Jugando con fuego 22

Aquella frase me dejó tan bloqueado que no conseguí reaccionar. Como si demasiadas preguntas juntas me asaltasen. Mientras, el fotógrafo hacía gestos a las parejas de los del despacho para que nos uniéramos. Al acercarme al grupo llevé mi mirada hacia Víctor, pero no saqué nada de su cara. El fotógrafo nos pedía que nos pegáramos más, pero yo casi ni le oía, solo escuchaba mi cabeza decir "qué sabe", "por qué lo sabe", "quién más lo sabe". Era inequívoco, no había duda de que su pregunta iba dirigida a María y Edu. Le buscaba con la mirada mientras Edu y yo flanqueábamos a mi novia. Víctor se llevaba un poco de jamón a la boca mientras miraba claramente no a mí, si no a María.
A medida que escuchaba el sonido de aquella dichosa cámara sentía que me derrumbaba por dentro; un derrumbe por indefensión, por sentir de golpe que yo no controlaba aquella situación. Durante meses me había sentido con el control, presuponiendo que manejaba yo toda la información, con el único cabo suelto de que Edu se fuera de la lengua, o de ciertos momentos que María había pasado con Edu y que yo no había querido forzarla a que me contara. De golpe sentía que quizás fuera todo lo contrario, y fuera precisamente yo el que había estado totalmente fuera de juego.
El grupo se deshizo y perdí de vista a Víctor. Tampoco me veía persiguiéndole por las mesas... La situación había sido extraña, pues su frase había sido hasta demasiado natural, como suponiendo él que yo sabía que más gente lo sabía, o que a mi me parecía normal ofrecerle mi novia a un compañero de trabajo.
La cosa no mejoró cuando nos sentaron en las mesas para cenar. Apenas me fijé en nuestros compañeros de cena, lo justo para darme cuenta de que no conocía a nadie y de que María no estaba nada contenta con como había sido el reparto de invitados. Yo seguía un poco ido; miraba las caras de los compañeros de despacho de María, la mayoría colocados en otra mesa a unos quince metros, y me daba la sensación de que todos sabían todo, paranoia esta que dio paso a otra diferente, casi inmediatamente, y es que comencé a recapitular todos aquellos momentos, sobre todo de los últimos dos meses, en los que yo no le había preguntado a María qué había pasado entre ella y Edu.
No tardó mi novia en interrumpir el barrunte de mi cabeza preguntándome si me pasaba algo. Tras negarle que me pasara nada raro me susurraba que nos habían puesto en la mesa de los casados, entre comillas, y que lo divertido iba a estar en "la otra mesa"; alcé la mirada y aquella mesa era la de Paula, Amparo, Edu y demás. Víctor estaba en otra, y yo sentía que si yo le tenía controlado más me tenía él a mi. Me insistió en si de verdad no me pasaba nada cuando mi mente estaba en el mes de agosto, en la segunda semana, un viernes. María había pasado el día en la casa de la playa de Edu, recordaba que aquel día María me había contado que Nati había estado un rato con ellos y después se había ido a estudiar, aquel día mi novia se había puesto el bikini rojo, supuestamente porque había mojado todos... Después de ducharnos habíamos quedado en que saldríamos de noche... pero alguien la llamó por teléfono y tras colgar me había dicho que estaba cansada y que se iba a dormir. Recordaba que aquel día María había llegado contando que quizás Edu y Nati habían follado en el mar. Fue la noche que yo había notado que alguien había removido mi cajón de la mesilla... y había cogido nuestra polla de plástico... y olía a coño...
Por eso, de repente, la mayor de mis inquietudes no versaba ya en quién sabía qué, si no en qué había pasado aquella tarde de viernes de agosto, en si de verdad la llamada había sido Edu... en qué conversación habían tenido... y, sobre todo, por qué yo había sido tan idiota de no preguntarle qué había pasado.
En ningún momento sentí celos. Si no, sobre todo, descontrol.
Me vi obligado a participar de la conversación de la mesa, aparcando momentáneamente el análisis de aquellos vacíos que después de semanas necesitaba cubrir. Frente a nosotros estaba una compañera de trabajo de María, una tal Irene, y su marido, Marcos, un tipo que ya de primeras parecía extraño, con la cabeza rapada, ambos de nuestra edad, y él no le quitaba el ojo de encima a mi novia. No me extrañaba lo más mínimo pues su mujer no era nada agraciada. La miraba de reojo mientras se llevaba el tenedor a la boca, aunque la conversación estuviera en otro punto de la mesa. Me parecía hasta que le miraba las tetas que irremediablemente se le marcaban a María bajo la camisa... y volví a sentir ese morbo al presentir el deseo que suscitaba ella. "Tú también te la quieres follar... y Edu... y seguramente Víctor..." Me sentía mal cuando en mi cabeza resonaba aquello, pero no lo podía remediar, igual que no podía remediar que, junto al hormigueo de aquel morbo, mi polla comenzase a lagrimear sobre mi calzoncillo al ver el sucio deseo en los ojos de aquel chico.
