La MILF más Deseada [07] - Parte 1.

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La MILF más Deseada [07] - Parte 1.





Capítulo 7.

-1-

Diana estaba acostada en su cama, mirando el cielo raso, con la esperanza de que ésto le ayudase a dejar la mente en blanco. Pero era imposible. Las imágenes y el recuerdo de las sensaciones la invadían constantemente. Aún no podía creer que hubiera tenido el pene de su propio hijo dentro de la boca. Eso era algo que ninguna madre debía hacer. ¿Qué pasaría dentro de muchos años, cuando Julián ya estuviera casado y con familia propia? Ya se podía imaginar a ella misma diciéndole “Espero que tengas una familia normal, y no hagas como yo. ¿Te acordás de la vez que me metiste la pija en la boca? ¿O de cómo me tocaste la concha? Ah, por supuesto, no te olvides de las veces que me llenaste de leche”. Aunque, sin duda, para Diana era mucho peor el haber tenido el pene dentro de la boca, a lo del semen lo veía como algo muy sexual; pero más indirecto. En cambio la sensación que le produjo sentir la dura verga de su hijo entrando en su boca, eso ya era mucho más directo. La dejaba aún más intranquila. 
Después de la sesión de fotos ella ni siquiera pudo masturbarse. La calentura que acumuló se desvaneció en cuanto estuvo sola en su cuarto, y su cabeza se llenó de preguntas. 
No quería tener que repetir esa situación nunca más en la vida; pero sabía que se estaba engañando a sí misma. Seguramente debería hacerlo, por lo menos una o dos veces más. No porque ella quisiera, sino porque la empresa alemana que compraba sus fotos se lo exigiría. No podía darse el lujo de perder esa buena fuente de ingresos. Nunca antes había ganado tanto dinero, especialmente por un trabajo que consumiera tan poco tiempo de su vida. Después de cada sesión de fotos, se podía pasar días enteros sin hacer nada. Pero eso, en lugar de deprimirla, la hacía feliz. Estaba dedicando el tiempo para ponerse al día con series y películas que tenía pendientes. Y a leer algunos de los libros que había comprado años atrás, pero que nunca había leído, ya fuera por falta de tiempo o de ganas. Estos entretenimientos la ayudaban a mantener la cabeza despejada.  Pero ahora mismo no estaban haciendo efecto. Necesitaba algo más fuerte para olvidarse de la situación, y no se le ocurría nada. No quería recurrir al whisky, ya que en los últimos días estuvo tomando un poquito más de la cuenta. Tampoco quería recurrir a medicamentos o calmantes. Odiaba que sus amigas tuvieran la tendencia a abusar de las pastillas, y se volvieran dependientes de ellas; no quería que le ocurriera lo mismo.
Estaba la opción de masturbarse, pero la táctica de “apagar fuego con fuego” no le había resultado. En cuanto empezaba a acariciar su concha, los recuerdos del pene de su hijo se volvían todavía más intensos. 
Habían pasado dos días desde que posó para las fotos con la verga de su hijo en la boca. Se preguntó si las imágenes habían salido bien, si formarían un buen pack, para enviarle a la empresa alemana. Hasta ese momento no se le ocurrió pensar en eso, pero ahora lo entendía. Lo mejor era tomárselo de la forma más profesional posible. Sus preocupaciones debían quedar en un segundo plano, ahora lo más importante era que las fotos hubieran salido bien. 
Se vistió de forma sencilla, pero ocultando muy bien su anatomía, y se dirigió al cuarto de su hijo. Como la puerta estaba cerrada, golpeó. 
—Julián, soy yo ¿Puedo pasar?
—Sí, mamá… pasá. 
Abrió la puerta y vio que su hijo estaba sentado frente a la computadora, mirando fotos pornográficas. En realidad no las estaba mirando, sino que las estaba editando, y esas fotos eran las que habían sacado durante la última sesión. Diana recordó algo bueno que había ocurrido esa misma mañana, hizo un esfuerzo por sonreír y dijo:
—Quería avisarte que ya nos llegó un nuevo pago, por las últimas fotos que mandaste. Fue mejor de lo que esperábamos.
