Aislado Entre Mujeres [40].

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Aislado Entre Mujeres [40].

Capítulo 40.

La Hermana más Sexy.

Me pasé todo el día encerrado en el cuarto de Tefi jugando al God of War, completamente solo. Estefanía se apiadó de mí y me dijo que después de la ayuda que le había brindado, merecía un día de paz y tranquilidad disfrutando de la PlayStation que, al fin y al cabo, es mía. 
No me despegué de la pantalla más que para comer algo.
Cuando ya caía la noche decidí que había llegado el momento de hacer algo que venía posponiendo: hablar con Macarena. Necesitaba que ella me ayudara a entender un poco mejor toda la situación actual, en especial los bruscos cambios de actitud de Gisela.
Sabía que Macarena estaba sola en su cuarto, y al entrar me imaginé que la encontraría desnuda. Sé lo mucho que mi hermana disfruta el nudismo y como ya no puede hacerlo en los ambientes comunes de la casa, porque tenemos una invitada, entonces se pasará cada minuto dentro de su cuarto con las tetas y el culo al aire. Estaba muy ilusionado por verla así. 
Llamé a su puerta y desde adentro ella me dijo que pasara. Al entrar descubrí que hay formas más eróticas de ver a una mujer, incluso más que la desnudez total. 
Macarena tenía puesto un conjunto de lencería negro. Medias de nylon que le llegaban hasta la mitad de sus muslos, y unas tiritas que salían de ellas y se prendían a su em… tanga? no sabría cómo llamar a eso. Parece una tanga, pero no cumple con su principal función, que es la de cubrir la vagina. Hay un hueco justo en esa zona que deja expuestos los labios vaginales de mi hermana. Arriba tiene un corpiño, también negro, que quizás llamarlo corpiño sea darle demasiado crédito a esa prenda, porque al igual que la de abajo, tampoco cumple con su función principal. Los pezones de Macarena están completamente a la vista. 
Ella está examinando su atuendo frente al espejo. Parece contenta con lo que ve, así lo indica la sonrisa de oreja a oreja. También me sorprendió ver que…
―¿Te cortaste el pelo? ―le pregunté. 
Ella tiene el cabello de un negro intenso y muy lacio, al igual que Gisela. Por lo general lo tiene largo, por debajo del nivel de sus  hombros; pero ahora, a pesar de que mantiene una forma similar a la de siempre, las mechas más largas no llegan a tocar sus hombros. Su largo cuello se puede apreciar mucho mejor. No sabría explicar por qué (quizás sea una suma de todos los factores), pero nunca había visto tan sexy a Macarena… ni a ninguna de mis hermanas. 
―Sí, me lo cortó la tía, fue por puro aburrimiento. Estábamos encerradas en la pieza y no sabíamos qué hacer para pasar el rato.
―Se me ocurren muchas cosas que ustedes dos pueden hacer…
―Ah, sí… y las hicimos. Quedate tranquilo que las hicimos. Pero… a ver, chupar concha siempre es una delicia, lo disfruto un montón, en especial con una mujer tan fogosa y tan experimentada como Cristela. Sin embargo, después de tanto darle al sexo lésbico con la misma persona, como que empieza a volverse monótono. Además, tampoco vamos a estar cogiendo las veinticuatro horas del día.
―Claro, me imagino que no ―mis ojos recorrieron toda su anatomía, sus nalgas estaban perfectamente definidas, daban ganas de apretarlas―. ¿De dónde sacaste esa ropa?
―Me la dio mamá, aunque tuve que insistirle mucho. Me dijo “Eso es para vender, Macarena”. Y yo le dije: “Bueno, consideralo como parte de pago por tenerme encerrada todo el día en casa, como a una prisionera”. 
―Me sorprende que hayas aguantado tanto el encierro ―le dije―. Siempre creí que vos serías la primera en huir de todo esto. Creí que para esta altura ya estarías en la casa de alguna amiga, o algo así.