María, ajena a su turbio acosador, miraba constantemente hacia la otra mesa. Cruzaba miradas con Edu, o quizás fuera paranoia mía, quizás solo sentía envidia de no estar allí con sus amigas, o quizás un poco de todo. Mi mente seguía la mitad allí y la otra mitad barruntando, barruntando el porqué de María tan cachonda en Cantabria. Antes de aquel viaje ella había pasado otro día con Edu en la playa, día en el que, según ella, Edu le había dicho que se le marcaba el coño a través del bikini blanco. ¿solo eso? ¿Solo había pasado eso en no se cuántas horas con él? De golpe me asaltaban preguntas desordenadas... lo de obedecer a llevar los bikinis que Edu decía, lo de acceder a escribirle para que subiera a nuestra casa, aunque después hubiera dicho que no le abriría la puerta.... Todas aquellas preguntas bombardeaban mi cabeza mientras mis ojos veían a aquel hombre mirando con lascivia a María y a ésta sin dejar de mirar para la mesa de Edu.
Recordé otro día más, ya a la vuelta de Cantabria cuando María había llevado a casa de Edu los bikinis que él había adivinado. ¿Adivinado? ¿Pedido? ¿Ordenado? Y yo, en el sofá, sabiendo que María estaba en la cama escribiéndose con él... y de nuevo su consolador había apestado a coño de manera tremenda....
María me sacó de mi obnubilación levantándose un poco para alcanzar una de las botellas de vino que había en la mesa. El chico rapado se la quiso acercar y sus manos se juntaron... yo no entendía como María o incluso la mujer de él no se daban cuenta de cómo la miraba... ¿O María sí se daba cuenta? Ella volvió a sentarse con una media sonrisa. ¿Se estaba gustando? ¿Le estaba gustando gustar? Él llegó a disimular tremendamente mal intentar colar su mirada por su escote. Comencé a imaginar que yo se la ofrecía a él también. ¿Sabría él algo? Me imaginaba que ante el silencio de todos yo besaba a María, ella me respondía con lujuria y yo le susurraba que tenía a toda la mesa totalmente cachonda... me imaginaba que le desabrochaba los botones de la camisa... ella me susurraba que parase, pero yo le acababa bajando las copas del sujetador... y ella, así, dejaba de besarme... y el chico podía ver como sus tetazas dejaban sin aire a todo el salón... Me empalmaba al imaginarlo... me empalmaba al ver como la devoraba con los ojos.
Una mirada más de María a la mesa de Edu me volvió a la realidad. Llegaba incluso a molestarme a la vez que me tenía inquieto por el morbo... ¿De verdad había un juego de miradas allí? La incertidumbre me mataba. Mi mente iba al acosador, a Víctor, a los vacíos de aquellos meses y a Edu, de nuevo a Edu, al que yo había elegido desde el primer momento y dudaba si María no lo había elegido también. ¿Así? ¿Sin más? Sin duda yo tenía aquella boda en mente como el sitio y momento idóneos para empujarla hacia él, y ahora me planteaba seriamente si no estaba todo vendido sin necesidad alguna de que yo hiciera nada. Me lo planteaba e inmediatamente me lo negaba. No podía ser.
Trajeron el segundo plato, el vino bajaba y yo intentaba meterme de nuevo en la conversación hasta que vi como Edu pasaba cerca de nuestra mesa. El corazón comenzó a palpitarme con fuerza mientras miraba de reojo si María le dedicaba una mirada. No se detuvo, fue directo al fondo del salón para desaparecer escaleras abajo en dirección a los servicios.
María no tardó ni diez segundos en levantarse e ir en la misma dirección.
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Pronto me di cuenta de que yo no era el único que miraba con detenimiento como María se alejaba; el chico rapado de nuevo no se cortaba un pelo y, mientras su mujer se reía con la chica que tenía al lado, él había volteado su cuello completamente. Mi novia desapareció escaleras abajo, aumentando mis nervios, que no decrecieron cuando aquel voyeur se giró hacia mí y me miró. Hizo una especie de mueca al mirarme. No sabía si pretendía decirme "pedazo de novia tienes" o algo que aun me ponía más nervioso, quizás quería expresar un "yo también lo sé".
