La buena, la mala y yo

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LA BUENA, LA MALA Y YO


Descubrí a Maira a través de una aplicación de citas, tenía algún tipo de adicción con esas aplicaciones y ciertamente había conocido a otras chicas por el mismo medio, con las cuales había tenido solo roces pasajeros.
En rigor de la verdad fue la misma Maira quien había realizado el primer contacto, atraída por la imagen de mi perfil

Era una foto muy casual que me había tomado un tiempo atrás, me sabía sexi, había ido a desayunar y solo paré de paso en una plaza atraída por las flores de primavera y los cantos de los pájaros, el sol estaba tenue con una brisa fresca que me pegaba en el rostro, la cual me obligaba a usar una rica campera de cuero de media estación. Tenía una pollera clara muy sensual con un pico cavado sobre mi pierna derecha, era una falda ajustada y corta, y al sentarme en uno de los tantos bancos se había subido lo suficiente para que mis ricos muslos se vieran demasiados provocativos.
Mi madre había tomado esa foto, no lo había notado en el momento, pero al verla luego en mi domicilio me pareció muy bonita y hasta provocativa.
Además, tenía una vibra difícil de explicar, las facciones de mi rostro, mis cabellos, parecía desafiante, provocativa y hasta sonó como una foto profesional y producida.


La buena, la mala y yo


En esos primeros cruces Maira no me pareció una chica de mi interés, introvertida, y vergonzosa, las fotos de su perfil no decían mucho, le dejé saber solo por escrito mi opinión, necesitaba más 'power' si quería tener una oportunidad, sabiendo que con eso terminaría indirectamente con su propuesta.
Maira me sorprendería con algunas fotos que cambiarían mi forma de pensar, tal vez en una imitación a la mía, estaba a un lado de un parque, sobre un banco, dejando expuestos unos preciosos muslos con un vestido tan corto que estaba al límite del pecado.

Miré mucho esa foto, ella era delgada y casi no tenía busto, lindo cuerpecito de veinteañera, como ya dije, lo mejor estaba de la cintura para abajo. Pero no fui solo por su físico, me gusta examinar los rostros en detalle, un rostro puede decir mucho, demasiado. Particularmente me gustaron sus facciones, una sonrisa cómplice marcada en sus labios y una mirada profunda que me decían 'ves? esta no soy yo, pero lo hago para sorprenderte'
Y así empezaron nuestros escritos primeros, nuestros audios después, y nuestra primera cita.
Fuimos a un boliche de moda a compartir unos tragos, y quedamos en sorprendernos con las mismas ropas con las cuales nos habíamos conocido por fotos, mi pollerita y mi campera de cuero, y ella en ese vestidito que se pegaba a su cuerpo en forma tan exquisita.
Llegaría el primer encuentro y en ese primer golpe de vista me impactaría su altura, cosa que no había reparado en las fotos, me llevaba una cabeza, además yo estaba con tacos altos y noté que ella tenía unas botitas bajas.
Ella tendría esa misma percepción, no había imaginado que yo fuera tan retacona, pero esa situación no suponía inconvenientes para ninguna de las dos.


lesbianas


Hablamos de todo un poco, esas primeras charlas de chicas tan parlanchinas, ella era todo dulzura, todo delicadeza, esas chicas de alma noble incapaz de matar una mosca, tenía una voz muy pausada, muy tranquila, y en todo momento se le dibujaban unos hoyitos a los lados de los labios que se me hacían tan originales como ricos. Supo que no sería su primera chica y ella que tampoco lo sería en la mía, me sentí a gusto, fue recíproco, y nos dimos una oportunidad de conocernos, me invitó a ir a su casa, fuimos a tomar un micro y en esas cuadras que caminamos me tomó por primera vez de la mano. Ya en el micro no había mucha gente, a esa hora de casi madrugada solo cumplen su recorrido de una punta a la otra de la ciudad casi por obligación, nos sentamos al fondo, lado a lado, en silencio, nos miramos a los ojos, nos reímos y por primera vez, sin importar nada nos besamos tímidamente primero, profundamente después.