—¡Buenísimo! Así vale la pena el esfuerzo. —Exclamó Julián, con una gran sonrisa.
—Sí… hablando de esfuerzo, ¿cómo van quedando esas fotos? 
Se acercó a la computadora y en la pantalla se vio a ella misma, pálida y aterrada, con una verga apenas metida dentro de su boca.
—Bien, va bien, —dijo Julián—. Les estoy dando unos últimos retoques a las fotos...
—¿Te parece que va bien? —Ella sintió que su estado de ánimo caía al piso—. Es horrible, Julián.
—¿La foto?
—Sí… es espantosa… o sea, no lo digo por vos... seguramente hiciste un gran trabajo. Lo digo por mí. Parece que me estuvieran torturando. ¿En todas las fotos tengo esa cara?
—Bueno… más o menos…
—¿Qué? No puede ser… ¿Tan mal salieron las fotos?
—No salieron mal…
—A ver, mostrame las demás.
Su hijo obedeció, entró en la carpeta en la que tenía todas las fotografías de la última sesión y abrió la primera. Una a una las fue pasando. Diana se fue sintiendo cada vez peor con cada una de las imágenes, ella tenía esa cara de víctima de tortura en todas y cada una. Pero también le llamó la atención encontrar varias fotos fuera de foco.
—¡Ay, no, me quiero morir! —Exclamó la rubia—. Parecen fotos sacadas de una película de terror.
—Perdón, mamá, es que varias salieron movidas…
—Sí, no sé por qué te pasó eso, ¿siempre te salen tantas fotos fuera de foco?
—No, normalmente no…
—¿Normalmente? ¿Y qué pasó para que esto no fuera una situación normal? ¿Te pusiste nervioso?
—Puede ser, un poco; pero en realidad… —no se atrevió a continuar con la oración.
—En realidad… ¿qué? ¿Qué pasó Julián?
—Nada, dejá… no te hagas drama, tenemos varias fotos que salieron bien enfocadas, nos las vamos a arreglar con esas.
—No, porque son horribles —Diana se sentó en el borde de la cama de su hijo—. Julián, mírame… sé que no lo hice bien. Como actriz me voy a morir de hambre. Mi cara no puede ser más espantosa, parezco la víctima de una película de terror.
—No está tan mal.
—¿No está tan mal? ¿A vos te parece que la gente va a querer pagar para ver eso? Sinceramente yo me sentiría estafada, si alguien me cobrara, y de pronto me encontrara con esas fotos. Pediría que me devolvieran el dinero. Si la gente paga por nuestras fotos es porque éstas tienen buena calidad, la agencia nos sacaría a patadas si les enviamos esa porquería… y no te ofendas, no digo que sean una porquería porque vos lo hayas hecho mal, sé que la culpable soy yo. 
—Si yo lo hubiera hecho mejor, no hubieran salido tantas fotos fuera de foco.
—No, Julián… por lo que dijiste sé que eso tampoco fue tu culpa. ¿Qué fue lo que pasó? Decime. 
—No quiero que te sientas mal.
—Ya me siento mal. Esto es un problema técnico, y tenemos que resolverlo. Decime, Julián. ¿Qué fue lo que hice mal? Aparte de tener cara de sufrida.
—Bueno… lo que pasó es que no me diste mucho tiempo para sacar las fotos —ella lo miró en silencio—. A veces el lente necesita tiempo para enfocar bien, o el que necesita tiempo soy yo, para encontrar el ángulo apropiado. Vos estabas tan preocupada por terminar rápido, que apenas te acercabas a mi verga, ya te tirabas para atrás. Y bueno, después está el asunto de tu cara. Sos hermosa, mamá, tenés una cara tan linda que volverías loco a cualquier hombre heterosexual; pero estabas tan preocupada que eso se vio claramente reflejado en las fotos.
Julián notó una lágrima cayendo por la mejilla derecha de su madre, y justo antes de que ésta llegara al mentón, el aluvión de lágrimas comenzó.
—Eh… no llores, mamá… no llores.
