La disciplina de mamá 12.

Hacia una semana de la visita de Júlia y mamá y yo habíamos vuelto a nuestras particulares rutinas. Una mañana, pero, ella decidió llevarme un poco más allá. Aquel día mamá me despertó pronto. Después de los rituales de limpieza de la mañana pude ver como encima de la cama ya descansaban un grupo de prendas femeninas. Mamá me vistió con unas de las braguitas infantiles y unas finas medias. Para disimular la ausencia de pecho usó un sujetador con algo de relleno y finalmente me puso un fino vestido veraniego estampado con flores. Para acabar la caracterización me peinó con dos coletas y me maquilló suavemente para disimular mis ya poco marcadas facciones masculinas. Ambos admiramos el resultado en el espejo. La verdad es que si la gente no se fijaba demasiado en mi podía dar el pego perfectamente. Ella vestía una escotada camiseta de tirantes y una vaporosa falda.
En aquel momento pensé que mamá tenía preparada alguna sesión de fotos o videos como las que ya me había hecho más de una vez. En lugar de eso vi, alarmado, como cogía las llaves del coche y me ordenaba subirme. Mamá solo me había vestido de mujer durante nuestros juegos en casa y yo jamás había salido de casa vestido de aquella manera. Fui a protestar pero ella antes de que yo pudiera decir nada me abofeteó para después besarme en la misma mejilla.
Nos dirigimos a un pueblo cercano. Durante el trayecto estuvimos en silencio. Mamá aparcó en una plaza del pueblo y nos dirigimos a una cafetería cercana para tomar un desayuno. Yo estaba muy nervioso y avergonzado. Temía las miradas de la gente, temía que vieran que yo no era una chica joven si no un hombre vestido de mujer. Nadie, pero, parecía hacernos caso cuando nos sentamos en una mesa de la cafetería y mamá pidió, tanto por ella como por mí. Yo simplemente estaba rojo de vergüenza mientras la camarera apuntaba en una libreta el pedido.
Poco después de empezar a mordisquear mi tostada noté como el pie de mamá se deslizaba por debajo de mi vestidito y empezaba a jugar con mi polla por encima de las braguitas.
-Estás muy guapa, no sabes cómo me pones cuando eres la niñita de mami. Estoy toda mojada. – Me susurró. Mi polla se endureció ante sus palabras y caricias. Mamá ni siquiera me dejó terminar el desayuno y me dijo. – Vamos, ve a pagar que tengo hambre de otra cosa. – Me dio un billete. Me levanté, avergonzando e intentado que no se notara el bulto de mi entrepierna, por suerte la falda lo disimulaba bastante. Me acerqué al mostrador, nervioso.
-Me… cobras. –Le dije a la camarera intentando agudizar mi voz sin parecer ridículo. Le tendí el billete. Por suerte ella ni me miró cuando me devolvió el cambio y en seguida fui hacia la puerta donde ya me esperaba mamá.
Me llevo a un callejón detrás de la cafetería. Con su fuerza me aplastó contra la pared y me dio uno de aquellos pasionales besos.
-Que cachona estoy.- Se subió la falda y se sacó las bragas para ponerlas en mi boca. Noté en la tela el sabor de su excitación. También subió mi vestido y me bajo mis braguitas para dejar mi polla libre y poder pajearme a su antojo. Empezó a masturbarme con fuerza mientras me cogía la cara. –Vamos zorrita, dale tu lechecita a mami. – Frotó mi capullo con su mata de pelo. Gemía a través de la ropa interior de mi boca cuando noté la calidez y humedad de mamá en mi capullo. Me pajeaba y frotaba la polla contra su sexo. La vergüenza que hasta el momento yo había pasado se había convertido en excitación y sentía no que aguantaría demasiado rato sin correrme.
