Terapia Especial. Capítulo XX:

“Noche oscura” 

Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5026790/Terapia-Especial-Capitulo-I.html
Capítulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5129205/Terapia-Especial-Capitulo-XIX.html

El cielo se había oscurecido completamente, los destellos de las estrellas no se asomaban y la luna había sido secuestrada por las nubes negras. Un diluvio se avecina, pero no me importaba. Me encontraba cabizbajo sentando en medio de la ciudad, con los perros ladrando por el violento viento que se azotaba. El silbido me retumbaba en los oídos, sin embargo, el dolor que tenía por dentro me estaba consumiendo y ya nada me haría sentir peor. 

Descubrir que mi esposa parecía de un cáncer, me destruyó completamente. Sentía como mi corazón no latía y en su lugar una agobiante punzada se hacía presente. Aquel revolvimiento de entrañas al creer que me estaba siendo infiel, se transformó en un nudo que me recordaba a cada instante de lo idiota que fui. Las lágrimas que había estado guardando desde que leí el informe médico de mi mujer, finalmente se asomaron en mis ojos, descendiendo con lentitud en mis mejillas. 

Nunca en mi vida me había sentido tan incapaz de enfrentar algo. No podía levantar la cabeza y regresar a casa, de abrazar a mi mujer y brindarle mi apoyo, decirle que todo iba a estar bien, que yo estaría a su lado en este duro camino y saldríamos victorioso. No, en su lugar me refugiaba en la impotencia de saber que podría perderla y no estaba en mis manos poder evitar aquel castigo divino. Era el mejor momento para recriminarle a Dios por esta desgracia, no obstante, jamás fui muy creyente.

En lugar de pensar que había un ser que nos miraba desde el cielo, mientras nos colocaba pruebas, para ver quienes éramos sus verdaderos esbirros. Prefería creer que solo éramos pequeñas moléculas que habían sido creadas por accidente en un choque de gases. Empuñando mi mano derecha, le di un fuerte puñetazo al banquillo, sintiendo como mis nudillos perforaron la madera y las astillas se clavaban. Finalmente las nubes estallaban y la lluvia acompañó a mis lágrimas, en esa melancólica escena en la que estaba. 

Gracias al ruido del temporal que se había desatado podía chillar todo lo quería y nadie me iba a oír. Imaginar mi vida sin April, era la peor pesadilla que podía estar experimentando. Ser el mejor terapeuta de la ciudad o del país, no significaba que pudiera auxiliarme a mí mismo en un momento de crisis. Después de todo soy un ser humano igual que todos. Respiro, como, duermo, bebo agua para sobrevivir. Estaba contra las cuerdas y prácticamente cayendo a la lona de la locura. 

Rogaba por ser yo quien tuviera cáncer en lugar de mi esposa, ella no se merecía eso. Era la mujer más bondadosa, amable, leal y gentil que había conocido, algo caprichosa con su fetiche, quizás su único defecto. Sin ella mi vida sería completamente distinta, no había duda alguna. Con el cabello enteramente mojado y goteando, me lleve las manos a mi cabeza y solté otro alarido buscando consuelo. Porque como dije, sin April lo más probable que hubiera terminado siendo un hombre frio y arrogante. 

No habría tenido familia o quizás sí, una mujer a la que maltrataría psicológicamente y a un hijo que ignoraría. Sería el típico padre ausente, que le exigiría logros a su mocoso para luego faltar a sus fiestas de cumpleaños. En su lugar, perdí esa frialdad que me caracterizaba y comencé a relacionarme con las personas. A comprenderlas y a ser afable. Todo eso fue posible porque un día conocí en un salón de clase a mi Princesa, de melena rubia, ojos azules, nariz respingada, labios finos, cara ovalada, pestañas largas. 

Delgada, con curvas asesinas, un par de tetas grandes, cintura fina, caderas anchas, culo pomposo y piernas largas. Si hubiera tenido una manic pixie dream girl, definitivamente April lo hubiera sido. Cumplía todas las expectativas de un adolescente encaprichado por encontrar ese amor de ensueño. Ahora comprendo mejor, por qué mis amigos, desde el primer momento que vieron a April, me dijeron suertudo y que me envidiaban. De seguros ellos soñaron en algún momento, conocer a una chica como ella. 

Ella puede tener algunos defectos, como cualquier ser humano, pero nombrarlo ahora mismo, creo que sería cruel, además de que pensar en ella como una mala persona, me resulta imposible en estos minutos. Debería estar a su lado, cuidándola, dándole paz y no preocupándola, al no saber en dónde me habría metido. Porque estoy seguro que Mariano, ya le dijo que fui a verlo y que ya sé todo de su enfermedad. 

He actuado como un adolescente, en vez de un adulto, lo sé, sin embargo en ese instante en que mis ojos leyeron la palabra cáncer, todo el mundo se me vino encima. El aire se me hizo escaso, como si estuviera dentro de una caja y una angustia sofocante se apoderado de mí. No quise despertarla, no quise presionarla a que me explique todo, así que salí para subirme a mi coche e irme en búsqueda de su doctor, pero cuando busqué las llaves de mi auto, me di cuenta que las había dejado dentro de este. 

Desesperado, estuve a nada de romper el vidrio, pero justo el hijo de nuestro vecino, llegaba en su moto. Corrí hacía donde él y se le pedí prestada su motocicleta, a cambio de darle también algo de dinero. El muchacho acepto, aunque en su rostro noté preocupación, quizás imaginaba que yo no tenía idea de motos y que no sabría cómo hacerla andar o conducirla. Sin embargo, hubo una breve época que April y yo, andábamos en moto, algunas veces conducía yo, otras ella, pero todo eso quedó en el olvido, una vez que Vanessa, cumplió dos. 

Una moto no era un vehículo, para andar trayendo a una niña, por lo que la vendimos. Sin ninguna preocupación, me puse a andar a una velocidad muy alta, quería alcanzar al doctor de mi mujer, quería que me dijera que todo era una broma y que ella no se iba a morir. No sé exactamente cómo, pero pasé auto tras otro, hasta toparme con el del doctor. La matrícula la tenía grabada en mi memoria, pues cuando lo seguía creyendo que era amante de April, no dejé de observarla y repetírmela.

Él se aparcó en una esquina y se bajó, yo hice lo mismo y quitándome el casco, le grité –“¡Eeyy, Mariano!”-, él se volteó con un rostro confundido, mientras yo iba corriendo hacia donde estaba. –“¿Te conozco?”- preguntó desconcertado, –“Soy Tomás Bastidas, el esposo de April Harper, tu paciente”- le contesté quedándome frente a frente a él. El rostro de Mariano, cambió a uno de sorpresa absoluta, no sabía qué decirme, de seguro jamás pensó que vería mi cara.  
   
Yo: Dime que es mentira, dime que no es verdad… 

Le dije con desesperación, agarrándolo de la camisa. 

Mariano: To-Tomás… Tranquilízate. 

Yo: ¿Tranquilizarme? ¿Cómo mierda quieres que me tranquilicé cuando he descubierto que mi mujer tiene cáncer? 

Manifesté con los ojos cristalizados. 

Yo: ¿Qué tan grave es? Y por favor, ahorrarte de suavizar la situación, porque solo quiero saber si mi mujer se puede morir o no. 

Mariano: Bu-bueno… Es complicado, está en una etapa en que sería idóneo extirparle los tumores, sin embargo, ella se niega a interrumpir su embarazo. Me gustaría decirte que no tendría problemas después del parto, pero debido a su edad y que los tumores son malignos, la situación no es tan sencilla. 

