Javier nos ayuda (Capítulos 1 y 2)

 

Capítulo 1
  
El día amaneció encapotado, con unas nubes muy negras asomando detrás de la sierra. Podíamos verlas a lo lejos desde la ventana del dormitorio. Era un día tan negro como la situación en la que nos encontrábamos mi novia y yo.
 
Vivimos en un ático muy cerca de la playa, que forma parte de un complejo de cuatro edificios, los dos primeros dando al mar y los otros dos al interior, en uno de estos últimos se ubica nuestro apartamento.
 
Nos conocimos hace seis años y llevamos cinco viviendo juntos. Ana tiene 32 años y yo -Diego-, dos más. Hace dos, compramos este ático y desde entonces vivimos en él.
 
Describiros a Ana es hacerlo sobre una auténtica mujer de bandera, mide 174 cm de altura, sus piernas parecen interminables, los redondeados muslos terminan en unas nalgas perfectas. Al andar, su culo se balancea en un movimiento natural en ella, de forma que pocos hombres e incluso alguna que otra mujer, pueden evitar girar su cabeza para verla caminar.
 
Mantiene una cintura estrecha sin un gramo de grasa.
 
Sus pechos son enormes y se sostienen muy firmes. Sus pezones son algo grandes al igual que sus claras areolas.
 
Su pelo es moreno con mechas. Lo lleva cortado en una media melena, que suelta, le da una imagen muy atractiva, aunque por comodidad prefiere la cola de caballo.
 
Su cara es preciosa, los ojos son verdes y la boca la remata con unos labios muy carnosos, destacando la perfecta dentadura que muestra cuando sonríe.
 
Yo mido 182 cm y me conservo bastante bien, gracias a que suelo hacer footing varias veces a la semana, unas veces solo y otras en compañía de mi novia. Francamente, hacemos una buena pareja.
 
Ambos tenemos buenas relaciones con nuestras familias, aunque viven en dos ciudades algo lejos de la nuestra. Los dos tenemos una hermana.
 
Cuando podemos nos acercamos a pasar un fin de semana, ella en casa de sus padres y yo en la de los míos. Ellos nos ayudaron con la entrada que tuvimos que pagar en la compra del ático.
 
En cuanto a nuestra relación, tengo que decir que nos seguimos queriendo igual, o más que el primer día, si bien la fogosidad sexual ahora es un poco más reposada debido a los problemas económicos que nos estamos encontrando, que se quiera o no, nos está afectando algo en nuestra líbido.
 
Ana trabaja en una empresa de publicidad, yo en otra de software en diseño gráfico.
 
El problema que nos acucia es que motivado por la crisis, a ella le han reducido la jornada al cincuenta por ciento, y en mi empresa que están haciendo una reestructuración de la plantilla, hace un mes me avisaron que mañana viernes es mi último día de trabajo.
 
O sea, que a mi novia le reducen el sueldo y a mi me mandan al desempleo. Encima es muy pequeña la liquidación que me corresponde por despido.
 
El resultado es que nos encontramos en una situación económica muy angustiosa para los dos, teniendo en cuenta que tenemos que pagar la hipoteca mensual, más los gastos corrientes de cada mes. Con nuestros pequeños ahorros sabemos que en unos tres o cuatro meses, si esto sigue así, no vamos a poder hacer frente a esa hipoteca. Tenemos que encontrar una solución urgente.
 
Estamos buscando nuevos trabajos para los dos, sobre todo para mí, así que llevamos unos días repartiendo nuestros currículum por todas las empresas de nuestros gremios, e incluso en otras que no lo son, la cuestión es buscar los ingresos que necesitamos para salir del atolladero.
 
También los hemos presentado en Internet con las aplicaciones que hemos encontrado para estos fines.
 
Está pasando el tiempo, pero nadie nos ha llamado o ha enviado un email para ofrecernos un trabajo.
 
En mi empresa me han dado alguna esperanza de que posiblemente me llamen cuando tengan picos de trabajo por proyectos no previstos, sobre todo porque me tienen en muy alta consideración, pero serían trabajos temporales y posiblemente breves, que asociado a una baja remuneración, no nos va a solucionar el problema principal.
 