—¿Cómo querés que no llore? —Diana ocultó el rostro detrás de sus manos—. Hice todo mal… todo para la mierda. No sirvo para esto. Así nos vamos a quedar sin trabajo… los de la agencia no nos van a pagar más. 
—Vos te pusiste nerviosa porque el modelo era yo, que soy tu hijo… es comprensible. La próxima vez vamos a contratar un modelo.
—No, eso nos dejaría con menos ganancias… así estamos bien económicamente, pero si empezamos a perder dinero contratando modelos, entonces se nos va a complicar la cosa. Decime, Julián. ¿Qué es lo que tengo que hacer para que las fotos salgan bien? Ya me lo imagino… pero prefiero escucharlo de vos.
—Bueno… primero deberías intentar verte más alegre… más erótica, como si realmente estuvieras disfrutando lo que hacés —ella asintió con la cabeza—. Al final de la sesión te noté mucho más decidida, te iba a pedir de seguir con las fotos, pero te fuiste a dormir.
Diana se lamentó aún más porque ella se creía muy valiente al decir barbaridades sexualmente explícitas ante Julián, pero cuando se trataba de pasar a la acción (aunque fuera una acción fingida) se asustaba, y quedaba indefensa, como una niña.
—Sí, yo también me di cuenta de eso —dijo la rubia—. Ese hubiera sido el mejor momento para seguir... pero no te creas que soy tan valiente... muchas de esas cosas las digo sin pensarlas; me salen en el momento... y después me arrepiento, y me echo para atrás.
—Ya lo sé, mamá. Por eso no le doy mucha importancia a las cosas que decís cuando estás caliente. Es como si te transformaras en otra persona.
—Eso es muy cierto, lo noté más de una vez, no sé por qué será... pero siempre imaginé que se debe a que siempre me reprimo mucho. Casi nunca tengo oportunidad de dejar salir mi sexualidad, porque la gente me critica y me trata de puta.
—Por eso la dejás salir toda junta, cuando tenés la oportunidad.
—Sí, y te pido perdón, vos no tendrías que escuchar a tu madre diciendo semejantes barbaridades. 
—A mí no me molestan, para nada. Solo me pone mal saber que después te arrepentís de lo que dijiste. No tendrías que arrepentirte.
—¿Te parece que no? ¿Acaso me debería sentir bien por decirle semejantes cosas a mi propio hijo?
—Vos dijiste que estábamos desarrollando una relación de máxima confianza. Que esas cosas que decís sean parte de esa confianza, yo sé que necesitás decirlas, y ahora lo comprendo mejor. Necesitás tener un momento para dejar salir tu sexualidad sin que nadie te juzgue o te presione. A mí no me molesta, al contrario. Así que no tengas miedo, sé que son sólo palabras, y no me las tomo demasiado en serio. 
—Bueno, un poco de verdad hay en lo que digo.
—¿Como qué? —Quiso saber Julián.
—Como cuando digo que me siento halagada de que te hagas la paja mirando mis fotos. Al principio me molestaba que lo hicieras, pero empecé a verlo de otra manera. Sé que sos mi hijo... pero que se yo, no puedo evitar sentirme orgullosa y hermosa si sé que te pajeaste mirando mis fotos. Me está gustando mucho esto de saber que hay gente que se pajea al verme... es algo que necesitaba desde hace mucho tiempo, necesito sentirme admirada. Podrá parecerte narcisista, pero el la verdad...
—Te entiendo, mamá. A vos nunca te dejaron disfrutar de tu belleza sin presiones. Con esto de las fotos eróticas pudiste experimentar eso. Me parece bárbaro que te sientas así...
—Gracias por entender, además... por acá no hay otra persona con la que pueda tener un intercambio más directo, por eso es que termino diciéndote a vos esas barbaridades. 
—Y ya te dije que a mí no me molesta, vos decí lo que quieras, yo no te voy a juzgar... más miedo me daba que vos me juzgaras por hacerme la paja mirando tus fotos; pero si sé que tengo tu permiso, lo hago con mucha más tranquilidad —esto provocó una sonrisa en Diana.
—Ya me estoy poniendo cachonda, de sólo imaginarlo... pero aclaro que no es que me caliente con mi hijo... es...