Esas palabras terminaron de destruirme, lo solté, agache la cabeza y me di la media vuelta. Tenía ganas de romper algo, de sacar esa rabia y frustración de no poder hacer nada por April. La voz de Mariano, cada vez se fue oyendo más lejos para mí y solo escuchaba un pitido. –“Princesa… Mi Princesa… No, no, no. No es verdad. Es un puto sueño, uno maldito”- me repetí, tomando la moto, para irme lo más lejos posible de todos y que nadie me viera así de frágil y quebrado, así fue como llegué a este lugar aislado. 
 
Princesa, fue la primera palabra que dije cuando la vi y mi alma salió de mi cuerpo. Mis ojos solo se centraron en su bello rostro. Su anatomía me era desconocida, hasta que posterior a la clase pude ver de cerca su potencial. Salir con ella fue una lotería y que se fijara en mí una bendición. El aire me era escaso con tanta pena desgarrándome, mientras las miles de aventuras que habían vivido con ella se me venían a la memoria. Pieza por pieza como en un rompecabezas, que armaba la silueta de la mujer que me robo el corazón. 

No sé exactamente cuánto tiempo llevaba bajo la lluvia, pero mi cuerpo comenzaba a entumirse. Mis ojos estaban hinchados de tanto llorar y la cabeza me dolía como si despertada después de una gran fiesta con una jodida resaca. Entre el delirio, escuchaba unos pasos, unos que se aproximaban a mí y se hacían más perceptibles, cuando pisaban los charcos. Seguí pensando que eran parte de mi imaginación, hasta que vi como una sombrilla negra se posó encima de mí. Al girarme contemple un rostro que jamás pensé ver en una situación así. 

–“Isi...”- dije temblando de frio y en un tono tan bajo que el viento opacó. Mismo que agitaba el cabello largo de mi ex vecina y madre de mi hermano menor. Sus ojos se paralizaban en los míos, igual como cuando éramos jóvenes y me sentía frustrado, ella aparecía para consolarme. –“¿Qué haces aquí, Tomás?”- consultó preocupada, como si entre nosotros no había pasado nada y seguíamos siendo aquellos chavales que se miraban de un cuarto a otro algunas veces. 

La situación era tan inverosímil que seguí creyendo que era una fantasía de mi ya descompuesta cordura. –“De... D-dejando salir mi tristeza. Sin que mis hijos la vean y menos mi Princesa”- contesté, dejando salir mi aliento que se contrastaba con el aire frio del temporal, formando un humo. –“¿Tú qué haces aquí?”- pregunté tratándo de levantarme de la banca, no obstante, apenas me coloque de pie, resbale, cayendo al piso. Mis piernas estaban débiles como todo mi ser. 

Isidora corrió a ayudarme, apoyándome en ella pude levantarme. En ese estado parecía un borracho, que mantenía los ojos abiertos con mucha dificultad. –“No me has contestado, aun”- le susurré, recostando mi cabeza en su hombro. –“Siempre me ha gustado salir a caminar cuando el cielo se nubla. Obviamente, no pensé que iba a llover de manera torrencial, pero me alegro haberlo hecho, porque me he encontrado contigo. Quizás fue el destino”- señaló.

Solo me reí escuetamente ante su declaración, era todo tan absurdo que si hubiera tenido más fuerza, me hubiera reído a carcajadas. Paso a paso, íbamos camino hacía su casa, el silencio reinaba, el aroma de su perfume era tan dulce como los que usaba April, se iba impregnando en mi olfato. –“Hey Isi. ¿Po-por qué me ayudas?”- le consulté temblando de frío, –“Porque somos amigos. Bueno, lo fuimos. Es verdad que con el tiempo todo se fue diluyendo y que terminamos distanciados, pero no puedo abandonarte en este estado”-
 
Sus palabras me seguían pareciendo sinceras, incluso llegaron a emocionarme ligeramente. El pasado que alguna vez los dos intentamos borrar, volvía a unirnos, o tal vez, fue algo del presente. –“Por cierto, estoy dando clases de piano. Y hace poco conocí a un chaval, que a diferencia de ti, aprendió muy rápido”- dijo acompañado de una risita burlesca. –“Sabes muy bien que nunca tuve la intensión de aprender a tocar piano. Solo lo intente porque me servía para desconectarme un rato de mi día a día”- le respondí embozando con dificultad una sonrisa. 

–“Pues él, tampoco tiene la intención de dedicarse a la música. Solo lo hace por hobby, y quizás porque le gusta verme”- explico, con un notorio orgullo entre sus palabras. Supongo que ser deseada, la hacía sentir feliz, que no se había marchitado y que todavía estaba a tiempo para iniciar de nuevo su vida. –“¿Y cómo es el chaval?”- le pregunté, causando un pequeño silencio, quizás porque no esperaba que preguntara por él o tal vez, necesitaba tiempo para describírmelo. 

–“Creo que es de tu misma altura”- fue lo primero que dijo, tras esos segundos en donde el soplido del viento predominó. –“Delgado, pero tiene un fuerza increíble y su cabello es rubio, fino como los pelos de un pincel, aunque claramente más suave y sedoso, ojos claros y penetrantes como los de un lobo”- complementó, entonces ante esas palabras, no pude evitar pensar en otra persona que no fuera April, lo que nuevamente me generó un desgarrador dolor. 

Agaché la mirada, para que ella no me viera llorar, aunque era evidente que lo hacía, por el ruido que emitía al sollozar. Al llegar a su casa, percibí un aire cálido y amigable, aquel tétrico lugar en donde mi hermano se había criado ya no existía, ni siquiera se notaba melancolía. ¿Tanto le había hecho cambiar un chaval a Isidora?, me pregunte mientras mi cuerpo fue sintiendo el calor de la casa. –“Ve a cambiarte al baño, si quieres puedes tomarte una ducha”- dijo pasándome unas prendas. 

Le hice caso, con la fuerza que todavía me quedaba me fui lavando y sacando esa manta de angustia que tenía. En cualquier otro momento, no hubiera confiado en Isidora, ni creería de su cambio. Sería un idiota que jamás la vería como una buena persona, a menos que mi querida Princesa, me dijera lo contrario. Nuevamente acordarme de ella, me hizo romper en llanto, mientras lo hacía, escuchaba cómo Isidora tocaba su piano e interpretaba, Can’t help falling in love

En mi memoria había una mezcla de imágenes, que me mostraban mi asquerosa e hipócrita cara. ¿Quién era yo para juzgar a Isi?, no era tan distinto a lo que ella hizo en el pasado. Mentí descaradamente una y otra vez a mi mujer, usaba una máscara delante de mis hijos y me aprovechaba del amor de una chica para saciar mi apetito sexual. Los tiernos besos que me di alguna vez con April, se iban transformando en los apasionados que tuve con Rosita. 

Las caricias de esa chica se intercalaban con las de mi esposa, las cuales me quemaban y encendían mi lujuria. Sus miradas se cruzaban con la mía, no sabía a quién mirar, si a esos zafiros o esas perlas oscuras. Es triste no poder decir abiertamente que quería estar con Rosita, porque mi corazón le seguía perteneciendo a April. Esa era la realidad, porque en esos meses de soledad, encontré amor en los brazos de esa morochita, habían días que incluso no quería regresar a mi casa, por la rutina e indiferencia con la que vivía. 

Prefería pasar mis tardes con Rosita, porque me sentía diferente y lleno de vida, mientras que en casa con April, experimentaba un vacío que me agobiaba. Si tan solo, hubiera descubierto lo de su enfermedad antes, tal vez todo sería distinto. O tal vez no, tal vez estaba destinado a tener un romance oculto con esa joven de piel negra, que hizo que tanto mi cuerpo como yo la deseara, incluso en ese instante en que me encontraba tan abrumado, prefería ir donde ella antes de correr donde April. 

