Le pongo a mi madre en bandeja, pero él...

Le pongo a mi madre en bandeja, pero él...


La peli empezó suave, contaba una historia, pues como todas las antiguas películas porno no era un aquí te pillo y aquí te mato como son todas las de hoy.
Era por la noche, tras cenar con Carlos, decidí proponerles ver esta peli avisando a mi madre que era lo que era. Ella se sonrió pero no dijo que no, así que la puse en el viejo vídeo VHS y comenzó como ya he indicado.
Ella estaba sentada con Carlos en el Sofá del salón y yo en un sillón a su lado, situado estratégicamente para observar acontecimientos.
Lo cierto es que ella parecía nerviosa, supongo que como Carlos y yo mismo y no era para menos.
Allí en la pantalla ya comenzó la acción, a la protagonista le comenzaban a comer la raja un tipo con bigote y gafas cuadradas, ésta estaba aún vestida y el tío se la comía sobre una mesa de despacho apartándole las bragas a un lado.
—¡Uf chicos, qué fuerte! Yo no estoy acostumbrada a ver estas cosas —confesó mi madre nada más empezar.
Luego cambió el turno y ella comenzó a chupar su polla al tío sacándosela de la bragueta del traje, ahí la cara de mi madre era todo un poema.
—¿Nunca has chupado una, mamá? —me atreví a preguntarle delante de Carlos.
—¡Vamos Beltrán, yo soy una mujer decente! —confesó ella ante ambos.
—¡Venga mamá, seguro que alguna vez ha pasado! ¿No?
—Prefiero no hablar de esas cosas Beltrán —fue su respuesta.
—Está bien, no insisto más.
En la pantalla ya se estaban follando y dándole por detrás a la pobre secretaria, que no hacía más que gemir y gemir, con primeros planos de su culo siendo penetrado por la polla del directivo.
Entonces saqué mi erección y ante los atónitos ojos de mi madre y mi amigo comencé a masturbarme ante ellos.
Esperaba que dijesen algo pero no lo hicieron, así que hablé yo.
—Vamos Carlos, cómele la raja a mi madre, para ir entrando en calor.
—¡Pero Beltrán, deja que sea él quien diga algo no! —dijo ella escandalizada.
—No importa Aderita, si en el fondo lo estoy deseando
—¿Ah sí? —dijo ella extrañada.


Los inicios fueron tímidos, pero ahora mi madre estaba espatarrada en el sofá, sin bragas y disfrutando de la lamida de coño en la que mi amigo Carlos se había enfrascado, mientras ella jugueteaba con su pelo y gemía suavemente, más por vergüenza, ya que yo estaba presente, que por ganas de hacerlo, que seguro que las tenía.
Mientras disfrutaba del cunnilingus su mirada y la mía se cruzaron. Ella reparó en mi masturbación y yo en sus ojos atónitos. Ya tenía la blusa desabrochada y sus tetas asomaban por encima del sujetador, pues Carlos se había deleitado chupándoselas.
—¡Vamos Carlos! Sácala ya y dásela toda ya hombre —reí yo.
Entonces Carlos nos sorprendió a ambos, se levantó y bajándose la parte de abajo mostró la verga larga y dura apuntando a la cara de mi madre, que permanecía sentada en el sofá.
—¡Vamos Aderita, me gustaría que me complaciera un poco a mí ya que yo le he dedicado todo mi ser a darle placer a usted en su raja! ¿No?
Mi madre quedó atónita ante la proposición de mi amigo.
—¡Vamos mamá, lo veo justo! No te preocupes porque esté yo presente, para mi es algo normal y sé que lo has hecho, ¡adelante! —la animé.
De modo que cuando entró en su boca tímidamente, le costó acostumbrarse al principio, de nuevo más por vergüenza que por falta de ganas. Pero cogió confianza y su mamada se fue haciendo más natural. Tanto que mi amigo tuvo que separarse de su cara para no correrse.
—¡No te vayas a correr en mi boca! ¿Eh? —le advirtió mi madre.
Decidieron pasar a cosas mayores así que ella se puso de rodillas en el sofá y él desde atrás la ensartó aferrándose a su gran culo. Para mí la escena era muy hermosa, mi mejor amigo follando a mi querida madre, ya sé que podrá parecer una perversión. Pero Carlos era mi amigo de la infancia y reconozco que también lo quería y ella era mi madre, la que me había criado desde pequeño a falta de un padre y verlos disfrutar juntos me llenaba de gozo y por qué no decirlo, deseo…
Luego cambiaron de postura, ella se sentó y lo recibió a él desde el frontal. Este la folló mientras le sobaba y comía las tetas, y aunque intentó besarla en la boca, ella rehusó. Más tarde me diría el porqué.
Finalmente mi amigo cayó dulcemente en su tierno abrazo, sufriendo los estertores del orgasmo mientras ella le acurrucaba entre sus hermosos pechos y amplios muslos. Sin duda una corrida húmeda y muy calentita para ambos.
Tras esto mi amigo se vistió y ella se fue al baño a asearse. De modo que lo despedí en la puerta un poco cortado sin saber si decirme algo así como, ¡gracias por dejarme tirarme a tu madre!


