Cuernos descubiertos

Después de varios años de casados, he decidido contarlo todo. La rutina estaba acabando con nuestra actividad sexual, cada vez nos veíamos menos. Mi esposa, una bella morena caribeña, con excelente figura, estaba más y más lejos, a pesar de seguir viviendo juntos.

 

Un día, ella recibe una llamada para que fuera a trabajar como administradora en una estación policial. Sin dudarlo, aceptó. Se puso su mejor vestido rojo, tacones altos, medias con sus ligueros respectivos. Iba espectacular para iniciar su nuevo empleo.

 

Todo arrancó muy bien, buen sueldo, bonita oficina. Su mal humor iba desapareciendo, se veía sonriente.

 

Pasado unos meses empecé a notar un cambio radical, estaba cariñosa, animada. Era otra mujer.

 

Era viernes, 12 de enero, cuando a eso de las 4 de la tarde recibo una llamada de mi esposa indicando que no llegaría temprano a casa, debía quedarse hasta tarde para revisar unas remodelaciones que habían hecho en el cuartel policial. Aunque me pareció un poco extraño, no tuve reparo en tal decisión.

 

Las llegadas tardes se volvieron continuas, pero como la vi tan emocionada ni preguntaba el porqué. Pasado el tiempo, necesitaron de mis servicios para acomodar unos problemas en la red. Al entrar a la comandancia mi esposa me indicó donde debía trabajar. Noté como algunos policías miraban a mi mujer de forma libidinosa, sentí un poco de celos solo al pensar que eso sucedía todos los días.

 

Algo me decía que debía investigar un poco más, ese comportamiento por parte de los uniformados no era normal, por lo que aproveché la oportunidad y me puse a revisar los videos grabados por las cámaras de seguridad. Hice un respaldo de ellos y me los llevé a casa.

 

Dos noches pasaron y nuevamente mi esposa me llamó para decirme lo que ya se había vuelto rutina, iba a quedarse hasta tarde trabajando. Era el momento propicio para ver el material obtenido en su trabajo, abrí mi computadora y manos a la obra.

 

Uno a uno los videos iban pasando, nada fuera de lo normal, hasta que conseguí lo que me temía. A través de la cámara de seguridad que apuntaba hacias las celdas veo a mi escultural dama entrando con dos funcionarios, los mismos que ese recordado día descubrí viéndola. Ella caminaba con su vestido ajustado de color negro, ellos iban detrás, muy cerca para mi gusto. Ella estaba supervisando con detalle las remodelaciones. Ellos cada línea de mi mujer…

 

Lo que si notaba un poco extraño era que por todo mi esposa sonreía. A medida que avanzaba el video, veía que volteaba a verlos con picardía. En un momento se agachó para ver unos detalles en el suelo y en vez de hacerlo de forma recatada levantó su culo e inclinó su pecho, su falda mostró más de lo que debía. Los policías se miraron y sonrieron, ella al escucharlos se levantó haciéndose la sorprendida.

 

Cuando fueron a inspeccionar los barrotes vi como ella agarró con sus manos cada metal, con las piernas en V invertida, hacía el esfuerzo para halar y corroborar la firmeza del metal. Su posición era sumamente tentadora, tanto así que unos de los policías decidió acercarse por detrás, se pegó a su cuerpo, apoyó su miembro en las nalgas de mi mujer, le agarró las manos e hizo el teatro de supuestamente ayudarla a halar con más fuerza.

 

La cosa ahí se puso difícil, ella quiso desprenderse del apretón y tratar de huir. Logró zafar sus manos, giró su cuerpo rápidamente y quedó frente a frente con el primer policía. Nuevamente hizo el amague de retirarse y él la presionó contra los barrotes. Su cara la delataba, ella no tenía expresión de miedo, sino de lujuria. Empezó a reír y hacer un inútil esfuerzo de alejarlo. El hombre sacó sus esposas e hizo gestos de que iba a detenerla, ella sonreía y se notaba que le decía algo como «señor oficial, soy inocente, no me vaya a meter presa», todos reían. El policía le puso una esposa en la mano, mientras el otro sujeto se fue al lado de afuera de la prisión y en un acto de compañero de equipo agarró la mano de mi mujer y la juntó con la otra, cerró las esposas y nuevamente entró.

 

Ahí estaba mi dama, con su vestido un poco alzado por el forcejeo, los dos hombres observando tal monumento, sus piernas brillaban, sus senos erectos, sus pezones erguidos, era evidente que estaba excitada.

 

Su boca decía que ya era momento de parar el juego, pero sus ojos y el resto de su cuerpo evidenciaban lo contrario. El primer oficial se acercó aún más, ella apartó su cara a un lado y él aprovechó para besar su cuello. La cara de mi mujer justo apuntaba hacia la cámara y noté como disfrutaba lo que estaba ocurriendo. Él empezó a manosearla, tomó su cintura y poco a poco fue subiendo hasta sus pechos. Ella no se oponía.

 

Él la siguió tocando por todos lados, apoyó su polla y metió las manos hacia atrás, donde asumo agarraba sus nalgas al mismo tiempo que le subía el vestido.

 

El otro sujeto se frotaba deleitándose al ver como poco a poco se asomaba entre las piernas de esa diosa una pantys de encaje negro, con una transparencia tal que mostraba el coño bien afeitado de mi esposa.