Fue muy rico, muy puro, muy noble y poco a poco me olvidé del entorno, de las demás personas y en mi mundo solo estaba ella, me excité mucho en ese viaje y cuando me dijo que debíamos bajar, yo ya estaba toda mojada, solo pensaba en llevarla a la cama.
Caminamos presurosas, nos metimos al ascensor, marcó el diez y en esos segundos a solas nos besamos con la locura y la pasión de la primera vez, me estiraba lo suficiente y ella se agachaba para encontrar nuestros labios y en una escena de película romántica hicimos un preámbulo de lo que sucedería en minutos.
Nos metimos a su monoambiente, era pequeño, pero a unos pocos metros estaba su enorme cama, un poco trastabillando, un poco improvisando, entre jadeos contenidos y besos robados llegamos al nido de amor.

Nos besamos con pasión con esos besos de corazón que solo las mujeres podemos dar, sentí su respiración, su aliento, naufragué en su mirada, nos fuimos desnudando lentamente, nuestros cabellos se enredaron y nuestras manos recorrieron por primera vez las curvas de la amante del momento.
Miramos mutuamente nuestros pechos casi inexistentes, nos reímos cómplices, 'socias en desgracias' dijimos, aunque luego sabría que ella tenía un verdadero complejo con el tamaño de sus senos.
A mí no me importó, rozamos pezones contra pezones, muy suave, ella era toda prolijidad, toda pulcritud, una 'señorita' como hubiera dicho mi madre.
Solo giré sobre ella, tomando la iniciativa, casi a la fuerza puse mi sexo en su boca y yo fui derecho a lamerle el suyo, su vagina lucía natural, llena de largos vellos, sentí su sabor y me fue muy caliente notar cuan mojada estaba.

Sentí que ella también me comía entre las piernas, lo admito, que rico me chupaba la concha, pasando su lengua por el sitio justo, con la presión justa, con el ritmo justo, metiendo sus dedos en mi hueco, excitando el mismo tiempo mi clítoris y mi punto G, me retorcía en placer, y solo estaba perdiendo el control.
Volví a girar, frente a frente, cara a cara, beso a beso, rodamos de un lado a otro, perdidas en placer, me embriagué en su perfume, abrí mis piernas y las colé entre las suyas, nuestros pubis se encontraron y solo empezamos a friccionar uno contra otro, sus labios, mis labios, su clítoris, mi clítoris, sus flujos, mis flujos, diablos, éramos dos volcanes a punto de hacer erupción.
Sentir el roce de una vagina contra la mía era una de las cosas que más me calentaba y solo seguimos haciéndolo hasta que los orgasmos compartidos se hicieron perfectos y estuvimos satisfechas.

Me recosté boca abajo con la mirada perdida en la nada misma, ella había quedado por detrás y fueron muy ricas las caricias y los besos con los que llenó mi espalda desnuda hasta que el sueño me ganó la pulseada.
Cuando abrí los ojos estaba casi en la misma posición, a unos metros, sin notar que yo había despertado y la observaba, Maira preparaba el desayuno para dos, enfundada en un amplio y colorido pijama que era mes de su tipo, lejos de mostrarse provocativa, parecía una chica simple.
Supe que estaba en las puertas de una nueva relación y en poco tiempo decidimos vivir bajo el mismo techo, como mujer y mujer.
Nacería una preciosa relación de pareja, ella era la chica más buena que pudieran imaginar y se había robado mi corazón, y compartimos todo en una perfecta armonía, es que no había forma de molestarse con Maira, solo era imposible

Ella trabajaba en un estudio céntrico, era secretaria, en horario central, y yo, enfermera, lo hacía en una clínica privada en horarios rotativos. Nos arreglábamos como podíamos, a veces nuestros tiempos no coincidían y vivíamos una semana de tortura, a veces, cuando sí, estábamos a cada minuto enamorándonos, ella estaba siempre pendiente de mí, demasiado, más de lo que yo estaba por ella.


Y la vida no siempre es justa, a veces, en el mejor momento, cuando todo está bien, cuando no quieres que las cosas cambien, el diablo mete la cola y las cosas cambian
Volvía a casa después de una jornada de trabajo y solo por variar tome un camino alternativo al que acostumbraba a tomar, era un poco más largo, pero también una zona más comercial. En esa caminata, mirando vidrieras al azar, me detuve a ver una pollerita muy sexi en un local, estaba en oferta, di unos rodeos y me decidí a entrar.
Me tocó en suerte que me atendiera una chica de unos treinta años promedio, con cabellos negros, largos y oscuros, con un rostro un tanto alargado, de ojos expresivos y unos labios muy marcados, delgada, por cierto, de proporciones muy justas, con un perfume dulzón.

