Con mi hermana en la ducha

Esta historia sucedió durante mis últimos años de instituto. Mis padres se habían marchado de fin de semana con unos amigos, así que mi hermana Cristina y yo nos disponíamos, cada uno por su cuenta, a desmadrarnos durante un par de días.
Yo tenía pensado ir a alguna discoteca con mi grupo de amigos con la esperanza de poder traerme a una chica a casa. Nunca he sido demasiado bueno ligando, en realidad, pero supongo que al no estar mis padres, mi imaginación echó a volar y, con más anhelos que realidad, esperaba ansioso la hora a la que había quedado.
A media tarde me fui a darme una ducha. En cuanto encendí el agua y comencé a empaparme el cuerpo oí a mi hermana aporrear la puerta.
-Joder, Luis, que tengo prisa -gritó desde el otro lado.
-No tardo nada -respondí.
Cuando oí abrir la puerta, di un respingo. Estaba con los ojos cerrados, lavándome el pelo. Supongo que el gesto que hice al tratar de taparme, con el párpado a medio abrir para que no me entrase champú debió resultar cómico, porque dejó escapar una risita.
-¿Qué haces, estás tonta? -dije mientras me quitaba la espuma de la cabeza como podía.
-Venga, que tengo prisa.
Me quedé asombrado cuando empezó a desnudarse.
-¿Pero qué haces?
No me respondió, se quitó el sujetador y dejó libre sus tetas. Eran preciosas, algo grandes, con los peones de un tamaño ideal, firmes. Tenía un cuerpo más bien regordito, algo ancha de cintura, pero indudablemente atractivo, sobre todo gracias a sus pecho y una cara en la que destacaban sus enormes ojos.
-¿Qué hostias haces, Cris? -insistí de nuevo cuando se quitó las bragas.
-Joder, que tengo prisa y tu tardas una barbaridad en la ducha
Me ruboricé un poco cuando aludió al tiempo que tardaba en ducharme, aunque quizás ella pensó que se debía a su cuerpo desnudo.
-Venga, hombre, que somos hermanos -dijo.
-Por eso mismo -murmuré.
Ella, por toda respuesta dejó escapar una risita y entró en la ducha. Me arrebató la alcachofa y empezó a mojarse el pelo. Cuando echo la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados, pude fijarme mejor en sus tetas. Se agitaban suavemente con el bamboleo de su cuerpo, las gotas trazaban surcos en sus pechos, resbalaban con suavidad hasta caer por su vientre.
Me vinieron a la cabeza las habladurías que corrían en los pasillos del instituto sobre mi hermana. Una chica sin complejos y con ganas de disfrutar sin remordimientos era, todavía, algo que despertaba las sonrisas pícara de los chavales. Alguno, con la mala intención de picarme, insinuaba algo sobre ella. He de reconocer que en aquel entonces, me ponía furioso que hablasen de esa manera de Cris por ese extraño honor de adolescente que a veces nos invade. De todos modos, en cuanto mi hermana abandonó el instituto para ir a la universidad, aquellos comentarios desaparecieron.
-Joder, ¿no has visto nunca una chica desnuda? -Me sacó de mi ensimismamiento. Mis ojos seguían clavados en sus tetas.
-Claro que sí -respondí ofendido. De hecho no era la primera, pero debía ser la segunda, tal vez la tercera.
-Cualquiera lo diría -dijo con burla mientras las yemas de sus dedos acariciaban mi pene con suavidad. Lógicamente estaba empalmado.
-¡Oye! -protesté. Aparté su mano con un gesto más violento de lo que pensaba. Pero ella volvió a reír.
Sentía latir mi polla por la excitación. Aquella simple caricia juguetona me había puesto a cien.
-No está mal, por cierto -dijo ella señalando a mi pene con los ojos.
-Gracias -contesté ruborizado.
Ella terminó de empaparse con el agua cálida. Vi como dirigía el chorro hacia sus pechos y se los acariciaba para extenderse el agua.
-Lo suyo es que hubieras dicho que yo tampoco estoy mal -dijo con un tono de falsa indignación.
-Claro que no -respondí.
-Oh, ni siquiera las has tocado -agarró mi mano y la puso sobre uno de sus pechos. Bajo mis dedos podía sentir su piel mojada, la carne firme a pesar del tamaño. Moví mi mano para que la yema de mis dedos acariciase su pezón, sentí como se endurecía.
-¿Y bien? -dijo ella. En su tono se reflejaba la misma excitación que me poseía a mi.
Puse mi otra mano en su otro pecho. Pellizqué levemente sus pezones.
-Son perfectas -dije.
Ella respondió con un gemido. Volví a notar las yemas de sus dedos, con su índice y pulgar recorría cada centímetro de mi polla.
Agaché la cabeza para lamer sus tetas. Bebí del agua que resbalaba por ellas, bajé mi lengua con lentitud hasta llegar a uno de sus peones, lo mordisqueé.
-Cuidado -susurró mi hermana.
Pase a su otro pecho y está vez, con más delicadeza, repetí mis movimientos.
-Así, así.