Ana lleva ya dos semanas acabando su jornada laboral al mediodía, por lo que todos los días come en casa, quedándole toda la tarde libre para seguir presentando currículum, o simplemente quedarse en casa esperando mi regreso del trabajo.
 
Esta tarde al volver a casa la encontré sentada en el sofá del salón con el portátil en sus rodillas.
 
-Hola cariño -le dije inclinándome para darle un pico en la boca-, ¿alguna novedad?
 
Ella me miró regalándome una sonrisa que mostraba su preciosa y blanquísima dentadura.
 
-De momento nada, o más bien peor porque estamos recibiendo email no deseados que antes no recibíamos, se ve que alguna de estas aplicaciones de trabajo están facilitando nuestros correos a publicistas.
 
Me fui a cambiar al dormitorio y regresé para sentarme a su lado.
 
-La próxima semana tengo que ir a la oficina de empleo y registrarme para cobrar el paro. A partir de ahí tendré todo el día libre para buscar un trabajo.
 
-Esperemos que esto solo sea una mala racha -me dijo Ana-, he hablado con mi hermana y me ha dicho que contemos con sus ahorros para lo que nos haga falta.
 
Los dos sabemos que los ahorros de su hermana tampoco nos iban a solucionar el problema poco más de un mes o dos.
 
-Dale las gracias a Lidia de mi parte también, tu hermana es un sol -le contesté.
 
Estuve un rato viendo el contenido de mi móvil.
 
-Ana si no encontramos trabajo, tendremos que recurrir a otras medidas.
 
-¿Y qué crees que podemos hacer? -me preguntó.
 
-Verás, estoy pensando que podríamos alquilar las dos habitaciones que no estamos usando, al parecer hay mucha demanda.
 
Ella me miró algo sorprendida y se quedó pensativa.
 
-Pero Diego eso significa tener dos personas todo el día en nuestra casa y perderíamos nuestra privacidad, ¿No?
 
-Eso seguro, pero cariño tenemos un problema muy grave que incluso nos puede llevar a perder nuestra vivienda. Además sería una solución temporal hasta que volvamos a encontrar un empleo estable.
 
-¿Y si vendemos el ático?
 
-Cielo, la crisis ha surgido por la burbuja inmobiliaria y vender ahora sería imposible porque nos pagarían menos de lo que nos costó, o sea, que en vez de quedarnos algún dinero, tendríamos que hacer frente a una deuda que también habría que pagar. ¿Y donde vamos a vivir?
 
-Llevas razón amor mío. ¿Has pensado como hacerlo?
 
-He estado viendo los precios que se piden en esta zona por los alquileres de habitaciones y creo que ya tengo una idea de lo que vamos a pedir.
 
-Pero solo tenemos una habitación amueblada.
 
-Ya lo se cariño, pero podemos alquilar esa a ver cómo nos va y si nos parece bien, amueblamos la otra y la alquilamos después.
 
-Me va a parecer raro llegar al apartamento y encontrarme aquí a otra persona que no seas tú.
 
-No te preocupes que pediremos todas las garantías posibles, no vamos a dejar que venga a vivir a nuestra casa cualquier persona.
 
-Vale cielo, vamos a hacerlo. Mañana voy a dejar libre el armario de esa habitación y la prepararé para que puedan verla los candidatos.
 
-Muy bien, pues mañana hacemos unas fotos cuando esté preparada y ponemos el anuncio por dos inmobiliarias de Internet -le dije.
 
Ana dejó el portátil en la mesita del salón y se acercó a mi, me dio un beso y se sentó en mis rodillas.
 
-¿Y esto? -le dije abrazándola con una gran sonrisa.
 
-Me tienes muy abandonada cielo, estoy sola toda la tarde y no me has enviado ni un mensaje, ¿es que ya no me quieres?
 
-Serás..., pero si ayer estuvimos follando hasta las tantas.
 
-¿Sí? Se me habrá olvidado -me dijo poniendo cara de puta.
 
-Eres una guarrilla insaciable y desmemoriada.
 
-Y tú un cornudo que quieres que me folle otro, so guarro.
 
-Joder Ana, no me digas eso que sabes que me pongo muy cachondo.
 