 

Era un cuadro completamente erótico digno de ser retractado en lienzo, yo no podía creer lo que mis ojos veían. Y más sorprendido quedé cuando a través de la pantalla observé como mi esposa, en un movimiento repentino, fue deslizándose al piso y abriendo sus piernas en la más perfecta cunclilla que jamás haya visto, haciendo juego perfecto con sus tacones altos.

 

Quien la tenía atrapada entendió muy bien lo que sucedía y como en un acto mecánico sacó su miembro que ya derramaba líquido preseminal y lo dejó caer pesadamente en el rostro de Maira, sí, ese es su nombre, qué carajo!, ya que contaré todo, entonces también diré su nombre. Ella lo miró y haciendo un gran esfuerzo empezó a tragarse lo que tenía al frente. Todo un espectáculo…

 

El hombre empezó a empujar desapareciendo su gran pene dentro de la boca de Maira, quien con arcadas derramaba lágrimas de placer, y digo que eran de placer porque no hizo ademán alguno de querer rechazar el tronco que engullía.

 

Ahí estuvieron un buen rato hasta que empezó a salir semen por sus labios. Tragar no fue suficiente, una gran cantidad de leche se derramaba por los alrededores. Él sacó su miembro y se acostó abriendo aún más las piernas de mi dama, apartando a un lado las pantaletas con sus dientes, empezó a meter su lengua y ella a gritar, ahora le tocaba disfrutar, siempre le ha gustado que le laman su conchita.

 

Ella se levantó al ver que no entraba lo suficiente, le pidió al sujeto que estaba en el piso que se volteara boca arriba, le hizo señas al otro policía para que se acercara y le quitara su ropa interior, éste accedió inmediatamente y ella se volvió a agachar sentándose en la cara del que estaba en el piso. El de arriba aprovechó para que también se lo mamara, era la primera vez que ella hacía un trío. Creo que ni lo pensó, hasta que se vio con una polla en la boca y con la lengua del otro entrando hasta lo más profundo de su ser.

 

Acto seguido ella empezó a gemir cada vez más fuerte, sus líquidos mojaban la cara del que se comía su coño. De pronto se sacó el grueso miembro del otro y pidió a gritos que la cogieran, ya no le importaba si alguien entraba, que más daba, bienvenido a la fiesta… Así fue, el que estaba arriba corrió a quitarle las esposas, el que estaba abajo se levantó y le quitó el vestido. La levantó y se la llevó a una de las camas.

 

Prácticamente la aventó, no había sutileza de ningún tipo. Ella cayó e inmediatamente abrió las piernas esperando recibir la verga más grande, el otro regresó y volvió a meter su palo en su boca, que aunque era más pequeño superaba por mucho el grosor del otro.

 

Empezaron con el mete y saca rápidamente, ella se arqueaba de placer, gritaba, les pegaba, estaba completamente fuera de sí. Ellos al ver su reacción pasaron a ponerse también más agresivos, halaban su cabello, cubrían y apretaban sus senos, le metían la verga hasta el fondo, se la sacaban completamente y se la volvían a meter de forma abrupta.

 

El que estaba dentro de ella le hizo señas al que la cogía por la boca y procedieron a cambiar de lugar, el segundo se tumbó sobre la cama, el primero la alzó y la dejó caer, ambos intentaron infructuosamente meterle las pollas en su concha. Ella quería y trataba de ayudarlos con su mano. Ahí, entre gritos y desesperos por seguir, pasó otra cosa inimaginable, el que estaba atrás retrocedió un poco, puso la gran verga en el ano de mi mujer, y de un sopetón logró clavarle la cabeza. El que estaba al frente viendo que ella ahogaba su grito en dolor y placer, la penetró profundamente, ella casi desmayaba, lo apretó…

 

Esta vez el que estaba atrás fue más gentil y le comenzó a abrir las nalgas con sus manos, mientras le iba introduciendo lo que quedaba dentro de su culo, llegando a penetrarla completamente. Yo al ver lo que sucedía comencé a masturbarme, pues era la mejor porno que había visto y lo mejor, conocía a la protagonista.

 

Ellos recuperaron su ritmo, empezaron a darle unas arremetidas abismales, ella cada vez gritaba más duro, jadeaban, sudaban, su piel morena brillaba como si estuviera untada con miel, besaba, aruñaba, mordía el labio de quien estaba adelante, gritaba más fuerte, hasta que como el más exacto coro, al unísono, empezaron a exclamar la llegada de un triple orgasmo. Ella acabó sobre ellos y de sus agujeros salía cantidades de semen.

 

Cayeron tumbados en la cama, ella no se movía, ellos no retiraban sus miembros, hasta que un ruido los hizo sobresaltar, alguien se aproximaba. Tal vez ya traían a los nuevos inquilinos…

 

Rápidamente se vistieron, salieron corriendo de la celda, ella aún chorreaba, se le notaba en sus piernas. Los tres combinaban la risa con el miedo a ser descubiertos. Cambié de cámara y en una conseguí como se despedían con un beso en la boca y una nalgada por parte de uno de los policías.

 

Quedé perplejo, comprendí la mirada cómplice de ambos gendarmes con mi esposa, ese día cuando fui a su oficina.

 

En la noche esperé que ella llegara. Al entrar por la puerta fui hasta ella, no le dije nada, solo empecé a quitarle la ropa y la cogí como nunca, la traté como la puta que era. Ese video hizo grandes cambios en nuestra vida, había nacido la lujuria entre nosotros.

 

Tiempo después le conté lo que había visto en esos videos y le confesé que lo había disfrutado, ella me contó los por menores de tan aventurada locura, nuevamente cogimos por la excitación de recordar lo ocurrido.

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