La visión de sus bragas en la escalera...

La visión de sus bragas en la escalera...



Al terminar, nos ponemos los bañadores sin ducharnos, pues al fin y al cabo nos vamos a bañar ahora mismo, así que emprendemos camino hacia el río.
Creo que debe de estar a un kilómetro más o menos y el paseo se nos hace interminable bajo el intenso sol. Menos mal que vamos provistos de sombreros de paja que hemos encontrado en el cortijo.
Al llegar al paraje comprendo por qué se lo recomendó tanto el casero. En medio de gigantes álamos, que proyectan grandes sombras, vemos una presa natural hecha en el cauce del riachuelo que pasa por allí, que cae en una pequeña catarata en la parte de arriba dejando el agua mansa permanecer en la poza que forma nuestra piscina privada y salvaje.
—Oye, Guille. Tengo ganas de hacer pis, ¿te importa si lo hago aquí mismo? —dice nada más llegar. Por favor, sé discreto y no mires, ¿vale cariño?
—Está bien mamá, no miraré —contesto yo algo escandalizado.
Mientras, continúo admirando el paisaje, pero no puedo evitar oír el chorro que cae con fuerza en el agujero y siento la tentación de mirar de reojo, pero me da mucha vergüenza, así que lucho por no hacerlo y que se pueda dar cuenta de nuevo. Es extraño, siento morbo ante esta situación y rechazo al mismo tiempo.
—Ya he terminado —dice y mientras me giro la veo terminando de subirse la parte de abajo del bañador.
Casi de inmediato miro al suelo y veo la marca de su pipí.
—Tenía mucho pipí —dice ella sonriendo al verme observar la gran mancha.
No digo nada, creo que es algo raro todo esto, así que me quito la camiseta y le propongo meternos en el agua.
Nada más entrar descubrimos con sorpresa lo fresquista que está y se nos quitan las ganas de meternos del tirón, teniendo que hacerlo poco a poco adaptándonos a su temperatura.
Mientras nos metemos no puedo evitar fijarme en lo duros que se le han puesto los pezones a mi madre, es curioso nunca había reparado en lo grandes que los tiene, y no es que tenga los pechos muy grandes, es ciertamente curioso. Sin duda el frío del agua hace que se le ericen de esa manera tan espectacular, pienso.
—Está fresquista, ¿eh? —dice mi madre mientras se remoja los brazos tímidamente para ir aclimatándose a su temperatura.
—Sí, muy fría, especialmente cuando llega a ... – tengo que detenerme pues iba a soltarle una burrada a mi madre.
—¿Ah los huevecillos? —termina afirmando ella dada mi timidez.
—Si, a eso —contesto yo mientras nos reímos a carcajada limpia—. Por cierto mamá, a ti también te sienta mal el agua fría, afirmo yo mirando su bikini con regocijo.
Para colmo mi madre parece no haber cogido el chiste y se sonríe, aunque extrañada trata de averiguar lo que ha llamado mi atención de su anatomía. No tarda mucho en darse cuenta lo abultado de sus pezones y entonces su risa cambia volviéndose algo más una risa nerviosa que graciosa.
—¡Qué vergüenza hijo, no lo sabía! —exclama mi madre ruborizándose, ¡touché!
—No te preocupes mamá, es algo natural, ¿verdad?
—Supongo que sí, —afirma intentando estirarse el bikini para disimularlos, pero no funciona.
Nos adaptamos a la temperatura del agua y nos metemos por completo. Una vez dentro descubrimos que no está tan fría, hay rocas en el fondo por lo que hay que tener cuidado donde se pone el pie, De momento nos sentamos junto a la orilla y nos relajamos.
—¿Tienes hambre cariño?
—¡Un montón! —contesto al instante pues tanto pintar ha despertado mi voraz apetito.
Nos salimos y buscamos una sombra a la que extender las toallas. Nos sentamos y comenzamos a devorar los bocadillos que hemos traído. Mi madre me ofrece una cerveza, la he probado y no me gusta mucho, pero no hay otra cosa así que bebo y tras tomar el bocadillo siento que no está tan mala como la vez que la probé, será el calor lo que me hace apreciar su amargo frescor.