Por fin era sincero conmigo mismo, lo que me dejó más roto aun, pues que miserable era. Salí de la ducha, me sequé el cuerpo y me coloqué el pantalón y camiseta que me había pasado Isidora. El pantalón imaginé que le perteneció a Bruno, pues me quedaba algo largo, mientras que la camiseta se ajustaba adecuadamente a mi cuerpo, así que no podía ser de él, además el diseño se me hacía muy familiar. Sin querer ajetrearme con eso, salí del baño, Isidora tenía un té preparado para mí. 

Tomé el tazón y fui bebiendo, al mismo tiempo que me volvía a sumergir en mis pensamientos. Entre luces y sombras, mi mente me llevaba a una tierra en donde no había descubierto el cáncer que parecía April. Seguía cegado por mi lujuria y egoísmo, incapaz de empatizar levemente con quien llevaba más de 20 años de relación. Por ende, continuaba pasando mis noches con Rosita, ya que solo pasar las tardes, no me resultaba suficiente para llenar mi enfermizo apetito sexual. 

Esto llevaría a que April nos descubriera, sin embargo, no en el departamento de la morochita, sino en nuestra cama matrimonial. Todo se desataría tras un fin de semana, en donde Benjamín saldría junto con Josefina, Diana haría lo mismo, con su amiguito con beneficios. Mi mujer en cambio, se quedó en casa, ella no lucía bien, todo lo contrario, en su cara se podía apreciar la fatiga. A pesar de esa señal y otras que tenía frente de mí, era incapaz de sospechar que mi esposa estaba enferma. 

Yo, siendo un completo capullo y desgraciado, invité a mi amante quedarse ese fin de semana en mi casa, para poder disfrutar de esa adrenalina de hacerlo a metros de April. Cuando Rosita llegó, yo me encontraba con Simón, pero no me importó besarla delante de mi pequeño hijo. Mi lengua se engullía en la ardiente y melosa boca de la jovencita, entrelazándose con su lengua con fiereza, mientras que con una de mis manos, la pegaba a mí, para que sintiera lo duro que ya estaba. 

Aquel día, ella me mostraría su lado más materno, convenciéndome que sería una muy buena madrastra para Simón. La idea de separarme de April, se acrecentaba cada día más, ya que había encontrado todo lo que buscaba en esa chica. No obstante, había algo que me detenía a dar ese paso final. No sé si era miedo a cómo iban a reaccionar mis hijos o inquietud por cómo lo iba a tomar April, quizás eran ambas opciones, las que me terminaban acobardando. 

Mi coqueteo con la morochita era descarado, sin embargo, con la nula presencia de alguien en casa, no titubeaba en abrazarla, manosearla o besarla. Ya de noche, nos atrevimos ir más lejos, pues mientras dejaba que se termine de cocer la cena, ella me hacía una cubana. Sus enormes tetas de chocolates, subían y bajaban sobre mi sable, con mucho mimo, a la vez que con sus gruesos labios envolvía mi glande y su candente lengua, se deslizaba por él. 

–“Jo-jofder, Rosita… Que paja más rica, me estás regalando”- manifesté, ahogando mis gemidos con mucho esfuerzo. No quería que Simón se despertada por mis gritos y tuviera que interrumpir el maravilloso trabajo que realizaba Rosita. Ella retiraba sus carnosos labios de mi verga y con sus ojitos me miró fijamente acompañado de una sonrisa caprichosa. No sabía en lo que estaba pensando exactamente, sin embargo, jamás sospeché que iba a dejarme con las ganas de correrme.  

Apartando sus suaves senos morenos de mi tranca, se bajó su blusa, que tenía arremangada y se puso de pie. –“¿Q-qué haces?”- le pregunté, tomándola de una de sus muñecas. –“Darte un pequeño castigo, por no decirle a tu esposa, que me amas a mí”- respondió, soltándose de mi mano. Antes de que pudiera decir algo, ella se sentó en mis piernas y allegó su boquita acaramelada a la mía. –“Pero descuida, te daré una recompensa, si tan solo me abrazas frente de ella”- afirmo, alejándose de mí con una sonrisilla. 
 
Era un juego peligroso, pero evidentemente ya para esa altura me resultaba casi indiferente si April sospechaba algo. Mi cuerpo ansiaba concluir con el jueguito que habíamos iniciado, así que, apenas mi esposa se asomó en el comedor para cenar, yo me coloqué detrás de esa voluptuosa chica y con mis brazos le rodeé su cinturita, pegándola a mí, sobando mi polla contra su cola, para que sintiera lo cachondo que me tenía. En sus labios se embozó una sonrisa triunfadora, y con orgullo miró hacía donde mi mujer, como queriéndole decir que ahora yo le pertenecía. 

April pareció no inmutarse con lo que presenció, al contrario su rostro ni por un segundo reflejó asombro. Mi teoría de que ella estaba al tanto de mi aventura con esa chica, cada vez se hacía más fuerte, porque conociendo perfectamente a mi mujer, algo de celos debió haber colocado de no sospechar nada. Aunque claro, todavía siendo consciente de que yo me acostaba con Rosita, ella debía proyectar algo de celos, sin embargo, no lo hizo, y yo seguía siendo incapaz de ver lo que le sucedía. 

Nos sentamos en la mesa y comenzamos a cenar, April de manera escueta tuvo una conversación con Rosita, en la cual le preguntaba, cómo le estaba yendo en los estudios. La jovencita, pícara le contestó que bien, mientras con uno de sus pies, me tocaba la entrepierna. Aquello me generó un pequeña incomodes, no obstante, no fue nada comparado a su siguiente movimiento. Justo cuando mi mirada se cruzó con la de April y mi mujer me regaló una sonrisa, Rosita se escabulló debajo de la mesa. 

Sentí un escalofrío bajar por mi espina dorsal, al notar la ferviente lengua de la morochita pasando sobre mi tronco. Mis pupilas se hicieron enormes, quedándome perplejo, mientras mis ojos seguían observando a April. En esos segundos, la muchacha me desbrochó el cinturón y sacó mi polla. Trague saliva y sentía como un sudor helado caía por mi frente –“¿Pasa algo?”- consulto mi mujer, desconociendo lo que ocurría debajo de la mesa, yo sin responderle, desvíe mi mirada hacía donde se encontraba esa negrita, que tenía mi verga entre sus manos. 

–“Sssshhh”- dijo ella, colocando su dedo índice entre sus labios y con una sonrisa pícara dibujada. Nuevamente tragué saliva y mi pulso se aceleró tanto que sentía que mi corazón iba a salirse del pecho. –“Tom, ¿estás bien?”- volvió a preguntar mi esposa, con un tono de preocupación en su voz. –“S-sss… Sí…”- balbuceé, mirándola, con una sonrisa fingida. Rosita entonces, se engulló mi daga, lo más profundo en su garganta, tuve que morderme los labios para no dejar salir mi quejido y aun así se me escapó un suspiro. 

No podía explicarme por qué me aterraba tanto de que mi esposa nos encontrada, si ya daba por hecho de que sabía lo mío con esa chica. Y de no hacer así, tenía una excusa con la cual defenderme, así que no debía tener miedo. Sin embargo, no podía estar tranquilo mientras ella estuviera cerca, lo que también se contradecía con esa actitud tan fanfarrona que tenía antes. Me estaba volviendo loco, entre el terror de ser atrapado y el placer que me daba Rosita. 

