La ingenua del gimnasio

Relato rescatado de la web, con pequeños cambios, espero y disfruten!!
Caminando hacia la casa de su novio, Sara sentía el calor abrasador del verano. Ya era septiembre, sin embargo el sol acuchillaba la piel como si estuviese en pleno mes de julio. Nunca le había molestado que la mirasen por la calle, hombres curiosos seguían su fragancia cuando ella pasaba por su lado. Era el prototipo de diosa de muchos hombres, y eso hacía que nunca pudiese pasar desapercibida.

Tenía un cuerpo muy envidiable, y lo tenía muy asumido. Unas tetas adecuadas para su peso, unos 55kgs aproximados, y a su novio le encantaban. Su cuerpo era de tipo delgado, aunque en los últimos meses había ganado unos cuantos quilogramos en el culo, o eso se le había metido en la cabeza.

Ella tenía la idea de ir al gimnasio con su novio, inscribirse los dos e ir 2 o 3 días a la semana. A pesar de que no le molestaba que la mirasen, dado que le gustaba sentirse deseada, ella solo tenía ojos para su pareja. Odiaba que los hombres fueran insistentes con ella, y no todo podían ser ventajas de tener semejante cuerpo.

Ir al gimnasio sola significaba mucho más que el simple hecho de que se girasen para mirarle el culo, como hacían por la calle. Hombres sudados en el gimnasio, a los que muy posiblemente solo les importaba el gimnasio para mostrar sus músculos, tirándole los perros al verla sola... No tenía nadie más con quien ir, sus amigas no querían ni oír del tema, y el resto de sus amistades o vivían lejos o ya entrenaban en otros lugares.

Al llegar a casa de su novio, lo primero que hizo fue abrazarle mientras le besaba para intentar allanar el terreno para su petición.
— ¿Cariño! ¿Qué tal el día? —Preguntó Sara sin mucho interés en la respuesta, manteniendo el abrazo.
— ¿Que mimosa empiezas hoy, no? — Añadió sin responder Rafa, su novio, sospechando al parecer. — ¿Estas tramando algo?
— No, o bueno... tal vez si... — Confesó ella poniendo ojitos a su pareja.

Rafa no le quitaba ojo de encima, sin sonreír. 
“Genial, ya lo tengo a la defensiva” Pensó intentando que no se le notase la decepción.

— Quería convencerte para apuntarnos los dos al gimnasio, y así no voy sola...
— Sara, ya sabes lo que pienso de los gimnasios... — Se adelantó Rafa, sin darle posibilidad de continuar.
“Genial, ahora está a la defensiva y negativo” Se dijo a sí misma, ya daba por perdida la discusión, pero no se iba a rendir tan fácilmente.
— Rafa, nunca te pido nada. Sabes que estoy acomplejándome con mi físico, y además quiero ponerme en forma. ¿Qué hay de malo en eso?
— Pero si estas genial, tienes un cuerpazo. Te lo como todo y lo sabes, me vuelves loco. — Ahora el que intentaba convencerla era él, y la discusión cambio radicalmente. Los besos en su cuello le gustaban, pero ella estaba decidida a que quería ir al gimnasio.
— Rafa, quiero ponerme en forma, nunca me apoyas cuando estoy decidida a hacer algo. Quiero ir al gimnasio, y no tengo a nadie más con quien ir. Mis amigas no quieren, y ahora tú tampoco quieres. Acabare yendo sola, ya lo veras... 

Unas lágrimas brotaron en sus ojos, la típica lagrimilla fácil para hacerse la víctima, aunque estaba segura de que él se sentiría culpable, pero igualmente no haría ese esfuerzo por ella.
— Sara... Sabes que en los gimnasios lo pasó fatal, está lleno de personas que les encanta mostrar sus musculos, claro que habrá gente que valga la pena, pero ya te digo que por regla principal, está lleno de ese tipo de gente. No me siento cómodo en un gimnasio, y lo sabes.

Y eso fue todo lo necesario para terminar la discusión, ella no quería obligarle a pasarlo mal. Así que se inscribiría ella sola, y aguantaría las sucias miradas de los pervertidos que rondarían por el gimnasio de su ciudad.


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1 semana después
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Sara entró en el gimnasio, dejó en el vestuario la mochila con la toalla y la ropa para cambiarse, y se puso un leggin apretado, que le marcaba todo su perfecto culo y una camiseta de manga corta que, muy a su pesar, le apretaba mucho el bulto del escote.
Dos enormes montañas destacaban en la apretada camisa.
La ingenua del gimnasio


Cogió la botella de agua, y se dirigió con entusiasmo al gimnasio, con el corazón latiendo a mil por hora debido a ese nerviosismo, que parecía no tener fin y que le estaba atacando la moral.
Era la primera vez que Sara iba a un gimnasio, y encima iba sola, aunque pronto esa preocupación desapareció porque... El gimnasio estaba prácticamente vacío.

Miró el reloj, eran las 12.59, y entonces cayó en la cuenta de que a esa hora la mayoría estarían comiendo en sus casas tan tranquilos.
Suspiró aliviada, y observo atentamente toda la zona, buscando formas de vida inteligentes.
Un anciano caminaba con tranquilidad en la cinta de andar. Dos mujeres de unos cuarenta años estaban en la zona de piernas, un chico de su edad, aproximadamente unos veinticinco años, estaba en la zona de brazos. Era el único hombre “peligroso” del gimnasio, el rubio la miro a los ojos, y al ver que ella le estaba mirando bajo la mirada en seguida.

