La marca de la gorra...

Lo siguiente pasó cuándo todavía estaba con la resaca de mi encuentro furtivo con Juan Carlos. 
Como todas las semanas, voy a hacer las compras, pero antes de salir, le pido a Armando, mi vecino del 5to B, que me pasé una lista de lo que necesita, algo ya habitual en ésta cuarentena. 
Como él está dentro de los grupos de riesgo, por tener más de 65 años y ser hipertenso, trato de ayudarlo de esa forma, para que no se exponga innecesariamente.
Me dicta lo que necesita y hacía el final, agrega como último requerimiento:
-Ah, y traeme una ginebra, una Bols- 
Sabía que él era más del whisky, por lo que me sorprendió su pedido.
-¿Qué, te vas a pasar a las bebidas blancas?- bromeo.
-No, jamás me gustó la ginebra, es para un amigo que viene a visitarme- me aclara.
-¿Alguno que conozca?- le pregunto con pícara complicidad.
-Jajaja...- se ríe -No, a éste no lo conocés, muy a su pesar no estuvo el día del póker- repone en alusión al día que en su casa me cogieron él y tres de sus amigos, todos ex jueces.
-Este es comisario, ya está retirado pero todavía tiene bastante influencia en la fuerza- completa.
-Ok, una ginebra Bols para el comisario, entonces, ¿algo más, señor?-
-Nada más, preciosa, un beso y cuidate-
Hago las compras, asegurándome de que no falte la ginebra y un regalito para Armando.
Luego del almuerzo, mi marido decide dormir una siesta. Ya hicimos el amor esa mañana, así que hasta dentro de un día o dos, no voy a tener ninguna requisitoria sexual de su parte.
Levanto la mesa, lavo los platos y mientras el Ro se pone a jugar a la Play con sus amigos, preparo lo que me encargó Armando, con la ginebra y su regalo a la cabeza de la lista.
Chequeo que mi esposo ya esté bien dormido, que el Ro esté inmerso en sus videojuegos, y agarrando las dos bolsas de comestibles subo a lo de Armando.
-Hola bombón- me saluda mi vecino al abrirme.
Y aquí quiero ser bien sincera, no me había olvidado de su amigo, traía la botella de ginebra conmigo, pero jamás me imaginé que iba a estar en ese momento. Armando no me había dicho cuándo vendría. Creí que quizás a la tarde o al día siguiente, pero allí estaba, sentado en el sofá, inclinándose hacía adelante para verme mejor.
Se caía de maduro que al ser amigo de Armando y de los otros viejos verdes, le habrían contado con lujo de detalles lo del strip póker, por lo que me puse colorada al quedar tan expuesta.
-No sabía que estabas con visita- me disculpo, sin saber que hacer, si dejar las bolsas e irme, o entrar y acomodar todo en la despensa, como hacía siempre.
-Viniste justo, te quiero presentar a Alfonso, un buen amigo, otro más de la generación del '52, Alfonso, te presento a Mariela, una vecina más que solidaria- nos presenta a la distancia, y cuándo dice ésto último, su amigo no puede disimular una sonrisita morbosa.
"Sí, seguro que lo sabe", pienso muriéndome de la vergüenza.
No reniego de mis actos, pero tampoco está bien que te reconozcan públicamente como la que se enfiestó con cuatro gerontes.
Entro, pero antes de que pueda dar un solo paso más, muy suelto de cuerpo, mi vecino me dice:
-Ya conocés el protocolo de desinfección- 
Lo miro sorprendida, ya que ése era un jueguito entre los dos. Siempre que le llevaba las compras, por precaución, aunque también por calentura, me hacía sacar la ropa, incluído el calzado, dejando que me quedara solo en bombacha y corpiño. Yo le seguía el juego, obvio, porque, como la vez pasada, podíamos terminar echándonos un polvo. Pero eso era cuándo estábamos solos.
-¿Acá?- le pregunto algo inquieta, ya que la situación me había tomado por sorpresa.
-Sí, acá- asiente, burlón.
Cierro la puerta con el pie, apoyo las bolsas en el suelo, y ahí mismo, en el hall de entrada, me empiezo a desvestir, ante la atenta mirada de ambos.
"Si quiere jugar, entonces vamos a jugar", me digo a mí misma.
