porteña.

Me bajé en la estación que me llevaba a mi casa y caminé despacio. Me acuerdo que era una noche calurosa, ventosa y húmeda. Como conocía el barrio, me puse mis audífonos y empecé a escuchar música, deseando poder llegar y descansar. Menuda fue mi sorpresa cuando sentí dos cosas: Una mano en mi cuello, y el cuerpo de un hombre contra mi espalda.

Me paralicé del miedo, pues no sabía que hacer. Yo en ese estado, de noche y sola, no tenía muchas probabilidades de éxito.

—Tranquilita, mami —me dijo la voz de un hombre joven al oído luego de arrancarme violentamente el audífono de mi oído—. Si haces todo lo que digamos no te vamos a hacer nada.

Tragué saliva. Había hablado en plural, es decir que al menos dos hombres estaban ahí.

—No voy a hacer nada, pero, te lo suplico... No me lastimés...

—Vos tranquila, sólo colaborá y todo va a estar bien —prometió esa vil voz en mi oído.

Me dejé arrastrar por las manos de ese desconocido. Me dí cuenta que el otro muchacho no me dejaba ver su rostro gracias a la mascarilla que usaba y a la gorra, que tapa el resto de sus facciones.

Lo malo de vivir en esa zona es que había demasiadas áreas con personas carenciadas, de bajos recursos o adictos a las sustancias. Les ofrecí dinero para poder pagar mi libertad, pero al parecer no estaban interesados en eso. Me llevaron hasta un lugar oscuro y al cobijo de la mirada de los curiosos, donde uno me agarró firmemente mientras el otro se entretenía conmigo.

—Por Dios. ¡Qué tetas que tenés, mami! —dijo uno de esos dos muchachos mientras me tocaban los pechos y yo reprimía un sollozo—. Ay, dale. Turrita, bien que te abriste de piernas para que te preñaran asì. No te hagas la que no te gusta, ¿querés?

—Me encantan las minitas embarazadas como vos, se ponen más ricas con cada mes —dijo el otro en mi espalda. Yo ya sentìa el palpitar duro de su verga que, para mi desgracia, parecía superior al promedio.

—Si te portas bien con un pete nos conformamos —prometió el otro muchacho mientras seguía jugando con mis pechos. No podía ni articular palabra, así que simplemente cerré los ojos y dejé que pase lo que tenga que pasar.

El que estaba a mis espaldas me desató las tiras de mi vestido y mis enormes y maternales senos salieron, siendo sostenidos por el sostén que estaba usando, el cuál también fue removido por esos dos malnacidos. Una de sus manos se coló por debajo de mi vestido y empezó a tocarme la concha, buscando mi clítoris, moviendo y removiendo mis labios vaginales en el proceso.

—Ya estás mojadita, ¿eh, putita? Sí, obvio. Si te encanta la pija, sino no estarías embarazada y te vestirías así, para que todos vean esas tetas y ese orto todo rico.

—¡Mirá cómo le sale la leche! Se nota que ya casi está por parir —dijo el otro. Me agarró uno de los pechos y empezó a succionarlo tan fuerte que sentía como la leche materna empezaba a fluir directo a su boca. Hacía los sonidos más indecentes: succionaba, gemía, lamía y golpeaba el pezón... Y yo sólo podia gemir, totalmente presa y a merced de esos dos malandras.

El que estaba atrás mío siguió tocándome y tocándome, sobreexitando mi pobre clítoris, que con mis hormonas por el embarazo, sólo empeoraban mi situación.

—¡Basta, basta por favor! —les pedí—. ¡Si no dejás de tocarme...!

Fue demasiado tarde, porque un orgasmo como pocas veces sentí se hizo presente y dejé empapado todo el suelo.

—Mirá como acabaste, putita hermosa. Parece que tu macho no te atiende bien —dijo el que estaba atrás mío—. Entonces, dejáme que te coja como lo merecés.

Lo siguiente que sentí fue la enorme verga de ese muchacho, entrando en mí y arráncándome un gemido que rápidamente ahogado por su mano, diciéndome que baje la voz.

Tenía su boca pegada a mi oído, lo escuchaba gemir, resoplar, mientras él seguía moviéndose dentro mío, haciendo que mis pechos salten descontrolados por todos lados, desparramando leche materna, y golpeándose uno contra el otro. El otro era espectador de todo ese espectáculo, mientras sacaba su pija y empezaba a masturbarse, viéndo todo lo que pasaba frente a sus ojos.

—¡Dijiste que sólo se las tenía que chupar! —gemí mientras él me seguía cogiendo, cada vez con más ganas.

—Ay, mami. Pasa que te vi tan necesitada que decidí que tenía que darte pija —me gimió en el oído. Y sí que me dio pija. Me dio con fuerza mientras todo en mi saltaba y él gemía cada vez más fuerte—. Ay, sí mamita. Te voy a hacer otro hijo, ya vas a ver. ¡Te hago uno!

Y acabó dentro mío. Me llenó toda la concha de leche. Una leche que olía agria y maloliente. Todavía estaba unida a él, tratando de respirar cuando el otro se me acercó con la pija dura.

—A ver, corréte. Me toca a mí.

—No sabés esperar, ¿no? Qué cortamambos.

Sentí como la verga del que estaba atrás mío se salía, el que estaba atrás mío me levantaba una pierna y entraba la pìja del otro muchacho, que me cogió aún más duro y desesperado que su compañero.

—¡Ay, sí Qué rico, mi amor! —gemía mientras su cadera golpeaba agresivamente contra mí— ¡Sí, sí, sí! ¡Qué rico!

Yo seguía gimiendo al compás de cada embestida y mis pechos seguían brotando leche a lo bruto. Hasta que, por fin, el otro muchacho también acabó. Dentro mío, por supuesto.

—Ay, sí. Hacía mucho que no cogía así —suspiró.

—¿Ya está? —preguntó el otro mientrsa me soltaba y yo me dejaba caer en el suelo, chorreando semen y temblando de arriba a abajo.

—Sí. Vamos antes de que llegue alguien —dijo uno de los dos. Y se fueron caminando, dejándome ahí, agarrada a mi vientre y tirando leche por todos lados.

5 comentarios - Me llenaron de leche estando embarazada

Elnegrodemerlo
Que parte de bajo flores sos? Me encant tu relato
ferchus2008
hola se me hace agua la boca por chuparte la conchita,hablame al chat