Súcubos: las prostitutas del infierno

Cuando el auto se detuvo en la ruta ni el señor Salazar ni el doctor García Iraola estaban conscientes de lo que estaba por pasar. Lo que era un viaje ciertamente tranquilo se vio interrumpido por el estruendo de ese mísero neumático y la desesperante inestabilidad del coche que por suerte Salazar logró controlar hasta detenerse unos metros más adelante, en la banquina de la ruta. Para su fortuna en aquel desolado lugar aún había señal telefónica y pudieron llamar la estancia para ser socorridos. Al estallar de forma tan abrupta y frente a la difícil maniobra, no solo el neumático se deshizo como la cascara de una naranja sino que también se había dañado la rueda lo que hacía inútil cambiarlo. Tendrían que esperar a ser remolcados. Por la distancia que había el doctor decidió estirar las piernas y fumar un cigarro para pasar la incómoda situación.
Salazar se quedó al lado del vehículo para proteger sus pertenencias o al menos esa era su idea hasta que escuchó el grito del médico. Sintió algo de temor pero debía acercarse a ver que había causado esa alteración en su confiable amigo. Al llegar encontró a una joven envuelta en el abrigo de García Iraola. Era blanca como la luna y su cabello profundamente oscuro. Lo miró fijamente con sus ojos verdes y sintió una rara sensación, era evidente que bajo la ropa no tenía nada más que esa tersa piel. El doctor la indagaba pero la joven no emitía palabra.
"Al parecer está en estado de shock, por la desnudes y la zona diría que ha sido victima de algún tipo de ataque sexual pero es difícil de determinar sin su colaboración" le explicó el profesional, susurrando bajo para que la desconocida no escuchara.
"Cómo se llama señorita? no vamos a hacerle daño, solo queremos ayudar" intentó razonar con ella pero la hermosa mujer le esquivó la mirada y evitó responder. Siguieron intentando pero ella seguía igual. Imperturbable. Solo movía la cabeza para ver el camino y acomodarse el abrigo que le había prestado oportunamente el doctor.
Después de un rato de esa confusa situación. Y luego de inspeccionar de forma bastante exhaustiva los alrededores sin encontrar ningún rastro ni pertenencia que les permitiera comprender como esa delicada dama había llegado ahí, vieron la luz de los vehículos enviados a buscarlos.
Con la llegada de los empleados de Salazar la busqueda se hizo un poco más grande. Un grupo se quedó tratando de averiguar algo más mientras que otro grupo escoltó a los tres hasta la estancia. Ya era tarde y la joven parecía cansada, así que Salazar mandó prepararle un cuarto para que descanse. Era todo un misterio así que el doctor pidió permiso para hacerle un control más exhaustivo, esta vez con sus elementos. Ingresó al cuarto de la joven, que a esa altura ya vestía un camisón blanco perteneciente a la hija de Salazar que por suerte se encontraba de viaje. La ropa de dormir tenía unos grandes botones al frente pero ella decidió abrochar solo uno haciendo que sus pechos quedaran expuestos casi hasta llegar al borde de la aureola que rodeaba sus pezones. Si bien García Iraola era muy profesional la firmeza y el tamaño de esos imponentes senos llamó su atención aunque intentó desviar la mirada para no intimidar a la perturbada visitante. Sacó cada uno de sus elementos y le explicó para que lo usaría aclarándole que solo procedería si ella estaba de acuerdo. Con esa aclaración logró conectar con ella por primera vez. Aún sin hablar, movió su cabeza de abajo hacia arriba un par de veces consintiendo el examen.
Midió su presión, y sus reflejos, hasta que se acercó para examinar sus pupilas en busca de algún indicio de que hubiera sido drogada la hizo ver la luz y observaba la dilatación de sus ojos cuando inesperadamente ella tomó con fuerza su cara. El médico totalmente sorprendido no reaccionó pero ella se saboreó los carnosos y rozados labios haciendo una sensual sonrisa. Lo miraba fijamente a los ojos y García Iraola estaba como hipnotizado por su belleza.