-¿Qué… es esto? – La voz de una chica joven nos sorprendió. Pude ver tres muchachas, no debían tener más de 25 años y por su aspecto habían pasado toda la noche de fiesta. Seguramente aún estaban algo borrachas. Sus caras eran de sorpresa y estupor. Supongo que ver a un chico vestido de mujer con unas bragas en la mano y siendo pajeado por una mujer mayor no era algo muy habitual.
-Es lo que nos va, ¿Algún problema chicas?- Contestó mamá sacándome a mí, también, de la sorpresa y el estupor. No dejo de pajearme mientras miraba a las chicas.
-No… no… perdón… - Contestó una de las chichas, una belleza pelirroja que vestía un ajustado top blanco y unos pantaloncitos cortos que dejaban poco a la imaginación. – No queríamos molestar. Ahora nos vamos.
-Tranquilas, si queréis podéis quedaros a mirar. Le encanta demostrar lo zorrita que es. – Respondió mamá. Me quedé aún más bloqueado al oír a mamá, que seguía restregando mi polla contra su peludo coño. Las chicas dudaron y se miraron entre ellas durante unos segundos eternos. Una de ellas, una morena espectacular que llevaba un ajustado vestido negro rompió el silencio.
-Por que no.
-Venid, insultadla, escupidle. – La misma morena, con ajustado vestido de fiesta negro se acercó a mí aceptando la proposición de mamá. La desconocida morena me miró llena de curiosidad y me preguntó.
-¿Te gusta ser una zorra? – Afirmé con la cabeza mientras ella me escupía en la cara. Mamá me retiró las bragas de la boca y le indicó que me escupiera allí. Ella lo hizo y yo degusté la saliva de aquella desconocida. La chicha pelirroja que había hablado primero se me acercó y también me escupió en la boca. La tercera chica nos miraba, entre asqueada y fascinada. Ser humillado y exhibido de aquella manera me estaba poniendo al cien. La pelirroja aún se acercó más y me abofeteó. – Eres muy guarro.
-Vamos, demuéstrales a estas chichas lo zorrita que eres y córrete en mi coñito. –Mamá seguía pajeándome con fuerza. Me relaje y disfruté de un intenso orgasmo que regó el peludo sexo de mamá de grumos blancos. Mamá me tiró hacia el suelo, dejándome sentado y acercó su coño a mi boca. Yo empecé a lamer, limpiándolo de mi semen y buscando sus zonas más placenteras. Mamá, tirándome de las coletas me guio aún más profundo de su cueva, apretándome mi cara contra ella. Los gemidos y jadeos de mamá se veían interrumpidos por los comentarios de las chichas.
-Hay que ser degenerado…
-Es un puto guarro…
Yo las ignoraba, enfrascado en la tarea de darle placer a mi madre. Finalmente llegó su orgasmo. Las chichas se fueron por donde habían venido y mamá, volviéndose a poner las sus bragas y poniéndome las mías, me giñó un ojo y me dijo.
-Eres genial, mi zorrita.
(…)
Volvimos al coche y mamá condujo hasta casa. Ella seguía excitada y apenas cerró la puerta de casa se tiró contra mí y empezó a besarme y manosearme. Su mano, rápidamente, se deslizó por debajo de la faldita corta del vestido y me agarró el paquete, que se endureció con sus caricias. Su lengua entró en mi boca, me mordió los labios mientras mis manos empezaron a tocarla por todo el cuerpo.
Me desnudó por completo excepto por las braguitas y ella misma se quedó en ropa interior. Yo seguía tocando, amasando y acariciando sus pechos, sus muslos, su culo mientras ella me acariciaba el bulto que sobresalía de las bragas. Mamá se quitó el sostén y pude admirar aquellas dos enormes tetas perladas de sudor. Me abalancé contra uno de sus pezones y empecé a mamar, lamer y succionar.