Mientras ella hablaba mostrándome la pollera, mi atención se había ido a su muñeca derecha donde lucía una pulsera del orgullo gay, y fui tan evidente que ella notó lo que yo miraba sin decir palabra.
Fui a probarme un par de opciones pensando en la vendedora, me medí una, otra, su voz al otro lado preguntó

Muñeca, como anda eso? puedo ayudarte?

Si... es que no me decido... - respondí rápida de reflejos - podrías darme tu opinión?

Ella asomó su rostro entre el cortinado, mirándome a mi directamente y a mi imagen reflejada en el espejo, la dejé mirarme con una de las opciones, luego, adrede, jugando mi juego, al sacarme esa pollera para medirme otra, arrastré como casual un poco mi bombacha, desnudando convenientemente algunas partes de mis curvas, atrayendo su mirada

Mirá muñeca, con esas piernas, lo que elijas te quedará muy bien

Le regalé la primera sonrisa al espejo y en nuestras miradas sentí esa fuerte conexión, imposible de explicar, imposible de evitar.

No tardaría en suceder, le dije que estaba en pareja, le dije de Maira, le dije todo, Oriana tenía treinta y cuatro, aunque aparentaba menos, no se definía lesbiana como yo, o como Maira, a ella le gustaban por igual hombres como mujeres, había estado con unos y con otros, era asidua a los tríos mujer hombre mujer y me contó historias tan calientes que me llevaron a replantear mi presente.
Maira era tan buena e inocente que estaba ajena a todo, y seguro no se merecía que le fuera infiel, pero hay cosas que solo no se pueden manejar.
Oriana resultaría ser un volcán, avasallante, diferente, un agujero negro sexual que todo devoraba a su paso y en eso me arrastraría con ella, desprejuiciada, desinhibida, decidida, dominante, perversa y malditamente seductora.

De ese primer cruce en la tienda de ropas me llevaría a una y otra invitación, había ido a su casa un par de veces, solo con la intriga de conocerla, pero ella casi me viola, y solo le dije que respetara mis espacios y mis tiempos, Maira siempre estaba presente en mis pensamientos, pero Oriana repetía que solo viviera el momento sin tantos rodeos. Tenía la idea fija en presentarme algún que otro chico para hiciéramos un trio, pero me cansé de repetirle que los hombres no se me daban.
Yo sabía que Oriana era una mala idea, lo sabía muy bien, pero era esa mezcla de intriga con excitación a la que no puedes resistirte.

Pasé de regreso de la clínica, sabía que tenía que ir por el trayecto tradicional, sabía que no debía pasar por el lugar donde ella trabajaba, sabía que no debía pararme casual a ver la vidriera, sabía que no debía ingresar con cualquier excusa.
Una vendedora me atendió al ingresar, pero le dije que esperaba a hablar con la chica de cabellos morenos, Oriana me vio a la distancia y en unos minutos estuvo a mi lado, me trajo una falda corta para dar la sensación de que yo le estaba comprando algo, así que casi me llevó a los empujones al probador más apartado y casi me metió de prepo dentro de él.
Me sabía un tanto cómico, puesto que no había imaginado terminar ahí, le seguí el juego dado que ella espiaba desde fuera, me saqué las calzas que tenía, pero no me puse la pollera que en teoría estaba por adquirir, solo moví las caderas y la tanga que tenía enterrada se enterró más todavía entre mis nalgas, me supo sexi, provocativo y hasta un juego perverso en el cual no medí las consecuencias.