―Ganas no me faltan; pero… si me voy mamá no me va a dejar entrar. Y la verdad es que no quiero perderme las cosas interesantes que pasan en esta casa ―me miró con sus grandes ojos grises―. ¿En algún momento pensaste: “Ojalá esta pandemia dure dos años más”?
―Em… sí ―me senté en el borde de la cama, a poca distancia de ella, desde acá podía disfrutar mucho más de su anatomía―. Y eso me hace sentir culpable, porque sé que en algún momento tendremos que volver a la vida normal. Aunque… el encierro trajo cosas buenas, y me da un poquito de miedo de que todo eso se pierda cuando ya podamos salir libremente.
―No te sientas culpable, Nahuel. Te aseguro que esto le está pasando a mucha gente. Claro, estarán los que no ven la hora de salir, o que ya salieron mil veces porque prefieren morirse antes que dejar de hacer su vida. Pero también hay otras personas que se acostumbraron al aislamiento, a esta nueva vida… y les da un poco de miedo hacer el cambio. Y creo que es lógico que nos pase a casi todos en esta casa, porque… bueno, ya sabés por qué.
―Sí, entiendo. 
En ese momento Macarena se inclinó hacia adelante. Estoy seguro de que lo hizo a propósito. Sus nalgas se abrieron y pude ver una especie de joya circular tapando justo el agujero de su culo.
―Eso es lo que yo creo que es? ―Pregunté.
―Ah, eso? Es un plug anal. También se lo pedí a mamá. Sabés una cosa, me dio la sensación de que quería quedárselo para ella. O sea, la sorprendí en su cuarto tocándose la concha y  tenía este juguetito en la mano. No se puso muy contenta cuando le dije que quería llevármelo. Creés que mamá haya tenido experiencia con el sexo anal?
―Estoy seguro que sí. Ella misma me lo contó.
―Ay, qué suerte. A mí no me cuenta esas cosas. Debería presionarla un poquito más, para que afloje la lengua. Aunque últimamente la noto un tanto distante conmigo. Aunque creo que está así con todas sus hijas, en especial después de la discusión con Gisela.
―Con todas, no. Con Tefi se lleva de maravilla. Creo que nunca antes se llevaron tan bien.
―Ah, no me había fijado. ¿Por qué será? Para mamá Tefi siempre fue un tanto… revoltosa. 
Estuve tentado de contarle todo sobre Tefi, las fotos porno, el dinero que ella estaba ganando, como yo la había ayudado, la participación de mi mamá. Quería hacerlo porque estaba seguro de que Macarena ayudaría a Tefi a seguir adelante con su negocio, pero eso hubiera supuesto traicionar la confianza de Estefanía. No quería tener problemas con ella. Mucho menos ahora, que nos estamos llevando tan bien. Además Tefi tiene de rehén mi PlayStation 4, si me pongo en su contra no me va a dejar jugar a nada.
Por suerte la misma Macarena cambió de tema.
―¿Y qué te trae acá? ―Preguntó―. Además de mirarme el culo, claro. 
―Emm, perdón por eso, no lo puedo evitar. En realidad vine porque quiero hablar con vos sobre Gisela. 
―Qué pasa con ella?
―Qué no pasa… ¿viste cómo se comporta últimamente?
―Solo sé que estuvo cogiendo mucho con su novia. 
―Ah, claro… es que vos no viste lo que vi yo. 
―¿Y qué sería eso?
―Emmm cómo te explico? Con vos tuve algunas charlas muy íntimas. 
―Ah, ya entiendo. Y con Gisela tuviste charlas similares. Me imagino que pasaron cosas, aunque no sé qué cosas. Me cuesta un poco imaginar a Gisela en ese contexto. Ella siempre se mostró bastante distante con todo el tema sexual, aunque ahora se la pase cogiendo como coneja con su novia.
―Sí, y a mí también me costaba imaginarla en ese contexto. Pero al conocerla de forma más… íntima, me di cuenta de que tiene actitudes extrañas. Y como vos sabés un poco de psicología, creí que podrías ayudarme a entenderlas mejor. 