-Si…mi zorrita…como cuando eras pequeño…mama de los pechos de mami. – Seguía comiéndole el pezón cuando me atreví a deslizar una de mis manos por debajo de sus bragas. Estaba empapada y la penetré con un dedo con suma facilidad. Mama emitió un quedo suspiro. Empecé a buscar con mis dedos uno de sus pezones por encima de la ropa. Ella gimió. Hurgué con mi mano su interior mientras mis dedos quedaban llenos de sus flujos. –Si… mi…niño…toca a mami… - Mientras mi boca seguía lamiendo sus pechos, recorriendo con mi lengua los surcos del salado sudor de hembra, endureciendo y humedeciendo sus duros pezones.
Mamá se sentó en el sofá con las piernas abiertas y me indicó que me acercara. Se apartó las bragas y yo puse de rodillas con mi cabeza entre sus muslos. Empecé a beber del sexo de mamá mientras ella jadeaba y su respiración quedaba entrecortada. Cuando llegó al orgasmo me apretó con fuerza contra ella cogiéndome de la cabeza y se corrió con un largo gemido.
(…)
A pesar de que yo estaba cachondo mamá no me dejo correr. Me ordenó que empezara con mis tareas mientras yo resignado y con una erección que pugnaba por salir de mis braguitas obedecí.
Pase el resto de la mañana haciendo las tareas del hogar para después comer sentados en la cocina. Cuando terminamos mamá me llevo a su cuarto. Se quedó delante de mí con un sexi conjunto de lencería negra. Yo seguía con mis braguitas infantiles como única vestimenta.
-Hoy vamos a practicar. Antes de que te desvirgue tienes que aprender ciertos movimientos. –Me dijo con su voz más sensual. Yo no entendí demasiado, pero como siempre, solo pude esperar las órdenes de mamá. Se arrodilló frente a mí y me quito las braguitas para empezar una suave mamada. Cuando ya estaba bien duro me tumbó en la cama y se sentó a horcajadas sobre mi polla, que quedo aprisionada entre sus bragas y mi vientre. Empezó a moverse arriba y abajo, masturbándome de aquella manera.
-¿Te gusta mi zorrita?- Afirmé. Ella me cogió las manos y las puso sobre sus pechos. Normalmente siempre que jugábamos yo estaba con las manos atadas o inmovilizado, por tanto aprovechaba siempre aquellos momentos en los que mamá me dejaba tocarla. Sus tetas eran magníficas. Mamá dejo caer el sujetador y pude disfrutar de aquellos pechos ya sin barreras. Su cuerpo se movía cada vez más rápido mientras yo amasaba sus tetas a placer. Estaba a punto de llegar a mi límite y correrme cuando ella se levantó y me ordenó que yo hiciera lo mismo. Se colocó entonces a cuatro patas sobre la cama y me indicó que me pusiera detrás de ella y pusiera mi polla entre sus muslos. Los cerró y envolvió mi polla de su caliente carne. Bajo sus indicaciones la cogí con fuerza de las caderas y empecé a follarle las piernas. La suave carne de sus muslos aprisionaba mi pene mientras yo me pajeaba de aquella manera.
-Mi zorrita virgen follapiernas.- Se burló mamá de mí mientras yo seguía moviéndome con todas mis fuerzas. Si sus muslos me proporcionaban aquel placer no podía ni imaginarme como seria sentir mi polla dentro de ella. –Más fuerte zorrita. – Continuaba mamá mientras sus piernas se movían a ritmo de mis embistes mientras yo me ayudaba de mis manos en sus caderas para darle golpes más fuertes. Mis testículos rebotaban contra la parte externa de sus piernas. Gemí de placer con un jadeo ronco. - ¿No iras a correrte? – Mamá separó sus piernas de mi polla y volvió a tumbarme en la cama. Se quitó las bragas y se sentó sobre mí, aplastando mi polla contra su coño. Maniobró suavemente y mi polla quedó horizontal aprisionada entre los labios de su coño. Noté la humedad y calidez de su sexo envolviéndome el pene. Empezó a moverse.
