Mi hijito me encontró y el culito me folló

Mi hijito me encontró y el culito me folló


Cómo es perder algo muy importante en tu vida y luego arrepentirte de ello. Así es lo que yo sentí cuando dejé a mi pequeño en adopción…
Siendo yo muy chica, me quedé embarasada de mi padrastro. Y mi mamá me dijo que no me podía quedar con mi hijito, yo no quería darlo en adopción, pero ella me obligó.
Todo comensó en las noches de tormenta, cuando yo, aterrada temblaba en la cama y mi padrastro me venía a visitar.
Así que cuando notó lo aterrada que estaba se metió en mi camita y me abrazó desde atrás. Yo me sentí reconfortada por su abrazo al principio, más luego, sentí su dura erección atrás en mi culito y esto ya me incomodó.
Pero él ya estaba metido en faena y tocando mis pechitos, se había puesto bien calentito, así que me susurró al oído que los rayos, truenos y relámpagos pronto pasarían. Asín, bajó mis calcitas y apoyándome su erección en mi culito, sentí que me quería meter aquello tan gordo y grité de pavor, pero con la tormenta mis gritos fueron ahogados por truenos, relámpagos y centellas.
Más luego me acarisió y me mesó el cabello, me siseó al oído y me dijo que no pasaba nada. Me puso su palpitante herramienta en la mano y me dijo que podía tocársela, que no le importaba.
Yo sentía miedo, no se si más que de la tormenta, pero el tener en mi mano aquella pedazo de herramienta hizo como un clic en mi cerebro. Por aquella noche no intentó nada más, pero en los siguientes días, al venir a darme las buenas noches, yo me acordaba de la sensación de tener su vergota en la mano, tan caliente, tan dura y aterradora para una muchachita como yo.
Entonses una noche me levanté a beber agua y escuché a mi mamá gemir en su cuarto… Curiosa me acerqué y cuando me asomé por la rendija de la puerta, le ví encularla, con sus espaldas anchas y cuerpo fuerte, ella estaba en cuatro y él se la metía desde atrás, los dos de espaldas a mi.
El siguió dándole bien duro y ella gimió y jadeó, mientras le pedía que se contuviese, que despertaría a mi, su hijita. Pero él no hizo caso y pegándole la cara a la almohada le dió bien fuerte, hasta gemir ella más alto y el gruñir como un oso azorado a sus espaldas.
Aquel fue su final, pero por esas casualidades de la vida, yo le miraba la nuca y él notó mi presencia, así que se giró de improviso y me vió allí parada, una sombra en la noche detrás de la puerta.
Entonces corrí a mi cuarto. ¡Me había visto! Y azorada me metí bajo las sábanas. Él entró al rato y levantando estas se echó encima de mi espalda y me susurró al oído.
--¡Te he visto, estabas espiándome! ¿Te gustó como follé a tu mamá?¿Si? --entonces sus labios chuparon mi cuello, justo bajo la oreja y su peso aplastó mi culito virgen sobre la cama. 
Creí desfallecer en aquel momento, sintiendo su excitación pegada a mi espalda y luego cómo su mano bajó y sin mi ramientos se llevó mis bragas hasta mis rodillas, luego subió y sin miramientos paseó sus dedos por mi rajita de arriba a abajo, provocándome más escalofríos aún.
Luego de improviso, clavó su lenga en mi culito y lamiéndome el chochito y el culito todo en uno, consiguió que mi orgásmo me viniese apenas en un par de minutos. Luego me dejó allí tumbada y no me hizo nada más.
Había sido delicioso, horrible al principio, pero con un delicioso final. Mi primer orgasmo, con lengua y fue mi padrastro el que osadamente me lo proporcionó.
En los días siguientes yo me debatía entre la culpa y el deseo. El deseo de ponerme en cuatro y que me cubriese como a mi madre, como a una hembra hecha y derecha que ella era y que yo aspiraba a ser.
Mientras me masturbaba mi chochito cada noche, esperando el momento, que tal vez llegase, pero de improviso, como hasta ahora había sido en las otra veces.
Y esa noche llegó, pues salí a beber agua y mi padrastro salió de su cuarto, seguramente no podía dormir y mis pasos, aunque de gata, lo alertaron y salió de la guarida en busca de mi, la presa desvalida.
Se acercó como un guepardo a la cervatilla, mientras yo bebía de la nevera y llevaba puesto un top y unas braguitas de kitty, muy monas y algo infantiles para mi edad en aquel momento, pero nunca me disgustó parecer infantil, después de todo era mi ropa interior…
Le saludé y él simplemente no dijo nada, se acercó y cogiéndome el culo bajó y me mordisqueó una teta por encima de la camiseta de algodón.
Yo gemí de placer, ¿sería acaso allí mismo? --me pregunté cuando lo ví comerme el pecho subiendome ya la camiseta y contactar con mi suave y delicada teta, con mi pezon rojo y endurecido siendo comido por sus gruesos labios con bigote de mostacho… este me pinchaba y esto, la verdad, me ponía más caliente.
Más cuando su mano grande se coló por mi pequeño culo, deslizando sus gruesos dedos y alcanzando mi delicada flor. Gemí en alto y así él supo que consentía su osadía.