Sara sonrió mientras se decía a si misma: “No podía ir la cosa mejor, no es un peligro”

Aunque andaba bastante perdida, y no sabía cómo funcionaban muchas de las maquinas, se fue apañando, debido a que los nervios de ser el foco de atención ya no tenían razón de ser.
Busco con la mirada algún monitor o monitora que le ayudase a aclararse, pero no había nadie.
— Pareces algo perdida — Esas palabras sonaron muy cerca, una mano se depositó sobre su hombro y tuvo que girarse para ver quien hablaba. —Oh, perdona. Te he asustado, no era mi intención, me llamo Cristian.
— Encantada... Yo soy Sara. — Por un momento, ella dudó sobre si darle esa información, aunque parecía un chico educado y simpático. Tendría entre 17-18 años aproximadamente, era moreno. Aunque no supo definir que raza o procedencia tenía. Y sí, estoy perdida, es mi primer día en un gimnasio...
— Bueno, pues que sepas que puedes contar conmigo si tienes cualquier duda sobre cómo funcionan estas máquinas, o si necesitas un programa de ejercicio. Puedo ayudarte en lo que sea, estaré por aquí. Y siempre vengo más o menos a esta hora.
Sara no se fio del todo en él, aunque le cayó bien. Y era mejor tener un conocido en el gimnasio, a ir sola y sin conocer a nadie. Se estrecharon la mano y ella le sonrió.
— Eres muy bueno, la verdad es que venía avergonzada. Tenía la idea de que habría muchos pervertidos sudados por aquí mirándome sin vergüenza y a mi novio no le hace gracia que venga, pero como él no puede venir pues he acabado viniendo sola... 
—Todos esos vienen después de la hora de almuerzo, sobre las 15-16 de la tarde.
—Entonces vendré siempre a esta hora. —Bromeo Sara.

Cristian pareció pensárselo dos veces antes de proponer cualquier cosa:
— ¿Qué te parece si te ayudo con tu entrenamiento? Solo dime que partes quieres fortalecer.
— B...Bueno, básicamente el culo que lo tengo algo caido, la zona del ombligo, los muslos, los brazos... Todo en general
— Entonces tu entrenamiento tiene que basarse en sentadillas, en unas dominadas, maquinas que te hagan hacer fuerza en los muslos y cadera y flexiones y abdominales. El resto son más opcionales, puedo supervisarte los ejercicios si quieres.
— Te lo agradezco muchísimo,Cristian. — Dijo Sara con la cara iluminada, cada vez más convencida de que era su día de suerte.


En la siguiente media hora, Cristian le hizo hacer flexiones y abdominales, después de unas cuantas repeticiones en las máquinas de brazos:
— Cristian... ¿No deberíamos hacer unos músculos determinados un día, y otros músculos otro día? Lo estoy haciendo todo de golpe...
—De eso se trata, si tienes que tener resultados, mejor que sea todo al mismo tiempo. Luego cuando ya tengas los músculos de cada parte acostumbrados podrás concentrarte en ejercicios diarios exclusivos para cada musculo.
— Tiene sentido...
— Ahora tocan las sentadillas, vamos a esa zona de allí. Hay que coger una barra, poner dos pesas de 5kgs a cada lado, e ir agachando el culo, para entrenar toda la zona.

Sara siguió sus instrucciones al pie de la letra, y se dispuso a hacer las sentadillas con la barra apoyada en los hombros.
— 1... 2... 3... — Empezó ella a contar, pensando en si lo estaría haciendo bien, pero Cristian pareció estar leyéndole la mente porque afirmo muy serio detrás suyo.
—Lo estás haciendo mal, Sara. Tienes que bajar el culo del todo, pero también tienes que doblar las rodillas. Imagina que quieres sentarte en el suelo, pero sin despegar los pies del suelo.

La pobre muchacha continuo fallando, hasta que sintió las manos de Cristian en sus nalgas.
— ¡OYE! A mi no me toques eh! — Saltó ella con ferocidad, no iba a pasarle ni una.
— Sara, estoy intentando enseñarte. ¿Cómo quieres que lo haga si no?
— Sin tocarme el culo. —Sacando literalmente los dientes
— Ya que te lo estoy tocando, sigue mis indicaciones. Apoya todo el peso del culo en mis manos, cuando veas que no te dejo bajar más, sube. 
— Esta será la primera y última vez que te paso algo así, Cristian... — Dijo con decisión, pero por alguna extraña razón, sonó sin demasiada convicción.

El no dijo nada, y ella bajo hasta que él no le permitió bajar más.
— No bajes más de aquí — Dijo él retirando las manos.
— Vale, es fácil.

Y comenzó a bajar el culo y a subirlo, recordando hasta donde tenía que hacerlo. Hizo un par de repeticiones hasta que ya no pudo más. Cristian pareció darse cuenta, porque la agarro por las costillas impidiéndole que bajase la barra.

— Sara, tienes que terminar, es muy importante que te agotes del todo, venga, que te ayudo.

La deportista hizo un último esfuerzo, subiendo y bajando. Pero una parte de ella estaba concentrada en las manos de él, que subían imperceptiblemente de las costillas a las axilas... y de las axilas comenzó a sobarle las tetas descaradamente.
— ¡Cristian!...
— ¡Ha sido sin querer! Lo prometo.

Sara dejó la barra en el suelo, se encaró a él y le reprochó:
— Tienes que estar loco para creer que tengo confianza alguna en ti, te acabo de conocer, y ya me has sobado el culo y las tetas...
— Lo del culo no te lo estaba sobando, quería enseñarte hasta donde tenías que bajar, y lo de las tetas ha sido sin querer. Tu camisa resbala y te estabas dejando caer en mis manos. Yo solo estaba haciendo de apoyo, pero tú estabas echando todo tu peso en mí.
— Ya... Claro...

Se dio la vuelta para volver a coger la barra, se inclinó poniendo el culo en pompa y... notó como “algo” presionaba de repente contra sus nalgas. Al ponerse recta de nuevo, Cristian la aprisiono con un abrazo desde su espalda. Noto como acercaba su cara al lado izquierdo de su cuello, y comenzaba a olerle.

