La disciplina de mamá 17

Otra de las humillaciones con las que mamá dejaba clara mi condición era ayudarla a arreglarse para sus citas con otros hombres y mujeres, las que después me detallaba con pelos y señales. Aquella tarde yo la había ayudado a ducharse y secarse y ahora se maquillaba delante del espejo. Estaba desnuda y yo, detrás de ella, de rodillas, con la cara hundida entre sus nalgas y lamiéndole el culo.
-Mami va a tardar un rato, me voy a hartar a follar. – Dijo mientras se aplicaba el maquillaje, bamboleando su culo y restregándolo por mi cara. Yo también estaba desnudo, salvo por un collar de cuero bien ceñido a mi cuello y por mi jaula de castidad. En aquel momento llevaba ya dos semanas sin un orgasmo y mis pelotas se sentían dolorosamente llenas. A pesar de esta frustración yo introducía mi lengua en su ano con placer y fruición.
 Cuando terminó de maquillarse y peinarse se dio la vuelta, liberando mi rostro de entre sus nalgas y me cogió la cara con sus dedos de hierro. Me premió con una de sus sonrisas que translucían lujuria, ternura maternal y crueldad a partes iguales. Se inclinó sobre mí y yo abrí la boca para recibir uno de sus espesos salivajos, que tragué como si fuera néctar.
-¿Te portaras bien mientras mami no está? – Preguntó con aquella voz que me infantilizaba e humillaba. Asentí y ella volvió a sonreírme y escupirme. –Mi zorrita virgen es muy obediente. – Me acarició el rostro antes de separar las piernas, apoyándose en el mármol del lavabo. La espesa mata de negro y ensortijado vello negro que cubría su sexo brillaba de excitación. Me cogió del pelo, que yo llevaba largo, y me tiró hacia su vagina, restregándome contra ella. Yo empecé a lamer con la habilidad y fruición habitual. Mi lengua recorría su sexo, sin importarme la cantidad de pelo, decidida a arrancarle a mamá todo el placer posible. Su fogosidad, sumada a la habilidad que yo había adquirido en aquel menester, hizo el resto y en apenas unos minutos se corrió en mi boca. Sus fluidos llenaron mi lengua y mis fosas nasales.
-Mi zorrita. -Suspiró, empujando mi cabeza fuera de su entrepierna. Me acarició la mejilla con un tierno gesto, se inclinó sobre mí y me besó suavemente los labios antes de volver a escupir dentro de mi boca ligeramente entreabierta.
Salió del baño y yo la seguí, de rodillas. Mamá me había hecho preparar su ropa y ponerla encima de la cama. Me tendió unas braguitas de encaje azules y yo se las puse, tapando su coño peludo. Me obligaba a vestirla, sabiendo que sería otra persona la que disfrutaría de desnudarla y tomarla. Otra humillación a la que me sometía mi madre, otro de sus crueles juegos psicológicos que me recordaban que yo solo era una “zorrita virgen”, sin más voluntad que la de complacerla en cualquiera de sus caprichos. Seguí la tarea de vestirla por las medias, de color negro, deslizando mis manos por sus generosos muslos. Finalmente me dejó poner de pie para abrocharle el sujetador, que era a juego con las braguitas. Sus enormes pechos desbordaban la prenda. Terminé de ayudarla a vestir con una blusa azul, una falda negra y unos zapatos de tacón alto, que besé después de ponerlos. Finalmente me obligó a ponerle las joyas, unos pendientes y un collar y a rociarla de un excitante perfume.
Normalmente mamá me dejaba alguna tarea que hacer durante sus salidas, esta noche, pero, quería que yo solamente pensara en su cita y en ella. Por eso me ató a su cama, con las manos detrás de la espalda y los tobillos también sujetos.
-Adiós zorrita. –Me besó en los labios antes de irse y dejarme a oscuras y a solas con mis celos, mi frustración y mi terrible calentón.