—Es porque sabés que alguien se calienta con tus fotos, ya lo aclaraste, no hace falta que te justifiques tanto.
—Ni vos tampoco tenés que justificarte al hacerlo. Si te calentás mirando mi concha, entonces sacá la pija y pajeate todo lo que quieras. Sin darle más vueltas al asunto. Y a mí me calienta mostrarme, así que si un día me querés ver desnuda, solamente pedimelo... o también me podría poner alguno de los conjuntos que mandaron.
—Mmmm, me agradaría que a veces te los pusieras, sin previo aviso.
—¿De verdad? ¡Genial entonces! Porque yo estaba buscando alguna excusa para poder usarlos, me encanta cómo me quedan. 
—Usalos todo lo que quieras, acá siempre estamos nosotros dos solos. Si yo fuera vos andaría todo el día en tetas.
—Puede que lo haga, ya veremos —le guiñó un ojo a su hijo—. Decime, Julián: ¿Hay alguna otra cosa que pueda hacer para mejorar las fotos de la última sesión?
—Mmm... sí. Tendrías que darme más tiempo para sacarlas.
—Es decir que…
—Es decir que tendrías que tener la verga en la boca por más tiempo. Sé que eso no te agrada nada, pero no hay otra alternativa. 
—Está bien, voy a intentar mentalizarme lo mejor que pueda. Aunque me tenga que mentir a mí misma. 
—Igual no hace falta que lo hagas ahora mismo. Tenemos tiempo, porque todavía nos quedan varias fotos por mandar. Además podríamos seguir con las sesiones que veníamos haciendo, esas siguen redituando beneficios. La intención es variar, no eliminar lo que ya veníamos haciendo.
—Bien. Bueno, hoy no estoy de ánimos para sacarme fotos en pelotas, me voy a tomar un día… o dos… después yo te aviso.
—Dale, tomate tu tiempo. 
—Sí… y borrá esas fotos de mierda, no las quiero ver nunca más en la vida. Después haremos mejores fotos, te lo prometo.
—Pero yo quería...
—Ahh qué boluda... vos querías verlas... picarón —volvió a guiñarle un ojo—. Bueno, si te sirven para eso, entonces dejalas... pero no las mandes. 

-2-

Las sesiones de fotos se vieron interrumpidas durante tres días consecutivos, luego hicieron una nueva en la que Diana vistió la ropa interior celeste. Fueron fotos tan técnicas y tan ensayadas que terminaron luego de pocos minutos, y a Julián ni siquiera se le paró la verga. Tampoco es que tuviera demasiados motivos para tener una erección, ya que su madre no se quitó nada de la ropa, y no utilizó demasiadas poses sugerentes. No era necesario hacerlo, ya que las fotos se usarían para las galerías de imágenes que estaban abiertas a todo el público, no iban a formar parte de la galería “Premium”.
Un par de horas después de esa sesión, Diana fue en busca de su hijo. Julián se encontraba editando las fotos, con la puerta de su cuarto entreabierta. Ella espió sigilosamente, ya que creyó que lo sorprendería masturbándose; pero no fue así. Él ni siquiera tenía una erección, estaba editando las fotos tranquilamente mientras de fondo sonaba alguna canción de rock que Diana no reconoció. 
—Julián, soy yo —se anunció mientras abría la puerta.
—Sí, pasá… 
—Te quería decir que estuve pensando mucho en este asunto de las fotos… ya sabés a cuáles me refiero —él asintió con la cabeza—. Bien, necesito que me hagas un favor… porque quiero probar algo. No sé si va a funcionar, pero al menos lo quiero probar.
—¿Qué favor?
—Sacate el pantalón… y sentate en la cama —él la miró confundido—. Escuchaste bien, necesito que te saques el pantalón. ¿O me vas a decir que ahora te da vergüenza?
—Eh… no… ¿pero qué querés probar?
—Ya vas a ver.
Él no puso ninguna objeción, se quitó el pantalón y el calzoncillo, quedando completamente desnudo de la cintura para abajo, luego se sentó en el borde de su cama. Diana se le acercó y se detuvo justo frente a él, a continuación se puso de rodillas. Julián abrió mucho los ojos.