— ¿¡Que mierda HACES!?
—Vienes provocando aquí y encima te harás la ofendida. Si vienes con ganas de verga.
—Eso es mentira, solo vengo a entrenar... Suéltame, idiota. Por sujetos como tu es por lo que me da miedo venir al gimnasio.
—No voy a hacerte nada que tu no quieras — Aseguró Cristian, mientras comenzaba a besarle en el cuello.
— Ah... Te he dicho que me sueltes. — Esos besos en el cuello la estaban debilitando, era su punto débil.
— Si te está gustando jajaja
— En esa zona soy muy sensible, no es que me gusté que me beses... ¡QUE ME SUELTES! — Exclamó Sara empujándole con el culo, se dio la vuelta y le soltó una cachetada en toda la mejilla. — Si te digo que no quiero, es que no quiero. No al revés, si quisiese algo crees que estaría oponiendo resistencia? ¡Tengo N.O.V.I.O! ¿Qué es lo que no entiendes?

No le golpeo fuerte, pero si lo suficiente para que se sintiese humillado. 
— Vienes con ese perfume, con un leggin tan ajustado a tus piernas, con una camisa que te marca tanto. ¿Y dices que no quieres nada? ¡Pero si llevas rato provocando!
— No puedo evitar tener el cuerpo que tengo. ¿Vale? Me voy.
Culo

— ¡Muy bien!
— Hasta nunca.

Y Sara se fue, para no volver a ese gimnasio. Se ducho, se cambió y se fue a casa de su novio, ya que lo necesitaba. Todos los hombres eran iguales, excepto el.
Caminando por la calle, todos la miraban, y cada vez sentía más asco hacia ellos.
Al llegar a su casa, toco al timbre y él le abrió.

Le dio un beso y fue a estirarse al sofá, estaba agotada.
— ¿Qué tal te ha ido, guapa? —Pregunto desde la puerta Rafa.
— Ufff, agotada... Creo que no volveré al gimnasio, cariño.. Lo he pasado fatal.
— ¿Te han mirado mucho?
— Si, bueno... Lo de siempre.
— Por eso no quería que fueras, siendo como eres es normal que te miren y yo me siento mal.
— ¿Rafa, me vas a molestar tú también?
— ¡Es que no entiendo para que has ido a inscribirte, si sabias perfectamente que yo tenía razón, eso está lleno de enfermos sudados que te van a entrar en cuanto te descuides, porque no hay ninguno que no sea así en los gimnasios! Y si lo hay tendrás suerte, pero estarán todos los demás.
— Gracias por el apoyo, eh... Ahora resultara que no puedo ir ni al gimnasio.
— Pues no.

Eso ya termino de reventarle por dentro, y saco todo lo que había acumulado a lo largo del mediodía.
— Estoy harta de que no me apoyes en nada, esto no habría pasado si hubieses venido conmigo. Si fuésemos juntos ellos me verían contigo y no dirían nada.
— ¿Y si te tirasen los perros delante mío, qué crees que pasaría? ¿Qué me quedaría mirando? Quiero evitar peleas innecesarias, estas ciega.
— Yo solo quiero estar en forma para ti, y no te das cuenta.
— Yo ya te dije que para mí estas perfecta.
— Rafa, no solo lo hago por ti, quiero sentirme bien conmigo misma!
— Y ya de paso que te deseen todos los del gimnasio, y si de paso alguno te tira la onda pues mejor. ¿No?
— ¿Estas desconfiando de mí?
— Estoy diciendo que eres muy exhibicionista (recordando las ultimas vacaciones que habían tenido en la playa),
culona

y que vas a lo que vas. Ya sé que no me engañarías... — Se apresuró a aclarar su novio, pero ya era demasiado tarde, el daño ya estaba hecho.
infiel


Sara se levantó del sofá, con lágrimas en los ojos y se dirigió al baño y le decía que ella se vestía así porque le gustaba tomarse fotos de sus nalgas para poder ver si cambiaban durante el resto del año, así que no entendía porque su novio le decía esas cosas.

ingenua

Con una frustración de la que no se podía deshacer, con un novio que no la apoyaba, y un chico del gimnasio que se había aprovechado de su inocencia para tocarla. Y poco a poco, la frustración se fue convirtiendo en rabia y enfado.

Punto de vista: Cristian

Sentado en el banco esperaba a su compañero de gimnasio. Cristian miraba sin ver nada, pensando en lo que había sucedido días atrás en el gimnasio.
—Bro! —Gritó un chico desde la lejanía
— Luis!, ¿cómo te va socio?
— Pues ya ves, aquí. ¿Listo para matarnos en el gimnasio? ¿Y qué te pasa? Pareces pensativo y eso es muy raro en ti.
—Claro que estoy listo, vamos adentro y te cuento. — Dijo Cristian mientras se levantaba en dirección al gimnasio.
—Pues resulta que el otro día cuando tú no viniste por lo de tu hermano, vino una chica que esta buenísima. Cabello negro ondulado. Unas tetas perfectas y un culo que se le marcaba a través del leggin ajustado. Y ella era primeriza en esto del gimnasio, no sabía cómo iba nada. El caso es que fui demasiado rápido, le sobe el culo y las tetas, y luego comencé a besarle el cuello y me soltó una cachetada y se fue. No creo que vuelva...
—Con esas mujeres no tienes que ir tan rápido porque no son tontas, tienes que dárselo todo masticado pero eso sí, sin que sea demasiado obvio.
— Ufff, Luis me puso mal, ese culo es perfecto, si pudieras verlo.

Ya estaban entrando en el gimnasio, cuando Cristian vio a Sara entrando en el vestuario. 
—Ha vuelto, Luis, ha vuelto!!!
— No te hagas ilusiones, mmm, seguro que si hiciste lo que me has contado, seguirá molesta
— Ve subiendo tú, que quiero hablar con ella.
— Bueno, estaré en las pesas.

