Mi mujer tan santa... tan puta 2

Después del desayuno, Chema y yo fuimos al mecánico y mientras éste terminaba el trabajo, Chema conversó conmigo. Me cayó bien, era un buen tipo buscando sacar adelante a su familia pero con una terrible adicción. En dos horas que charlamos escuché otra forma de llevar una relación. La de la dependencia. Soledad, su esposa, era su droga. Chema le soportaba todo, todo. Malos tratos, mala comida, e infidelidades. 
-creo que tengo mala suerte -sentenció.
Ya de regreso, Caro y Soledad estaban bajo un árbol, tomado pulque. Yo me abstuve de tomar para evitar accidentes y también porque no me gusta por el dolor de cabeza que da. Ni que decir que regrese con Caro, ebria.
En el auto, Caro me confesó que Soledad era muy, muy, muy coscolina y que dudaba que Julia fuera hija de Chema.
-Si Soledad pudiera, se metía en la cama contigo –me dijo. ¡Ha estado con más de 10 hombres! 
-¡ha de ser excelente amante! ¡qué bien por ella!
-yo no aplaudiría esa conducta...
-no la aplaudo, pero si a ella y a Chema les funciona así su relación, pues está bien ¿no?
-no es correcta...
-uno o diez hombres ... ¡qué más da! es una mujer feliz y Chema también.
-hay una gran diferencia a andar con uno a andar con diez...
El foquito del tablero del auto se encendió, evitando dos cataclismos. Mientras esperábamos que el auto se enfriara, seguimos conversando.
-me sorprendiste anoche con tanto atrevimiento -le dije. Realmente me dejaste anonadado. Eres muy buena en la cama y fuera de ella.
-pues solo contigo me he soltado. Me das confianza. Con mi exmarido, era todo muy feo. Me lastimaba mucho. Nada de caricias o palabras. Solo me penetraba y yo lo aceptaba. Contigo siento que puedo ser yo, que me dejas ser yo.
-¿por eso lo de anoche?
-un poco. Si yo se lo hubiera pedido a mi ex, ni me hubiera tomado en cuenta. Se habría dormido o tal vez me agarraría de la cabeza y no me dejaría hasta que se vaciara y se durmiera. Era muy egoísta.
-¿se la chupabas a tu ex?
-el me obligaba. A veces me la metía por el culito, pero era tan brusco que ya no lo deje más. Cuando se ponía muy borracho me obligaba y me cogía por atrás.
–¡que terrible situación tenías!
-la parte física era dolorosa pero la parte sentimental, peor. ¡Mi ex le decía a Mario como me cogía por atrás! ¿Te imaginas? Mario sabía cómo me humillaban. Otro hombre, que no era mi marido, sabía mucho de mi cuerpo, de mi intimidad, de mi placer, si es que eso que recibía podría calificar como placer.
Y ¿sabes cómo me enteré de eso? No por Mario, sino por Bety. Mario trató de hacerle lo mismo que mi ex me hacía y ella lo mando al demonio a la primera…
-… ¿y eso? ¿Por qué?
-Bety ha sido estreñida desde niña. Para ella es muy, muy doloroso.
-por lo que me cuentas, la relación entre tu ex y ustedes tres, era muy estrecha, de confidentes.
-Bety y yo somos muy unidas y desde que mi madre nos abandonó, solo nos tenemos la una a la otra. Es natural que nuestras parejas estén ahí, con nosotros.
-ahora entiendo porque tienes hechizado a Mario
-no digas tonterías, Mario es el esposo de mi hermana
-sí, pero también es hombre…
-pues él y yo somos como hermanos -respondió
-yo no metería las manos al fuego por él
-¿y por mí?
-claro que si, por ti siempre.
Puse música y me quedé dudando de lo que dije.
Cierta noche que tuve que quedarme a laborar demás, llegué al departamento y me encontré a Caro sentada en el piso del baño, llorando y muy ebria.
-¿quieres platicar? -pregunté
-¡no!