―Qué tipo de actitudes?
―A ver, como ya sabés ella suele ser muy tímida con todo lo sexual. Al principio ni siquiera quería que yo la viera en tetas. Pero durante esas charlas íntimas que tuvimos me mencionó a una amiga, una tal Celeste con la que yo de vez en cuando intercambio mensajes… y fotos. Ya te imaginarás qué tipo de fotos. 
―Ah, así que tenés una noviecita virtual?
―No, nada de eso. Prácticamente no hablamos. Ahora que lo pienso, solo intercambié fotos porno con ella. No sé prácticamente nada de su vida, más allá de lo que Gisela me contó. Y Gisela me dijo que tiene una amistad muy especial con esta chica y que Celeste la estuvo ayudando a perder su timidez. Por eso Gisela hace todo lo que Celeste le pide, aunque sea una locura, como sacarse fotos con mi verga en la boca.
Los ojos de Macarena se abrieron al máximo.
―Interesante. Así que Gisela obedece a Celeste en todo, aunque eso la ponga en situaciones complicadas?
―Sí… para que te des una idea, me saqué varias fotos con Gisela que son… em… directamente son porno. Cualquiera que las viera diría que estuvimos cogiendo. 
―Y no fue así?
―No, todavía no llegamos a tanto. Pero eso no es todo. En esos momentos, cuando nos sacamos esas fotos, Gisela mostró un cambio de actitud muy brusco. Como si de pronto se convirtiera en otra persona. Como si tuviera ese trastorno de la doble personalidad.
―Mmm, yo no soy una experta en el tema, apenas soy una estudiante; pero todo lo que escuché sobre el famoso “trastorno de doble personalidad” dice que en realidad eso no existe. Aunque algunos psicólogos opinan que sí existe y que hay personas que tienen varias personalidades. 
―Y los que dicen que no existe… ¿Cómo explican esos cambios tan bruscos en la personalidad?
―Dicen que se trata de otra faceta de la misma personalidad que puede aflorar en un determinado contexto. Por ejemplo, una persona puede ser super tranquila en su vida diaria, y volverse un enajenado mental en una cancha de fútbol, donde se va a pasar todo el partido insultando a los jugadores.
―Ah… ya veo. Tengo un amigo que es más o menos así, pero con los videojuegos. Es tranquilo y calladito; pero cuando pierde en un juego se vuelve loco, empieza a insultar y azota los controles. Por eso dejé de invitarlo a jugar a la Play conmigo.
―Claro, y vos no dirías que él tiene doble personalidad, sino que, dependiendo el contexto, se muestra más tranquilo o más agresivo. Con Gisela podría pasar lo mismo. Cuando está relajada es tímida, temerosa y huye de todo lo sexual; pero cuando se excita…
―Se convierte en una depredadora sexual. 
―¿Tan brusco es el cambio?
―Sí, te lo juro. Ya lo vi varias veces. Ah, y hay otro detalle que te va a resultar interesante. Así como Gisela obedece a rajatabla todo lo que le ordena Celeste, a su vez Gisela hace lo mismo con Brenda. 
―O sea que Brenda tiene que obedecer en todo a Gisela?
―Sí, eso parece. Vi a Brenda haciendo cosas que, de otra manera, no se hubiera animado a hacerlas. No quiero entrar en detalles para no invadir su privacidad. Pero… em… digamos que lo vi de cerca y en más de una ocasión.
―Ay, me estoy perdiendo de cosas super interesantes que pasan a dos metros de mi cuarto. Gracias por contarme. Con el aburrimiento que tenía, me estás dando algo genial con lo que entretenerme. 
Se sentó a mi lado y sin pedir permiso (cosa que no me molestó para nada) metió la mano dentro de mi pantalón y comenzó a jugar con mi verga. 
―Em… solo intento ponerte un poco al día con las cosas que estuvieron pasando en casa ―dije, mientras disfrutaba de sus suaves caricias. 
―Lo sé, y quizás por eso te merezcas un premio. Pero vas a tener que darme un poquito más de información. 