Cristian se puso a la entrada del vestuario, y esperó a que saliese. Cuando le vio, abrió los ojos como si no se lo creyese:
— ¿Qué haces aquí? No quiero verte.
— ¿Y porque vuelves?
— Porque he pagado este mes y no voy a desaprovechar el dinero.
— Ok, oye mira, Sara... Lo que paso el otro día, quería disculparme. Llevo mucho sin estar con una mujer, meses. Y llegaste al gimnasio, sudada y con tan buen olor y me volviste loco, así que me disculpo.
— Te pasaste mucho... A mí también me puede volver loca un hombre que este buenísimo y me controlo sin sobarle, además, ya te dije que tengo novio.
— Si, perdona.
— Bueno... Yo también tengo que disculparme por el golpe. Aunque te lo ganaste.
— Sí, tengo que reconocer que si jajaja —Añadió Cristian para romper el hielo.
— ¿Subimos? Pero recuerda, no intentes nada, porque ya no volveré a perdonarte nada.
— Prometido, te pediré permiso antes de tocarte.

Eso le hizo reír, la verdad es que era bastante cómico imaginarse a sí mismo preguntarle si puede sobarle esos tetas, y ella dejándose solo por el hecho de haberlo pedido bien.
—He venido con un amigo, se llama Luis es muy simpático el muchacho, tiene 17 como yo, en dos semanas cumple los 18.
— ¿Y tú cuando los cumples? —Preguntó Sara mientras ambos se dirigían al gimnasio.
— El viernes siguiente a este.
— En 12 días serás mayor de edad... ¡wow! Pues déjame decirte que no los aparentas.
— ¿Y tú cuantos tienes, Sara?
— Yo 25, soy una abuelita ya.
— Si, das asco de lo arrugada y aguada que estas.
— Gracias —Aseguró Sara con una sonrisa de oreja a oreja.

Al llegar al gimnasio, Cristian le presentó a Luis, y se pasó toda la sesión babeando cada vez que Sara les daba la espalda o empezaba con alguna máquina.

La ingenua del gimnasio

—Cristian!!!, ¿Has visto el culo que tiene? ¿Y esos melones como se le marcan? Es que me la culeo aquí mismo.
— ¿Qué si los he visto? Hasta un ciego los vería jajaja
— Y como es su novio ¿Tiene mala onda?
—No lo he visto, pero al parecer no debe importarle mucho que venga a un gimnasio sola, después de lo que pasó el otro día.
— O tal vez ella no le ha dicho nada, también podría ser.
— Tal vez le gustó lo que pasó, como les gusta hacerse las difíciles a estas mujeres.
— Lo que tenemos que hacer es lanzarle indirectas, si se molesta, nos disculpamos y decimos que no nos referíamos a eso. Y si no se molesta pues significara que quiere tema.
— ¿Eso te funciona, Luis? ¿Y cómo que “tenemos”? jajajajajajaja
— Con mujeres que están tan buenas es lo mejor. Les vas soltando indirectas, y ellas siguen el juego o no te lo siguen, pero sin malos rollos. ¿Sabes? Si les interesa, te siguen el juego, se hacen las tontas y van a lo que van. Y yo creo que una mujer así, la puedes compartir con tu Bro, no?
— Bueno, porque eres tú... Pero creo que con ella no va a funcionar.
— Tiempo al tiempo, si ha vuelto es por algo. Aunque no sea por ti, pero al menos no le ha importado arriesgarse a volverte a ver.
Culo

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Los siguientes días transcurrieron con normalidad, y para ganarse su confianza, Cristian no hizo nada que pudiese molestarla. La ayudo con los ejercicios, le aconsejo que maquinas usar y en qué orden...
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Viernes – Cumpleaños de Cristian
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Cristian y Luis estaban en las pesas, cuando llego Sara a la hora habitual. Llevaba puestas unos shorts, muy apretados y un top que no marcaba tanto como de costumbre, e iba radiante.
culona

—Hola jóvenes ¿Llevan mucho entrenando?
—Hola Sara, gracias por felicitar, eh...
— ¡Ups! ¡Perdón Cristian! Felicidades, ya eres mayor de edad jojojojo
— ¿Con todos los derechos que eso implica?
— Pero por dentro sigues siendo un niño, madura — Bromeó Sara mientras se reía sola.
— ¿Y dónde está mi regalo?
— No tengo dinero para regalos, Ja. Me vas a hacer sentir mal y todo.
— Con que seas buena onda me basta.
— Yo siempre soy asi.

Luis intervino en la conversación:
— Pues guapa, podrías serlo más, encima de que te estamos ayudando a perder peso como querías y entrenar como dios manda...
— Bueno, sobre eso. He engordado 2 kilogramos, así que sus “ejercicios” no me sirven de nada...
— Si engordas es por lo que comes, así que tendrías que hacer dieta...
— ¡No! ¡ODIO las dietas, no las soporto...! — Aseguró Sara, mientras que Luis se quedaba pensativo.

“Comete nuestras vergas que no te engordaran y te alimentaran bien” Pensó Cristian, pero en su lugar dijo:
— Tienes que hacer una dieta que vaya más contigo, y juntarla con el ejercicio adecuado, quizás hasta hora has hecho las cosas equivocadas. 
— ¿Qué tipo de dieta va más conmigo?
— Una que te guste y no te prive de nada, por ejemplo.
— Me encanta comer chocolate.
— Eso tiene demasiado azúcar y calorías, tienes que buscar algo que te llene y te deje satisfecha.

Sara río a más no poder:
— No hay nada que me deje satisfecha y no tenga demasiadas calorías o azúcar.

Luis pareció entender a donde quería llegar su amigo y le echó una mano:
— ¿Te gustan los huevos y la leche?

Sara asintió, y Luis continuó:
—Pues puedes mezclar los huevos con leche con algo vitamínico como plátano o morcillas.

Sara se puso la mano en el mentón, pensativa:
— ¿Pero la morcilla no tiene demasiadas calorías?
— No, para nada. —Aseguró Cristian, y no mentía dado que él se refería a sus vergas como morcillas— Si esta poco echa o directamente cruda, no hay ningún problema.
—Pues cruda a mí la carne no me gusta...
— Pues comete el plátano — Dijo Luis.
— O pollo, cualquier tipo de carne o fruta vale. Cuanto más te llene mejor — Añadió Cristian.
— Vale chicos, lo tengo, plátano o morcilla, leche y huevos... — Dijo mientras suspiraba — ¿Y de ejercicio?