Con una de sus manos acariciaba mi pelo, me apretaba la cabeza contra sus tetas con suavidad. Con la otra me masturbaba. Agarraba mi polla muy suavemente, con el pulgar en la parte de arriba y me pajeaba. Muy lentamente, tanto que casi me desesperaba. Si hubiese aumentado el ritmo, solo un poco, más, ya me habría corrido. Yo estaba como loco, devorando sus tetas. Descendí mi mano hasta su coño y comencé a acariciarla. Pasé la punta de mis dedos por su raja, ella abrió sus piernas para que pudiese llegar mejor. Sentir como sus labios se abrían para mí me provocó un gemido de placer.
Como si eso hubiese accionado un resorte en mi hermana, me beso. Jugueteó  con mi lengua dentro de mi boca. Estuvimos un tiempo bajo el agua, comiéndonos las bocas mientras nos masturbábamos el uno al otro.
Luego ella lamio mi barbilla. Paso su boca por mi cuello. Me daba pequeños besos por el pecho hasta que se puso de cuclillas frente a mi. Cerré los ojos, quería sentir lo que me hacía. Lamia por mi pene juguetona mientras su mano acariciaba mis huevos. Los agarraba suavemente mientras llevaba su boquita de arriba abajo.
Finamente se la metió en la boca. La movió hacia delante y hacia atrás, su mano me pajeaba al ritmo de su manada. En ese momento abrí los ojos. La vi agachada frente a mi, casi sumisa. Mi polla desaparecía en su boca, sus ojos estaban abiertos, me miraba fijamente. Verla así me provocó otro gemido. Ella retiró la mano y comenzó a mamarla, solo con la boca, sin dejar de sostenerme la mirada.
No tarde mucho en sentir iba a eyacular. Intenté apartar su cabeza con suavidad, pero encontré resistencia.
-Me voy a correr -dije. Temía que quizás ella no hubiese adivinado mi intención.
Por respuesta cerró los ojos, pero siguió a lo suyo. Yo me dejé hacer. Tan pronto como sentí que comenzaba a correrme, ella agarró mi polla, retiró su boca y comenzó a pajearme al mismo ritmo al que me la estaba comiendo. De nuevo volvía a mirarme fijamente. Un poco de semen escapaba de sus labios, que ahora dibujaban una sonrisa. En su cara había chorretones de leche que se diluían con el agua que nos salpicaba.
Cuando terminé, ella se lavó la cara. En aquel momento, como un golpetazo, mi mente se vio invadida por el remordimiento. Aquella chica que ahora se levantaba y jugueteaba con mi polla, todavía dura, era mi hermana.
-¿No me irás a dejar a medias? -En su tono había un deje de amenaza. Quizás había visto la sombra de la duda en mis ojos.
Antes de que pudiese responder, cerró el agua y agarró una toalla. Me asió de la mano y, sin decir una palabra, ni esperar réplica alguna por mi parte, me llevó a su habitación.
Tan pronto llegamos, extendió la toalla sobre la cama e hizo que me sentase a su lado. Me besó de nuevo excitada. Cualquier culpa que pudiese sentir desapareció en cuanto sentí de nuevo su lengua. Llevó mis manos a sus tetas, aun mojadas. Sin apartarse de mi boca, se tumbó sobre la toalla. . Yo me puse sobre ella,  acaricié sus pechos, los apreté entre mis dedos. Ella gemía.
-Cómemelo -me susurró.
Obediente, bajé mi boca por su cuerpo. Me deleité en sus tetas y sus pezones duros. Besé su vientre hasta que me encontré, frente a frente con su coño.
Era la primera vez que me comía un coño. Jamás había estado tan cerca de uno. Con las dos chicas que había estado antes, no había llegado a hacerles oral. Pero ahora tenía el de mi hermana frente a mi. Los labios estaban abiertos, pequeñas gotitas de agua aún lo empapaban. Un poco de vello, bien arreglado, cubría su parte superior. Sentí el olor que salía de ella, tan cálido que me excitó.
Comencé a lamer. Presionaba con mi lengua sus labios y oía gemir a mi hermana. Di dos o tres recorridos así hasta que me decidí entrar en su vagina. Cuando la penetré con mi lengua, oí un largo gemido de placer. Estuve un rato así hasta que ella descendió su mano.
-Ahí -me dijo entrecortada, con su dedo posado en sus labios, algo más arriba.
Supe que me indicaba su clítoris, así que comencé a lamer en esa zona. Sentí el tacto abultado y, al pasar mi lengua, ella respondía. Me dejé guiar por sus gemidos y a medida que ella aumentaba el ritmo de sus jadeos, yo iba más deprisa hasta que sentí que cada uno de sus músculos se contraía. Ella aguantaba la respiración, totalmente tensa . Yo seguí lamiendo al mismo ritmo hasta que la sentí temblar bajo mi lengua. Soltó un gran suspiro de placer.
Nos quedamos un par de minutos descansando, el uno junto al otro. Yo no dejaba de pensar en lo que había pasado y me preguntaba si aquello estaba bien.
-Ha estado genial -dijo ella. Parecía que me leía el pensamiento.
-Sí -respondí con dudas.
Me acarició el hombro. Aunque estaba desnuda sentí que lo hacía como una hermana. Charlamos un rato y, al final, estuvimos de acuerdo en que aquella aventura no tenía nada de malo. Sólo éramos dos personas disfrutando de su cuerpo sin hacer daño a nadie. Al final nos vestimos y cada uno fue aquella noche a hacer sus planes.

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