Cuando volvió del baño ya se había duchado y puesto su camisón para acostarse. Yo seguía viendo la peli con mi miembro fuera.
—¡Oh Beltrán, aún no has acabado! —dijo ella sorprendida.
—Pues no, he querido esperar a ver como terminabais, ¿te has corrido?
—¡Claro que sí! Hoy tu amigo se ha portado, aguantando más que el otro día y me ha gustado más —me confesó tomando asiento en el sofá junto a mí.
—Yo también he disfrutado viéndoos gozar, ¿sabes?
—¿En serio? A mí también me ha dado morbo que nos estuvieses mirando, ¿sabes? Reconozco que me daba mucha vergüenza, pero una vez que me he entregado hasta te miraba cuando él me follaba para ver que cómo nos observabas, ¿somos raritos los dos, verdad?
—Si, supongo que sí. Me ha gustado especialmente cuando te la has metido tan tímidamente en la boca y luego se la has chupado.
—¡Oh Beltrán, qué cosas me dices hijo! —asintió ella avergonzándose.
—No hay de qué avergonzarse, lo que habéis hecho ha sido delicioso y he disfrutado tanto como vosotros con tan sólo mirar.
—Pero, ¿en serio que no te has corrido? —preguntó incrédula.
—No, me he concentrado tanto en observaros que me he olvidado de mí mismo —le confesé, lo cual, aunque extraño era cierto.
—¡Oh Beltrán, eso sí que me ha resultado raro! —dijo ella asombrada por mi falta de orgasmo.
—¿Tal vez si tú me echaras una mano? —dije para incitarla.
—¿Una más? —dijo ella, pues ya iban dos, pero como se suele decir, no hay dos sin tres.
Asentí sin decir nada y en la penumbra del salón mi madre aceptó el reto. Cogió mi pene erecto por su base y como la otra noche lo masturbó.
—¡Qué bien lo haces! —exclamé recostado en el sofá mientras su experta mano subía y bajaba a lo largo de mi erección.
—Si, tengo algo de práctica en jóvenes —rio ella mientras continuaba con gran maestría.
—¿Carlos se ha corrido dentro de ti? —dije yo interesándome por tan zafio detalle.
—¡Si! Pero no pasa nada, empecé a tomar la píldora porque sabía que la necesitaría —me confesó ella.
—¡Oh, qué atrevida! —le dije yo mientras acariciaba sus gruesos pezones, que apuntaban al suelo como puntas de lanza de sus hermosos pechos...
---------------------------------------------------------
Acabas de leer un fragmento de mi novela La madre de mi mejor amigo, una obra tan sensual como explícita, que seguro que te sorprenderá, pues no es lo que parece y seguramente no es lo que esperas, no es vulgar... ¡para nada!

0 comentarios - Le pongo a mi madre en bandeja, pero él...