Generación 1970 - Gabriela

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GENERACION 1970 - GABRIELA

VIENE DE 'GENERACION 1970 - NOEMI'


Gabriela era la conflictiva del grupo, en verdad los conflictos los tenía consigo misma, con sus múltiples personalidades.
Bioquímica de profesión, sin embargo, había dejado eso de lado, no le gustaba, se ocupaba en un emprendimiento personal, le gustaba ir a las ferias a vender los productos artesanales que ella misma fabricaba.
Casada, su esposo era farmacéutico, una deuda de la vida serían los hijos, luego de comprobarse que jamás podría ser madre por su propia esterilidad, la segunda opción de adoptar un niño se le haría tan cuesta arriba que terminarían desistiendo.
Ella estaba tan delgada como de costumbre, y aun usaba esos lentes de aumento para acomodar su visión. Gabriela sufría mucho en esos días de secundaria cuando las chicas la llamaban 'cuatro ojos' y si bien su carma no era del tamaño del que sufría Oyuky, pera ella, era todo un mundo.
Gabriela era de esas mujeres que nunca destacarían por su físico, o, mejor dicho, era una mujer normal a la que las palabras 'sensualidad', 'seducción', 'provocación' no le quedaban, de vestir simple, excitar al sexo opuesto no estaba en su A B C de vida.
Jamás se había tratado en sesión de psicoanálisis, y alguna colega de Sandra se estaba perdiendo una paciente en el diván

Gabriela no sabía cómo empezar a hablar, meditó mucho la forma de abordar su historia, pero disertar no era su fuerte, y jamás podría hablar con la soltura con lo que lo había hecho Noemí, pero el destino la había puesto en segundo lugar, se comió las uñas y se sacó los lentes de aumento como muestra de su nerviosismo, para luego volver a ponérselos calzando el marco por encima de la nariz y las patillas tras las orejas
Nacida bajo el signo de Géminis siempre tenía dos respuestas a cada pregunta, y dos problemas a cada solución, una mujer que era un manojo de nervios, incluso podía llegar a ser molesta hasta el hartazgo.

Su vida de pareja siempre andaba entre altos y bajos, su esposo tampoco era el tipo perfecto, un hombre de carácter y un tanto introvertido, le gustaba tener el control con un sesgo machista, y muchas veces le hacía notar a su esposa que era el quien traía el dinero a casa, porque él le dejaba en claro que el tema de sus productos artesanales eran solo pasatiempos que nunca los haría progresar.
Además, Carlos, su esposo, solía recriminarle lo poco sensual que era para con él, jamás se producía, jamás se maquillaba, jamás un mimo, una caricia, hasta se mostraba desatenta con él y si bien Carlos parecía haberse resignado a eso, lo cierto que siempre miraba en otras lo que Gabriela no le daba, aunque eso no lo llevara a una infidelidad, lo cierto es que siempre caminaba por la cornisa

El punto más vulnerable de la relación de pareja, fue cuando el médico de esos días le confirmó, después de miles de estudios que Gabriela era estéril y que jamás quedaría embarazada, fue devastador para ellos, pero en especial para ella, se moría por ganas de ser madre y se sintió culpable del fracaso
Carlos, lejos de mostrarse compañero en el peor momento, volvería a ser torpe, y dejaba notar a propios y extraños que 'él no era el problema'
La situación había degastado a Gabriela quien ahogaba sus penas llorando a solas por los rincones, había adelgazado, flaca como nunca apenas llegaba a los cincuenta quilos, se mostraba pálida, ojerosa, inapetente, y cuando todo parecía negro en su vida, un extraño llamado Norberto sería una flor en medio del pantano

Palabras de Gabriela

Mi vida era una mierda en esos días, me veía mal, me sentía mal, lloraba más de lo que comía, estaba esquelética, se me marcaban las costillas y todos los pantalones me quedaban embolsados, se me caían y me los tenía que subir cada tanto, tenía los pómulos saltones y los cachetes hundidos, y si bien nunca tuve mucho busto en esos días estaba peor que nunca, chata como una tabla, me miraba al espejo y la imagen que me devolvía solo me repugnaba, tenía una carga emocional tan grande sobre mis hombros que me sentía en un laberinto sin salida

Casi no hablaba con mi esposo, y si lo hacíamos era solo para discutir, así que me enfoqué en lo que más podía distraer mi cabeza, mis manualidades.
Pasaba muchas horas a solas, pintando, bordando, trabajando cerámicas, maderas, aislada de la realidad, del mundo, escuchando música y la única válvula de escape eran mis fines de semana de ferias, ya saben, paseos artesanales donde hay decenas de puestos y cada quien ofrece lo que tiene, como decía Carlos mi marido, jamás juntaría muchas monedas con esos pasatiempos, pero para mí era una forma de sacar todas mis frustraciones, no se trataba de dinero, se trataba solamente de sobrevivir.

