Me empomé a Estela en la playa

Obvio que en esa semejante cogida no quedé. Después de esa gloriosa aventura que ya engalana miverano 2019, la llamé de nuevo y le dije cuándo se podía repetir. "Y, miamor, no sé, salgo y estoy mucho con mi marido", se excusó la pelirroja. "Peroigual venite con  nosotros a la playa, lavas a pasar re bien, te llevamos a almorzar ahí", me invitó. Yo dudé, perobueno, a una potra como Estela, por más 70 que tenga, no se le dice jamás queno. Así que arreglamos, pasé uno de estos días tipo 10 de la mañana por su depto y toqué lapuerta para ir con ellos. Y cuando Estela me abrió, qué decir al verla en mallaenteriza de lycra fucsia con vivos de colores, y esta vez encremadita, justo preparandotodo para ir a la playa con el marido y conmigo. Tuve que hacerme el boludo, lasaludé no pudiendo disimular mi locura, también a Ernesto, ella se puso un vestidito y nomás nos fuimos a una cerca deldepto, no me acuerdo el nombre.
 
Loco estaba al oler el aroma a crema persistente del cuerpoperfecto de Estela, más cuando se movía y movía. Llegamos, nos instalamos, ydecidí tomar sol mientras ellos prefirieron ir al mar. Pero claro, Diego Cuerono se conforma así como así. Excitadito, le pedí a Estela que me pasara bronceador,ella dijo "sí mi amor, cómo no" medio querendona de nuevo, y sacó lacremita y me pasó por la cara y el cuerpo, y se fue con el marido al agua. Imaginencómo volé de locura, me toqueteé el pene, me chupaba un huevo si me veían deotra sombrilla. Tenía que sacarme la locura de alguna forma.
 
Al rato volvieron, y dos horas después me llevaron divinos a comeral parador del balneario. Milanesita, papas, ensalada, todo, Estela al lado míocon su infartante malla, su aroma a crema, se me volvió a parar el pene enpleno almuerzo. Disimulé, me la banqué y de pronto, Ernesto se fue solo de nuevoa la sombrilla, según él quería descansar una siestita. Y me dejó solo ahí conEstela.
 
Craso error, dejar a semejante mujer a mi merced. Me fui conEstela a caminar y claro, aproveché y le recordé lo del otro día. "Ay, miamor, pará, sos insaciable", me decía riéndose re simpática. Le insistí rehijo de puta, qué me importa nada, y le dije de algún lugarcito escondido porla playa. Pero Estela me dijo no con onda pero firme, volvimos a la sombrilla yel marido torrando de una la siesta. Me quedaba con bronca, pero bueno, es unaamiga, la tengo que cuidar, no puedo cogérmela de prepo. De última me hago lapajota en el depto y listo, pensé.
 
Pero no hizo falta. Luego de un rato, Estela me invitó al mar.Dije sí, con esperanza de poder darle. Y ahí en el agua, me sujetó, me abrazó yme prometió cuidarme  de las olas ydemás, que me bañara tranquilo. Lo hice, ella me cuidó, se dio un buen bañomarino y al salir, fuimos otra vez a caminar. La malla se le secó rápido, su aromaa crema se seguía sintiendo a morir. Y dije ahora, ni esperé ni le pregunté,soy optimista del gol viste, y apenas pasamos un lugar medio solitario, lasujeté y le pasé las manos por la malla, el cuerpo y su perfecta cola. Estelamucho no quería, pero la agarré enloquecido, la acosté en la arena, me lezambullí encima, loco con su malla y su finura, la manoseé toda, besuqueé, letoqué sus partes y le pedí que se sacara esa malla que yo volaba. Y Estelitaentró de nuevo, dijo sí, se sacó su malla, yo caballero la ayudé,  se me paró en nada, me bajé el short, me leacosté de nuevo y penetrándola por la vagina con una excitación de locos, se ladi hasta eyacular espeso semen. Estela gimió, acabó y le chupé su flujo, ellami leche y nos besamos un rato largo desnudos. Después volvimos, pasamos unatarde agradable los tres y volvimos a su depto, donde divina me convidó otramerienda. Porque claro, a Estela le encanta la buena leche.
 
 

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