-Ya lo noto por debajo de mi culo -y me dio un refregón con aquel culazo.
 
-Y si soy un cornudo, ¿cuando me vas a poner los cuernos cabrona? -le dije acompañado de una fuerte nalgada.
 
-Ayyy... ¿serás bruto? Me ha dolido cabrón.
 
-Deja que te quite esta camiseta de puta que tienes puesta.
 
Ella subió sus brazos y yo le saqué la camiseta por encima, dejando al aire aquellas tetazas que tanto me gustan. Luego hizo lo mismo con la mía, quedando los dos desnudos en la parte de arriba.
 
-¿Me las quieres chupar un poquito? -me dijo mientras me ofrecía sus melones con las dos manos sosteniéndolos desde abajo.
 
-Te las quiero chupar y te las quiero comer zorra.
 
-Huy que miedo, pareces el lobo feroz.
 
Yo chupaba una teta mientras apretaba con una mano la otra y luego iba alternando con las dos. Después la recosté en el sofá para quitarle el short que llevaba puesto.
 
-Joder no te da vergüenza ponerte este short tan ajustado y provocativo?
 
-Ah, ¿te he provocado? ¿Se te pone dura con mis short, cabrón?
 
-Durísima solo de pensar que otros te ven así con este short de zorra, se me pone a reventar.
 
La muy puta se había puesto el tanga blanco que más me pone.
 
-¿Y ese tanga? ¿tú crees que eso es de una chica decente?
 
-Me lo compraste tú cornudo. ¿Quieres que me lo vea otro? ¿Quieres que otro se empalme viéndome este tanga?
 
-No sigas que me voy a correr antes que te folle.
 
Ella se tiró del tanga hacia arriba dejándolo incrustado en su sexo. El tanga blanco era la mínima expresión de un tanga. Apenas cubría los labios mayores del coño de mi novia y ahora que estaba estirado de forma exagerada hacia arriba, se desbordaban por los laterales de aquel triángulo de seda que ya no los podía cubrir. La muy zorra abría y cerraba aquellos muslos divinos dándome un morbo que me mataba.
 
Me terminé de desnudar y metí mi cabeza entre aquellos muslazos y la fui besando y lamiendo mientras me acercaba al tanga. Luego besé y chupé aquella seda como si no existiera y mi novia comenzó a gemir muy suavemente. Después se lo corrí a un lado y le comí todo lo que allí quedó al descubierto. Menudo coño tiene la puta de mi novia, su clítoris sobresale como si fuese un pene muy pequeño siendo muy fácil de chupar y absolver con la boca mientras lo hago. A Ana le da un placer tremendo y eso hice mientras le metí dos dedos en su vagina.
 
-Ahhh... cabrón... sigue chupando cornudo...
 
Ya no iba a parar por lo que continué hasta que le llegó un gran orgasmo.
 
-Ahhh.... Agggg... dame mássss... me corrooo... aggg...
 
Su cuerpo se convulsionaba con fuertes espasmos mientras me inundaba la boca con sus flujos.
 
Luego me eché encima de ella apoyando los codos en el sofá para no aplastarla y le di montones de besos por la mejilla mientras se iba recuperando. Me aparté para mirarla y ella me sonreía como si no tuviera fuerzas.
 
-¿Qué tal? -le dije dándole un pico en los labios.
 
-Bien, deseando que me metas tu polla de cornudo.
 
Me incorporé y me terminé de desnudar mientras ella se sacaba el tanga como podía. Mi polla de tamaño algo mayor que la estándar, era suficiente para aquel coño de mi novia, pero no era lo bastante grande como a mí me gustaría. La coloqué a cuatro patas, se la metí hasta el fondo sin el más mínimo esfuerzo y comencé a darle a toda marcha.
 
Ella comenzó a gemir nada más penetrarla y aumentó sus gemidos conforme aumentaba el ritmo de mis embestidas y seguí dándole manteniendo ese ritmo todo lo fuerte que podía. Así llevábamos un buen rato.
 
-Ana ayúdate tú que ya no puedo más.
 
Ella llevó su mano derecha al coño y se frotó el clítoris a toda pastilla. En menos de un minuto estaba dando señales de su inminente orgasmo.
 
