La trans de mi vida

Gracias a mi linda esposa descubrí el paquete que asomaba bajo la brevísima minifalda de Monique
 
-¡Qué lindo cabello tienes! ¿Es natural o son extensiones? -escuché a mi esposa preguntar desde el volante de su auto, mientra yo dormitaba en el asiento del copiloto. El tráfico estaba fatal.
-¡Ay!, muchas gracias... Eres muy amable... Es natural... -respondió una sensual voz femenina, que me sacó del sopor producido por el calor veraniego-. Yo misma lo arreglo. Tengo una estética cerca de aquí y me dará mucho gusto que me visiten -agregó mientras le extendía una tarjeta de presentación.
El breve diálogo despertó también mi curiosidad malsana. Primero por la voluptuosidad que transmitía aquella voz y, segundo, porque no es muy normal que mi mujer adule a otra.
Intrigado, me incorporé un poco para averiguar qué tenía de especial aquella chica, que parecía esperar a alguien cerca del parque Revolución, de Guadalajara.
Dirigí mi vista hacia el cabello, supuestamente centro de la atención de mi esposa. Luego la observé de arriba a abajo.
Era muy bella, alta, morena, esbelta... Su pelo, obscuro como mis pensamientos desde que la vi. Vestía blusa de encaje, azul marino; mini minifalda y zapatos negros.
Cauteloso para no ser pillado por mi mujer, advertí que la chica usaba bragas blancas y en la entrepierna se le formaba un bulto de tamaño más que regular.
Sin duda era travesti y estoy seguro de mi esposa también se percató de ello.
Al momento mi mente se inundó de pensamientos eróticos, y me propuse hacer hasta lo imposible para cumplir la fantasía de tener sexo con una transexual. Y si era en trío, tantísimo mejor.
Quedé absorto en esas cavilaciones hasta que la voz de mi compañera me devolvió a la realidad:
-Es muy linda la chica, ¿no te parece, cariño? En verdad me impresionó su pelo; me gustaría tenerlo como ella y ya estoy pensando en visitarla pronto.
-Creo que no es mujer -comenté-. Quiero decir: sospecho que es transexual.
-¡Claro que es trans, querido! No lo puede ocultar... y por lo que salta a la vista, tampoco le preocupa. Pero eso no le resta atractivo... por el contrario, la hace más interesante, ¿no opinas igual?
Entonces caí en la cuenta de que la desconocida nos impresionó en alto grado, y eso incrementaba las probabilidades de concretar mi proyecto.
 