Así me hice un tanto amiga de una de las chicas que tenían un espacio de venta en la plaza de la ciudad, ella tenía su puesto de mermeladas y dulces junto al mío y casualmente también se llamaba Gabriela
Solíamos charlar en los ratos libres que no teníamos clientela de paso, mate compartido de por medio, y en algún tiempo había nacido una especie de amistad, yo sabía mucho de su vida, y ella de la mía
Y ella notó mi cambio físico, y solo me vi obligada a contarle por lo que estaba pasando, tuve el placer de notar que ella me comprendía y me daba el apoyo que necesitaba, y al mismo tiempo la amargura de notar que justamente eso era lo que hubiese esperado de parte de mi esposo.

Como fuera, yo esperaba cada fin de semana para sentirme viva, para respirar aire puro, para salir del agujero negro en el que vivía y mi amiga tenía mucho que ver en eso.
Ella era un tanto payasa, siempre estaba con historias disparatadas, trataba de hacerme reír y hacerme mover el esqueleto por así decirlo.
Me hablaba de cualquier tema, incluso sobre sexo, sin importar el lenguaje solía decirme que 'necesitaba una buena cepillada' porque se hacía más que obvio que Carlos y yo no andábamos en nuestros mejores días en la cama.

Así fue que ella empezó a mencionarme a Norberto, un chico que tenía un puesto un poco apartado del nuestro, a quien yo obviamente no había prestado atención, pero en esos días a nadie prestaba atención.
Pero Norberto tenía algunos rasgos particulares, él no era nativo, tenía una piel negra como la noche, su cabeza era una esfera perfecta, rapado, donde en blanco de sus ojos y sus dientes resaltaban inmediatamente, tenía un rostro de tipo bonachón, de buenazo, era un tanto corpulento y un tanto obeso, denotando el poco cuidado que le daba a su físico, los que los conocían decía que era un poco charlatán, él era un tallador nato de maderas, y ofrecía bancos, estanterías, adornos de pared como relojes y perfectos rostros, detalles para una mesa, barcos, coches, juegos y todo lo imaginable que pudiera realizar, con un trozo de madera él podía realizar casi cualquier cosa que se propusiera.


Generación 1970 - Gabriela


Pero Gabriela iba más lejos, entre mate y mate ella me decía si no había notado que Norberto casi siempre usaba pantalones anchos, sueltos y que por la forma en que se le marcaba una enorme verga colgando seguramente no usaba ropa interior, ella no podía creer que yo fuera tan tonta, de algo que era notorio y que todos comentaran, y menos que yo ignoraba que lo llamaban 'el señor anguila'
Como dije, yo no estaba enfocada en lo sexual, pero mi compañera me hizo picar por el bichito de la curiosidad, y cada vez que me cruzaba con ese moreno, mi vista se iba inconscientemente entre sus piernas, y si, parecía solo tener una cosa enorme!

Yo solo lo hubiera dejado ahí, pero ella empezó a meterme esa fantasía de los negros, ya saben, y fue horadando como gotas en la piedra, además, cada vez que el venía solo se ponía a darnos charla y Gabriela le decía cosas que me hacían poner colorada, dejándole saber que no estaba bien cogida en todas las formas sutiles que tiene una mujer para hacerlo. En mi cabeza, lejos estaba la idea de pensar en ser infiel, pero para ser honesta, a esa altura ya había hecho propia la idea de estar con un negro con una pija enorme, era solo curiosidad, intriga, saber de qué se trataba.