—¿Vas a…? —comenzó a preguntar él.
—Esperá… no digas nada. Para que esto funcione necesito que te quedes en silencio —ella miraba fijamente el flácido pene de su hijo, el cual estaba a pocos centímetros de su cara—. Si quiero perderle el miedo a esto, entonces no me queda otra que acostumbrarme a la sensación…
—¿Tengo que traer la cámara?
—No, no… nada de cámaras, hasta próximo aviso. De momento vamos a hacer pruebas, yo te voy a avisar cuando esté lista para sacar más fotos. Ahora cerrá la boca… veamos si esto sirve para algo. 
Julián se quedó en absoluto silencio mientras su madre continuaba mirando fijamente su verga. Luego de unos interminables segundos, ella echó su cabeza para atrás, cerró los ojos y suspiró. Al volver a abrir los ojos, acercó su cabeza a la verga, inclinándola de forma tal que el glande quedara justo sobre su boca.
Entreabrió un poco la boca y permitió que la punta del pene se posara suavemente en sus labios. Pudo notar la tibieza y se sintió tentada a retroceder, pero no lo hizo. «Vos podés, Diana, vos podés», se repitió mentalmente. 
Abrió un poco más su boca y esta vez el flácido pene se fue introduciendo en ella. Pudo sentir la suavidad del prepucio al hacer contacto con su lengua. Un instante después ya tuvo todo el pene de su hijo dentro de la boca. Cerró los ojos, como si se estuviera concentrando mucho en la tarea, y apretó los labios. La verga comenzó a dar leves sacudidas en el interior de su boca, y ella no podía evitar tocarla con la lengua, sin importar hacia dónde la moviera. El corazón se le aceleró cuando los segundos comenzaron a pasar. El vello púbico de su hijo le hacía cosquillas justo debajo de la nariz, y podía sentir la acumulación de saliva dentro de su boca; sin embargo no retrocedió. 
La verga comenzó a ponerse dura y Diana se percató de esto y se puso aún más incómoda, ya que a ella le fascinaba sentir cómo una verga se ponía dura dentro de su boca; pero no podía permitirse eso tratándose de la verga de su hijo.
No esperó hasta que el pene estuviera duro del todo, se retiró antes; pero lo hizo lentamente, dejando sus labios apretados en torno a la verga.
—Uf… eso fue raro… raro, raro, raro… —dijo ella, al mismo tiempo que se sentaba en la silla en la que antes había estado su hijo.
—¿Funcionó? 
—No sé… pero al menos lo soporté durante un ratito. Es un avance. Quería probarlo mientras estuviera flácido, me imaginé que tal vez de esa manera me resultaría menos impactante.
—¿Y fue así?
—No, para nada. Creo que fue incluso más impactante… porque se te empezó a parar.
—Perdón, yo no…
—¡Ay, sonso! ¿Cómo te voy a recriminar por eso? O sea, tenías la verga dentro de una boca… fuera la mía o no, era obvio que se te iba a parar en algún momento. El problema es que a mí me gusta mucho cómo se siente eso… y no está bien.
—¿Por qué no?
—Porque sos mi hijo, Julián.
—¿Y eso qué tiene que ver? —ella lo miró confundida—. A ver, mamá… ¿qué te dije yo más de una vez? Las fotos son actuadas, sí… pero a veces viene bien un pequeño aporte de realismo, por mínimo que sea. Soy tu hijo, pero no te olvides que además soy tu fotógrafo y, por lo visto, también voy a ser el modelo que te acompaña en esas fotos. No me parece tan descabellado que puedas separar un poquito nuestra vida cotidiana del trabajo, y que te lo tomes con un poco más de soltura… como lo hiciste cuando te masturbaste, y yo te sacaba fotos. Esas fotos salieron fantásticas, porque vos la estabas pasando bien... o como lo hacés al decirme cosas estando caliente. Es obvio que estar excitada te ayuda a soltarte y a perder la vergüenza.
—Sí, y por cómo terminó la cosa… se ve que vos también te la pasaste muy bien en aquella sesión.