(…)
Durante las horas que estuvo fuera conseguí conciliar un sueño agitado e incómodo por cómo estaba atada. Finalmente llegó y me despertó. Llevaba la misma ropa, aunque se notaba que se había vestido de nuevo porque la blusa estaba algo arrugada, la falda mal puesta,.... Se acercó a mí para besarme tiernamente en los labios. Olía a sudor, a perfume, a vino, a sexo,…
-¿Mi zorrita estaba dormida? –Se burló de mí por despertarme. Se quitó los zapatos mientras de su bolso sacaba lo que parecía un pen drive. Preparó un ordenador portátil mientras me daba explicaciones. – He pensado que te gustaría saber a lo que me dedico cuando salgo, lo bien que se lo pasa mamá. –Desatándome solo las piernas me levantó el torso y se sentó detrás de mí, con mi espalda pegada a su pecho. Me separó un poco las piernas y dejó el ordenador en la cama, donde yo podía ver perfectamente la pantalla. Colocó el pen drive y seleccionó un archivo de video. La imagen, a pantalla completa, mostraba una habitación de hotel con una cama en el centro, con mamá, de momento sola, en medio de la imagen.
-Verás lo guarra que también es mami,… - Me susurró al oído. Sus dedos empezaron a acariciarme el torso desnudo, a hacerme sugerentes cosquillas con sus uñas en los muslos, a pellizcarme suavemente los pezones. Gruñí de placer y de dolor al sentir como mi polla empezaba a crecer, colmando el dispositivo de castidad y clavándose en el metal. Me besó el cuello y me mordió el lóbulo de la oreja. De repente, en la imagen aparecieron tres hombres. –Mami es tan zorra que no tiene suficiente con una polla y necesita tres. – En la pantalla pude ver como mamá se relamía antes de acercarse a uno de los hombres y empezaba a besarlo. Otro de los desconocidos se colocó detrás de ella y colocó las manos en sus muslos, subiéndole la falda y sobándole el culo. El tercer hombre también le amasaba los pechos.
La mano de mamá se deslizó por mi cuerpo y agarró mi pene por encima de la jaula de castidad y la zarandeó. En aquel momento si mi polla no hubiera estado constreñida por el metal hubiera estado completamente empalmada. Mi atención se volvió de nuevo hacia la pantalla del ordenador.
Los tres desconocidos le habían quitado ya la falda y la blusa a mamá. Ella, solo con su preciosa lencería, se arrodilló delante de uno de los hombres mientras que con las manos frotaba los paquetes de los otros. Los desconocidos no tardaron en sacar sus falos, grandes y duros y mamá empezó con su festín. Se tragó la primera polla mientras agarraba las otras dos y las pajeaba con sendas manos. Más celos, más envidia y otros sentimientos encontrados se apoderaron de mi ánimo. Las imágenes del video mostraban como los hombres habían terminado de desnudarse y la boca de mamá pasaba de un pene a otro.
-No sabes lo ricas que estaban estas pollas. – Siguió susurrándome al oído. Me obligó a girar la cara con sus dedos de hierro y su lengua se introdujo en mi boca en un pasional beso. Al terminar, me sonrió cruelmente. – Que sepas que no me he limpiado la boca… - Ahogué una arcada de asco, pensando y viendo donde habían estado los labios de mamá. Mi mente se volvió loca e incluso empecé a percibir, no sé si era una sensación real o una mala pasada de mi cabeza, un olor a pene en el aliento de mamá. – De hecho no me he duchado,… vas a ser tu quien me limpie de aquí a un rato.
Intenté olvidarme de sus palabras y volví la atención al ordenador. Uno de los hombres había levantado a mamá y le había quitado el sujetador. Las enormes tetas quedaron cubiertas por un borrón de manos que las tocaban y estrujaban. Mis ojos dejaron de prestar atención a la pantalla cuando percibí que mamá se quitaba la cadena del cuello, donde guardaba la llave de mi dispositivo de castidad. Con rápidos movimientos me quitó la jaula. Como casi siempre, mi pene creció en unos segundos al verse libre y se empalmó completamente.