Afortunadamente apartó su mirada y volvió a su plato. Yo pensaba si realmente María iba a hacer algo con Edu, si de verdad se habían cruzado miradas en busca de un encuentro. Pero es que no podía ser... María no era así; me había dejado la piel en empujarla hacia él durante 9 meses sin aparente resultado... Empezaba a pensar que el vino y lo de Víctor habían disparado mi paranoia, pero me vi obligado a averiguarlo. Pocos minutos después yo también me dirigía hacia los servicios. Busqué a Víctor con la mirada pero no la encontré. Me sentía con tantos frentes abiertos que no podía poner prácticamente nada en orden.
Bajé las escaleras y caminé por el pasillo, y recordé aquella vez que en casa de Edu me dirigía a su dormitorio en silencio mientras él estaba con Alicia, la pija andaluza... aquella noche en la que supe por primera vez que sabía que quería llegar hasta el final de todo.
A la derecha había una puerta que era el baño de las chicas y la siguiente seguramente sería el de chicos. Escuché conversación a lo lejos, en el de hombres, así que entré con cuidado en el de mujeres. ¿Qué quería? No lo sabía. ¿Qué pensaba que iba a ver? Ni idea. Solo sabía que me temblaban las manos, que tenía calor, pero sudaba frío de manera insoportable.
Tan pronto abrí la puerta vi a María, sola, que abandonaba el lavabo y se quedaba en el medio. No parecía haber nadie más.
-¿Te has perdido? -rió.
No sabía ni que decir, me quedé callado. María se miró al espejo.
-¿Se puede saber qué te pasa? ¿No vas al de chicos? -preguntó.
Qué responder a eso. Cuántas preguntas podría hacer yo. Hablé sin más:
-No sé, María... tenemos que hablar.
-¿De qué?
-Pues... de todo... de todo esto.
-¿Qué es esto? Hablar podrías hablar en la mesa, que estás más soso que yo que sé. Podrías hacer un esfuerzo.
-No, María, de esto, de... por ejemplo... de qué pasó el... creo que el 11 de agosto... en casa de Edu.
La cara de mi novia era de golpe un poema, como un resoplido de hastío que superaba cualquier palabra desagradable que podría haber emitido. Yo sabía perfectamente que había sonado como un psicópata.
-No sé, María, hay muchos días que no sé qué ha pasado.
-De verdad, Pablo, por favor, no me hagas esto. Esta noche no.
-¿Qué no te haga qué?
-Venga, yo subo, tu vete al baño... o lo que quieras... -dijo acercandoseme para irse.
-No, María.
-Que no, qué.
-Que me lo cuentes, que me digas que ha pasado ese día y otros días más.
-¿Quieres que te lo cuente ahora?
-O sea que sí que han pasado cosas.
-Yo no he dicho eso. Por favor, ya está bien. Déjame pasar.
Me aparté un poco. No podía decirle que sabía que Edu había acertado lo de los bikinis sin descubrirme. No podía preguntarle si Edu le había mandado una foto de su polla sin descubrirme... Lo único que podía espetarle era que había olido aquella polla de plástico tal o cual vez y la había descubierto, pero me parecía que montaría en cólera y se cerraría en banda.
-¿Qué te pasa Pablo, de verdad? -dijo al acabar de cruzar el umbral de la puerta y en tono más conciliador.
-No me pasa nada. Solo veo las miradas que vas echando.
-¿Qué miradas? ¿Qué dices?
-Nada, es igual. Déjalo.
-¿Y las miradas que echas tú?
-Qué dices, María.
-Cómo que qué digo. A Paula. Que se le marca el tanga a través del mono ya lo vemos todas, no hace falta que la mires así.
-No la miro de ninguna manera, me parece un contraataque muy cutre lo que estás haciendo.
-En fin, ¿algo más? ¿algún reproche más tienes qué hacer?
-Pues en Cantabria... porque estabas así de cachonda? ¿Era por él? Dímelo. Es que no pasa nada. Obviamente yo te he empujado a esto. Es solo que quiero saberlo y ya está.
-Mira, o estás borracho, o estás otra vez con la mente calenturienta. Creí que... al haber descargado en el hotel vendrías más tranquilo-. No me gustó nada que me hablara así.