―¿Qué tipo de detalles? ―Pregunté, aunque ya me los imaginaba. Solo intentaba ganar tiempo. 
―Qué fue exactamente lo que tuvo que hacer Brenda bajo las órdenes de Gisela.
―Este… em… como te dije, no quiero invadir la privacidad de Brenda ―mi verga ya estaba dura y Macarena la sacó del pantalón.
―Sos muy noble, Nahuel. Admiro eso. Pero… ¿cómo voy a ayudarte a entender a Gisela si no me contás cuál fue su comportamiento? Necesito saber qué tipo de órdenes le dio a Brenda, quiero saber hasta dónde es capaz de llegar Gisela. 
―Tiene sentido… este… em… a ver, una noche hizo que Brenda visitara el cuarto de mamá… sin ropa interior. 
―Interesante. Ese es un juego picante y estoy segura de que a mamá también le resultó atractivo. ¿Te fijaste cómo mira a Brenda? Se nota que le tiene ganas. 
―Sí, eso lo noté ―Macarena comenzó a masturbarme a buen ritmo, cada vez me costaba más retener la información. Tenía ganas de contarle todo.
―Estoy segura de que eso fue solo un precalentamiento ―dijo mi hermana―. Si la cosa se hubiera quedado ahí, vos no estarías tan preocupado por Gisela.
―Es cierto… ―sentí la presión de los dedos de mi hermana sobre mi falo. Me hizo doler un poco, pero fue un dolor dulce, agradable―. Lo que más me llamó la atención fue que Gisela me hizo entrar a su cuarto cuando ella estaba teniendo sexo con Brenda.
―¿Así que las viste cogiendo? ¡Qué lindo! Qué envidia me das.
―Y eso no fue todo. Yo quería irme, para no avergonzar a Brenda, pero Gisela insistió en que me quedara… em… y después obligó a Brenda a chuparme la pija.
―Wow, eso sí me resulta mucho más interesante. Si el jueguito de estas dos va en serio, me imagino que Brenda obedeció.
―Sí, hizo todo lo que Gise le decía. 
―¿Y hubo más?
Esta vez Macarena bajó su cabeza y se tragó buena parte de mi verga. La muy desgraciada sabe cómo sacarme información. Mientras disfrutaba de los placeres de una buena mamada, le conté el resto.
Le di detalles sobre todo lo que ocurrió dentro del cuarto de Gisela, e incluso cómo mi semen terminó en la boca de ambas. También le conté sobre la segunda visita nocturna de Brenda a Alicia y cómo la chica le comió la concha a mi mamá. 
El pete de Macarena se extendió por un largo rato, en especial porque yo no apresuré la narración. Me tomé mi tiempo y disfruté. Tengo que reconocer que mi aguante mejoró mucho. En ningún momento sentí ganas de acabar. Simplemente me relajé y disfruté. 
Cuando dejó de mamarla me dedicó una linda sonrisa. 
―Esto es mejor que chupársela a mamá ―me dijo.
―¿Eh? ¿Volviste a hacer eso?
―Sí. ¿Cómo creés que la terminé convenciendo para que me de el plug y la ropa interior?
―Y simplemente le dijiste “Mamá, ¿te chupo la concha”?
―No. Porque si hubiera hecho eso, ella se hubiera puesto a la defensiva. Te dije que la encontré haciéndose una paja. Así que aproveché, me puse entre sus piernas… y zaz! me mandé a chuparle la concha. Digamos que no le di muchas alternativas. Ella dijo un par de veces: “Maca, no deberíamos hacer esto”; pero en ningún momento me detuvo. Y yo sé cómo complacer a una mujer, quizás incluso más que Gisela. El clítoris de mamá es muy sensible. No le di tregua. Se mojó toda… eso me gusta. Me calienta chupar conchas que estén bien mojadas. Es la prueba de un trabajo bien hecho. 
―¿Y mamá simplemente se quedó ahí, quieta?