—Sí, no te lo voy a negar. ¿Te parece muy loco lo que estoy diciendo?
—La verdad, no. Tiene sentido. No puedo negar que cuando estoy… excitada, me suelto mucho más. Hago cosas que estando “fría” no haría… incluso digo cosas que normalmente no diría…  eso ya lo comprobaste. También te ayuda a vos... te noto más suelto cuando ya la tenés bien dura.
—Emm… sí, eso es cierto.
—Sonso, no te pongas así. Después de todo, tenés razón. Cuando nos sube la calentura hacemos mejores fotos. Eso es innegable. Ahora que lo pienso, cuando hicimos las fotos con tu verga en mi boca… yo estaba algo acalorada, por el whisky más que nada… pero esa calentura no era nada en comparación a la que tenía la vez que me hice la paja… ni de cerca.
—Y tal vez ese fue el principal error… intentaste hacer estas fotos tan difíciles estando “fría”. 
—Sí, puede ser. 
—En definitiva… durante la sesión de fotos, si te gusta un poquito lo que hacés, entonces no tiene nada de malo. Al contrario, puede ser favorable para el producto final.
—Dicho de esa manera suena mejor. No suena tan descabellado como que me caliente al tener la verga de mi hijo en mi boca.
—Lo dijiste vos, no yo… pero ya hablamos de este tema, cuando permitiste que yo use tus fotos para tocarme… la clave está en que yo no pienso en vos —no estaba seguro de cuán cierta era esa afirmación.
—Claro, pensás en tu profesora de matemáticas.
—De biología.
—¿No era de estadística? —preguntó Diana, levantando una ceja.
—Em sí… eso… de estadística. Qué boludo. 
—Ajá… bien. La cuestión es que hay que pensar en otra persona, y también me tengo que calentar un poquito. Un poquito bastante. Me voy a la pieza, a tocarme un ratito…
—¿Te acompaño?
—No, voy sola.
—¿Por qué? Pensaba en que mientras podría sacar algunas fotos.
—Te dije que por ahora te olvides de la cámara. Yo te voy a decir cuándo seguimos con las fotos. Además no quiero que se te pare… todavía no.
Diana se dirigió hacia su cuarto y cerró la puerta, para que su hijo no espiara. A continuación se desnudó y se tendió sobre la cama. Cerró los ojos y comenzó a acariciar suavemente sus pechos y a jugar con sus pezones. Cuando los tuvo erectos, bajó una de las manos hasta su entrepierna y la frotó lentamente, mientras separaba las piernas. Pudo sentir la humedad manando de su sexo, y esto la incentivó a jugar un poco con su clítoris, dándole leves golpecitos con un dedo. Su respiración comenzó a agitarse y todo su cuerpo empezó a menearse. Introdujo uno de los dedos en su concha y cuando su agujero estuvo preparado, metió otro más. Los movió de adentro hacia afuera repetidas veces mientras pensaba en aquella ocasión, hacía ya muchos años, cuando disfrutó de una verga tan grande como la de su hijo. Recordó cómo ese hombre le penetró, estando ella en cuatro patas, y cómo después prácticamente la obligó a chuparle la verga. Eso la calentó muchísimo en aquella ocasión y estaba surtiendo el mismo efecto ahora, mientras se masturbaba. 
Pocos minutos más tarde consideró que ya estaba lo suficientemente caliente como para volver a intentarlo. Con un grito llamó a su hijo y éste apareció casi de inmediato, como si hubiera estado esperando al otro lado de la puerta. 
Julián se deleitó con la impactante imagen que ofrecía su madre, acostada desnuda, con las piernas abiertas, y dos dedos entrando y saliendo de su concha.
—Ya estoy lista —le dijo, sin dejar de tocarse. 
—¿Qué hago?
—Sentate acá, al lado mío. 
Él se acercó a la cama y ocupó el lugar que su madre le indicó, apoyando la espalda contra el respaldar. 
—Bueno, vamos a ver qué tal sale ahora —dijo ella, volteándose para colocarse bocabajo, justo delante de su hijo.