-ok. Estaré en la recamara por si me necesitas
La dejé sola y puse la consola de videojuegos. Me enfrasque en mi partida y me olvide de todo.
(para los solteros y mujeres románticas: insensible no soy. Si y No son palabras que entiendo perfectamente. No entiendo el "deberías saber qué es lo que quiero" Para eso están sus amigas. Supérenlo)
Cuando vi a Caro llegar, puse pausa.
-¿tienes unos minutos? –dijo.
-claro.
-siento que la relación con mi madre está destruida. Ella me llamó a media tarde y me dijo que quiere que vaya a su casa para festejar su cumpleaños. Yo no quiero ir
-pues no vayas
-pero es mi madre…
-entonces ve…
-no quiero ir. Me dañó mucho. No sé si Mario ya te haya dicho algo, pero si no, te lo voy a decir: cuando tenía 10 años, vivíamos Bety, mi madre y yo en un departamentito. Bety tenía 6 o 7 y mi madre salía a trabajar vendiendo cosas.
Un día, no regresó.
Ella me había dicho que no saliera de la casita pasara lo que pasara así que me quede ahí con mi hermana casi una semana esperando a mi mamá. Hasta que una vecina se dio cuenta y nos sacó de ahí. Fuimos a una casa de asistencia del Gobierno y a los pocos días un familiar nos llevó a su casa a vivir. Meses después nos enteramos que mi madre se había ido con un hombre. Así de sencillo, nos abandonó. Le interesó ser más mujer que madre.
Hace un par de años que habló con nosotras y nos pidió un “borrón y cuenta nueva”. No, ni siquiera se disculpó. Nada de pedir perdón. Si, lloró y dijo que lo lamentaba, pero hasta ahí. Yo, esperaba algo más –como siempre- de ella, pero ni siquiera eso me dio. Ahora quiere que convivamos como si nada hubiera pasado. Y yo no la he perdonado y no sé si algún día lo haga.
He estado llorando toda la tarde en el baño, primero de dolor y después de borracha. Dime, ¿tenemos que pasar por tanto dolor o solo yo? ¿Sabes que se siente cuando estás tirada en el piso y tienes más confianza en el cemento frio que en alguien que dice es tu familia?
-no tengo respuestas para lo que dijiste, pero un baño puede ayudarte a descansar. Usa el agua caliente hasta que te sientas mejor.
-¿me puedes acompañar?
Ya en el baño, me quede sentado en el w.c. mientras Caro seguía llorando bajo la regadera. Después, la sequé, le puse su bata y la llevé a dormir.
A media semana le llamé a Mario para indagar sobre la madre de Caro. Me corroboró lo dicho por mi pareja y dejó muy en claro el desprecio que sentía por ella.
-les hizo un daño inmenso a las muchachas. Bety casi no le habla.
-pues el fin de semana es su cumpleaños
-si, nos llamó también, pero no vamos a ir.
-ah, entonces los espero en el departamento. Tengo una botella de brandy.
-le digo a Bety y te confirmo. Ya sabes cómo es ella.
-igual ve …
-gracias, pero no me gusta salir sin ella.
Y el fin de semana, Caro salió a ver a su madre. Me puse a jugar videojuegos.
Le llame a Caro a las 2, 3 y 4 de la mañana y no contestó. A las 5 un taxi la dejo afuera del departamento y tuve que bajar por ella pues estaba ebria.
-¿Cómo fue que te viniste en este estado? ¿y si te pasa algo? –le dije muy enojado.
-no me iba a quedar allá ¿verdad? Además, son taxis de base. Y conocen a mi mamá.
Pensé que Caro iba a dormir, pero no. Se quedó sentada en la cama.
-¿vas a seguir jugando?
-no, ya no. Mejor duérmete.
-uy, ¡que aburrido! ¡mejor me hubiera quedado allá! Vieras que relajo se traían.