-Veo que te gusta ver como mami folla con desconocidos. – Me dijo agarrándome el pene y masturbándolo suavemente. –Pervertido. – Añadió divertida. Las imágenes seguían mostrando a mamá, de rodillas, tragándose una polla detrás de otra. A pesar de mi erección, más bien producida por las caricias de mamá, yo odiaba aquellas imágenes. En el fondo la quería solo para mí y ella ni siquiera me follaba, solo me usaba para darle placer con la lengua y de vez en cuando me dejaba correr para que no me volviera loco. Ella siguió con sus humillantes palabras. – Mira como chupo,… y ahora van a empezar a follarme.
Uno de los hombres se había colocado detrás de mamá y le había quitado las bragas, dejándola desnuda excepto por las medias. Las imágenes mostraban a dos de los hombres tumbados en la cama disfrutando de la boca y manos de mamá mientras el tercero se acomodaba detrás de ella. Encaró su falo y se lo clavó de un solo golpe. Los altavoces del ordenador se llenaron de los gritos y jadeos. El cuerpo de ella se agitaba por la salvaje follada, sus pechos se bamboleaban y las carnes de sus muslos temblaban.
-Mira como goza mami. – Siguió susurrándome mientras no paraba de pajearme. Su mano se movía rítmicamente, pero sabiendo mi estado después de 13 días sin corridas, espaciaba sus movimientos para evitar que yo me fuera antes de hora, y lo que era peor, sin su permiso. – Somos casi igual de zorras. –Continuó con un tono de burlona diversión.
Las imágenes fueron avanzando y esta vez mamá cabalgaba uno de los desconocidos mientras seguía alternando su boca entre las otras dos pollas. Si antes sus pechos se habían agitado, ahora botaban sin parar arriba y abajo. He de reconocer que era todo un espectáculo ver follar a mamá. Pude ver como uno de los hombres se ponía detrás y le levantaba las nalgas, empezando a hurgar con un dedo su agujero del culo. No tardó en tenerlo dilatado pues el hombre substituyó el dedo por su gran falo. La penetro analmente y ahora mamá tenía los tres agujeros de su cuerpo con una polla: boca, culo y coño. A través de las imagines podía ver su cara deformada por el placer. No me había engañado cuando me había dicho que se lo había pasado muy bien. 
El video duró una hora y mamá estuvo todo el tiempo tocando mis genitales, provocándome con sus comentarios, hirientes y humillantes y besando de vez en cuando mis labios. Pude ver como aquella magnifica hembra que era mi madre era sodomizada y follada en todo tipo de posturas, como ella chupaba insaciable,… como yo ya les he dicho era un espectáculo digno de admirar. A pesar de eso yo no podía estar más celoso, ansioso, frustrado, cabreado,… mi cabeza se repetía una y otra vez la injusticia que era que ella se comportara así con otros hombres y conmigo se era tan avara en sus atenciones. El espectáculo fue acabando y cada uno de los hombres se corrió en uno de los orificios de mamá: uno en la boca, uno en el coño y el último en el culo.
Por fin la pantalla del ordenador, al terminar la grabación, se volvió negra. Mamá me desató y me ayudó a levantar para recuperar la circulación en mis articulaciones. Era incapaz de mirarla a los ojos, pues temía que ella leyera en mi agitada alma. Eso no pareció importarle y agarró mi cara para obligarme a mirarla.
-¿No te ha gustado el video de mami? – Cogió mis testículos, cerrando sus dedos en torno a ellos y provocando una punzada de dolor. Mi polla, que seguía dura, se agitó al aire. – Parece que a ti no te ha gustado, pero a la pollita virgen sí. – Dijo señalando mi erección. Siguió burlándose. – Creía que ya habrías aceptado que solo eres una zorra y aun así aún te pones celoso.
-Yo solo quiero que me folles… que me desvirgues de una vez. – Me sinceré con los ojos llenos de lágrimas tanto por la humillación como por el dolor de mis machacados huevos.
-Pero eres mi zorrita virgen y mami aún no quiere desvirgarte. –Liberó un poco mis testículos. -Tienes que ser mucho más obediente,…
-Siempre hago todo lo que me pides. – Repliqué. Era cierto, pues yo me sometía a cualquier capricho, humillación, deseo,… que tuviera en mente mi progenitora.