Su cabeza quedó a pocos centímetros de esa verga flácida que esperaba por su atención. Diana no dejó de tocarse y se dio cuenta de que ahora ese pene le resultaba un tanto más apetecible que antes. Abrió la boca y ya sin dudarlo tanto, se acercó.
Se tragó la verga completa de una sola vez y la retuvo dentro de su boca, mientras con dos dedos se frotaba el clítoris. Movió levemente la lengua, como si con ella quisiera reanimar a un animal dormido… y así fue. La verga comenzó a ponerse dura y ella aceleró el ritmo de su paja. De pronto sintió una puntada de placer en la boca del estómago, y no fue por la razón que a ella le hubiera gustado. Aunque quiso ignorarlo rápidamente, supo que esa descarga de placer se debió a que en ese momento fue consciente de que esa era la verga de su hijo. 
Si alguna vez alguien le hubiera dicho que ella tendría en su boca la verga de Julián, se hubiera sentido asqueada y ofendida por el comentario. No había forma de que ella, alguna vez, fuera hacer eso… al menos eso era lo que pensaba, porque allí estaba, con la verga de su hijo en la boca… y se estaba poniendo cada vez más dura. 
Diana retrocedió y se levantó, hasta quedar de rodillas en la cama, masturbándose frente a su hijo. 
—Ahora sí, tocate —le dijo.  
Julián comenzó a hacerse la paja, recorriendo con la mirada el cuerpo de su madre, desde su cara desencajada por el placer, pasando por los grandes pechos que se bamboleaban sin parar, hasta llegar a la concha, que recibía continuas invasiones de dedos. 
Cuando Diana vio que su hijo tenía la verga bien dura, volvió a bajar la cabeza hasta encontrarse con ella. Julián se la ofreció y ella se la tragó. No pudo tragarla completa, ni lo intentó, le bastaba con ir un poco más allá del glande, hasta sentir que su boca quedaba bien llena de pija. Se quedó allí, durante unos segundos, disfrutando de esa añorada sensación, y luego se retiró. 
Esta vez no se puso de rodillas, sino que volvió a acostarse bocarriba, junto a su hijo.
—¡Mierda! Eso fue más fuerte de lo que me imaginaba —dijo ella entre risas, mientras se frotaba la concha a toda velocidad.
—¿Te gustó? —preguntó Julián, mientras acariciaba su verga con una mano.
—No me hagas decirlo… solamente voy a decir que no me desagradó tanto. Nada más.
—Bueno, eso es un avance.
—Sí, sí que lo es —de pronto Diana comenzó a reírse.
—¿Pasa algo?
—No, nada… bah, sí. Es algo irónico. Antes me moría de vergüenza tan solo con pensar que me verías desnuda, y ahora mirá… me estoy pajeando delante tuyo, como si nada. Sos mi hijo, carajo… debería darme un poquito de pudor.
—¿Ya no te da pudor?
—¿Pajearme delante tuyo? No, creo que a eso ya lo tengo asumido… aunque lo de tragarme la verga todavía me tiene muy intranquila.
—Debe ser por eso entonces.
—¿Por qué?
—Porque pasaste de estar intranquila por una cosa, a estarlo por otra mucho más… seria.
—Es cierto. Es como que cada vez que aparece una preocupación más grande, se van superando las anteriores.
—¿Entonces te puedo ver haciéndote la paja cuando quiera?
—Y sí… ya fue. ¿Qué le vamos a hacer? ¿Al menos te gusta cómo lo hago? —preguntó, mientras separaba más su piernas e introducía dos dedos en su concha.
—Sí, lo hacés muy bien —él también se masturbaba a buen ritmo.
—¡Uf, estoy re caliente!
—¿Tanto como para comerte una pija?
—Mmm… tal vez sí… vení, traela para acá.
Ella giró su cabeza, sin levantarla de la almohada, y abrió mucho la boca. Julián se puso de rodillas en la cama y acercó la verga hasta su madre. Diana se tragó un poco más que la vez anterior, sintiendo como el glande se aproximaba mucho a su garganta. No movió la lengua, pero sus dedos no dejaron de entrar y salir de su concha.



Continúa en el siguiente post: La MILF más Deseada [07] - Parte 2.

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