-Aggg... cabrón... dame massss... fóllame cornudo... ahhhh... me corrooo...
 
Las contracciones las sentí directamente en mi polla y ya no había marcha atrás en mi eyaculación.
 
-Ana ya no me aguanto, me voy a correr en tus tetas de puta, anda cabrona ponte de rodillas que te voy a bañar de leche.
 
Ella se volteó al suelo y se agachó delante de mi que ya estaba de pie sobre la alfombra con la polla en la mano, luego me di cuatro meneos y le solté el primer latigazo de leche en el cuello y parte de la cara, después apunté más abajo para echarle el resto en las tetas.
 
-Tomaaa.... toma putaaaa... uffff... toma lecheeee...
 
La puse perdida porque mis corridas suelen ser muy abundantes y ella se restregó todo ese semen por sus tetas, llevando sus dedos a la boca para chuparlos mientras me miraba con cara de puta redomada.
 
 
Capítulo 2
 
Al día siguiente pusimos el anuncio de alquiler en los dos portales más conocidos en Internet. Decidimos poner mi número de móvil porque la siguiente semana ya tendría todo el día disponible para atender las llamadas de los posibles inquilinos.
 
Pero fue terminar de publicarlos y al momento ya estaban llamando. Cuando atendía una llamada ponía el manos libres, con el objetivo de poder comentar después entre los dos la opinión que nos merecía la persona que nos había llamado.
 
Hubo llamadas de todo tipo y muchos desistieron cuando supieron que éramos una pareja que vivíamos en el propio apartamento y alquilábamos aquella habitación. Hasta llegamos a pensar que deberíamos incluir este detalle en la descripción de nuestro anuncio con objeto de recibir menos llamadas.
 
Otros pedían directamente una rebaja en el precio porque les parecía excesivo.
 
Algunos eran estudiantes que no ofrecían ninguna solvencia y que incluso pedían libertad para llevar otros estudiantes, familiares o parejas a su habitación. No descartamos a nadie y nos quedamos con sus datos para llamarlos por si eran los elegidos.
 
Hasta llamó uno que nos decía que se había tenido que ir de su casa por una denuncia, falsa por supuesto, de malos tratos a su mujer y que tendríamos que esperar tres meses más o menos para comenzar a pagarnos el alquiler.
 
Un par de chicas renunciaron al saber que en la vivienda habría un hombre mientras a otras les daba igual.
 
Sobre las diez de la noche recibimos una llamada más.
 
-Buenas noches, dígame -le dije.
 
-Hola buenas noches, le llamo por el anuncio del alquiler. Soy Javier.
 
-Yo soy Diego y mi novia Ana también te escucha.
 
-Hola Ana, es un placer.
 
-Hola Javier -le contestó mi novia, mientras me sonreía a mi elevando las cejas.
 
-Antes de nada quería saber si sigue libre la habitación que habéis puesto en el anuncio.
 
-Sí, la verdad es que nos están llamando bastantes personas interesadas pero queremos pensarlo bien y ya mañana seguramente decidiremos con quien nos quedamos, incluso tenemos otra habitación que en cuanto la amueblemos la pondremos también en alquiler, por lo que no descartamos decidirnos por los dos mañana mismo -le respondí.
 
-No me digas que tenéis dos habitaciones porque desde ya os digo que me quedo con las dos. Verás, mi intención es alquilar una para vivir y otra para instalar un pequeño despacho con un escritorio con ordenador de sobremesa, una estantería y un archivador.
 
Miré a mi novia y los dos estábamos algo preocupados.
 
-No se Javier -le respondió Ana-, tendrías que aclararnos algunas cuestiones. Antes de nada necesitamos saber a qué te dedicas y aclararte que no queremos que traigas otra persona como oficinista o administrador o algo parecido.
 
-No que va, el despacho solo lo utilizaría yo al regreso de mi trabajo diario los días que me encuentre en la ciudad, que en los primeros meses no serán muchos, quizás unos cuatro o cinco días a la semana. Veréis tengo una pequeña empresa que se dedica a suministrar todo lo necesario para el funcionamiento de los hoteles, restaurantes, discotecas, etc., esto lo desarrollé en un principio en mi ciudad de origen, pero cada día trabajo más en la costa, hasta el punto que aquí tengo más del 80 por ciento de mi trabajo.
 