Oriana, como un gato salvaje se escabulló dentro del pequeño receptáculo y se puso parada casi detrás de mí, de manera que ambas quedamos frente al espejo, y nuestras miradas se encontraban a través de el

Que haces? estás loca? - le recriminé con un dejo de contenida satisfacción
Si! vos me tenes loca muñeca! - respondió casi en un susurro cerca de mi oído

Pero no fue solo eso, Oriana no perdía tiempo y una de sus manos acariciaba mis generosos glúteos en una forma muy grosera, la intenté detener, pero la peligrosidad del momento me tenía demasiado excitada.
Sus dedos inquietos se colaron en el sitio prohibido, entre mis piernas, entre mi ropa interior, la sentí penetrarme la conchita y jugar con mis jugos de mujer, apreté los labios porque casi se me escapa un dulce quejido de mis entrañas, su mirada sádica me quemaba a través del espejo, entonces me dijo

Dale muñeca, masturbarte para mí...

Era todo demasiado irresistible y sentía mis pezones duros bajo la tela de mi sostén, abrí un poco las piernas para permitir un acceso más profundo y llevé mi mano derecha a mi pubis, empecé a hacerlo, era precioso, la miraba al espejo, jadeaba, tenía los cachetes de mi rostro en ebullición, era una perversa perra, volví a mirarla, ella había colado su mano izquierda por el frente de su propio pantalón y también se masturbaba, las dos juntas, al mismo tiempo, frente al espejo.
Me sentí venir, ella lo notó y me alentó

Vamos muñeca, vamos! no pares!

Cerré los ojos en medio de mi orgasmo, perdí la noción e ignoro si pude mantener la boca cerrada o largué algún gemido, solo sé que mis piernas temblaban y me costaba mantener la respiración
Oriana aún no había llegado, solo la miré nuevamente contra el espejo, aun jugaba en los pliegues interiores de mi conchita y de pronto pareció desarmarse por detrás, apoyando su frente transpirada en mi espalda, se repuso un poco, sacó los dedos de mi sexo y empezó a lamerlos, giré mi cabeza, para verla ahora directo a los ojos, ella seguía lamiendo los dedos de su mano derecha, pero sacó la izquierda de donde estaba y los puso en mi boca, profundo, sentí el sabor ácido de su conchita y eso me encendió.
Me acerqué y nos fundimos en un interminable beso, su boca sabía a los jugos de mi sexo, y la mía a la del suyo

Oriana era una experta, y del mismo modo que había entrado había salido, solo simulando y diciendo en voz alta

Pasa en unos días que entrara mercadería nueva, seguro encontrarás tu talla

Nos despedimos con una pícara sonrisa, y caminé las cuadras que restaban para llegar a casa con mi corazón pareciendo explotar de mi pecho.

A pesar de que había trabajado toda la noche y había tenido un encuentro casual y mañanero en un probador de una boutique, no podía conciliar el sueño, estaba sola, Maira en su trabajo tendría muchas horas por delante, no me aguanté, le escribí a Oriana para vernos por la noche, podía arreglar mis horarios sin que mi mujer sospechara, pero ella me dijo cortésmente que tenía ya una cita con otra chica, que no me molestara, aunque si me molestó, le propuse el viernes, pero tampoco, esta vez una cita con un chico, la odié un poco y solo puso hielo a todo el fuego que aún me consumía por dentro
Ella no era tonta, jugaba sus cartas entre verdades y mentiras, porque yo no sabía dónde estaba parada en toda la historia.

Me mandó una foto suya como compensación para que no la olvidara, dijo que databa de algún tiempo, con un sugerente top blanco tejido a mano y un short de jean celeste, tan enterrado en el culo que hasta sonaba pornográfico, una imagen que evidentemente no era para salir a la calle sino para enganchar desprevenidos y desprevenidas, para tejer talas arañas con la cual atrapar insectos como yo


buena


Oriana empezaría a enloquecerme, desde la primera cita formal, en esa noche de noviembre, había pedido el día en el trabajo, pero claro, Maira jamás lo sabría.
Esa mujer me sacaría de eje, tenía fuego entre las piernas, cenamos, nos seducimos mutuamente, con miradas de pecado, yo era bastante menor que ella y tal vez por eso ella siempre me llamaba 'muñeca'
Hablamos de todo, de la vida, de su historia, de la mía, de sus amores, de Maira, de sueños, de pasiones, nos tomamos las manos, llegaron caricias y todo parecía muy dulce, demasiado, pero esa no era Oriana, Oriana era diferente