Los segundos se hacían más lentos y asfixiantes, parecía que estaba dentro de una urna, porque ya no era capaz de respirar. Una discusión se armó dentro de mi cabeza, una voz altanera, decía que no temiera a nada, que April era la culpable después de todo, ya que me obligo en primer lugar a cumplirle sus fantasías. Por otro lado, una voz más serena pero fría, decía que dejara de acobardarme porque yo solo me metí en esto y si tanto me aterraba entonces que culmine con esa aventura de una vez. 

Esas voces comenzaron hacerse más fuerte en mi cabeza, resoban en mis oídos como dos pitos incesantes, en cualquier momento me desmayaba y todo acabaría para mí. –“¡Ya basta!”- iba a gritar y golpear la mesa con mis manos, cuando noté la calidez de mi mujer. Ella había tocado mi mano derecha y con solo hacer eso, logró que yo tuviera calma. –“Tom, debo salir un momento”- me dijo con sus pupilas casi cubiertas de un manto de lágrimas. 

De haber sido un buen esposo, le habría preguntado a dónde iba a esas horas, si quería que la acompañe, o consultarle directamente, ¿qué le estaba pasando?, porque no era la primera vez que salía a esas horas. No obstante callé como siempre, y solo asistí con mi cabeza, dejándola ir. Sin la presencia de mi mujer, la lujuria que estaba dentro de mí combatiendo con el miedo, se desataba de las cadenas que la tenía sujeta. Regresaba a ser el hombre adicto al sexo, que me había convertido. 

Mirando a través del corto y fino mantel, mis ojos apreciaron el ardiente y lascivo rostro de Rosita, que me comía la polla con muchas ganas. Sonriendo, le acaricié con mis dedos, su bello rostro acaramelado. Ella soltó mi tranca y se relamió la boca. Saliendo de su escondite se sentó en mis piernas y murmuró unas palabras que no escuché, porque estaba concentrado en esos candentes labios. Nos besamos intensamente, mientras nuestros cuerpos fogosos se estimulaban mutuamente. 

Su saliva que tenía pisca de manzanilla, me embriagaba más en ese ardiente deseo. Tomándola desde sus muslos, la recosté en la mesa y le fui quitando su ropa. Besando su piel ébano, me perdía en su fragancia corporal y aroma de su perfumen. –“Va-vamos… A nuestro cuarto”- dijo con una sonrisa traviesa, justo cuando perfilaba mi verga para enterrársela. –“Vamos”- le contesté, cargándola y siguiéndole su juego libidinoso, sin ni siquiera pensar en las consecuencias.  

Estábamos completamente absortos a nuestra lujuria, mis manos sostenían firmemente la cintura de Rosita, mientras ella cabalgaba con una maestría que me hacía alucinar. Nuestras bocas se hacían una, ahogando el recital de cualquier alarido, pero el choque de nuestros cuerpos, hacía un zumbido salvaje y obsceno. –“¡Embarázame, mi amor… Embarázame!”- me repetía una y otra vez, mientras sus uñas se clavaban en mi espalda, arañándome la piel. 

Me sentía en el olimpo, al estar cogiendo con ella en mi cama de esa manera. Me preguntaba si alguna vez lo había hecho así con April, pensar de nuevo en mi esposa, me hizo bajar la intensidad de mis arremetidas. Sin embargo, Rosita continuó meneando sus caderas a un ritmo impresionante, a la vez que gemía. –“¡Oooohhh, Dioooosss!… ¡Me vengo, Tomás, me vengoooooo!”- exclamo la morochita, convulsionando mientras mi verga seguía incrustada en su coño.

Fue entonces, que ocurrió lo que ya era inevitable. La puerta del dormitorio se fue abriendo lentamente. Sin saber la identidad de la persona que estaba a nada de entrar, algo me decía que se trataba de April. Mi cuerpo entero se entumeció, como si estuviera en una tina llena de hielos. Era inútil intentar hacer algo en ese momento, para que mi mujer no nos descubriera, pero aun así, lo intenté. Quise que esa chica se saliera encima de mí, no obstante, era imposible desprenderme de esas manos que me tenían rodeado y ese coño que absorbía mi verga.

Mi corazón se aceleró, pero no por una adrenalina placentera, sino por una agobiante desesperación. Finalmente, la puerta se abría y los ojos cristalizados de mi mujer, contemplaban mi pecado. Ella no balbuceó ninguna palabra, ni hizo ningún escándalo, sin embargo, de sus mejillas descendían unas lágrimas que me rompían el alma. No tardó en darse la media vuelta, para desaparecer de ahí. Comprendí en ese minuto, que la razón por la cual no me separaba de ella, era porque seguía amándola como a ninguna otra.

Nuestra relación podía parecer muerta, pero mi corazón seguía palpitando por ella, solo por ella, lo de Rosita solo se limitaba a lo carnal. Por más cariño que le tuviera a esa chica, el amor que sentía por April, no iba a igualarse nunca. –“¿Tomás?, Tomás, ¿estás bien?”- escuche de pronto, saliendo de esa fantasía. Frente mío tenía a Isidora, preocupada por mi estado, aun sabiendo que era ella, no podía dejar de proyectar la imagen de mi mujer en ella. –“Pri… Pri-Pri… Princesa… Yo te amo”- dije, intentando besarla, no obstante todo quedó en negro.  

Me hundía en lo más profundo del mar, todo estaba oscuro y el agua era muy densa. La última gota de aire, se me fue y tragaba esa fría agua, que llenaba mis pulmones. Trataba de buscar algo de donde aferrarme, de salir de ese helado, negro e inmenso océano, pero no había nada de donde sostenerme. Solo me sumergía más y más, en esa corriente que parecía arrastrarme a ella, con unas manos. Debían ser las de mis pecados, pensé, después de todo, no dejaba de reprocharme la traición a mi esposa, la cual me pesaba y dolía.  

Era desgarrador haber caído en algo tan infame como la lujuria y haber jugado con los sentimientos de dos mujeres. Me merecía eso, caer en lo más hondo y sentir cómo mi cuerpo era desperezado por la presión del agua. Estaba dispuesto a sufrir eso, a cambio de que April viviera, para ver crecer a Simón y a ese par de niños que se desarrollaban en su vientre. Ella tenía fuerza para hacerlo, yo no, claro que no. Sin tener su brillo en mi vida, no sería nada y me apagaría tan pronto como una vela en una tormenta. 

El solo hecho de pensar que iba a perder a mi Princesa, me aterraba, por eso empaticé muy bien con Alexander, cuando llegó por primera vez a mi consulta. Todo mi conocimiento sobre la psique humana, no influía en mí en ese desolador momento. Había razones para que yo me aferrada a la vida, sin embargo, no quería si April no estaba a mi lado. Creía que necesitaba un castigo por traicionarla, pero que no fuera perderla, en eso veo aflorar una luz y una figura acercándose a mí.  

Aquella luz se hacía más intensa, tanto que no podía distinguir quien era, pero me escaba arrastrando hacía a la superficie. Liberándome de esas manos que me hundían en el infierno mismo, pero cuando estaba a nada de salir de ese oscuro océano, escucho desde esas manos, la voz de April, diciéndome que no me fuera. Volteé por unos segundos, apreciando su preciosa cara entre toda esa negra agua y con su mano trataba de agarrarme. Desperté totalmente sudado, agitado y con el pijama pegado en mi cuerpo. 