-Cuando dices aquí es que ahora estás en nuestra ciudad, ¿No? -le pregunté yo.
 
-Sí, estoy en un hotel cerca de vuestra zona aunque no se qué tan cerca.
 
Entonces mi novia le dio el nombre del complejo y que vivíamos en el ático del tercer edificio.
 
-¡Pero si estoy al lado vuestro! -Y nos dio el nombre de su hotel.
 
-Es verdad, espera un momento, no cuelgues -le dijo mi novia pulsando la tecla “silencio” del móvil.
 
-¿Qué hacemos? -me dijo- ¿le decimos que venga y seguimos charlando aquí?.
 
-Me parece buena idea, además es que está a menos de diez minutos andando desde su hotel.
 
-Es que puede ser la solución ideal. No sería una presencia continuada y no habría que amueblar la otra habitación y lo mas importante es que no tendríamos otro inquilino más.
 
Yo asentí y le hice una seña mientras liberaba la voz al móvil.
 
-Hola de nuevo... -le dije- ¿estás ahí?
 
-Sí, claro, os escucho.
 
-Verás Javier -le dijo ella-, lo hemos estado hablando y si te parece bien, podrías acercarte a nuestro apartamento y si llegamos a un acuerdo podríamos cerrar el trato esta misma noche.
 
-Acabo de cenar y me estaba tomando una copa en la cafetería, así que me acerco ahora mismo.
 
Entonces le di el código del portero electrónico para llamar a nuestra vivienda desde la entrada al complejo.
 
-Ok, nos vemos en un rato.
 
Estábamos un poco desbordados, no pensábamos que el mismo viernes por la noche ya podríamos tener alquiladas las dos habitaciones y menos en unas circunstancias tan ventajosas como aquellas.
 
-Joder Ana, ojalá esto nos salga bien, sería la solución más idónea para poder seguir adelante.
 
-Sí, cielo, pero no me hago a la idea de que mañana podríamos tener a otra persona viviendo con nosotros.
 
-Esperemos que sea un buen tío y que sepa comportarse correctamente.
 
Así estábamos expresando una conjetura tras otra cuando sonó el interfono del portero electrónico.
 
-Es Javier -le dije a mi novia, como si pudiera haber sido otra persona. Poco después le abría la puerta de nuestro piso.
 
-¿Hola que tal? -Nos dijo al entrar dándome un apretón de manos y dos besos a mi novia en las mejillas.
 
Lo primero que me sorprendió fue lo joven que se veía para ser ya un empresario, no aparentaba más de 26 años y lo segundo, su buena presencia. Javier es un poco más alto que yo, quizás unos cinco centímetros, el pelo moreno oscuro lo tiene muy corto, más por los laterales que por arriba, bien parecido de cara, ojos oscuros y labios un poco más gruesos que finos sin ser carnosos del todo, que mostraban una dentadura perfecta y muy blanca cuando sonreía.
 
Vestía una cazadora fina de piel negra sobre una camisa blanca de manga larga y un pantalón vaquero azul claro que le quedaban muy bien, se veía que tenía unas fuertes piernas ya que apenas tenía arrugas en aquellos tejanos. Llevaba zapatos negros de piel con velcro en lugar de cordones.
 
Al igual que yo, no se veía una persona fornida, pero tampoco mostraba nada de grasa en lo que se llegaba a apreciar con aquella ropa.
 
Desde que entró por la puerta dejó claro su interés por mi novia, a la que le pegó dos o tres repasos con la mirada, muy prudentes pero casi sin cortarse. A eso ya estábamos acostumbrados tanto mi novia como yo.
 
Ella tenía puesta una camiseta de mangas cortas con un buen escote como suele ir siempre, sujetador y short muy cortos y ajustados que dejaban ver sus bonitas piernas que descansaban en unas zapatillas de dormir.
 
Yo al igual que mi novia tenía otra camiseta de mangas cortas y unas bermudas. También calzaba unas zapatillas de dormir.
 