Mientras hablábamos comencé a oir voces que se acercaban. Al acabar María aquella frase vi a Edu y a otro chico acercándose. Sin tiempo a reaccionar ni a responderle a mi novia Edu se puso a su lado y, mientras su amigo pasaba de largo, dijo:
-¿Te puedo decir algo en privado?
María me miró y dijo:
-Sí, claro.
Me dió la espalda casi inmediatamente. Me dio la sensación de que lo hacía para joderme.
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Me quedé allí parado, bloqueado. Edu me miró e inmediatamente llevó una mano a la cintura de María para invitarla a alejarse un poco. Mi novia se lo permitió, sin girarse hacia mí.
Me fui por donde había venido con una presión en el pecho. Comencé a subir las escaleras e irremediablemente volteé mi cabeza y los vi, en medio del pasillo, hablando, cuchicheando; él mantenía su mano en la cintura de ella.
Sentado de nuevo en la mesa no sabía si cabrearme o morirme del morbo. Tan pronto me enfurecía la actitud de María como me los imaginaba entrando en los servicios... y... follándosela... empotrándola a lo bestia contra los lavabos o María subida a él, siendo ella la que sacara todas las ganas de ser follada después de tantos meses.
¿De verdad yo no podía hacer nada? ¿Hacer qué? ¿Para qué? ¿Qué quería?
Me sentía mal conmigo mismo cuando deseaba que lo hicieran. Y mal con ella... aunque no sabía hasta qué punto aquello era justo después de todo. Pero todos esos sentimientos negativos siempre acababan solapados por el morbo.
Unos pocos minutos más tarde volvieron al gran salón. Hablando. Sin demasiada complicidad, tampoco de forma distante. María se sentó a mi lado y no dijo nada. Ni me miró.
La paciencia nunca ha sido una de mis virtudes. Creo que no había pasado más de un minuto cuando le espeté en voz baja:
-¿Os habéis liado?
No obtuve respuesta. María siguió comiendo, como si tal cosa.
-¿No me vas a responder? -insistí.
-No respondo a chorradas -dijo sin siquiera mirarme.
-No me parece ninguna chorrada. ¿Qué pasa? ¿No ha querido él?
Esta vez sí que me miró. Se la veía sonrojada, ¿el calor? ¿el alcohol? ¿Edu? ¿Mis preguntas? Joder, estaba radiante. Aquella mirada fija, sus labios gruesos, su piel tostada, su camisa de seda que parecía que iluminaba toda la mesa... el relieve de sus tetazas bajo la tela... su melena densa y larga... estaba tremenda.
-Lo hablamos mañana. -dijo seca, pero levemente conciliadora.
Pero yo no podía más.
-No puedo María, solo necesito saber si os habéis liado o algo.
Le hablaba al oído con cuidado.
Ella no respondía. Yo insistí.
-¡Por supuesto que no, Pablo! Deja de decir chorradas. -exclamó en un susurro, intentando ser discreta.
-Pero quieres, ¿no?
-No, no quiero.
-Te lo has imaginado, eso no lo puedes negar. Has imaginado o fantaseado que... que os liáis. -aquel "os liáis" me sonó tremendamente infantil, sobre todo porque en mi imaginación yo empleaba palabras mucho más fuertes.
No contestó. Dio un trago a la copa de vino. Estaba cada vez más incómoda. En el salón había un buen jaleo, un zumbido constante que opacaba nuestra conversación.
-¿Qué habéis hablado ahí abajo? ¿Por qué tiene que hablar en privado contigo? -tan pronto lo dije me di cuenta que esa era la pregunta por la que tenía que haber empezado.
-Por nada. Una chorrada. Ya está, Pablo.
-Eso me lo tienes que decir, María. Aunque solo sea por educación, joder.
Me miró, y me susurró al oído:
-Es una chorrada, Pablo, por favor... -sonó hasta suplicante, casi mimoso.
-Venga, dímelo...
-Joder... Pablo, nada, una chorrada. Es que no quiero enfrentaros.
-¿Cómo que enfrentarnos?
-Una chorrada, de verdad, me dijo que... que me fuera para su mesa.
-¿Ahora? ¿En mitad de la cena?
-Ya, que es una chorrada.
-Pero a cuento de qué, no entiendo nada.
Aquella conversación había pegado un volantazo que no entendía.
Me acabó contando que él le había dicho que fuera a su mesa, que allí lo pasaría mejor. Y ella le había dicho que no. Finalmente y tras preguntarle ella, al parecer Edu le había dicho que yo no le caía nada bien, que era un muermo o algo similar.