Descalza y en ropa interior, moviéndome lo más orgullosamente sexy que puedo, llevo las bolsas a la cocina. Saco la ginebra Bols y un whisky Chivas que le compré a Armando, y con ambas botellas en las manos, vuelvo a la sala. Las apoyo en el mostrador del bar que está a un costado, saco un par de vasos y le sirvo el whisky a mi vecino, y la ginebra a su amigo.
-Veo que ninguno de estos viejos carcamanes te hizo real justicia- comenta el comisario tras darme las gracias.
-¿Y qué fue lo que te dijeron?- le pregunto, sintiéndome ya más segura y confiada.
Vestida me intimidaba, pero ahora casi desnuda, creo que yo lo intimidaba a él.
-¡Me dijeron tantas cosas!- exclama, dándole un sorbo a su bebida -No les creí ni la mitad-
-¿Acaso tenés alguna duda de que sea cierto?- le pregunto desafiante, sentándome a su lado, en el apoyabrazos del sofá.
-¡Duda me estás poniendo vos la podonga!- bromea, soltando una risotada.
Aunque estoy ahí, a centímetros, en ropa interior y en una actitud por demás condescendiente, no intenta tocarme. Sólo me mira, extasiado, babeándose con las curvas de mi cuerpo, centrándose en mis pechos, que parecen querer salirse del corpiño.
No sé si Armando había invitado a su amigo intuyendo algún encuentro conmigo, pero ya que éste se había dado, no pensaba desperdiciarlo. Ya que como bien dice el dicho, los amigos de mis amigos son mis amigos...
-Podés tocar si querés, mirá que no muerdo- le digo -Al menos no muy fuerte...- agrego con una sonrisa lujuriosa, la misma que ellos tienen en ése momento.
Lo mira a Armando, como si fuera mi cafishio y debiera contar con su venia para meterme mano. 
Tiene manos grandes el comisario, manos acostumbradas a manejar armas, con dedos como chorizos, que se cuelan por debajo de mi bombacha, cuándo mi vecino le da el visto bueno.
Se me escapa un jadeo al sentir como me frota los labios.
-¡Te estás mojando, bebé!- exclama al meter un dedo y comprobar la humedad de mi interior.
Lo saca todo mojado, lo huele, y se lo chupa, esbozando un gesto de satisfacción al saborearlo.
-¡Estás riquísima!- exclama.
Me lo vuelve a meter, explorándome más adentro ahora, tras lo cuál inicia un agresivo mete y saca con ese dedo grueso, áspero, curtido en el gatilleo.
Me corro la bombacha hacia un lado y me acomodo en el apoyabrazos para que su lengua se sume al juego. Con el dedo me garcha, y con la lengua me campanea el clítoris.
A todo esto, Armando se mantiene estoico en su asiento, como el fiolo supervisando el desempeño de una de sus "chicas".
Cuando me deja la concha en estado de gracia, me levanto y me paseo por delante de ambos, dando una vueltita, como una modelo de lencería.
De espaldas al comisario, me bajo la bombacha, inclinándome hacía adelante, me pongo las manos en las nalgas y me las abro, mostrándole en plenitud esa brecha que me divide en dos. La verdadera grieta nacional, jajaja.
Me incorporo, llevo las manos hacia atrás y me suelto el corpiño, me cubro las tetas con los brazos y me doy la vuelta.
-Espero que se estén despejando todas tus dudas- le digo.
-¡Sí, todas, pero la chota la tengo cada vez más "duda", bebota!- vuelve a bromear, agarrándose el bulto y apretándoselo.
Me suelto las tetas y me echo en el suelo, por entre sus piernas. Ahora soy yo la que le aprieta el bulto, la que se lo masajea por encima del pantalón. Es cierto que la tiene dura, hinchada, encendida, hasta puedo sentir el calor a través de la tela.
Lo miro a los ojos, cómplice, y sin decir nada, le desabrocho el pantalón. Meto la mano y se la acaricio ahora por sobre el slip. El calor se siente aún más nítido, más intenso.
El bulto promete, y aunque no tengo preferencias en cuánto a tamaños, estoy con ganas de comerme un buen pedazo.
Le bajo el slip y la pija le salta bien dura, parada, con una ligera curvatura hacia la punta. Ahora el que intimida es él, con semejante erección, nada mal para un viejardo de 68 pirulos.