-pues dime, no sé nada de tu maravillosa familia…
-botellas a morir, cigarros a morir y comida a morir… ¿Qué más quieres saber?
-mucha muerte… ¿no? ¿Quiénes eran los invitados?
-compañeros de trabajo de la pareja de mi mamá, 1,2,3,4,5,6…y unos vecinos… y después más vecinos.
-Caro, ¿no crees que fue una inconciencia haber tomado de más con unos desconocidos?
-nop… además ahí estaba mi mamá…
-ah, ¿entonces ahora si ya puede cuidarte?...
-tú no tienes derecho a criticarla. Ella a ti no te ha hecho nada –respondió gritando.
-mejor me voy a la otra recamara para que descanses
-no vas a ningún lado. Aquí te quedas conmigo.
-no, no lo voy a hacer
-vete y te juro que destrozo la consola de tus jueguitos.
Tragándome mi coraje, me quede. No había visto jamás a Caro enojarse así. No conmigo.
-está bien. ¿Nos acostamos, pues?
Cuando se desvestía, me arrojó su suéter.
-¡huélelo! Ahí viene el humo de 10 cajetillas de cigarros o más. ¡Y vieras cuanto bailé! Si no me querían dejar venir…
-me imagino…
-no, ni te imaginas… creo que fui la mujer que más bailó en toda la noche. Pero bien, ¡eh! Nada de dejar que se pasaran conmigo. A quien trato de abrazarme de más, lo puse en su sitio de inmediato. Hasta mi mamá les dijo que yo si era una mujer decente.
-¡Pues me da una tranquilidad saber que tengo a una mujer decente! Borracha, pero decente.
-deberías estar orgulloso. A nadie se las he soltado
-¿a qué te refieres?
-a las nalgas, pues. Solo ha habido dos hombres en mi vida. Mi ex y tu.
-una mujer santa…
-pues, aunque lo dudes.
-¿nunca te han dado ganas de acostarte con otro?
-no, nunca. Pero los tímidos me gustan. O los sumisos. Me agrada saber qué puedo hacer con ellos lo que quiera, desecharlos.
-y ¿Cómo sabes que son tímidos?
-su mirada y la manera en que me tratan. Me suben a un pedestal y ahí sé que los tengo en mis manos. A esos me gusta provocarlos, pero solo un poco. Cuando avanzan, me alejo y si me reclaman, les digo que equivocaron las cosas. Como son tímidos, se lo creen. Con ellos, no hay problema.
-¿y si te llega un aventado, de esos que no tienen miedo?
-¡já! Hace unas horas uno se quiso creer galán conmigo. Lo dejé bailando solo. ¡Que si yo muy bonita, que quería salir conmigo! ¡Idiota!
Caro fue al baño y cuando regreso, yo estaba más que dormido. Según ella, me la chupo hasta que me vine en su boca. Yo, no lo recuerdo bien.
La siguiente semana, Caro estuvo excepcionalmente alegre y atenta conmigo. Estábamos en el departamento cuando me confesó que Bety le había dicho que había salido con su amigo, -el compañero de trabajo- y que la veía muy entusiasmada.
-qué bueno que se decidió a tener una aventura – dije
-no es aventura, solo son amigos. Llevan años conociéndose
-si llevan tantos años de conocerse ¿Cuál es el motivo de su entusiasmo? Vamos Caro, somos adultos. Bety se está acostando con Edmundo, creo se llama así...
-te equivocas. Ellos son amigos. Sabes, mejor olvida lo que te dije –respondió ya molesta.
-de acuerdo. No discutamos por definiciones y relaciones que no nos incumben.
Caro me dejó en la sala y fue al baño. Con un grito, me pidió que fuera. Ahí la encontré recargada en el lavabo con las nalgas desnudas
-¡cógeme! Por adelante…y por detrás.
Si por adelante Caro gozaba, por atrás era en acabose. Gemía, gritaba, pataleaba, pero no dejaba que se la sacara.
-¡aunque llore, no me la saques! ¡Aunque llore no lo hagas! –gritaba.