–“Vaya, menos mal que despiertas dormilón”- escuche, mientras mis ojos se acostumbraban a la luz de la habitación. Desviando mi mirada hacía donde había provenido esa voz, me dio cuenta que era mi madre, la cual parecía haber rejuvenecido. Ella estaba abriendo las cortinas, haciendo que los rayos del sol iluminen más aquel cuarto. –“¿Mamá?”- dije desconcertado, –“¿Pasa algo mi niño?”- pregunto ella, acercándose a mí, –“¿Dónde está April?”- conteste, refregándome los ojos. 

–“¿April? ¿Quién es April?”- me interrogó sentándose en la cama, yo aún ingenuo, solté una carcajada pensando que era una broma de mi madre. –“Oh vamos mamá, dime en dónde está mi esposa, que quiero hablar con ella”- manifesté esperando saber en dónde estaba mi Princesa, para ir hablar con ella y enfrentar la cruel realidad de su cáncer. –“¿Esposa? ¿De qué estás hablando hijo? ¿Cómo vas a tener esposa si apenas cumpliste 18 y no hablas con chicas a excepción de Isidora?”- soltó ella, con el rostro serio. 

–“Di… Di… ¿Dieciocho?”- balbuceé, dándome cuenta que no solo mi madre estaba más joven, sino que me encontraba en mi viejo cuarto, en la antigua casa de mis padres. ¿Qué mierda estaba pasando? No entendía absolutamente nada, mirando por todo mí alrededor. Todo lucía igual a como era antes, tenía mi primer móvil que me regalaron mis padres, en mi escritorio estaba lleno de libros y todo estaba ordenado de manera meticulosa. Levantándome de la cama corrí hacía el baño, del cual salía Ricardo, para mi sorpresa, también más joven. 

Mi hermano me miro extraño a la vez que soltaba una risa por mi cara de estupefacto. Uno que seguiría deformándose de sorpresa, al verme en el espejo. Era un chaval de 18 años, tocándome todo el cuerpo, no podía creer que todo eso fuera real, ¿tenía que ser un chiste?, pensaba al tirar mis mejillas, para luego pellizcarme y gritar de dolor. –“Tomás, cariño, ¿qué haces?”- expreso mamá preocupada, agarrándome de las manos para evitar que me siga dañando.   

Volví a mirarme en el espejo, comenzando aceptar que extrañamente había regresado en el tiempo. –“Mamá, debo ir a Londres”- dije, automáticamente. –“¿A Londres? ¿Dónde quieres que te saquemos dinero para ir a Londres, Tomás? Tu padre trabaja duro, no para consentir tus caprichos”- mamá parecía ya cabreada con tanto show que hacía. –“Mamá tú no entiendes. Necesito a ir a ver a mi Princesa”- le suplique, mientras que Ricardo, se reía al oír mis palabras. 

–“¿De qué princesa me hablas, hijo? ¿Estás borracho?”- interpelo, nuevamente con su rostro de preocupación, por cada delirio que soltaba. –“Hablo de April, mamá. De tu nuera, de la madre de tus nietos y mi esposa. Sé que vas a pensar que estoy loco, pero te juro que lo que te digo es verdad”- afirme, observándome nuevamente en el espejo. –“Más que una locura, suena a un chiste, hermanito. Espera, déjame adivinar. Tu “princesa”, es rubia, de ojos azules, con unas curvas increíbles, con unas buenas tetas y un culo perfecto, ¿verdad?”- comento mi hermano, burlándose de mí.   

–“Sí… Así es”- respondí, viendo como la risa de mi hermano se hacía más ruidosa y molesta, llegando a irritarme. Quería que mamá me suelte, para ir a darle un buen puñetazo al imbécil de Ricardo. –“Dios, yo sabía que tarde o temprano se te iba a ir la cabeza, leyendo tantos libros”- declaro, yéndose, mientras mamá me seguía mirando incrédula. Sus manos parecían ir perdiendo fuerza, así que logré zafarme de ella y corrí tras el idiota de mi hermano, quien de su móvil me mostró una actriz porno. 

Una que era exactamente a April, para más conciencia, su nacionalidad era británica e irónicamente, se llamaba Vanessa, como nuestra hija. –“Esta es la famosa princesa de Tomás, mamá”- señalo el gilipollas con su sonrisa burlona y mostrándole a mamá la foto de esa chica. Mi madre me miró convencida que había perdido un tornillo. Moviendo su cabeza de lado a lado, suspira, –“Ya sabía que esos dos amiguitos que tienes, son malas influencia. No quiero que te vuelvas a juntar con ellos, entendido”- dijo con voz de mando.   
 
Enojado, frustrado y hasta humillado, camine hasta mi cuarto, cerrando la puerta con fuerza y encerrándome en él. Me mantuve ahí toda la mañana y tarde, no tenía ganas de comer, ni de orinar o tomar agua. No, pensaba en April y en nuestros hijos, en Vanessa, Benjamín, Axel y Simón. Me costaba aceptar que los había perdido, como si todo fuese un hechizo sacado de algún comic, como el que hizo Spiderman con Mephisto. Echado en mi cama, seguía pensando, cuando de pronto de mi ventana, escuche unos golpes, era Isidora.

Verla cuando aún era inocente, me devolvió un poco la esperanza, era como si me dijera que todo no estaba acabado, sino que podía volver a escribir la historia que ya sabía, pero evitar los errores que cometí. Comenzando por ella, tratar sus sentimientos como correspondía, dejarle en claro que no la amaba, pero de una forma muy sutil y que quería solo ser su amigo. Después de todo Bruno, merecía tener una madre amorosa y no la posesiva en la que se había transformado por mi culpa. 

Aun si eso significaba que Bruno ya no sería mi hermano, sería feliz con que él creciera en un ambiente familiar sano y sin mentiras. Abriendo la ventana, la deje pasar, ella paso a tropezarse y tuvo que apoyarse en mí para que no se cayera, sus labios, rozaron a los míos. Isidora se sonrojó y me pidió perdón, al mismo tiempo que yo sonreía por verla tan inofensiva y tierna. Ella entre sus manos, tenía un chocolate y una cajita de zumito, la cual me dio, como si supiera que no había comido o bebido nada. 

Aceptándolo, saqué el chocolate de su envoltura y lo mordí con cierta desesperación. Ella rio y sin decirme nada recostó su cabeza en mi hombro. Ahora que era consciente de sus sentimientos, me llamaba imbécil por no darme cuenta en su momento. Era obvio que estaba enamorada de mí, siempre buscaba a estar a solas conmigo, me sacaba de casa a dar vueltas, sin embargo, yo con una venda en los ojos, nunca vi lo que realmente sentía por mí, como lo que le ocurría a April. 

–“Isi… Dentro de unos días me voy a ir de aquí. No me verás hasta dentro de unos meses de nuevo y cuando lo hagas, estaré saliendo con una chica”- confesé, acariciando su liso cabello negro. Ella levanto su cabeza y me miró con extrañeza, sabía que debía ir lento y en un principio, ese no era mi plan para que ella no se transformada en la mujer peligrosa que se hizo, no obstante, algo me impulso a hablarle con sinceridad, quizás porque buscaba en alguien cobijo. 

–“Sé que te va a doler, sin embargo, no puedo forzar mis sentimientos para amarte. Si hubiera una forma, lo haría, porque eres una chica extraordinaria y además muy bella”- le dije, acariciando su mejilla, mientras esos ojos me penetraban. –“¿De qué hablas Tomás?”- consulto, sin entender a lo que me refería, entonces comencé a relatarle todo lo que le había dicho a mi madre y algunas cosas más de mi vida. A diferencia de mamá y mi hermano, Isidora me creyó, no sé porque, tal vez por su amor incondicional a mí. 