-Menudo cabrón... ¿y qué le dijiste?
-Que ya estaría con ellos en el baile. Contigo y con ellos.
-Joder María...
-Qué...
-¿Y en el baile que vas a hacer?
-Qué voy a hacer de qué. Nada.
-¿Cómo que de qué? No me tomes el pelo... sabes a lo que me refiero...
Nos quedamos callados. Era obvio que me refería a que le provocara durante el baile... Ella sabía tan bien como yo que aquella era una fecha marcada en el calendario para aquel juego.
-Y además hay muchas preguntas que quiero que me respondas. -le dije.
-¿Ah si? Pues elige. O me preguntas o... lo otro.
-Las dos cosas.
-No tienes remedio, de verdad. ¿Y yo qué gano?
-Que todo se acaba hoy. Pase lo que pase. -dije serio.
-Eso no es la primera vez que lo dices.
-Esta vez te juro que es de verdad. Todo esto se acaba esta noche.
-¿Qué cuchicheáis ? ¿Tanto os aburrimos? -nos sorprendió el chico rapado, de pie, detrás de María, posando sus manos en los hombros de ella, sonriente, haciéndose el gracioso. No sabía si venía del baño o de hablar con gente de otras mesas. María parecía tan desconcertada como yo.
Miré al frente, hacia su mujer, que visiblemente ebria, no le ponía buena cara, mientras María se excusaba como podía por nuestra conversación privada. Y después miré a aquel chico, que antes de retirar sus manos miró descaradamente al escote de mi novia. A buen seguro, desde su posición, le había visto fácilmente la mitad de las tetas; llegué a pensar que se había levantado únicamente y exclusivamente para vérselas.
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María cumplió su palabra y no fue a la mesa de sus compañeros. Intenté mostrar normalidad durante la siguiente hora. Me propuse controlarme hasta que empezara la música. Me asaltaban muchas preguntas que hacerle a María, pero sentía que debía elegir las precisas para no agobiarla, y soltarlas en el momento adecuado. Si ella me iba a responder con total sinceridad y cómo y hasta qué punto iba a acercarse a Edu yo no tenía ni idea.
Pero cuando empezó el baile y yo pensaba que María podría volar libre hacia su grupo de amigos, y consiguientemente hacia Edu, sucedió algo inesperado: el hombre rapado de la mesa comenzó a hacerle un marcaje que apenas la dejaba interactuar con los demás.
Desde la barra contemplaba como aquel chico no le daba tregua; visiblemente borracho le hablaba al oído a María mientras Edu, Paula, Amparo y demás gente disfrutaban a pocos metros de ellos.
Pero no estaba solo en la barra; Víctor parecía vigilarme. Me saludó con la mirada y yo no supe si acercarme. Su aspecto desaliñado parecía chocar algo menos ahora que la gente se iba soltando, pero seguía sin pegar demasiado con el ambiente. Yo miraba a María que se reía timidamente medio acosada por aquel chico que, sin chaqueta y con la camisa remangada, lucía un par de tatuajes que le daban un aspecto ciertamente macarra. El contraste entre María, que en tacones era de su altura o incluso más alta, su esbeltura, su clase, y él, bajo pero ciertamente ancho y musculado, rudo, era impactante.
Presentí que Víctor se me acercaba, le miraba de reojo. Se situó a mi lado. Nos quedamos en silencio. Quizás pasó hasta un minuto hasta que dijo:
-A este paso... no va a pasar lo esperado.
Intenté hacerme el loco como pude. Siguieron los silencios. Mi incomodidad, por él. Por lo que podría saber. Por todo... Me llegué a pedir otra copa más. Hasta que llegamos a entablar una conversación sin sentido e irrelevante. Y de nuevo otro silencio. Finalmente dijo:
-Ese no sabe nada, claro. Por eso lo intenta.
-¿Qué intenta? Si está su mujer por aquí. Hemos cenado en su mesa.
-¿Irene? Esa estará borracha por ahí, estará vomitando en el baño o vete a saber donde. -dijo serio y en un tono tremendamente despectivo.
Tras otro silencio y apoyado en mi embriaguez, me armé de valor:
-Hablando en serio.... ¿No me vas a decir qué sabes? ¿O quién lo sabe?
-Jajaja, disfruta, hombre. Anda que cómo se la acabe follando ese... Marcos creo que se llama... ¿Te lo imaginas? ¿Te pondría también?
Sentí como si me estuvieran apuñalando, pero lo increíble era que aquella puñalada lo que más me producía era un morbo terrible...