Luis miro disimuladamente a Cristian y le guiño un ojo.
— Pues Sara, tienes que hacer algo más intenso. Menos máquina y más físico: Flexiones, abdominales, sentadillas, mover más las caderas, cualquier tipo de ejercicio que te haga sudar.
— Me da mucha pereza solo de pensarlo, las maquinas me lo dan todo hecho, no es lo mismo hacer flexiones en el suelo, que hacerlas con una maquina...
— Lo físico siempre acaba saliendo mejor a la larga.

Cristian se cansó de esperar y decidió arriesgarse a proponerle algo:
— Sara, como hoy es mí cumple y tú no me has regalado nada. ¿Podrías comer con nosotros, no crees? —Pidiéndolo más como chantaje emocional que como proposición.

Sara se quedó pensativa mientras les miraba a ambos:
— Es que no lo sé... Tengo muchas cosas que hacer...
— Venga va, que hoy es un día especial. Comemos y entrenamos y luego te vas.

Sara alzó el dedo de forma amenazante, señalándole:
— Promételo
— Lo prometo, comes lo de la dieta, haces tus ejercicios y te vas. Además, puedes hacerlo siempre que quieras, antes de venir al gimnasio, vamos a mi casa, comes, entrenas y te vas.
— Pero me estarás pagando la comida, y eso es injusto. Y no tengo dinero para pagarte.
— Que no, tú tranquila, no pasa nada con eso.
— Bueno, le diré a mi novio que como por aquí. Total, no creo ni que le importe... —Dijo ella en tono melancólico.
— ¿Estás bien con él? —Preguntó Cristian forzando un tono de falso interés.
— Estoy un poco enojada, pero no quiero hablar del tema. ¿Dónde vives? Porque si es muy lejos me da que voy a tener que negarme...

Luis se adelantó:
— Yo vivo enfrente del gimnasio, Cristian vive más lejos, así que podríamos comer en mi casa.
— ¿No te importa? — Preguntó Sara
— Que me va a importar, ayudar a mi mejor amigo y a una amiga deportista, con mucho gusto.




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De camino a la casa de Luis fueron gastando bromas. Y entonces Sara llamó a su novio Rafa, mientras que los chicos hablaban a sus espaldas, Cristian le pregunto a Luis aprovechando que Sara estaba con el celular:
— ¿Tú crees que ella sabe a lo que vamos, o es la más inocente de las putas de esta ciudad?
— Que no, Cristian, ya lo veras, ahora lo que tenemos que hacer es lanzar indirectas cada vez más directas, y si ella por cualquier cosa no se hubiese enterado hasta ahora, nos hacemos los inocentes y ya. 
— Oye Luis cuando lleguemos déjame un rato a solas con ella, que vaya preparándola y tal. 
— ¿Cuánto rato?
— Una media hora, si por cualquier cosa ella no quisiese ya te lo haría saber cuándo vinieses negándote con la cabeza sin que ella lo note.
— Bueno, me parece bien.

Mientras tanto, Sara discutía con su novio por el celular. Este diciéndole que porque tenía que comer fuera, desconfiando. Ella le colgó de mala manera, volviendo con los otros dos. 

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Entraron los tres en la casa de Luis, la cual estaba bastante desordenada. Ofrecieron sentarse a Sara en el sofá, mientras Luis se iba a cambiar, Cristian se sentó con ella a hacer tiempo.
— Bueno, espero que tengas hambre.
— Muchísima, aunque lo de la dieta no me hace demasiada gracia…
— Si vas con esa actitud desde el principio vas mal.
— ¿Qué quieres que le haga Cristian? No soy de comer demasiado…
— Pues en esta dieta tienes que comerte dos morcillas, cuatro huevos y una buena porción de leche.


Sara se rió mientras negaba con la cabeza
— ¡Ahhhh! No creo que me vaya a caber todo eso.
— Poco a poco, piensa en el premio, tienes que concentrarte en él.
— ¿Y cuál es? — Preguntó poniendo cara de no entenderle.
— El cuerpo perfecto. ¿No?
— Ah, bueno… Si.
— Pero Sara, tienes un cuerpo que cualquier hombre desea, y me incluyo… ¿Por qué tan obsesionada?
— Porque tengo un culo aguado, los muslos se me están hinchando y la barriga también, estoy engordando…
— Pero si estas delgadísima.
— ¡Que no, que yo quiero adelgazar! — Aseguró con convicción Sara — ¿Y cuál es tu famosa dieta, la misma que me darán a mi?
— No, nosotros comemos frutas, sobre todo melones.
—Puaj, no me gusta mucho la fruta prefiero mi dieta.
—Mira el lado bueno, disfrutaras comiéndotelo todo.
— ¿Y con lo del ejercicio…? Se me endurecerá el culito?
— Es lo más seguro jajaja aunque ya lo tienes bastante duro, y tampoco tienes grasa en la barriga, estas perfecta.

Sara pareció tomarse muy a pecho esa afirmación, porque puso cara de enfadada
—Te digo que no, que tengo un culo feo.
—Ok y yo te digo que no.
—Cristian, es mi culo, se perfectamente como lo tengo.
—Si me dejas te demostrare que no.
— ¿Y cómo me lo vas a demostrar? —inquirió Sara alzando una ceja con curiosidad.
— Como regalo de cumpleaños podrías dejármelo ver y palpar por encima.
—Pero oye…

Luis salió a través de la puerta que llevaba al pasillo de la casa, preguntó:
— ¿Tienes hambre, Sara? ¿Quieres comenzar ya?
— Bueno… ¿Pero ya tienes hecha la comida?
— Que va, se tiene que preparar aun.

Mientras él se sentó al lado de la muchacha en el sofá, vio a Cristian sonreír y asentir, guiñándole un ojo.
— ¿Entonces tendré regalo de cumpleaños?