Entonces su boca cogió mi sexo, como un melocotón maduro, me chupó desde atrás y su lengua rozó mi hoyito y también mi culito. ¡Qué electrizante sensación! Sentir su lengua en mis dos agujeros y el muy bribón se cebó, tanto por delante como por detrás y estando yo ya a punto de derretirme, como un helado en pleno verano, éste me echó sobre la mesita donde solíamos tomar el desayuno y rasgándome las bragas de un tirón, sentí su duro glande apretarme… ¡mi culito!
El muy bribón, no apuntó a mi chochito, me quejé y forcejeé en vano, pues me tenía bien cogida por la cintura y su glande me penetró, llenandome toda, tan excitada como estaba, me folló con tremendas ganas y allí mismo se corrió y me embarasó.
Cuando mi madre se enteró, ya me follaba cada noche en mi cama, le echó de casa y a mi me tuvo recluida en la habitación, pues no quería que el escándalo trascendiera a todo el vecindario. Pero estas cosas al final siempre se saben, así fui calificada como la hija que embarasó el padrastro malvado. Al menos eso sí, sobre él recayó la culpa, aunque nadie supo nunca que en realidad fui yo quien deseó sentirse amada por detrás como mi madre.
Años más tarde, quiso el destino que el chico mio me descubriese, pues cumplidos los dieciocho decidió que quería saber quien era su mamá. Yo ya estaba cerca de los cuarenta y había vivido mucho, si es que eso se puede desir.
El caso es que un buen día me lo encontré tras mi puerta y él me dijo: “¡Mamá, por fin te encontré!”
Nunca tuve hijos a partir de aquel incidente, la culpa fue de un mata sanos en todo el sentido de la palabra que casi me llevó al otro barrio, aunque por suerte ambos vivimos para contarlo.
Así que, ¡contenta y feliz, comencé a recuperar el tiempo perdido con mi hijito querido! Comenzamos una vida juntos y los primeros meses fue divertido, él era como mi amigo. Yo había tenido muchas parejas, pero con ninguna congenie, así que me lo llevaba de fiesta y algunos nos confundían y pensaban que eramos pareja, algo que me hasía mucha grasia y que yo misma promovía perreando mientras bailabamos en la pista.
Hasta que llegó la noche de la tormenta, en la que descubrí que ambos llevabamos en los genes aquel miedo ancestral al trueno, al rayo y a la centella. Así que él se vino a mi cama y me dijo que tenía miedo, yo le dejé entrar y él se acopló a mi espalda.
La niñita que una vez fui, pasó a mejor vida. Ahora era toda una MILF, con culo grande, grandes caderas y tetas igualmente grandes. En cambio él era como yo a su edad, bien flaquito y barbilampiño con su torso blanco y desnudo detrás de mi, con sus calzoncillos grises. Pronto sentí que me daba besitos en la espalda y abrazado a mi, me reconfortaba tenerlo en casa para no tener que pasar más las tormentas solas.
Pero a continuación, sentí su gran erección, pues de su papito había heredado su gran verga, así que inquieta comprobé cómo esta se pegaba a mi culito.
¡Qué excitación tan grande sentí! ¡Qué guarra me confesé en aquel momento deseando tener dentro aquel palpitante miembro!
Y ronroneando como una gatita, mi hijito querido me bajó las bragas y deslizando su herramienta me la coló por detrás, en mi gran sexo, grueso y hermoso como la hermosa hembra en la que me había convertido.
En aquellos momentos me acordé de que me paresía a mi madre, grande en todos los aspectos, con necesidades igualmente grandes. Así mi hijito, que estaba bien dotado, como ya he dicho, me clavó su gruesa y larga polla, hasiéndome gosar desde trás, mientras me abrazaba las grandes tetas y me pellizcaba mis gruesos pezones.
¡Um!¡Oh!¡Uf! Creo que pasé por todas clase de gemidos y alaridos. Mas cuando me comenzó a follar duro, como su padre follaba a mi mamá, sentí gran plaser y en este trance su verga se salió y al volver se equivocó, así terminó en mi culito, que más bien era culote. Y encontró especial goso en intentar penetrar mi ajustado ojal. Yo encontré también espesial sensación al sentir su gruesa punta apuntándome allí atrás. 
Y las ganas se juntaron para obrar el milagro, mi orgasmo culero fue de escándalo. Me atravesó con su inmensa bara y me sentí como un pincho moruno, pero no me importó, porque al rato me corrí con gran estruendo, sintiéndome la mujer más afortunada, pues ya lo tenía todo, hasta mi hijito que había vuelto y ahora amaba a su querida mamá…
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Después de años escribiendo en Poringa he publicado otra novela en Amazon, se llama: Pueblo Sin Nombre: El hombre que escuchaba a las mujeres.
Sinopsis:
El pueblo no era ni demasiado grande ni demasiado pequeño, no estaba demasiado cerca del mar ni demasiado cerca de las montañas. Sus gentes no eran ni demasiado tristes ni demasiado alegres y en él la vida no transcurría ni demasiado despacio ni demasiado deprisa.
Sin duda perfecto para Tobías, un hombre que trata de huir de su pasado y busca un nuevo comienzo. Aunque a veces la vida nos enseña que no hay que huir del pasado, sino afrontarlo, aceptarlo y cambiar nuestro presente, que es el único tiempo sobre el que podemos actuar...

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