Yo nunca se lo dije, pero él lo sabía, o solo lo intuía por mi forma de ser, de mirar, o tal vez mi amiga me hubiera entregado servida en bandeja, seguramente ella hablaba por detrás con él, como lo hacía conmigo

Día domingo por la tarde, una ventisca del sur traía bajas temperaturas de regalo, el cielo estaba nublado por completo y seguramente no cambiaría en el resto del día, hacía frío y tenía los pies y las manos congeladas, era probable que lloviera, y todo se había alineado para que la mayoría de las personas se quedaran en sus domicilios, casi no había clientela, incluso algunos de los puestos permanecían cerrados, en eso Norberto vino a nuestro lado y en un descuido de Gabriela, con un poco de intimidad me invito a su domicilio

'Vamos a mi casa, prendo la calefacción y tomamos una chocolatada caliente, que te parece?'

Algo así fueron sus palabras y en forma muy casual decidimos levantar todo sin llamar la atención, cargué todas mis cosas en el baúl del coche como hacía cada día, solo que era temprano, saludé a mi amiga quien maldecía el clima y solo fui hasta su casa, a la dirección que me había dado.

Norberto vivía solo, su castellano tenía un acento diferente al mío, muy de centro américa y me sabía muy lindo, él no hablaba del 'auto', él hablaba del 'coche', él no decía 'vamos a hablar', él decía 'vamos platicar', incluso se perdía buscando algunas palabras típicas de Argentina y tenía que salir en su ayuda dialéctica
La calefacción hacía efecto y el calor poco a poco me envolvía, mis manos rodeaban la taza de chocolate caliente que bebía y todo cambiaba en mí, por dentro y por fuera, charlamos un poco, lo justo, lo necesario porque no estábamos ahí para hacer un debate.
Raro en mí, pero fui directa, mirando justo entre sus piernas le dije sin vueltas que estaba ahí porque me intrigaba demasiado hacerlo con un negro y que su verga parecía enorme.

Norberto dejó la taza a un lado, vino a mi encuentro y pasando sus manos por debajo, me levantó en el aire para que lo rodeara con mis piernas y con mis brazos, había una diferencia física terrible entre ambos, mi peso no les hacía mella a sus marcados bíceps, lo besé, lo besé con locura, porque después de tantos momentos grises en mi vida me daba la posibilidad de llenarme de colores por unos minutos
El respondió con besos profundos, comiéndome con esos labios gruesos y marcados que los morenos tienen, y mientras lo hacíamos, me llevó en esa posición paso tras paso hacia el dormitorio, con la misma facilidad con la que me había levantado en el aire ahora me tiraba sobre la cama, caí desparramada rebotando en el mullido colchón, miré su sexo, ahora si se marcaba notablemente y el pantalón gris que tenía impedía una completa erección, teniendo a su bestia enjaulada

Quise ir sobre él, pero me lo impidió deteniéndome por los hombros, me sacó la remera y el sostén, estaba sentada al borde de la cama con mi torso desnudo, Norberto se arrodilló entre mis piernas para volver a besarme, luego bajo un poco y se perdió en mis tetas, a acariciarlas, a lamerlas y me encantaba lo que hacía, jugó un rato, con una, con otra, y luego de un tiempo puso su amplia mano en mi pecho y sutilmente me invitó a recostarme, apenas si podía verlo, entonces enganchó mi amplio jean, estaba tan delgada que no tuvo que soltar el botón para deslizarlo por mis caderas y arrastró adrede en ese juego la bombacha que tenía, me tuvo a su merced, completamente desnuda y no tardó en zambullirse entre mis piernas, me empezó a lamer muy rico, se prendía de mi excitado clítoris, me hacía jadear, me acariciaba las tetas, cada tanto levantaba un poco mi cabeza para verlo, entre mis bellos vaginales resaltaban sus ojos, como si estuviera escondido en un bosque, pero solo caía nuevamente hacia atrás para ver la blancura impoluta del techo del cuarto

Me sentí venir, no recordaba cuando había tenido el último orgasmo, realmente no lo recordaba, así que, como una chiquilla, me descubrí llorando entre gemidos, el paraíso, el infierno.
Norberto entonces vino a mi encuentro, me abrazó, me sacó los lentes y besó dulcemente mis párpados, secando mis lágrimas, se me hizo cómico, sin lentes solo veía todo turbio, fuera de foco, y me sorprendí al notar la enorme verga del negro pegada a mi rostro, me quedé asustada, realmente era una norme anguila morena y noté que era tan larga y tan gruesa como mi antebrazo, él la tomó entre sus dedos y me golpeó en la cara un par de veces, asumo que por el tamaño le costaba lograr una erección completa, hubiera necesitado un segundo corazón para bombear sangre, es pija tenía vida propia

