Casi me hace gay

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No te vas a arrepentir!


CASI ME HACE GAY

A veces una relación de pareja es la mayor de las bendiciones, y a veces se transforma en el mayor de los castigos.
Pasados mis cuarenta, Roxana, la madre de mis hijos, en un abrir y cerrar de ojos cambiaría de ángel a demonio, de compañera de cama a mí peor pesadilla.
Luego de atravesar un tortuoso camino de divorcio, en medio de abogados, papeleríos, tribunales y discusiones que me habían llevado al hartazgo y a conocer el lado perverso de la que había sido mi mujer, había quedado casi en banca rota, pero con la esperanza de volver a empezar.

Aprendí que no es fácil ser hombre, ella se quedó con la casa, con los chicos y se aseguró un embargo permanente de mi sueldo para una mantención que naturalmente yo le hubiera dado. Esa casa, que año tras año había levantado con el sudor de mi frente y la fuerza de mis manos, ella había metido a convivir a su nuevo amor, el tipo con el que me metía los cuernos cuando yo salía a trabajar y quien originaría la separación.
No soy un hombre perfecto, seguro cometí mil errores, pero no creo ser digno de recibir lo que recibí, el desprecio permanente de la que había sido el amor de mi vida.

Y pronto comprendería que esa pesadilla no había terminado con nuestras firmas finales en esa fría mañana de agosto, no, por el contrario, esa pesadilla recién comenzaría, porque hijos de por medio, siempre había un nuevo problema, una nueva denuncia, una nueva visita a los abogados, mediaciones, tribunales, y sin quererlo, como suele suceder, ellos se transformaron en el botín a disputarse en la guerra sinfín entre mamá y papá
Estaba devastado, deprimido, me sentía ya grande y fuera de juego para intentar empezar una nueva relación y los constantes problemas que me asfixiaban solo lograban que no tuviera deseos de estar con otra mujer.

El flaco, así le decíamos, era mi mejor amigo, mi confidente, una amistad de años, conocía cade detalle de mi situación, casualmente alguna vez él me había presentado Roxana, mi ex, que a su vez era amiga de su esposa, esas cosas de familias amigas con la cual incluso habíamos compartido algunas semanas de vacaciones en las montañas.
Tal vez mi amigo tuviera algún tipo de remordimiento y se sintiera parte del problema, cosa que no era así, pero el flaco no quería dejarme solo, se había transformado en un puntal para sostenerme en pie, me llevaba a jugar al futbol, una partida de cartas, o charlas hasta el amanecer en algún bodegón apartado, bebidas y cigarros de por medio.

Esa tarde teníamos pactada una charla de café, pasó a buscarme con su coche y me dijo que tendríamos que pasar antes a buscar a sus hijos al colegio, Marisa, su esposa, había tenido un inconveniente y solo serían unos minutos. Llegamos, estacionó a un lado y me quedé sentado en el asiento del acompañante mientras él fue a esperar a que salieran.
Solo me entretuve observando el paisaje, como es habitual, padres, madres y algunos abuelos arremolinándose en la puerta de salida mientras daba la hora de fin de clases. Hubiera sido un momento sin mayores sobresaltos, de no ser por ella, llamó mi atención de inmediato, era imposible que no lo hiciera, conmigo y con cualquiera.

Una cuarentona intimidante, con una altura privilegiada, más que la media de las mujeres, de contextura robusta, con un jean celeste que le quedaba pintado en la piel dibujándole terrible culo, unas botas de gamuza de altos tacos, llegaban por encima de las rodillas, una camisa ajustada por el que escapaba llamativamente el nacimiento de sus tetas, evidentemente artificiales, con un chaleco negro haciendo juego con las botas. Su rostro era tan llamativo como su cuerpo, esos rostros marcados por las cirugías y el bótox, esas caras de muñecas plásticas perfectas, esas que son todas iguales, enmarcada en largos cabellos castaños, solo para tratar de evitar lo inevitable, el paso del tiempo, en resumen, una señora puta con todas las letras.
Cuando el flaco volvió con los chicos y se acomodaron en el auto, se la marqué con la mirada y le pregunté quién era, él miró por el espejo retrovisor donde estaban sus hijos y dejándome saber de mi embarazosa pregunta solo tiró

Se llama Carla, viene por sus sobrinos, después te cuento.