Pasamos la noche hablando, mirando el techo y acordando a que nos ayudaríamos mutuamente. Aunque antes de irse a su casa, ella me pidió que le diera un beso, solo quería un beso de mí. Yo estuve de acuerdo, sin embargo, antes de dárselo, le dije que lo haría una vez que estuviera con April, quería que mi primer beso, fuera con ella. Isidora titubeó pero al final acepto, lo que me lleno de alegría. Así fue como comencé a rearmar mi vida, todos los eventos se desarrollarían exactamente igual, aunque yo no actuaba de la misma forma. 

Los meses continuaron pasando, pese a que debía estar en esos momentos, obsesionado con el cuerpo de Celeste, lo único que pasaba por mi cabeza era April, quería que el encuentro se efectué de una vez. Finalmente el día llegó, al igual que aquella mañana, salí a la misma hora, corrí a la universidad y llegué a la sala de clase, agitado. Baje hasta el primer asiento, sin desviar mi mirada a ese puesto en donde mi querida Princesa estaba, porque debía ser paciente. 

Sonriendo, volteé la mirada, para llevarme una horrible e inesperada decepción. April estaba ahí sentada en el puesto, como debía ser, pero a su lado, ya había otro tipo, con el que hablaba. Cuando pensaba que estaba viviendo mi juventud de nuevo, aquel enamoramiento que me hizo el hombre más feliz, la vida me dio un golpe que no estaba preparado para recibir. Sentí como todo se derrumbaba en mi interior, el verla reír y compartir con otro tipo, que no era yo. 

Quería decir algo, interrumpir, no obstante mis piernas simplemente temblaron y no hice nada. Nada, durante meses, deje que April se relacionada con otro tipo, que se enamorada de él y tuvieran la relación que debía estar viviendo conmigo. Solo era un espectador de su amor, estaba en un segundo plano, ella con suerte conocía mi nombre y me sentía fatal por no hacer nada. Entonces comprendí, que quizás Dios si existía y se apiado de mí, regresándome a la época en donde me enamoré de April, ella no tendría aquel cáncer, pero a cambio se enamoraría de otro. 

Claro, eso debió haber pasado, me decía, en el momento en que se suponía que ella y yo estaríamos felices por enterarnos que seríamos padres. El viento soplaba, yo seguía siendo virgen, mi relación con Celeste nunca avanzo en nada. A pesar de saber la formula para poder tener a esa Milf en mis brazos, no lo hice, ni por despecho de la realidad que vivía, intente algo con ella, porque no tenía ganas. Isidora me había hablado un par de veces, preguntándome cómo estaba y si ya había hablado con April. 

Nunca le respondí, tampoco a mis amigos que me hablaban de sus aventuras con Adriana y Laura. Una tarde, me senté a escribir diversas cartas, una dirigida a cada una de las personas más cercana de mí. A mamá le dije que mi padre tenía dos hijas fuera del matrimonio y sabía que haría lo correcto cuando lo supiera. A mi hermano le dije que se casaría, tendría dos hijos y luego se divorciada, le comenté los errores de su matrimonio, para que los evitada. 

A Hugo y Cristian, les dije que serían exitosos, aunque no tendrían mucha suerte en el amor. Expresándole lo que yo consideraba como los errores de no haber establecido una relación duradera. Por último le escribí una carta a Isidora, diciéndole que quizás por despecho iba a cometer muchos errores, que iba a tener un hijo al que llamaría Bruno y le haría daño si no dejaba de lado su dolor. Que me perdonara, por no cumplir mi promesa, pero yo no tenía más ganas de vivir. 

Tras escribir las distintas cartas, las dejé en mi escritorio, cada una con su destinatario. Subí a lo más alto del edificio, el cielo estaba oscuro y la lluvia cubrió inmediatamente mi cuerpo. Camine lentamente hasta la orilla, mirando hacia abajo, me preparaba para saltar a la nada, sin embargo, antes de que diera aquel paso, escuché una risa a mis espaldas. Intrigado me volteé, para quedar perplejo, ya que quien se reía no era otro que yo mismo o por lo menos eso aparentaba ser. 

–“¿Quién eres?”- pregunté temeroso, con los pelos de puntas y mi garganta seca. –“Soy tu… Alma, conciencia y creador”- susurró con una sonrisa caprichosa. –“Tom, Tommy, Thomas, Tomás… En verdad has sido el más obstinado de mis creaciones, desafías todas mis lógicas y escribes tu propio cuento”- expresó, cambiando el escenario en donde nos encontrábamos. Ya no estaba la cima de un edificio, sino en una pequeña habitación, donde no había nada. 

–“¿Eres Dios?”- interpelé, tratando de ver detrás de la máscara que usaba, con la cual ocultaba su verdadera identidad. –“Para ti sí, para otros un simple sujeto igual que ellos”- comentó, colocando sus manos en los bolsillos de su capucha y silbando camino alrededor de mí. –“Si te soy sincero, jamás pensé que iba a charlar contigo. Pero aquí me tienes, en frente de ti, para negociar sobre tu futuro”- afirmó quedándose delante de mí con sus ojos multicolor y oscuros y una sonrisa desagradable. 

–“¿Fu-futuro?”- balbuceé desconcertado. –“Sí, sobre tu futuro. Podrás elegir entre tres destinos, aunque claro, habla ciertas consecuencias dependiendo de lo que elijas, estimado Tom. Esto porque desde un puto inicio has sido un problema para mí. Por ejemplo, se suponía que tú nunca debiste enamorarte de April ni ella de ti, pero tercamente lo hicieron y me cambiaron todos los planes”- manifestó con arrogancia. –“Y sus hijos, no han sido la excepción, son un verdadero dolor de huevos”- concluyó, dándome tres hojas en blanco. 

–“Quiero un futuro donde mi Princesa no tenga cáncer. Es lo único que quiero”- dije determinado. Al parecer aquellas palabras no le agradaron, pues su semblante cambió a uno sombrío. –“Como siempre desafiando mis normas, ni siquiera te he explicado qué futuros tienes en tus estúpidas manos, joder”- aseveró. Tras un silencio corto, volvió a sonreír maliciosamente, mirándome de frente me dijo que si quería ese futuro, solo debía mantenerme lejos de April, sin embargo, estaba prohibido que acabada con mi vida. 

–“Es un puto chiste, ¿verdad?”- le comenté irritado, ya que mi vida no tenía sentido sin ella, para qué iba a querer vivir un destino así, hueco y amargado. –“No, no es chiste Tomás. Después de todo, los seres humanos no siempre tenemos el desenlace que anhelamos. Algunas veces hay que renunciar por el amor de tu vida, solo por su felicidad. Pero ve el lado bueno, te dejaré tus bellos recuerdos de lo que alguna vez fue tu vida con April”- enunció con seriedad.  

–“¿Qué hay de los otros dos futuros?”- le pregunté mirándolo fríamente. –“Me encanta esa mirada, me recuerda a la de un perro salvaje”- expresó con una risa burlona. –“En fin, además de optar a una vida miserable, puedes ser feliz con Isidora o Rosita. Si elijes a la primera, siempre estarás pensando en April, pero todos tus otros recuerdos, se desvanecerán, jamás conocerás a Camila y Blanca, tampoco a tus sobrinas y ellas no tendrán una vida tan sencilla que digamos”- 

 –“Ahora, si eliges a Rosita. Me apiadaré de ti y dejaré el lienzo de tus recuerdos en blanco. Ya no vagaras eternamente, recordando a April. Pero tu vida será algo complicada, ya que te enamoradas primeramente de Laura”- señaló. –“Tendrán a Axel y junto a ellos y Rosita, formarás una familia. No obstante, a medida que la chica vaya creciendo, tú comenzarás a verla distinta, de querer ser un padre para ella, vas a querer ser su hombre, para ser exacto cuando ella cumpla 18”- aclaró. 