Ella avanzó hasta que sus deseables labios tocaron los del doctor que no podía creer lo que ocurría. A sus 40 años no había sentido algo igual. El beso era afrodisíaco. Sentía la hábil lengua sobre la suya y todo su cuerpo se llenó de deseo. Sabía que no debía pero con una desesperación primitiva le arrancó el camisón hacia abajo, desnudando antes que nada sus enormes pechos. y metió su mano debajo para descubrir que aún seguía sin ropa interior. Por decoro apenas la encontró la había cubierto con su ropa para protegerla pero ahora estaba descubriendo una húmeda y absolutamente depilada vagina de labios apretados. Ella lo empujó con mucha fuerza haciéndolo retroceder hasta la cama. Se terminó de sacar el camisón ofreciendo toda su piel desnuda para aumentar la excitación. El médico se sorprendió por la fuerza de la mujer pero la voluptuosidad de sus curvas y la sensualidad de sus movimientos no lo dejaban pensar racionalmente. Cada vez que la veía a los ojos de nuevo sentía esa sensación de perder el control. No sabía si era su imaginación o su excitación pero cada vez que lo hacía el cuerpo de la joven se veía más sensual, su piel más tersa y brillante, sus curvas más pronunciadas y obscenas. No había notado el rojo que pintaba su boca hasta que ella se arrodilló entre sus piernas y desabrochó su pantalón con una velocidad inexplicable. "Realmente es buena para esto" pensó cada vez más sumergido en el delirio de placer. Su inevitable erección salió como llamada a ser complacida. Ella sonrío y pasó su lengua por la comisura de sus labios que definitivamente estaban pintados de rojo. Su lengua era muy larga y le ofreció una inmejorable lamida desde sus testículos hasta la punta de su húmedo y erecto pene. Se sentía volar con esa caliente lengua recorriendo cada punto de placer. Lo hacía de la forma perfecta, como si supiera exactamente lo que deseaba. Sus pechos enormes de firmes y duros pezones rozados pasaban por las piernas del doctor que empezaba a probar lentamente esos carnosos labios. La mirada de esos ojos verdes y la mueca de satisfacción mientras absorbía su miembro lo hizo cerrar los ojos y concentrarse en ese intenso gozo. Puso su mano en el cabello de la desconocida y la empujó. Al abrirlos ella levantó la cabeza y sacó la totalidad de ese falo latente de su boca lo escupió con la combinación justa de saliva y líquidos preseminales. El doctor estaba tan encantado por las habilidosas manos de la joven que tardó unos minutos en notar primero que sus ojos ya tenían un claro tono negro al rededor, y sus pómulos estaban marcados como si tuviera rubor. Parecía totalmente maquillada pero no se había alejado en ningún momento de él. Se tomó sus enormes pechos y apretó la mojada erección de García Iraola entre ellos. La mente del médico dejó de pensar nuevamente y solamente se encargaba de gozar de esos descomunales pechos subiendo y bajando por su pene. No había nada que entender. Era perfecto y estaba al borde del orgasmo todo el tiempo, durando mucho más de lo que acostumbraba, esa era toda una oportunidad ya que no sabía si tendría otro encuentro con esa deliciosa dama. Miraba esas gigantescas tetas apretadas y notó que las uñas de sus manos no solo estaban pintadas de idéntico rojo que sus labios sino que eran muy largas y parecían afiladas como garras. Pero una vez más la encantadora criatura se encargaría de distraer su atención. En un rápido movimiento de piernas se acomodó de un sólo impulso sobre él y rozó la tibieza de su mojada vagina en su enloquecido falo. Volvió a hacer una maliciosa e irresistible sonrisa y dejó caer su peso hundiéndolo en ella. La satisfacción del médico llegaba a niveles desconocidos. Era sin dudas la mejor que haya probado. Apretada como para hacerlo retorcer de placer pero con la flexibilidad y lubricación justa para devorar su miembro de una. Quería tocarla más pero sus brazos no respondían. En el momento exacto ella empezó un meneo demencial con su cadera sometiendolo a un placer extremo. Al verla ya su aspecto era totalmente libertino como el de una prostituta. Su rostro blanco y puro ya totalmente maquillado de la forma más obscena, su pelo alocado y con sus afiladas uñas se clavaba en su pecho. Quiso gritar por al sentirlas entrando en su piel pero no le salía la voz. Estaba ya bastante aterrado por la situación pero la joven subía y bajaba sobres su miembro y la satisfacción sexual era cada vez más intensa. Por momentos se agachaba y pasaba su larga lengua por su pecho y subía hasta volver a besarlo. Lo ahogaba con esa enorme lengua pero él no se podía mover. Apenas llegaba a toser y arcar por la lengua con gusto a sexo llegando a su garganta. El movimiento de sus caderas se volvió más veloz. Buscaba hacerlo acabar mientras lo ahogaba en ese beso. Sintió una fuerte brisa que inexplicablemente venía de ambos lados por igual. De reojo podía ver un aleteo oscuro que lo llenó de terror pero en ese momento sintió como todo su semen empezaba a estallar en el interior de esa perfecta criatura. Sin dudas era el mejor sexo que había tenido en su tranquila vida, había pasado horas penetrando a esa sensual belleza. Pasado el orgasmo abrió los ojos y vio a la desconocida criatura aleteando sus negras alas sobre la cama. En el aire se pasaba una mano entre las piernas y juntaba el semen que caía fuera. Era una mezcla de terror y excitación que culminó cuando el confundido doctor perdió la consciencia.