Sara no contestó a la pregunta, porque sonó el celular en su mochila:
— ¿Si? Ah, hola cariño... Si, perdona por colgarte antes, me pusiste bastante nerviosa… No, estoy esperando la comida. No, no sé cuánto tardare, pero no creo que sea demasiado…. Pues depende de cuánto tarden en servírmela, y cuanto tiempo tarde en comer, y luego tengo que ir al gimnasio.

Cristian impaciente, decidió arriesgarse y presionarla un poco, en voz baja le susurro por el oído que tenía libre:
—No me has respondido. ¿Me vas a dar mi regalo de cumpleaños o no? —Preguntó mientras ella negaba con la cabeza, poniéndose roja.
—…Rafa, ya te pregunte si querías venir conmigo y me dijiste que no…… Oh, no me puedo creer que desconfíes de mi…
—Sara… Mi regalo.

Sara tapo el micrófono del móvil con la mano y como una fiera rugió:
—Ok!!!, coge tu maldito regalo. —Dijo mientras levantaba el culo del sofá y lo dirigió hacia Cristian, poniéndolo en pompa —. ¡Pero no hagas nada raro!

¿Luis, está la dieta ya?
— Esta casi a punto ya.
— Rafa, perdona, ahora me traen el primer plato, estaba hablando con el camarero… Pues he pedido morcilla con huevos, con unos toques de leche…

Ajeno a la conversación, Cristian cogió por los laterales de la cadera el short cortito que cargaba Sara, y comenzó a bajarlo deslizándolo por los muslos, bajándoselo con tanga incluido, y vio una vagina con un vello facial muy cuidado, como si fuese césped en un campo de futbol. No pudo evitar agarrar ese par de nalgas y moverlas hacia los lados, mientras Sara soltaba suspiros.
Al separar y juntar las nalgas veía como todo se le comprimía y separaba todo, la vagina comenzaba a brillar debido a que la luz se le reflejaba en las pequeñas gotas de líquido vaginal que empezaba a producir.
— ¿De verdad quieres hablar conmigo mientras cómo? Cariño… Eso es de mala educación… Además, no me vas a dejar comer tranquila…—Sara continuaba hablando por celular con su novio Rafa a cuatro patas en el sofá entre Luis y Cristian, el cual estaba inspeccionando sus nalgas como regalo de cumpleaños. Sara soltó un gemido bastante poco disimulada al sentir a Cristian metiéndole dos dedos en su vagina. —Me acaba de pisar el camarero, me ha hecho mucho daño — Intento justificarse Sara — Cariño te cuelgo, cuando termine de comer hablamos… *Cuelga el celular* ¿¡Pero estas loco!? Te dije solo palpar— Dijo dándose la vuelta hacia Cristian con sus manos todavía en sus nalgas.
— Bueno… Me he tomado la libertad de explorarte un poco…
—Saca los dedos de ahí… Ahhhh Dios, sácalos ya.
— Estas empapada, Sara. 
— Estoy sudada!! Venimos del gimnasio, por favor… Déjame ya... Ohhh... Cristian..
— Suplicaba sin poder llegar a controlar los gemidos.
— Pero ahora tienes que comerte las dos morcillas con sus huevos y su leche.
— ¿Puedo hacerlo con el short subido? — Dijo Sara totalmente roja.
— No!!,
Debes comer mientras yo observo mi regalo de cumpleaños.

Sara se dio por vencida, gimiendo por el sobeteo del chico. Él cual agarraba y apretaba las nalgas de ella
—Sara, te voy a traer ya las morcillas. 
—ok…

Volvió a sonar el celular y Cristian se lo dio:
—Dime Rafa… No, no he terminado de comer, me están trayendo el primer plato… Tengo que comer aún, si…

Luis comenzó a pajearse a milímetros de la cara de Sara.
—Aquí tiene su morcilla, señorita.

Sara se quedó inmóvil, muy pálida. Mientras continuaba respondiendo casi obligada a su novio.
—Sí, ya me han traído el primer plato. —Mientras decía esto, Luis cogió una de sus manos y la guio hasta su verga. Su mano temblaba e indecisa comenzó a meneársela.

Mientras tanto, Cristian seguía a lo suyo con el culo en pompa delante de él. Comenzó a manosearlo de nuevo, la hizo abrirse de piernas un poco lo suficiente para masajearle la vagina con los dedos. Su culo comenzó también a temblar, y a ella comenzó a temblarle la voz
—No, aún no he probado bocado, porque no me dejas comer cariño… Vale… Hasta luego cariño... *Cuelga*

Luis agarra la cabeza de Sara, atrayéndola hasta su morcilla venosa, y ella tímidamente se va introduciendo centímetro tras centímetro ese pedazo de carne. Cuando va por la mitad se atraganta e intenta retroceder. Pero Luis no le deja: 
—Ya te dijimos que tenías que comértelo todo, no puedes dejar nada.
—Mhfffmmm ghhhhffrr —Intentaba vocalizar Sara mientras golpeaba las piernas de Luis, su verga entraba y salía, y unos hilos de saliva comenzaron a colgar de su boca.
— Trágatelo todo, y luego ya me dirás lo que quieras.

Los ojos de ella comenzaron a ponerse en blanco, y Luis hizo más presión, haciendo que se metiese los últimos centímetros, chocando sus labios contra los testículos de este.
Por un momento Sara pudo sacarse ese pedazo de carne de la boca y le decia que como un niño podia tener semejante aparato entre las piernas, lo que provoca una risa entre los dos amigos.
Sara no me diras que tu novio la tiene pequeña!! Porque la mia mide casi 20cm, queeee? Dijo Sara mientras seguía chupando esa verga, mi novio no se compara con esto dios!! Aghhhhh!! Seguia tragando.
Y eso que no has visto la mía dijo Cristian, pero tranquila en un momento la disfrutaras.
—Ufff Cristian, bro... Como resbala, la tiene muy lubricada, entra y sale ya casi sin dificultad.