-Bien, un poco sorprendido por tu propuesta de quedarte con las dos habitaciones -le dije yo-, tendremos que ver las condiciones y las normas que tendremos que cumplir todos para poder convivir en este apartamento los tres, ¿No?
 
-Claro que sí.
 
-Ven que te enseñemos las habitaciones antes de nada -le dijo Ana-
Nos dirigimos al pasillo que conducía a las tres habitaciones. Ella iba delante, luego le seguía Javier y yo iba detrás de ellos, seguro que el cabrón le estaba dando otro repaso al culo de mi novia y a sus balanceos al caminar.
 
-Mira, esta puerta es el aseo que dejaremos para tu uso personal -le dijo abriendo la puerta del aseo que constaba de un inodoro, lavabo, espejo y armario-, la ducha se encuentra en el aseo de nuestro dormitorio.
 
Él asintió con la cabeza pero no hizo ningún comentario. Ana siguió avanzando y abrió la siguiente puerta a la derecha.
 
-Esta es la habitación vacía -le dijo-, bueno las pocas cajas que hay en el suelo las retiraremos lógicamente y la bicicleta fija la pondremos en la terraza. Podrás usarla cuando quieras.
 
Entramos en la habitación los tres y él se estuvo fijando en el tamaño y disposición de las paredes.
 
-Esta ventana como las demás da a la propia terraza del ático -le dije yo.
 
-Es amplia y va a ser ideal para lo que pretendo instalar aquí, con vuestro consentimiento, claro -dijo él.
 
-¿Como piensas hacer la distribución? -Le preguntó Ana.
 
-Mira, la mesa del escritorio estaría bien en esta pared, de forma que al sentarme la ventana quede a mi derecha y de larga llegaría hasta quedar a un metro de la otra pared. Arriba necesitaría un mueble con puertas y estantería y en la otra pared de aquí es donde vendría la estantería para mis carpetas, documentos, algunas muestras, en fin lo típico de mi trabajo, y el archivador. Al armario que tenéis en la otra pared de momento no le veo uso, así que podéis guardar lo que creáis conveniente. Si más adelante lo necesito, lo comentamos.
 
-¿Tienes que traerte algo o lo vas a comprar todo nuevo? -se interesó mi novia.
 
-No tengo nada, lo tendría que comprar todo nuevo. Si quieres me acompañas y lo compramos un poco a tu gusto, así no te hago un estropicio porque yo para eso soy un negado -respondió con una gran sonrisa.
 
Aquella propuesta ya me dejó el cuerpo un poco raro, teniendo en cuenta que no llevaba ni un cuarto de hora en nuestra casa y ya le estaba proponiendo ir de compras a mi novia. No sé si fue algo de celos o de morbo o ambas cosas a la vez, lo que sí sé es que mi polla dio un pequeño respingo.
 
Ella se giró hacia mí para ver si yo añadía algo a aquella propuesta.
 
-Si llegamos a un acuerdo me parece bien -les dije a los dos que estaban algo expectantes.
 
-Bueno vamos a la otra habitación -siguió dirigiéndonos Ana.
 
Abrió la siguiente puerta y entramos.
 
-Sí, está igual que en las fotos que habéis puesto en el anuncio, pero creí que iba a ser más pequeña y ahora veo que es bastante espaciosa, me encanta de veras.
 
-Es que las fotos las hemos hecho hace unas tres horas -le dije yo con una sonrisa-, así que poco podría variar.
 
La habitación tenía una cama de 105 x 190 con canapé, donde Ana guardaba las sábanas, manta y dos cojines, sobrando algún espacio más, una mesita de noche, un armario empotrado, un butacón bajo y una mesita de escritorio con una silla de ruedas.
 
-Como ves aquí tienes otra mesa de escritorio que aunque no pongas otro ordenador encima, siempre hace falta en un dormitorio -le dijo Ana-, pero no quisiéramos hacer cambios si no lo ves muy necesario, ¿No?
 
-No, no, que va, me vendrá bien para usar el portátil de vez en cuando. La cama es algo más ancha que la clásica 90 ¿verdad?
 
-Sí, es de 105, pensamos que era más cómoda para cuando viniera algún familiar o amigo a quedarse. En verano suele venir alguna de nuestras hermanas a pasar unos días de playa y piscina. ¿Has visto la piscina al entrar? -volvió a decir mi novia.
 