Ella tocó en algún momento el tema de los chicos, sabía que unca había estado con ninguno, no me parecía sexi, solo no me gustaba, pero ella empezó a indagar, si nunca había tenido una buena verga dentro, como sabía que no me gustaba?, parecía no querer entender, ella era bisexual, yo lesbiana.
Fue hasta su dormitorio, tardó unos minutos, luego volvió, estaba desnuda, su cuerpo era envidiablemente perfecto, pero tenía un arnés amarrado a sus caderas con una llamativa verga de juguete colgando entre sus piernas, era evidente, ella no consensuaba, ella solo decidía.
Me tomó la mano y la llevó a esa pija para que la acaricie, me miraba con un tanto de perversidad, me fue desnudando, tocándome, y al llegar a mi concha la notó inundada, ella se rio pícara y tiró

Muñeca, parece que te está gustando mi sorpresita

Solo la deje hacer, como explicarle que estaba mojada por ella, por su locura, por su impronta, y no por esa verga de plástico. Me puso en cuatro y me la metió, la sentí entrar completa y me arrancó un gemido, y otro, Oriana era mujer, pero actuaba como hombre, sus movimientos, sus palabras, realmente era desinhibida, y ese juego de roles tan natural era lo que me gustaba de ella, me acaricié el clítoris con fuerzas hasta llegar al orgasmo, aunque ella no comprendiera que era lo que realmente me excitaba

Fue mi turno de hacer las cosas a mi manera, ella se entregó tirándose de espaldas en un amplio sillón, fui arrodillada entre sus piernas, la besé profundamente en la boca, llenándola de caricias bajé un poco para detenerme en sus pechos, eran realmente llamativos, con unos enormes pezones oscuros y puntiagudos que se erizaban al solo contacto de mi saliva, bajé otro poco, por su vientre, por su ombligo, luego seguía la pija plástica y entendí que ella quería que yo la chupara, simulando, pero no era lo mío, a mí me gustaban las conchas carnosas y jugosas, así que solo lo deslicé por sus caderas para retirarlo y llegar a las puertas del paraíso

Su concha era regordeta, con labios llamativamente estirados, estaba prolijamente rasurada y sus flujos calientes habían embebido toda la zona, incluso parecía estar aun chorreando, cerré los ojos y me sumergí en ese mar salado de placer, había chupado muchas conchas, pero ninguna como esa.

Después de esa noche llegarían otras, siempre con la misma tesitura, Maira era una cornuda, la soñadora, la desinteresada que siempre se preocupara por mí, que mis cosas estuvieran bien, la que me llenaba la tina con agua tibia para mis baños de inmersión, la que me hacía caricias en la espalda hasta que yo solo me dormía, la que me leía cuentos por las noches, la que compartía una película con popcorn de por medio, la que me preparaba el desayuno y me esperaba con la cena caliente
Ella siempre estaría en mi corazón, profundo, ella siempre sería la buena

Por otro lado, Oriana, el demonio en persona, una depravada que me enloquecía, una relación abierta, no le molestaba de mi historia con Maira, ella tenía demasiados hombres y demasiadas mujeres en su vida como para celarme, vivir a su lado era estar en una montaña rusa, su mundo podía resumirse en una palabra, sexo.
Ella nunca me amaría, nunca le importaría nada de mí, pero era un imán, tentador, irresistible, algo imposible de explicar
Ella siempre estaría en mi sexo, caliente, perverso, ella siempre sería la mala

Oriana fue quien me cortó, ella no tenía relación de corazón conmigo, y no teníamos nada en común de no ser por el sexo, era bastante mayor y alguna vez me dejó en claro que yo era una chiquilla caprichosa, que no me conformaba con nada, y que ciertamente no era digna de Maira. Solo se había terminado, ella tenía otra vida, otras chicas, otros chicos y lo nuestro no daba para más, había cogido lo suficiente y los últimos días discutíamos más de lo que intimábamos
Poco después haría las valijas y le diría adiós a Maira, ella lloró mucho, me partió el alma, no lo entendió, pero yo no podía explicarle, a su lado mi corazón estaba lleno, pero ni conchita vacía.

El presente? estoy sola, escribiendo esta historia, mi historia, esperando esa mujer completa para mí, de corazón y de sexo, esa que tal vez esté leyendo estas líneas...


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