Nos dimos la cogida de nuestra vida que hasta el lavabo quedo un poco dañado, del zangoloteo.
Días después, Caro me llamó por teléfono al trabajo.
-¿Qué crees? Hay una fuga de agua en el lavabo…
-seguro es por aquella ocasión…
-ni me recuerdes que te obligo a que lo repitas
-¿te gustó?
-muchísimo
-pues cuando tu gustes, lo repetimos
-me preparo y te digo, ¿sí? Pero ¿Qué hacemos con el lavabo?
Pensé en Mario pues el tipo era muy hábil con las herramientas y las manos.
-llama a Mario, a ver si puede ir a repararlo mientras yo pregunto quién conoce un plomero.
-está bien, te llamo más tarde.
A la hora, Caro llamó.
-que se va a dar un tiempecito y si viene, pero con su hijo, el chiquilín- dijo.
-seguro quiere ir a jugar…
-bueno, te aviso para que ya no te preocupes.
Me olvide del lavabo, de Caro y lo demás.
En la noche cuando llegue, Caro lavaba platos y vasos. Estaba híper guapa, muy sensual. Traía un escote que solo lo había usado en un restaurante fuera de la ciudad porque no permitía sostén y enseñaba mucho. Minifalda y sus zapatillas.
Me acerque por atrás, olí su perfume y le toque las nalgas. Ella se repegó más.
-¿Por qué tan guapa?
-te estaba esperando, ¿por qué más?
Me aventure bajo la faldita y al tocar sus labios, me lleve otra agradable sorpresa. ¡Estaba empapada!
-tengo muchas ganas
-pues si quieres, vamos al baño
-no ahí no. Házmelo aquí
Le hice a un lado la tanga y se la metí de un solo golpe que la lastimé.
-¡cógeme, pero no me violes!
-perdón, lo lamento…
Tuvimos sexo, de ese salvaje.
-no te derrames enfrente. Hazlo atrás.
Le di a Caro con fe. Trataba de escaparse, pero no la deje ni, aunque lloró. La dejé recargada en la tarja, con la falda enrollada en su cintura y la tanga en el piso y me fui a bañar.
Al día siguiente le llamé a medio día para invitarla a comer pues no iba a estar en oficina. Escogí un restaurancito discreto, para poder hablar abiertamente con Caro. Después que el mesero se alejó, le dije:
-platícame ¿así como te encontré ayer, te vio Mario? Ese vestuario es muy, muy sexy.
-cuando llegó, yo estaba en pants pues terminaba de lavar. Mientras el chiquitín jugaba, Mario revisó el lavabo, pero se tardó mucho. Después le serví un café bien caliente en lo que yo me bañaba. Fui a nuestra recamara y pensé en recibirte súper guapa pues eres un excelente marido
-¿Por qué lo dices?
-me porté muy grosera contigo el día que regresé del convivio de mi madre y tu te portaste muy comprensivo conmigo. Mi ex, me hubiera insultado o dado una cachetada, por lo menos y después me violaría.
-aun no entiendo eso ¿cómo puede un esposo violar a su esposa?
-cuando una mujer dice no, es no. Aunque exista un papel de por medio. No todos los días son buenos o no todos los días se está de buen humor para tener sexo. Los hombres deben respetar eso porque no han comprado una cosa, sino se han unido con otro ser humano que decide libremente, si sí quiere, o no tener relaciones sexuales. Y cuando las peleas y humillaciones son más que los buenos momentos entre una pareja, la mujer ya no siente la confianza de entregarse, así que se reserva lo que a ella le pertenece: su cuerpo. Y la gran mayoría de hombres no respetan eso, así que las violan.
-no sé. La palabra violación se me hace muy fuerte y más entre dos personas que en algún momento se amaron o se aman y por diferencias y en un arranque, se lastiman. Tal vez relaciones forzadas entre pareja, pero no violación.
-tal vez, como eres hombre, defiendes a los tuyos.