-Si eres tan buena ahora ayudarás a mami… - Dijo con una de sus crueles sonrisas. – A mami aún le huele la boca, el culo y el coño a lefa y polla de desconocido… y quiero que huelan a la boquita de mi zorrita. – Pensé en el asco y vergüenza que me producía aquello que me estaba pidiendo, pero una cosa estaba clara: yo era suyo, su puta y zorra y negarse no entraba dentro de la ecuación. Asentí, llorando. Me soltó y ambos nos recostamos en la cama. Fue mamá la que volvió a besarme y esta vez, tímidamente y ahogando todo mi asco, respondí con mi lengua. Poco a poco nuestras bocas fueron entrelazándose en una pasional danza que duró varios minutos. Fue mamá la que se separó. – Desnúdame. – Susurró sensualmente en mi oído.
Yo la había vestido para su cita y ahora, después de esta, iba desnudarla. Igual que le había abrochado la blusa ahora se la estaba desabrochando, para dejar a la vista su busto, con los pechos rebosando el sujetador. Terminé de quitarle la blusa y entonces mamá me cogió las manos para llevarlas hasta sus tetas. Pude palpar aquellos dos globos de carne por encima del sujetador. La tela me molestaba y como mamá me había pedido que la desnudara alargué mis brazos y dedos rápidos desabroché la prenda. Delante de mí sus dos grandes tetas se balancearon suavemente y no pude contenerme. Mis labios se cerraron entorno a uno de los pezones, ignorando que por aquel mismo botón habían pasado los labios de otros hombres. Se endureció mientras yo le daba profundos lametones.
-Si mi niño… chúpale las tetas a mami. – Mi lengua recorrió ambos senos. Mis labios mamaron de sus pezones. Deslizándome por la cama reseguí su vientre y su ombligo y me quedé de rodillas en el suelo. Ella se quedó sentada y me ayudó a quitarle la falda. Se quedó con las braguitas azules y las medias negras. Al tenerme de rodillas levantó la pierna y puso su pie en mi boca. Empujó, adentrándose más. Me ahogué un poco por el olor a sudor… no me malinterpreten, era el aroma de mi madre y por lo tanto era embriagador. Mi boca estaba llena de sus dedos cubiertos de seda. –Así me gusta zorrita virgen… se buena para mami y quítame la media. – Mis dedos se colaron entre la piel y la tela y tiré con delicadeza. Mamá me quitó la media de la mano y haciendo un ovillo con ella, me la puso en la boca. – Ahora la otra. – Quité la otra media y otra vez mamá me la quitó de la mano, aunque esta vez la estiró bien. La usó para atar mi pene con fuerza con uno de los extremos. Se acomodó mejor en la cama y empezó a tirar del otro extremo de la prenda, tirando también mi pene. La seda aprisionaba dulcemente mi sexo en esa extasiante mezcla de dolor y placer.
Mordí la media que tenía en la boca con fuerza, intentando contenerme. Mamá había estado casi una hora masturbándome mientras veíamos el video y yo llevaba más de 13 días en castidad, por lo que sentía mi pene a punto de estallar. Mamá lo vio y soltó la media. No quería que me corriera. Me quitó la media de la boca y se inclinó sobre mi oído.
-Ahora las braguitas, con la boca. – Se levantó de la cama y dio un paso para acercarse a mí. Mordí la tela de las braguitas y con la cabeza bajé la prenda unos centímetros. Repetí la operación hasta que finalmente las braguitas se deslizaron por los muslos y las piernas. Mamá se sentó en el borde de la cama separando las piernas y me señaló su mata peluda. En aquel momento recordé como uno de los desconocidos se había corrido dentro de aquella vagina y como mamá me había confirmado que no se había limpiado después del sexo.
-Yo… -Dudé unos instantes pero ella disipó todos mis pensamientos con una sonora bofetada que casi me tira al suelo.