-Sí, está muy bien y seguro que algún domingo o festivo de verano me pego un baño. Otra cosa, si estando yo de viaje, queréis que venga algún allegado vuestro, podréis utilizar mi habitación sin problemas.
 
-Bueno pues vamos a ver el aseo, que ya te digo que está en nuestro dormitorio y que podrás usar para ducharte siempre que quieras, mientras que no estemos dentro nosotros. En un rincón de tu aseo pondremos una cesta para la ropa que quieras lavar. Nosotros la tenemos en el nuestro.
 
Otra vez pasó Ana la primera al pasillo, luego Javier y yo, que cerraba la comitiva.
 
Abrió el aseo y ellos dos entraron. Yo me quedé bajo la puerta.
 
-Como ves tenemos plato de ducha y bañera, así que puedes elegir para lavarte lo que más te pida el cuerpo en cada momento. ¿Qué tal lo ves?
 
-Hombre me da un poco de apuro que esté en vuestra habitación, pero el baño está genial. De lujo diría yo.
 
-Ya que estamos aquí entra a ver nuestro dormitorio -le dijo ella que asumió el papel de guía desde el principio.
 
Esta vez entré yo primero en la habitación que tenía un pequeño pasillo en la entrada donde se encontraba la puerta del aseo y que daba paso sin más puerta, a nuestro dormitorio.
 
-Vaya que bonito lo tenéis -dijo Javier-, menuda cama, ¿No? Le viene bien por lo amplio que es.
 
El dormitorio nuestro tiene una cama de 2 x 2 metros con canapé, dos mesitas de noche, un butacón bajo, una cómoda, un zapatero, un escritorio donde en ese momento descansaba el portátil, una silla de escritorio con ruedas y un armario de cuatro puertas con espejos empotrado en la pared. Encima de la cómoda teníamos un espejo también.
 
Regresamos a la entrada donde estaba la cocina, entrando los tres.
 
-Aquí en la cocina es donde solemos comer en invierno. En verano preferimos hacerlo en la terraza. Te dejaré un hueco en el frigo y otro en la alacena para que puedas tener tus cosas. Podrás usar todo lo que hay aquí para prepararte tus comidas. Usarás nuestra cubertería y todos los accesorios, solo que tú mismo los pondrás luego en el lavavajillas -le decía mi novia mientras él solo asentía con la cabeza.
 
Al fondo de la cocina estaba la puerta de aluminio que comunicaba con el lavadero donde pasaron los dos y yo me quedé otra vez bajo la puerta.
 
-Aquí tienes la lavadora y el tendedor. Si te quedas con nosotros, ya te explicaré como funciona todo. Ven que te enseñemos la terraza.
 
Regresamos al salón y Ana abrió las puertas que daban a la terraza.
 
-Pasa que ya ésto es lo último que te queda por ver.
 
Pasamos los tres a aquella enorme terraza que tenemos a nuestra disposición ya que ocupa gran parte del techo del edificio, aunque había una zona alrededor de la misma algo más baja que la nuestra y la caseta del motor del ascensor donde se ubican las antenas de la comunidad.
 
-Buenoooo, vaya terrazón -soltó Javier algo asombrado-, si casi ocupa el edificio. Aquí echaréis unos buenos ratos cuando haga buen tiempo.
 
Tenemos instalada una pérgola de madera con un toldo que estaba recogido, una mesa de jardín con cuatro sillas y dos hamacas algo más apartadas con una mesita baja y un gran parasol que en esos momentos estaba cerrado. En una pared hay instalada una caseta pequeña de jardín, donde guardamos todos los enseres que no se debían mojar con la lluvia.
 
-Sí, algunos días nos traemos la comida aquí o nos tumbamos en nuestras hamacas a leer, tomar un poco el sol, ya sabes -le respondió mi novia.
 
-Bueno vamos al salón y comentamos las condiciones y las normas que debemos cumplir para mantener una buena convivencia -les dije a los dos.
 
Nos sentamos en el sofá nosotros dos y Javier en el butacón que teníamos enfrente, con una mesita baja de salón en medio de nosotros.

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