Mas tarde, a solas en el bar, Carla se transformaría en el tema de conversación, el flaco me confesó que era una veterana guerrera, solterona amante de la pija, infiel por naturaleza, que estaba mal de la cabeza - por su proceder sexual - y que él mismo había sido uno de sus tantos amantes, que solo la dejó porque iba a arruinar su familia y ni Marisa, ni los niños se lo merecían.

Presentamela! - le dije a mi amigo -

No me importaba que fuera una atorranta, una gata, me había entrado por los ojos y me había gustado, además, necesitaba que Roxana, mi ex, supiera que yo había podido rehacer mi vida, que era feliz con otra mujer y que ella ya no me importaba, que estaba afuera de mi mundo, una buena manera de patearle los dientes

Ja ja! queres que te la presente? estás seguro? te va a enloquecer, yo te lo advierto! - respondió el flaco -

Y ciertamente sus palabras me sembraban demasiada intriga, así que redoblé la apuesta

Todo se dio naturalmente y tener a Carla frente a frente fue más impactante que tenerla a la distancia, sin tacos era aún más alta que yo, y físicamente, también se notaba que era más fuerte que yo, bueno, soy bastante pequeño y delgado y nunca sabré que vio ella en mí, pero solo se dio.
Mis primeras experiencias en la cama con ella fueron fantásticas, era un tornado, desinhibida, puta y puerca, con tetas artificiales que saltaban como globos, de las que les gusta gritar hasta que escuche todo el vecindario, de las que les gusta hablar y te enloquecen son malas palabras, de las que están en este mundo solo para coger.

En dos meses me había mudado a su departamento, y solo me divertí sabiendo que mi ex se envenenaba con su propio veneno al enterarse de la situación.

Carla era una potra indomable, tenía un armario lleno de consoladores y vibradores de todos tamaños y formas, lencería de la que imaginen, disfraces, sado y solo parecía tener un sex shop personalizado.
Y pronto empecé a sucumbir a su locura y a entender las palabras de mi amigo, era una enferma mental...
Es que ella nunca parecía agotarse, una ninfómana desinhibida que siempre quería más y más, una, dos, tres acabadas de mi parte, y otra vez, y llegó el punto en el que ya no podía seguirle el ritmo.

Sus consoladores empezaron a ser habituales entre nuestras sábanas, como un amante de reserva, le encantaba simular dobles penetraciones con mi pija y algún juguete de ocasión.
Y empezó a darme pastillas para que se me parara, y así sentí que me metía los dedos en el culo para masajearme la próstata y estimularme, y debo decir que era más fuerte que yo, así que poco podía hacer por resistirme.
Carla parecía una máquina programada para pensar todo el día en el sexo, porque ella era así en la cama como fuera de la misma, ella parecía aburrirse demasiado pronto de las cosas y siempre inventaba algo nuevo para mantenerme al borde de la locura.

Carla hacía cosas que otra mujer no hacía, como es tarde que fuimos a caminar por la costanera y terminamos merendando en un bar, en algún momento fue hasta el baño de damas, la vi alejarse con esa minifalda ajustada y corta en verde agua, más propia de una chica de quince que de una mujer de más de cuarenta, y noté las miradas indiscretas de las personas del entorno. Al volver, ella se paró frente a mí y tiró sobre la mesa su diminuta tanga blanca embebida en sus jugos, de una manera pecaminosa y adrede, y no lo hacía para mí, en verdad era para que los demás vieran lo que estaba haciendo, para que todos notaran que debajo de esa pollera estaba su concha desnuda y desprotegida, así se calentaba, así me calentaba, así calentaba a todos. Esa tarde, cuando caía el sol, terminamos cogiendo como animales primitivos, como locos adolescentes, en un parque público, camuflados detrás de un frondoso árbol que fue testigo de esa locura.

O ese día, estando en casa fue a cambiarse para ir al mercado, tomó un consolador y se lo enterró en la cocha, y luego otro por el culo, se puso la tanga, un jean super ajustado y solo se fue con su cartera y el bolso de mano, minutos más tarde me llamó desde el local, me dijo que me masturbara, que me tocara mientras ella me comentaba los precios, como sentía su concha llena, de los chicos en el otro pasillo comprando bebidas, de cómo le abría el culo el que tenía por detrás, como la mujer de los embutidos cortaba fiambre, de cómo se sentía de rico al caminar con esas cosas metidas dentro, y de cómo la chica de la caja parecía sospechar algo por la forma en que la miraba. Sus palabras se mezclaban con jadeos que no podía controlar y todo se hacía caliente, demasiado caliente, al punto de no poder soportarlo.