-está bien, no entremos en controversias. Regresando al tema de tu vestuario revelador…
-pues eso fue todo. Me vestí así para ti. No hay más motivos o segundas intenciones. Soy tu mujer y me agrada estar guapa para que me veas.
No insistí más.
En un mundo tan egoísta como el actual, ¿Quién tiene tiempo y ganas de conocer realmente a su pareja? ¿Quién se interesa por reparar los daños que hace y quien por olvidar los que le hacen?
Ya me había percatado -y ahí lo corroboré- que mi amada Caro tenía una personalidad cuando estaba sobria y otra muy diferente cuando estaba ebria. En la primera, era muy cortés, sensual, excelente y fiel esposa, y en la segunda, una mujer muy dañada emocionalmente, explosiva, mal hablada y sexualmente diferente.
Con la primera Caro, era imposible acercarme y hablar de cosas profundas acerca de ella. Sencillamente no se dejaba. Así que tenía que recurrir a la segunda Caro.
Pero Caro conmigo, no tomaba. No hasta dejar la rigidez de su conciencia. Si acaso una o dos copas y no más. Cuando se excedía, lo hacía por alegría o confianza, como con Bety o Mario, o por dolor por su madre. No sé porque lo hizo con Soledad.
Bety obviamente no se me acercaba. Mario salía solo con su esposa o bien, porque Caro se lo pedía.
Caro ocasionalmente me hablaba de Bety, pero con muchas reservas, como midiendo palabras así que tenía que leer entre líneas –o entender-.
-Bety va a salir este sábado por la tarde con unas compañeras de trabajo y quiero traerme a los sobrinos al departamento para que jueguen –me dijo.
-si, está bien. Supongo viene Mario.
-pensaba solo en los sobrinos, pero si quieres le digo a Mario que venga
-para que no se quede solito en su casa.
-¿quieres que prepare algo de comer?
-no, nada de eso. Compramos pizzas.
-¿y si preparo algo de espagueti con albóndigas para nosotros y pizza a los niños?
-mira, es buena idea. ¿Cerveza o vino de mesa?
-whisky, Canadá dry y hielos
El sábado llegaron los niños y se fueron de inmediato a nuestra recamara a jugar con la consola. Caro aun no terminaba la comida así que Mario y yo nos pusimos a ver videos. Más tarde, comíamos todos en la mesa. Los niños despacharon la comida rápidamente y nos quedamos los tres.
Mientras Mario nos hablaba de un proyecto que traía entre manos, Caro me tocaba el pene por encima del pantalón cada que podía sin que el invitado se percatara de ello. Yo lo veía como algo agradable pues Caro lo hacía cada que tenía oportunidad, así estuviéramos en la calle, el auto o en algún otro sitio. Y lo repetía si ella estaba sentada e iba al baño.
-ahorita vengo –decía-. Y al levantarse, se apoyaba en mi pene con una mano.
Los niños tenían su fiesta en la recamara así que Mario les pidió bajaran el volumen al televisor o cerraran la puerta. Hicieron lo segundo.
Cuando Caro fue al baño por segunda ocasión, la alcance ahí y la encontré sentada en el w.c.
-ven aquí –dijo.
Me acerque, me bajó el cierre y saco mi pene a medio levantarse. Lo chupo despacio y después se lo metió a la boca.
La levanté de la taza, la recargué otra vez en el lavabo y la penetré.
-me has estado calentado en la mesa y es justo que lo pagues, amorcito –le susurré.
Levantó su pierna y la sostuvo en el lavabo
-así entra más…
Yo no quería terminar así que dejé que ella tuviera su orgasmo y después me salí.
-tu no acabaste –dijo.
-tengo toda la noche para eso –respondí.
A las 11 de la noche Mario ya estaba inquieto por la tardanza de Bety. Caro lo tranquilizo y comenzamos la segunda botella de whisky.
Vi a Caro con todas las intenciones de embriagar a Mario, aunque no sabía el motivo. Tal vez trataba de encubrir a Bety, seducirlo o una combinación de ambas.