―Por un rato, sí. Ni siquiera se movió, más que para acariciarme la cabeza. Pero después me subí sobre ella, le puse la concha en la cara y mientras me la abría le dije: “A ver, mostrame cómo se la chupás a tu hermana”. Claro, le tuve que aclarar que no tenía sentido negar que ella y Cristela se pasaron muchas horas comiéndose la concha la una a la otra. Quizás eso alguna vez fue un secreto familiar; pero ahora lo sabemos todos. Mamá estaba muy caliente, así que se mandó a chuparme la concha sin poner objeción. 
―Ella también se está comportando muy raro ―dije―, en especial después de la discusión que tuvo con Gisela. Pilar dice que eso rompió algo dentro de mamá.
―Sí, tiene razón. De otra forma no me explico cómo accedió a chuparme la concha. No sé si anda más permisiva o simplemente quiere llevarse bien con sus hijos, aunque nosotros le pidamos cosas como esta. De todas maneras, con mamá nunca hay que bajar la guardia. No te olvides que está loca. Tiene un humor muy cambiante. Un día puede ser muy dócil, y al otro se vuelve una furia.
―Sí, es cierto. 
Admiré el cuerpo de Macarena y ya no pude contenerme. No sé cómo fue que mi cuerpo reaccionó así, simplemente mis manos se movieron sin que yo les diera permiso. Agarré a mi hermana por la cintura e hice que se sentara sobre mí, mirándome a la cara. Por supuesto, mi verga erecta quedó justo debajo de su concha.
―Me parece a mí o me la querés meter ―dijo ella con una sonrisa cargada de picardía.
―Vos dijiste que me merezco un premio por toda la información que te di.
―¿Y una chupada de pija no te parece suficiente premio?
―Si hubiera sido hasta el final, quizás sí… 
―Ah, ya veo… el señorito quiere acabar y le parece buena idea usar la concha de su hermana para eso.
―Mmm… si lo ponés de esa forma suena como algo muy malo. 
―¿Y de qué forma lo ves vos?
―Estee… em… a ver… vos dijiste que estás aburrida. Mucha rutina. Coger con la tía Cristela ya se siente monótono. Quizás podamos… em… romper un poco la monotonía.
Ella se apartó de mí y comenzó a caminar por la habitación meneando mucho las caderas.
―Estoy sorprendida, Nahuel. Hace unos meses ni siquiera se te hubiera ocurrido pedirme eso. Te hubieras acobardado. Pero ahora… estás un poco más valiente. Al parecer estuviste aprovechando bien el tiempo. No me gustan los tipos cobardes. Si querés algo, vení… mostrame lo que sos capaz de hacer. 
Esto era un desafío… y yo estaba muerto de miedo. ¿Cómo no iba a estarlo ante semejante mujer? En especial sabiendo que es mi hermana. Supuse que esta sería otra de las tantas pruebas a las que Macarena le gusta someterme. Eso me envalentonó un poco. Si era una prueba, podía superarla. 
Hice a un lado todos mis miedos y me puse de pie. Me acerqué a ella y la levanté sujetándola por las piernas. Ella es más pesada de lo que aparenta, y ante el miedo de caerme al piso, caminé hacia la pared.
La espalda de Maca chocó  y ella soltó una risita. No sabía si se estaba burlando de mí o la situación la divertía. Aproveché que la tenía acorralada para apuntar mi verga directamente hacia su concha.
―Lo voy a hacer… ―le dije.
―¿Y qué estás esperando? 
Con esas palabras ella me estaba dando permiso para seguir adelante. Empujé mi verga y pude sentir cómo el agujero de su concha se abría. La penetración fue suave, la hice durar, quise disfrutarla al máximo. 
Sostuve a Macarena con ambas manos, sus piernas rodeaban mi cuerpo y mi verga se perdió dentro de su concha por completo. Al tenerla penetrada, pude sostenerla mejor.
―Uy… sí… así… agarrame con fuerza. Me encantan los hombres con brazos fuertes.