–“Entonces, ambos comenzaran a tener una aventura a espaldas de Laura. Algo que no debería incomodarte, después de todo, ya traicionaste al amor de tu vida con esa chica”- manifestó con una gran sonrisa y pasando el dedo por la llaga. –“Tu vida será un infierno cuando Laura los descubra, más cuando Rosita confiese que está esperando un hijo tuyo”- concluyó. No era nada fácil estar negociando con ese loco, solo quería torturarme, por haber rompido un poco de su historia. 

Pero para qué hizo aquel encuentro en primer lugar, aquel maravilloso momento en donde mi Princesa y yo, dejamos de ser meros personajes de una historia ficticia, para tener conciencia y escribir una en donde ambos nos amábamos. Él me miraba expectante ante mi respuesta y yo solo le di las gracias, asombrándolo. Regresamos a lo más alto del edificio, dejándolo sin palabras me volteé, sin cerrar los ojos, di paso a la nada, arrojándome para acabar con esa miserable vida. Irónicamente, cuando todo debía ser una adrenalina y que el corazón se me acelerada, todo se volvió lento y muy cerca de donde iba a caer, veía a April con su pareja, el cual la estaba maltratando.      

–“¿Qué mierda?”- expresé, aun cuando era inútil hablar, entonces supe que aquel gilipollas me había ocultado información sobre April. Y todo quedó en negro, para pasar a ver los coches desde arriba del edificio. Estaba abrumado, ¿acaso no podía escapar de ese destino?, retrocediendo me di cuenta que alguien me tenía tomado de mi sudadera. Al girarme, vi que esa persona era April, la lluvia cubría su rostro y sus ojos estaban enormes, –“Pri-Princesa”- tartamudeé, ella no dijo nada, hasta que quedamos cara a cara. 

–“Sé que no es de mi incumbencia, pero, ¿por qué quería suicidarse, señor?”- pregunto, dejándome confundido. –“Estoy estudiando psicología, sabe, así que puedo ayudarlo si así quiere”- complemento su frase, mientras yo me tocaba la cara. La sentía menos suaves, con el raspón de mi afeitada barba. Antes de hablarle, saque mi teléfono y me miré, observando que volví a ser el sujeto de 40 años. Lo que era más inverosímil, al tener a la April de 18 en frente.  

–“Señor, ¿pasa algo?”- volvió a preguntar, yo dejando de mirarme, le sonreí. Sus zafiros seguían desconcertados y de seguro lo fueron más, cuando la abracé. –“Perdón… Perdóname mi amor, por todo el daño que te voy hacer. Perdóname por ser un cobarde que huye, cuando más me necesitas. Perdóname, por ser un ciego”- declaré botando lágrimas sin cesar de mis ojos. –“Sé que te parece loco, pero tú y yo en un universo, somos un matrimonio. Nos conocimos, en la universidad y nos enamoramos, tanto que nos casamos muy jóvenes, además de tener una hija a la que nombramos Vanessa”- 

Las caricias de la April joven me tranquilizaban, me ayudaban a pensar con más claridad y a la vez me daban paz. –“Será nuestra primera hija, pero al mismo tiempo, por fruto de nuestro amor, también se estaría desarrollando otra vida en un vientre ajeno. Quien se llamará Axel y lo vas a querer como propio. Luego tendremos a Benjamín, pensamos que sería él último, sin embargo, llegó Simón y antes de perderme en este mundo, me enteré que estamos esperando gemelos”- concluí. 

–“Lucas y León”- murmuro ella, –“Así quiero que se llamen, nuestros próximos hijos”- añadió, alejándose de mí con una sonrisa. Un murmullo se fue haciendo más intenso, sobre el ruido del temporal, hasta que fui capaz de percibir que me estaban llamando. –“¡Tomás! ¡Tomás!”- gritaban con desesperación. Abriendo los ojos me di cuenta que estaba en la casa de Isidora y deliraba por la fiebre. Ella al verme despierto, se tranquilizó, –“Menos mal, despertaste”- dijo colocándome un pañuelo en la cabeza.  

–“Isidora”- dije sentándome en la cama, todo sudoroso, con la respiración agitada y el cuerpo helado, al recordar que todo se hizo en negro cuando intenté besarla. Mi torso estaba desnudo y ella solo vestía con un ligero camisón trasparente. Por instinto me toqué la entrepierna y me mire, para comprobar que tenía los pantalones puestos y no había hecho una locura. 

Isidora: Descuida, no pasó nada entre nosotros. 

Dijo, intentado ayudarme a recostarme en la cama. 

Yo: No te besé, ¿verdad? 

Isidora: No.

Respondió tajantemente. 

Isidora: Apenas rozaste mis labios, cuando te caíste desmayado. Comenzaste a delirar por la fiebre y he estado cuidándote desde entonces. 

Percibí sinceridad en la declaración de Isidora, lo que me resultaba irónico, pues esa mujer con la cual había tenido diferencias en el pasado y solo quería ser cogida por mí, no se aprovechó de mi lamentable situación. Al cruzar nuestros ojos, nuevamente vi que ya no estaba esa despiadada persona que hizo tanto mal, sino la chica amable que fue mi vecina. –“Descansa”- murmuro, con preocupación. Era algo que necesitaba, pero que no haría, porque la angustia seguía perturbándome.  

Llorando, busque cobijo en ella, como un niño pequeño lo hace en su madre. –“No quiero perderla, no quiero perderla, no quiero perderla… Snif”- exprese una y otra y otra y otra y otra vez. Mientras ella acariciaba mi nuca y me decía que no la iba a perder, que April estaría bien. Supuse que entre mis delirios, le confesé que April tenía cáncer. Ya no sabía cuánto había llorado ese día, pero definitivamente, ese llanto fue en el que más sentimientos, hubo. Me quede dormido en los brazos de Isidora, al despertar, ella ya no estaba a mi lado, había ido a cocinar algo, para mí. 

Con mucho esfuerzo logré ponerme de pie y caminar hasta donde ella se encontraba. Isidora al verme, se preocupó por mí, pero le dije que estuviera tranquila, que tenía la fuerza suficiente para poder darme un baño. Ella confió en mi palabra y fue a buscarme una toalla y unas prendas, mientras yo bebía un vaso de agua. Mi mente dejaba de dar vuelta y se tranquilizaba, por fin ya podía razonar con claridad y tomar las decisiones más idóneas, por lo menos sobre el asunto de April. 

Entre a la ducha y me bañe, pensando en lo que le diría a mi Princesa, en dejar las mentiras de lados y confrontar todo de una vez. Al terminar de bañarme, me sequé y vestí, nuevamente la camiseta me quedaba perfectamente y su diseño me era familiar. Le pedí a Isi mis zapatos, ella me dijo que estaban mojados todavía, así que me pasó unas zapatillas, las cuales me ayudaron a darme cuenta de donde había visto antes la camiseta que llevaba puesta. 

Isidora me invito a sentarme en la mesa, para tomar desayuno, sin embargo, le rechacé su invitación, diciéndole que tenía algo urgente que hacer. Solo tomé una manzana que tenía en su canasto de frutas. –“Tomás… Sé que todo esto es raro, pero… Pero, espero que hayas comprobado que soy otra mujer y que puedo volver a ser la madre de mi hijo”- me dijo ella antes de que me fuera. –“Lo sé”- le respondí quedando parado frente de la puerta. 