Bailamos un rato los tres y después Caro y yo. Mario a regañadientes aceptó bailar solo con ella.
-vamos amargado, no te voy a comer, puedes abrazarme más – le dijo
Dirigió su mirada hacia mí.
-por mí no hay problema.
A media canción, Mario se separó de Caro y nos dijo que iba a ver a sus hijos
-sí, chécalos. Nosotros mientras vamos a revisar si dejaste el lavabo bien fijo -respondió Caro.
Me tomó la mano y me llevo aprisa al baño.
-¿Por qué le dijiste eso a Mario? –pregunté.
-¿Qué tiene? Somos una pareja y podemos hacerlo ¿cierto? En ocasiones eres muy puritano.
-¿Quién? ¿Yo?
-no veo otro por aquí.
Sentí mi pantalón en el piso. Me había quitado el cinturón y mi bóxer estaba ya con su mano dentro.
-esta vez me vas a coger y los quiero dentro –dijo
Me la chupo con ganas hasta lastimarme. No la deje continuar y la empiné en el lavabo otra vez.
-dame por adelante y después atrás –contestó
Mientras nos cogíamos, escuchamos un toc-toc en la puerta
- ya se durmieron los peques –dijo Mario tras la puerta.
-¡ay que rico!, ¡que rico! – dijo Caro. No pares
-¿Qué hacen, pillines? –preguntó Mario
-probando tu lavabo, ¿no te dije? –le respondió
-¿es en serio? ¡uf! Mejor los dejo. Los espero en la sala.
-como gustes –dijo Caro. Y tú, no pares –dirigiéndose a mí.
Caro estaba desatada y ebria – sino jamás hubiera llegado a ese punto- Mientras la penetraba vaginal, ya tenía un dedo incrustado en su puerta trasera, para prepararla.
-espérame –dijo.
Y se quitó de mí y se desnudó.
-Ahora sigamos…
Entre por su culito, despacio, mientras le amasaba las tetas.
Se repegó aún más y me dijo al oído:
-¿quieres que Mario nos vea? Sigue afuera, del otro lado de la puerta.
-¿cómo sabes?
-se ve la sombra por la rendija, abajo… ¡Dios! ¡Ya entro toda! ¡dame! ¡Dame más! – gritó.
Mientras Caro se ensartaba sola, miré hacia el piso y vi una sombra reflejarse, pero no estaba seguro que fuera Mario. Por otro lado, él nos había dicho que sus hijos ya dormían, así que las probabilidades que ellos nos vieran eran mínimas. Estiré mi brazo y quitando el seguro, entreabrí la puerta.
Tomé a Caro de la cintura y me la cogí suponiendo que teníamos público. Caro estuvo gritando, gimiendo y diciendo cachondearía y media, hasta que terminamos. Yo, jamás vi a Mario. 
-me voy a la sala, ahí te espero –le dije-
-yo, me voy a dormir. Más tarde los alcanzo –respondió.
Cuando llegue con Mario, estaba sentado y fumando ¡y él nunca fumaba!
-¿Y Caro? –preguntó
-fue a dormir un rato, más tarde viene.
Mario no hizo ningún comentario ni yo lo saque a colación. Hablamos de Bety, quien llegó a los pocos minutos.
-los dejo, ustedes quédense con sus hijos en nuestra recamara y Caro y yo en la de invitados – señalé.
Cuando entré al cobertor con Caro, escuché a Bety decir:
-aquí no, nos van a oír. Y los niños pueden salir en cualquier momento.
-aquí o en el baño, parados. Pero de que te la voy a meter ahorita, te la voy a meter
-mejor vamos al baño. Yo también estoy inquieta…
Al siguiente día, Caro regresó a su conducta habitual de pareja. Dócil, entregada a su casa, fiel, y reservada. No mencionó jamás ese día ni los siguientes lo sucedido en el baño. Según ella, se excedió en la bebida y lo último que recuerda es cuando ella y yo bailábamos. Después, nada.