Sara se agarró a las piernas de Luis y dio la impresión de que se rindió. La boca se le abrió más y Luis comenzó a gemir del gusto producido.
—Oh, Bro… Como chupa, se lo traga todo esta niña.
—Esperemos que esa vagina sea igual

Sara cerro las piernas de repente, y comenzó a moverse con nerviosismo, hasta que consiguió desencajarse la verga de la boca.
—No, por favor, se las chupare lo que quieran, pero no me la metan…
—Pero preciosa, si eso es lo mejor de todo.
—Mi vagina le pertenece solo a Rafa, si yo no gozo no es una infidelidad.
— Sí que es una infidelidad, nos estamos culeando tu boca y estas a cuatro patas. No te ralles más y disfruta del momento.
—No…

Luis le sacó la camisa a ella, mientras Cristian comenzaba a frotar su verga contra el clítoris de ella. A pesar de estar negándose, comenzó a gemir como una loca.
El interior de su vagina, pese a estar mojado estaba totalmente cerrado y, con el frote, se abrió en dos, como las aguas del mar rojo a Moisés y su vara.

Y ella se dio por vencida al placer en cuanto la punta de la vergade chocó contra lo más profundo de su ser.
—Ohhh, dioooos…. No seas tan bestia… Por favor… Ahh Ahhh Ahhhhh —Suplicó la empalada joven, entre gemidos ante el mete y saca de Cristian, para más tarde ser silenciada por la verga de Luis.
Empalada por los dos agujeros, Luis la agarro del pelo presionando su boca contra su verga para llegar más profundo.
—Sara, levanta más el culo, así me entrara mejor en tu apretada vagina— Le ordenó Cristian.

Sin poder contestar, Sara obedeció y levantó como pudo su culito, recibiendo una culeada brutal de ambos. El mete y saca por la boca y la vagina estaban mal sincronizados, y Sara no sabía por cual concentrarse. El que le daba placer era el de Cristian pero la mamada a Luis la ponía muy caliente.

— Mmmmm! Mmmmm! —Gemía Sara ensartada por las dos vergas en esa posición tan indecente a cuatro patas, con las tetas botando dentro del sujetador
— Luis, esto tiene que durar, espérate a que termine yo. Y luego ya te la tiras tú.
— Bueno Bro, pero porque es tu cumpleaños, eh...

Los dos sacaron las vergas de Sara, y ella aprovecho para respirar aliviada.
— Sara... ¿Nos damos una ducha, guapa? — Solicitó Cristian, aunque mientras lo preguntaba, ya le había cogido de la mano y se estaban yendo juntos al baño.
— No puedes hacerme esto... Termina ya... Quiero irme a casa...
— Esto no ha hecho más que empezar, vamos a culearte hasta que no queramos mas. Pero mira, ya no opones resistencia, eso significa que te está gustando la dieta. 

Al llegar a la ducha, Cristian activo el grifo, y el agua empezó a caer, Sara se arrodillo en el suelo rendida, esperando lo inevitable.
— Soy una puta... He permitido que esto suceda.

Cristian la cogió gentilmente de la mano. La levanto y la miró a los ojos.
— Mira princesa, ya no puedes echarte atrás. Tu novio no se va a enterar, te lo prometo. Puedes elegir pasarlo mal o puedes disfrutar, quedarte satisfecha e irte como si no hubiese pasado nada. Por nuestra parte no te haremos chantaje, ni tu novio se enterara.
— Es muy fácil decirlo cuando tú eres ajeno a la infidelidad...
Con el agua ya a buena temperatura, ella suspiró al recibir el impacto directo del agua caliente en el rostro.
— Enjuágate la boca, Sara.

Ella obedeció, y se la enjuagó a conciencia, mientras Cristian se pajeaba y hacia que le volviese la erección, cuando ya estaba lograda, entró con ella y la abrazó desde detrás. Incrustándole la verga entre las nalgas. Agarrándole el seno izquierdo y acariciándole gentilmente los labios vaginales, ella comenzó de nuevo a gemir.
— Preciosa, no te cortes. Pajeame, sé que lo estas deseando.

Ella giró la cabeza y no podia creer que semejante animal hace un rato estuvo dentro de ella, era una verga imponente, debia medir min 22 cm segun sus calculos y gruesa como una lata de aerosol. Luego, mirándolo tiernamente a los ojos, lo besó suavemente mientras con la mano derecha le agarró la verga y comenzó a meneársela.
—Ufff, no pares — Suplicó Cristian dejando de agarrarle el seno y masturbarla, totalmente concentrado en el placer de la paja que le estaba haciendo.

Sara se giró para quedar totalmente de frente a él, quedando con la espalda pegada a la pared, mientras lo besaba y le pajeaba por lo bajo. Cristian pareció volver en sí y la agarró desde esa posición por las nalgas, y clavó sus dientes cariñosamente en el cuello de ella.
— Ah... ¡Ahhh! No me muerdas ahí, es una zona muy sensible... — Dijo Sara mientras respiraba con dificultad entre gemido y gemido.

Cristian consiguió liberarse de la mano de Sara, e incrusto la verga entre los labios vaginales de ella, atrayendo su entrepierna con un agarre de nalgas. Comenzó a frotar su entrepierna con la de ella, mientras sus cuerpos desnudos se apretaban y saboreaba su húmedo cuello.

Sara con los ojos en blanco, lo abrazó y se abrió de piernas, pinzándolas a su cadera, quedándose suspendida entre la pared y Cristian .
El soltó una de las nalgas de ella y se agarró la verga, guiándola hasta el paraíso terrenal de la excitada mujer.
La metió de un empujón y ella volvió a gemir por cada embestida que él le daba.
— Cristian, no la metas toda, que me duele...
— Cállate y disfruta. — Dijo él, dejando de morderle el cuello y besándola mientras la atravesaba una y otra vez.

El mete-saca de él era tan fuerte, que ella se corrió violentamente, arañándole toda la espalda.
—Cabrón... Ohhhh pffff Me vas a partir por la mitad.

