Historias de hotel - historia 4

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No te vas a arrepentir!



HISTORIAS DE HOTEL

Quien en su vida no tiene una historia de hotel? creo que todos vivimos anécdotas y a nadie le llamaría mucho la atención lo que sucede en un cuarto, entre cuatro paredes.

Ahora bien, que pasa cuando existen historias que van mas lejos de lo tradicional, cuando se roza lo bizarro, lo extremo, lo prohibido, lo que muchos fantasean en realizar, pero son contados los que llegan a vivirlo?

A lo largo de HISTORIAS DE HOTEL, recorreremos diez vivencias diferentes, vivencias de personas que se animaron a ser contadas, sentados frente a frente con quien escribe, yo solo tomé esas historias para llevarlas a un papel.

Te invito a recorrer estas diez HISTORIAS DE HOTEL



LA NOCHE MENOS PENSADA
ISMAEL, 26 AÑOS


UNA MILF PELIGROSA
ANDREA, 58 AÑOS


LA FIESTA DE GABRIEL
JONY, 32 AÑOS


ANCIANOS DEPRAVADOS
JOSE, 72 AÑOS - ANTONIA 78 AÑOS


PRESTIGIOSO INGENIERO
TIFANNY, 19 AÑOS


MI MARIDO!
SANDRA, 46 AÑOS


SOR ANGELICA
MARIANELA, 29 AÑOS


AMORES QUE MATAN
ALAN, 47 AÑOS


MI HERMANA
MIA, 23 AÑOS


MI PROSTITUTA PERSONAL
MARTINO, 39 AÑOS





ANCIANOS DEPRAVADOS
JOSE, 76 AÑOS - ANTONIA 79 AÑOS

La historia de José y Antonia es tan disparatada como original, es la única vivencia que tomé en pareja, y que traté de tocar lo menos posible de sus palabras, no se, me dió un poco de envidia su locura sexual a la avanzada edad de ambos.
El solo verlos ya era cómico, parecían un oso con una comadreja.
José era un tipo enorme, cerca de los dos metros, calculé unos ciento cuarenta kilos por su enorme abdomen, cabellera teñida para disimular sus canas, con lentes de grueso marco negro y una dentadura postiza que lo tenía a mal traer, moviendo su quijada de lado a lado en una forma totalmente descontrolada. Era evidente que su exceso de peso lo tenía a mal traer, con movimientos toscos y pasos cansinos, de vestir anticuado, con camisa a cuadros, pantalón gris y zapatos acordonados con un visible deterioro.
Antonia por su parte, una flaca esquelética de esas que la piel se pega a los huesos, de mirada intimidante, largos cabellos teñidos a un negro profundo, se delineaba las cejas muy por encima de su posicion natural. Usaba un vestido negro entallado a su cuerpo que poco tenía por comentar, ojos de mirar penetrante, parecía ser de fuerte carácter y quien sin dudas llevaba el timón del barco.
Su piel estaba degastada por el sol, lucía alguna alhajas de fantasía y se esforzaba por no aparentar la edad que tenía
Ella fue quien eligió asiento, quien indicó a José donde sentarse, fué quien ordenó las bebidas y por supuesto, quien comenzó a hablar


(A) Mi vida cambió drásticamente en la década de los setenta, tenía un esposo al que amaba mucho y un embarazo en camino, en esos días el país estaba sumido en una guerra interna entre ideales de izquierda y un estado militar de derecha.
Con mi marido éramos adeptos a ideales de comunismo y trabajábamos para el partido, como muchos, una noche irrumpieron en casa y nos llevaron por la fuerza.
Nos encapucharon y nos llevaron rumbo a lo desconocido, en el baúl de un coche, mi esposo y yo en medio de la oscuridad nos alentábamos mutuamente diciéndonos que todo estaría bien, mutuas mentiras porque sabíamos cual sería nuestro final. Cuando me separaron de Alberto y sus gritos se fueron apagando a medida que lo alejaban de mi lado, sabía que ya no volveríamos a vernos, y efectivamente, nunca supe mas nada de él.
Pasé tiempos muy duros, encerrada en un calabozo donde apenas era alimentada, donde me torturaban y me violaban a diario, esos bastardos hicieron que perdiera mi embarazo. Nunca entendí porqué sobreviví a esa eterna agonía, una en un millón, la visa me daría una impensada segunda oportunidad y decidí empezar de nuevo, lejos de la política lejos de todo.
Tuve varios hombres, pero jamás me até a ninguno, había tenido mi amor y ese sería irreemplazable, único, hasta que Jose se cruzó en mi camino