-¿Te estás dando cuenta, no? -preguntó.
Yo no sabía qué hacía hablando con él una vez parecía claro que solo estaba jugando conmigo, pero por algún motivo no le cortaba.
-¿De qué?
-De que no te mira a ti para que la rescates.
Era cierto. María buscaba permanentemente con la mirada al grupo en el que estaba Edu. Si miraba directamente a él no lo sabía. Cosa que Víctor sí suponía. En aquella dirección un grupo de unas diez personas bailaba y se reía sin perder demasiado la compostura. A parte de las miradas de mi novia era destacable como Paula y una chica tirando a pelirroja revoloteaban alrededor de Edu sin cortarse lo más mínimo. Era cierto que a Paula se le transparentaba un poco el culo bajo el mono que llevaba, pero poco tenía que hacer ante la pelirroja que aunque un poco delgada, se la veía bastante más guapa y con bastante más gracia y en un vestido rojo que llamaba ciertamente la atención.
Le pregunté a Víctor quién era toda aquella gente mientras mi mirada iba hacia María que ya llevaba un largo rato aguantando los susurros en su oído, así como la mano de aquel macarra en su cintura. ¿De verdad aquel cabrón pensaba que podría ligar con ella? Era de locos teniendo en cuenta que había venido con pareja y obviamente sabía que María estaba conmigo... pero no dejaba de ser morboso aquel intento... empecé a sentir ese cosquilleo, ese hormigueo en mi entrepierna. Era cierto que yo había elegido a Edu, pero empezó a parecerme bastante morboso que mi novia se dejase querer, o al menos no se deshiciera, de aquel salvaje tan grotesco...
Víctor me dijo que a la chica de rojo no la conocía, que debía de ser amiga de la novia. No tendría más de veinticinco años, pero parecía tener claro lo que quería... y Paula estaba siendo la más perjudicada. Edu le hablaba al oído a la pelirroja. Marcos le hablaba al oído a María. Parecían dos espejos... Yo empezaba a ver posible que Edu se liara con la de rojo, y también pareciera que el loco de Marcos empezara a ver posible liarse con María...
Tomándome otra copa con aquel extraño cada vez alucinaba más con que María no fuera capaz de deshacerse de aquel rapado; lo cierto era que ella por momentos se reía y por momentos ponía cara de no estar entendiendo nada, pero no acababa de alejarse de él. Lo que sí había cambiado era que la chica del vestido rojo y Edu se habían apartado un poco del grupo y ahora sí, inequívocamente, la mirada de María iba constantemente hacia ellos.
Comencé a ponerme realmente nervioso en el momento en el que vi que aquello era inminente. Edu se dejaba hacer y la chica se ponía de puntillas para hablarle al oído y ya posaba sus manos en su pecho. Y mi mirada fue a María, la cual estaba tensa, tan expectante como yo. Y lo vi. Lo que pasó lo vi en la cara de mi novia: apartó ligeramente a Marcos que no paraba de acosarla y sorbió de la pajita mínimamente mientras, queriendo disimular, veía como las bocas de Edu y la pelirroja se fundían en una...
Víctor no dijo nada. Yo no dije nada. Y María giró la cara rápidamente hacia la barra. Buscándome por primera vez en más de media hora. Todo se precipitaba de golpe. Yo ni era consciente de que aquello podría ser el fin de todo. Solo estaba alucinado por el gesto de María. Seria. Tensa. Como una sorpresa soterrada. ¿Decepción? No estaba seguro.
Marcos quiso captar la atención de María con la enésima, seguramente babosada, en el oído de mi novia, cuando fue Paula quién la cogió de la mano para bailar. Pronto la estampa consistía en Edu y aquella chica besándose mínimamente, tampoco sin especial alarde, y María y Paula bailando, y sonriendo aunque contenidas, una derrotada y la otra desconcertada. Desde fuera llegaba a ser hasta algo ridículo verlas queriendo llamar la atención, sobre todo Paula, cuando todos sabían que el foco estaba en otro lado.
-¿Tú crees que se la folla...? -dijo Víctor con un evidente ironía simultáneamente a que Edu posara su copa en una mesa y se fuera alejando con la pelirroja a su lado. Hicieron una pequeña parada para que ella cogiera el bolso y desaparecieron en dirección al jardín. Parecía claro que irían a la habitación que Edu tenía en el propio Parador.
Paula y María lo vieron perfectamente. Se dijeron algo al oído mientras bailaban.
-Lo siento, tío. -rió Víctor.