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Me llamo Ernesto y vivo en unión libre con Gaby desde hace poco más de ocho años.
Ambos estudiamos en universidades privadas de muy buen nivel y tenemos empleos con magníficos sueldos.
Desde el inicio de la relación convenimos en evitar la llegada de hijos, hasta que adquiriéramos la madurez necesaria para ser padres y una sólida estabilidad financiera, además de «vivir la vida intensamente».
Nuestra vida conyugal es amena, abundante en fiestas y reuniones con amigos y compañeros de trabajo los fines de semana, así como viajes cuando nuestras ocupaciones lo permiten.
El carácter alegre y liberal de Gaby le facilita hacer amistades. Además posee una chispeante inteligencia que atrae a quienes la conocen para disfrutar de su charla interesante.
A esas cualidades hay que añadir su extraordinaria belleza física. Resulta comprensible, entonces, la admiración y el deseo carnal que despierta entre los hombres y la envidia que le tienen muchas mujeres.
Gaby es también muy innovadora en su apariencia. Con frecuencia cambia peinado y estilo de maquillaje, además de que sabe elegir ropa para resaltar su hermoso cuerpo, principalmente un trasero que deja sin aliento a más de uno.
Llevamos una vida sexual muy activa, y tratamos de complacernos en cualquier capricho para quebrantar la rutina y de paso evitar que la relación caiga en la detestable monotonía.
Eso nos permite probar el sexo en su vastísima variedad, incluyendo oral y anal, que ambos gozamos al máximo.
Con todo -o quizá por esa razón- en no pocas ocasiones me ha pasado por la mente la idea de ser un poco más atrevidos, de buscar otras formas de placer sexual.
Así las cosas, el amistoso diálogo entre Gaby y la atractiva transexual venía como anillo al dedo para llevar adelante una aventura que podía ser muy grata.
Un día pedí a mi esposa la tarjeta de presentación de la chica, con el pretexto de que deseaba acicalarme el cabello.
-¡Mmmmm! ¿Sólo para eso? -me preguntó con malicia-. ¿Ya no te gusta el lugar donde te lo arreglan desde que éramos novios?
-Siempre viene bien un cambio, y me gustaría probar con un nuevo estilista -respondí con mal fingida naturalidad.
Enseguida me dio la tarjeta con diseño sencillo pero de buen gusto. Sólo decía «Estética Monique», dirección y teléfono. Llamé para hacer una cita en la tarde siguiente.
Al llegar me recibió la chica que me interesaba. Vestía ropa casual y llevaba encima una bata color rosa.
-¡Hola! Soy Ernesto... Hice una cita por teléfono -le dije de entrada.
-¡Adelante, Ernesto. Mi nombre es Monique! -respondió-. Me alegra que seas puntual. Eres mi último cliente de hoy. Por favor siéntate en este sillón, ahora mismo te atiendo -agregó mientras cerraba la puerta para evitar que alguien interrumpiera.
Me pareció más hermosa que cuando la vi por primera vez. Llevaba un ajustado conjunto de mezclilla azul. y minifalda tan corta que dejaba a la vista un paquete negro en la entrepierna.
En el acto me puso un cubridor y comenzó a acicalarme el cabello. Mientras lo hacía comentó que no me había visto antes en su megocio y quiso saber si iba por sugerencia de algún amigo.
-Hace unos días le diste a mi esposa tu tarjeta de presentación...
¡Oh, sí, ya recuerdo! -me interrumpió-. Iban en un auto y ella elogió mi cabello... Tu compañera es muy atractiva, y me simpatizó mucho. No es de esas mojigatas que desconfían de personas como yo, por temor de que les quitemos el marido. ¡Si supieran...!
-¿Qué significa eso de personas como tú?... ¿Y si supieran qué? -pregunté.
-¡Ay, cariño! -dijo sonriente al tiempo que se llevaba las manos a la cintura-. ¿No te has percatado de que soy travesti, transexual o simplemente trans, como nos llama alguna gente?
-Pues... lo sospechaba, debido al paquete que se asoma bajo tu minifalda... ¿Y qué significa lo de «si supieran»?
-Muchísimos hombres secretamente desean acostarse con una transexual, vivir una aventura pasajera -expuso casi finalizada su labor-. Es quizá la fantasía erótica más común, sobre todo de los casados. Sin embargo abundan los casos en que esa aventura no es tan fugaz. Tenemos «algo» que les crea una especie de adicción -agregó con su hermosa sonrisa llena de picardía.
-Me gustaría saber qué es ese «algo» que puede volver adicto a un hombre... ¿no se trata de una droga, verdad?
-No, desde luego que no es ninguna vulgar droga, pero es tan adictiva que quien la prueba, con toda seguridad desea repetir una y otra vez.
-Vaya, vaya... -comenté mientras me retiraba el cubridor-. Pues has excitado al máximo mi curiosidad y es tiempo de que me digas cuál es esa «maravilla» tan adictiva.
Para mi sorpresa Monique se quitó la bata de trabajo, se levantó la minifalda, hizo a un lado la braga y dejó ante mis ojos su hermoso pene, que me pareció bastante más grande que la mía. Calculé que en plena erección fácilmente llegaba a los 22 centímetros.
-¿Satisfecha tu curiosidad, cariño? -preguntó-. Si deseas puedes tocarla, acariciarla y besarla, pero te advierto que luego querrás más, mucho más.
Su proposición me pareció excesivamente atrevida, al grado de que estuve a punto de mandarla a paseo. Sin embargo me contuve. Después de todo ella lo único que hizo fue despejar mis dudas.
Además su caramelo era en verdad muy apetecible. Al verlo mi intención fue abalanzarme sobre él, besarlo y chuparlo en toda su extensión.
La chica se desvistió y pude ver su bien torneado cuerpo dentro de un juego de lencería negro, pero su verga quedó oculta tras la braga.
Luego de unos sugerentes movimientos de «strip tease» sin música se sentó en el sillón con las piernas juntas, y movió el dedo índice en señal de que me acercara.
Como hipnotizado me arrodillé frente a ella. Le abrí las piernas, acaricié el gran paquete con ambas manos y lentamente las fui subiendo hasta el abdomen y las tetas.
Monique echó la cabeza para atrás y cerró los ojos, abandonándose para recibir placer.
Bajé un poco la braga y al fin pude admirar la verga color rosa, de mayor intensidad en el glande. La tomé con una mano y con la otra alcancé los testículos que parecían estar rebosantes de leche.
Con suavidad besé la cabeza y probé el sabor metálico del líquido preseminal.
El pene de la chica se endureció como un palo e hizo más agradable la chupada.
Mis labios lo recorrían de arriba abajo. Luego introduje la cabeza en mi boca y pasé la lengua alrededor de la corona.
Monique se sacudía con lascivia. Entonces tuve plena seguridad de que estaba yo en el camino correcto e intensifiqué el vigor de la mamada.
Por mi parte lo estaba disfrutando en grande. «Es una verga preciosa», pensé mientras la sacudía y la admiraba en todo su esplendor para seguirla chupando con delirio.
Eché una bocanada de saliva en el glande y comencé a masturbarla. En silencio ella jugaba con mi cabello como una forma de agradecer mi esmero en hacerla gozar.
Excitada al máximo me tomó la mano con las manos y metió el pene en mi boca. Primero sólo hasta la mitad, pero poco a poco fue introduciendo más y más. Sorpresivamente me la dejó ir casi toda. Sentí que llegó hasta el fondo y me produjo ganas de vomitar así como una enorme cantidad de saliva.
-¡Ahhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Qué rico! ¡Qué delicioso lo haces! ¡Me corro! ¡Me corro! ¡Ahhhhh! ¡Mmmmm! ¡Mmmmm! ¡Qué rico! ¡Qué rico!
A las exclamaciones de Monique respondí masturbándola con más ganas con una mano y con la otra masajeaba los testículos.
Asimismo seguía chupando la cabeza de aquel monumento de verga, hasta que la sentí sacudirse e inundar mi boca con chorros de lechita caliente.
Exhausta, quedó unos instantes casi inmóvil, esperando mientrasyo succionaba el pene para extraer hasta la última gota. Luego me atrajo con ternura para besarnos apasionadamente, y entrelazando nuestras lenguas compartimos la abundante descarga de semen.
Desde esa tarde no dejo de pensar lo mucho en el delicioso caramelo de Monique y cuánto disfruté haciéndole el sexo oral, tanto que planeo visitarla de nuevo muy pronto.
Me convencí de que la verga realmente es adictiva. Presiento que en mi caso, más que adicción se ha convertido en un vicio.
Tendré que confesarme con Gaby. Ella me adora y estoy seguro de que me perdonará.
Quizás hasta se anime a probar la riquísima verga de Monique y a que hagamos un trío con ella. Estoy casi seguro de que aceptará tener esa experiencia singular, y para darle mayor confianza dejaré que ella ponga las condiciones.

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