Enarbolando mi lengua, empiezo a saborearlo desde los huevos, que como a todo hombre mayor, le cuelgan flácidos, arrugados. 
Subo lamiéndole toda la verga, alternando lamidas con besos, sosteniéndole en todo momento la mirada, intrépida, desafiante. Llego a la punta, a la cima de ese obelisco hermoso y cierro los ojos, para chupársela como si mamársela fuera la cura para el Covid19.
Hago uso y abuso de todo mi repertorio para que no le quede ninguna duda de que todo lo que le contaron sus amigos es verdad.
Me pongo de rodillas en el sofá, y echada sobre su cuerpo, le hago una garganta profunda que le provoca un estremecimiento en todo el cuerpo. Le dice algo a Armando que no llego a entender. Yo sigo chupando, hamacándoles los huevos con una mano, mientras él me acaricia la cola y con sus dedos de chorizo, comienza a explorarme los agujeros.
Cuando su dureza parece haber llegado al límite, a ése grado de tensión que la piel casi bordea el desgarro, me levanto y me siento encima suyo, de frente, clavándomela sin apuro, disfrutando y dejándolo disfrutar el momento.
Borracho de placer, pone los ojos en blanco y echa la cabeza hacia atrás cuando se hunde en mí, pleno, íntegro, dominante.
Me acaricia la cabeza, la cara, delineando con sus dedos de chorizo la forma de mis labios, esos mismos labios que acaban de chuparle la pija, sigue por mi cuello, me aprieta las tetas, los pezones, para finalmente agarrarme de la cintura y empezar a bombearme desde abajo.
-¡Ahhhhh... Ahhhhh... Ahhhhh...!- mis gemidos acompañan sus movimientos, firmes, precisos, certeros.
Al principio me dejo coger, que él se mueva, que me demuestre su hombría, su virilidad, la fiereza del macho dominando a su hembra.
Como comisario, como policía, hombre de las fuerzas de seguridad, le gusta tener el control, ser el que me coge, el que me garcha, el que hace que mis pechos se sacudan frenéticos y alocados, el que me arranca esos jadeos que provienen de mi más visceral interior.
Cuándo se toma un respiro, soy yo la que se mueve, clavándome una y otra vez en esa verga que se agiganta dentro mío, llenando hasta el último rincón disponible.
El orgasmo golpea en las puertas de mi sexo, puedo sentirlo ahí, repiqueteando, inflamándose para estallar y capturar todo mi cuerpo.
Él también está por acabar, así que lo espero, me contengo, dejandolo ahí, latiendo, expectante, hasta que por fin estalla y ahí sí, me desarmo en un grito, uniéndome a su éxtasis, a ése polvo inesperado que me arrasa sin piedad.
Cuándo me repongo del impacto, asomándome por entre la bruma del placer, como un buzo saliendo a la superficie después de estar en lo más profundo del océano, lo beso en la boca, raspándome los labios con su bigote típico de cana.
-Debo decirte viejo que se quedaron cortos- le dice a Armando, luego de unos febriles chupones, tocándome, apretándome las tetas.
Goteando por entre las piernas la leche del comisario, me levanto y moviendo el culo, camino hacia el dormitorio. Para muestra, basta un botón, dicen, pero yo estaba dispuesta a enseñarle el muestrario completo.
Me tiendo en la cama, sexy, fatal, ansiosa, y los espero.
Enseguida aparecen los dos por la puerta. El comisario desnudo de la cintura para abajo, Armando todavía vestido.
-Y todavía no viste nada- le asegura Armando, sacándose la ropa.
El comisario se quita la camisa, y los dos se suben a la cama conmigo, desnudos, calientes, exaltados.
Me beso con cada uno, para luego chuparles la pija, ellos acostados de espalda, yo en cuatro, alternando entre los dos, saboreándolos desde los huevos, subiendo por uno para bajar por el otro, besando, lamiendo, chupando esas pijas añejas pero igualmente deliciosas y adictivas.
Me subo sobre Armando, para cogérmelo mientras se la pajeo a Alfonso. Cuándo se le arma de nuevo, cambio de montura, saltando de uno a otro.
Como la abeja que va de flor en flor, recolectando polen, yo voy de pija en pija, buscando un polvo de cada uno.