Estas palabras me incentivaron. Saqué energías del fondo de mi ser y, a pesar de que mis brazos debían ejercer bastante fuerza, conseguí mantener un buen ritmo en las penetraciones.
―Así, seguí así… me encanta.
Sus labios rozaron mi cuello y un escalofrío cruzó toda mi columna vertebral. Jamás creí que con un movimiento tan sutil una mujer podría conseguir calentarme tanto.
Los gemidos de mi hermana llenaron la habitación y como estábamos tan cerca de la puerta me imaginé que se escucharían en el pasillo. Esto no tardaría en traer a alguna curiosa… y así fue.
Un fuerte golpeteo nos anunció que había alguien del otro lado y no podía ser otra que…
―¿Qué están haciendo? ―Preguntó Alicia,  y volvió a golpear la puerta. Yo no podía detenerme. Seguí clavándole la pija a Macarena sin cesar―. Abran… sé que están ahí. Puedo escucharlos. 
―No le hagas caso ―dijo Maca, hablando a mi oído con una voz tan sensual que hasta los pelitos de mis huevos se pusieron de punta.
Mi mamá insistió con los golpes.
―Va a tirar la puerta abajo ―dije.
―No importa, ni se te ocurra abrirle. 
―¡Ustedes están locos! ―Espetó Alicia―. Paren de una vez, antes de que los escuche alguien.
Los gemidos de Macarena se volvieron más intensos.
―Dame vuelta y clavame ―dijo mi hermana, acto seguido me dio un fuerte chupón en el cuello. La pija se me puso más dura que nunca.
Permití que ella apoyara los pies en el suelo y luego la giré. Maca se puso en puntitas de pie, con el culo bien en pompa, apunté hacia su concha y le enterré toda la verga una vez más. Ella estaba tan mojada y dilatada que no me costó ningún trabajo hacerlo.
Los gemidos de mi hermana se volvieron más intensos, así como los golpeteos de mi madre.
―¡Les digo que abran de una vez! ¡Nahuel! ¡Sé que estás ahí! ¡Lo sé! Más te vale que abras o… te prometo que vas a tener problemas. Serios problemas.
Sé que mi mamá es capaz de complicarme la vida si se lo propone, y no voy a mentir, sentí miedo. Genuino miedo. Sin embargo, no podía detenerme. Macarena estaba demasiado sexy, demasiado entregada. Mi cadera se movía sola y la verga entraba y salía de su vagina a buen ritmo. Una vocecita en mi interior me decía: “Ni se te ocurra arruinar este momento”.
Quise llevar las cosas aún más lejos. Quité con cuidado el plug anal y pude ver como el culo de Macarena aguardaba por mí, bien dilatado. Aprovechando la lubricación que me dio la humedad de su sexo más un poco de mi saliva, conseguí enterrar mi glande en su orificio trasero. 
―Ay, sí… qué rico. Cómo me gusta que me den por el culo!
―Macarena! Estás loca? ―Golpeteo intenso―. Abrí de una puta vez!
―Ay, sí… más adentro! Más adentro!
La pija se fue perdiendo solita dentro de su culo. La sensación fue muy diferente a penetrar el virginal culo de Tefi. Se notaba que Macarena tenía experiencia en el sexo anal y seguramente ese plug había ayudado mucho. 
Cuando conseguí meter la mitad de mi verga, empecé a marcar un ritmo, ni muy rápido ni muy lento. Lo justo y necesario para disfrutar y favorecer la dilatación anal.
―Abran de una vez o tiro la puerta abajo! ―Gritó Alicia, mientras daba fuertes golpes a la puerta.
―Dale, mamá. Hacé más escándalo ―dijo Macarena―. Así se enteran todos los vecinos que mi hermano me está dando por el culo. 
Los golpes se detuvieron en seco. Por unos instantes creí que mi madre se había ido. Pero no, todavía estaba allí, seguramente con la oreja pegada a la puerta.
―Hagan lo que quieran ―dijo, con la voz cargada de ira―. Después voy a hablar muy seriamente con vos, Macarena. Ya vas a ver… y vos también, Nahuel. No creas que te vas a librar de esta. Vos sos tan responsable como tu hermana.