-¿Te gusta zorrita? – Me abrió la boca con sus dedos escupió un par de veces mientras seguía pajeándome con los labios de la vagina. Sus manos se dirigieron a mis pezones, los pellizcó y jugó con ellos.
-Si…mami… - Gemí, jadeé, supliqué,… - quiero correrme… mami… por favor…
-Es muy pronto zorrita- Contestó mamá ralentizando el ritmo. No me quería hacer llegar al orgasmo aún ni tampoco castigarme, pensé. Siguió con su movimiento lentamente, marcándolo con sus caderas. –Tienes que aguantar mucho más si quieres dejar de ser el niñito virgen de mami. –Añadió con aquel humillante tono infantil habitual en ella. Después de unos eternos minutos más de aquella paja con el coño, en el que mamá siguió aumentando y disminuyendo la intensidad para jugar con mi límite, se levantó y liberó mi polla. Sacó las restricciones de cuero y me ató las manos detrás de la espalda. De esa manera me puso de rodillas en la cama con mi cabeza apoyada sobre la almohada. Me separó bien las piernas, ensalivó mi ano y empezó a penetrarme con dos dedos.
-Si…mami… -Suspiré cuando con su mano libre empezó a pajearme.
-Eres una zorra…como te gusta que te den por el culo. –Me dijo mamá. Era cierto y volví a suplicar, esta vez el arnés. Además no era extraño que mamá me dejara llegar al orgasmo mientras me sodomizaba con violencia. Ella me complació y vi cómo se ajustaba las correas, pero en lugar de penetrarme se puso delante de mi cara, me tiró del pelo y me puso de rodillas frente a ella. Empezó a follarme la boca con el arnés. –Con lo puta que eres tal vez deba adiestrarte para chupar pollas. – Me ahogaba. Ella me tiraba del pelo mientras seguía con su ritmo infernal. Mi boca se llenó de saliva que caía por la comisura de los labios y los ojos se me empañaron de lágrimas. Cuando ya me notaba a punto de vomitar mamá saco el arnés de mi boca y se arrodilló frente a mí. -¿Te gustaría chupar pollas, zorra?
-No…por favor…por favor…
-Bien, no eres tan guarra… - Mamá me lamió las lágrimas de las mejillas. Con los dedos recogió parte de mi saliva que había caído de mi boca hacía el suelo y mi pecho y la devolvió a su lugar. Lamí aquellos dedos, sumiso. De otro tirón de pelo mamá volvió a subirme a la cama, de rodillas y con la cabeza contra el colchón. Se arrodilló detrás de mí y de un certero golpe me empaló completamente.
-Si…mami… -Grité. Ella me agarró de las caderas y empezó a follarme con fuerza. –Más fuerte…mami…- Estuvo un buen rato dándome hasta que ambos estuvimos sudados.
-Me encanta que seas tan puta, mi niñito. –Me susurró cuando me sacó el arnés del culo y lo dejó caer en el suelo.
Del cajón sacó su vibrador rosado. Me dio la vuelta y yo quede cara arriba. Se sentó encima de mi pecho, encendió el vibrador y empezó a masturbarse encima de mí. El coño peludo de mamá se tragaba todo el vibrador, que volvía a salir y entrar cada vez más rápido mientras su respiración se entrecortaba y alteraba cada vez más. Un largo suspiro anunció su orgasmo. El vibrador pasó del coño de mamá a mi boca. Saboreé de nuevo los jugos de su vagina mientras ella me follaba la boca con el vibrador.
-Saborea a mami…putita… - Me atraganté pero la sensación se mitigó cuando mamá agarró mi polla y empezó a hacerme una paja. –Córrete. – Su permiso fue como un interruptor y empecé a correrme abundantemente mientras mamá seguía pajeándome. Sus dedos quedaron manchados de espesos grupos de esperma, que limpiamos entre los dos mientras nos besábamos.
Continuara…

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