Al final decidimos echarnos la siesta, nos tumbamos en las toallas y nos quedamos dormidos.
No sé cuánto, tiempo he pasado durmiendo, lo que sé es que he descansado muy bien, se nota que el trabajo también da sueño. Mi madre aún duerme en su toalla a mi lado. Me doy cuenta de que la estoy mirando, no puedo evitar el contemplarla.
El bikini le sienta muy bien, con lo seca que se ha quedado parece una modelo. Es rosa, yo diría que hasta un poco provocativo pues su tamaño se podría decir que es reducido, aunque sin llegar a ser escandaloso. Ella duerme plácidamente mientras yo la observo. Sus pezones ya han vuelto a su estado natural.
Su pelo rubio ondea suavemente con el suave viento que corre. Hace mucho calor y el viento está igualmente caliente y es sofocante. Este calor provoca un nuevo efecto inesperado en mí, despertando la impaciente que quiere pedirme guerra, pero no puedo, mi madre está justo a mi lado. Así que olvido a la impaciente esperando que se tranquilice un poco...
He intentado cerrar los ojos y seguir durmiendo, pero la excitación que siento me lo ha impedido. Cuando cierro los ojos veo el culo de ella subida a la escalera, veo sus bragas blancas y sudadas y no puedo quitarme de la cabeza estas imágenes.
Mi mente está confundida, por un lado, siento deseo y atracción sexual hacia su cuerpo y por otro rechazo ante algo prohibido, algo que la sociedad me ha dicho que está mal.
En mi locura sexual desatada, incluso se me ha pasado por la cabeza la idea de acariciarle un pecho mientras duerme, o incluso bajarle un poco el bañador para mirar el secreto que se esconde tras su tela, pero el miedo a que se despierte y se dé cuenta de lo que hago me paraliza y soy incapaz de intentarlo siquiera.
Las imágenes lujuriosas continúan pasando por mi mente sin yo poder hacer nada para evitarlas, sólo repudiarlas al olvido conforme van llegando, o al menos intentarlo, pues el morbo que me producen me hace a la vez desearlas.
Harto ya de psicosis decido levantarme y bañarme en la fresca presa natural a ver si el agua fría aplaca mi dilatada imaginación. Ahora está menos fría la entrar así que en unos segundos estoy chapoteando en el líquido elemento. Mientras tanto mi veo a mi madre desperezarse de sus siesta y saludarme mientras me baño.
Tras unos minutos, mi madre termina de desperezarse y se lanza literalmente al agua estilo "bomba" consiguiendo salpicar mucha a gua. Muy sonriente se acerca hacia mí y comienza una peleilla para darme una ahogadilla, me coge por la espalda e intenta tirarme para atrás, yo me resisto un poco pero finalmente me dejo sumergir. Tras unos segundos salgo de nuevo a la superficie y ahora la agarro yo a ella para pagar su ofensa con la misma moneda, ella se resiste más. La cojo por la cintura desde su espalda y sin querer en el forcejeo aprieto sus pechos y pego su culo contra mi pene, por unos segundos soy consciente del magreo fortuito que estoy disfrutando, finalmente ella se deja sumergir y yo la libero para dejarla salir.
—¡Qué divertido! —comenta mi madre muy sonriente.
—Sí, el agua está muy buena y el paisaje es espectacular.
—¡Si, es fantástico!
Continuamos jugando en el agua, aunque ya apenas hay contacto corporal, nadamos juntos y echamos carreras de un extremo a otro de la charca. En el fondo del agua crecen algas de río y otras plantas subacuáticas que no conozco, pero en general el agua está bastante limpia, fría pero limpia.
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Este es un extracto de mi obra, La Escritora: La más caliente. Una novela muy sensual donde una madre tratará de recuperar el tiempo perdido con su hijo, al que hace tiempo que no ve entre libros y promociones. Para ello se va al campo y pasa unas vacaciones con él, unas calientes vacaciones que ninguno de los dos podrá olvidar...

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