A pesar del temor que me causaron esas palabras, debo admitir que el morbo de estar cogiendo con Macarena mientras mi mamá nos escuchaba era insuperable. Sí, Alicia se pondría muy complicada en los siguientes días… pero creo que el riesgo vale la pena…
―Ay, cómo me gusta esta pija, rompeme el orto.
Vale totalmente la pena.
Me aferré a sus tetas, que si bien no son muy grandes, tienen el tamaño justo como para servir como puntos de apoyo. Las estrujé con fuerza y empecé a mover mi cadera como pocas veces lo había hecho en mi vida. Recordé que a Maca le gusta que le den duro, y como su culo de virgen debe tener poco, no me limité a la hora de darle fuertes embestidas.
Sus gemidos se volvieron más tenues, y me di cuenta de que esta vez eran genuinos, no lo hacía para que mi madre nos escuchara, estaba gimiendo de verdad, de puro placer.
―Uf, cómo necesitaba esto… no quería pasar ni un día más encerrada en esta casa sin que me dieran duro por el culo. Dame sin miedo, Nahuel, dame fuerte que yo me la banco.
Apoyó sus manos contra la pared y se mantuvo firme, con el culo en pompa. Miré para abajo y me encontré con un espectáculo maravilloso. Todo mi falo se perdía en el interior de su culo y podía ir hasta el límite, dejarla adentro unos segundos y luego sacarla. Se me salió un par de veces, por la falta de práctica; pero lo pude resolver rápidamente. Además me gustaba el quejido especial que salía de la boca de Macarena cuando le volvía a enterrar la cabeza de la verga. 
Me pregunté si mi madre seguiría del otro lado de la puerta, escuchando. Quizás no, para no poner en evidencia la situación ahora que los gemidos de Maca eran más tenues; pero Alicia es tan controladora… es difícil saberlo. 
Imaginé que seguía ahí fuera solo porque eso alimentaba más mi morbo. 
Cuando le dije a Macarena que ya estaba por acabar, ella se arrodilló a toda prisa y empezó a chuparme la pija como una campeona de los petes. 
Todos los chorros de semen fueron a parar al interior de su boca, ella apretó los labios contra mi verga y no dejó salir ni una sola gota. Se tragó todo sin dejar de mirarme a los ojos. La forma en la que su lengua lamió la punta de mi glande una y otra vez hizo que más leche saltara de mi pija. No sé cómo hizo para tragar todo eso, yo sentí que fueron un montón de litros… aunque probablemente esté exagerando. El orgasmo fue potente, eso sí. 
Cuando me dejó seco, me alejé de ella.
―Eso fue intenso ―dije, acostándome en la cama. Maca se acostó a mi lado.
―Sí, fue genial. El culo me va a doler hasta mañana… y eso me encanta. Necesitaba una buena cogida como esta, para salir de la rutina.
―Y si lo necesitabas… ¿por qué me dijiste que no pasaría, que no lo íbamos a hacer?
―Ah, sencillo: porque si hubiera accedido muy rápido, no hubiera sido tan interesante… ni tan morboso. El verdadero disfrute del sexo viene cuando tenés que aguantar las ganas, cuando retrasás el placer.
―Ah… entiendo
―No es cierto.
―Está bien… está bien. Lo admito. No lo entiendo. Yo tenía ganas de coger, vos también. En mi opinión debimos hacerlo en ese momento, aunque tampoco me puedo quejar de cómo se dieron las cosas.
―Así me gusta, hermanito, que seas honesto ―ella agarró mi pija flácida y comenzó a acariciarla―. Hace poco descubriste “los placeres del sexo” y es entendible que solo pienses en coger y coger… a mí también me pasó cuando perdí la virginidad. Pero con el tiempo, y con la experiencia, descubrí que disfruto más retrasando el placer. Esperando al momento justo para dejar salir la calentura. Por ejemplo, la paso bien cogiendo con la tía Cristela. Al principio era super morboso. Sexo lésbico y desenfrenado entre una tía y su sobrina. Tanto ella como yo lo disfrutamos a pleno. Pero, con el tiempo, se fue volviendo una rutina ―mi verga se fue poniendo dura otra vez. Los dedos de Macarena son mágicos―. Ya no la pasamos tan bien como al principio. Ese morbo se fue muriendo de a poco. 