De repente siento que todo se da vuelta, es Armando que me tumba de espalda, y me fulmina a combazos.
Él es el primero en acabar. Echado sobre mí, la cara apoyada en mi hombro, me cogió hasta explotar en mi interior. Lo mantengo apretado entre mis piernas hasta que termina de descargarse. Entonces Alfonso ocupa su lugar, garchándome de lo lindo, full mete y saca, hasta que termina mezclándose no solo con mis propios fluidos, sino también con la leche que acababa de inseminarme su amigo.
Los tengo a los dos dentro mío, sus esencias, sus polvos, dos caudales distintos, de diferente intensidad y consistencia, formando uno solo, cálido, suntuoso, vital.
-¡Viejo, la próxima que me dejes afuera del póker no te la perdono!- le reclama el comisario a su amigo.
Mientras ellos se quedan rememorando antiguas proezas sexuales, voy al baño y me quedo sentada en el inodoro, esperando que la gravedad haga su trabajo.
Cuando vuelvo a la cama, ya habían traído las botellas y los vasos, así que me tomo un trago con ellos.
Durante el rato que estamos juntos, nadie menciona la pandemia ni virus alguno. Es como un oasis en medio de la crisis sanitaria que nos afecta.
Hacemos un último brindis, y me despido, prometiéndonos un próximo y pronto encuentro con los demás amigos en cuanto la cuarentena pase a la historia.
Una palmadita en la cola de cada uno y me vuelvo a casa. Mi marido ya se levantó de la siesta, pero se encuentra inmerso en una llamada que parece muy importante, ya que apenas repara en mi presencia. El Ro sigue jugando con sus primos, matando enemigos en un juego que no para de salpicar sangre.
Me recuesto en mi cama, y ahora soy yo la que se duerme, saciada de sexo, sintiendo todavía en mi interior la ebullición de mi vecino y su amigo comisario...








La marca de la gorra...

















































21 comentarios - La marca de la gorra...

SagaShionKanon
Como siempre genial tu post, y la foto de tus tetas son la frutilla del postre.
omar698
Si a estos viejos no los mata el covid19 lo haras vos a conchasos, sos una bestia.
After16
Genial como siempre Marita. Van 10 puntos. Seguí poniendo una foto tuya en cada relato,nos morbosa más. T pregunto,c el cholo va a haber revancha?y con tu amigo Diego??
pedagogo47
Uff q caliente relato,cuánto morbo ,placer producido a través de esas palabras tan eróticas.deliciosa narrativa.nos dejas la chota como para desnucar a un gorila.besos a tu orto q no mencionaste si te lo garcharon.
Loza_Kyle
Cada vez mejor, que delicia ser tu vecino, ojala si vinieras a Córdoba pudiese conocerte... Que ganas de darte todo lo q tengo!!!
Desert-Foxxx
Marita vengo por la miniatura de tus tetas como siempre, son un lujo. Y por el título pensé que te habías cojido a varios polis para conseguir un permiso para todo. Aunque capaz sea en el próximo relato con el comisario
celta05
Esas tetas deben declararse patrimonio de la humanidad. Y aparte tenés que asegurarlas.
Tartanico
Como me calienta leer esto
as350b3
Que ricas que estas. + 10
Marc_2
Especial una vez más. Fueron 10.
Arupicom
mas fotos bonita!!!!?
NachoMex
Cómo se llama la fe las tetas?
Blues_Local1
impresionante como siempre el relato +10
chelocabito
Excelente 10!!!!como siempre,nadie puede decir que no oso una vecina solidaria y mucho menos la policia ahora jajaja
Gabriel-maduro
Tu relato me calentó muchísimo,y tus gotas más ,te escribi al chat
gerardoriker
me muero de calentura y como envidio a tu vecino bb, me dejals loco por el deseo de ser tu amante una noche o cuando sea es tuya cuando la desees diosa de mis sueños

putita
Dominio88
Me encantó ese cuerpazo y esas Lolas extan riquísimas la vdd forro de rabo aunq no contesta jajaja pero en vdd nos vuelve locos jajaja
MDM20000
Muy buen relato como siempre