Las risotadas cómplices de las amigas cortaron de repente el diálogo de Gabriela, había resultado muy cómica en la forma de relatar como era la verga de su amante, dejó pasar el momento, pidió silencio y siguió adelante

Entonces me recostó nuevamente, boca arriba, y me dejó con la cabeza colgando al extremo de la cama, se acomodó y metió la punta de su pija en mi boca, abrí todo lo que pude para que cupiera y empujó un poco hasta que topó en mi garganta, el sacó y volvió a meter y un poquito más y otro más, me sabía loco, insano, pero no sé, me gustaba, me sentía un tanto violada y sí, me gustaba, y solo sentí como lentamente su enorme pija se fue colando por completo, dilatando mi garganta, produciéndome arcadas y sentía la saliva fluir entre mis labios, como una perra rabiosa y mi garganta se había dilatado toda, hasta que sus bolas pegaron en mi rostro.

Solo empezó a hacerlo, entrar y salir lentamente, Norberto había apoyado una de sus manos en mi garganta y adiviné que se excitaba sintiendo en su palma y en sus dedos como su sexo entraba y salía, una y otra vez y me estaba enloqueciendo.
Norberto se cansó del juego, me la sacó y me hizo incorporar, casi no podía respirar, no podía mantenerme, creí que tendría un ataque, entre mis problemas de vista, y las lágrimas que me había arrancado estaba casi ciega, solo estaba a su merced

Y me puso en cuatro casi a la fuerza, me apretó el rostro contra la cama, se acomodó por detrás y solo me la metió, era terriblemente grande y solo me arrancó un quejido de dolor y por instinto me tiró hacia adelante, pero el me aferró por la cintura y me llevó nuevamente a su lado, era tan larga que me podía mover sin problemas que jamás se saldría de mi concha, y el me cogía y yo trataba de escapar, me hacía gritar, hijo de puta, y solo no podía tolerarla, me tiré hacia adelante, recostada boca abajo, tratando de escapar, pero Norberto se tiró sobre mi, me doblegaba en peso, en fuerzas, trabó sus piernas entrelazándolas con la mías ya no tuve escapatoria, me cogió, me cogió toda, me besaba el cuello, la oreja, los cabellos y mientras yo solo gemía y gritaba me decía al oído lo puta que era, solo paró cuando sintió dejarme todos sus jugos dentro de mí.

Tomé mis ropas y me vestí en silencio, adolorida, llena de semen, Norberto tenía nuevamente esa cara de bonachón, pero de bonachón solo tenía la cara.
Esa noche pasé una de las peores noches de mi vida, cenar con mi esposo fue una tortura, sentada un tanto de lado porque me dolía toda la concha, me costaba tragar los bocados porque también me dolía la garganta, y cuando él me preguntaba si me pasaba algo, solo negaba con la cabeza, porque también me dolía el alma, como decirle que me había portado como una puta viciosa?

No volvería a acostarme con Norberto, aunque el lo intentara hasta el cansancio, pero jamás se me ocurriría volver a probar semejante verga, hasta el momento, Gabriela, mi compañera, era la única que sabía de esta historia, y jamás, jamás tuve el valor para decírselo a Carlos, a pesar de todo, lo sigo amando


Los labios de Gabriela se cerraron y ya no salieron palabras, bajó la mirada hacia sus manos que las refregaba con insistencia, unas lágrimas escaparon de sus ojos, entre sus cristales y aspiró con fuerzas su nariz para evitar que esa molesta mucosidad escapara por sus fosas nasales, lo que pretendía ser la gran fiesta del reencuentro, con un gran toque sexual, de pronto parecía caerse a lo profundo del abismo, era notorio que aún no podía superar el hecho de no poder ser madre, y que cargaba sobre sus hombros el peso de una infidelidad que no había resultado como esperaba

Mónica, la rubia culona, rompió el hielo y el silencio del momento, si había alguna para hacerlo era ella, se incorporó, dio un rodeo al fogón meneando sus caderas como una puta, provocando las risas de sus amigas, y mostrando el papel con el número tres, entonces, reclamó su turno para hablar.


CONTINUARA EN 'GENERACION 1970 - MONICA'


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