-¿Pero lo sientes por qué..?
Volvió a reírse sin responderme. Por más que gracias al alcohol me atreviera a hacerle aquellas preguntas, él parecía quedar siempre por encima de mí al contestar con una sonrisa o directamente una risa ante cada pregunta directa.
Poco a poco me fui dando cuenta que aquello podría ser realmente el fin de todo. María y Paula bailaban acaloradas ahora algo más cerca de la barra. El tanga de Paula se le transparentaba tremendamente hasta el punto de poderse distinguir no solo la forma del tanga si no perfectamente las nalgas... Iba pidiendo guerra y ni así había conseguido nada... No dejaba de ser sorprendente que lo hubiera intentado con Edu; María nunca me había dicho nada de aquella posibilidad. Lo cierto era que si no estuviera con María yo mismo lo habría intentado con Paula en aquel momento suyo de visible despecho. Pero Paula no era la única derrotada de la noche, en cierto modo también lo era yo y también Marcos, que sentado y visiblemente borracho seguía sin quitarle los ojos de encima a María.
..................
Mi novia me buscó con la mirada y yo decidí acercarme, sintiéndome algo extraño, como si hasta el momento hubiera sido un mero espectador de todo y ahora me colocara en el centro del escenario, además sentía la mirada de Víctor en mi nuca.
Cuando llegué junto a ella a punto estuve de chocar con Paula, la cual estaba muy cerca de empezar a llamar realmente la atención, no solo por su borrachera, si no por aquel culo más bien pequeño y delgado pero que de cerca parecía como si no llevara nada por la finura extrema de la tela que debía cumplir la función de taparlo.
No solo aquello me llamó la atención, si no el sudor en el cuerpo de María, así como sus ojos brillantes por el alcohol. Yo tenía claro lo que quería, quería sacar todo lo que pudiera, pero para ello tenía que ganarme su confianza. Estuvimos bailando un rato, por momentos acaramelados, por momentos más separados... hasta que nuestras caras se juntaron un momento y nos dimos un pequeño beso, tras el cual solo me salió un "¿cómo estás?" y ella respondió con una sonrisa tan encantadora que desvelaba cierta embriaguez. Se separó de mi para inmediatamente después volver a pegarse y decirme:
-Bueno, se acabó ¿no?
-¿Por qué?
-Porque se fue con la niña.
-Ya... Y te jodió. -dije sin pensar.
-Te jodería a ti. -dijo ella inmediatamente y me besó. Me quedé sorprendido. Nos miramos. Y nos besamos otra vez. Esta vez ya dejando de bailar. Un beso con lengua. Caliente desde el principio. Mis manos fueron a su cintura, y fueron subiendo a medida que el beso se alargaba. Quería acariciar aquellas tetas aunque fuera sobre la camisa de seda blanca... pero ella me apartó las manos y cortó el beso.
Estaba encendida, su mirada lo decía todo. Insistí:
-Te jodió, no lo niegues...
Su mirada era retadora. No respondía, pero algo me decía que quería que yo siguiera hablando. Cosa que hice:
-Ahora se la estará follando arriba. Te gustaría que fueras tú, ¿a que sí? Te gustaría que te estuviera follando a ti.
María se acercó más. Pegó su pecho al mío. La música iba por un lado y nosotros por otro. Y yo le susurré en el oído:
-Le está metiendo su pedazo de polla a esa cría. La está matando del gusto. ¿Te acuerdas cuando oíste como se follaba a aquella chica en aquellas jornadas?
María no respondía pero se pegaba más y más. Yo al acabar la frase le mordí el lóbulo de la oreja y le soplé allí... Todo su cuerpo me pedía que siguiera hablando.
-Sé que te has masturbado unas cuantas veces imaginando que te follaría... sé que has usado nuestra polla de plástico pensando en él... vamos... niégamelo... -le dije antes de besar su cuello.
-Joder, Pablo...
-Qué...
-Nada...
-No, dime.
-Que... me estás matando...
-¿Sí? Pues niégamelo... niégame que te metías ese pollón de plástico pensando en él...
María respondió cogiéndome las manos y posándolas en sus tetas con disimulo. Los dos completamente pegados...
-Niégamelo, María... -le insistí en su otra oreja...
-Uff... -gimoteó ella con los ojos cerrados mientas yo sentía sus tetazas hinchadas bajo la fina camisa que sentí sorpendentemente pegajosa y húmeda... maldiciendo que su sujetador no pudiera desaparecer.
-Joder, María... casi puedo sentir tus pezones... ¿Se ponen así cuando piensas en él?