-¿Le da asco a mi zorrita que se me hayan corrido en el coño? Mami quiere que lo lamas bien… vamos. – Tragué saliva y acerque mis labios a su vagina. Si allí había el semen reseco del desconocido no lo percibí, aunque mi cabeza no dejaba de imaginar el olor y los restos de lefa cuando mi lengua penetró su rajita y la recorrió entera. –Si mi niño… - Gimió. - … limpia bien el coño de mami. –Ahogando todo el asco seguí chupando y lamiendo. El intenso aroma de los flujos de mamá inundó mis fosas nasales.
Me apartó del interior de sus muslos tirándome del pelo y con una perversa sonrisa dibujada en su rostro. Mi pene seguía atado por la media y tiró de ella de nuevo, provocando otra vez dolor y placer a partes iguales.
-Ahora vas a comerme el culito. - Mamá soltó la media y se levantó de la cama, colocándose de pie dándome la espalda, en concreto sus posaderas quedaban a la altura de mi cara. – Vamos… a que esperas. –Separó sus nalgas con la mano y yo hundí mi rostro en aquel surco de carne. Mi lengua recorrió toda la raja hasta y llegó hasta el ano. Otra vez mi mente empezó a recrear la imagen del desconocido corriéndose en el culo de mamá y empecé a imaginar aromas, restos,… Pero seguía besando su ano, introduciendo mi lengua en él como si aquello no me importara. –Así me gusta zorrita, limpia las corridas de desconocidos del culo de mami… - Repitió mientras yo me hundía más y más en su ano.
Después de unos minutos de intenso y profundo beso negro mamá pareció satisfecha. Se tumbó en la cama con las piernas bien abiertas. Me obligó a ponerme de rodillas enfrente de ella, con mi polla a punta de reventar rozando su vello púbico. Desató la media que aún constreñía mi falo. En aquel momento supe que por fin mamá me dejaría tener un orgasmo. Una de sus prácticas preferidas era hacerme derramar todo el esperma en su coño peludo para que después yo lo limpiara con la boca.
-Mami va a dejar que su zorrita se corra.- Dijo sensualmente mientras alargaba sus brazos para agarrar el pene. -¿No estas contenta zorrita?
Gracias… mami… -Jadeé, pues ella ya me masturbaba, esta vez sin sutilezas ni suavidad. Quería que me corriera sin ninguna duda. Me pajeaba, restregando mi falo contra su vagina. Podía sentir las cosquillas de su vello púbico y la calidez y humedad que emanaba de su interior. Como pueden suponer no pude aguantar mucho rato y por fin, después de trece de días, gocé de un intenso orgasmo. La cantidad de lefa que durante aquel tiempo habían acumulado mis testículos era espectacular y mi glande escupió espesos chorros que se estrellaron no solo en el pubis de mamá, sino que salieron disparados hacia su vientre e incluso sus pechos se vieron salpicados. Quedé exhausto, con mi mente sumida en un caos de sensaciones. Mamá dejó unos instantes para que me recuperara. Sin que yo necesitara que me ordenara nada me abalancé sobre su cuerpo. Lamí primero los restos de mi corrida que habían salpicado sus grandes pechos y su vientre para finalmente llegar a su sexo. Allí, entre su ensortijado vello negro, había espesos grumos blancos. Los tragué sin pensarlo demasiado para poder concentrarme en lo realmente importante: el placer de mamá.
-Si mi niñito virgen… mi zorrita… - Jadeó mientras mi lengua y labios jugueteaban con su clítoris. Lamí y chupé mientras mamá seguía gimiendo. – Si… mi zorrita… mi comecoños… - No fue difícil y no tuve que esmerarme demasiado para que mamá arqueara las caderas en un clímax final. Disfrutó de su orgasmo restregando mi cara por su sexo.
Nos duchamos juntos y después de secarme con cuidado mamá volvió a encerrarme en la jaula de castidad. Dio un beso al metal del dispositivo de manera divertida y colgó la cadena con la llave en el cuello. Cuando encerró mi pene no pude evitar pensar en que no sabía cuantos días tardaría en poder gozar de un nuevo orgasmo.
Continuará…

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