Y en toda su locura probé sus juguetes, fue casualidad, o no, estaba agotado, ya no se me paraba y ella quería más, me la chupaba sin éxito, solo tomó uno de sus vibradores, lo lubricó bien y me lo metió por el culo, casi a la fuerza, me hizo doler al principio, hizo que me gustara al final y sentí esa vibración fuerte que lograría una nueva erección.
Carla me estaba matando en vida, había perdido cinco kilos en poco tiempo y en mis confesiones con mi amigo el flaco solo lograba que él se riera de mi suerte

Te lo advertí! - me decía sin poder ocultar gracioso del asunto.

Pero aún faltaba lo peor, una noche habíamos discutido por una pavada, ella me estaba contando algo y honestamente yo no la estaba escuchando porque estaba muy concentrado con mi celular, Carla lo notó, y me recriminó, y yo hice lo peor que podía hacer, solo me reí de la situación. Bueno, que decir, solo se desató la tormenta y una cosa trajo otra, y al irnos a la cama estábamos como perro y gato.
Fue cuando Carla se acorrucó a mi lado y me dijo que no quería que durmiéramos enemistados, se puso mimosa, con besos, arrumacos y solo cedí a sus encantos sin saber que me estaba tendiendo una trampa.
Entre revolcones y mi inocencia, ella me esposó una muñeca al barral de la cama, aun no terminaba de darme cuenta de lo que sucedía cuando hizo lo mismo con mi mano izquierda que aún estaba libre.

Ella entonces se apartó y vi una mueca marcada en sus labios, como que quería cerrar la discusión a su manera.
Fue entonces a su armario de juguetes, mirándome de reojo se pasó un arnés de cuero con una verga de juguete enorme y vino a mi lado llenándola de lubricante, yo le dije que estaba loca, acaso que estaba haciendo, o pensando, pero ella se fue acomodando entre mis piernas, y me dijo que esa noche ella sería hombre, y yo su mujer.
Empecé a resistirme, Carla me dijo que no lo hiciera, que solo empeoraría la situación y que solo tenía que resignarme y disfrutar.
Ella era perversa, levantó una de mis piernas con fuerza y empezó a preparar el camino metiendo sus dedos lubricados por mi esfínter, juro que seguía protestando, pero solo era imposible, estaba atado y como dije, ella era más fuerte que yo.

Apretó entonces ambas piernas para atrás y sentí apoyar el grueso consolador en el culo, hija de puta! como dolía!
Dejó que me fuera costumbrando, relajando, 'tranquilo mi amor, ya está, ya está' me susurraba sin dejar de intentarlo.
Yo gemía implorando como una marica, pero en algún punto mi culito se estiró lo suficiente para ceder y que ella cayera con todo el peso de su cuerpo sobre mí, enterrándomelo hasta el fondo, arrancándome un grito sordo.
Carla tomó la botella de lubricante y dejó caer un fino chorro sobre el juguete que estaba ya entrando y saliendo, también dejó caer líquido sobre mi verga y solo empezó a masturbarme muy rico.

Perdí noción del tiempo, pero estuvo como una hora entrando y saliendo, entrando y saliendo, entrando y saliendo, sin piedad, una y otra vez, mientras masturbaba mi verga dura, y cada vez que yo estaba por acabar, ella solo dejaba de tocarme para que no lo hiciera, me hacía gemir, gritar, maldecir

Te voy a hacer gay! ya vas a ver!

Así me hablaba, me decía cosas sucias y me pegaba cachetadas en el rostro, era su marioneta.
Solo cuando se cansó del juego me hizo eyacular usando sus manos lubricadas y moviéndose en mí culo, saltaron siete potentes chorros que bañaron mi vientre, mi pecho y hasta mi rostro, solo no pude evitarlo.
Ella entonces empezó a reírse a carcajadas y me dijo

Vaya putito! parece que te gustó!

Lugo de saciarse, soltó las esposas que me aferraban al barral de la cama, mis muñecas estaban violáceas de tanta resistencia inconsciente que había ofrecido minutos antes.

Supuse en ese momento que todo había sido un juego de venganza nacido en la discusión que habíamos tenido y solo lo dejé pasar.