―Ah, ya veo… todavía no tuve una experiencia así de duradera como para decir que se volvió rutinaria.
―Y si en esta casa siguen pasando estas cosas tan locas, quizás nunca experimentes algo “rutinario”. De todas formas, acordate de mis palabras: retrasar el placer hace que el momento del sexo se disfrute más. Algún día lo vas a entender.
―No creo que nunca llegue ese día.
―¿Por qué no?
―Porque mamá me va a matar antes. Es más, quizás me mate apenas salga de esta habitación ―y no tenía ganas de salir, ahora Macarena directamente me estaba masturbando. Mi pija estaba completamente dura. 
―Ah sí, es cierto. Pero vos no tenés por qué preocuparte tanto, sos su bebé mimado. La que está en serios problemas soy yo. Ella me va a echar toda la culpa a mí.
―Eso es injusto. Yo también forme parte del asunto.
―Sí, lo sé; pero ante los ojos de mamá, acá la degenerada corruptora de pendejos soy yo. A vos te va a ver como una pobre víctima. 
―No estoy tan seguro, parecía bastante enojada conmigo. Después voy a intentar hablar con ella.
―No lo hagas ―dijo, acelerando el ritmo de la masturbación. Imposible llevarle la contra a una mujer cuando te hace eso. Aún así, quería saber sus motivos.
―¿Por qué no? ―Pregunté.
―Porque estoy segura de que vas a ir a hablarle en el peor momento posible. En el que menos te favorece. Porque vos sos así…
―¿Un boludo?
―Iba a decir ingenuo. Pero sí, boludo también.
―Gracias.
―Si vas a hablar con mamá, tenés que aprovechar el momento justo. Cuando ella esté en clara desventaja. Cuando vos puedas ponerte por encima de ella. Cuando puedas dominar la situación. 
―¿Y cuándo sería ese momento?
―No sé ―dijo, encogiéndose de hombros―. Eso ya depende de vos,  hermanito. Solo te estoy dando un consejo. Yo hice un montón de locuras. Muchas cosas por las que mamá me hubiera cortado las tetas. Cómo creés que sobreviví tanto tiempo? 
―Aprovechando la situación.
―Exactamente. ¿Te acordás de lo que te conté? Yo le daba consejos a mamá de cómo hacerse la paja. Ese fue uno de mis métodos para obtener una ventaja sobre ella. 
―Casi sonás como Ayelén.
―Bueno, esa chica sí que sabe aprovechar ventajas. Sé que tu relación con ella es conflictiva, no se llevan muy bien…
―Y me robó mi cuarto.
―Sí; pero te aconsejo que no te pongas en su contra. La enana es cruel y astuta. Si te quiere joder la vida, lo va a hacer. 
―Lo voy a tener en cuenta.
―Genial. Ahora ―aceleró aún más el ritmo de la masturbación y luego lo detuvo de golpe―. Podés dejarme sola? Estoy cansada. Me gustaría dormir un rato.
―¿Qué? Y me tengo que quedar así? ¿Con la pija dura?
―¡Claro! Acaso no escuchaste nada de lo que te dije sobre retrasar el placer? ―Me quedé mudo mirando su maliciosa sonrisa―. Hasta luego, hermanito. Gracias por todo. La pasé muy lindo. 
Giró en la cama y se quedó acostada dándome la espalda. 
No me quedó más alternativa que juntar mi ropa. Me vestí lentamente, intentando darle tiempo a mi verga para que se relajara otra vez, pero la pobrecita se mantuvo firme y alerta, impaciente por la acción que no iba a llegar. 
Definitivamente Ayelén no es la única cruel y astuta de la familia.

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