–“Perdón por haberte alejado de él, debería haber enfrentado a mi padre, en vez de desquitarme contigo”- agregue. Me tome unos segundos antes de tomar la perilla, para abrir la puerta, y antes de hacerlo, ella me abrazó. –“Debería ser yo la que se disculpe por todo el daño que hice. Ya que todo lo que recibí a cambio, fue producto de mis errores”- manifestó ella, dejando totalmente convencido que ya no había ningún rastro de su lado más perverso.   

Yo: Todos cometimos errores, Isi. Por ejemplo yo, no haberme dado cuenta de lo que sentías por mí, cuando era muy evidente todo. 

Isidora: Gr-gra-gra… Snif… Gracias… Tomás… 

Balbuceo ella, dejando salir un mar de llanto, por un lado me sentía feliz, porque resolvía un tema, que quizás había postergado por muchos años. Deje que Isidora se desahogada todo lo que quería, una vez que se había tranquilizado, me di la media vuelta, le sequé las lágrimas y le di un beso en su frente. 

Yo: Bueno, nos vemos Isi. 

Isidora: Nos vemos, chico de al lado. 

Oír esas palabras me hizo sentir nostalgia y a la vez felicidad. 

Yo: Por cierto, Isi. No voy preguntar ni tampoco meterme en la relación que tengas con Benjamín. Sin embargo, espero que no te hagas ilusiones, ya que él tiene una novia y lo más probable es que termine casándose con ella. 

Isidora: ¿Eh? Be-Ben… ¿Benjamín?, ¿de qué hablas, Tomás?

Expreso, con una risita nerviosa que revelaba que estaba mintiendo. 

Yo: Isi, no es necesario fingir. Anoche dijiste que estabas dando clases de piano y que uno de tus estudiantes, te ha ido sacando de tu depresión. Rubio, delgado, de mi misma estatura y ojos penetrantes. En esa descripción entra mi hijo, curiosamente él, está tomando clases de piano.

Contesté, notando como ella se quedaba congelada y un nudo en la garganta. 

Yo: Pero lo que me confirma que él es tu estudiante, fueron sus camisetas y zapatillas. ¿Pensaste que no iba a darme cuenta que estas ropas son de mi hijo?  

El rostro de Isidora, pasó a ruborizarse completamente. 

Yo: Oye tranquila, como te dije, no voy a involucrarme, pero no te hagas ilusiones. 

Fue lo último que dije, para abrir la puerta e irme. Al estar abriendo el portón, me encuentro cara a cara con Benjamín. Mi hijo quedó atónito al verme y su rostro era todo un poema. –“¿Papá?”- tartamudeo con dificultad. –“¿Qué tal Benji? ¿Todo bien en casa? ¿Cómo está tu madre?”- fueron mis interrogantes, mi hijo estaba completamente desconcertado y a la vez, incapaz de poder hablarme con claridad. Aun así, logró decirme que en casa estaba todo bien y que April estaba preparándose para que ir al cumpleaños de mi padre.  

Yo: Verdad. Papá está de cumpleaños, ¿tú no vas a ir a verlo? 

Benjamín: Sí… Claro que iré, so-so… Solo viene a ver a mi profe de piano. 

Yo: Ya veo. Por cierto, tú y ella… 

La cara de mi hijo quedó roja como la de un tomate y ya era incapaz de formular alguna palabra. 

Yo: Oye, mi único consejo, es que lo hables con Jose. Ella debe estar al tanto, ¿ok?, ¿o ya se lo dijiste? 

Consulté percatándome que a unos metros de él, estaba mi cuñada oculta detrás de un árbol, pero ingenuamente, había mostrado la cara. 

Benjamín: N-no. 

Yo: Bueno, entonces suerte. 

Le dije apuntando hacia donde estaba ella, Benjamín se volteó a verla y su rostro rojo pasó a ser blanco, tan pálido que parecía un fantasma. Dándome vuelta seguí mi camino, dándole un mordisco a la manzana. A medida que me alejaba, escucha el murmullo de ellos, no parecían estar discutiendo, sino dialogando. Yo regresé hasta donde había ido la noche anterior, para ir por la moto. Colocándome el casco, me puse en marcha, sin embargo, antes de enfrentar a April, iba a hacer una parada especial. 

Llamé a Alexander y luego conduje hasta su casa, él estaba en su patio fumando un cigarrillo, al verme, en su rostro se le dibujo una sonrisa. Alex me abrió y apenas di un paso le pedí un duelo con las espadas de kendo. Fue una batalla en que busqué ser golpeado y así sentirme bien conmigo mismo. Él se dio cuenta que no iba en serio así que acabó pronto con el juego, tras hacerlo me preguntó a qué había ido.

Yo: Tengo miedo de perder a April y un sin fin de emociones relacionada a la tristeza me ahogan y no me siento capaz de mirarla a la cara. 

Alexander: ¿Qué? 

Yo: April tiene cáncer, Alex. Y no quiero perderla.

Mis declaraciones hicieron eco en Alexander, quedando paralizado en un primer momento, para luego abrazarme. Entre todas las personas que conozco, solo él, me daba la confianza de poder hablar de ese tema y quebrarme nuevamente. Había oído tantas veces de su propia boca, el dolor de vivir día a día, sin la persona que amas, pero recién en ese momento, comprendí por qué él se sumergió tanto tiempo en la violencia y buscaba su muerte. 

Tras la conversación con Alexander, me sentí lo suficientemente preparado para ir hablar con April, ya no colocaría más excusa, la vería a la cara, le confesaría mi traición y le diría que estaría a su lado incluso si no quería verme. Porque no iba a dejarla ya sola en este proceso. Antes de retirarme, Bella llegó y noté como el ambiente se tornó algo incómodo. Ellos eran incapaces de mirarse fijamente, aun siendo amigos y viviendo en el mismo techo, de seguro había pasado algo, y mi manera de darle las gracias a Alexander fue crear el escenario adecuado para que solucionaran sus problemas. 

Me hubiera gustado oír su conversación y saber cómo habían terminado de lidiar con esa tensión que había. Sin embargo, yo tenía mis propios asuntos que atender, así que tomé la moto e iba a volver a casa, cuando Vanessa me llama. –“¿Papá en dónde estás?”- preguntó mi hija algo alterada, pues mi celular había quedado apagado desde la noche anterior, tras salir con poca batería y recién lo cargue durante mi estadía en la casa de Alexander. Tenía un sinfín de mensajes y llamadas perdidas de todos mis hijos y April. 

Incluyendo a Benjamín, que claramente esperaba que después de encontrarnos en la casa de Isidora, yo me hubiera de vuelto a la nuestra. –“Vine a ver a Alex, necesitaba hablar con él. Pero ahora ya voy a casa, cariño”- le contesté, ella como si fuese mi madre, comenzó a regañarme por no haber dado señal de vida y preocupar a todos. No podía decir nada a mi defensa, ella estaba en lo correcto de llamarme la atención y me sentía orgulloso que mi niña, se había transformado en una buena mujer. 

–“Perdón, hija”- le respondí, –“Bueno papá, olvídalo. Solo vente a las cabañas, que ya vamos a iniciar con el cumple del abu”- dijo ella, ya más calmada y de fondo logré oír a Simón, por lo que supuse que mi Princesa ya se encontraba ahí con ellos. –“Ok, ya voy”- le contesté, tras decir eso, le colgué y me puse en marcha. Durante el trayecto, fui pensando en mi discurso y los distintos escenarios que podía enfrentar de acuerdo a la reacción de mi mujer. 

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