Aquí casi termina mi historia.
El buen Mario siguió con su papel de cuñado ejemplar, deseando a Caro pero incapaz de hacer algo, -aunque fuera una estupidez-. Decir que yo le puse a Caro para que se la cogiera seria pecar de ingenuo. Caro me ayudaba a que yo la mostrara, pero sin comprometer jamás su imagen de esposa honesta. No sobria.
¿Cómo puedes reclamar algo cuando tu estas ahí tomando y no dices nada?
Trate de replicar lo vivido en el baño con un amigo y después con otro, pero Caro jamás quiso entrar al juego. No con ellos. Cuando estaba a punto de… se disculpaba y se encerraba en su recamara sin permitirme intimar o hablar con ella, por lo menos esa noche.
-no me violes –decía. Obligarme es violarme.
Bety siguió asistiendo a sus reuniones con sus amigas y Caro la encubría quedándose con sus sobrinos. Para Caro, Bety seguía siendo la hermana y madre ejemplar. Nunca dejó que nadie dudara de eso. La única ocasión que tuve la ocurrencia de decir que Soledad era infiel pero honesta y Bety infiel mentirosa e infantil, Caro dejó de hablarme por una semana.
Finalmente acepte la invitación de López y su mujer pues Caro dijo que no le interesaba su amistad. Antes de llegar a la casa de ellos, López me pidió que fuera en extremo discreto, pues de eso dependía nuestra amistad, compañerismo y –entre líneas –trabajo. Estelita me recibió en putivestido y me la cogí en el sillón de su sala, con López viéndonos. Ellos eran swingers, aunque ella se desempeñaba más como hotwife. 
Durante dos meses, una vez a la semana, Estelita llegaba a la oficina a saludar y discretamente nos íbamos a los baños del último piso y ahí nos cogíamos duro. Pero yo no era el único amante de ella, así que las cámaras la captaron en el estacionamiento en el auto del subdirector. Aunque no se le veía bien el rostro, las tetas eran inconfundibles. Los de vigilancia recibieron su bono (una cajetilla de cigarros y una coca cola de cada uno de los 50 y tantos empleados) por el video y a Estelita ya no se le vio más por las oficinas. Mi amigo, el Ing. López, me llamó a su oficina y me dijo que por el momento suspendían los encuentros, en lo que pasaba la tormenta.
-Lo que más lamento de todo esto, es que tal vez ya no haya oportunidad de cogerme a Caro. Tu mujer tenía todo, pero todo lo necesario para ser una maravillosa puta, de aquellas que entregan el culo por placer.
Cerré la puerta. Quise decirle que tenía razón.
Muchas veces estuve tentado a decirle a Caro lo de López y Estelita, pero me detenía su visión tan corta que tenía ella de las relaciones sexuales y las personas. Caro tenía un egoísmo inmenso, donde solo ella - y Bety - eran buenas esposas, y las demás, unas putas. 
No pierdo de vista sus traumas, no estoy ciego para no verlos, pero ¿quién no lo tiene? ¿a quién le toca aceptarlos y dejarlos ir? Y sobre todo, me pregunté si ella no usaba eso como escudo para comportarse como niña y salirse con la suya.
Carolina, esa mujer con porte ejecutivo que conocí en el registro civil dos años antes, entró en depresión que no se detuvo ni con ayuda psicológica. El padre de Caro –ese gran ausente que nunca vio por ella- apareció un día y le propuso ayudarla llevándosela fuera del país. Caro lo rechazó.
La relación entre Carolina y yo se fue erosionando no por malos tratos, ni palabras, sino –creo- porque mirábamos en distintas direcciones. Sentí que el peso de su depresión y cómo veía ella su vida, le correspondían solo a ella y a su historia. Le dejé sobre la cama el libro con el que me conoció y nos separamos, así como nos encontramos.
Con una dignidad solitaria. 

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