(J) Por mi parte que puedo decir, siempre fui un hombre sencillo, me casé de jovencito con María, la mujer de mi vida, me dió seis hijos y ellos me rodearon de nietos de todas las edades. Era tan feliz, nada me faltaba y nada parecía cambiar mi mundo, hasta que María enfermó de repente y en un abrir y cerrar de ojos había partido de este mundo.
Yo me sumergí en un pozo depresivo, no tenía consuelo, no era suficiente estar rodeado de mis hijos, ni siquiera me motivaba la inocencia de mis nietos, mi cama matrimonial de repente se había vuelto gigante y en sueños abrazaba a mi amada María, pero al despertar cada mañana la realidad volvía a abrumarme, vivir en soledad no es para cualquiera.
Me sentí como un náufrago en medio del mar tirado a su destino, abandonado a su suerte, sin rumbo, sin norte.
Primero dejé de afeitare, luego de bañarme, perdí los deseo de comer y solo quería estar tirado en la cama, empecé a llenarme de pensamientos oscuros, a ver el suicidio como la única salida.
Yo tenía guardada de recuerdo una vieja escopeta, jamas quise venderla, en mi juventud me gustaba ir de cacería y hacía años que no se usaba, ni siquiera estaba seguro de que funcionara.
Fui por ella, la revisé, la desarmé y la limpié por completo, y mi plan estaba ejecutándose, solo me faltaban los cartuchos.
Esa mañana tomé fuerzas de donde no las tenía, y me fui caminando bajo el sol hacia la armería, y el destino me cruzaría con Antonia

(A) Había salido a pasear con mi ovejero alemán, un perro grande y con mucha fuerza, si bien lo tenía corto por la correa casi no podía manejarlo, fue cuando el destino me cruzó con José, una mole enorme que parecía tapar el sol, 'Mr. Blackwell'...

(J) Mr. Blackwell es el nombre del perro, si si, Antonia es una mujer poco convencional...

(A) Decía que Mr. Blackwell se enredo entre las piernas de José y entre forcejeos fui a parar al piso, temí romperme la cadera, pero por suerte no fueron mas que magullones y raspones

(J) Aunque ella lo negara no se veía bien, tomé las correa del canino y aunque lo negó insistí a acompañarla hasta su casa, y aunque no lo crean, esa situación salvó mi vida.


Historias de hotel - historia 4


(A) José es muy persistente, insistió una y otra vez, y caminamos hasta mi casa, lo menos que podía hacer fue ofrecerle una bebida fresca, o un te, o un café, y empezaría un encuentro que aun nos tiene atados.
Nos divertimos hablando un poco de todo, sentí que éramos dos almas en pena que compartían sus pesares y supe que esa charla no terminaría esa mañana.

(J) Nadie en mi familia supo lo de la escopeta, después de conocer a Antonia decidí pausar la compra de los cartuchos, pero el arma por un tiempo siguió firme al pie de la cama antes de volver definitivamente al depósito de antigüedades.
Nos hicimos amigos, nos juntábamos a charlar, y la fui conociendo, una mujer de fuerte carácter, de tomar decisiones...

(A) Y yo a el, un bonachón como pocos, un osito de peluche. Lo curioso es que tardamos casi un año para empezar a tutearnos, y preferimos ser solo eso, los mejores amigos con derecho, no quiero meterme en su familia, no puede pretender tomar el lugar de su amada mujer, y honestamente, yo no quería a nadie tiempo completo.
En algún momento, decidimos dejar de llorar por nuestros pasados y nos juramos mutuamente disfrutar el tiempo que nos quedara por delante, eternamente jóvenes dijimos.

(J) Y empezamos a salir...

(A) Y empezamos a pasear...

(J) A divertirnos...

(A) Cenas románticas...

(J) Viajes...

(A) Cine...

(J) Teatro...

(A) Sexo...

(J) Sexo, tuvimos que re inventarnos, en el ocaso de nuestras vidas

(A) Y no fue fácil, cuando el deseo se consume, las hormonas se consumen, la lujuria se consume

(J) Y cunado no se te para...

(A) y cuando la amiga está mas seca que un desierto, y el clítoris en un bello recuerdo del pasado...
Así que decidimos solo divertirnos, a nuestra manera, hacer las locuras que nunca habíamos realizado
Una cena romántica a la orilla del río sin ropa interior fue un inicio, solo dormir juntos y desnudos sin importarnos los horarios, ir a un cine con un plug anal en mi colita

(J) En un viaje a la capital nos metimos en un sex shop donde todos nos miraban como bichos raros, compramos consoladores, cosas sado, elementos que ni sabíamos para que eran, geles, lubricantes, perfumes, velas, videos, gastamos un montón de dinero, pero lo mejor fue ver las caras incrédulas de los jóvenes que puntualmente nos rodeaban.
Empezamos a ver películas condicionadas, y jugamos juegos de torturas, y solo eran juegos.
Y encontramos el placer en la locura de ir a hoteles, si bien ambos teníamos disponibles nuestros respectivos hogares la sensación de ir a un lugar prohibido era impagable, las caras de los taxistas de turno cuando le dábamos la dirección, pueden imaginarlo?
A pesar que aun manejo un viejo y destartalado coche, el viaje en taxi es lo mejor que hay.


anciano


(A) El verdadero desafío fue llegar a internet, estamos en la edad de piedra comparados con los jóvenes de hoy en día, pero si algo nos sobraba eran ganas y tiempo, y así fue que descubrimos un mundo nuevo, y empezamos a divertirnos con gente común y corriente.