Pero Carla no tenía paz, siempre iba por más y las cosas se hacían a su manera, casi en forma dictatorial.
No tardaría mucho en volver a repetirlo, solo que, con un juguete aún más grande, y esta vez sería en la mesada de la cocina.
Solo volvió a tomarme por la fuerza en una violación no consentida, los roles solo estaban invertidos y ella disfrutaba demasiado en su papel masculino, se movía muy bien, se metía demasiado en el personaje.
Recuerdo que vino por sorpresa, yo estaba lavando los platos de la cena y solo no la vi venir, tenía mis manos llenas de detergente, Carla me tomó por detrás y en un rápido movimiento me bajó los pantalones, pasó una mano por delante para sobarme la verga, sentí su respiración en mi oreja, caliente, embravecida, recibí una fuerte nalgada y mis glúteos percibieron el gel lubricante del enorme juguete que ella refregaba golosamente, traté de negarme, pero ella me sujetó con fuerza y me dijo en un susurro

Tranquilo putito! donde vas? es hora de jugar con mami!


Casi me hace gay


Ella solo me forzó, grité, no pude, juro que no pude, su consolador se metió por detrás, mi esfínter parecía estallar y solo me la daba con locura, como una locomotora, entrando y saliendo, con una de sus manos me apretó la garganta, con la otra me aferraba los cabellos y me decía una y otra vez que yo era su putita
Mi verga estaba dura, apoyada contra el frío mármol de la mesada y el roce se me hacía muy rico y se combinaba con el sexo anal que me estaba dando, yo sabía que ella no se detendría hasta hacerme acabar, solo me relaje, solo disfruté el momento.
Me sentí venir, y esta vez mi eyaculación fue más potente y más prolongada que la vez anterior, manchando incluso los cerámicos de la pared.
Me sentí sorprendido, estaba transpirado, agitado, y supe que terrible acabada solo potenciaría más el lado enfermizo de Carla.

Como mi amigo el flaco alguna vez me había advertido, solo me estaba enloqueciendo.

Ella pareció tomarle el gusto a la situación, poco a poco ella me cogía a mi más de lo que yo la cogía a ella, y todo fue rodando cuesta abajo. En esos días sabía también que ella tenía un nuevo macho, es que ella era así y nunca cambiaría, alguien más la cogía y yo empezaba a ser solo un juguete más de su diversión, en algún punto me resigné a tener placer solo cuando ella me la daba por el culo.
Confieso que, como hombre, me gustaba lo que proponía, pero ya me avergonzaba del culo abierto que tenía.
No era para mí, no era lo que buscaba, y si intentaba prolongar la relación era solo por mi tonto ego, por no darle el gusto a Roxana, mi ex, de verme fracasar nuevamente en una relación amorosa, por no tener que darle explicaciones a mi amigo, sobre temas de los que mejor prefería no hablar.

Es que ella realmente me estaba haciendo gay, y la gota que rebalsó el vaso fue una nueva propuesta suya.
Una tarde, como si fuera lo más natural del mundo, apareció con un delicado conjunto de lencería, no era para ella, era para mí! enferma!, definitivamente estaba loca, me dijo de sus planes, de su amante, que estaríamos los tres juntos en la cama, y que el la cogería primero a ella, y después a mí...

Mejor solo que mal acompañado reza un dicho de mis pagos, solo dije adiós, soy hombre, y me gusta serlo.
Por ahora no quiero saber más nada con mujeres, al menos relaciones estables, aún tengo el día a día de problemas eternos con Roxana, la madre de mis hijos, y también el recuerdo marcado por detrás de Carla, la mujer que casi me hace gay


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3 comentarios - Casi me hace gay

Metalhead7_7 +1
Muy bueno como siempre van 10. Una duda. ¿Qué es dulces.placeres@live.com o mejor dicho, qué fin tiene?
dulces-placeres
Es como mi marca con la que me identifico en todos los sitios. Siempre publico con ese nombre
dulces-placeres +1
El fin de dejar el mail es pq a veces me hacen consultas extensas o solo quieren conocerme o hablar de cualquier tema. Solo eso
Metalhead7_7
@dulces-placeres ahhh calculaba si.
PAJAESVIDA +3
se hubiera dejado cojer por el macho y despues se hubiera ido! van 10 y una flor de paja!😍🍑🍆💦💦💦😋