-Mmm... joder... no sé... -dijo antes de besarme de nuevo... aprisionando mi labio inferior con los suyos, estirándolo un poco para después soltarlo.
Yo insistí:
-Se que aquella noche que íbamos a salir a tomar algo al final decidiste quedarte en casa... él te llamó... y te acabaste masturbando... Se que en Cantabria estabas cachonda porque no parabas de pensar en él... y que... que aquella vez que os escribisteis mientras yo te comía el coño no fue una chorrada... si no que te dijo lo qué te podría meter y solo de pensarlo te deshiciste en mi boca...
María se alejó un poco tras escuchar aquello y me miró con ojos llorosos. Estaba cachondísima y no se cortaba en mostrármelo. Le notaba las tetas más hinchadas, el pelo más alborotado... era morbo puro; me sentía medio mal al pensarlo, pero parecía como si hubiera nacido para que se la follaran...
Volví a acercarme. La cogí de las manos. Nos dimos otro beso... Nos soltamos las manos y su mano derecha fue a mi abdomen y después palpó mi entrepierna sobre el pantalón de traje. Con disimulo, pero lo sentí como nunca. Con nuestras caras pegadas le susurré:
-¿Para qué tocas esta polla? Eh... si sabes que es enana...
Mordí su lóbulo de la oreja e insistí:
-¿A qué es enana? Es una mierda de polla. Dímelo.
-Sí...
-¿Sí?
-Sí, lo es.
-¿Querrías que la tuviera más grande? Dímelo.
-Sí...
-¿Cómo la de Edu?
-Sí...
-¿Se la has visto?
-No... Bueno... no
-¿Cómo que bueno no? ¿Cuando se la has visto? -le mordí literalmente en la oreja y le resoplé de nuevo.
-Mmmm... dios... me envió una foto -dijo estremeciéndose y haciéndome estremecer a mí... para palparme de nuevo en la entrepierna. Tenía que estar muy borracha, o muy cachonda, o ambas cosas para por fin reconocer aquello.
-¿Ah sí? ¿Y como es su polla?
-No sé...
-Vamos... aprieta mi mierda de polla mientras me dices como es -le susurré, los dos con los ojos cerrados.
-Es... impresionante... -gimió apretándome con fuerza... como si nadie más existiera.
-¿Sí?
-Sí...
-Y has fantaseado con que te folla con esa polla...
-Sí...
-Joder... María...
-Qué...
-Necesito que te folle... tú tendrías que ser la chica esa con la que está ahora...
-Ya... -suspiró ella sin soltar mi entrepierna, pegada a mí.
-¿Querrías ser ella? -dije sabiendo la importancia de aquella pregunta.
-Sí... pero estoy contigo...
-Si no estuvieras conmigo... ¿hace cuanto te estaría follando? Reconócemelo... -dije soltando un botón de su camisa y acariciando su escote.
-No sé...
-Dímelo... María... hace cuanto te estaría follando ese cabrón si no estuvieras conmigo...
-No sé... uff... -suspiró apretando más fuerte mi polla- pues... desde el verano...
-¿Sí? ¿Desde el verano te estaría follando?
-Mmm... sí...
-¿Sí? Dimelo. Dime como te follaría.
-Joder... Me llevaría matando a polvos desde... desde agosto.
Abrí los ojos e intenté comprobar si lo que hacíamos era más disimulado que escandaloso o al revés... No parecía demasiado grave... la gente iba bastante alcoholizada y no estaba demasiado iluminado. No encontré a Marcos y la barra me quedaba a mi espalda por lo que resultaba demasiado descarado comprobar si Víctor nos vigilaba. María soltó mi miembro, nos besamos y yo le susurré:
-Marcos te quiere follar, lo sabes, ¿no?
-Mmm... sí.
-¿Te lo follarías? ¿Si no estuvieras conmigo?
-Mmm... no.
-¿No? ¿Ahora mismo? Con el calentón que... llevas... -le susurré acariciando una de sus tetas... a la altura del pezón...
-Ufff...
-Qué...
-Que tal como estoy... ahora... si no estuviera contigo...
-Con el calentón que llevas ahora mismo... si yo no existiera... te follarías a ese macarra...
-Puede ser...
-Joder, María...
-Qué...
-Nada...
Y María dijo entonces algo que casi hace que mi polla explote literalmente. Sentía que podría correrme solo con rozarme frente a frente con ella...
-¿Quieres que lo caliente?


CONTINUARA, Y FALTA POCO

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