Al día siguiente Salazar despertó temprano. Tenía curiosidad por saber algo más de la joven y fue a consultarle al doctor. Pero al ir a su cuarto encontró la cama hecha. Se apresuró a revisar la recamara donde estaba la misteriosa invitada imaginando lo que podía haber ocurrido con una hermosa joven a solas por la noche con un maduro soltero. Por más que tenía la mayor de las confianzas en García Iraola él sabía que aparte de un profesional era un hombre.
Abrió lentamente la puerta imaginando lo que iba a encontrar pero al mirar con cierto temor, vio a la dulce joven que se desperezaba. Estaba destapada por el calor y al parecer al moverse en la cama su camisón se había subido dejando a la luz unas esculturales piernas y unas nalgas inmejorables. En el movimiento encogió una de sus piernas y pudo ver unos labios apretados que le produjeron una erección inmediata.
Al mirarla a la cara la vio sonriendo sensualmente y con su dedo lo llamó para que se acerque a la cama, cosa que hizo sin dudar. Gateando sobre el colchón desabrochó su pantalón y se disponía a devorar su importante erección cuando unos golpes fuertes en la puerta interrumpieron.
"Señor Salazar" gritaba uno de sus empleados. El molesto patrón se abrochó a medias el pantalón y apenas abrió el rabillo de la puerta para atender el llamado.
"Encontramos a un anciano con las pertenencias del doctor y parece no estar bien de la cabeza" le informó con prisa el empleado
"Como que no esta bien de la cabeza?" Indagó preocupado por la situación. En ese momento la chica se acercó de atrás y agarró su pene dentro del pantalón. El empleado le siguió explicando 

"Es que dice que es el mismo García Iraola y un demonio lo..." Fue en ese punto que interrumpió, ansioso y excitado por las caricias de la joven desconocida que no paraba de frotar intensamente su miembro y además lamía la parte de su cuello que seguía tras la puerta
"Eso es absurdo. Amedrenten a ese demente y recuperen lo que se robó" con esas palabras la masturbación se hizo más intensa y ante la imposibilidad de disimularlo frente a su empleado le cerró la puerta en la cara. Al darse vuelta ya la joven estaba totalmente desnuda y le bajó los pantalones casi sin que lo notara. Lo besó de la forma más sensual que jamas lo habían besado y agarrado de esas perfectas nalgas se olvidó totalmente de todo lo demás. Mientras sus empleados le daban una lección a fuerza de golpes al supuesto impostor, la hermosa criatura se agachó y comenzando otra inigualable mamada preparaba a su siguiente victima. Tenía una estancia llena de hombres jóvenes y vigorosos que la mantendrían joven y sensual por mucho tiempo más, pensaba mientras Salazar se preparaba para el mejor sexo que de su vida. 

2 comentarios - Súcubos: las prostitutas del infierno

90-60-90
me dio miedo a mi
lucianwriter
No tengas miedo a la oscuridad.
Las cosas más divertidas y placenteras pasan ahí
90-60-90
escribime al privado
juanbiclo
Hermoso relato. Lástima que te transforma