(J) Y empezamos a hacer juegos, a cumplir fantasías de otros, a hacerlas realidad, eran como retos, a nuestra edad ya nada teníamos que justificar.

(A) Fue cumplir un pedido más de tantos, nos encargamos de tener todas y cada una de las cosas que necesitaríamos y solo nos divertíamos mucho con los preparativos, armamos un bolso de mano y partimos. Como siempre el chófer del taxi pareció no entender cuando le dimos la dirección del hotel, nos miraba de reojo por el espejo retrovisor cada tanto, encerrado en sus pensamientos y cada tanto una sonrisa se dibujaba en sus labios

(J) Juro que las caras que ponen los taxistas de turno son dignas de risas

(A) Llegamos y como siempre José pidió una habitación, fuimos al cuarto, hablamos un poco, reímos, tomamos algunas cosas del frigo bar, unos snack y unas bebidas cola y bueno, era la hora de jugar...

(J) Nos desnudamos por completo, nos tomamos de las manos, nos miramos y asumimos el compromiso de hacerlo, imaginen a Antonia, con un ajustado corse negro charolado, una falda corta, con su sexo desnudo y unas botas pasando las rodillas, con finos tacos, altísimos, cosas que fuimos comprando en los sex shop y que a pesar de la edad, a mis ojos lucía perfecta. Mi preocupación era no poder verla sobre esos tacos sin temor a que tuviera una mala pasada y en un traspié terminara con algún hueso roto

(A) Siempre fue su preocupación, es que como soy una flaca puro huesos siempre dice que algún día me voy a descaderar. Pero bueno, era su turno, se sentó sobre la cama, el gordo hizo crujir el colchón, saqué al film negro que habíamos llevado y con paciencia comencé a envolverlo desde la cabeza a los pies, como una momia viviente, cabeza, brazos, cuerpo piernas, todo por completo.
Apenas tuvimos la precaución de dejar un orificio sobre su boca para que pudiera respirar

(J) Claro, y te estás olvidando mencionar un pequeño detalle, que no me envolviste todo por completo, mis genitales quedaron libres, una momia con la verga y los huevos afuera...

(A) Entonces tomé una de las correas con la que sacaba a pasear a Mr. Backwell y la pasé por su cuello, y José tuvo que ponerse entonces en cuatro patas, y acá asumo que fui yo quien me preocupé, el exceso de peso estaba rompiendo sus rodillas, pero en unos minutos lo habíamos conseguido. Abrimos la puerta de la habitación y solo salimos a molestar

(J) Íbamos de puerta en puerta, golpeando una a una, Antonia en voz alta pedía que salieran a nalguear a su mascota, y yo como podía seguía tras ella en cuatro patas con mi lazo al cuello

(A) Creo que nunca nos divertimos tanto, algunos ni abrían la puerta, pero otros, algunos nos insultaban, otros no salían de su asombro, los mas osados se sumaron al juego y le propinaron al gordo una buenas nalgadas

(J) Creo que lo mejor fue cuando de una habitación salió una chica semidesnuda, apenas tendría veinte años, y daba toda la apariencia de ser una prostituta, vino sobre mi y empezó a cabalgarme como si fuera su pequeño pony, antes de volver nos felicitó por la forma en que tomábamos la vida.

(A) Obviamente el revuelo que armamos no sería del agrado de todos y como era previsible uno o unos nos denunciaron en la recepción, así fue que se apersonaron cuatro personas de seguridad, un viejo pedante y engreído que parecía estar al mando y que dijo llamarse Enrique, nos insultó de arriba a abajo, que éramos lamentables, que el triste espectáculo que hacíamos, que molestábamos, que nos ubicáramos, y que por favor volviéramos al cuarto antes que las cosas pasaran a mayores

(J) Comprendimos que el juego había terminado y solo volvimos, pusimos una película, abrimos un vino espumante y nos acomodamos en la cama lado a lado. Sin dudas había formas y formas de vivir nuestros últimos años, uno puede morirse marchito y amargado, como ese encargado de seguridad o...

(A) O buscar la felicidad en pequeñas cosas...

Tal vez La historia de Antonia y José suene muy tonta, pero en este caso no hay una historia de sexo tras sus palabras, lo importante es la forma en que ellos narraban los echos, las ganas que le ponían, y la forma en que se divertían con pavadas, tenían la sonrisa dibujada como niños abriendo obsequios de cumpleaños
Esta loca pareja no le temía al fracaso, al ridículo, venían de historias dolorosas y juntos supieron reinventarse para ser felices por el resto de sus días.
Sin dudas, un ejemplo de vida...



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