Ella paró el agua como pudo y le dijo: 
— Cuando te corras que sea en la cara, no quiero quedarme embarazada...

Cristian, la soltó, dejándola caer al plato de la ducha. 
— Entonces coge esas enormes tetas tuyas y pajeame con ellas.

La tetona cogió sus grandes atributos y envolvió con ellos la verga de su amante.
— Sara, mírame a los ojos mientras lo haces.

Ella, representando al pie de la letra su rol de sumisa, lo miró a los ojos con deseo. Después de unas sacudidas, bajo la cabeza y comenzó a chupar esa cabeza que sobresalía sobre sus tetas.
— Me voy a correr ya, abre la boca. — Pidió Cristian, ella lo hizo y él se la clavo hasta el fondo de la garganta. La agarro del pelo y presiono su cabeza una y otra vez. Los ojos llorosos de ella le miraban directamente a los suyos.
—Nhhhhg Pueeffoooo reeefffpiggaaarr —Intentó vocalizar ella, pero en vano, ya que Cristian empezó a mover con ansia la cadera, sus huevos chocaban contra la barbilla de ella. La saliva caía de su boca, y sus ojos comenzaron de nuevo a ponerse en blanco. 

Una sensación electrizante inundo la punta de su verga, chocando contra la campanilla de ella. Y notó como dejaba salir todo ese semen que había guardado para ella, y poco a poco fue retirando su verga, rodeada de semen.
Ella respiraba como podía, comenzando a toser, y sus ojos volvieron a su estado normal. 
De sus lindos labios caía una mezcla de saliva y semen, y se apoyó en la pared. Exhausta y seguramente mareada por la falta de aire.

Cristian la miró y dijo:
— Sara, tienes que tragarte la leche, vamos. Trágatela.

Ella lo miro a los ojos, y se lo trago, relamiéndose los labios.
—Y ahora, enjuágate la boca. Que no has terminado... Te queda complacer a Luis.
—Comentó Cristian mientras agarraba la manguera de la ducha y le echaba agua por el pelo, el cuello, la cara y dentro de la boca.
—Cof Cof... Estoy agotada... No puedo más... — Exigía ella pensando en un descanso, mientras se bombardeaba el interior de su boca con agua.

Él le pasó la toalla, la secó por encima y la ayudó a levantarse. La agarro en brazos y la llevo hasta la habitación de Luis, donde la dejó desnuda estirada en la cama.
—Solo queda él, y luego todo habrá terminado.

Luis entró en la habitación, con una erección del demonio. Se dejó caer en la cama, para acurrucarse entre las piernas de ella. La verga del mejor amigo de Cristian, reposaba erecta en la entrada de la vagina de Sara.
— Toda tuya. Me voy a duchar un poco más.
— Por fin me toca, anda que no has tardado... La tengo más dura que una piedra.

Con Cristian saliendo de la habitación y cerrando la puerta, Luis comenzó a sobar los enormes senos de ella, mientras frotaba su paquete contra su vagina y metía la lengua entre sus labios.
— Luis.. Estoy agotada, termina rápido.

Con todas las prisas metidas por ella, y viendo su poco interés. Luis cabreado, agarra ambos tobillos de Sara, y los empotra contra la cama. Con las rodillas a cada lado de la cabeza de ella, y presionando sus muslos ,su ombligo y sus tetas. 
— Así te entrara la verga mucho mejor.
— ¡Luis! ¡Así me va a doler mucho! Luis... ¡Así NOO... AHHHH AH AHHHH! — Suplicó desesperada Sara, hasta que fue cruelmente empalada por él.

A pesar de su negativa, no tardó mucho en comenzar a gemir ante la brutalidad de esa culeada. El presionaba sus tobillos contra la cama, y eso hacía que su vagina fuera mucho más estrecha ante la enorme verga de Luis, y él, con la espalda totalmente recta, metiéndola lo más rápido y fuerte posible. Estaba desesperado y quería correrse dentro.
El ritmo fue aumentando, quedaban segundos para que se corriese. Sara debió notar el cambio, porque suplicante y con los ojos llorosos suplico que no se corriese dentro.
—Luiiiis!!! córrete donde quieras menos dentro. No puedo quedar preñada, por favor, no...

Pero en lugar de dar una negativa, Luis estampa sus labios contra los de ella, fundiéndose en un profundo beso, soltando los tobillos de ella y dejando que vuelvan a su posición inicial. Los ojos de ella se cierran e inconscientemente, pinza con sus piernas las caderas de Luis, él se descarga con un deseado orgasmo, inundando toda su vagina. Y ella, los abre poniéndolos en blanco. Presa del placer que supone esta violación consentida, y la primera descarga interna en su interior.

El calor la derrite por dentro, las últimas embestidas de Luis le proporcionan un orgasmo épico, fruto del deseo por lo prohibido.

Quedan en esa posición indecente, ella ensartada por la verga, y él concentrándose en el orgasmo y el placer proporcionado. Ella exhausta, no tiene ni fuerzas para quejarse.

La puerta se abre y aparece Cristian de nuevo con una erección.
— Si Luis se ha corrido dentro de ti... Ya no podemos hacer nada, ahora el daño ya está hecho y lo mejor es disfrutar, Luis me toca.

Luis se aparta, y Cristian la vuelve a meter.
Sara no dice nada, excepto gemir, no tiene ganas ni de quejarse.
Sabe que esa tarde de sexo prohibido y llena de contradicciones, podría durar hasta la noche.
Con un novio preocupado haciendo innumerables llamadas al celular, y tres jóvenes lujuriosos que han aceptado y se han entregado a la verdad más antigua de la humanidad.
El placer carnal
infiel

4 comentarios - La ingenua del gimnasio

koilet
tremendo relato, que manera de calentarme con cada palabra
juanrapalacios
tremendo orto tiene la mina y estos dos boludos no se lo hicieron jajaja
Chakalcba1
Relato robado de otro autor...le hubieras agregado otras cosas o inventado algo más ; porque este relato está igual que está publicado en el blog losrelatosdezorro